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Full text of "Relaciones históricas de América, primera mitad del siglo XVI."

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RELACIONES  HISTÓRICAS 


DE 


AMÉRICA 


PRIAERA  MITAD  DEL  SIGLO  XVI 


PUBLÍCALAS 

LA  SOCIEDAD  DE  BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES 


MADRID 


MCMXVI 


RELACIONES  HISTÓRICAS  DE  AMERICA 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

Boston  Public  Library 


http://www.archive.org/details/relacioneshistOOserr 


RELACIONES  HISTÓRICAS 


DE 


AMÉRICA 


PRI/AERA   W1TAD  DEL  SIGLO  XVI 


PUBLÍCALAS 

LA  SOCIEDAD  DE  BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES 


MADRID 

MCMXVI 


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\      ICVm 


NÚM.  210 


ex 


Imprenta  Ibérica,  E.  Maestre.  Pozas,  12,  Madrid. -Teléfono  3.854, 


INTRODUCCIÓN 


La  Sociedad  de  Bibliófilos  españoles,  cuyo  fin 
esencial  es  reproducir  aquellos  escritos  que  yacen  inédi- 
tos o  andan  impresos  en  libros  rarísimos,  publica  ahora 
en  este  volumen  unas  cuantas  narraciones  históricas  de 
varios  asuntos,  relativas  a  nuestras  antiguas  posesiones 
americanas  inmediatas  al  Golfo  de  México,  tales  como 
las  provincias  de  Cartagena  y  Santa  Marta,  el  Nuevo 
Reino  de  Granada,  Honduras  y  la  Nueva  España.  Todas 
ellas  pertenecen  a  la  primera  mitad  del  siglo  XVI,  nues- 
tro siglo  de  oro  de  conquistas  y  descubrimientos;  em- 
presas a  las  que  hoy  se  va  haciendo  justicia,  a  medida 
que  la  publicación  de  nuevos  documentos  deshace  las 
calumnias  con  que  nuestros  enemigos  quisieron  empañar 
y  ennegrecer  las  glorias  de  España.  Modelo  de  tales  re- 
paraciones, el  insigne  Lummis,  cuyas  obras,  especial- 
mente la  consagrada  a  Los  exploradores  españoles  del 
siglo  XVI,  es  un  himno  admirable,  lleno  de  verdad,  en 
que  se  cantan  las  grandezas  de  la  civilización  española 
en  América.  Hemos  escogido,  para  formar  este  libro,  re- 
laciones y  cartas  de  materia  muy  diversa,  a  fin  de  que  su 
lectura  resulte  más  amena:  hechos  de  armas  en  Cartage- 
na, Santa  Marta  y  Nueva  Granada;  rencillas  entre  los 
conquistadores  de  Honduras,  propias  de  los  primeros 
tiempos  coloniales,  como  lo  son  ciertas  fiebres  de  la  in- 


VI 

fancia;  audacísimas  exploraciones,  como  la  del  volcán 
de  Masaya  por  el  conquense  Juan  Sánchez,  a  quien  la 
codicia  transformaba  en  hirviente  plata  las  lavas  derreti- 
das que  había  en  lo  más  hondo  del  cráter  (1);  empresas 
marítimas  en  las  costas  de  la  península  de  California,  y 
los  trabajos,  estoicamente  sobrellevados,  de  aquel  Ro- 
binsón  español,  maestre  Juan,  en  el  tiempo  que  estuvo, 


(i)  Juan  Sánchez  Portero  se  llama  vecino  de  Huete  en  un  memorial 
que  presentó  en  el  año  1538  para  que  se  le  diese  licencia  de  continuar  ex- 
plorando el  volcán  de  Masaya,  aunque  había  obtenido  un  privilegio  para 
ello  el  bachiller  Juan  Alvarez;  al  mismo  tiempo  solicitó  que  por  ser  pobre 
se  le  costearan  los  artefactos  que  necesitaba,  y  se  le  dispensara  de  llevar 
a  su  mujer,  que  estaba  enferma,  y  teniendo  además  en  cuenta  que  él  no 
pensaba  establecerse  definitivamente  en  Indias.  Lo  más  curioso  de  tal  pe- 
tición es  la  noticia  de  haber  escrito  un  libro  acerca  de  dicho  volcán,  y  que 
lo  deseaba  imprimir: 

«Otro  si,  pido  y  suplico  a  Vuestra  Alteza  que  el  libro  que  tengo  presen- 
tado, que  habla  sobre  las  cosas  admirables  del  dicho  bolean  y  entrada  del, 
Vuestra  Alteza  me  mande  dar  licencia  para  que  yo  u  otra  persona  por  mi 
lo  pueda  imprimir,  con  privilegio  de  diez  años,  el  qual  dicho  libro 
yrá  dirigido  a  quien  Vuestra  Alteza  mandare,  en  lo  qual  recibiré  muy 
señalada  merced. — Juan  Sánchez.-» 

(Archivo  de  Indias,  est.  64,  cap.  I,  leg.  9.) 

Gonzalo  Fernández  de  Oviedo  visitó  el  volcán  de  Masaya  y  nos  dejó  una 
descripción  de  este  en  su  Historia  general  y  natural  de  las  Indias,  li- 
bro XLII,  cap.  V. 

La  relación  de  Juan  Sánchez  se  completa  con  la  mucho  más  extensa  y 
detallada  que  se  incluye  en  la  misma  obra,  libro  XLII,  caps.  VI  a  X,  funda- 
da en  otra  que  escribió  Fr.  Blas  del  Castillo,  dominico,  que  fué  el  verda- 
dero iniciador  de  las  exploraciones,  verificadas  en  unión  de  Juan  Antón, 
Francisco  Hernández  de  Guzmán,  Gonzalo  Melgarejo,  Pedro  Ruiz  y  Tuan 
Sánchez  Portero.  La  gloria  de  bajar  el  primero  correspondió  al  P.  Castillo, 
a  quien  Fernández  de  Oviedo  califica  de  «mas  osado  e  cobdicioso  que  sa- 
bio, pues  muchas  veces  en  su  relación  quiere  dar  a  entender  que  aquella 
materia  que  hierve,  es  oro  o  plata». 

Fr.  Bartolomé  de  las  Casas  hizo  un  viaje  a  este  volcán,  que  describe  en 
su  Apologética  Historia  de  las  Indias,  cap.  CXII  (Nueva  Biblioteca  de  auto- 
res españoles). 


VII 

sin  más  compañía  que  los  lobos  marinos  y  los  cuervos, 
en  la  isla  Serrana,  luchando  con  heroísmo  contra  el  in- 
fortunio (1). 

A  ser  posible,  cada  una  de  tales  narraciones  había  de 
ir  con  el  ornato  y  cortejo  indispensable  de  notas,  obser- 
vaciones y  amplios  comentarios  que  los,  modernos  estu- 
dios históricos  exigen.  Pero,  como  esta  labor  exigiría, 
cuando  menos,  dos  volúmenes  como  éste,  nos  reducimos 
a  comentar  las  que  atañen  a  las  provincias  de  Santa  Mar- 
ta y  Cartagena  de  Indias,  con  objeto  de  procurar,  en 
cuanto  lleguen  nuestras  fuerzas,  a  esclarecer  algo  los  pri- 
meros tiempos  de  aquellas  regiones,  o  cuando  menos,  a 
poner  de  relieve,  atendida  la  discrepancia  que  hay  entre 
las  fuentes  históricas  de  dichos  países,  las  dificultades 
con  que  suele  tropezarse  para  vislumbrar  un  rayo  de  ver- 
dad en  el  testimonio  humano,  falible  por  esencia,  y 
cuya  escasa  luz  llega  a  nosotros  filtrada  por  los  cristales 
de  varios  colores  de  los  intereses  y  los  apasionamientos 
de  quienes  fueron  coetáneos  o  autores  de  los  sucesos 
que  refieren. 

Los  orígenes  coloniales  de  la  provincia  de  Santa  Mar- 
ta, claros  en  apariencia,  por  los  muchísimos  datos  que 
hay  en  los  cronistas,  resultan  embrollados  como  pocos, 
a  nada  que  nos  fijemos  en  ellos.  Dejando  a  un  lado  los 
historiadores  modernos,  y  aun  los  relativamente  antiguos 
que  no  hicieron  sino  copiar  de  los  primitivos,  examina- 
remos rápidamente  los  escritos  de  Juan  de  Castellanos, 
de  Fernández  de  Oviedo  y  de  Fr.  Pedro  Aguado,  com- 


(i)  Acerca  de  otros  naufragios  famosos,  véase  la  Historia  general  y  na- 
tural de  las  Indias,  por  Gonzalo  Fernández  de  Oviedo,  libro  L,  donde  re- 
fiere los  de  Alonso  de  Zuazo,  de  Cristóbal  de  Sanabria  y  otros  no  menos 
dramáticos. 


VÍIJ 

pulsándolos  después  con  el  exiguo  número  de  documen- 
tos de  carácter  narrativo,  y  no  de  Cnancillería,  conserva- 
dos en  el  Archivo  de  Indias,  tan  rico  en  cosas  de  otras 
colonias,  como  pobre  en  lo  que  atañe  a  las  de  Santa 
Marta,  Cartagena  y  Nuevo  Reino  de  Granada,  pues  fuera 
de  los  Cedularios,  es  muy  poco  lo  que  hay  de  dichas  re- 
giones en  la  primera  mitad  del  siglo  XVI. 

Tres  cantos  dedicó  Juan  de  Castellanos  al  gobierno  de 
Santa  Marta  por  García  de  Lerma  (1),  a  quien  juzga 
hombre  utópico,  distanciado  por  completo  de  la  reali- 
dad, que  arribaba  con  lujo  nunca  visto  en  aquellas  leja- 
nas tierras,  y  con  espléndida  comitiva  de  ilusos  chapeto- 
nes que  provocaban  la  risa  de  los  baquianos  al  verlos  tan 
bizarros  de  calzas,  jubones,  plumajes  y  otras  galas,  como/ 
si  fuesen  a  una  gran  ciudad,  y  no  a  una  mísera  pobla-/ 
ción  de  treinta  casas,  o,  por  mejor  decir,  chozas,  y  don- 
de les  esperaban  el  hambre  y  otras  mil  privaciones. 

El  contacto  con  la  realidad  no  desengañó  al  nuevo 
Gobernador,  cuya  expedición  al  valle  de  Coto,  seis  le- 
guas nada  más  de  Santa  Marta,  fué  un  conocido  fracaso, 
y  aun  mayor  la  hecha  contra  los  indios  de  Pocigueyca, 


(i)  Juan  de  Castellanos,  aunque  es  verdad  que  por  flaquearle  la  memo 
ria  en  la  edad  avanzada  que  escribió  sus  Elegías,  se  equivocó  hasta  hechos 
que  había  presenciado,  procuró  siempre  beber  en  buenas  fuentes  para  sus 
narraciones  históricas;  la  principal  que  tuvo  acerca  de  García  de  Lerma 
fué  una  relación  hecha  por  Domingo  de  Aguirre,  vizcaíno  y  soldado  vale- 
roso: 

Soldado  principal  desta  conquista 

Y  gran  descubridor  de  sus  rincones, 

Y  como  quien  testigo  fué  de  vista 
También  en  escribir  gastó  renglones, 
Porque  de  varias  cosas  hizo  lista 

Y  me  dejó  cumplidas  relaciones 
Las  cuales  tengo  yo  por  escriptura 
Tan  buena,  que  contiene  verdad  pura. 

(Elegías,  pág.  275.) 


IX 

de  tal  modo,  que  los  españoles,  acosados  por  noventa 
mil  indios,  si  no  hay  exageración  en  el  relato  de  Caste- 
llanos, huyeron  a  Santa  Marta,  después  de  una  sangrien- 
ta batalla,  como  dice  aquél  en  versos  detestables: 

Los  bárbaros  crueles  y  nocivos 
Por  escudos  y  por  espadas  huellan, 
Con  las  cuales  a  todos  los  captivos 
Traspasan,  hieren,  matan  y  degüellan, 
Y  a  los  cristianos  muertos  y  a  los  vivos 
L,as  caras  con  las  barbas  les  desuellan, 
Que  vista  cada  cual  de  paja  llena 
Espectáculo  fué  de  harta  pena. 

Más  afortunada  la  entrada  que  Alonso  Martín  y  Pedro 
de  Lerma  hicieron  ai  valle  de  Tairona,  en  el  cual  fue- 
ron amistosamente  recibidos  por  el  cacique  Gairacimon- 
de,  no  dio,  sin  embargo,  más  resultado  que  satisfacer 
algo  la  codicia  de  los  soldados,  pues  lograron  rescatar 
noventa  mil  pesos,  riqueza  que  fué  de  leve  cuantía,  com- 
parada con  la  que  se  halló  por  entonces  en  los  alrededores 
de  Santa  Marta,  llenos  de  ricas  sepulturas,  en  las  cuales 
estaban  enterrados  los  caciques  principales,  sentados  en 
un  duho,  con  sus  arcos  y  flechas  en  la  mano — ,  compues- 
ta y  adornada  su  persona — con  joyas  de  oro,  cuentas  y 
cacona  (1).  Desdicha  grande  fué  para  García  de  Lerma  el 
hallazgo  de  tan  codiciados  tesoros;  ciego  por  la  codicia, 
cometió  mil  abusos  que  el  mismo  Castellanos  vitupera 


(i)  Puestos  los  edificios  en  su  punto, 

Aunque  no  por  artífice  romano, 
En  un  duho  sentaban  al  difunto 
Con  sus  arcos  y  flechas  en  la  mano, 
Vasos  de  sus  bebidas  allí  junto 
Y  bollos  y  tortillas  de  su  grano, 
Compuesta  y  adornada  ia  persona 
Con  joyas  de  oro,  cuentas  y  cacona. 

(Elegías,  pág.  376.) 


con  laudable  imparcialidad,  pues  apropióse  las  mejores 
de  aquellas  guacas  y  dio  otras  a  sus  criados,  lo  cual  pro- 
dujo descontento  general,  y  que  se  delataran  estos  hechos 
a  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  por  cuyo  mandato  se 
hizo  larguísimo  proceso  al  Gobernador,  que  lejos  de  de- 
dicarse a  la  conquista  y  pacificación  de  aquella  provincia 
encomendó  esta  empresa  a  Pedro  de  Lerma,  mozo  va- 
liente, diestro  y  animoso,  quien  manchó  su  reputación 
consintiendo  que  sus  auxiliares  los  indios  de  Bonda  ajus- 
ticiasen bárbaramente  a  cierto  caribe  de  talla  gigantes- 
ca que  en  una  guazabara  había  hecho  prodigios  de  va- 
lor, y  que  rompiendo  sus  ligaduras  en  el  suplicio  murió 
matando  como  bravo  león  en  campo  raso: 

Poco  después  falleció  García  de  Lerma,  quien  gracias 
a  la  muerte  se  libró  de  las  amarguras  que  habían  de  oca- 
sionarle aquel  proceso  larguísimo  que  tuvo  en  su  poder 
Fernández  de  Oviedo,  y  la  residencia  incoada  por  el 
Dr.  Infante,  y  Juan  de  Castellanos  honró  la  memoria  del 
difunto  en  una  octava  donde  compendia  las  virtudes  que 
adornaron  a  éste: 

Por  ser  en  sus  costumbres  tan  modesto 
Que  no  supo,  con  ser  un  hombre  claro, 
Decir  mala  crianza  ni  denuesto, 
Ni  quiso  de  sus  bienes  ser  avaro; 
Fácil  en  perdonar,  y  demás  desto 
Los  pobres  lo  tenían  por  amparo; 
Allí  tuvo  de  oro  buena  suerte, 
Pero  sin  él  al  tiempo  de  su  muerte  (i ). 

El  benévolo  retrato  que  de  García  de  Lerma  hizo  Cas- 
tellanos, contrasta  con  las  iracundas  frases  que  le  dedicó 
Fernández  de  Oviedo,  diciendo  que  procuró  de  adquirir 
oro  por  todas  las  vías  que  él  pudo,  con  justa  o  injusta 


(i)     Eltgím,  pág.  287. 


XI 

forma;  califícale  de  notorio  e  insoportable  tirano,  de  mal 
gobernador  y  de  cobarde  capitán,  de  poca  conciencia  y 
de  mucha  cobdicia;  añade  que  los  indios  no  le  tenían  en 
nada  y  llamábanle  gallina;  que  sabía  mejor  menear  la 
lengua  que  la  lanza;  y  pareciéndole  indigno  todo  cuanto 
hizo  García  de  Lerma,  nada  refiere  de  las  cosas  que  acon- 
tecieron en  Santa  Marta  durante  el  breve  tiempo  que 
duró  la  gobernación  de  tan  discutido  personaje  (1). 

Si  comparamos  la  narración  que  del  gobierno  de  He- 
redia  hace  el  P.  Aguado  con  la  de  Castellanos,  vemos 
entre  ellas  diferencias  esenciales  en  muchos  punios  (2). 
Según  aquél,  apenas  llegado  Heredia  a  Santa  Marta, 
tomó  residencia  a  Juan  de  Vadillo,  de  quien  desconoce 
el  paradero  y  fin  que  tuvo,  y  después  de  recorrer  pacífi- 
camente dicha  provincia  y  las  circunvecinas,  repartió  los 
indios  de  aquélla,  incluyendo  los  que  moraban  en  los 
valles  de  Coto,  Buritaca,  Bondigua  y  Hermoso  (3). 


(i)  Historia  general  y  natural  de  las  Indias,  libro  XXVI,  cap.  VIII, 
Fernández  de  Oviedo  funda  sus  afirmaciones  en  proceso  de  más  de  1.000 
folios  contra  García  de  Lerma;  proceso  que  él  había  examinado  y  tenido 
en  su  poder. 

(2)  Istoria  que  compusso  fray  Pedro  de  Aguado,  de  la  horden  de  San  Fran- 
cisco de  la  Observanzia,  ministro  provincial  de  la  provincia  de  Sancta  Fe 
en  el  Nueuo  Reyno  de  Granada,  Indias  del  mar  Océano. 

Ms.  del  siglo  xvii.  Biblioteca  de  la  Real  Academia  de  la  Historia.  Hay 
una  copia  en  el  Departamento  de  Mss.  de  la  Biblioteca  Nacional,  núm.  6.139- 

De  este  manuscrito  copiamos  los  textos  que  siguen,  y  no  de  la  siguien- 
te edición: 

Recopilación  historial.  Escrita  en  el  siglo  XVI  por  el  Padre  Fray  Pedro 
Aguado,  y  publicada  ahora  por  primera  ves. — Bogotá,  Imprenta  Nacio- 
nal, 1906. 

Es  el  vol.  V  de  la  Biblioteca  de  Historia  Nacional. 

8.°,  xn-480  páginas. 

(3)  «Como  en  España  se  tuvo  nueba  de  la  muerte  del  Gouernador  Bas- 
tidas, el  Rey  y  los  de!  Consejo  Real  de  Indias  proueyeron  por  Gouernador 


XII 


Pocas  apariencias  de  verdad  tiene  el  haber  entrado  pa- 
cíficamente Lerma  en  el  valle  de  Coto,  pues  sabemos  por 
Castellanos,  mejor  informado  que  el  P.  Aguado,  que  tal 


de  Santa  Marta  a  García  de  Lerma,  persona  principal,  natural  de  Burgos. 
El  qual  para  ¡as  jornadas  y  descubrimientos  que  pretendía  hazer  juntó  en 
España  quatrocientos  hombres,  con  los  quales  vino  a  Santa  Marta  y  halló 
eñ  el  gouierno  della  a  Juan  de  Vadillo,  que  como  se  a  dicho,  estaua  descan- 
sando de  los  trabajos  passados;  al  qual  tomó  residencia  y  con  ella  lo  em- 
bio,  unos  dicen  que  a  España,  en  el  qual  camino  perescio  ahogado;  y  otros 
que  lo  embio  a  Santo  Domingo,  donde  después  vivió  mucho  tiempo,  y  al 
fin  murió  alli.  En  este  tiempo  los  naturales  indios  que  auia  en  la  prouin§ia 
de  Sancta  Marta  no  estauan  ni  auian  sido  repartidos,  ni  encomendados  en 
ningunas  personas,  y  asi  rescebian  mas  comunmente  daño,  porque  los  sol- 
dados y  gente  que  en  Sancta  Marta  residian,  visto  que  los  indios  no  tenian 
quien  boluiese  por  ellos,  ni  los  defendiese,  yvan  muchas  vezes  a  sus  pue- 
blos a  tomalles  lo  que  tenian,  y  a  inquietallos;  por  lo  qual,  los  vezinos  de 
Sancta  Marta  rogaron  al  Gouernador  Lerma  que  los  repartiese  y  encomen- 
dase, asi  entrellos,  como  en  los  que  el  consigo  auia  traydo  de  España;  el 
qual,  para  mejor  hazer  el  repartimiento  de  los  indios,  salió  de  Santa  Marta 
con  la  gente  que  le  parescio,  llevando  consigo  algunos  capitanes  y  perso- 
nas señaladas  que  estavan  ya  diestros  en  la  guerra,  y  entrando  por  las  pro- 
vincias circunvezinas  a  Sancta  Marta,  hasta  el  valle  de  Coto,  y  viendo  que 
todos  los  naturales  estavan  pacíficos  y  sin  hazer  ni  dar  muestra  ni  señal  de 
alboroto,  ni  rebelión,  dio  la  buelta  a  Sancta  Marta,  para  hazer  su  reparti- 
miento; y  para  que  fuese  hecho  a  contento  de  todos,  quiso  y  ordenó  que  el 
cabildo  de  la  cibdad  se  hallase  presente,  y  que  la  demás  gente  de  la  repú- 
blica mandase  una  persona  que  asi  mismo  en  su  nombre  asistiese  al  hazer 
el  repartimiento,  los  quales  nombraron  a  un  capitán  Juan  de  Zespedes, 
persona  entre  ellos  principal,  que  después  fue  de  los  pobladores  y  descu- 
bridores del  Nuevo  Reyno;  y  como  del  repartimiento  que  se  avia  de  hazer 
avia  de  redundar  el  contento,  o  descontento  de  muchos,  para  que  mejor 
fuesen  guiados  y  encaminados  usaron  ante  todas  cosas  de  lo  que  como 
christianos  era  razón  que  hiciesen,  invocando  el  auxilio  diuino  mediante  el 
sacrificio  de  una  missa  del  Spiritu  Sancto,  que  se  les  dixo,  votando  y  pro- 
metiendo acerca  dello  de  hazer  lo  que  debían  y  en  sus  consgiengias  les  pa- 
resciesc  que  era  razón;  y  hecho  esto  hizieron  su  repartimiento  de  los  natu- 
rales indios  que  avia  en  el  valle  de  Coto,  y  otros  pueblos  a  el  comarca- 
nos, y  valles  de  Buritaca,  Bondigua  y  valle  Hermoso  y  en  otras  muchas  po- 
blaciones que  cerca  e  comarcanas  a  estos  valles  avia,  dando  a  cada  capitán 
y  vezino  y  soldado  conforme  a  lo  que  meresgia  y  avia  trabajado.» 


XIII 

expedición  fué  desastrosa,  de  tal  manera,  que  los  españo- 
les volvieron  en  todo  defraudados  de  su  voto,  y  aunque 
Castellanos  no  tenía  al  poco  afortunado  Gobernador,  la 
inquina  de  Fernández  Oviedo,  reconoce  el  fracaso  de 
aquella  empresa: 

Nadie  hizo  jornada  tan  baldía 
Ni  camino  de  menos  importancia. 

No  menor  es  una  equivocación  en  la  que  incurre  ei 
P.  Aguado,  al  tratar  de  la  jornada  que,  según  él, hicieron 
los  capitanes  Juan  Muñoz  y  Juan  de  la  Feria  al  valle  de 
Tairona,  que  no  fué  dirigida  por  aquéllos,  sino  por  Pe- 
dro de  Lerma  y  Alonso  Martín,  de  la  cual  tenía  Castella- 
nos noticias  fidedignas  que  le  había  dado  Domingo  de 
Aguirre,  soldado  vizcaíno  que  asistió  en  aquella  jornada; 
únicamente  concuerdan  ambos  cronistas  en  que  no  hubo 
necesidad  de  pelear  para  que  los  indios  entregasen  oro 
en  cantidad  de  80.000  pesos,  según  el  P.  Aguado,  y  de 
90.000  según  Castellanos  (1). 

Al  referir  Aguado  la  expedición  al  valle  de  Pociguey- 
ca,  viene  a  decir,  en  substancia,  lo  que  escribió  Castella- 
nos del  mismo  asunto,  si  bien  callando  lo  del  cacique 


(i)  «Porque  quedaua  alguna  gente  sin  suerte  de  indios,  embio  a  des- 
cubrir y  ver  el  valle  de  Tayrona,  que  es  junto  a  las  sierras  nevadas  de  San- 
cta  Marta;  al  qual  efecto  fueron  los  capitanes,  Juan  Muñoz  y  Juan  de  la  Fe- 
ria, con  dogientos  hombres,  los  quales  entraron  con  tan  buena  fortuna  en 
Tayrona,  que  demás  de  no  moverse  los  naturales  de  aquel  valle,  que  es 
gente  bellicosissima  e  indómita,  con  las  armas,  a  defendelles  la  entrada,  les 
dieron  de  presente  mas  de  ochenta  mili  pesos  de  oro  fino,  y  sin  dexar  con- 
firmada la  paz  ni  rota  la  guerra,  se  tornaron  a  salir  y  se  boluieron  a  Sancta 
Marta,  contentos  con  sus  riquezas.  El  Governador  Lerma,  luego  que  re- 
partió y  encomendó  la  tierra  a  naturales  della,  para  que  los  encomenderos 
y  los  indios  entendiesen  lo  que  avian  de  hazer,  nombro  dos  personas  prin- 
cipales, que  fueron  los  capitanes  Antonio  Ponce,  y  Juan  de  Réspedes,  a  los 
quales  dio  libertad  que,  por  el  trabajo  que  en  hazer  esto  auian  de  tener,  pu- 


XIV 


Tocuezo;  jornada  de  la  que  el  beneficiado  de  Tunja  tenía 
buenas  noticias,  dadas  por  uno  de  los  soldados: 

Ansí  lo  cuenta  como  yo  lo  escribo 
El  Antón  de  Santana,  que  es  hoy  vivo. 

Como  calcada  la  narración  de  Castellanos  en  la  hecha 
por  un  protagonista  de  tan  aciaga  jornada,  ofrece  mil 
detalles  que  faltan  en  la  del  P.  Aguado  (1),  quien  sólo 


diesen  rescibir  y  llevar  lo  que  los  indios  y  caciques  les  quisiesen  dar  de  su 
voluntad,  que  Uamauan  yamaigira,  como  joya  o  presente,  después  de  auer 
cumplido  con  sus  encomenderos,  porque  luego  en  la  primera  visita  les 
avian  de  pagar  el  tributo  o  demora  que  por  el  Comendador  les  fue  señala- 
do. Y  asi,  sin  lo  que  los  indios  dieron  a  sus  encomenderos,  uvieron  los  do& 
capitanes  buen  pedazo  de  oro,  porque  el  Ponze  ovo  de  su  parte  quatro  mili 
pesos  de  oro  fino,  con  los  quales  y  con  otros  dos  mili  que  al  Governador 
ganó  a  los  naypes,  se  fue  a  España,  y  vive  en  o§io  y  quietud  en  Carrion  de 
ios  Condes.  Y  Céspedes  ovo  siete  mili  pesos  de  oro  fino.> 

(i)  <Como  el  Governador  Garcia  de  Lerma  auia  andado  visitando  las 
prouincias  coniunctas  a  Sancta  Marta,  y  los  naturales  estauan  pacíficos  y  le 
auian  salido  de  paz  y  ofrescidole  muchos  presentes,  entendió  tener  el  mis- 
mo sucesso  y  fortuna  en  otros  que  vivían  mas  apartados  algo,  y  asi  determi- 
no de  ir  a  visitar  las  provincias  de  Posigueyca  y  Buritaca,  que  están  hazia 
la  parte  de  Cartagena,  entre  Sancta  Marta  y  el  rio  Grande  de  la  Magdale- 
na, que  aun  en  este  tiempo  no  se  avia  entrado  en  el;  y  tomando  consigo 
seysgientos  hombres  y  a  los  capitanes  Verrio,  Villalobos,  Juan  Muñoz  y 
Juan  dé  Escobar,  y  por  capitán  de  su  guarda  a  Hernando  de  la  Feria,  se 
partió  la  buelta  de  Buritaca,  llevando  consigo  toda  su  recamara  y  servigio 
de  palacio,  como  si  su  caminar  y  jornada  íuera  por  tierra  muy  asentada  y 
reposada  y  de  muy  cordiales  amigos,  y  entrado  que  fue  en  el  valle  del  Bu- 
ritaca, los  primeros  indios  del  lo  rescibieron  amigablemente,  y  le  dieron  de 
presente  quarenta  libras  de  oro  fino,  y  le  dixeron  que  no  curase  de  pasar 
de  allí,  antes  se  boluiese  a  salir  con  breuedad,  porque  los  naturales  y  mo- 
radores de  aquellas  prouingias  era  gente  muy  bellicosa  y  guerrera,  y  que 
usaban  de  muy  ponzoñosa  y  fina  hierua  en  las  flechas,  los  quales  se  anda- 
ban convocando  y  juntando  para  tomar  las  armas  en  las  manos  y  resistilles 
la  entrada,  y  aun  rebatilles  si  pudiesen;  pero  Garcia  de  Lerma,  como  lleva- 
ba consigo  tanta  y  tan  luzida  compañía  de  soldados,  no  hizo  caso  del  aviso 
que  los  indios  le  davan,  antes  los  amenazo,  diciendo  que  el  traya  tanta  y 
tan  buena  gente  que  bastaban  a  domallos  y  suiectallos  por  muchos  y  muy 
belicosos  que  fuesen,  a  los  quales  si  con  obstinación  tomasen  las  armas 


XV 

parece  haber  copiado  del  primero  lo  de  haber  dejado 
Lerma  en  poder  de  los  indios  su  rica  vajilla  y  su  cama  de 
campo: 

Y  sin  sacar  provecho,  dalles  uso 
A  bárbaras  naciones  de  vajilla, 
Quedando  juntamente  por  rehenes 
Cama  de  campo  y  otros  muchos  bienes, 

En  lo  que  atañe  a  la  entrada  de  Pedro  de  Lerma  hasta 


contra  el  y  su  gente,  castigaría  tan  áspera  y  cruelmente  que  por  entero 
quedasen  castigados  de  su  atreuimiento  y  domados  de  su  sobervia;  y  lue- 
go otro  dia  embio  al  capitán  Verrio  con  §ien  hombres,  a  que  viese  gierta 
parte  de  aquella  prouincia,  y  reconosciese  las  poblaciones  y  gente  que  en 
ellas  auia,  pero  no  auiendose  apartado  Verrio  dos  leguas  de  donde  el  Go- 
uernador  Lerma  estava,  salieron  a  el  mucha  quantidad  de  naturales  a  pun- 
to de  guerra,  según  su  vsanza,  y  dando  en  los  españoles,  no  solo  les  impi- 
dieron y  estorvaron  el  pasar  adelante,  pero  fueron  rebatidos  con  daño  y 
perdida  de  algunos  soldados  que  los  indios  les  mataron,  y  sin  hazer  ningún 
effecto  se  bolvieron  a  donde  el  Gouernador  estava  muy  confiado  en  la  gen- 
talla  que  consigo  tenia.  El  qual,  lleno  de  colera  del  mal  subcesso  que  Ve- 
rrio auia  auido,  hizo  luego  aper§ebir  do§ientos  hombres  para  que  con  el  ca- 
pitán Muñoz  fuesen  otro  dia  siguiente  a  castigar  la  desvergüenza  y  atreui- 
miento de  aquellos  barbaros  que  con  tanta  osadia  avian  el  dia  antes  ahu- 
yentado a  Verrio  y  a  los  que  con  el  ivan.  Pero  los  indios,  que  con  la  victo- 
ria passada  no  perdieron  punto  de  tiempo,  se  avian  juntado  con  gran  quan- 
tidad para  dar  sobre  el  aloxamiento  del  Gouernador,  y  estando  ya  para 
salir  del  aloxamiento  el  capitán  Muñoz  y  los  que  con  el  auian  de  ir,  hallá- 
ronse §ercados  de  los  naturales,  los  quales  arremetiendo  con  furia  y  brio  de 
animosa  gente,  comenzaron  a  herir  en  los  nuestros  de  suerte  que  los  hecha- 
ron  de  su  aloxamiento,  y  mataron  setenta  o  ochenta  hombres,  sin  otros 
muchos  que  quedaron  heridos,  y  fue  forzado  el  Governador  a  rretirarse  con 
toda  presteza  y  a  salirse  de  aquel  valle  e  prouincia,  porque  le  avian  herido 
los  indios  en  la  primera  arremetida,  y  asi  se  bolvio  a  Sancta  Marta  con  per 
dida  de  mucha  gente  y  de  toda  su  recamara,  en  que  avia  tapicería  de  paños 
de  corte,  reposteros,  camas  de  campo,  baxilla  de  plata,  y  generalmente  to- 
das las  cosas  del  servigio  de  su  casa,  que  era  muy  de  señor,  sin  escapar 
cosa  alguna,  y  desde  aqui  no  curo  mas  el  Governador  García  de  Lerma 
salir  a  descubrimientos,  mas  estándose  en  Sancta  Marta  gouernando  la  tie- 
rra en  ociosa  quietud,  hizo  por  mano  de  un  sobrino  suyo,  llamado  Pedro 
de  Lerma,  diversas  entradas  y  descubrimientos.  > 


XVI 

el  río  Magdalena,  y  a  las  reñidas  peleas  que  sostuvo  con 
los  indios  de  Bongay  y  Chinila,  y  con  los  Caribes,  añade 
Aguado  el  cómico  episodio  del  Obispo  Ortiz,  defensor 
de  los  indios,  que  puesto  en  el  peligro  azuzaba  a  los  sol- 
dados españoles  contra  los  bárbaros;  pasa,  en  cambio, 
por  alto,  el  suplicio  dado  al  gigante  caribe  cuyo  valor  en- 
salza Castellanos,  y  modifica  en  no  pocos  detalles  el  iti- 
nerario y  vicisitudes  de  tan  cruenta  y  penosa  jorna- 
da (1).    ' 

La  jornada  de  Pedro  de  Lerma  por  la  Ramada  y  el  va- 
lle de  Upar  hasta  llegar  a  las  riberas  del  Magdalena,  es 
referida  poco  más  o  menos  igualmente  en  el  P.  Aguado 


(i)  «Fue  Pedro  de  Lerma,  con  obra  de  dogientos  hombres,  en  descubri- 
miento del  rio  grande  de  la  Magdalena,  por  tierra;  con  el  qual  iba  el  Obis- 
po de  Sancta  Marta,  llamado  Don  Juan  Ortiz,  para  estorvar  e  impedir  con 
zelo  pastoral  que  a  los  indios  no  se  les  hiziese  algunas  demasías,  ni  fuerzas, 
ni  malos  tratamientos,  sino  que  por  bien  y  con  regalo  fuesen  traydos  a  la 
amistad  y  servidumbre  de  los  españoles;  pero  este  su  buen  propósito  no  le 
tuvo  mucho  tiempo  aunque  avian  sido  bien  persuadidos  a  ello  por  el  los  es- 
pañoles, porque  como  fuesen  entrando  por  gente  de  guerra  que  por  su  fe- 
rocidad acostumbran  a  comer  carne  humana,  por  lo  qual  son  llamados  co- 
munmente caribes,  y  llegasen  a  un  pueblo  cuyos  moradores  se  avian  ausen- 
tado y  escondido  de  primera  faz,  después  vinieron  con  sus  armas,  que  son 
arcos  y  flechas,  y  comenzaron  a  flechar  de  suerte  quel  señor  Obispo  estuvo 
en  riesgo  y  a  ventura  de  ser  mal  herido  de  sus  propias  ovejas  a  quien  de- 
fendía e  por  quien  bolvia,  por  lo  qual  mudó  de  improviso  pareger,  y  comen- 
zó a  inducir  e  degir  a  los  soldados  que  hiriesen  en  ellos  y  los  persiguiesen 
y  suiectassen  con  las  armas,  que  el  los  absolvería;  ¡tanto  puede  el  temor 
de  la  muerte!;  y  prosiguiendo  su  descubrimiento  llegaron  a  un  pueblo  de 
indios,  que  por  poseer  y  tener  sus  moradores  muchas  argollas  de  oro,  fue 
dicho  el  pueblo  de  las  Argollas,  en  el  qual  dieron  de  noche  y  robaron  y 
ranchearon  todo  lo  que  pudieron,  y  captivaron  todos  los  mas  de  los  mora- 
dores del;  y  algunos  que  escaparon  huyendo,  juntándose  vinieron  otro  dia 
con  sus  armas  en  las  manos  a  dar  sobre  los  españoles,  pero  como  eran  po- 
cos y  amedrentados,  fueron  fácilmente  rebatidos  y  arruynados;  y  pasando 
adelante  con  su  descubrimiento,  llegaron  a  vista  de  otro  pueblo  que  por  su 
grandeza  y  buen  parescer  fue  llamado  Sevilla,  cuyos  moradores  estavan  con 


XVII 

que  en  Castellanos,  fuera  de  algunos  detalles,  como  el 
número  de  soldados,  que  el  primero  fija  en  doscientos,  y 
duplica  el  segundo.  Jornada  en  la  que  no  estuvo  el  obis- 
po Ortiz,  pues  había  determinado  volver  a  España 

Con  buenos  granos  de  veneros  finos, 
Donde  por  apartarse  de  consejas 
No  quiso  más  volver  a  sus  ovejas  (i): 

"Dende  pocos  dias  que  Pedro  de  Lerma  ovo  descan- 
sado, intentó  hacer  otra  jornada  y  nuebo  descubrimien- 
to a  las  espaldas  de  las  sierras  de  Sancta  Marta,  porque 
como  en  algunas  prouingias  de  las  de  la  gente  de  Sancta 
Marta  se  ouiesen  hallado  algunas  piedras  esmeraldas,  da- 
ban por  noticia  los  yndios  que  las  tenian  que  auian  ba- 


las armas  en  las  manos,  esperando  a  los  nuestros,  para  resistilles  la  entra- 
da, lo  qual  hizieron  animosamente,  porque  por  defender  a  los  nuestros  que 
no  entrasen  en  su  tierra,  les  mataron  quinze  españoles  y  quatro  caballos,  y 
les  hirieron  otros  soldados;  pero  al  fin  fueles  entrado  el  pueblo  por  fuerza, 
y  saqueado,  y  ellos  ahuyentados  del;  y  de  allí  passo  al  pueblo  llamado 
Chimila,  donde  no  ubo  ninguna  resistencia,  ni  pendencia  con  los  natura- 
les; y  de  después  de  auer  el  capitán  Lerma  descubierto  la  prouin§ia  de  los 
caribes  y  de  la  gente  blanca,  y  el  rio  Grande,  y  parecelle  que  toda  era  gen- 
te probé,  y  de  poco  oro,  ni  prouecho,  y  que  de  andar  entre  ella  no  se  po- 
día adquirir  sino  las  muertes  de  algunos  soldados,  dio  la  buelta  a  Sancta 
Marta;  y  este  fue  el  primer  descubrimiento  de  Chimila  y  los  Caribes  y  gen- 
te blanca,  y  por  tierra  el  rio  Grande  de  la  Magdalena.  Es,  como  se  a  dicho, 
toda  la  gente  destas  prouincias  de  los  caribes  y  gente  blanca,  gente  que  co- 
men carne  humana,  y  pensaban  que  asimismo  la  comían  los  españoles;  por 
lo  qual,  como  en  un  pueblo  por  fuerza  de  armas  constriñesen  los  soldados 
a  los  yndios  a  que  se  retruxesen  en  sus  casas,  con  el  temor  que  tenian,  se 
subían  en  unas  barvacoas  y  lechos  altos  que  dentro  en  los  techos  de  sus 
casas  tenian,  y  de  allí  arrojaban  a  los  que  entraban  a  buscar,  sus  propios 
hijos  para  que  los  comiesen;  aunque  otros  digen  que  aviendoseles  acabado 
las  armas  los  tiraban  a  los  españoles,  desde  lo  alto,  para  ofendellos  y  de- 
fenderse dellos,  y  era  tan  grande  la  fiereza  destos  barbaros,  que  faltándoles 
las  armas  para  pelear,  sus  mugeres  les  arrojaban  y  tiraban  a  los  enemigos 
las  criaturas  y  niños  hijos  propios  que  a  los  pechos  tenian,  para  ofendellos 
y  defenderse.» 

(i)     Elegías,  pág.  283. 

B 


XVIII 

xado  de  ciertas  gentes  que  habitaban  muy  apartadas  de 
su  región,  hazia  la  parte  del  Sur  de  aquella  prouingia. 
Era  esta  tierra  de  a  do  se  trayan  estas  esmeraldas,  lo  que 
agora  llaman  el  Nuebo  Reyno  de  Granada.  El  capitán 
Pedro  de  Lerma,  auida  licengia  y  comission  del  Gouerna- 
dor  Garcia  de  Lerma,  se  partió  de  Sancta  Marta  con 
docientos  hombres,  y  entre  ellos  los  capitanes  Lebrixa  y 
Sanct  Martin,  Zespedes  y  Juan  Tafur  y  Juan  Muñoz,  y 
caminando  la  buelta  de  la  Ramada  y  rio  de  la  Hacha 
fueron  a  dar  al  valle  de  Hupar,  y  de  alli  por  el  rio  de 
pesare  a  las  riberas  del  rio  Grande  de  la  Magdalena,  por 
cuyas  riberas  caminaron  con  excesiuos  trauajos,  hasta 
llegar  al  rio  que  dixeron  de  Lebrixa,  donde  les  empezó  a 
estorvar  el  camino  la  aspereza  y  maleza  de  la  tierra,  que 
era  la  más  arcabuca,  y  de  raras  poblaciones,  y  demás 
desto  entraba  el  invierno,  que  les  causaba  ser  los  travajos 
doblados,  porque  como  los  soldados  y  aun  capitanes  no 
tenian  indios  que  les  sintiesen,  eran  ellos  mismos  forza- 
dos a  hazer  lo  que  auian  menester,  y  a  seruirse  a  si  y  a 
sus  caballos,  cogendoles  la  hierva  y  que  avian  de  coi.ier, 
por  lo  qual  fueron  constreñidos  a  dexar  la  demanda  que 
llevaban  e  yvan  a  descubrir,  y  dar  la  buelta  a  Sancta 
Marta,  donde  se  hallaron,  dentro  de  pocos  meses  que 
dieron  la  buelta,  con  quantidad  de  oro  que  los  indios  del 
rio  Grande  y  de  otras  prouingias  por  do  auian  passado, 
les  auian  dado  de  presente,  y  alguna  parte  dello  que 
auian  tomado  y  ranchado  en  algunos  pueblos.,, 

El  P.  Aguado  añade  algunos  episodios  omitidos  por 
Castellanos,  cuales  son  las  expediciones,  desgraciadas 
casi  todas  ellas,  contra  los  indios  de  Mairona,  valle  de 
Coto,  Targuaco  y  Tairona,  cuyos  indios  se  obstinaban 
en  rebelarse  a  cada  instante  y  en  negar  el  tributo: 


XIX 

"Llegados  a  Sancta  Marta  hallaron  que  algunas  po- 
blaciones de  indios  se  avian  rebellado  y  algado,  como 
fueron  los  de  Marona  y  valle  de  Coto  y  valle  Hermoso, 
y  no  querian  acudir  con  el  feudo  y  tributos  a  sus  enco- 
menderos; por  lo  qual  le  fue  encargado  al  capitán  Pedro 
de  Lerma  que  los  fuese  a  pacificar  y  traellos  a  la  subie- 
ron y  seruidumbre  que  antes  tenían.  El  qual,  tomando 
consigo  giento  y  veynte  hombres,  se  fue  a  la  buelta  de 
Marona,  con  cuyos  naturales  tuvieron  gierta  refriega  y 
guazabara  bien  reñida,  y  sin  podellos  traher  a  confedera- 
ción y  amistad  dieron  la  buelta  hazia  la  mar,  a  dar  al 
valle  que  dicen  de  Coronado,  y  de  alli  se  vinieron  a 
Sancta  Marta;  y  prosiguiendo  su  castigo  y  pacificación 
fueron  al  valle  de  Coto,  y  llegando  a  un  pueblo  grande  y 
de  muchos  moradores,  halláronlos  puestos  en  arma  para 
se  defender,  y  acometiéndoles,  fueron  dellos  resistidos 
algún  tiempo,  aunque  les  hizieron  A  fin  desamparar  el 
pueblo,  pero  con  daño  de  los  nuestros,  porque  les  mata- 
ron treynía  españoles  y  hirieron  otros  algunos,  pero  los 
indios  no  dexaron  de  rescebir  harto  daño  en  sus  perso- 
nas, demás  que  les  quemaron  el  pueblo,  y  pretendiendo 
aver  entera  venganza  de  los  españoles  que  les  auian 
muerto,  quisieron  los  nuestros  pasar  a  quemar  un  pueblo 
de  mas  de  quatrocientas  casas,  que  estava  de  la  otra  van- 
da  del  rio  de  Coto.  E  iendo  marchando  con  este  propo- 
sito, al  pasar  el  rio  les  salieron  al  encuentro  los  indios 
con  las  armas  en  las  manos,  y  nó  solo  les  estorvaron  el 
paso,  pero  les  tomaron  a  manos  dos  esquadras  llamadas 
Bartholome  Garcia  y  García  de  Titiel,  con  otros  españo- 
les, y  les  mataron  y  hirieron  otros  muchos,  y  los  hizie- 
ron retirar  al  pueblo  que  avian  quemado,  donde  hallaron 
obra  de  quinientos  yndios  que  los  estavan  esperando  a 


XX 

punto  de  guerra,  de  los  quales  asimismo  fueron  acome- 
tidos y  constreñidos  a  rretirarse  a  Taruaco,  pueblo  de  in- 
dios amigos,  y  de  allí  se  bolvieron  a  Sancta  Marta  con 
perdida  de  hartos  españoles  que  fueron  muertos  en  el 
conflicto  de  las  guazabaras  o  renquentros,  sin  los  que 
los  indios  llevaron  vivos  en  su  poder,  a  los  quales  dieron 
mas  crueles  y  prolixas  muertes.  Viendo  los  indios  del 
valle  Hermoso  las  victorias  que  avian  ávido  los  de  Coto, 
acordaron  rebelarse  y  no  obedescer,  como  antes  solían, 
a  los  españoles,  por  lo  qual  el  Governador  Lerma  embio 
a  que  los  castigasen  a  los  capitanes  Zespedes  y  Escobar 
y  Bueno  con  docjentos  hombres,  los  quales  dividieron 
la  gente  entre  si  para  dar  en  tres  pueblos  principales  que 
en  aquel  valle  avia,  y  quemallos  y  arruynallos.  Los  dos 
capitanes  Escobar  y  Bueno  quemaron  y  arruynaron  los 
dos  pueblos  que  en  suerte  les  cupieron,  y  el  capitán  Zes- 
pedes no  quemó  el  que  en  suerte  le  cupo,  por  averse  ido 
la  gente  del  y  desamparadolo,  y  recogiéndose  a  vn  alto 
para  de  allí  ofender  y  defender  de  quien  les  pretendiese 
damnificar,  y  como  el  capitán  Zespedes  con  su  gente 
quisiese  subir  al  cerro  donde  los  indios  estauan  hechos 
fuertes,  pareseiole  que  era  temeridad  dexar  solo  un  peli- 
groso paso  que  a  las  espaldas  tenia,  el  qual  si  los  indios 
le  tomaran,  peligrara  el  y  su  gente,yboluiendo  con  pres- 
teza a  reformar  y  guardar  con  su  gente  aquel  paso,  se  es- 
tubo  en  el  hasta  que  los  otros  dos  capitanes  Escobar  y  Bue- 
no llegaron  alli,  y  quedando  en  guarda  de  aquel  peligro- 
so paso,  el  capitán  Zespedes  subió  con  sus  soldados,  y 
resistiendo  valerosamente  la  furia  de  los  barbaros  les 
gano  el  alto  y  aloxamiento  donde  estavan,  y  dando  en 
ellos  fueron  muertos  muchos,  y  los  demás  ahuyentados, 
y  hecho  este  castigo  se  bolvieron  a  Sancta  Marta;  y  den- 


XXI 

de  a  pocos  dias  el  Governador  Lerma,  quiriendo  ver  si 
la  gente  y  naturales  del  valle  de  Tayrona  estaban  domes- 
ticos,  y  si  los  podían  atraher  a  su  amistad,  embio  terce- 
ra vez  gente  a  ellos,  yendo  por  capitanes  su  sobrino  Pe- 
dro de  Lerma,  y  Alonso  Martin,  y  con  ellos  mas  de  do- 
zientos  hombres,  los  quales  llegando  al  paraxe  donde  an- 
tes avia  llegado  el  capitán  Villalobos,  fueron  acometidos 
de  los  indios  y  toreados  a  rretirarse  con  perdida  de  algu- 
nos españoles  y  daño  de  sus  propias  personas,  porque  a 
entrambos  capitanes  hirieron  los  indios;  y  asi,  sin  ningún 
buen  effecto  se  bolvieron  a  Sancta  Marta.,, 

A  medida  que  avanzan  los  sucesos  es  cada  vez  más 
honda  la  discrepancia  que  hay  entre  el  P.  Aguado  y  Juan 
de  Castellanos.  Ambos  coinciden  en  que  García  de  Ler- 
ma, viendo  que  su  gente  se  le  iba  al  Perú,  dispuso  una 
jornada  por  el  Magdalena.  Fueron  nombrados  capitanes 
de  ella  Juan  de  Céspedes  y  Juan  de  San  Martín;  jefe  de 
los  macheteros,  Santos  de  Saavedra, 

Mancebo  generoso  de  Sevilla, 
Mas  no  tan  corregido  ni  modesto 
Que  rehusase  siempre  la  rencilla. 

Tres  barcos  ligeros  subieron  por  el  Magdalena,  a  fin  de 
pasar  al  otro  lado  cuando  fuese  conveniente,  pues  había 
noticia  que  entre  dicho  río  y  el  Cauca  había  tierras  de 
grandes  pueblos  y  muy  ricas  de  oro.  El  clérigo  Viana, 
provisor  del  nuevo  obispo  D.  Alonso  de  Robles,  a  quien 
le  picaba  la  curiosidad  de  ver  tierras  nuevas,  fué  nom- 
brado teniente.  Los  que  iban  por  tierra,  no  sin  sufrir  los 
trabajos  del  hambre,  se  juntaron  con  los  demás  a  orillas 
del  Magdalena.  La  muerte  del  bachiller  Viana,  delicado 
varón,  y  sin  usanza  de  padecer  trabajo  tan  austero,  plan- 
teó un  grave  problema:  la  sucesión  en  el  cargo  de  tenien- 


XXII 

te;  Céspedes  y  San  Martín  alegaban  las  últimas  disposi- 
ciones del  difunto,  dándoles  a  ellos  tal  cargo;  Santos  de 
Saavedra  propuso  a  fray  Pedro  Zarco,  pues  tanto  capi- 
tán, tanto  tronido,  no  pueden  llevar  campo  bien  regido. 
Los  capitanes  dieron  treguas  a  la  solución  del  caso,  y  de 
acuerdo  con  Alonso  Martín,  resolvieron  apoderarse  de 
Saavedra  con  procedimiento  innoble  y  traidor,  invitándo- 
le Rodrigo  de  Liaño  a  un  convite,  en  el  que,  apresado  y 
sometido  a  un  sumarísimo  proceso,  murió  a  manos  del 
verdugo,  que  le  dio  garrote. 

El  P.  Aguado  cuenta  las  cosas  de  muy  distinto  modo, 
por  lo  que  transcribimos  casi  íntegro  el  capítulo  décimo, 
donde  refiere  cómo  el  Gobernador  Lerma,  por  temor  de 
que  la  gente  que  en  Sancta  Marta  tenía  no  se  le  fuese  a 
Pyra,  con  la  fama  de  las  riquezas  que  en  ella  se  avian 
descubierto,  hizo  hazer  la  jornada  y  descubrimiento  del 
Zenu: 

"En  este  tiempo,  que  seria  por  el  año  de  treynta  y  vno, 
vino  a  Sancta  Marta  la  nueba  del  descubrimiento  del 
Pyru,  y  de  sus  riquezas,  por  lo  qual  fueron  muchos  solda- 
dos promovidos  a  dexar  la  vivienda  de  Sancta  Marta,  e  ir 

a  participar  de  las  riquezas  nuebamente  descubiertas 

El  Governador  Lerma,  pretendiendo  amplificar  su  gover- 
nacjon  y  entretener  la  gente  que  no  se  le  fuese,  determi- 
nó que  se  hiziese  vna  jornada  en  descubrimiento  del  Zenu , 
de  quien  en  aquellos  tiempos  avia  gran  notigia  de  muchas 
e  infinitas  riquezas  de  oro  sobre  la  tierra,  e  esta  noticia  y 
provincia  de  la  otra  banda  del  rio  Grande  de  la  Magdale- 
na, hazia  la  parte  de  Cartagena,  entre  el  mismo  rio  Gran- 
de y  el  rio  de  Cauca,  que  nasge  en  la  governacjon  de  Po- 
payan;  y  demás  desto,  en  la  propia  sazón  avia  hombres  en 
Sancta  Marta  que  por  tener  algún  conoscjmiento  de  la 


XXIII 

cosmographia  y  astrologia  certificaban  al  Governador  que 
por  coniecturas  alcanzaban  a  saber  e  conoscer  que  el  rio 
Grande,  arriba,  de  la  vna  y  otra  parte  del,  avia  tierras  ri- 
quissimas  y  muy  pobladas.  Con  estas  cosas  fue  algún  tan- 
to sosegado  el  animo  de  los  soldados  para  dexar  de  ir  a 
Pyru  y  seguir  el  nuebo  descubrimiento  que  el  rio  Grande 
arriba  queria  hazer,  y  asi  fueron  juntos  docientos  hom- 
bres, y  nombrados  por  capitanes  y  administradores  de 
todo  lo  crimina]  los  capitanes  Zespedes  y  Juan  de  San 
Martin,  y  por  teniente  general  y  superior  de  todos  estos 
un  licenciado,  o  bachiller,  Torres,  canónigo  de  Sancta 
Marta,  clérigo  y  sacerdote  de  missa;  y  por  capitán  de 
gastadores,  que  son  macheteros  y  azadoneros,  a  vn  San- 
ctos  de  Sayauedra,  natural  de  Caceres.  Todos  los  quales 
juntos  salieron  de  Sancta  Marta  la  buelta  de  los  caribes 
y  gente  blanca,  para  por  alli  arrimarse  al  rio  Grande  y 
proseguir  su  viaje,  como  lo  hizieron.  En  estas  poblacio- 
nes de  los  caribes  y  gente  blanca  dio  cierta  enfermedad 
al  canónigo  y  licenciado  Torres,  de  que  murió  luego. 
Los  capitanes  Zespedes  y  Sanct  Martin  se  hicjeron  publi- 
car y  obedescer  por  tenientes  de  Governador  iguales  en 
iurisdicion,  y  como  eran  personas  de  notable  esplendor 
y  virtud,  nunca  se  desconformaron  en  el  mandar,  regir  y 
governar,  antes  con  toda  afabilidad  y  modestia  llevaron 
sus  compañías  pacificamente,  sin  subcedelles  cosa  pros- 
pera ni  adversa  hasta  el  pueblo  e  prouincia  llamada  de 
Sompallon,  que  es  mas  arriba  de  donde  agora  esta  po- 
blado el  pueblo  e  cibdad  de  Tamalameque,  en  la  ribera 
del  rio  Grande,  a  la  parte  de  Sancta  Marta.  Este  Som- 
pallon es  de  donde  antiguamente  estubo  poblado  vn  pue- 
blo de  españoles  llamado  Sanctiago  de  Sompallon.  En 
esta  prouincia  estuuieron  estos  dos  capitanes  esperando 


XXIV 

ciertos  bergantines  que  por  el  rio  avian  de  subir,  para  que 
los  pasasen  de  la  otra  parte.  Porque  pasó  desta  manera: 
que  al  tiempo  que  el  licenciado  Torres  y  los  capitanes 
Zespedes  y  Sanct  Martin  con  la  demás  gente  salieron  de 
Sancta  Marta,  el  Gouernador  Lerma  hizo  aderecar  cier- 
tos bergantines,  en  los  quales  yvan  por  capitanes  Luys 
de  Manjarrez,  y  Alonso  Martínez,  natural  de  Guelba,  y 
los  embio  con  cien  hombres  para  que  entrasen  por  la 
boca  del  rio  Grande  y  fuesen  en  seguimiento  de  los  que 
iban  por  tierra.  Salidos  de  Sancta  Marta,  al  tiempo  del 
embocar  por  el  rio  Grande,  les  sobrevino  un  poco  de 
tormenta  que  fué  causa  que  el  bergantín  e  fragata  en  que 
iva  Manjarrez  se  hundiese  y  toda  la  gente  del  pereciese, 
sin  escapar  mas  de  solo  el  capitán  Manjarrez,  que  por 
ser  diestro  y  animoso  nadador  pudo  soportar  el  Ímpetu 
de  la  tormenta,  y  siendo  fauorescjdo  de  su  buena  fortuna 
fue  recogido  en  vno  de  los  otros  bergantines,  los  quales 
nauegaron  el  rio  arriba,  y  dende  a  poco  tiempo,  no  sin 
falta  de  trabajos,  a  causa  de  las  grandes  corrientes  del 
rio  y  algunos  acometimientos  que  los  indios  en  canoas 
les  hazian  por  el  agua,  con  que  no  dexaban  de  damnifi- 
calles,  llegaron  a  Sompallon,  donde  la  demás  gente  es- 
taua  esperando,  y  alli  se  regocijaron  de  uerse  los  vnos  a 
los  otros.  El  capitán  Sanctos  de  Sayauedra,  siendo  algo 
bullicioso  y  de  animo  mal  reposado,  mediante  la  pujan- 
za de  amigos  que  con  su  cargo  avia  cobrado,  entretenía- 
se con  libre  desenboltura  en  mas  negogios  de  los  que  le 
eran  permitidos,  dando  a  entender  que  no  debia  de  obe- 
desger  a  los  capitanes  Sanct  Martin  y  Zespedes,  como 
ellos  pretendían  ser  obedescidos,  los  quales  se  temieron, 
por  insignias  que  vieron,  que  se  les  avia  de  algar  o  amo- 
tinar algún  día  con  parte  de  la  gente,  y  esta  presunción 


XXV 

confirmó  el  capitán  Sayauedra  con  que  al  tiempo  que  los 
bergantines  llegaron  a  Sompallon,  de  su  propia  auctori- 
dad,  con  algunos  amigos  suyos  se  metió  en  uno  dellos  y 
hecho  fuera  al  que  los  traya  a  cargo,  y  sin  decir  nada  a 
los  tenientes  y  capitanes  comenzó  a  pasar  de  la  otra  van- 
da  del  rio  a  los  que  tenia  por  amigos.  Pero  dissimulando 
con  esta  dessemboltura  los  capitanes  Zespedes  y  Sanct 
Martin,  fingiendo  no  hazer  caso  dello,  ni  auello  visto, 
con  alegre  demonstraron  fingieron  cierto  combite  y  re- 
creación otro  dia,  para  por  el  rio,  entre  los  tenientes  y  ca- 
pitanes que  en  los  bergantines  avian  venido  y  otras  per- 
sonas principales  del  campo,  y  combidando  entre  los  de- 
mas  al  capitán  Sayauedra,  y  lo  hizieron  confessar  y  le 
dieron  garrote  en  vn  vason  del  bergantín,  y  con  esto  se 
sosegaron  los  bullicios  que  entre  la  gente  que  llevaban 
se  ivan  leuantando.  Muerto  Sayauedra,  los  tenientes  aca- 
baron de  pasar  toda  su  gente  de  la  otra  parte  del  rio,  y 
como  tenian  por  tan  gierta  su  noticia,  despidieron  los 
bergantines  y  bolvieronse  a  Sancta  Marta,  y  metiéndose 
ellos  la  tierra  adentro  comenzaron  a  dar  en  algunas  po- 
blaciones de  indios  que  agora  sirven  a  la  villa  de  Mon- 
pox,  no  muy  abundantes  de  riquezas,  ni  ellas  en  tanta 
quantidad  como  los  españoles  quisieran.  Las  quales  pasa- 
das, luego  dieron  en  grandes  arcabucos  y  manglares  des- 
poblados y  muy  trabajosos  de  caminar,  los  quales  rom- 
pieron e  anduvieron  hasta  llegar  a  las  riberas  del  rio  Cau- 
ca, en  los  quales  aunque  avia  algunas  poblaciones,  no 
se  trataban  ni  caminaban  por  agua,  y  asi,  demás  de  ser 
trabajoso  el  buscallas  y  descubrillas,  hazianlas  tan  escu- 
ras las  espesuras  de  las  montañas  y  manglares,  que  nin- 
gún trabajo  de  hombres  era  tolerable  para  descubrillas. 
Visto  esto  y  que  la  gente  empezaba  a  enfermar,  acorda- 


XXVI 

ron  dar  la  buelta  sobre  el  rio  Grande,  y  en  pocos  dias 
volvieron  al  propio  puerto  do  avian  desembarcado,  don- 
de no  menos  trabajo  pasaron,  por  no  tener  bergantines 
en  que  bolver  a  pasar  el  rio,  que  les  fue  forzoso  ir  a  bus- 
car por  los  pueblos  comarcanos  canoas  en  que  pasar,  en 
las  quales  con  harto  trabajo  pasaron,  y  con  mucho  ries- 
go de  sus  personas,  asi  por  la  grandeza  e  Ímpetu  del  rio, 
como  por  no  saber  los  españoles  gouernar,  ni  navegar 
aquel  genero  de  navios  pequeños...  Pasada  la  gente  de 
la  otra  parte  del  rio,  hazia  la  vanda  de  Sompallon,  halla- 
ron toda  la  gente  anegada,  porque  era  ya  entrado  el  in- 
vierno y  avian  cargado  las  aguas  muy  de  golpe,  y  parti- 
dos de  Sompallon  se  arrimaron  todo  lo  que  pudieron  a 
la  tierra,  hasta  llegar  al  paraxe  de  un  pueblo  llamado  So- 
pati,  donde  los  dos  tenientes  se  dividieron  y  partieron 
entre  si  la  gente  para  ir  por  differentes  caminos,  o  a  dif fe- 
rentes  effectos,  porque  el  capitán  Sanct  Martin  pretendía 
ir  a  dar  en  el  pueblo  y  poblaciones  de  Tamalameque, 
para  aver  algún  oro.  El  capitán  Zespedes  pretendía  ir  a 
dar  en  cierto  buyo  o  sanctuario  que  tenia  fama  de  muy 
grande  y  rico,  por  tener  en  el  demonio  sus  particula- 
res y  familiares  colloquios  con  los  indios  de  algunas 
poblaciones  del  valle  de  Hupar;  y  asi,  cada  qual  tomo  su 
camino  y  derrota  con  la  gente  que  le  cupo.,, 

Después  de  referir  Castellanos  el  fallecimiento  de  Gar- 
cía de  Lerma,  a  quien  compone  honroso  epitafio,  dice 
que  cuando  volvían  a  Santa  Marta  los  capitanes  Juan  de 
San  Martín  y  Juan  de  Céspedes,  fueron  invitados  por  un 
indio  ladino,  morador,  en  otro  tiempo,  de  Tamalameque, 
a  entrar, si  querían  víveres,  en  un  pueblo  cercano,  llamado 
Sopatín.  Céspedes  entró  por  el  valle  que  en  un  principio 
recibió  el  nombre  del  Diablo,  y  después  de  San  Barto- 


XXVII 

lomé;  su  compañero  llego  a  Sopatín,  rodeado  de  ciéna- 
gas, y  cuyos  habitantes,  a  poco  de  entrar  los  españoles, 
huyeron,  dejando  a  éstos  cercados  de  agua  y  faltos  de  co- 
mida. Queriéndose  remediar  en  esta  necesidad,  envió 
San  Martín  cuatro  jóvenes  a  una  población  inmediata, 
los  cuales  fueron  acometidos  por  los  indios  que  navega- 
ban en  canoas,  y  muerto  el  uno  de  ellos;  a  fin  de  soco- 
rrer a  los  otros  fueron  en  una  canoa  dos  soldados,  pero 
tuvieron  que  salvarse  a  nado.  El  capitán  Céspedes  llegó 
poco  después,  muy  oportunamente,  y  el  cacique  de  So- 
patín,  echando  la  culpa  de  lo  sucedido  a  los  indios  de 
Tamalameque,  se  reconcilió  con  los  españoles,  quienes, 
al  regresar  a  Santa  Marta,  supieron  en  el  Dorsino  cómo 
había  fallecido  García  de  Lerma. 

El  P.  Aguado  refiere  estos  sucesos  de  manera  muy  di- 
ferente, por  lo  que  copiamos  casi  íntegro  el  capítulo 
once,  donde  trata  de  cómo  el  capitán  Sant  Martin,  yendo 
en  la  demanda  de  Tamalameque,  fué  desbaratado  de  los 
indios  y  le  mataron  machos  españoles: 

"El  capitán  Sanct  Martin,  aunque  toda  la  tierra  que 
caya  hagia  la  parte  de  Tamalameque  estava  cubierta  de 
agua,  con  la  mucha  cobdicia  que  en  el  reynaba  no  le  pá- 
resela cosa  dificultosa  el  atravesar  los  lagos  que  por  de- 
lante tenia,  y  asi,  con  algunas  canoas  que  alli  obo  passó 
con  su  gente  al  pueblo  de  Sopatin,  que  estava  todo  cer- 
cado de  agua,  aunque  no  era  mucha  la  distancia  que  de 
la  tierra  firme  o  enjuta  avia;  y  de  alli,  como  estava  obs- 
tinado en  aquel  proposito  de  no  irse  sin  ver  a  Tamala- 
meque, propuso  y  determinó  por  entero  de  pasar  adelan- 
te con  su  gente,  la  qual  opinión  le  fue  contradicha  por  el 
capitán  Juan  Tafur  y  por  otros  capitanes  y  personas  prin- 
cipales, poniéndole  por  delante  la  gran  temeridad  que 


XXVIII 

quería  hazer  en  llevar  la  gente  suya  caminando  por  agua, 
donde  fácilmente,  podían  ser  damnificados  de  los  natura- 
les de  aquellas  provincias  que  con  canoas  los  podían  cer- 
car y  soiuzgallos  muy  fácilmente.  Porque  el  capitán  Sanct 
Martin,  no  considerando  bien  los  daños  que  le  podían 
sobrevenir,  pretendía  pasar  en  las  canoas  vn  golfo  pe- 
queño y  muy  hondable  que  por  delante  tenia  hasta  lle- 
gar a  la  tierra,  que  de  verano  suele  estar  enxuta  y  descu- 
bierta, que  eran  unas  largas  campiñas  y  cabanas,  y  allí 
hechar  su  gente,  y  pasar  los  caballos  a  nado  hasta  este 
propio  lugar,  y  después  de  tenello  todo  pasado,  irse  ca- 
minando por  el  agua  a  pie  y  en  los  caballos  hasta  Tama- 
lameque.  Pero  aunque  Sanct  Martin  avia  dicho  a  algu- 
nas personas  que  no  se  metería  en  aquel  peligro  tan  evi- 
dente, todavía  lo  obo  de  effectuar  para  daño  suyo  y  muer- 
te de  muchos  españoles  que  por  su  loca  y  atrevida  obs- 
tinación le  mataron;  y  fue  asi,  que  metiendo  todo  el  ca- 
rruaxe  que  tenia,  en  las  canoas,  con  los  demás  españoles 
se  pasó  de  la  otra  vanda  del  lago  a  lo  menos  hondable, 
que  como  he  dicho,  de  verano  suele  estar  descubierto,  y 
los  soldados  tomaron  las  sillas  de  los  caballos  y  apartá- 
ronse con  ellas  a  ponellas  encima  de  algunos  arboles. 
Algunos  españoles,  buenos  nadadores,  que  en  Sopati 
avian  quedado  para  pasar  a  nado  los  caballos,  jamas  los 
pudieron  hazer  nauegar  por  el  agua,  sino  que  entrando, 
luego  se  bolvian  a  salir,  y  asi  nunca  los  pudieron  pasar 
a  donde  Sanct  Martin  estava  con  los  demás  españoles 
conuertidos  en  pescadores,  porque  es  cierto  que  estavan 
en  el  agua  hasta  los  sobacos,  y  todo  lo  que  avian  de  ca- 
minar era  de  la  propia  hondura.  Los  indios  de  Sopatin 
que  no  se  descuydaban  punto  en  atalayar  y  mirar  como 
podían  damnificar  a  los  nuestros,   hallaron  la  ocasión 


XXIX 

como  la  desseaban,  y  viniendo  con  gran  quantidad  de 
canoas  llenas  de  indios  armados  con  gran  quantidad  de 
flechas,  dieron  en  el  capitán  Sanct  Martin  y  en  los  que 
con  el  estavan,  y  hiriendo  de  la  primera  arremetida  a 
muchos,  los  constriñeron  a  desamparar,  con  gran  daño  y 
perdida  de  los  propios  españoles,  las  canoas  que  tenían, 
y  arrojándose  al  agua  eran  muchos  ahogados,  por  no  sa- 
ber nadar,  y  otros  con  las  heridas  que  tenían,  bañando  o 
tiñendo  el  agua  con  su  sangre,  se  les  entraba  la  frialdad 
en  el  cuerpo,  de  que  asi  mesmo  se  quedaban  muertos  en 
el  agua.  Algunos  fueron  socorridos  yendo  caminando 
por  el  agua,  como  fue  el  propio  Sanct  Martin  y  Juan  Ta- 
fur  y  otros,  en  una  canoa  que  el  capitán  Cardoso,  que 
avia  quedado  en  el  pueblo  de  Sopatin,  les  embio,  y  es- 
tos mas  escaparon  por  negligencia  de  los  indios,  que  no 
por  la  mucha  diligencia  que  ellos  pudieron  poner  en  de- 
fender ni  guarescer  sus  personas.  Porque  estos  barbaros 
en  la  hora  que  vieron  que  los  españoles  desampararon 
las  canoas,  dieronse  a  rrobar  y  tomar  lo  que  en  ellas 
avia,  y  dexaron  de  seguir  la  entera  victoria  que  de  los 
españoles  podían  aver;  pero  con  todo  eso  les  quedo  la 
laguna  o  ciénaga  bien  teñida  en  sangre  y  acompañada  de 
cuerpos  de  españoles,  y  convertido  aquel  lago  en  un 
triste  espectáculo  para  los  demás  españoles  que  desde  el 
pueblo  de  Sopatin  los  estavan  mirando.  Los  indios  luego 
se  fueron  derechos  en  sus  canoas,  y  como  el  pueblo  donde 
los  que  vivos  avian  quedado  se  recogieron,  estava  cerca- 
do de  agua,  cercáronlos  ellos  de  tal  suerte  que  no  podían 
pasar  a  la  tierra  firme,  y  en  este  cerco  los  tuvieron  cier- 
tos días  en  gran  riesgo  de  acavallos  de  matar  y  consu- 
mir a  todos,  porque  ninguno  genero  de  comida  tenían, 
salvo  cierta  frutilla  de  la  tierra,  amarilla,  que  parescia, 


XXX 

ciruelas,  y  no  les  quedava  ya  que  comer  si  no  eran  los 
caballos.  Entre  estos  españoles  avian  quedado  algunos 
soldados  animosos  y  buenos  nadadores,  los  quales,  para 
remedio  de  los  demás,  determinaron  de  hecharse  de  no- 
che al  agua  y  salir  nadando  a  la  tierra  firme  e  ir  a  llamar 
al  capitán  Zespedes,  que  pocos  dias  antes  se  avia  apar- 
tado de  Sanct  Martin,  como  arriba  se  dixo,  los  quales  lo 
hizieron  tan  bien  que  sin  recebir  daño,  ni  ser  sentidos  de 
los  indios,  pasaron  el  agua,  y  caminaron  tan  apresura- 
damente que  alcangaron  al  capitán  Zespedes,  el  qual, 
como  supiese  la  aflicion  y  cerco  en  que  Sanct  Martin  y 
los  demás  estavan,  dio  la  buelta  al  pueblo  de  Sopatin,  y 
mediante  su  llegada  se  apartaron  los  indios  del  cerco,  y 
tuvieron  lugar  de  pasar  los  españoles  que  aislados  y  cer- 
cados estavan,  a  la  parte  de  tierra  firme,  y  de  alli  se  fue- 
ron todos  juntos  la  buelta  del  valle  de  Hupar,  y  del  valle 
de  Hupar  a  la  Ramada  y  costa  de  la  mar,  y  de  alli  a 
Sancta  Marta,  después  de  aver  veynte  meses  que  avian 
salido  de  Santa  Marta,  donde  hallaron  que  gobernava  el 
Doctor  Infante,  Oydor  de  Sancto  Domingo,  porque  en 
el  ínterin  que  esta  gente  andaba  en  la  jornada  y  descu- 
brimiento dicho,  murió  el  Governador  García  de  Lerma 
de  cjerta  enfermedad  que  le  dio,  y  el  Audiencia  de  San- 
cto Domingo,  por  su  fin  y  muerte  proucyó  en  el  govierno 
de  Sancta  Marta  al  Doctor  Infante,  aunque  otros  dicen 
que  antes  que  Lerma  muriese,  avia  venido  Infante  a  to- 
malle  residencia,  y  que  estándola  dando,  murió.,, 

Con  las  amargas  censuras  que  Fernández  de  Oviedo 
lanzó  contra  García  de  Lerma,  contrastan  las  alabanzas 
que  a  éste  se  prodigan  en  una  carta  del  Cabildo  y  regi- 
dores de  Santa  Marta,  fechada  en  esta  ciudad  a  20  de 
Agosto  de  1533,  en  la  que,  después  de  suplicar  a  Su  Ma- 


XXXI 

jestad  que  les  hiciese  algunas  mercedes  que  le  habían  su- 
plicado por  medio  de  Juan  de  San  Martín  y  de  Juan  Té- 
llez,  a  la  sazón  en  España,  refieren  la  pacificación  de  los 
indios  de  la  Ramada,  levantiscos  como  pocos,  y  a  quie- 
nes García  de  Lerma,  con  suavidad  y  no  por  la  violen- 
cia de  las  armas,  antes  con  dádivas  y  benigno  trato,  ha- 
bía conseguido  que  volviesen  de  los  montes  donde  esta- 
ban refugiados,  y  sin  recelo  de  los  españoles,  regresaran 
a  sus  aldeas;  añadían  que  deseando  García  de  Lerma  evi- 
tar los  daños  que  podían  seguirse  de  continuar  mucho 
tiempo  los  soldados  españoles  en  aquella  provincia,  los 
envió  a  recorrer  las  de  Aupare  y  Pacabuey,  nunca  visita- 
das de  cristianos,  de  donde  salieron  al  río  Magdalena,  y 
aun  se  habría  cosechado  más  fruto  con  estas  expedicio- 
nes a  no  haber  pasado  cerca  de  allí  algunos  conquistado- 
res de  Venezuela  que  con  su  indisciplina  y  rapiña  soli- 
viantaban a  los  indios. 

Elogiábase  también  el  celo  que  mostró  el  Gobernador 
en  llevar  pobladores,  a  lo  que  contribuyó  no  poco  Nofro 
de  Sagredo,  quien  llevó  en  una  caravela  doscientos  hom- 
bres, muchos  de  éstos  con  sus  mujeres  e  hijos,  a  los  cua- 
les había  mantenido  García  de  Lerma,  y  después  de  en- 
carecer los  bienes  que  se  seguirían  con  la  llegada  del  Li- 
cenciado Torres, obispodeaquella  nueva  diócesis  y  protec- 
tor de  los  indios,  y  las  muchas  riquezas  que  se  esperaba 
encontrar  en  las  tierras  bañadas  por  el  Magdalena,  encare- 
cen la  situación  ventajosa  de  una  grandísima  ciénaga  pró- 
xima a  Santa  Marta,  y  que  según,  se  decía,  estaba  en  co- 
municación con  dicho  río,  y  llena  de  grandes  poblacio- 
nes en  sus  orillas,  de  tal  modo,  que  se  podría  cómoda- 
mente seguir  aquella  vía  para  el  comercio  con  las  regio- 
nes del  interior: 


XXXII 

"Con  Juan  de  Sant  Martin,  vecino  desta  cibdad,  escre- 
vimos  a  Vuestra  Magestad  a  veynte  e  dos  dias  del  mes 
de  junio  del  año  pasado,  dando  quenta  a  Vuestra  Real 
Magestad  de  algunas  cosas  que  por  entonces  se  ofrescie- 
ron,  suplicando  a  Vuestra  Magestad  hiziese  algunas  mer- 
cedes a  esta  cibdad,  que  particularmente  le  suplicauamos 
con  el  dicho  Sant  Martin;  e  porque  algunas  cosas  que  a 
esta  cibdad  e  a  los  vecinos  e  pobladores  desta  tierra  con- 
bienen,  acordamos  de  las  enbiar  a  suplicar  agora  nueva- 
mente a  Vuestra  Magestad  por  unos  capitulos  que  envia- 
mos con  el  capitán  Juan  Tellez,  vecino  de  la  cibdad  de 
León  de  Nicaragua,  que  es  persona  honrrada  e  hará  ver- 
dadera rrelacion  a  Vuestra  Magestad,  vmilmente  le  su- 
plicamos conceda  los  capitulos  que  el  dicho  Joan  Telles, 
en  nombre  desta  cibdad  pidiere,  los  quales  van  firmados 
de  nuestros  nombres,  porque  por  ser  el  dicho  Juan  Te- 
lles, como  dicho  es,  persona  que  ynformara  a  Vuestra 
Magestad  de  lo  demás  que  a  esta  ciudad  convenga  y  a  su 
rreal  servicio,  le  rrogamos  e  encargamos  tomase  este  ne- 
goscio  a  cargo;  e  porque  demás  de  lo  quel  dirá  a  Vues- 
tra Magestad  sera  rrazon  ynformar  a  Vuestra  Magestad 
de  lo  que  se  ofresce  e  a  ofrescido  después  que  la  ultima 
vez  escreuimos,  diremos  en  esta  las  cosas  que  mas  se  nos 
ocurrieren  a  la  memoria  y  de  que  es  rrazon  que  Vuestra 
Magestad  sea  sabidor.  Ya  Vuestra  Magestad  avra  sabido 
como  la  prouincia  que  se  dize  de  la  Ramaaa  estouo  alca- 
da,  y  los  yndios  desnaturados  e  fuera  de  sus  pueblos,  la 
qual  prouincia  sera  y  es  la  cosa  mas  rrica  e  donde  mas 
seruicio  Vuestra  Magestad  rrescibe  de  toda  esta  gouerna- 
cion,  e  cierto  a  no  se  aver  tornado  a  poblar  e  rreduzir 
oviera  sydo  cavsa  que  toda  esta  tierra  se  oviera  despo- 
blado; e  visto  por  el  Gouernador  que  convenia  su  yda  a 


XXXIII 

la  dicha  prouincia  de  la  Ramada,  lo  puso  por  obra  e  fue 
en  persona  a  poner  el  rremedio  en  ello,  e  con  el  fue  la 
mayor  parte  de  la  gente  desta  cibdad,  dexando  en  ella  el 
rrecabdo  de  gente  e  artillería  e  otras  cosas  nescesarias 
que  conbenian  para  la  guarda  desta  cibdad  e  fortaleza 
que  en  ella  tiene  hecha,  e  segund  sabemos  e  avernos 
sydo  ynformados,  que  después  quel  dicho  Gouernador  e 
la  gente  llego  a  la  dicha  prouincia  de  la  Ramada  la  ha- 
llaron asolada  e  despoblada  totalmente,  sin  hallar  en  ella 
yndios,  porque  se  abian  ydo  e  alexado  donde  no  pudie 
sen  saber  delíos  los  christianos,  por  manera  que  puso  la 
gente  en  tanta  confusión  que  estouieron  todos  determina- 
dos de  se  boluer,  porque  creyeron  e  touieron  por  cierto 
que  era  ymposible  tornar  a  pacificar  la  tierra  e  bolver  los 
yndios  a  sus  casas  y  pueblos,  e  conosciendo  esto  el  Go- 
uernador procuro  que  fuesen  mantenimientos  por  mar  e 
por  tierra,  desta  cibdad,  e  otras  cosas  nescesarias  para 
dar  a  los  yndios,  y  estuvo  el  Gouernador  quatro  meses 
en  persona  en  la  dicha  provincia  hasta  tanto  que  con  da- 
divas e  rregalos  e  otras  buenas  hobras  e  tratamiento  que 
les  hizo,  e  con  ynterpretes  que  se  ovieron,  que  les  en- 
viaba, los  atruxo  a  que  se  boluiesen,  como  se  boluie- 
ron  a  sus  pueblos  e  casas  e  al  servicio  de  Vuestra  Ma- 
gestad,  e  venidos  e  asegurados,  después  de  los  aver  mu- 
cho contentado,  dieron  oro,  como  lo  suelen  facer  otras 
veces,  e  demás  desto  ovo  algunos  pueblos  que  dieron 
oro,  que  nunca  antes  lo  avian  dado,  ni  llegado  christia- 
nos a  sus  casas,  y  estando  el  Gouernador  en  la  dicha 
prouincia,  después  que  le  parescio  que  tenia  comencada 
a  enhibir  la  pacificación  de  la  dicha  prouincia,  e  que  la 
demasiada  gente  d'  españoles,  que  antes  haria  daño  que 
no  prouecho,  porque  gastarian  a  los  yndios  sus  comidas 

c 


XXXIV 

e  mantenimientos,  enbio  parte  de  la  dicha  gente  que  con 
el  estaua  a  las  prouincias  de  Aupare  e  Pacabuey,  la  qual 
dicha  gente  anduvo  mucha  tierra  e  muchas  poblaziones 
muy  buenas  que  nunca  avian  sydo  vistas  de  christianos, 
hasta  que  fueron  a  dar  sobre  el  rrio  grande  de  la  Mada- 
lena,  de  donde  la  dicha  gente  vino  aprovechada,  y  bi- 
nieranlo  mucho  mas,  syno   que  tuvieron  noticia  que  la 
gente  española,  la.que  esta  en  la  prouincia  de  Venecuela, 
avia  pasado  por  toda  aquella  tierra  pocos  dias  avia,  la 
qual  dicha  gente  dezian  los  yndios  que  les  habian  rroba- 
do  e  asolado  e  lleuado  quanto  tenían;  e  después  de  aver 
dexado  el  Gouernador  la  dicha  prouincia  de  la  Ramada, 
pacifica,  e  la  gente  en  sus  casas  e  pueblos,  vino  a  esta 
cibdad,  e  como  la  prencipal  cosa  de  que  esta  tierra  ovie- 
se  nescesidad  para  la  pacificación  e  conquista  della  era 
gente,  e   que  todos  lo   deseavamos  e   plañíamos   por 
ella,  segund  a  parescido  por  la  obra,  el  Gouernador  te- 
nia proueido  de  traer  alguna  gente  para  el  rremedio  de  la 
tierra,  e  segund  la  buena  maña  que  paresce  que  a  ello  se 
dio,  avra  dos  meses  que  llego  a  esta  cibdad  Nofro  de  Sa- 
gredo,  factor  de  Vuestra  Magestad,  con  el  qual  e  con 
otra  caravela  que  antes  avia  enviado  metió  en  esta  cibdad 
e  prouincia  docientos  honbres,  entre  los  quales  venían 
algunos  con  sus  mugeres  e  hijos,  lo  qual  vemos  quefaze 
e  a  hecho  el  gouernador  a  su  costa;  la  qual  gente,  se- 
gund hemos  visto,  viene  muy  bien  proueida  e  fornecida 
e  tratada  de  todas  las  cosas  que  les  convenían  para  su 
mantenimiento,  y  llegaron  a  esta  prouincia  e  cibdad  en 
tiempo  de  ynvierno,  que  lo  es  en  esta  tierra  estos  dos 
messes  pasados  e  los  dos  por  venir,  e  por  cavsa  de  las 
aguas  e  rrios  muy  grandes  no  an  podido  salir  a  entrar, 
porque  si  lo  ovieran  hecho  ovieranse  muerto  muchos  por 


XXXV 

ser  nuevamente  venidos  e  no  les  aver  prouado  la  tierra,  e 
a  esta  cavsa  a  sido  toreado  el  Gouernador  les  aya  soste- 
nido e  mantenido,  como  lo  ha  hecho  e  haze;  e  demás 
desto  hazemos  saber  a  Vuestra  Magestad  quel  Gouerna- 
dor siempre  procura  e  tiene  especial  cuydado  de  aver 
para  la  tierra  todos  los  pasageros  que  aqui  llegan  en  na- 
vios que  ban  encaminados  para  otros  puertos,  e  ponién- 
dolo por  obra  hemos  visto  como  ha  hecho  quedar  a...  (1) 
los  quales  paga  los  fletes  a  los  maestros  que  los  traen, 
e  demás  desto  les  da  de  comer  hasta  que  lo  ban  a  ganar. 
E  en  el  mismo  navio  en  que  vino  la  gente  que  traxo  No- 
fro  de  Sagredo  llego  a  esta  ciudad  el  licenciado  Torres, 
obispo  e  protetor,  e  por  ser  la  persona  que  nos  a  pares- 
cido  que  es  besamos  los  rreales  pies  e  manos  de  Vuestra 
Magestad  por  lo  aver  enviado,  porque  con  su  dotrina  e 
buena  vida  sera  mucha  parte  para  que  Vuestra  Magestad 
sea  mas  seruido,  e  los  que  acá  estamos  tengamos  quien 
nos  alumbre  e  dotrine  en  las  cosas  del  servicio  de  Dios 
nuestro  Señor  e  de  Vuestra  Magestad;  ansy  mismo  haze- 
mos saber  a  Vuestra  Real  Magestad  que  como  el  Gouer- 
nador e  todos  los  que  en  esta  prouincia  bivimos  tenemos 
muy  cierta  esperanea  en  Dios  nuestro  Señor  que  el  rrio 
grande  de  la  Madalena  a  de  ser  cosa  tan  rrica  de  que 
Vuestra  Magestad  a  de  ser  muy  servido,  e  todos  los  ve- 
zinos  e  pobladores  muy  aprouechados,  e  para  ver  e  saber 
esto  el  Gouernador  vemos  que  a  puesto  por  obra  de  ser- 
uir  a  Vuestra  Magestad  en  gastar  mucha  cantidad  de  ha- 
zienda,  mas  de  la  que  a  nuestro  parescer  el  tiene,  en  ha- 
zer  una  armada  de  caravelas  e  vergantines  que  ya  esta 
haziendo,  y  están  acabados  dos  tan  buenos  como  se  pu- 

(i)    Roto  el  ms. 


XXXVI 

dieran  hazer  en  Malaga,  y  están  prencipiandose  a  hazer 
los  demás,  que  an  de  ser  otros  dos  o  tres,  e  las  carave- 
las  que  tiene  son  dos  e  muy  buenas,  e  para  ello  tiene 
muy  buena  artillería  e  munición  e  marineros  e  todo  lo 
demás  que  es  necesario,  e  porque  a  cinco  íeguas  desta 
cibdad  esta  vna  ciénega  de  agua  muy  grande  que  comen- 
ca  desde  junto  a  la  mar  y  entra  la  tierra  adentro,  en  la 
qual  tenemos  noticia  que  ay  muchas  poblazones  e  muy 
grandes,  e  segund  se  cree  e  se  a  sabido  de  algunos  yn- 
dios,  por  la  dicha  ciénega  e  por  el  agua  ay  contratación 
e  subida  al  rrio  grande  de  la  Madalena,  e  por  esto  el  Go- 
uernador  tiene  determinado  de  acabados  estos  verganti- 
nes,  muy  brevemente  se  entrar  con  los  dichos  vergantines 
por  la  boca  de  la  ciénega,  para  ver  e  saber  el  secreto  e 
pacificar  los  pueblos  de  la  mesma  ciénega,  de  que  se  tie- 
ne noticia  que  son  muchos  e  rricos;  e  crea  Vuestra  Real 
Magestad  que  si  por  la  ciénega  ay  desaguadero  al  dicho 
rrio  grande  porque  puedan  entrar  ios  vergantines  en  el 
rrio,  que  creemos  e  tenemos  por  cierto  que  sera  una  de 
las  rricas  e  señaladas  cosas  que  ávido  en  estas  partes, 
porque  segund  opinión  de  pilotos,  por  el  mesmo  rrio  e 
por  aquel  rumbo  se  a  de  yr  a  topar  la  mar  del  Sur  e  la 
tierra  del  Perú;  plega  a  Nuestro  Señor  de  lo  encaminar 
como  sea  su  seruicio,,  (1). 

Las  cartas  de  García  de  Lerma  completan  la  narración, 
amena  a  trechos,  pero  farragosa  las  más  veces,  de  Juan 
Castellanos,  y  así  vemos  por  una  fechada  en  Santa  Marta 
a  7  de  Enero  de  1531,  que  había  hecho  una  expedición 


(i)  Carta  fechada  en  Santa  Marta  a  20  de  Agosto  de  1533  y  suscrita 
por  Francisco  de  Arbolancha,  García  Manuel  de  Carvajal,  Juan  de  Barrio, 
Luis  de  Mayer  y  Juan  de  San  Martín  (Archivo  de  Indias.  Est.  72,  caj.  4> 
leg.  35)- 


XXXVII 

al  pueblo  Grande,  poblado  de  indios  belicosos,  llegando 
a  tierras  donde  nunca  habían  estado  los  cristianos,  y  que 
después  estuvo  parte  de  su  gente  en  la  Ramada,  en  cuyo 
país  deseaba  edificar  una  fortaleza  para  sujetar  aquellos 
bárbaros  (1). 

El  sistema  de  colonización  que  proponía  era  construir 
fuertes  de  veinte  en  veinte  leguas,  o  a  menos  distancia,  y 
poner  en  cada  uno  de  treinta  a  cincuenta  hombres  que 
viviesen  de  rescatar  pacíficamente  con  los  indígenas;  en 
cada  uno  de  aquéllos  habría  dos  religiosos  de  buena  con- 
ciencia que  propagasen  el  Evangelio  entre  los  naturales 
y  defendiesen  a  éstos  de  posibles  tropelías:  sistema  pare- 
cido al  de  Fernández  Oviedo,  cuando  pidió  cien  hábitos 
de  Santiago  para  otros  tantos  colonos  que  llevaría  como 
civilizadores  pacíficos,  que,  bien  elegidos,  no  se  dejarían 
arrastrar  por  los  groseros  impulsos  de  la  soldadesca: 

"A  los  veinte  del  mes  de  Noviembre  del  año  pasado 
escreui  largo  a  Vuestra  Magestad.  Después  no  se  ofrece 
cossa  de  mucha  sustancia  que  le  hazer  saber,  de  duplicar 
lo  mismo,  para  que  mas  conste  a  Vuestra  Magestad  lo 
que  a  subcedido  en  esta  tierra  después  que  yo  a  ella  vine, 
y  la  mucha  ynstancia  que  he  hecho  y  hago  por  atraer  y 
rreducir  a  seruicio  y  obediencia  de  Vuestra  Magestad  es- 
tos yndios  del  pueblo  Grande,  que  perseuerando  siempre 
en  su  rrebelion,  dureza  y  pertinacia,  están  endurecidos  y 
permanecen  en  su  maldad,  como  otras  vezes  lo  he  escrito 
a  Vuestra  Magestad. 

Estos  yndios  son  belicosos  y  tienen  por  oficio  la  gue- 
rra, y  mucho  ejercicio  en  ella,  mas  que  otros  yndios  de 
toda  la  tierra,  y  alteran  y  llevannos  los  yndios  de  paz 


(i)    Archivo  de  Indias,  est.  72,  caj.  4,  leg.  18. 


XXXVIII 

nuestros  amigos,  y  desasosiegannos  toda  la  tierra,  y  por 
esta  causa  me  a  seido  forcoso  yr  en  persona  al  dicho  pue- 
blo Grande  con  el  mas  rrecabdo  de  gente  de  cavallo  y  de 
pie  que  he  podido,  para  procurar  de  trabajar  con  ellos 
de  pacificar  y  atraerlos  a  servicio  de  Vuestra  Magestad,  y 
asi  lo  continuaré  hasta  que,plaziendo  a  Dios,  lo  acabe  con 
ellos  por  las  mejores  vias  y  maneras  que  pudiere,  porque 
nos  tienen  los  pasos  de  la  tierra,  y  voluiendo  la  ultima 
vez  que  alia  fuy  a  esta  cibdad,  descubri  un  pedaco  de 
buena  tierra  que  hasta  alli  no  estuvieron  en  el  los  cristia- 
nos, y  luego  probeí  y  enbié  gente  alia  para  saber  la  cali- 
dad de  la  tierra,  los  quales  aunque  no  entraron  mucho 
por  falta  de  lenguas  con  que  con  los  yndios  se  entendie- 
sen, hallaron  pueblos  de  que  truxieron  algund  oro,  el 
qual  se  rrepartio  entre  la  gente  que  alia  fue,  pagando  pri- 
meramente los  derechos  que  a  Vuestra  Magestad  perte- 
nescian. 

Después  desto  luego  prcvey  en  enbiar  gente  a  vna  pro- 
vincia que  se  llama  la  Ramada,  la  qual  fue  por  ella  visi- 
tada y  la  dexaron  buena  y  de  paz,  y  dieronles  oro,  lo 
qual  se  rrepartio  segund  de  suso  dicho  es,  y  porque  en- 
tonces comentaron  las  agoas  en  esta  tierra  y  el  año  pasa- 
do fue  de  muchas  y  an  durado  y  duran  mucho  sin  cessar 
y  los  temporales  an  seydo  rrezios,  no  he  podido  poblar 
alia  vn  pueblo  de  chrislianos;  agora,  plaziendo  a  Dios, 
proveeré  en  ello,  de  que  se  seguirá  mucho  servicio  a  Dios 
nuestro  señor  e  a  Vuestra  Magestad,  y  se  asegurará  la 
tierra. 

Yo  he  estado  dias  ha  para  tornar  otra  vez  con  buen 
golpe  de  gente  de  pie  y  de  cavallo  a  la  misma  tierra  que 
descubri  veniendo  del  dicho  pueblo  Grande,  por  ver  y 
saber  el  secreto  della,  y  también  querría  poblar  en  ella 


XXXIX 

otro  pueblo  de  christianos  si  hallase  buena  dispusicion  y 
manera  para  ello,  y  si  no  me  faltare  gente,  de  que  acá  ay 
mucha  necesidad,  lo  qual  no  he  podido  poner  poi  obra 
hasta  agora,  por  ser,  como  he  dicho,  el  año  pasado  de 
tantas  agoas  sin  cesar,  y  rezios  tienpos,  que  a  mucho 
tienpo  que  no  hemos  podido  salir  desta  cibdad,  por  lo 
qual  la  gente  ha  estado  muy  alcancada. 

Yo  sienpre  he  hecho  y  haré  por  ella  todo  lo  que  pue- 
do, socorriéndolos  de  mi  hazienda  propria,  ea  tanto  que 
ella  durare,  porque  no  perezcan  ni  se  vayan,  que  de  otra 
manera  se  yrian  y  perderían,  porque  no  tienen  otros  pro- 
uechos  si  las  entradas,  no;  que  los  yndios  de  paz  de  que 
podrian  ser  aprouechados,  son  pocos  y  no  bastan  para 
dar  de  comer  a  veynte  o  treynta  onbres  que  sostengan 
esta  ciudad,  y  con  la  necesidad  que  padecen,  y  como 
también  están  en  costumbre  de  no  pagar  derechos  a 
Vuestra  Magestad,  forgado  me  ha  seydo  castigar  a  algu- 
nos dellos  porque  escarmienten,  y  porque  por  ello  los  he 
desterrado  y  afrontado  hanse  ydo  con  muchas  quexas  al 
Avdiencia  Real  de  Santo  Domingo  con  muy  falssas  y 
mentirosas  e  siniestras  rrelaciones  e  ynformaciones,  y  han 
dicho  de  mi  algunas  cosas  que  por  ventura  avran  llegado 
a  oydos  de  Vuestra  Magestad,  y  porque  ello  es  muy  al 
contrario  de  la  verdad,  suplico  a  Vuestra  Magestad  no 
mande  dar  crédito  a  cosa  nenguna  hasta  que  Vuestra  Ma- 
gestad me  mande  oyr,  porque  es  de  la  manera  que  lo 
digo. 

Como  por  otras  mias  tengo  escripto  a  Vuestra  Mages- 
tad, yo  tengo  hecha  y  acabada  esta  casa  que  Vuestra 
Magestad  me  mando,  que  es  muy  buena  y  prouechosa 
para  aqui;  suplico  a  Vuestra  Magestad  me  mande  pagar 
el  salario  della;  alia  enbio  la  fee  de  como  esta  hecha, 


XL 

También  escreui  a  Vuestra  Magestad  como  los  dia 
pasados  los  oydores  de  Santo  Domingo  me  enbiaron  a 
mandar  que  no  llevase  los  derechos  de  Capitán  general; 
yo  asi  lo  he  cumplido,  que  mas  a  de  año  y  medio  que  no 
llevo  quinto  ni  otra  parte  alguna,  hasta  ver  y  saber  la 
voluntad  de  Vuestra  Magestad,  ni  lo  llevare;  suplico  a 
Vuestra  Magestad,  porque  el  salario  que  me  manda  dar 
no  basta  para  substenerme,  y  porque  estoy  muy  adevda- 
do  y  enfermo,  me  enbie  brevemente  a  mandar  sobre  ello 
lo  que  Vuestra  Magestad  fuere  seruido  que  devo  hazer. 

Asy  mesmo  he  escripto  por  diuersas  vezes  a  Vuestra 
Magestad  que  lo  que  conviene  para  el  descargo  de  su 
rreal  conciencia  y  para  la  población  desta  tierra  y  para 
la  pacificación  y  conservación  de  los  yndios  della  y  para 
que  los  christianos  hagan  lo  que  deven,  es  que  se  hagan 
fortalezas  la  tierra  adentro,  de  veynte  en  veynte  leguas,  o 
de  doze  en  doze,  como  mas  pareciere  que  convenga,  y 
en  cada  fortaleza  se  ponga  vna  persona  cavallero  o  hi- 
dalgo de  confianza,  al  qual  se  le  den  treynta  o  quarenta 
onbres  o  cinquenta,  segund  la  dispusicion  de  la  tierra  o 
prouincia  donde  se  hiziere  la  tal  fortaleza,  y  el  y  la  gente 
que  con  el  estuviere  an  de  vivir  del  rrescate  que  tuvieren 
con  estos  yndios,  y  no  de  otra  manera,  y  avia  de  aver  en 
cada  fortaleza  dos  rreligiosos  de  buena  vida  y  letras  que 
predicasen  y  convertiesen  los  yndios  de  la  tal  prouincia, 
y  no  consentiesen  al  tal  alcayde  o  capitán  hazer  otra 
cosa  mas  de  la  que  Vuestra  Magestad  manda  que  se  haga 
con  los  yndios,  y  estos  tales  rreligiosos  no  avrian  de  que- 
rer obispar,  ni  querer  otro  fruto  de  la  tierra  sino  el  que 
Dios  dio  a  sus  apostóles,  y  desía  manera  se  harían  mu- 
chas fortalezas,  por  tienpo,  metidas  la  tierra  adentro,  y 
conversarían  los  christianos  con  los  yndios,  sin  les  hacer 


XLI 

mal  ni  daño,  y  podrían  yr  hasta  la  mar  del  Sur  y  mas 
adelante,  sin  costas  de  Vuestra  Magestad,  por  tienpo. 
Escriptolo  he  también  al  Presidente  de  Santo  Domingo, 
y  hasta  agora  no  me  ha  rrespondido.  Estoy  determinado 
de  comentar  la  población  desta  tierra  por  el  camino  que 
he  dicho,  si  mis  fuercas  y  hacienda  para  ello  bastaren, 
porque  a  la  de  Vuestra  Magestad  no  oso  tocar,  que  no 
tengo  comisión  para  ello,  ni  tocare  sin  licencia  y  facultad 
de  Vuestra  Magestad,  y  desta  manera  la  tierra  se  poblara, 
y  los  que  a  ella  venieren  se  arraygaran,  y  no  estaremos 
en  un  pueblo  como  este,  que  parece  estar  en  frontera.  Su- 
plico a  Vuestra  Magestad  me  mande  rresponder  lo  que 
sera  seruido  que  se  haga  sobre  esto,  que  aun  yo  no  estoy 
satisfecho  destas  entradas,  aunque  en  ellas  no  se  haze 
daño  ninguno  a  los  yndios,  ecebto  en  el  del  pueblo  Gran- 
de, que  fue  necessario,  porque  crea  Vuestra  Magestad 
que  la  gente  de  aquella  prouincia  biben  por  la  guerra  y 
su  oficio  es  matar  christianos,,  (1). 
Tan  falta  de  detalles,  y  al  mismo  tiempo  tan  amañada 


(i)  En  la  misma  carta  se  dan  algunas  noticias  relativas  a  la  Hacienda 
de  S.  M. 

«Yo  he  tenido  bien  que  averigoar  los  pleytos  del  thesorero  Pedro 
d'  Espinosa,  y  aun  no  he  podido  concluyr  las  tranpas  y  mal  rrecavdo  que  ha 
ávido  en  la  hazienda  de  Vuestra  Magestad;  alia  yra  la  rrelacion  de  todo 
como  pasa  para  que  Vuestra  Magestad  lo  mande  ver  y  proveer  lo  que  sea 
seruido. 

Asi  mismo,  el  contador  Ciff ontes  dexo  mala  cuenta  en  lo  de  su  cargo;  yo 
procurare  de  rremediar  todo  lo  que  pudiere  que  se  haga,  como  mas  conven- 
ga a  seruicio  de  Vuestra  Magestad. 

Por  falta  de  navios  no  envió  a  Vuestra  Magestad  buen  golpe  de  oro  que 
esta  junto,  porque  los  que  esperaba  de  abaxo  ya  son  pasados  sin  tocar  aqui, 
ni  de  Castilla  ha  arribado  ninguno,  y  porque  no  seria  bien  confiarlo  en  estas 
caravelas  y  pataches  pequeños  que  corren  a  algunos  puertos  de  la  Española 
con  mucho  rriesgo  y  peligro  por  los  tienpos  rrezios  que  haze,  en  que  aun  los 


XLII 

como  todas  las  suyas,  es  otra  carta  de  García  de  Lerma, 
enderezada  al  Monarca  desde  Santa  Marta  a  26  de  Oc- 
tubre del  mismo  año,  en  que  refiere  la  expedición  que 
encomendó  a  su  sobrino  Pedro  de  Heredia,  motivada 
principalmente  por  dar  de  comer  a  los  españoles  que,  ha- 
biendo llegado  con  esperanzas  de  hallar  pronto  Tequísi- 
mos tesoros,  se  veían  acongojados  por  el  hambre  (1): 

"Porque  con  todos  los  navios  que  deste  puerto  an  sa- 
lido he  escripto  a  Vuestra  Magestad  haziendo  larga  rre- 
lacion  de  las  cosas  destas  provincias,  en  esta  no  me  que- 
da que  hazer  saber  a  Vuestra  Magestad  sino  lo  subcedi- 
do  después  acá. 

Ya  escrebi  a  Vuestra  Magestad  como  abia  ydo  a  la  pro- 
vincia de  la  Ramada,  la  qual  halle  muy  pacifica  y  muy 
en  servicio  de  Vuestra  Magestad,  y  porque  la  gente  espa- 
ñola que  en  esta  provincia  están  está  necesitada,  embie 
toda  la  mayor  parte  della  con  vn  sobrino  mió  que  fue  a 


mercaderes  no  osan  fiar  ni  enbiar  su  hazienda,  porque  como  digo,  con  mu- 
cha dificultad  pueden  tomar  la  Española. 

En  asosegando  y  asentándose  mas  los  tienpos  y  aviendo  navios  conve- 
nientes en  que  pueda  yr  seguro,  enviar  lo  he  a  rrecaudo  lo  mas  brevemente 
que  ser  pudiere. 

Y  porque  Antonio  Ponce  que  va  por  procurador  desta  cibdad  para  supli- 
car a  Vuestra  Magestad  algunas  cosas  que  le  convienen,  que  ha  visto  y  ha 
seydo  presente  y  sabe  todo  lo  de  acá  que  Vuestra  Magestad  mas  quisiere 
saber,  del  qual  se  podra  mandar  ynfonnar  particularmente  dello,  yo  no 
digo  mas  de  rremiiirme  a  su  rrelacion. 

Ya  plugo  a  Dios  que  se  partió  la  gente  buen  golpe  della  de  cavallo  y  de 
pie,  a  la  entrada  la  tierra  abaxo  que  yo  descubii,  de  que  he  dicho  en  esta 
carta,  y  he  escripto  por  otra  a  Vuestra  Magestad;  confio  en  Dios  que  volve- 
rán buenos  y  sabrán  algunos  avisos  e  secretos  de  la  tierra.» 

(i)  En  este  punto  coincide  con  García  de  Lerma,  Juan  de  Castellanos, 
cuando  escribe  que  la  soldadesca  deseaba  conquistas  porque,  andando  ran- 
cheando, todavía— hallaba  sin  dineros  alimentos; — de  suerte  que  la  gente 
más  granada — deseaba  hacer  alguna  entrada. 


XLIII 

ver  y  descubrir  la  tierra  que  desde  alli  hazia  el  Sur  avia, 
el  qual  se  partió  de  mi  con  cuarenta  de  cavallo  e  ciento 
e  cinquenta  peones,  a  ocho  de  Junio  deste  año;  yo  me 
vine  a  esta  cibdad  con  algunos  vecinos  della,  para  sos- 
tenerla, porque  los  yndios  desta  provincia,  viendo  la  fla- 
queza de  los  cristianos  ser  pocos,  no  se  atrebiesen  a  ha- 
cerles daño  y  venirles  a  quemar  y  destruir  el  pueblo ;  como 
suelen,  y  plugo  a  Dios  que  desde  donde  yo  dexe  la  gente» 
hasta  aqui,  que  ay  cuarenta  leguas,  poco  mas  o  menos, 
no  hubo  yndio  rebelde  ninguno,  ni  que  tomase  armas 
para  contra  nosotros,  sino  antes  nos  dieron  de  muy  buena 
voluntad  comida  y  todo  lo  demás  que  les  pedíamos,  y 
ansi  a  estado  y  esta  esta  cibdad  y  sus  alrrededores  y  los 
indios  comarcanos,  en  paz  y  en  servicio  de  Su  Magestad. 
Lo  que  de  la  entrada  subcedio  deste  sobrino  mió  con 
toda  la  gente,  es  que  ellos  corrieron  desde  ocho  de  Junio 
hasta  quince  de  Otubre,  al  Sur,  quatro  meses  y  ocho  dias; 
descubrieron  mucha  tierra;  quieren  decir  que  anduvieron 
dozientas  e  cinquenta  leguas;  hallaron  muchos  pueblos  y 
muy  buenos,  mucha  diversidad  de  gentes  y  costumbres, 
especial  algunos  que  bibian  contra  natura,  y  otros  que 
tenían  guerras  con  ellos  los  vnos  y  los  otros;  todos  reci- 
bieron muy  bien  a  los  cristianos  y  les  dieron  de  lo  que 
tenían,  y  fue  tanta  la  paz  que  entre  los  cristianos  y  ellos 
hubo,  que  no  murió  cristiano  ni  yndio  en  toda  la  jorna- 
da. Los  yndios  dieron  a  los  cristianos  treze  mili  e  tre- 
zientos  pesos  de  oro,  de  caricuries  y  oregeras,  y  dos  mili 
e  quinientos  pesos  de  oro  fino,  e  mili  e  cien  pesos  de 
todo  oro  de  rescates.  Vuestra  Magestad  puede  creer  y  te- 
ner por  cierto  que  esta  tierra  que  an  hallado  que  es  la 
mas  rica  que  en  estas  partes  ay,  y  de  que  mas  servicio 
Vuestra  Magestad  puede  rrecebyr,  y  renta;  que  sino  fue- 


XLIV 

ra  porque  la  gente  azerto  a  yr  en  tiempo  mojado,  porque 
en  aquellas  partes  es  el  tiempo  quando  lluebe,  que  truxe- 
ran  mucha  suma  de  oro,  y  que  descubrieran  muy  gran- 
des secretos,  porque  toparon  con  un  rrío  muy  grande, 
que  ansi  se  llama  en  estas  partes  rio  Grande,  que  por  esta 
parte  desta  cibdad  al  Sueste,  estara  de  aqui  cuarenta  le- 
guas por  tierra,  a  donde  rribera  del  es  mucho  el  oro  que 
ay,  todo  fino  y  muy  bueno;  no  pueden  entrar  en  el  na- 
bios  porque  la  furia  del  es  tan  grande  que  no  los  deja 
subir,  por  manera  que  puede  Vuestra  Magestad  saber  que 
estos  que  fueron  en  esta  entrada  se  vinieron  a  juntar  con 
vn  camino  que  avia  hecho  en  la  otra  entrada  que  a  Vues- 
tra Magestad  escribí,  a  vna  jornada  del. 

Descubriéronse  en  esta  entrada  muchas  minas  y  muy 
buenas;  hase  sabido  el  secreto  de  como  losyndios  cogen 
el  oro,  que  es  queman  la  tierra  en  cierta  manera;  y  por 
no  ser  prolixo  ni  importuno  a  Vuestra  Magestad  no  escri- 
bo todas  las  particularydades  que  demás  que  las  que  arri- 
ba digo  ha  ávido.,, 

Referida  con  tamaño  laconismo  la  expedición  de  Pe- 
dro de  Lerma,  como  si  temiese  dar  más  detalles,  que 
después  de  todo  serían  luego  sabidos  en  la  Corte,  pasa 
el  Gobernador  a  enumerar  las  dificultades  que  ofrecía  la 
conquista  y  colonización  de  aquella  provincia,  donde  te- 
nía por  todo  ejército  unos  cincuenta  jinetes  y  doscientos 
de  a  pie,  con  la  circunstancia  agravante  de  que  los  cha- 
petones, los  recién  llegados,  enfermaban  y  morían,  en  su 
mayor  parte,  o  se  iban  a  otras  regiones,  por  lo  que  con- 
venía estimular  la  inmigración  concediendo  mercedes  a 
los  que  se  estableciesen  allí,  mayormente  si  llevaban  sus 
mujeres  e  hijos,  para  convertirse  de  hecho  en  vecinos  y 
pobladores  de  asiento: 


XLV 

"Lo  que  agora  me  pareció  hazer  saber  a  Vuestra  Ma- 
gestad  que  cumplia  a  su  real  servicio  y  al  descargo  de 
su  conciencia  real,  es  que  Vuestra  Magestad  sabrá  que 
en  esta  provincia  puede  aver  cuarenta  e  cinco  o  cincuen- 
ta hombres  de  cavallo,  y  dozientos  hombres  de  pie,  poco 
mas  o  menos,  y  es  muy  poca  gente,  que  quando  he  pa- 
cificado con  ella  vna  provincia  y  la  dexo  muy  de  paz  y 
en  servicio  de  Vuestra  Magestad,  y  buelbo  a  otra,  no  ten- 
go gente  que  dejar  en  aquella  ninguna,  y  quando  quiero 
tornar  otra  vez,  es  menester  tornarla  a  conquistar  de  nue- 
bo,  y  es  muy  gran  trabajo,  no  se  haze  fruto  en  los  yndios, 
ni  tampoco  los  cristianos  tienen  reposo,  y  porque  el  tra- 
bajo es  demasiado  la  gente  se  muere  cada  dia,  ansi  en  la 
guerra,  que  los  yndios  nos  yeren,  como  en  la  paz  en  en- 
fermedades grandes  que  de  los  trabajos  de  las  entradas 
les  subceden,  como  de  los  malos  rremedios  de  físicos  y 
zurujanos  y  medecinas  que  en  la  tierra  ay;  ya  escrevi  a 
Vuestra  Magestad  el  remedio  que  esto  tenia,  como  hom- 
bre que  lo  he  esperimentado  y  visto,  que  es  que  Vuestra 
Magestad  mande  embiar  gente  que  sea  de  las  yslas  de 
Canaria,  o  de  las  que  andan  en  estas  tierras  de  por  acá, 
porque  de  los  que  de  alia  vienen,  de  ciento  mueren  los 
ochenta;  y  venida  esta  gente,  en  conquistándose  una  pro- 
vincia se  devia  mandar  hazer  vna  fortaleza  e  vn  pueblo, 
de  que  rredundarya  muy  gran  renta  a  Vuestra  Magestad, 
y  lo  que  mejor  es  que  los  yndios  rezebirian  mucha  con- 
versación con  los  cristianos  e  se  convertirian  a  nuestra 
santa  fee  católica;  muy  largo  le  tengo  escripto  a  Vuestra 
Magestad  la  horden  que  en  esto  se  devria  tener,  y  como 
los  cristianos  avian  de  bebir;  nunca  ha  abido  respuesta, 
mas  de  que  supe  que  Vuestra  Magestad  mandaba  escre- 
vir  a  sus  oficiales  que  aqui  residen  que  embien  su  pare- 


XLVI 

cer  sobre  esto;  no  se  si  lo  an  embiado;  yo  bien  sospecho 
que  no,  porque  conmigo  nunca  lo  an  comunicado,  y  creo 
que  el  menor  cuydado  que  tienen  es  este,  y  aunque  los 
oficiales  son  personas  que  en  sus  oficios  deven  saber  toda 
cosa,  en  este  caso  tienen  poca  ciencia  y  esperiencia;  y 
que  la  tubiesen,  se  dezir  a  Vuestra  Magestad  que  tienen 
tanta  pasión  y  cobdicia  que  per  un  maravedi  de  interese 
escriviran  o  dirán  cosas  que  ni  lleven  pies  ni  cabeza;  ya 
sobre  esto  tengo  escripto  largo  a  Vuestra  Magestad;  no 
tengo  mas  que  dezir. 

Lo  otro,  hago  saber  a  Vuestra  Magestad  que  los  cava- 
llos  se  desminuyen  también  como  los  hombres,  y  se 
mueren  de  la  mesma  manera;  que  esta  jornada  se  queda- 
ron treynta  cavallos  de  silla  y  carga,  y  zertifico  a  Vues- 
tra Magestad  que  la  gente  vino  tan  destrozada  y  cansada 
que  no  se  como  podra  comprar  otros,  ni  encavalgarse 
para  tornar  a  servir  a  Vuestra  Magestad,  porque  como 
no  muryeron  en  la  guerra  no  se  los  pagan  de  monto,  y  los 
que  los  an  perdido  tienen  arto  trabajo,  porque  cuesta 
aqui  vn  cavallo  de  pasaje  veynte  pesos  de  buen  oro,  y 
vale  ordinariamente  vn  cavallo  de  silla  ciento  o  ciento  e 
veynte  pesos.  Yo  no  les  quise  llevar  desta  entrada  parte, 
ni  joya,  ni  otra  cosa,  sino  darles  de  lo  mió,  por  ver  su 
necesidad. 

Visto  este  daño  y  temiéndome  yo  del,  he  embiado  por 
estas  yslas  comarcanas  por  gente  y  cavallos  a  mi  costa; 
que  en  la  hazienda  de  Vuestra  Magestad  no  he  hosado 
tocar,  porque  para  ello  no  tengo  licencia.  Cavallos  an 
traydo  ya  algunos  y  espero  cada  dia  vernán  mas,  y  gente 
muy  poca,  porque  los  oydores  y  gobernadores  de  las 
otras  yslas  no  los  dejan  sacar.  Vuestra  Magestad,  si  fuere 
servido,  mandará  remediar  esto;  que  se  hagan  algunas 


XLVII 

mercedes  a  los  vezinos  que  aqui  an  residido  y  servido, 
para  que  se  animen  a  serbir  adelante,  y  otros  se  perpe- 
túen y  arrayguen  en  la  tierra,  que  lo  que  en  mi  mano 
es  yo  haré  todo  lo  que  alcangare  y  supiere  y  mis  fuer- 
cas  bastaren. 

Cosa  muy  necesaria  seria  tener  cinco  o  seys  vergan- 
tines  para  este  rrio  que  arriba  digo,  los  quales  se  an  de 
llebar  en  piezas  por  tierra;  por  muy  cierto  y  averiguado 
tengo  se  traeria  mucha  cantidad  de  oro  con  ellos;  yo 
embio  por  vn  par  dellos,  porque  mi  hazienda  no  basta 
para  mas;  plega  a  Dios  que  se  acierte  a  traer  como  son 
menester,  porque  con  ellos  se  hará  la  espiriencia  del  ser- 
vicio y  renta  que  a  Vuestra  Magestad  se  le  acrecienta. „ 

Cualquiera  que  sea  el  juicio  que  deba  formarse  del  go- 
bierno de  García  de  Lerma,  es  indudable  que  las  dificul- 
tades inherentes  a  los  primeros  años  coloniales  eran  esco- 
llos donde  el  piloto  más  hábil  tropezaba  sin  poderlo 
remediar;  escaso  de  mantenimientos  el  país,  a  menos  de 
arrebatárselos  a  los  indios;  no  comenzadas  las  labores 
agrícolas  por  los  conquistadores,  ni  multiplicados  los  ani- 
males domésticos  importados;  rodeada  la  ciudad  de  tri- 
bus bárbaras  a  quienes  las  leyes  mandaban  tratar  con  una 
serie  de  respetos  y  de  consideraciones  que  en  la  actual 
guerra  europea  no  guardan  entre  sí  los  pueblos  más  cul- 
tos; aun  no  robustecido  el  poder  de  los  gobernantes,  cu- 
yos subditos  eran  soldados  que  gustaban  de  campar  a  sus 
anchas,  y  habían  ido  a  tan  lejanos  países  con  el  pensa- 
miento de  enriquecerse  en  pocos  años  y  volver  a  España 
cargados  de  oro;  continuas  las  competencias  y  los  con- 
flictos entre  las  autoridades  seculares  y  eclesiásticas,  que 
pretendían  guiar  los  asuntos  con  arreglo,  a  principios  aus- 
terísimos,  unas  veces,  y  otras  conforme  a  sus  intereses;  si 


XLVIII 

consideramos  todas  estas  circunstancias,  nada  más  justo 
que  ser  indulgentes  con  aquellos  hombres  que  cual  Gar- 
cía de  Lerma  incurrieron  en  desaciertos,  pero  que  al  fin 
y  al  cabo,  echaron  los  cimientos  de  futuros  pueblos,  no 
destruyendo  las  razas  que  domeñaban,  sino  incorporán- 
dolas espiritual  y  materialmente  a  la  civilización  y  al  pue- 
blo de  España  con  un  género  de  asimilación  no  igualado 
ni  siquiera  de  lejos  por  ninguna  de  las  naciones  moder- 
nas, Inglaterra  una  de  ellas,  que  han  puesto  bajo  su 
yugo  a  naciones  bárbaras  y  fundado  en  ellas  colonias. 

Continuando  García  de  Lerma  su  epístola,  expone  las 
dificultades  que  hallaba  para  conquistar  y  poblar  aquella 
provincia  con  el  exiguo  número  que  tenía  de  soldados  y 
colonos,  a  quienes  había  de  atraer  concediéndoles  tierras 
y  otras  mercedes: 

"Ya  escrebi  a  Vuestra  Magestad  como  en  la  gente  que 
aqui  ay  no  se  puede  hazer  mas  de  sustentar  este  pueblo 
y  otro  que  tengo  comentado  a  hazer  en  la  Ramada,  y 
si  no  ay  mas  gente,  el  fruto  que  desto  se  sacara  sera  que 
rrobaranesta  tierra,  que  esta  pacifica,  y  esquilmarla  an 
de  tal  manera  que  muy  presto  se  acabara,  como  en  las  otras 
yslas  y  tierras  comarcanas  an  hecho,  y  no  basta  seso  de 
hombre  humano  para  resistirlo,  porque  la  mayor  parte 
de  la  gente  que  acá  está  en  esta  provincia  tienen  sus 
mugeres  e  hijos  allá  en  España,  y  de  fuerga  an  de  querer 
bolver  a  su  naturaleza  y  a  lo  que  sonó  bligados.  El  rre- 
medio  desto  ya  lo  escrevi  a  Vuestra  Magestad  otra  vez; 
mas  aunque  sea  ymportuno,  por  lo  que  toca  a  la  rreal 
conciencia  de  Vuestra  Magestad  torno  a  ymportunar  y  a 
suplicar  a  Vuestra  Magestad  que  mande  que  se  les  hagan 
tantas  mercedes  y  tan  perpetuas  que  los  animen  y  atray- 
gan  a  que  se  arrayguen  y  perpetúen  en  esta  tierra,  y  que 


XLIX 

no  solamente  ellos,  pero  que  trayan  acá  sus  mugeres  e 
hijos,  deudos  y  amigos  e  vezinos,  y  esto  dándoles  peda- 
zos grandes  de  tierra  con  todo  io  que  en  ellas  hubiere  de 
yndios,  en  vasallaje  por  suyoSj  y  esto  en  tanta  cantidad 
que  cada  uno  presumiese  de  ser  acá  mas  y  acrezentarse 
mas  que  era  en  España,  reservando  Vuestra  Magestad  en 
si  sus  rentas  reales  y  la  juredicion,  y  desta  manera  po- 
blarse yan  estas  tierras  muy  presto,  y  crezerian  las  rren- 
tas  de  Vuestra  Magestad  mucho,  y  seria  cosa  posible  to- 
par con  muy  grandes  secretos  de  oro,  plata  y  otros  me- 
tales, y  d'  especeria,  y  a  lo  que  yo  alcanco  saber  es,  y 
dello  tengo  grandes  señales,  que  por  esta  parte  toparía- 
mos antes  con  la  especiería  que  por  otra  ninguna  de  lo 
descubierto. 

Digo  que  si  Vuestra  Magestad  fuere  serbido  de  hazer 
mercedes  a  los  vezinos  desta  provincia  que  bien  y  leal- 
mente  an  servido  a  Vuestra  Magestad,  que  yo  embiare 
la  relación  de  las  personas,  como  testigo  de  vista,  en 
que  cabrán  muy  bien  y  que  teman  posibilidad  y  perso- 
nas para  hefetuar  qualquier  cosa  que  de  parte  de  Su  Ma- 
gestad les  fuere  mandado.  Yo  escrivo  lo  que  se  y  alcan- 
zo; Vuestra  Magestad  mandara  proveer  lo  que  mas  fuere 
servido. 

En  vn  navio  que  partió  de  aqui  a  veinte  e  cinco  de 
Abril  deste  año  embie  a  Vuestra  Magestad  mili  e  dozien- 
tos  pesos  de  oro  fino,  e  quatro  mili  e  ochocientos  e  se- 
tenta e  quatro  pesos  e  quatro  tomines  de  oro  de  águilas; 
agora  embio  en  este  navio  de  la  Pazaran,  vizcayno,  cin- 
co mili  e  docientos  e  ochenta  e  nueve  pesos  de  oro  de 
águilas,  y  quatrocientos  e  noventa  e  tres  pesos  de  oro 
de  quilates,  fino;  en  el  primer  navio  enbiare  otro  partido. 

Suplico  a  Vuestra  Magestad  mande  que  escriban  a  los 

D 


oficiales  de  Sevilla  que  me  escriban  como  sera  bien  que 
se  enbie  el  oro:  fundido,  o  como  lo  embiamos,  y  como 
sera  rrs  servido  Vuestra  Magestad  y  sus  reales  rentas 
mas  guardadas,  porque  hasta  oy  de  ningún  oro  que  de 
aqui  he  embiado  no  he  ávido  respuesta,  ni  avn  savido 
sy  lo  an  rrezebido. 

También  enbie  a  suplicar  a  Vuestra  Magestad  manda- 
se a  los  oficiales  de  la  Contratación  contratasen  con  al- 
gunos mercaderes  que  nos  truxesen  aqui  mantenimientos, 
porque  nos  los  traen  de  las  yslas  comarcanas,  y  son  tan 
caros  que  no  nos  basta  a  los  vezinos  todo  quanto  de  la 
tierra  se  saca  para  alimentarnos,  y  si  los  navios  de  Cas- 
tilla viniesen  aqui  derechos,  pues  es  tan  cerca  la  derrota 
como  para  las  otras  yslas,  abria  muchos  provechos  y  a 
Vuestra  Magestad  escriviriamos  cada  dia  y  le  haríamos 
relación  de  las  cosas  de  la  tierra,  y  mas  breve  seriamos 
remediados  y  la  renta  de  Vuestra  Magestad  no  se  deter- 
nia  acá  vn  ora,  que  muchas  veces  esta  empedida  por  fal- 
ta de  navios,  y  los  vezinos  pasarlo  yan  mejor  y  podríanse 
mejor  sufrir,  y  vernia  mas  gente  á  la  tierra. 

Esto  y  otras  muchas  cosas  que  los  vezinos  desta  cib- 
dad  ternian  nescesidad  de  suplicar  á  Vuestra  Magestad 
les  hiziese  merced,  se  dexa  de  hazer  por  defeto  de  los 
regidores  del  pueblo  y  oficiales  de  Vuestra  Magestad, 
que  como  son  hombres  de  poca  espiriencia  y  bulliciosos 
y  ganosos  de  mandar,  hazen  corrillos  y  buscan  parciali- 
dades y  quexanse  de  mi  porque  hago  justicia,  y  por  con- 
tradezir  qualquier  cosa  que  yo  les  diga  y  mando,  ansy 
del  servicio  de  Vuestra  Magestad  como  del  bien  desta 
cibdad  y  de  les  vezinos  della;  no  hazen  cosa  que  com- 
benga  al  seruicio  de  Vuestra  Magestad,  ni  al  bien  de  los 
pobladores  pobres  vezinos  desta   cibdad  que   syrven  y 


Lí 

pueblan  en  ella  y  son  los  que  dan  la  rrenta  a  Vuestra 
Magostad,  y  estos  otros  los  que  la  llevan  y  gastan;  por  lo 
que  debo  al  servicio  de  Vuestra  Magestad  y  al  descargo 
de  mi  conciencia  del  car^o  que  Vuestra  Magestad  en  esta 
provincia  me  tiene,  le  suplico  lo  mande  remediar  hazien- 
do  mercedes  a  los  que  le  syrben,  y  proveyéndoles  de  los 
oficios  de  Vuestra  Magestad  que  en  la  tierra  vacaren,  y 
otras  mercedes,  según  cada  vno  lo  sirviere  y  mereciere.,, 

Si  hubiésemos  de  dar  crédito  a  la  verdad  oficial,  los 
comienzos  del  viaje  emprendido  por  los  capitanes  Juan 
de  Céspedes  y  Juan  de  San  Martín,  en  nombre  de  García 
de  Lerma,  con  objeto  de  descubrir  las  tierras  que  baña 
el  caudaloso  río  Magdalena,  fueron  meaos  difíciles  de  lo 
que  generalmente  se  pensaba  y  no  hubo  en  él  incidentes 
desagradables.  Tal  escribieron  los  oficiales  Lope  de  Idia- 
quez,  Francisco  de  Orduña  y  Luis  de  Mayor,  en  una  carta 
dirigida  a  S.  M.  y  fechada  en  Santa  Marta  a  23  de  Junio 
del  año  1532,  añadiendo  que  los  indígenas  habían  reci- 
bido sin  hostilidad  a  los  españoles,  a  quienes  espontánea- 
mente regalaron  algunos  pedazos  de  oro: 

"En  el  galeón  escrevimos  a  Vuestra  Magestad,  y  en- 
biamos  tres  mili  y  quinientos  y  tres  pesos  de  oro  d'  agui- 
llas,  y  trezientos  y  quatorze  pesos  de  oro  fino,  y  fizirnos 
a  Vuestra  Magestad  saber  como  el  Gouernador  armó  a 
su  costa  una  armada  de  dos  navios  y  vn  vergantin  y  mu- 
chas barcas,  con  alguna  copia  de  gente  y  artillería  y  ar- 
mas, para  descubrir  el  rio  grande  llamado  de  la  Mada- 
lena,  y  como  en  opinión  de  todos  se  tuvo  que  la  dicha 
armada  se  perdería  por  la  dificultad  de  la  entrada  en  el, 
como  se  presumió  y  pensó  que  lo  hera,  porque  se  tarda- 
ron algo  mas  de  lo  que  se  pensaua;  y  lo  que  ha  resultado 
della  es  que  después  desto  venyeron  todos  buenos  y  sa- 


LII 

nos,  sin  perder  honbre,  y  entraron  bien  en  el  dicho  río 
y  subieron  por  el  mas  de  treynta  legoas,  en  que  d'anbas 
partes  del  rio  hallaron  y  descubrieron  muy  mucha  pobla- 
ción de  yndios  sin  numero,  la  qual  allanaron  y  pacifica- 
ron y  dexaron  quieta  y  de  paz  y  obedientes  a  seruicio  y 
obediencia  de  Vuestra  Magestad,  por  bien,  sin  hazerles 
mal  ni  daño  alguno,  amigablemente,  y  ellos  de  su  propia 
voluntad  les  dieron  algund  oro,  de  que  se  recibió  el  no- 
veno dello  que  a  Vuestra  Magestad  pertenecía,  y  truxie- 
ron  algunos  yndios  domésticos,  consigo,  en  señal  de  paz 
y  amistad,  y  por  faltarles  tiempo  dizen  que  no  subieron 
mas,  por  lo  qual  les  pareció  boluerse  a  dar  nuevas  de  sy 
y  de  lo  que  les  avino.  Es  tan  buena  nueva  para  esta  tie- 
rra, que  no  puede  ser  mas,  porque  la  grandeza  y  riqueza 
del  dicho  rio  siempre  se  tuvo  en  mucho,  mas  no  osó  na- 
die enprehender  hasta  aqui  la  entrada  en  el.  Confiamos 
en  nuestro  Señor  que  del  y  de  otros  muchos  secretos  y 
riquezas  que  en  el  se  descubrirán  se  hará  mucho  seruicio 
a  Vuestra  Magestad,  e  se  acrecentaran  sus  derechos  y 
rentas  reales,  y  que  sera  mucho  remedio  para  esta  tierra. 
ElGovernador  se  aderecay  apareja  para  ir  alia,  de  muchos 
navios  y  bastimentos  para  seys  meses,  y  el  yra  con  la  gen- 
te de  cavallo  e  de  pie,  desta  cibdad,  por  tierra,  en  su  se- 
guimiento y  favor.  Plege  a  Dios  le  subceda  prospero,  que 
ya  no  falta  en  esta  tierra  syno  gente,  para  el  bien  e  des- 
canso della,  y  para  poblar  algunos  pueblos  de  christianos 
la  tierra  adentro  para  la  pazificacion  della  y  seguridad  de 
los  yndios,,  (1). 
Esta  seca  y  afectada  relación  se  halla  desmentida  por 


(i)     Carta  acerca  de  discubrimientos  en  el  río  Magdalena. — Santa  Marta, 
2¿  de  Juuio  de  1532. — Original.  Aichivo  de  Indias.  Est.  72,  caj.  4,  leg.  39. 


Lili 

el  testimonio  de  Castellanos,  quien  la  completa  con  mu- 
chísimos detalles,  y  afirma  que,  lejos  los  indios  de  reci- 
bir afablemente  a  los  españoles,  se  refugiaron  en  unas 
islas,  de  tal  modo  que  los  españoles  pasaron  hartos  tra- 
bajos por  falta  de  víveres,  hasta  que  entre  ellos  y  los  na- 
turales hubo  relaciones  más  pacíficas: 

Los  indios  de  la  tierra,  como  vieron 
Gentes  de  quien  ignoran  pensamientos, 
En  las  islas  que  tienen  se  metieron 
Con  hijos  y  mujeres  y  alimentos; 
Desta  causa  los  nuestros  padecieron 
Aquello  que  padecen  los  hambrientos; 
Dióse  orden  en  que  de  paz  se  trate, 
Y  ansí  dieron  comida  por  rescate  (i). 

Pero  el  hecho  más  culminante  que  callan  los  buenos 
oficiales  en  su  carta  al  Rey  es  el  suplicio  de  Santos  de 
Saavedra,  mozo  levantisco,  por  los  capitanes  Céspedes  y 
Alonso  de  San  Martín,  apoderándose  de  éi  traidoramente 
y  poniéndole  en  collera,  las  manos  apretadas  con  esposas. 

Cuatro  años  llevaba  en  su  gobierno  García  de  Lerma, 
y  no  obstante  lo  mucho  que  esperaba  de  la  exploración 
del  río  Grande,  ésta  no  avanzaba  como  era  de  desear;  en 
la  primavera  del  año  1532  envió  una  nueva  armada,  que 
sólo  recorrió  unas  veinte  leguas,  no  obstante  que,  en 
opinión  de  todos,  aquel  río  era  navegable  hasta  muy 
adentro,  y  que  los  indios  ribereños,  lejos  de  mostrarse 
hostiles,  habían  dado  cierta  suma  de  oro,  repartida  luego 
equitativamente  entre  los  expedicionarios,  una  vez  saca- 
dos los  derechos  de  Su  Majestad: 

"En  el  galeón  escrevi  a  Vuestra  Magestad  y  le  enbie  tres 
mili  y  quinientos  y  tres  pesos  de  oro  de  águilas,  y  tres- 
cientos y  catorce  de  oro  fino.  Lo  que  después  ha  subce- 


(l)    Elegías,  pág.  285. 


LIV 

dido  es  que  el  armada  que  escrevi  a  Vuestra  Magestad 
que  enbie  al  rrio  Grande,  fue,  y  aunque  en  opinión  de 
todos  parescia  ser  imposible  hazerse  cosa  buena  con  ella, 
por  ser  tan  dificultosa  la  entrada,  plugo  a  Dios  de  hazer- 
lo  mejor,  porque  los  navios  entraron  el  mesmo  dia  que 
de  aqui  partieron,  por  el  rrio,  y  hallaron  la  mejor  tierra 
y  mejor  dispusicion  y  todas  los  cosas  nescesarias  que 
nunca  se  a  visto  en  estas  partes;  los  yndios  muy  domes- 
ticos  y  de  paz;  subieron  por  el  rrio  arriba  mas  de  veinte 
legoas,  donde  los  yndios  les  dieron  cierta  cantidad  de 
oro,  la  qual,  después  de  pagados  los  derechos  a  Vuestra 
Magestad,  se  rrepartio  segund  la  costumbre  desta  tierra. 
Un  yndio  muy  principal,  con  su  muger,  se  metió  en  las 
caravelas  e  dixo  que  queria  venir  a  verme,  del  qual  he 
sabido  muchas  cosas  que  por  evitar  prolixidad  no  las  es- 
crivo  a  Vuestra  Magestad,  y  también  porque  no  se  deue 
dar  entero  crédito  a  cosas  de  yndios;  mas  después  de 
averme  bien  informado  de  todos  los  que  alia  fueron,  casi 
todos,  y  el  mesmo  yndio,  dizen  y  afirman  que  se  puede 
navegar  por  el  rrio  cinco  meses  con  los  navios,  lo  qual 
si  asi  es,  sera  muy  grande  servicio  y  muy  notable  para 
Vuestra  Magestad,  porque  por  aquel  camino  se  descu- 
brirían muy  grandes  secretos  y  mucha  tierra  donde  se 
presume  avra  muchos  metales  e  aun  otras  cosas  de  mu- 
cha ymportancia;  el  oro  que  de  alia  tiuxeron  es  muy 
bueno  y  de  diez  e  nueve  e  veynte  quilates  la  mayor  par- 
te; los  navios  que  envié  no  osaron  estar  alia  mas,  porque 
les  mande  que  después  de  haber  entrado  y  vista  la  ma- 
nera de  la  navegación  del  rrio  se  volbiesen,  y  ellos  lo 
hizicron  asi;  también  el  tienpo  era  de  agoas  y  las  corrien- 
tes heran  tan  grandes,  por  manera  que  era  dificultoso 
navegar  con  tales  tiempos;  yo  he  acordado  de  hazer  una 


LV 

armada  en  que  aya  quatro  o  cinco  caravelas  y  dos  o  tres 
vergantines  e  otros  bateles,  y  darles  los  aparejos  dobla- 
dos y  tresdoblados  y  bastecidos  por  seys  meses  de  todas 
las  cosas  necesarias,  asi  de  mantenimientos  como  de 
armas  e  artillería  y  munición,  y  enviar  siete  o  ocho  o 
diez  cavallos  dentro;  también  he  enviado  por  ciento  cin- 
quenta  hombres  de  los  que  andan  por  acá  perdidos  en 
estas  yslas,  a  mi  costa,  porque  en  esta  prouincia  ay  tan- 
ta falta  de  gente  que  no  seria  rrázon  dexar  esta  tierra  tan- 
to tiempo  sola,  ni  tampoco  ay  gente  en  ella  para  poder 
ynviar  en  los  navios;  si  Vuestra  Magestad  fuere  servido 
que  se  comience  a  poblar  aquella  tierra,  yo  lo  haré;  mas 
deseo  que  lo  hiziese  por  otra  orden  y  manera  que  se  ha 
hecho  en  estas  partes,  y  especialmente  en  esta  tierra;  y 
por  lo  que  al  descargo  de  la  conciencia  rreal  de  Vuestra 
Magestad  toca,  quiero  decirla  verdad,  como  honbre  que 
lo  ha  visto  muchos  años  ha:  que  los  pobladores  que  acá 
bienen  y  están,  algunos  de  ellos,  o  la  mayor  parte,  se  po- 
drían mejor  llamar  rrobadores,  porque  el  intento  que  tie- 
nen no  es  de  seruir  a  Dios  e  a  Vuestra  Magestad,  sino  rro- 
bar  y  deshollar  estos  yndios,  e  asy  rrobados  yrse  y  desam- 
parar la  tierra;  y  crea  Vuestra  Magestad  que  la  intincion 
es  que  dure  lo  que  durare;  paresceme  que  es  bien  que 
Vuestra  Magestad  lo  sepa,  porque  lo  mande  rremediar 
como  mas  sea  seruido,  que  yo  en  lo  que  puedo  lo  hago, 
y  en  verdad  que  pienso  que  en  esta  prouincia  se  haze 
menos  mal  que  en  todas  las  otras,  aunque  no  dexare  de 
decir  que  en  queriendo  yo  castigar  cualquier  cosa  des- 
tas,  o  sacarlos  de  sus  apetitos,  o  no  dexarles  meter  las 
manos  en  todo  lo  que  quieren,  luego  proponen  capítulos 
y  hacen  munipuiios  y  levantanme  dozientos  mil  falsos 
testimonios,  lo  qual  si  Vuestra  Magestad  no  manda  cas- 


LVI 

tigar  sera  cavsa  que  ninguno  acierte  de  los  que  le  serui- 
raos,  y  que  todos  se  atrevan;  yo  ya  lo  oviera  castigado  si 
no  fuera  en  cavsa  mia  propia,  porque  quiero  mas  que 
Vuestra  Magestad  se  sirva  de  mi  de  sufrido,  que  no  de 
acelerado,  hasta  hacer  relación  de  la  verdad;  suplico  a 
Vuestra  Magestad  me  mande  escreuir  lo  que  será  servido 
que  yo  haga,  asy  en  lo  del  armada  que  escrivo  que  haré, 
como  en  lo  de  adelante,  porque  todo  esto  hago  a  mi 
costa  sin  tocar  en  cosa  alguna  de  la  hazienda  de  Vuestra 
Magestad,  y  lo  que  he  hecho  hasta  aqui,  lo  mesmo. 

También  tuve  nueva  aqui  que  avia  perlas  mas  cerca 
del  cabo  de  la  Vela,  entre  Seturma  y  la  Ramada,  que  pue- 
de aver  de  aqui  alia  quarenta  legoas  o  cinquenta;  por 
seruir  a  Vuestra  Magestad  envié  una  caravela  armada  de 
todo  lo  necesario  a  descubrirlas;  no  es  buelta;  tengo  por 
nueva  cierta  que  las  traerán,  porque  aqui  he  tenido  mues- 
tra dellas. 

El  cacique  Bonda,  de  Vuestra  Magestad,  me  a  prome- 
tido darme  oro  de  su  propia  voluntad,  porque  le  e  atraí- 
do a  ello  con  dadivas  y  buenas  obras;  pienso  que  Vues- 
tra Magestad  será  bien  servido  de  el,  y  hasta  aqui  no  lo 
ha  hecho  porque  el  tiempo  no  ha  dado  lugar,  porque 
era  rrazon  de  conservarle  en  amistad  de  los  christianos, 
porque  cada  dia  tenemos  rrecuentros  con  los  de  la  sie- 
rra, y  este  cacique  es  el  mayor  señor  desta  tierra  y  tiene 
un  paso  el  mas  principal  delia. 

Muchas  vezes  tengo  escripto  a  Vuestra  Magestad  la  es- 
trema nescesidad  que  ay  de  gente  en  esta  tierra,  y  por  falta 
della  se  dexan  de  facer  muchos  servicios  a  Vuestra  Mages- 
tad, y  sus  rreales  rrentas  no  acrescentadas;  suplico  a  Vues- 
tra Magestad  que  lo  mande  proveer  como  sea  mas  servido. 

Porque  pasan  por  aqui  de  tarde  en  tarde  navios,  y  no  pue- 


LVII 

do  hazer  saber  a  Vuestra  Magestad  lo  que  conviene  a  su 
rreal  servicio  para  el  bien  desta  tierra,  tan  a  menudo  como 
querria,  acorde  de  enviar  esta  caravela  mia  que  es  una 
de  las  que  entraron  en  el  rrio  Grande,  y  en  ella  envió  el 
mesmo  piloto  que  metió  en  el  los  navios,  con  otras  per- 
sonas que  vieron  toda  la  tierra,  e  asy  mesmo  otro  de  los 
que  fueron  por  tierra,  para  que  por  Vuestra  Magestad 
visto  e  ynformado  dellos,  mande  lo  que  sea  seruido. 

Acá  he  sabido  como  Vuestra  Magestad  manda  yr  a 
rresgatar  o  poblar  a  Cartagena,  y  esta  tierra  del  rrio  Gran- 
de por  la  otra  banda  del  rrio  confina  con  ella,  y  nunca  se 
podría  hazer  cosa  buena,  porque  los  yndios  se  alborota- 
rían o  alterarían  como  lo  hazen  y  han  fecho,  y  solamen- 
te los  navios  que  pasan  por  allí  que  van  de  Santo  Do- 
mingo y  del  Nombre  de  Dios  de  la  Tierra  Firme  y  de 
otras  partes,  van  por  via  de  rrescate  y  rrobanlos  y  ma- 
tanlos,  suplico  a  Vuestra  Magestad  que  fasta  que  vea  el 
seruicio  que  rrescibe  del  rrio  Grande,  y  la  orden  que  ay 
en  el,  y  mande  suspender  qualquiera  licencia  que  aya 
dado  para  rrescatar  o  poblar,  porque  muy  brevemente 
pienso  yo  que  Vuestra  Magestad  sabrá  lo  que  pasa  muy 
particularmente,  tengo  creido  qu'  este  rrio  Grande  ha  de 
ser  una  cosa  tan  notable  que  en  todo  lo  descubierto  no 
se  aya  visto  otra  semejante.  Vuestra  Magestad  mande 
con  breuedad  se  despache  esta  caravela  porque  venga 
aqui  para  diziembre;  si  Dios  quisiere  me  ha  de  traer  mu- 
chas cosas  necesarias  para  el  armada,  porque  entonces 
comienga  el  verano,  para  subir  por  el  rrio  arriba,  que  sue- 
le durar  acá  seys  meses  este  verano,  y  aunque  la  carave- 
la no  viniese  a  tiempo  no  dexare  de  hazer  el  armada, 
puesto  que  en  ello  se  hará  gran  costa,  porque  no  se  pase 
el  tiempo.  „ 


LVIII 

Como  en  otras  ocasiones,  García  de  Lerma  se  preocu- 
pa de  la  colonización  de  aquella  provincia,  donde  el  nú- 
mero de  españoles  era  escaso,  y  más  dados  a  enriquecer- 
se, para  luego  abandonar  el  país,  que  a  vivir  pacífica- 
mente de  su  trabajo,  de  tal  modo,  que  el  Gobernador  los 
moteja  de  robadores  e  indisciplinados,  enemigos  de  todas 
leyes  y  autoridades,  contra  las  que  apelaban  a  conspira- 
ciones y  calumnias;  quejas  en  las  que,  probablemente, 
había  un  fondo  de  verdad,  pues  en  los  comienzos  de  nues- 
tras colonias,  y  antes  de  que  éstas  se  convirtiesen  en  cen- 
tros económicos,  ei  núcleo  de  la  población  lo  constituían 
aventureros  reñidos  con  la  obediencia,  para  quienes  las  In- 
dias eran  un  ancho  campo  donde  podían  vivir  a  su  gusto. 

Más  importancia  que  las  cartas  anteriores  ofrece  otra, 
escrita  el  mismo  año  en  Santa  Marta,  de  donde  García 
de  Lerma  salía  todo  lo  menos  posible,  ya  fuese  por  evi- 
tar conspiraciones  en  su  ausencia,  ya  por  las  causas  que 
le  reprochaba  el  cronista  Fernández  de  Oviedo.  Insistien- 
do nuevamente  en  la  poca  gente  que  había  para  dominar 
aquella  región,  manifiesta  su  propósito  de  fundar  cuatro 
pueblos:  uno  en  la  Ramada,  si  bien  los  indios  de  aquella 
tierra  se  habían  alzado  por  una  fechoría  que  cometieron 
dos  españoles;  otro  en  Buritaca,  donde  había  minas  de 
oro;  el  tercero  en  la  boca  del  río  Grande,  por  el  cual  se 
podría  subir  nada  menos  que  hasta  el  Perú,  y  comuni- 
carse fácilmente  con  el  mar  del  Sur;  inexactitud  geográ- 
fica muy  disculpable  en  los  comienzos  de  la  conquista, 
cuando  apenas  los  españoles  conocían  otra  cosa  que  el 
curso  inferior  del  Magdalena.  Para  todo  ello  eran  menes- 
ter lo  menos  quinientos  nuevos  pobladores,  no  gente  bal- 
día, sino  labradores,  albañiles,  con  algunos  hidalgos  a 
quienes  respetasen  y  obedeciesen, y  a  los  que  se  debía  su- 


LIX 

ministrar  algún  tiempo  los  víveres  necesarios.  Todo  esto 
unido  a  una  conducta  pacífica  y  equitativa  con  los  in- 
dios, muy  susceptibles  y  vengativos,  serían  la  mejor  base 
para  fundar  allí  una  provincia  rica  y  que  daría  gran  pro- 
vecho a  Su  Majestad,  al  mismo  tiempo  que  facilitaría  las 
comunicaciones  con  el  Perú: 

"En  vna  caravela  mia  que  partió  de  aqui  a  los  veynte 
e  ocho  de  junio  escrevi  a  Vuestra  Magestad  haziendole 
saber  lo  que  avia  subcedido  hasta  entonces  en  esta  tierra; 
yo  embie  la  caravela  para  que  en  ella  Vuestra  Magestad 
me  enviase  a  mandar  lo  que  fuere  servido  que  se  hiziese 
en  lo  del  rrio  grande  de  la  Madalena,  de  donde  ella  aca- 
baba de  venir,  y  entretanto  yo  estoy  adregando  las  cara- 
velas  y  vergantines  que  se  pudieren  aver  para  tornar  a 
enbiar  alia  basteciéndolas  de  los  mantenimientos  e  apa- 
rejos nescesarios,  deseo  mucho  ver  lo  que  Vuestra  Ma- 
gestad manda  cerca  dello,  porque  haziendose  lo  que 
Vuestra  Magestad  manda,  no  se  podra  herrar;  ya  escrevi 
a  Vuestra  Magestad  como  avia  venido  un  yndio  princi- 
pal a  verme,  y  traxo  a  su  muger  y  sus  hijos,  el  qual  yo 
trate  lo  mejor  que  pude  y  lo  enbie  con  diez  de  cavallo, 
el  qual  me  dijo  muchas  cosas  y  secretos  de  aquella  tierra, 
que  por  ser  cosas  de  yndios  no  les  do  tanto  crédito  que 
lo  ose  escreuir  a  Vuestra  Magestad;  su  venida  a  verme 
aprouechó  mucho,  porque  hizo  de  paz  toda  la  tierra  por 
do  passó,  y  la  que  confina  con  el;  plega  a  Dios  que  no 
lo  dañe  la  gente  que  me  dizen  que  va  a  la  provincia  de 
Cartagena,  que  confina  con  ellos,  y  estos  yndios  saben 
las  nuevas  de  cinquenta  e  de  cient  legoas. 

Ya  escreui  a  Vuestra  Magestad  y  le  he  escrito  muchas 
veces  la  mucha  falta  de  gente  que  en  esta  tierra  ay,  que 
ninguna  cosa  buena  se  puede  hazer  syn  ella,  y  cada  dia 


LX 

se  desminuye  mas,  y  los  yndios  conoscen  nuestra  flaque- 
za, de  donde  procede  que  conosciendo  que  somos  pocos 
y  que  no  somos  poderosos  para  en  las  sierras,  todos  se 
van  a  ellas,  por  manera  que  aun  los  cristianos  que  acá 
quedan,  por  pocos  que  son,  no  tienen  con  que  se  susten- 
tar en  lo  llano;  yo  tengo  acordado,  como  a  Vuestra  Ma- 
gestad  he  escrito,  de  hazer  quatro  pueblos  con  quatro 
fortalezas:  el  uno  en  la  Ramada,  el  qual  se  comenco  a  ha- 
zer quando  yo  estuve  alli,  y  se  dexo  porque  los  yndios  se 
fatigavan  mucho  de  vernos  allá  tan  cerca  de  sus  casas,  y 
se  quedan  alear  a  la  syerra,  y  como  yo  vi  esto,  para  so- 
segallos  tome  por  medio  que  nos  viniésemos  a  esta  cib- 
dad,  y  concerté  con  los  yndios  que  me  viniesen  a  ver,  los 
quales  asy  lo  hizieron  y  cumplieron  conmigo,  y  el  mes 
de  mayo  pasado  envió  un  pueblo  que  sirve  a  Vuestra 
Magestad  particularmente,  dos  capitanes  suyos  con  vn 
presente  pequeño  de  oro,  el  qual  se  dio  a  los  oficiales  de 
Vuestra  Magestad,  y  los  capitanes  e  yndios  que  vinieron 
fueron  aposentados  aqui  en  esta  casa,  y  vistiéronse  los 
capitanes  e  ynbie  de  vestir  al  cacique  principal,  e  yn- 
bieles  muchas  cosas  de  las  quellos  me  ynviaron  a  pedir, 
y  visto  lo  que  con  estos  yndios  se  hizo  vinieron  luego  los 
de  vn  vecino  y  truxeronme  otro  poco  de  oro,  y  a  la  sazón 
que  ellos  avian  de  partir  yo  sali  desta  cibdad  con  toda  la 
gente  della  hazia  el  pueblo  Grande,  y  los  yndios  se  fue- 
ron su  camino  de  la  Ramada;  paresce  que  algunos  chris- 
tianos,  especialmente  he  sabido  que  dos,  se  disfracaron 
y  desfiguraron  y  fueron  tras  los  mesmos  yndios  que  lle- 
vavan  algund  oro  e  otras  cosas,  y  rrobaron  los  yndios  de 
todo  lo  que  llevavan,  y  aun  quieren  dezir  que  mataron 
algunos  dellos  por  tomarles  lo  que  llevavan,  y  como  yo 
andava  fuera  no  pude  tan  en  breve  probeer  sobre  ello, 


LXI 

y  un  alcalde  mayor  que  aqui  dexe  anduvo  tras  ellos  y 
prendió  al  vno,  el  qual  ha  conffessado  el  rrobo  que  hizo, 
aunque  no  la  muerte  de  losyndios;  fue  tanto  el  daño  que 
estos  dos  christianos  hizieron,  que  los  yndios  que  se  es- 
caparon de  sus  manos  fueron  por  las  sierras  y  montes,  e 
yban  diciendo  tanto  mal  de  los  christianos,  que  los  otros 
por  donde  yban  se  algavan,  y  llegaron  a  la  Ramada  desta 
manera,  la  qual  se  alboroto,  y  a  la  sazón  venia  la  cara- 
vela  que  avia  enviado  a  descubrir  las  perlas,  por  alli;  ten- 
go nueva  de  un  yndio  de  alia,  que  ha  venido,  que  los 
yndios  han  muerto  tres  o  quatro  christianos  de  los  que  en 
ella  venían,  y  fasta  agora  la  caravela  no  a  venido  acá;  yo 
he  enbiado  a  sustituirla  con  otra  caravela,  y  voy  por 
tierra  a  apaciguar  los  yndios  y  a  saber  lo  que  passa,  y 
llevo  todo  rrecabdo  para  hazer  una  fortaleza  para  la 
guarda  de  aquella  tierra;  crea  Vuestra  Magestad  que  este 
atrevimiento  destos  christianos  ha  hecho  mucho  dapno, 
aunque  espero  en  Dios  que  con  mi  yda  se  tornaran  a 
apaziguar,  porque  estavan  vien  conmigo,  que  les  he 
hecho  muy  buen  tratamiento  y  muchos  rregalos;  sepa 
Vuestra  Magestad  que  con  estos  yndios  estava  un  chris- 
tiano  solo  con  ellos,  y  dos  y  tres,  los  que  yo  mandava, 
medio  año  y  vn  año,  y  todo  lo  que  querian,  como  si  es- 
tuvieran los  christianos  en  sus  mesmas  casas,  y  estos  yn- 
dios les  davan  rracion  como  se  hiciera  entre  christianos, 
y  quando  acaescia  venian  a  se  holgar  conmigo  y  con  los 
christianos  y  comían  de  todo  lo  que  nosotros,  y  de  la 
mesma  manera  que  christianos;  son  de  mas  rrazon  de 
ningunos  de  quantos  yo  he  visto  en  estas  partes;  son  mu- 
chos y  muy  belicosos;  es  la  tierra  llana,  por  donde  pode- 
mos andar  a  cavallo,  y  seremos  parte  para  que  no  nos 
hagan  mal,  con  el  ayuda  de  Dios,  y  para  atraerlos  al  ser- 


LXII 

vicio  de  Dios  y  de  Vuestra  Magestad;  yo  estoy  de  cami- 
no; con  el  ayuda  de  Dios,  espero  desde  alia  hazer  saber 
a  Vuestra  Magestad  lo  que  ouiere  subcedido.  El  otro 
pueblo  ha  de  ser  en  vna  prouincia  que  se  dice  Buritaca, 
que  yo  descubrí,  donde  ay  minas  de  oro  de  que  yo  envié 
a  Vuestra  Magestad  la  muestra  para  que  la  viese;  este  es 
mucho  menester  para  enbiar  los  onbres  que  andan  vaga- 
mundos, porque  no  hurten  ni  rroben,  para  que  labren  y 
crien  y  saquen  oro,  que  es  tierra  aparejada  para  ello. 
Otro  pueblo  se  ha  dé  hazer,  con  el  ayuda  de  Dios,  en  la 
boca  del  rrio  grande  de  la  Magdalena,  con  una  fortaleza 
para  que  defienda  el  puerto  y  la  entrada,  porque  aquel 
rrio  es  de  mucha  importancia,  y  tengo  creido  que  Vues- 
tra Magestad  se  ha  de  servir  del  mas  que  de  todas  las 
Yndias  juntas,  porque  como  ya  a  Vuestra  Magestad  ten- 
go escripto,  según  lo  que  alcanzamos  y  he  visto  créese 
que  podran  subir  los  navios  y  vergantines  muy  arriba, 
tanto  que  espero  que  se  hallara  cosas  muy  rricas,  porque 
subiendo  ciento  y  cincuenta  legoasTpor  el  rrio  arriba  se 
ponen  debaxo  de  la  linea  y  están  en  el  mesmo  paraje  que 
esta  agora  Picarro  en  el  Perú,  y  corriendo  siempre  al  Sur 
ponense  en  la  mejorti  erra  de  mas  rricas  cosas  que  ay  en 
lo  descubierto,  y  desviase  mucho  de  Picarro,  y  estando 
alli  el  pueblo  fecho  en  la  voca  del  rrio,  podranse  alli  re- 
coger los  mantenimientos  y  hazer  los  navios  y  proveerse 
todo  muy  bien,  y  pueden  yr  por  la  tierra  y  por  la  mar  en 
dos  días  de  aqui  alia;  esta  todo  muy  a  la  mano.  Ya  es- 
creui  a  Vuestra  Magestad  como  en  una  entrada  que  se 
hizo  llegaron  a  cien  legoas,  y  hallaron  quel  rrio  hera  muy 
navegable  y  que  tenia  cinco  bragas;  todos  los  pilotos  y 
los  que  entraron  por  el  rrio  en  las  caravelas  tienen  que 
esto  ha  de  ser  vna  cosa  muy  notable;  yo  trabajare  de  en- 


LXIII 

biar  bastecida  el  armada  para  seis  meses,  porque  suban 
y  descubran  todo  lo  mas  que  pudieren,  y  haré  lo  mas 
que  yo  pudiere  porque  las  caravelas  puedan  ser  de  rre- 
mos,  como  los  vergantines,  porque  quando  les  faltare 
tiempo  puedan  subir  al  rremo;  también  trabajo  de  hazer 
unos  vergantines  cubiertos  que  no  demanden  sino  un  pal- 
mo de  agua,  para  algunas  ciénagas  que  ay  cerca  del  rrio, 
donde  ay  muy  grandes  poblazones,  y  en  las  caravelas 
hago  unas  planchas  para  que  hechen  en  tierra  a  donde  se 
ofresciere  que  lo  ayan  menester,  dos  de  cavalío,  e  envia- 
re hasta  diez  cavallos  o  doze  en  ellas;  también  he  envia- 
do por  ochenta  o  cient  onbres  de  la  mar  para  que  sepan 
bogar  y  navegar  y  rremar,  y  también  por  no  sacar  la  gen- 
te desta  tierra,  que  es  mucho  menester;  todo  esto,  por 
seruir  a  Vuestra  Magestad,  trabajare  de  hazer  a  mi  costa, 
aunque  mi  hazienda  no  lo  basta;  empeñarme  he  a  mi  e  a 
todos  mis  devdos  e  amigos  para  ello,  por  el  gran  servicio 
que  en  ello  pienso  Vuestra  Magestad  a  de  rrecebir;  deseo 
antes  quel  armada  de  aqui  parta  saber  lo  que  Vuestra 
Magestad  manda;  suplico  a  Vuestra  Magestad  mande 
proueer  de  artillería  y  polbora  y  artilleros  para  las  forta- 
lezas que  se  han  de  hazer,  de  pura  nescesidad,  porque 
esta  que  yo  aqui  tengo  hecha  por  mandado  de  Vuestra 
Magestad,  yo  la  he  proueydo  a  mi  costa  de  toda  el  arti- 
llería que  tengo,  y  polbora  y  munición;  que  hasta  oy,  de 
la  hazienda  de  Vuestra  Magestad  no  se  a  tocado  en  vn 
maravedí  para  ello,  y  no  es  tanta  que  pueda  proveerse 
otra  fortaleza  mas  della.  A  Santo  Domingo  he  enviado 
por  algunas  cosas  que  me  faltan,  por  proueerlas  con  mas 
breuedad  y  no  esperar  a  que  vengan  de  Casulla;  no  se  sy 
las  hallaran,  e  ya  que  las  hallen,  sy  las  dexaran  sacar  los 
oydores,  porque  hasta  oy  el  menor  socorro  para  las  nes- 


LXIV 

cesidades  desta  tierra  no  he  podido  aver  de  alli.  También 
he  sabido  que  Vuestra  Magestad  manda  que  yo  traya  a 
esta  tierra  trescientos  onbres;  hago  saber  a  Vuestra  Ma- 
gestad que  yo  he  metido  en  vezes  mas  de  dozientos,  sin 
los  por  que  agora  envió,  y  que  son  menester  quinientos 
o  seiscientos  oíros,  por  io  menos,  y  que  la  gente  sea  de 
trabajo,  en  que  aya  ballesteros  y  escoperos  y  albañies  y 
labradores  y  artilleros,  y  entrellos  algunos  onbres  hidal- 
gos para  mandar  a  los  otros,  y  estos  es  menester  que 
trayan  mantenimientos  por  lo  menos  para  seys  meses, 
después  de  llegados,  de  vizcocho  y  vino  y  harina,  por- 
que carne  yo  trabajare  de  tenerla  acá;  con  esta  gente  se 
harán  muy  bien  los  quatro  pueblos,  estaran  bien  pobla- 
dos y  podran  yr  hasta  la  mar  del  Sur,  aviendo  cavallos, 
los  quales  yo  pienso  con  el  ayuda  de  Dios  de  traer;  y  la 
manera  que  en  la  población  del  rrio  Grande  se  ha  de  te- 
ner a  Vuestra  Magestad  lo  he  escripto,  que  es  que  los 
christianos  vayan  por  su  rrescate  tomando  lo  que  los  yn- 
dios  dieren  de  su  propria  voluntad,  no  haziendoles  fuer- 
za, ni  agrauio,  ni  dapno,  y  desta  manera  se  sojuzgara 
todo  este  mundo  de  acá,  y  crea  Vuestra  Magestad  que 
aunque  estos  yndios  son  bestiales,  que  sienten  bien  el 
bien  o  el  mal  que  se  les  haze;  tampoco  no  an  de  yr  tan 
descuidados  los  christianos  que  sy  los  yndios  quisieren 
ser  vellacos,  se  lo  consientan,  y  por  esto  han  de  yr  a 
buen  rrecabdo,  porque  syendo  la  yntincion  de  los  chris- 
tianos buena,  lleuen  con  que  defenderse;  yo  deseo  mu- 
cho, si  Dios  fuere  servido  y  Vuestra  Magestad,  que  esto 
que  yo  descubri  se  poblase  de  otra  manera  que  se  ha  po- 
blado lo  de  hasta  aqui,  porque  no  se  acabase  esto  como 
se  acaba  todo  lo  otro;  suplico  a  Vuestra  Magestad  lo 
mande  ver  y  proveer  como  mas  sea  servido,  que  yo  ten- 


LXV 

go  esperanza  en  Dios  que  sy  esta  gente  que  arriba  digo 
viene  a  esta  tierra,  que  un  año  después  de  venida  a  ella 
sera  mucho  el  acrescenta miento  de  las  rrentas  rreales  de 
Vuestra  Magestad,  en  gran  cantidad,  y  perpetuarse  a  esta 
tierra  y  la  del  rrio  Grande  para  siempre;  la  costa  es  muy 
grande  para  traer  estos  onbres  armados  y  bastecidos 
como  es  menester;  no  pienso  que  bastare  yo  para  tanta 
cantidad  sy  no  fuere  con  el  favor  y  merced  que  Vuestra 
Magestad  me  mandare  hazer.,, 

A  las  angustias  en  que  se  hallaba  desde  hacía  tiempo 
el  bueno  de  Lerma,  quien  más  que  de  otra  cosa  pecó,  y 
en  esto  lleva  razón  Fernández  de  Oviedo,  de  apático, 
poco  hábil  y  nada  inclinado  a  cosas  de  la  guerra,  se  le 
juntó  en  el  año  1534  el  revuelo  causado  por  la  conquista 
del  Perú,  pues  muchos  soldados,  ambicionando  medros 
que  allí  no  esperaban  conseguir,  se  fueron  con  Hernan- 
do Pizarro;  el  mismo  Pedro  de  Lerma,  con  ser,  como  se 
decía,  sobrino  del  Gobernador,  abandonó  también  aque- 
lla provincia.  Cada  vez  más  en  desgracia  García  de  Ler- 
ma, vio  cómo  arreciaba  en  sus  informaciones  y  procesos 
la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  pidiéndole  primeramen- 
te 20.000  pesos  de  fianza,  luego  le  mandaron  ejecutar 
bienes  por  valor  de  100.000  y  le  retuvieron  su  quitación 
o  sueldo.  El  Gobernador  de  la  provincia  vecina,  Pedro 
de  Heredia,  le  sacaba  cuanta  gente  podía;  de  modo  que 
entre  la  mala  voluntad  de  los  oidores,  y  las  insolencias, 
cada  vez  mayores,  de  los  indios,  Lerma  se  veía  condena- 
do al  aislamiento,  a  la  pobreza  y  a  la  impotencia: 

"Ya  escreví  a  Vuestra  Magestad  de  la  venida  del  obis- 
po a  esta  tierra,  y  asimismo  de  Sagredo  y  de  los  docien- 
tos  onbres  que  traxo,  y  asimismo  le  escreui  de  lo  que 
asta  alli  avia  suzedido  en  esta  tierra;  y  de  lo  que  después 

E 


LXVI 

ay  que  hazer,  a  Vuestra  Magestad,  es  que  a  cavsa  de  be- 
nir  la  gente  nuevamente  d'  España,  y  no  ser  de  las  yslas, 
todos  adolecieron;  la  mayor  parte  dellos  a  estado  enfer- 
ma, bien  seys  o  siete  meses,  los  quales  he  sostenido  e 
dado  de  comer  a  mi  costa,  porque  la  tierra  no  es  de  dis- 
pusicion  para  poder  hazer  otra  cosa,  porque  en  ella  no 
ay  mantenimientos,  sino  vienen  d'  España  o  de  las  yslas; 
entre  tanto  que  la  gente  conbalecia  yo  hize  tres  verganti- 
nes  y  vna  fusta,  a  mi  costa,  para  ynbiar  a  rio  Grande  y 
descubrir  los  secretos  del;  y  echos,  yo  enbie  ciento  e 
quarenta  onbres  en  los  verganíines  y  mas  vna  carabela, 
asy  mismo  mia,  sin  otra  que  dexe  aqui  para  prober  el 
pueblo  de  las  yslas,  porque  a  causa  de  ser  el  oro  tan  baxo 
que  ay  en  esta  tierra,  los  nabios  de  las  yslas  no  bienen 
aqui  a  nos  traer  mantenimientos;  y  echo  esto  y  enbiada 
esta  gente  por  el  rio  en  los  vergantines  y  carabela,  yo 
ynbie  por  tierra  otros  ciento  e  cincuenta  onbres  de  pie  y 
de  cauallo  para  el  socorro  de  los  vergantines,  y  para  que 
asy  los  vnos  como  los  otros  fuesen  en  demanda  del  Perú 
y  mar  del  Sur,  y  para  mejor  lo  azertar  yo  estaba  deter- 
minado de  yr  en  presona  con  ellos  syno  fuera  por  el  en- 
conbeniente  en  que  me  pusieron  que  no  dexase  esta  cib- 
dad,  porque  sabiendo  los  yndios  que  yo  no  estaba  aqui 
se  podrian  atrever  hazer  algún  daño  a  los  vezinos  que 
aqui  quedasen;  e  asy  para  prober  el  armada  de  la  tierra, 
como  del  rio,  ynbie  a  Jamaica  mis  carabelas  por  mante- 
nimientos para  ello,  todo  a  mi  costa,  demás  de  hazer  los 
vergantines  en  esta  cibdad  y  puerto,  asy  mismo  a  mi  cos- 
ta. Estando  despachando  esta  armada  llego  aqui  el  capi- 
tán Mena,  que  traxo  la  nueva  del  Perú,  el  qual  puso  mu- 
cho desasosiego  en  la  gente  desta  tierra;  e  asy  mismo 
dende  a  pocos  dias  llegó  aqui  Hernando  Pizarro,  el  qual 


LXVII 

levantó  del  todo  toda  la  gente,  y  aun  se  fueron  con  el  es- 
condidamente  muchos  en  su  navio,  y  quede  con  dema- 
siado trabajo  en  los  hazer  yr  a  la  entrada,  que  todos  se 
querian  yr  al  Perú,  especialmente  con  toda  la  gente  Pe- 
dro de  Lerma,  vn  sobrino  mió  a  quien  yo  he  criado,  que 
con  ser  mi  sobrino  y  mi  teniente  de  capitán  general,  le 
movió  mas  la  codicia  del  Perú  que  lo  que  debia  al  servi- 
cio de  Vuestra  Magestad  y  lo  que  me  debia  a  mi  por  le 
a  ver  criado,  y  por  quitar  escándalos  y  asegurar  la  tierra, 
biendo  su  mal  proposito  y  que  muchos  le  querian  seguir, 
le  meti  solo  en  vn  nabio  y  ie  ynbie  a  Vuestra  Magestad 
para  que  le  mandase  castigar;  que  mas  quise  usar  desto 
con  mi  sobrino,  que  no  que  despoblase  y  alborotase  la 
tierra,  y  asy  parecerá  por  probanca  bastante  que  sobre 
ello  se  hizo,  con  el  ynbié,  avnque  aqui  e  tenido  nueba 
que  se  fue  a  Santo  Domingo,  porque  piensa  aliar  alli  mas 
fabor  de  lo  que  el  querrá  pedir,  avnque  es  en  arto  desser- 
vicio de  Vuestra  Magestad,  que  no  estoy  esperando  sino 
quando  vendrá  aqui  con  algún  nabio  para  sacar  la  gente 
que  aqui  a  quedado  y  llevarla  al  Perú,  y  hazeme  pen- 
sar esto  los  muchos  fabores  que  en  el  Audiencia  Real 
dan  a  todos  quantos  de  aqui  ban  a  quexarse  de  mi,  que 
no  basta  las  quexas  que  de  mi  dan,  sino  tomanles  por 
testigos  contra  mi,  y  con  las  probangas  y  procesos  que 
con  estos  azen  me  ynbian  aqui  cada  dia  mili  probisiones 
con  que  la  gente  se  altera,  e  desta  ocasión  está  la  tierra 
en  estado  que  plega  a  Dios  que  se  pueda  sufrir  sostener 
y  conserbar,  porque  mas  necesidad  ay  oy,  con  las  nue- 
vas del  Perú,  de  faborecer  al  que  aqui  gobierna,  que  no 
de  los  disfabores  que  yo  recibo,  con  que  cada  dia  se  ba 
disminuyendo  esta  gobernación,  porque,  en  verdad,  a 
poco  tiempo  que  yo  tenia  grande  esperanca  deila,  y  oy 


LXVIII 

me  falta,  a  causa  de  lo  que  a  Vuestra  Magestad  escribo; 
de  aber  gastado  aqui  mi  salud  y  azienda,  ninguna  pena 
tengo,  por  ser  en  servicio  de  Vuestra  Magestad,  y  la 
mayor  que  me  queda  es  ver  el  desservicio  que  los 
oydores  de  Santo  Domingo  an  echo  y  hazen  a  Vues- 
tra Magestad,  porque  so  color  de  poner  cobro  en  su  ha- 
zienda  Real  la  destruyen,  por  infamarme  de  pecados  que 
si  en  ellos  yo  obiere  caydo  tendré  por  gran  bien  y  mer- 
ced que  Vuestra  Magestad  me  castigue,  porque  entonzes 
sera  sin  pasión  y  conoceré  yo  que  mis  culpas  lo  an  me- 
recido; y  de  lo  demás  que  a  Vuestra  Magestad  escribo 
en  esta  carta  ynbio  probancas,  las  quales  a  Vuestra  Ma- 
gestad suplico  mande  que  se  bean  con  brebedad,  porque 
desto  yo  recibiré  muy  gran  merced  y  esta  tierra  demasia- 
do probecho,  porque  no  se  dilate  el  remedio  della  si  al- 
guno obiere  de  tener,  y  con  todo  esto  no  dexo  ni  dexaré 
de  traer  toda  la  gente  que  pudiere  a  esta  tierra  para  la 
conservación  della,  que  demás  de  los  docientos  hon- 
bres  que  Sagredo  traxo,  he  traydo  y  metido  en  la  tierra 
mas  de  otros  cinquenta,  y  pagados  los  fletes  por  ellos  y 
sostenido  los  demás  de  los  que  antes  destos  avia  traydo 
a  mi  costa,  que  son  mas  de  otros  docientos,  como  pare- 
cera  por  verdad,  y  porque  a  Vuestra  Magestad  le  coste 
del  trabajo  que  yo  en  sostener  esta  tierra  paso,  sabrá  que 
ynbiado  yo  los  vergantines  para  el  rio  Grande,  les  man- 
de, por  noticia  que  dello  tenia,  que  probasen  a  entrar  pol- 
la boca  de  vna  ciénaga  que  en  esta  tierra  ay,  porque  por 
alli  me  abian  dicho  que  podrían  entrar  al  rio  Grande, 
por  ebitar  el  peligro  que  en  la  boca  del  dicho  rio  ay  para 
entrar  con  los  nabios  y  vergantines  y  gente;  entraron  en 
la  ciénega  en  demanda  de  la  entrada  del  rio,  y  porque 
en  la  ciénega  ay  gente  muy  belicosa  y  no  hiziesen  algún 


LXIX 

daño  en  la  gente  de  los  vergantines,  fue  necesario  que 
yo  fuese  por  tierra  para  les  hazer  espaldas  y  dalles  fabor, 
y  asi  me  parti  desta  cibdad  para  lo  hazer,  y  salido  daqui, 
dexando  el  mejor  recado  que  yo  pude  en  esta  cibdad,  al- 
gunas personas  de  dañada  intención  juntaron  mas  de  se- 
senta honbres,  y  todos  juntos  a  prima  noche  tomaron 
vna  carabela  que  yo  tenia  en  este  puerto  para  traer  co- 
mida, y  se  alearon  con  ella,  de  lo  qual  yo  fui  avisado  y 
biue  con  gran  diligencia  a  lo  remediar,  y  plugo  a  Dios 
que  llegue  a  tiempo  que  se  andaban  enbarcando,  y  bisto 
que  yo  llegue,  estaban  enbarcados  asta  doze  honbres,  y 
cortaron  las  amarras  y  se  fueron  con  la  carabela,  y  los 
demás  quedaron  en  la  playa,  y  de  alli  se  acogieron  al 
monesterio  de  Nuestra  Señora  de  la  Merced,  adonde  tube 
por  bien  de  los  perdonar,  y  ni  a  ellos  ni  a  ninguno  de 
los  que  abian  dado  ocasión  dello  no  di  ninguna  pena, 
por  la  necesidad  que  ay,  antes  de  perdonallos  y  animar- 
los para  que  estén  en  esta  tierra,  que  no  castigallos;  y 
crea  Vuestra  Magestad  que  si  su  intención  obiera  efeto, 
que  hera  muy  gran  daño  desta  tierra  y  despoblación 
della;  y  con  dichos  destos  y  de  otros  perdonados  por  mi 
de  delitos  que  an  cometido  grandes,  los  oydores  les  yn- 
bian  probisiones  para  salir  de  la  tierra,  y  el  treslado  de 
algunas  dellas  ynbio  a  Vuestra  Magestad  para  que  de- 
mas  de  mandallo  ver  y  remediar,  se  conosca  la  intención 
y  voluntad  que  los  oydores  tienen  de  servir  a  Vuestra 
Magestad  en  sostener  esta  tierra;  y  no  solo  por  esta  bia 
me  sacan  la  gente  de  aqui,  pero  avn  ynbiando  a  que  lle- 
ven a  Santo  Domingo,  en  muchas  vezes,  de  sey  en  seys 
los  vezinos  de  aqui,  para  ser  testigos  contra  mi,  y  por- 
que los  mismos  que  ynbian  a  llamar  buscan  maneras 
para  se  yr,  y  es  esta  vna  dellas;  vea  Vuestra  Magestad 


LXX 

que  trabajo  basta,  quando  los  que  merecen  la  orea  por 
alborotadores  y  por  otros  delitos,  que  los  dexe  yo  sin  pe- 
nas por  lo  que  he  dicho,  y  los  oydores  los  saquen  de  la 
tierra  y  la  despueblen  y  los  tomen  por  testigos  contra  mi; 
y  demás  desto  an  benido  aqui  nabios  que  pasaban  ade- 
lante, que  trayan  probision  del  Avdiencia  que  no  descar- 
gasen aqui  cosa  mas  de  lo  que  para  aqui  beniese  derigi- 
do;  y  asi,  se  acertó  a  venir  en  vn  nabio  dellos  el  comen- 
dador Rodrigo  de  Graxeda  y  otras  personas  que  trayan 
mercadería,  y  me  requerieron  que  mandase  al  maestre 
que  les  descargase  aqui  su  hazienda  y  cauallos,  porque 
querian  quedar  aqui  y  pagalles  sus  fletes,  y  el  maestre 
mostró  la  probision  dicha,  por  donde  no  se  pudieron 
quedar;  ni  yo,  aunque  abia  necesidad  en  esta  tierra  de 
lo  que  nos  querian  dexar,  no  pude  hazerlo  dexar,  por 
conplir  la  probision;  de  manera  que  por  vna  parte  me 
llevan  la  gente  y  por  otra  quitan  los  mantenimientos,  sa- 
biendo que  no  los  ay  en  esta  tierra  mas  de  los  que  los 
nabios  nos  trayan;  y  demás  desto,  biendo  mis  vezinos  y 
comarcanos  el  mucho  disfabor  que  los  oydores  me  dan, 
se  atreven  a  venirme  a  sacar,  con  nabios,  de  noche,  mi 
gente,  y  es  desta  manera:  que  los  dias  pasados,  Pedro  de 
Heredia  ynbio  a  un  puerto  que  esta  vna  legua  de  aqui 
vna  fusta  suya  para  me  sacar  la  gente,  y  me  llebo  ciertos 
honbres  y  vna  lengua  la  mejor  que  abia  en  esta  tierra; 
bien  creo  que  el  no  se  afrebien  a  lo  azer  si  no  fuera  por 
lo  dicho  y  por  el  mucho  fabor  que  especialmente  le  da 
el  licenciado  Vadillo,  oydor  de  Santo  Domingo,  por  la 
conpania  y  trato  que  con  el  tiene  echa,  y  enemistad  que 
me  tiene;  y  con  todo  el  probiniiento  que  tengo  de  arti- 
llería y  munición,  como  Vuestra  Magestad  lo  puede  sa- 
ber, para  guarda  y  defensión  desta  cibdad  y  fortaleza  y 


LXXI 

puerto,  no  me  basta,  porque  me  vienen  de  noche  con 
nabios  vna  legua  o  dos  de  aqui  a  llebar  la  gente,  porque 
saben  que  a  estos  tales  no  solo  no  les  dan  pena  los  oy- 
dores,  mas  antes  les  faborecen,  pues  de  verdad  que  creo 
yo  que  si  yo  lo  hiziese  en  otra  gobernación,  que  la  ab- 
diencia  de  Santo  Domingo  no  me  lo  perdonada.  El  li- 
cenciado Tobes,  eleto,  que  Vuestra  Magestad  aqui  ynbio, 
fue  Dios  seruido  de  le  llebar  desta  presente  vida  ante  de 
Pascua  de  Nabidad,  cinco  o  seys  dias,  porque  después 
que  a  esta  cibdad  llego  siempre  estubo  enfermo.  Sabrá 
Vuestra  Magestad  que  estando  yo  los  dias  pasados  en  la 
Ramada,  en  la  pacificación  della,  los  oydores  de  Santo 
Domingo  ynbiaron  aqui  vna  probision  por  la  qual  me 
mandaron  depositar  veynte  mili  pesos  a  pedimiento  del 
tesorero  Antonio  Tellez,  y  como  yo  no  los  tubiese,  obede- 
cila  y  soplique  para  ante  Vuestra  Magestad  de  semejante 
agrabio,  y  la  razón  dello  ynbie  ante  Vuestra  Magestad  y 
su  Consejo;  y  demás  desto,  los  oydores  tornaron  a  ynbiar 
otra  probision  con  sobre  carta  para  que  todabia  deposi- 
tase los  dichos  veynte  mili  pesos,  y  como  tanpoeo  enton- 
zes  me  hallase  con  ellos,  porque  lo  poco  que  tenia,  Nufro 
de  Sagredo  me  lo  abia  gastado  en  la  armada  y  jeníe  y 
bastimentos  que  aqui  trajo  de  Castilla,  yze  llano  todos 
mis  bienes  para  en  cumplimiento  de  la  probision,  agra- 
biandome  todabia  para  ante  Vuestra  Magestad;  y  los  oy- 
dores, no  contentos  con  esto,  y  dando  crédito  a  testigos 
falsos,  y  buscando  ocasiones  para  ello,  estando  yo  para 
me  partir  para  la  Ramada  a  visitar  la  tierra  y  a  pacificar- 
la y  alargarla  mas,  y  con  pensamiento  de  juntarme  al  rio 
Grande  con  la  otra  gente  que  ynbie  delante,  y  de  hazer 
un  pueblo  donde  me  pareciese,  y  estando  la  gente  a  pun- 
to para  partir,  llego  aqui  vna  carabela  de  Santo  Domingo 


LXXII 

en  la  qual  me  ynbiaron  los  oydores  vn  executor  para  que 
me  executase  en  cantidad  de  cien  mili  pesos,  que  en  ver- 
dad toda  la  gobernación  no  creo  que  los  a  valido,  ni  vale, 
y  que  no  me  dexasen  otro  seruicio  ni  bienes  mas  d'  aque- 
llos que  para  la  guerra  obiese  menester,  y  para  esto  tru- 
xeron  vna  probision  y  vna  instruycion  para  h~zer  pesqui- 
sas contra  mi,  que  el  daño  que  desto  ha  suzedido  en  la 
tierra  y  en  la  gente  es  mas  de  lo  que  yo  aqui  puedo  de- 
zir  a  Vuestra  Magestad,  y  el  executor  que  bino  para  ello 
es  vn  criado  del  Presidente,  y  traxo  tanto  salario  que 
para  el  no  basta  mi  hazienda,  el  qual  me  limitó  y  tasó 
todo  lo  de  mi  casa  y  mantenimientos,  que  en  verdad  con 
ellos  yo  no  pudiese  sostener  casa  de  vn  pobre  capellán, 
quanto  mas  de  vn  governador  puesto  por  Vuestra  Mages- 
tad; y  demás  desto  me  embargaron  todo  el  salario  que 
Vuestra  Magestad  me  manda  dar  en  esta  tierra,  no  sola- 
mente lo  que  se  me  debia,  sino  tanbien  lo  que  esta  por 
benir,  sin  me  dexar  vn  peso  de  oro  para  comer,  que  no 
han  hallado  mejor  manera  para  quitarme  la  vida  que 
quitarme  el  mantenimiento,  que  por  otra  bia  no  an  ha- 
llado manera  para  me  la  quitar  justamente;  no  creo  yo 
que  en  esta  vida  con  tanta  mengua  y  afrenta  sean  secres- 
tados vienes  de  ningún  herege  ni  traydor,  y  lo  que  yo  a 
todo  esto  hize  fue  obedecer  y  conplir  la  probision  del 
Avdiencia  y  requerirles  a  la  ora  que  llego  el  executor 
que  vsascn  de  su  probision  y  instruycion;  yo  les  hize  la 
casa  llana  y  llamé  en  su  presencia  todo  el  cabildo  y  pren- 
cipales  desta  cibdad  y  oficiales  de  Vuestra  Magestad,  y 
les  mande  de  parte  de  Vuestra  Magestad  que  les  diesen 
todo  el  fabor  e  ayuda  que  para  ello  pediesen,  y  mande  a 
los  oficiales  de  Vuestra  Magestad  que  les  mostrasen  los 
libros  de  la  hazienda  real  para  que  en  ellos  viesen  y  se 


LXXIII 

auisasen  de  todo  lo  que  mas  quisiesen  hazer;  como  lo 
ynbio  a  Vuestra  Magestad  probado,  y  para  que  se  bea  si 
queda  otro  disfabor  ni  castigo  que  se  me  haga,  mandaron 
por  la  probision  que  me  tomase  el  executor  juramento 
que  no  me  fuese  ni  ineviese  a  Francia,  ni  a  Portogal,  ni 
a  otra  parte;  y  de  tan  grande  e  semejante  agrabio  como 
este  me  quexo  a  Vuestra  Magestad,  porque  confiándose 
de  mi  esta  gobernación  yo  no  se  que  causa  les  mobio  a 
tal  cosa;  y  demás  desto  me  mandaron  que  jurase  todo  lo 
que  tenia  en  todo  el  mundo;  yo  lo  jure,  y  por  mi  jura- 
mento y  por  el  de  otras  muchas  personas  que  sobre  ello 
tomaron  sabrá  Vuestra  Magestad  lo  que  tengo;  de  mane- 
ra que  lo  que  con  mucho  trabajo  de  mi  presona  y  derra- 
mamiento de  mi  sangre  en  esta  tierra  he  adquirido,  en 
ella  propia  lo  he  gastado  por  sostenella,  y  avn  todo  lo 
de  mi  patrimonio,  lo  qual  doy  por  muy  bien  gastado  por 
ser  en  seruicio  de  tan  gran  principe  como  Vuestra  Ma- 
gestad, al  qual  omillmente  suplico  me  haga  justicia  de 
tan  grandes  y  manifiestos  agrabios  como  he  receuido  y 
recibo  y  espero  recebir  hasta  que  Vuestra  Magestad  lo 
probea.  Acabado  el  executor  de  hazer  sus  diligencias  y 
pregones  seguiré  el  biaje  que  tenia  pensado,  con  el  ayu- 
da de  Dios,  del  qual  y  de  la  gente  que  es  ida  delante  es- 
pero que  Vuestra  Magestad  sera  muy  scruido,  porque  se 
tiene  por  muy  averiguado  que  por  este  rio  grande  de  la 
Madalena  se  descubrirá  camino  para  la  mar  del  Sur,  y 
para  el  Perú,  de  donde  espero  en  Dios  que  redundara  el 
mayor  seruicio  a  Vuestra  Magestad  que  se  le  aya  echo 
gran  tienpo  ha  en  estas  partes»  (1). 

Idénticas  lamentaciones  repitió  García  de  Lerma  en 


(I)    Archivo  de  Indias.  Est.  72,  caj.  4. 


LXXIV 

otra  carta  escrita  a  23  de  Agosto  de  1534,  donde  se  que- 
ja del  odio  que  le  profesaban  los  oidores  de  Santo  Do- 
mingo, y  de  una  probanza  que  contra  él  había  hecho  el 
difunto  obispo  Tobes,  informándose  de  los  mayores  ene- 
migos que  aquél  tenía;  documento  que,  después  de  correr 
singulares  peripecias,  había  sido  enviado  a  la  Audiencia. 

"Por  falta  de  navios  hace  vn  año  que  no  escrevi  a  Vues- 
tra Magestad  el  estado  desta  tierra  y  de  las  alteraciones 
que  en  ella  ávido  a  cavsa  de  la  nueva  del  Perú,  y  también 
de  lo  que  los  oydores  que  rresiden  en  la  cibdad  de  Sancto 
Domingo,  aqui  proveen;  después  acá  escreui  a  Vuestra 
Magestad  la  gente  que  enviaba  en  demanda  de  la  mar 
del  Sur,  la  qual  gente  no  es  venida,  ni  espero  que  verná 
hasta  en  fin  deste  año;  tengo  esperanca  en  Dios  que  se  a 
de  descubrir  por  aqui  lo  mas  rrico  del  mundo,  e  aun 
tengo  nueva  por  la  via  de  Cartagena,  e  por  la  gente  de 
Venecuela,  que  la  gente  que  desta  provincia  salió,  es  la 
que  lleva  el  camino  derecho  de  topar  la  mar  del  Sur  y  el 
Perú;  dexé  de  yr  con  la  gente  porque  este  pueblo  se  aleo 
y  bolvi  del  camino  para  sosegarle;  también  se  alearon 
todos  los  yndios  comarcanos,  con  la  salida  de  la  gente,  y 
el  cacique  Bonda,  de  Vuestra  Magestad,  y  con  todo  esto 
tornava  a  yr  alcanzar  la  gente,  sosegado  ya  el  pueblo. 

Los  oydores  de  Sancto  Domingo  enviaron  un  executor 
sobre  mi  e  me  executaron  mis  bienes,  y  no  contentos  con 
esto  cada  dia  me  envían  executores  y  escrivanos,  que  un 
día  no  me  dexan  descansar  para  seruir  a  Vuestra  Mages- 
tad como  devo;  demás  de  que  me  han  dicho  y  escripto 
que  han  hecho  procesos  contra  mi  y  an  dado  sentencias 
tan  rrezias  como  las  darían  contra  un  traydor,  todo  con 
testigos  falsos  y  ynduzimiento  de  Antonio  Tellez  de  Guz- 
man;  e  ansy  mismo,  demás  desto  cada  dia  me  enbian 


LXXV 

prolusiones  para  sacar  la  gente,  diziendo  que  son  menes- 
ter para  ynformacion  de  las  prouancas  que  hazian  contra 
mi,  e  despueblan  esta  tierra,  y  de  tal  manera  han  prouei- 
do  y  proveen,  que  la  gente  no  me  obedece,  ni  yo  puedo 
hazer  justicia,  por  manera  que  la  tierra  se  va  a  perder  e 
se  despuebla;  por  lo  que  devo  e  soy  obligado  lo  hago 
saber  a  Vuestra  Magestad,  y  cierto  los  oydores  están  apa- 
sionados conmigo,  porque  quando  Vuestra  Magestad  me 
mando  venir  aqui  ellos  tenían  proueido  a  un  Pedro  de 
Badillo,  devdo  e  amigo  de  alguno  dellos,  y  porque  yo  le 
envié  presso  a  Vuestra  Magestad  y  supe  lo  que  entre  al- 
gunos de  los  oydores  y  el  pasa  va,  dende  el  dia  que  aqui 
entré  hasta  hoy  no  me  han  dexado  gouernar,  sino  siem- 
pre me  han  traydo  en  pleytos  e  procesos,  escriuiendo 
cada  dia  a  los  vezinos  cartas  con  que  los  mismos  vezinos 
se  animan  para  estar  mal  conmigo,  e  de  aqui  el  licencia- 
do Toves,  eleto,  que  Vuestra  Magestad  aqui  envió  con 
cierta  comisión  que  de  Vuestra  Magestad  truxo  para  aver 
aqui  información  del  estado  de  la  tierra,  tovieron  tal  ma- 
nera en  el  tomar  de  los  testigos  que  buscaron  los  mas 
odiossos  que  contra  mi  pudieron  aver,  y  estos  juraron 
contra  mi,  e  después  desto  tomaron  la  provanca  que  el 
licenciado  Toves,  eleto,  avia  fecho,  y  estando  malo  el 
dicho  licenciado  Toves  tomaron  la  provanca  escondida - 
mente  e  anduvo  de  casa  en  casa  en  este  pueblo;  hallá- 
ronla enterrada  en  un  muladar  en  casa  de  un  muy  gran- 
de intimo  amigo  de  Antonio  Tellez,  e  de  su  parcialidad, 
e  sin  fianca  del  dicho  obispo,  ni  de  scrivano;  plugo  a 
Dios  que  el  obispo  murió  y  algunos  de  los  testigos  mu- 
rieron y  llegaron  a  punto  de  muerte  e  descargaron  sus 
conciencias  y  dixeron  la  berdad,  por  donde  vera  Vuestra 
Magestad  claramente  la  falsedad  que  cometieron,  y  quien 


LXXVI 

fueron  cavsa  dello;  los  oydores  an  enbiado  por  esta  pro- 
vanga  e  alia  se  la  llevan  con  todos  los  descargos  de  los 
testigos  que  al  tiempo  de  su  muerte  dixeron  la  verdad; 
plega  a  Dios  que  la  envien  al  Consejo  de  Vuestra  Mages- 
tad,  porque  alli  syn  passion  se  vera  la  maldad  que  en 
esto  ávido,  y  cierto  a  mi  me  paresce  que  ellos  ansy  lo 
devian  de  hazer,  pues  del  Consejo  de  Vuestra  Magestad 
vino  la  comisyon,  y  dado  caso  que  ellos  lo  pudiesen  ha- 
zer, por  avellos  yo  rrecusado  y  tenido  por  sospechosos 
lo  devian  rremitir  al  Consejo  de  Vuestra  Magestad;  plega 
a  Dios  que  ansy  lo  hagan,  y  que  juntamente  con  la  dicha 
provanga  envien  las  relaciones  de  los  escrivanos  e  tes- 
tigos que  en  ella  depusyeron,  e  otras  muchas  escriptu- 
ras  que,  para  que  Vuestra  Magestad  sea  ynformado  de  la 
verdad,  y  los  del  su  Consejo,  son  menester,  y  no  lo  uno 
sin  lo  otro,  de  lo  qual  yo  me  temo,  segund  lo  que  he 
visto  hasta  aqui;  por  lo  qual  todo  y  por  otras  muchas  co- 
sas de  que  espero  hazer  relación  a  Vuestra  Magestad, 
con  que  sera  muy  servido,  suplico  a  Vuestra  Magestad 
me  haga  merced  de  darme  licencia  para  que  yo  baya  a 
ello,  y  que  Vuestra  Magestad  mande  enbiar  un  juez  para 
que  sepa  la  verdad  de  todo,  y  no  sea  de  los  mismos 
oydores,  por  las  rrazones  que  arriba  digo,  y  porque  aun- 
que no  fuesen  los  que  tengo  rrecusados,  avran  sido  en  ha- 
zer los  processos  contra  mi,  y  en  dar  las  sentencias,  y 
siempre  querrán  hazer  por  sus  amigos;  y  viniendo  el  juez 
de  Vuestra  Magestad,  podra  saber  y  averiguar  la  verdad; 
lo  mas  brevemente  que  ser  pudiesse  su  venida,  seria  me- 
jor, porque  se  rremediaria  mas  presto  la  tierra  y  Vuestra 
Magestad  seria  mas  servido,  e  yo  rrescibiria  mas  merced 
por  salir  mas  presto  deste  trabajo,  aunque  no  de  servir  a 
Vuestra  Magestad;  ansy  mismo  suplico  a  Vuestra  Mages- 


LXXVII 

tad  mande  alearme  el  secresto  que  me  tienen  fecho  los 
oydores,  y  juramento  que  me  hizieron  tomar,  porque  yo 
pueda  vivir  para  servir  a  Vuestra  Magestad  y  yrle  a  hazer 
rrelacion,  porque  como  al  presente  estoy  no  podre  vibir 
en  el  mundo,  porque  ando  pidiendo  prestado  y  fiado 
para  el  sostenimiento  de  mi  persona  e  casa  e  de  los  ve- 
zinos  que  aqui  quedaron  en  guarda  desta  cibdad  conmi- 
go, hasta  que  Dios  lo  rremedie  e  Vuestra  Magestad  (1). 


(i)     Archivo  de  Indias,  est.  72,  caj.  4. 

Herrera,  Década  IV,  libro  V,  cap.  XI,  y  libro  VII,  cap.  VII,  refiere 
por  este  orden  los  sucesos  de  Santa  Marta  en  tiempo  de  García  de  Lerma: 
tormento  que  el  factor  Grajeda  dio  a  Pedro  de  Vadillo  por  no  haber  acu- 
dido al  Rey  con  el  quinto  del  oro;  conducta  más  benévola  de  Lerma;  nau- 
fragio de  Grajeda  cerca  de  Arenas  Gordas;  jornadas  de  Lerma  a  Ronda, 
Buritaca,  Pocigueica  y  valle  de  Coto;  la  de  Arbolancha  a  la  Ramada,  y  la 
de  Gaspar  Gallego,  Alonso  y  Juan  de  San  Martín,  a  pacificar  la  tierra;  el 
repartimiento  de  los  indios  hecho  por  García  de  Lerma;  la  expedición 
de  Pedro  de  Lerma  al  valle  de  Tairona  y  la  de  aquél  a  Pocigueica,  donde 
es  vencido  por  los  indios;  otra  del  sobrino  del  Gobernador  al  valle  de 
Eupari  y  Zazari;  la  de  Muñoz  y  Escobar  a  la  Ciénaga;  la  de  Pedro  de  Lerma 
a  los  Caraybes;  acaba  el  capítulo  refiriendo  el  incendio  de  la  ciudad  de 
Santa  Marta;  un  alzamiento  de  negros  y  dos  pequeñas  jornadas  de  Céspe- 
des a  Gayra,  y  de  Cardoso  a  Buritaca. 

En  la  Década  IV,  libro  VII,  cap.  VII,  prosigue  Lerma  la  guerra  con  los 
indios  de  Pocigueica,  ayudado  por  el  cacique  de  Bonda  que  dio  seiscientos 
flecheros,  y  no  obstante,  volvieron  derrotados  los  españoles;  nuevo  de- 
sastre de  Cardoso  y  Muñoz  en  el  valle  de  Coto,  donde  tampoco  hacen  nada 
de  provecho  en  otra  jornada;  expedición  del  capitán  Villalobos  al  valle  de 
Eupari  y  a  Tamalameque,  donde  viéndose  perdidos  en  la  laguna,  el  capitán 
Cardoso  se  echó  al  agua  con  su  caballo  y  obligó  a  los  indios  a  que  diesen 
canoas;  disensiones  entre  los  indios  de  Tamalameque  y  de  Zipuacá.  En  el 
capítulo  IX  añade  que  Lerma  sonsacó  algunos  soldados  a  Francisco  Piza- 
rro,  diciéndoles  que  no  fuesen  a  tierras  en  que  sólo  había  que  comer  cu- 
lebras, perros  y  lagartos.  En  el  cap.  VII  del  libro  X  de  la  misma  Década, 
se  refiere  lo  descontentos  que  estaban  los  soldados  con  García  de  Lerma, 
y  la  entrada  de  Juan  de  Céspedes  y  el  capitán  San  Martín  al  río  Grande;  la 
navegación  por  éste  de  Jerónimo  de  Meló,  y  la  muerte  de  Antonio  Jusarte 
por  los  indios  de  Seturma.  En  el  cap.  VIII  trata  del  gobierno  de  Santa 
Marta  por  el  doctor  Infante. 


LXXVIII 

Si  como  a  piedra  de  toque  para  comprobar  las  afirma- 
ciones hechas  por  Castellanos  y  el  P.  Aguado,  acudimos 
a  las  Reales  cédulas  tocantes  a  la  provincia  de  Santa 
Marta,  vemos  que  es  cierto,  como  dice  el  segundo  de  los 
mencionados  cronistas,  haber  hecho  García  de  Lerma  un 
repartimiento  de  caciques  e  indios,  pues  así  lo  consigna 
una  cédula  dada  en  Madrid  a  4  de  Febrero  de  1530,  por 
la  cual  se  reservan  para  Su  Majestad  los  caciques  de  Bon- 
da  y  de  Gaira,  y  otra,  expedida  en  Ocaña  a  25  de  Enero 
de  1531,  mandando  que  se  envíe  relación  de  los  indios 
que  había  sin  repartir.  Otra  (Madrid,  28  de  Noviembre  de 
1532)  adjudica  a  la  provincia  de  Santa  Marta  las  islas  del 
río  Grande,  que  servía  de  límite  con  la  de  Cartagena; 
otras  dos  (Madrid,  10  de  Diciembre  de  1532  y  16  de  Fe- 
brero de  1533)  consienten  al  Gobernador  y  al  Obispo  Li- 
cenciado Tobes,  sucesor  de  Fr.  Tomás  Ortiz,  declarar  la 
guerra  a  los  indios  del  pueblo  Grande,  de  Betonia,  del 
valle  de  Coto  y  de  la  Ramada;  dos  firmadas  en  Madrid  a 
30  de  Diciembre  del  mismo  año,  tratan  de  la  expedición 
hecha  al  río  ^e  la  Magdalena  y  de  los  servicios  que  en 
ella  prestó  Rodrigo  Liaño;  que  García  de  Lerma  llevó 
doscientos  hombres,  consta  por  dos  cédulas  de  15  de 
Octubre  de  1532;  de  excesos  cometidos  contra  los  indios 
no  habla  más  que  una  cédula,  según  la  cual  el  capitán 
Berrio  había  robado  y  muerto  inicuamente  a  unos  indios, 
cuyo  delito  se  mandó  a  García  de  Lerma  que  lo  castigase 
cual  merecía,  y  otra  por  la  que  se  manda  poner  en  liber- 
tad a  unos  seiscientos  indios,  los  más  de  ellos  niños,  cau- 
tivados por  Pedro  de  Vadillo  en  una  entrada  que  hizo 
(Madrid,  5  de  Abril  de  1532);  en  cambio  hay  otras  expe- 
didas en  favor  de  los  indígenas;  ejemplos  de  ellas,  la  de 
5  de  Abril  de  1530,  para  que  los  españoles  no  segasen 


LXXIX 

los  maizales  de  los  indios,  y  la  de  4  de  Abril  de  1531, 
encargando  se  haga  una  descripción  del  país  y  de  los  po- 
bladores, a  fin  de  que  el  tributo  impuesto  a  los  naturales 
no  resultara  pesado  a  éstos;  en  obsequio  a  la  prosperidad 
económica  de  la  nueva  provincia,  se  dieron  la  de  2  de 
Diciembre  de  1532,  eximiendo  de  almojarifazgo,  por  seis 
años,  a  los  vecinos  de  Santa  Marta;  la  de  2  de  Noviem- 
bre del  mismo  año  para  que  éstos  no  pagasen,  durante 
cuatro  años,  más  que  el  diezmo  del  oro  de  las  minas;  la 
de  12  de  Marzo,  relativa  a  la  cría  de  ganados,  que  pro- 
curaba facilitar  el  monarca,  y  otras  análogas;  otras,  como 
la  de  28  de  Enero  de  1533,  por  la  que  se  manda  poner 
curas  en  las  iglesias,  se  refieren  al  bien  espiritual  de  los 
indios  y  al  de  los  nuevos  pobladores;  de  cuando  en  cuan- 
do se  dan  órdenes  a  García  de  Lerina,  tal  vez  fundadas 
en  abusos,  como  dos  de  25  de  Enero  de  1531,  para  que 
otorgase  las  apelaciones  y  dejase  hacer  las  probanzas  de 
servicios,  y  la  de  28  de  Enero  de  1533,  para  que  fuesen 
cumplidos  los  mandamientos  de  los  oidores  de  Santo  Do- 
mingo; la  expedida  en  Toledo  a  18  de  Abril  de  1534  da 
instrucciones  para  tomar  residencia  a  García  de  Ler- 
ma(l). 

Si  de  la  provincia  de  Santa  Marta  pasamos  a  la  de 
Cartagena  en  el  primer  gobierno  de  Pedro  de  Heredia, 
hallaremos  también  notables  discrepancias  entre  los  his- 
toriadores que,  como  Castellanos,  Fernández  de  Oviedo 
y  el  P.  Aguado,  si  bien  no  fueron  testigos  presenciales, 
procuraron  beber  en  legítimas  fuentes,  en  relaciones  de 
los  conquistadores  y  en  otros  documentos  más  o  menos 


(i)     Ctdulario  de  las  provincias  de  Santa  Marta  y  Cartagena  de  Indias 
(siglo  XVI).  Tomo  primero.  Años  IJ2Q  a  ijfj.  Madrid,  191 3. 


LXXX 

fidedignos.  Juan  de  Castellanos,  cuya  autoridad  como 
cronista  rebajó  demasiado  el  insigne  D.  Marcos  Jiménez 
de  la  Espada  (1),  cuando,  realmente,  aquél  no  se  equi- 
vocó más  que  Gomara,  Fernández  de  Oviedo  u  otro  his- 
toriador de  Indias  en  el  siglo  XVI,  escribió  con  honrada 
diligencia  lo  que  atañe  a  la  provincia  de  Cartagena  en 
tiempo  de  Pedro  de  Heredia,  utilizando  escritos  de  tes- 
tigos oculares  y  fidedignos. 

Como  fuente  general  de  dichos  sucesos  utilizó  Castella- 
nos las  relaciones  que  le  había  dado  Gonzalo  Fernández: 

Y  Gonzalo  Fernández,  cuyo  marte 
Fué  de  las  guerras  todas  buen  testigo, 

Y  ansí  destos  discursos  me  dio  parte 
Como  quien  me  tenía  por  amigo; 
Los  cuales  por  escrito  los  reparte 
De  la  misma  manera  que  los  digo, 

Y  es  tanta  su  bondad,  que  me  asegura 
Ser  todo  lo  que  dice  verdad  pura  (2). 

Tanto  crédito  daba  Castellanos  a  estas  relaciones,  que 
si  bien  tenía  otra  de  Juan  de  Cuevas,  relativa  a  la  jorna- 
da que  a  Zamba  y  otros  pueblos  hizo  Pedro  de  Heredia, 
prefirió  seguir  aquéllas: 

Aunque,  según  las  relaciones  nuevas 
Que  de  la  villa  de  Mopox  me  envía 
El  antiguo  soldado  Juan  de  Cuevas, 
No  fué  poco  sangrienta  la  porfía, 
Pues  antes  de  la  paz  hicieron  pruebas 
De  lo  que  cada  cual  parte  podía; 
Mas  Gonzalo  Fernández  no  da  cuenta 
Sino  de  lo  que  aquí  se  representa  (3). 


(i)  En  su  estudio  rotulado  Juan  de  Castellanos  y  su  Historia  del  Nuevo 
Reino  de  Granada,  que  publicó  en  la  Revista  contemporánea,  y  de  la  que  hay 
edición  aparte. 

(2)  Elegías,  pág.  366. 

(3)  Elegías,  pág.  374. 


LXXXI 

Siguió,  no  obstante,  Castellanos  el  testimonio  de  Juan 
de  Cuevas  en  algunos  hechos,  y  así  al  referir  los  tratos 
que  hubo  con  el  cacique  Cipacua,  el  combate  con  Tuba- 
rá  y  la  prisión  de  Morotoava  y  su  sobrino  Haré,  dice: 

Añadiremos  una  cosa  nueva, 

Y  es  decir  Juan  de  Cuevas,  que  primero 
Que  con  Cipacua  fuesen  los  conciertos, 
Hubo  con  Tubará  recuentro  fiero 

A  la  subida  de  sus  altos  puertos; 

Murió  don  Juan  de  Vega  Caballero 

Después  que  por  él  fueron  muchos  muertos  (i). 

La  misma  fuente  usó  Castellanos  para  describir  los 
nuevos  tesoros  que  en  aquella  región  descubrieron  los 
españoles: 

Hallaron  templo  donde  se  adoraba 
Con  gran  veneración  un  puerco  espino, 
Que  por  romana  vieron  que  pesaba 
Cinco  arrobas  y  media  de  oro  fino, 
El  cual  puerco  hallaron  en  Cipacua, 

Y  otro  templo  también  en  Cornapacua. 
En  el  cual  (estos  hombres  insensatos) 
Eran  por  dioses  suyos  adorados 

Con  grandes  ceremonias  ocho  patos 
Que  pesaron  noventa  mil  ducados, 
Donde  tuvieron  bien  para  zapatos 
Este  gobernador  y  sus  soldados  (2). 

Para  la  jornada  de  Pedro  de  Heredia  ai  Cenú,  y  para 
describir  las  riquezas  allí  acumuladas  por  los  medios, 
aprovechóse  Castellanos  de  las  noticias  que  le  dio  Juan 
de  Orozco: 

Juan  de  Orozco  fué  de  los  que  digo, 
Capitán  de  valor  bien  conocido. 
El  cual  tenía  voto  de  testigo 
Que  pudo  deponer  de  lo  que  vido, 


(i)    Elegías ■,  pág.  376. 
(2)    Elegías,  pág.  376. 


LXXXII 

E  yo  lo  tuve  siempre  por  amigo 
En  aquesta  ciudad  donde  resido. 

Hizo  libro  de  peregrinaciones 
Hechas  en  el  discurso  de  su  vida, 
Y  también  escribió  destas  regiones 
Alguna  parte  no  tan  extendida 
En  su  libro  llamado  Peregrino, 
Cuanto  yo  podré  dar  deste  camino  (i). 

Juan  de  Castellanos,  en  sus  Elegías,  después  de  re- 
ferirnos la  juventud  borrascosa  de  Heredia,  quien  per- 
dió gran  parte  de  la  nariz  en  una  contienda  y  hubieron 
los  médicos  de  rehacérsela  (2),  emplea  bastantes  octa- 
vas en  narrar  el  viaje  de  aquél  desde  España  hasta  la  villa 
de  Azúa,  en  Santo  Domingo,  y  en  mencionar  a  los 
principales  de  sus  compañeros;  mas  luego  es  brevísimo 
en  la  continuación  hasta  desembarcar  en  las  playas  de 
Calamar,  donde  calla  la  tempestad  que  sufrieron  los  expe- 
dicionarios al  navegar  desde  el  puerto  de  Gaira: 

Año  de  treinta  y  tres  era  llegado 
Del  parto  de  li  Virgen  soberana, 
Cuando  para  viaje  deseado 
Al  manso  viento  dieron  la  mesana, 
Por  no  lo  ser  entonces  destemplado, 
Antes  hallaron  siempre  la  mar  llana; 
Y  a  trece  días  ya  del  mes  de  Enero, 
Vieron  a  Calamar,  pueblo  frontero. 


(!)     Elegías,  pág.  379. 

(2)  Médicos  de  Madrid  o  de  Toledo, 

O  de  más  largas  y  prolijas  vías, 
Narices  le  sacaron  del  molledo 
Porque  las  otras  se  hallaron  frías, 
Y  sin  se  menear  estuvo  quedo 
Por  más  espacio  de  sesenta  días, 
Hasta  que  carnes  de  diversas  partes 
Pudieron  adunar  médicas  artes. 

{Elegías,  pág.  365.) 


LXXXIII 

En  esta  parte,  lo  mismo  que  en  otras,  las  relaciones  de 
Castellanos  y  del  P.  Aguado  se  completan,  y,  como  en 
la  mayor  parte  de  los  sucesos,  la  de  aquél  es  más  rica  y 
más  detallada.  Como  la  obra  del  P.  Aguado,  en  esta  par- 
te, se  halla  todavía  inédita  (1),  copiaré  los  pasajes  prin- 
cipales, dando  ligerísima  idea  de  lo  que  escribió  Caste- 
llanos, cuyo  texto  puede  cualquiera  consultar.  He  aquí 
la  manera  con  que  el  P.  Aguado  narra  los  comienzos 
del  gobierno  de  Heredia  en  Cartagena: 

"Pedro  de  Heredia  se  dio  alli  [en  Santa  Marta]  tan 
buena  maña,  que  alcanco  y  adquirió  gran  cantidad  de 
oro,  con  el  qual  se  fué  á  España,  y  con  el  oro  que  llevo 
y  con  amigos  y  deudos  que  tuvo  personas  principales  en 
Madrid,  hubo  del  Emperador,  el  año  treynta  y  dos,  por 
gobernación,  desde  el  rio  de  Santa  Marta,  que  agora  es 
llamado  la  Magdalena,  hasta  el  rio  del  Darien,  todo  lo  de 
la  tierra  adentro  que  debajo  destos  dos  limites  pudiese 
poblar  (2),  y  aunque  el  era  hombre  diligente  y  solicito, 
por  causa  del  poco  posible  que  tenia,  porque  el  oro  que 


(i)  No  ha  mucho  tiempo,  resolvió  publicarla  nuestra  Real  Academia  de 
la  Historia,  y  según  mis  noticias,  está  ya  en  prensa.  Es  de  suponer  que  la 
edición  será  crítica,  y  que  las  afirmaciones  del  P.  Aguado  aparecerán  cote- 
jadas con  las  noticias  contenidas  en  los  ricos  Cedularios  de  aquel  tiempo 
que  se  conservan  en  el  Archivo  de  Indias,  fuente  la  más  legítima  de  todas. 

(2)  De  los  documentos  que  he  publicado  en  el  Cedulario  de  las  provin- 
cias de  Santa  Alaría  y  Cartagena  de  Indias  {siglo  XVI),  tomo  primero  (Ma- 
drid, 1913),  se  deduce  que  a  i.°  de  Julio  de  1532  estaba  ya  acordado  el  nom- 
bramiento de  gobernador  de  Cartagena,  a  favor  de  Pedro  de  Heredia, 
aunque  las  capitulaciones  no  fueron  firmadas  hasta  5  de  Agosto;  los  límites 
asignados  eran  «desdel  rio  Grande  qu'  está  entre  la  provincia  de  Santa 
Marta  e  Cartagena,  asta  el  rio  Grande  qu'  está  en  el  golfo  de  Uraba,  que 
serán  asta  LXX  leguas  de  costa,  con  las  ysletas  que  confinan  con  la  dicha 
tierra>  .A  4  de  Julio  se  habían  expedido  cédulas  para  que  Heredia  tuviese 
la  justicia,  pudiese  edificar  una  fortaleza,  y  sacar  de  las  islas  de  Canaria  gen- 
te y  bastimentos;  el  día  15  otra  para  que  la  Casa  de  la  Contratación  le  die- 


LXXXIV 

de  Santa  Marta  llevo  se  le  acabo  presto,  no  pudo  juntar 
mas  de  hasta  quarenta  hombres,  con  los  quales  se  em- 
barco en  Sevilla  en  una  caravela  y  una  fusta,  año  de 
treinta  y  tres,  pasado  lo  mas  del  año,  con  lo  qual  se  vino 
a  la  ciudad  de  Santo  Domingo  de  la  Isla  Española,  don- 
de se  detuvo  algunos  días  procurando  gente  y  soldados, 
porque  le  parecia  ser  pocos  los  que  tenia,  por  respeto  de 
la  mucha  y  belicosa  gente  que  en  la  costa  y  pueblos  de 
su  governacion  decian  que  avia;  pero  con  toda  la  dili- 
gencia que  puso,  no  pudo  juntar  mas  de  otros  diez  o 
doze  soldados,  con  los  quales  y  con  los  que  de  España 
avia  traido  salió  del  puerto  y  rio  de  Santo  Domingo  por 
prencipios  del  año  de  treynta  y  quatro,  llevando  por  su 
teniente  de  gobernador  a  Francisco  Cesar,  natural  de  la 
tierra  de  Cordova,  que  avia  sido,  en  la  conquista  del  rio 
de  la  Plata,  capitán  de  Gavoto.  Era  este  Cesar  hombre 
famoso,  de  gran  temeridad  y  loco  atrevimiento,  que  con 
solos  diez  compañeros  españoles  se  metió  la  tierra  aden- 
tro de  las  riberas  del  rio  de  la  Plata  y  paso  por  muchas 
poblazones  de  gente  muy  belicosa  y  guerrera,  y  no  solo 
se  paro  ni  se  detuvo,  ni  los  naturales  della  fueran  parte, 
con  ser  ynumerables,  para  hacelles  daño  ninguno,  pero 
nunca  quiso  volver  las  espaldas,  ni  tornarse  a  salir  hasta 


se  algunas  cosas  fiadas;  el  28  del  mismo  mes  fué  nombrado  Alonso  de  Saa- 
vedra  tesorero  de  aquella  provincia. 

Ya  Castellanos  describió  con  exactitud  los  límites  de  la  provincia  de 
Santa  Marta: 

El  despacho  se  dio  que  pretendía 
De  la  gobernación  de  Cartagena, 

Y  el  término  de  tierra  se  extendía 
Desde  el  gran  río  d¿  la  Magdalena 
Hasta  el  de  Darien  y  su  bahía, 

Y  por  la  tierra  adentro  fué  muy  llena. 

{Elegías,  pág.  366.) 


LXXXV 

llegar  a  reconocer  la  cordillera  de  Piru  y  tierra  de  los 
Andes...  Vino  Pedro  de  Heredia  de  Santo  Domingo  a 
tomar  tierra  en  términos  de  Santa  Marta,  en  un  puerto 
qu'  es  llamado  Gaira,  por  estar  junto  a  el  un  pueblo  de 
yndios  deste  propio  nombre,  y  aunque  estuvo  surto  en 
este  puerto,  reconociendo  ser  de  Santa  Marta  y  estar 
desoirá  parte  del  rio  Grande,  fuera  de  los  mojones  de  su 
gobernación,  se  hizo  a  la  vela  de  noche,  la  via  de  Carta- 
gena, por  donde  avian  de  atravesar  las  corrientes  y  boca 
del  rio  Grande,  que  son  de  gran  peligro  y  riesgo,  y  ansi, 
obieran  de  perecer  en  él  todos  los  españoles  y  gente  que 
en  la  caraveía  y  fusta  yban,  a  causa  de  ser  los  pilotos 
chapetones  o  visónos  en  aquella  navegación  y  no  tener 
ningún  conocimiento  de  aquella  costa,  porque  como  se 
metiesen  en  las  corrientes  y  canal  del  rio  donde  las  aguas 
por  el  movimiento  recio  de  los  vientos  se  movían  con 
demasiada  elación,  fué  la  fusta  puesta  en  muy  grande  pe- 
ligro, y  remedió  su  naufragio  con  que  acertó  á  ser  de  cu- 
bierta entera,  cuyo  escotillón  taparon  y  brearon,  y  ansi, 
aunque  los  olages  del  agua  pasaban  por  encima  de  la 
fusta  y  la  bañaban  y  mojaban  a  todos  los  que  en  ella 
yban,  quiriendolo  Dios  asi  no  pereció  ninguna  persona 
della.  La  caraveía,  como  era  de  mayor  través,  daba  la 
mar  mayores  combates  en  ella,  y  asi  estaba  en  mayor 
peligro  la  gente  que  dentro  yba,  y  acrecentósele  otro 
mayor  trabajo  y  peligro,  y  fue  que  con  los  combates  del 
agua  se  le  quebró  de  noche  los  hierros  y  argollas  del  ti- 
món, por  lo  qual  anduvo  sin  gobierno  por  donde  el  agua 
y  el  viento  la  quería  llevar,  desde  quatro  o  cinco  horas 
antes  que  amaneciese,  hasta  bien  tarde  del  día  siguiente, 
sin  que  entre  los  mareantes  que  dentro  yban  se  diese 
ningún  remedio  para  que  pudiese  gobernar  la  caraveía. 


LXXXVI 

y  al  fin  vino  a  dar  uno  de  los  que  mas  habían  seguido  la 
corte  y  el  palacio,  de  suerte  que  la  caravela  pudo  nave- 
gar y  entró  en  el  puerto  de  Calamar  juntamente  con  la 
fusta,  donde  desembarco  el  gobernador  Pedro  de  Here- 
dia,  y  con  la  gente  que  llevaba  de  a  pié  y  de  a  caballo 
dio  en  la  población  de  Cañamar,  cuyos  moradores  toma- 
ron las  armas  para  defender  y  resistir  la  entrada  á  los  es- 
pañoles, y  pelearon  buen  rato  los  unos  con  los  otros,  y 
aunque  los  yndios  eran  muchos  y  muy  buenos  flecheros  y 
diestros  y  muy  certeros,  y  que  las  flechas  que  tiraban  yban 
untadas  con  ponzoñosa  yerba,  con  todas  estas  condiciones 
y  otras  que  no  digo,  no  pudiendo  sufrir  el  ympetu  de  los 
españoles  desampararon  el  pueblo,  y  bolviendo  las  espal- 
das, se  dieron  á  huir  con  toda  la  priesa  que  podian.  En  el 
saco  del  pueblo  ovieron  poco  provecho  los  soldados, 
porque  como  otras  muchas  vezes  habían  aportado  espa- 
ñoles a  rescatar  y  aun  a  ranchear  a  este  puerto  y  pueblo, 
todo  el  oro  y  otras  cosas  que  para  su  ornato  y  servicio 
tenían,  le  tenían  puesto  a  recado  en  partes  ocultas,  que 
por  los  españoles  no  pudo  ser  hallado  cosa  alguna  por 
entonces,  más  alojáronse  en  el  propio  pueblo,  y  alli  hizo 
el  governador  Pedro  de  Heredia  poner  todo  lo  que  en  la 
caravela  y  fusta  traia.„ 

Como  se  ve,  Fr.  Pedro  Aguado  pasa  por  alto  la  pri- 
sión, en  Calamar,  del  indio  Corinche,  y  la  intervención 
en  aquellos  sucesos  de  la  india  Catalina,  llevada  como 
intérprete  de  los  españoles.  A  más  de  esto,  anticipa  la 
fundación  de  Cartagena  que,  según  Castellanos,  no  se  ve- 
verificó  hasta  después  de  la  jornada  contra  Turvaco  (1): 


(i)    El  nombre  de  este  pueblo  aparece  en  los  cronistas  con  varias  for- 
mas: Tarvaco,  Turvaco \   Tar guaco,  Taragoaco. 


LXXXVII 

"Para  perpetuidad  de  su  gobernación,  Pedro  de  Here- 
dia  determinó  luego  de  poblar  donde  estaba,  un  pueblo, 
para  desde  alli  hacer  algunas  salidas  y  entradas  la  tierra 
adentro,  y  poniéndolo  por  obra,  en  el  propio  pueblo 
donde  estaba  aloxado  hizo  su  poblagon  y  fundación,  por 
parecelle  sitio  y  lugar  acomodado  para  ello,  y  nombran- 
do alcaldes  y  regidores  y  los  demás  oficiales  necesarios  a 
ia  república,  y  haciendo  otras  cerimonias  que  en  semejan- 
tes fundaciones  se  suelen  hacer,  puso  al  pueblo  por  nom- 
bre la  ciudad  de  Calamar,  y  al  puerto,  por  tener,  como 
he  dicho,  tanta  similitud  con  el  puerto  de  Caríaxena  en 
España,  se  le  puso  Cartaxena.,, 

La  campaña  contra  los  indios  de  Turvaco  es  referida 
por  el  P.  Aguado  en  términos  que  coinciden  bastante 
con  la  narración  de  Castellanos: 

"Después  de  pasados  algunos  dias  de  como  Pedro  de 
Heredia  fundó  esta  ciudad,  acudió  gente  a  ella  de  otras 
partes,  y  demás  desto  estaba  en  camino  pasajero  que  los 
que  yban  y  venían  a  Piru,  pasaban  por  este  puerto.  En 
pocos  dias  se  reformo  de  muchos  españoles  con  que  He= 
redia  tubo  lugar  de  usar  a  su  placer  de  su  juridicion,  y 
ansi  tomo  consigo  quarenta  hombres  de  a  pie  y  de  a  ca- 
ballo, y  con  ellos  se  metió  ia  tierra  adentro  y  fue  a  dar  a 
un  pueblo  de  yndios  de  mucho  caserio  e  yndios  y  mora- 
dores, llamado  Turbaco,  qu'  estada  apartado  de  Calamar 
o  Cartagena  cinco  leguas.  Luego  que  los  yndios  y  mora- 
dores deste  pueblo  tuvieron  noticia  de  la  ida  de  los  espa- 
ñoles, como  gente  que  ya  otra  vez  habían  habido  Vitoria 
de  españoles,  porque  en  el  avian  muerto  a  Juan  de  la 
Cosa,  como  luego  diré,  tomaron  las  armas  en  las  manos 
y  con  grandes  muestras  de  alegria  esperaron  a  que  el  Go- 
bernador y  los  que  con  él  yban  los  acometiesen.  Llega- 


LXXXVIII 

ron  los  españoles  y  su  gobernador  Heredia  a  las  ocho  o 
nueve  del  dia,  y  como  hallaron  a  los  yndios  puestos  en 
arma,  los  unos  por  entrar,  y  los  otros  por  defender  sus 
casas,  fué  entre  ellos  trabada  la  guazabara  o  pelea,  en  la 
qual  d'  entrambas  partes  pelearon  tan  briosamente  que 
sin  que  Vitoria  se  declarase,  ni  fortuna  se  mostrase  favo- 
rable a  ninguna  de  las  partes,  el  trabajo  grande  que  en  el 
pelear  avian  los  unos  y  los  otros  padecido  los  forco  que 
de  conformidad  se  apartasen  los  unos  de  los  otros  a  des- 
cansar y  a  comer,  que  les  fatigaba  tanto  el  trabajo  como  la 
hambre.  Pasadas  dos  horas,  los  yndios  se  levantaron  don- 
de estaban,  y  revolviendo  sus  armas  contra  los  nuestros, 
les  torearon  hacer  lo  mesmo,  y  tornando  á  pelear  con  el 
mesmo  vigor  que  de  antes,  aunque  la  pelea  duró  un  buen 
rato,  los  yndios  comenzaron  primero  a  perder  el  ánimo  y 
desmayar  y  pelear  floxamente,  lo  qual  reconocido  de  los 
españoles  aprovechándose  y  usando  de  la  ocasión  que  la 
fortuna  les  ofrecía,  cerraron  con  los  yndios  tan  briosamen- 
te que  les  forcaron  a  volver  las  espaldas  y  a  desamparar  el 
pueblo,  en  el  qual  se  metieron  luego  los  españoles  y  sa- 
quearon todo  lo  que  en  él  avia  que  saquear;  pero  no  se  de- 
tuvieron en  el  a  dormir  aquella  noche,  porque  los  yndios 
no  se  juntasen  y  diesen  sobre  ellos  y  los  desbaratasen,  y 
asi  se  bolvieron  la  propia  noche  la  viade  Cartagena.,, 

El  descubrimiento  de  los  ricos  tesoros  del  Cenú  y  las 
guazábaras  que  hubo  antes  con  los  indios,  son  referidos 
con  mucha  variedad  en  los  cronistas.  Juan  de  Castella- 
nos pone  antes  la  salida  de  los  españoles,  en  número  de 
doscientos  cincuenta,  en  un  bergantín  y  una  chalupa;  su 
viaje  por  tierra  a  través  de  los  cacicatos  de  Corex  y  de 
Carón;  la  embajada  de  éste  al  indio  Dulio,  quien,  al  fin, 
se  une  a  los  conquistadores;  el  favorable  recibimiento  que 


LXXXIX 

los  nuestros  hallaron  en  Zamba  y  la  paz  que  se  celebró 
con  los  indios  de  Cipacua. 

Una  rica  mucura  cubierta  de  chaguala  de  oro,  hallada 
por  un  negro  (1),  y  la  llegada  a  un  templo  donde  había 
no  pocos  ídolos  cubiertos  de  áureas  láminas  (2)  y  árbo- 
les, de  los  que  pendían  campanillas  de  oro  (3),  fueron  los 
comienzos  de  tan  espléndido  hallazgo,  que  se  completó 


(i)  A  fin  de  ranchear  algún  alhaja 

Un  negro  del  Heredia  muy  ladino, 
Que  con  favor  del  amo  se  aventaja 
A  visitar  las  casas  del  vecino, 
Una  mucura  vio  como  tinaja 
Cubierta  con  chaguala  de  oro  fino, 
La  cual  a  su  señor  puso  en  las  manos 

Y  pesó  cuatrocientos  castellanos. 

(Elegías,  pág.  378.) 

(2)  ídolos  veinte  y  cuatro  vieron  altos 
Todos  como  grandísimos  gigantes, 
De  madera  labrada  lo  intestino 

Y  lo  de  fuera  hoja  de  oro  fino. 
Tenía  cada  cual  puesta  tiara 

O  mitra  de  oro  puro  bien  tallada; 
De  dos  en  dos  tenían  una  vara 
Sobre  sus  anchos  hombros  travesada, 
Cuyas  posturas  son  cara  con  cara 

Y  una  hamaca  del  bastón  colgad», 
En  las  cuales  hamacas  recebían 

El  oro  que  los  indios  ofrecían. 

(Elegías,  pág  378,) 

(3)  Había  muchos  árbores  afuera 
Pegados  con  el  dicho  santuario, 
Colgadas  de  los  ramos  en  hilera 
Campanas  de  oro  no  de  talle  vario, 
Mas  en  tamaños,  formas  y  manera, 
Según  un  almirez  de  boticario. 

(Elegías,  pág.  378,) 


xc 

al  saber  los  tesoros  que  había  debajo  de  los  montículos 
y  de  los  corpulentos  árboles  que  crecían  sobre  muchas 
de  las  sepulturas,  que  describe  Castellanos  con  lujo  de 
noticias  muy  provechosas  para  los  arqueólogos. 

El  P.  Aguado  sigue  otra  versión  y  cuenta  el  episodio 
de  aquel  indio  que  ofreció  a  los  españoles  un  niño,  cre- 
yendo que  comían  carne  humana,  y  luego  les  mostró  los 
codiciados  tesoros  del  Cenú: 

"Pasados  algunos  dias  de  como  el  gobernador  Pedro 
de  Heredia  obo  desbaratado  al  cazique  e  yndios  de  Tur- 
vaco,  se  hallo  con  mas  copia  de  españoles  de  los  que 
cada  dia  yban  dejando  algunos  navios  que  tocaban  en 
Cartaxena;  y  asi,  con  mas  numero  de  soldados  que  antes 
salió  a  correr  la  tierca  comarcana  a  Cartaxena  y  pacificar 
los  naturales  que  en  ella  abia  poblados,  entre  las  quales 
poblacones  desfa  vez  anduvo  dos  meses  con  sus  solda- 
dos, y  como  la  gente  desta  prouincia  generalmente  es  be- 
licosa, muchas  vezes  en  diversos  pueblos  tomaron  las  ar- 
mas contra  los  españoles  y  procuraron  desbaratallos  y 
echallos  fuera  de  la  tierra;  pero  ninguna  cosa  les  presto, 
porque  Pedro  de  Heredia  era  hombre  bien  afortunado  en 
guerra  de  yndios,  y  los  soldados  que  llevaba  eran  los 
mas  dellos  hombres  antiguos  en  las  Yndiasy  que  en  otras 
partes  se  avian  ya  visto  en  peleas  de  yndios,  á  los  quales 
llaman  caquiamos  o  ysleños;  y  asi  dieron  todos  muestras 
de  buenos  soldados  en  las  Vitorias  que  contra  los  yndios 
esta  vez  ovieron,  y  ansi  Pedro  de  Heredia,  sin  recibir  casi 
daño  ninguno,  constriño  y  forQÓ  muchos  pueblos  de  yn- 
dios a  que  recibiesen  y  admitiesen  su  amistad  y  confede- 
ración, lo  qual  fue  hecho  y  efectuado  por  ellos,  y  le  fue 
guardada  con  toda  fidelidad  y  verdad  por  el  gobernador 
y  sus  soldados,  que  fue  muy  gran  causa  de  que  otros  mu- 


XCI 

chos  pueblos  de  yndios  hiciesen  lo  mismo  y  se  ynclina- 
sen  abrazar  la  paz  y  amistad  de  los  españoles,  porque 
Pedro  de  Heredia,  demás  de  que  hacia  conservar  la  paz 
y  amistad  a  los  yndios,  tenia  especial  cuidado  en  mirar 
por  su  buen  tratamiento,  y  no  consentia  que  se  les  hicie- 
se ningún  daño,  ni  demasías,  ni  otras  violencias  y  fuer- 
gas  que  algunos  ynconsideradamente  les  solian  hacer,  y 
aun  hoy  les  harian  si  las  muchas  justicias  que  el  Rey  tie- 
ne puesta[s]  para  remediar  estos  escesos,  no  les  fuesen  a 
las  manos  con  rigurosos  castigos.  Volvióse  después  al 
tiempo  dicho  a  la  ciudad  de  Cartaxena  el  Gobernador  y 
sus  soldados,  y  alió  aíli  al  capitán  Mena  y  al  capitán 
Losa,  que  venían  de  Piru  e  yban  a  dar  aviso  al  Empera- 
dor del  suceso  y  descubrimiento  de  Piru  hecho  por  Fran- 
cisco Picarro,  el  qual  en  batalla  avia  preso  a  Guaynaca- 
pa,  rey  de  aquella  tierra,  y  desbaratado  con  una  compa- 
ñía de  españoles  las  ynnumerables  gentes  qu'  este  bárba- 
ro avia  juntado  para  dar  batalla  a  los  españoles  y  echa- 
líos  de  su  tierra;  pero  favoresciendo  Dios  ynmortal  a  los 
de  Francisco  Pigarro,  les  dio  una  Vitoria  de  la  qual  que- 
dará perpetua  memoria  en  el  mundo;  y  ansi  se  detuvie- 
ron en  este  puerto  poco  ios  dos  capitanes  prosiguiendo 
su  derrota  y  viaje.  El  gobernador  Heredia  se  determinó, 
después  que  se  vido  con  alguna  copia  de  gente,  de  ha- 
cer un  descubrimiento  y  jornada  la  tierra  adentro  para  el 
verano  del  año  venidero  de  treynta  y  cinco,  y  porque  ha- 
bía de  quedar  poca  guarnición  de  gente  en  el  pueblo, 
hizo  el  gobernador  que  se  hiciese  un  cercado  de  tapias  o 
palenque  de  tierra,  á  manera  de  fuerte,  en  que  la  gente 
se  recogiese  si  fuese  necesario  y  estubiesen  seguros  de 
las  asechanzas  y  fuerca  de  los  yndios.  Hizose  el  fuerte  en- 
tre el  propio  pueblo  de  Cartagena  y  la  ribera  y  costa  del 


XCII 

mar  que  cae  a  barlovento,  en  pocos  dias,  porque  todos 
los  soldados,  por  principales  que  fuesen,  trabajaban  y 
ayudaban  a  ella,  no  solo  con  sus  pareceres  y  presencia, 
pero  actualmente  con  sus  propias  manos  y  haciendo  lo 
que  en  semejantes  trabajos  y  labores  suelen  hacer  los  co- 
munes trabajadores  y  jornaleros;  y  lo  que  mas  de  loar  es, 
que  el  mismo  gobernador,  no  despreciándose  de  lo  que 
le  era  tan  desigual,  hacia  lo  mesmo  que  los  otros  solda- 
dos, poniendo  por  su  persona  y  trabajo  todo  calor  en  la 
fabricación  del  fuerte,  el  qual  fué  hecho  en  bien  pocos 
dias;  y  puestas  todas  las  cosas  en  orden  y  concierto,  asi 
para  lo  que  avia  de  quedar  en  Cartaxena  como  lo  que 
avia  de  llevar  consigo,  salió  de  Cartaxena  después  de  la 
fiesta  de  los  Reyes,  con  casi  ciento  y  cinquenta  hombres, 
entre  los  quaies  yban  señalados  y  diputados  para  las  ne- 
cesidades que  en  el  camino  se  ofreciesen,  veinte  soldados 
macheteros  y  azadoneros,  qu'  estos  llevaban  a  su  cargo 
machetes  y  azadones,  que  para  abrir  el  camino  o  cami- 
nos y  aderezar  pasos  por  aquella  espesura  de  la  monta- 
ña y  fragosidad  de  las  sierras,  requerian  yr  apercibidos 
desta  manera.  Ansi  mismo  yban  en  la  compañia  treynta 
hombres  a  caballo,  que  son  la  fuerza  principal  para  la 
guerra  y  amparo  de  los  españoles,  porqu'  es  ya  cosa 
muy  averiguada  en  las  Yndias  que  á  donde  no  se  llevan 
caballos  para  la  guerra  de  los  yndios,  no  puede  dexar  de 
haber  gran  riesgo  y  peligro  y  trabajo  demasiado  para  los 
españoles. 

Toda  la  otra  gente  eran  rodeleros  y  ballesteros.  Metió- 
se la  tierra  adentro  tomando  por  derrota  la  via  de  Po- 
niente, y  llagando  a  diversas  poblacones  tuvo  muchas 
guazabaras  con  los  yndios  y  moradores  de  los  pueblos 
do  llegaba,  en  las  quaies  le  mataron  algunos  españoles 


xcm 

y  le  hirieron  muchos;  especialmente  le  pusieron  en  aprie- 
to en  un  muy  gran  pueblo  que  casi  todo  un  dia  y  una 
noche  tuvo  la  pelea,  donde  pusieron  en  grande  tribula- 
ción y  cuidado  a  los  españoles;  tomáronles  un  soldado  a 
manos  y  llevaronselo  vivo,  y  allá  le  dieron  la  mas  cruel 
muerte  que  pudieron,  y  mataron  otro  en  la  pelea,  y  hi- 
rieron otros,  asi  de  a  pie,  como  de  a  caballo.  De  los  gi- 
netes  salieron  heridos  en  esta  guazabara  Alonso  Monta- 
ñés, sobrino  del  gobernador,  y  Ponce,  alguacil  mayor, 
y  Martin  Yañez  Tafur,  que  se  quisieron  señalar  mas  que 
otros  en  la  pelea,  y  aunque  salieron  mal  heridos  y  estu- 
vieron de  las  heridas  en  peligro  de  muerte,  no  murió  nin- 
guno de  los  tres,  pero  quedo  Tafur  medio  ciego  de  un 
flechazo  que  le  dieron  en  una  ceja;  pero  con  todo  este 
trabajo  ovieron  vitoria  de  los  enemigos,  y  pasando  ade- 
lante, nunca  les  falto  guerra  de  yndios  que  habia  pobla- 
dos junto  al  camino  que  llevaban.  Caminando  un  dia  los 
españoles  y  su  gobernador  por  un  arroyo  seco  y  muy 
falto  de  agua,  por  lo  qual  y  por  el  gran  calor  yban  los 
soldados  muy  fatigados  de  sed,  hallaron  en  las  barrancas 
deste  arroyo  un  poblecuelo  de  yndios  cuyos  moradores 
de  él  huyeron,  y  ellos  con  su  cacique  o  principal  se  hi- 
cieron fuertes  en  un  buhyo,  y  alli  procuraron  defender 
sus  personas  obstinadamente.  El  gobernador,  por  evitar 
el  daño  del  cacique  e  yndios  que  dentro  del  buhyo  esta- 
ban, procuró  con  los  ynterpretes  y  lenguas  que  tenia  lla- 
mar de  paz  al  bárbaro  y  a  sus  yndios,  que  pretendían 
con  sus  rusticas  armas  permanecer  en  una  casa  de  paja, 
y  tal  que  con  sola  una  centella  de  fuego  que  sobre  ella 
cayera,  perescieran  y  fueran  abrasados  todos  los  que  den- 
tro estaban,  en  lo  qual  el  gobernador  puso  tanta  diligen- 
cia y  calor  que  casi  mitigo  en  alguna  manera  la  furia  de 


XCIV 

los  bárbaros,  porque  á  las  voces  que  el  gobernador  daba 
por  medio  de  los  ynterpretes,  diciendo  a  losyndios  y  ca- 
cique que  en  el  buhyo  estaban  encerrados,  que  no  ovie- 
sen  temor  ninguno,  sino  que  saliesen  fuera,  que  él  los 
recibiría  en  su  amistad,  el  cacique  sacó  las  manos  fuera 
del  buhyo,  por  la  puerta,  que  era  pequeña,  y  en  ellas 
una  criatura  de  hasta  siete  u  ocho  meses,  y  viendo  el  go- 
bernador aquella  novedad  é  ynvencion  de  aquel  bárbaro, 
le  pregunto  que  ¿para  que  efeto  sacaba  aquella  criatura?; 
á  lo  que  respondió  que  se  la  daba  para  que  comiese. 
Admirado  Heredia  de  la  bestialidad  del  bárbaro,  le  dixo 
que  él  y  los  que  en  su  compañia  venían  no  comían  mu- 
chachos, ni  yndios  ningunos,  ni  tal  era  su  pretensión.  A 
lo  que  replicó  el  yndio,  interrogando,  que  le  digesen  de 
que  se  sustentaban  aquellos  hombres  cuyos  aspetos  y  se- 
mejables a  ellos  jamas  el  no  habia  visto.  El  gobernador 
le  dijo  que  su  mantenimiento  era  carne  de  puerco  y  de 
venado,  y  oro.  Entendido  esto  por  el  cacique,  al  momen- 
to arrojó  fuera  del  buhyo  una  chaguala  de  oro  fino  que 
pesaba  ocho  libras,  y  le  dijo:  Toma,  cómete  ese  oro,  que 
mientras  eso  comieres  estaremos  seguros  yo  y  mis  yndios 
de  que  no  nos  comerás  tu  ni  tus  compañeros.  El  goberna- 
dor se  alegro  con  el  manjar,  y  haciendo  nuevos  alagos 
a  los  yndios  y  al  cacique,  los  hizo  salir  fuera  del  buhyo 
y  se  llegaron  donde  el  estaba;  a  los  quales  pregunto 
quien  le  habia  dado  aquella  chaguala,  o  donde  la  habia 
habido.  El  qual  le  dijo  que  su  mayor  el  cacique  del  Senu 
le  abia  dado  aquella  chagualeja,  y  que  si  querían  mas 
oro,  que  los  llevaría  al  propio  Cenu,  donde  auia  mucho. 
Pedro  de  Heredia,  que  no  era  menos  cudicioso  que  las 
otras  gentes,  antes  mas  que  algunos  de  los  que  en  su 
compañia  yban,  se  holgó  en  gran  manera  de  oir  la  bue- 


xcv 

na  nueva  y  rogo  al  cacique  con  grande  ahinco  que  lo 
llevase  con  brevedad  a  tan  feliz  lugar,  haciendo  de  nue- 
vo ynterrogaciones  y  preguntas  sobre  la  grandeza  del 
oro  al  mismo  cacique,  y  si  el  Cenu  donde  le  decia  que 
avia  aquel  oro,  estaba  lejos  o  cerca,  y  que  cantidad  de 
oro  podrían  haber  del;  y  fuele  respondido  que  era  gran- 
de la  suma  de  oro  que  en  poder  de  aquel  cacique  y  sus 
yndios  habia,  asi  en  las  sepulturas  de  los  muertos  y  en- 
tierros, como  sobre  la  tierra;  pero  que  aunque  el  camino 
era  corto,  que  el  no  se  aírevia  andallo  por  su  cargada 
vejez;  mas  que  para  guia  le  daba  un  hijo  suyo  mucha- 
cho, que  le  llevaría  por  via  derecha  donde  tanto  desea- 
ba. Temióse  el  gobernador  no  fuese  alguna  burla  o  cela- 
da que  el  cacique  quisiera  armar  o  hacer,  y  declarándo- 
le su  pecho,  dixo  que  temia  no  fuese  engaño  fabuloso  el 
que  le  pretendía  hacer,  y  que  por  esto  no  pensaba 
sino  llevallo  a  el  propio  cacique  por  guia,  y  no  a  su  hijo. 
Rescibio  grande  alteración  este  principal,  asi  de  la  poca 
confianza  e  crédito  que  en  el  se  tenia,  como  por  la  vio- 
lencia que  se  le  quería  hacer  en  llevallo  fuera  de  su  pue- 
blo y  naturaleza  a  pasar  trabajos  en  el  remate  de  sus  días, 
y  comengó  de  nuevo  a  certificar  al  gobernador  que  no 
se  le  hacia  ningún  engaño,  sino  que  sinceramente  seria 
encaminado  y  llevado  por  su  hijo  a  donde  el  decia.  Hi- 
zose  lo  que  pretendía  y  quedo  con  esto  contento.  Y  dan- 
do a  Pedro  de  Heredia  el  muchacho  que  lo  abia  de  guiar, 
se  partieron  otro  dia  siguiente,  y  en  la  primera  jornada 
llegaron  a  un  pobleguelo  de  pocos  yndios,  y  esos  amon- 
tados y  puestos  en  lugares  seguros,  porque  como  antes 
avian  tenido  noticia  de  como  los  españoles  se  les  acerca- 
ban, no  curaron  de  esperallos,  por  no  tener  con  ellos  da- 
res  ni  tomares.  Durmieron  allí  aquella  noche,  y  el  si- 


XCVI 

guíente  día  marcharon  con  buen  concierto,  según  lo  te- 
nían de  costumbre,  y  fueron  a  dar  a  unas  largas  y  rasas 
campiñas  e  savanas  de  mas  de  quince  leguas  en  contor- 
no, en  las  quales,  obra  de  tres  leguas  metido  en  lo  raso, 
estaba  el  pueblo  del  Cenu,  donde  tenían  los  yndios  sus  se- 
pulturas hechas  sobre  la  tierra  de  suerte  que  desde  lejos 
se  parecían  y  devisaban,  en  tal  manera,  que  una  muy  se- 
ñalada sepultura  que  los  yndios  tenían  hechi  a  honra  de 
su  simulacro,  que  fue  por  los  españoles  llamada  la  se- 
pultura del  diablo,  se  parecía  y  divisaba,  por  su  gran  al- 
tura, desde  una  extendida  legua  de  distancia.  Los  espa- 
ñoles fueron  sentidos  por  los  yndios  deste  pueblo  antes 
que  llegasen  a  el,  y  asi,  desamparándolo  de  repente,  se 
dieron  a  huir  casi  a  vista  de  los  soldados,  los  quales  no 
fueron  nada  perezosos  en  seguir  el  alcance,  y  mediante 
su  buena  diligencia  prendieron  al  cacique  de  aquel  pue- 
blo y  a  su  muger,  que  era  la  natural  señora  de  aquel 
pueblo  y  era  llamada  Latoto.  Dieronse  luego  los  solda- 
dos a  buscar  lo  qu'  en  las  sepulturas  y  casas  avia,  y  ha- 
llaron en  el  buhyo  ó  sepultura  del  diablo  mas  de  qua- 
renta  mili  pesos  de  fino  oro,  sin  otra  mucha  cantidad  que 
por  las  casas  y  sepulturas  se  sacaron.,, 

No  obstante  haberse  valido  Castellanos  de  legíti- 
mas fuentes  históricas,  y  de  la  preciosa  descripción  ar- 
queológica que  nos  dejó  de  las  ricas  esculturas  halladas 
en  el  Cenú,  es  más  importante,  en  especial  desde  el  pun- 
to de  vista  geográfico,  la  que  hizo  el  P.  Aguado,  quien 
distinguió  claramente  el  Cenú,  del  Fincenú  y  del  Pan- 
cenú: 

"Antes  que  pasemos  adelante,  sera  bien  dar  noticia  en 
este  lugar,  del  Cenú,  que  tan  nombrado  ha  sido  en  estos 
nuestros  tiempos,  y  codiciado  de  muchos,  por  lo  que  los 


XCVII 

principales  deste  Cenú  donde  Don  Pedro  de  Heredia  es- 
tuvo, dixeron  a  los  españoles,  y  por  este  paraje  de  Car- 
tajena,  entre  el  rio  grande  de  la  Magdalena  y  el  rio  de 
Darien  y  el  de  Cauca,  están  estos  señores  hacia  el  Ponien- 
te, los  quales  son  tres  Cenues:  el  primero  es  este  donde 
Don  Pedro  de  Heredia  llego,  que  por  sus  naturales  es 
llamado  Fincenu.  Está  quatro  o  seis  leguas  apartado  del 
rio  de  Darien,  que  también  es  llamado  del  Cenu,  por 
donde  subió  antiguamente  el  capitán  Ojeda  después  que 
le  mataron  a  Juan  de  la  Cosa  su  compañero.  En  este  Fin- 
cenu no  se  sacaba  oro,  más  por  respeto  de  ser  los  mora- 
dores del  todos  plateros  y  artífices  de  labrar  oro,  acudían 
a  ellos  de  los  otros  dos  Cenues  donde  se  sacaba  el  oro, 
y  pagábanles  su  trabajo  por  algunas  joyas  y  obras  de  oro 
que  les  hacían,  y  ansí  habían  venido  a  ser  muy  ricos  y  a 
poseher  tanto  oro  como  los  españoles  en  el  hallaron,  y 
también  por  otros  respetos  que  luego  se  dirán.  El  otro 
Cenu  se  decia  Cenufana,  que  también  fue  descubierto  por 
españoles  que  de  la  gobernación  de  Cartaxena  salieron, 
del  qual  también  se  tratara  adelante.  El  tercero  se  dice 
Panzenu;  este  es  el  que  hoy  esta  vez  fue  descubierto,  en- 
tre el  rio  grande  de  la  Magdalena  y  el  rio  Cauca.  En  es- 
tos tres  Cenues  decían  los  yndios  deste  Fincenu  que  avia 
tres  diablos  por  señores,  y  que  el  diablo  mayor  está  en 
el  Pancenu,  y  en  este  Fincenu  esta  una  hermana  del  dia- 
blo mayor,  a  quien  el  propio  diablo  amaba  y  quería  mu- 
cho,  por  cuyo  respeto  muchos  yndios  principales  del 
Panzenu  se  mandaban  llevar  a  enterrar  al  Fincenu  con 
sus  riquezas,  y  el  qu'  esto  no  hacia,  enviaba  a  que  le  se- 
ñalasen y  diesen  sepultura  en  este  Fincenu,  y  en  ella 
mandaba  enterrar  la  mitad  del  oro  que  tenia,  y  desta 
abusión  y  supresticion  diabólica  que  entre  estos  barba- 

G 


XCVIII 

ros  habia,  vino  a  estar  el  Fincenu  tan  poblado  de  ricas 
sepulturas  hechas  de  mogotes  muy  altos,  y  otros  no  tan- 
to, menos  y  mas,  según  la  calidad  del  yndio  que  se  en- 
terraba; y  tanto  quanto  el  edificio  o  túmulo  de  sobre  la 
tierra  era  de  alto,  tanto  tenia  de  hondo  la  sepultura,  y 
asi  obo  y  se  sacaron  ricas  sepulturas  de  a  treynta  mili  pe- 
sos, de  a  veynte  mili,  y  de  onze  mili,  y  seis  y  siete  mili 
pesos,  y  a  menos,  y  a  más.  Ubo  mucha  cantidad  de  se- 
pulturas que  no  tenian  mogote  ni  señal  encima  de  la  tie- 
rra, y  a  estas  descubrían  dando  fuego  a  la  sabana,  y  des- 
pués de  quemada  la  paja  cavaban  y  daban  catas  en  la 
haz  de  la  tierra,  y  donde  hallaban  dos  dedos  de  tierra 
negra  y  luego  una  arenilla  blanca,  era  sepultura,  y  con 
esta  señal  seguían  hasta  llegar  a  donde  estaba  el  difunto 
o  el  oro,  y  en  hallándolo  no  curaban  de  pasar  de  alli. 
Obo  gran  cantidad  de  sepulturas  que  tuvieron  a  quinien- 
tos y  seiscientos  pesos,  y  pocas  de  aqui  para  abajo,  y 
ninguna  que  en  ella  no  se  hallase  oro.  Todo  el  oro  que 
en  estas  sepulturas  tenian  estaba  puesto  al  lado  del  cora- 
zón, y  aun  en  el  propio  corazón  de  los  muertos,  lo  qual 
conocieron  bien  en  breve  los  españoles,  y  después  que 
dello  tuvieron  conocimiento  no  hacían  mas  de  en  descu- 
briendo la  sepultura,  volver  el  rostro  al  sol  y  cavar  a  la 
parte  siniestra  de  la  sepultura,  y  asi  hallaban  con  menos 
trabajo  lo  que  avia  dentro,  porque  como  en  aquella 
parte  del  corazón  no  oviese  oro,  no  curaban  de  buscallo, 
porque  tenian  ya  entendido  que  avia  de  ser  su  trabajo  en 
vano.  La  sepultura  del  diablo,  para  ver  los  españoles  lo 
que  en  ella  avia,  gastaron  mas  de  mili  y  quinientos  pe- 
sos, y  con  todo  este  trabajo  no  pudieron  derribar  de  lo 
que  sobre  la  tierra  avia  edificado  mas  de  la  mitad;  y 
como  ya  tenian  conocimiento  los  soldados  de  la  parte 


XCIX 

donde  avian  de  hallar  el  oro,  y  hallaron  lo  que  he  referi- 
do, no  curaron  de  echar  mas  peones,  porque  les  pareció 
que  era  cosa  perdida.  Halláronse  ansimismo  en  esta  se- 
pultura gran  cantidad  de  maneras  de  vino  convertido  en 
agua,  y  mas  de  cinquenta  piedras  de  moler,  de  hechura 
de  las  de  nuestra  España.  Al  rededor  de  esta  sepultura, 
en  contorno  de  treynta  pies,  estaban  doze  sepulturas 
iguales;  el  altar  de  cada  una  tenia  siete  estados,  y  en 
cada  una  destas  se  hallaron  de  once  mili  pesos  para  arri- 
ba, y  asi  fue  grandísima  la  suma  de  oro  que  deste  poble- 
zuelo  se  sacó,  el  qual  no  tenia  mas  de  veinte  casas  prin- 
cipales en  que  los  yndios  vivían;  y  cada  casa  destas  tenia 
a  la  redonda  de  si  otras  tres  u  quatro  para  sus  haciendas 
y  servicios  extraordinarios,  las  quales  eran  todas  grandes, 
de  pared  alta,  casi  de  la  forma  y  hechura  que  los  espa- 
ñoles las  hazen  para  su  vivienda.  Preciábanse  de  tenerlas 
limpias  y  barridas,  y  para  el  efeto  tenían  unas  escobas 
largas,  de  la  forma  que  las  tienen  en  los  monasterios,  para 
no  abajarse.  Durmian,  o  tenían  por  camas  para  dormir, 
hamacas.  La  señora  deste  pueblo  era  de  gran  gravedad  y 
muy  respetada  de  sus  subditos.  Por  grandeza  acostum- 
braba que  de  un  lado  y  otro  de  su  hamaca  durmiesen  en 
el  suelo  dos  yndias  mozas,  gentiles  mugeres,  los  rostros 
vueltos  a  la  tierra,  para  quando  se  levantase  o  sentase  en 
la  hamaca,  poner  sobre  ellas  los  pies.  Era  de  muy  pocos 
moradores  este  pueblo,  que  en  el  no  habia  a  la  sazón 
cien  yndios,  y  parecía  por  sus  ruynas  y  vestigios  aver 
sido  en  tiempo  antiguo  de  mucha  vecindad.  Pregúntese- 
les a  los  yndios  como  eran  tan  pocos,  y  si  avian  sido  en 
otro  tiempo  más.  Respondieron  que  después  que  mataron 
allí  muchos  españoles,  se  avian  ydo  siempre  apocando 
y  muriendo  hasta  el  estado  en  que  estaban...  Hallaron 


los  españoles  de  Pedro  de  Heredia,  por  los  buhyosy  po- 
blaciones deste  Fincenu,  muchas  armas  de  corazas  y  es- 
padas y  otros  muchos  géneros  de  armas  de  hierro.  El  mu- 
chacho que  Don  Pedro  de  Heredia  avia  llevado  por  guia, 
señaló  alli  en  aquella  campiña  cierta  sepultura  y  entierro 
de  oro  que  el  avia  visto  hacer,  y  dijo  que  la  cavasen  y 
sacarian  oro.  El  gobernador  mando  luego  a  los  acadone- 
ros  y  macheteros  que  cavasen  luego  y  travajasen  en  des- 
enterrar aquel  muerto.  Hizose  lo  que  Pedro  de  Heredia 
mandó,  y  con  poco  trabajo  y  en  menos  tiempo  sacaron 
desta  sepultura  nueve  mili  y  quinientos  pesos  de  oro  fino. 
Procuró  el  gobernador  ynquirir  y  saber  donde  avia   mas 
oro.  El  caziquey  su  muger  se  hallaron  presentes  a  esta 
ynterrogacion,  y  le  digeron  en  su  lengua  que  ¿para  que 
querían  mas  oro  del  que  en  aquella  sepultura  de  aquella 
campiña  avia  y  podia  sacar?  Heredia  les  respondió  que 
mas  quedan  y  mas  buscaban  y  mas  le  avian  de  dar.  Res- 
pondiéronle, vista  su  codicia,  que  fuese  al  Pancenu,  que 
estaba  treynta  jornadas  la  tierra  adentro,  y  que  de  lo  que 
en  los  buhyos  avia  se  podrían  cargar  todos  los  que  con 
el  yban  y  sus  caballos,  y  no  lo  podrían  traher,  y  esto  sin 
lo  que  en  las  sepulturas,  asi  del  diablo,  como  de  los  par- 
ticulares y  plebeyos  avia,   que  era  ynfínito,  porque  en 
aquella  tierra  lo  sacaban  de  las  minas  y  lo  traían  a  aquel 
lugar;  pero  púsole  por  ympedimento  y  estorbo  ser  pocos 
los  españoles  que  yban  con  el  governador  para  aver  de 
pelear  con  los  yndios  del  Pancenu.  El  gobernador,  como 
oyó  tan  buenas  y  alegres  nuevas,  tomándose  entre  los  de- 
dos de  las  manos  las  narices,  comento  a  cantar: 

Quando  yo  sea  gañan 
Joanica  me  lleve  el  pan. 

Regocijáronse  aquel  dia,  y  el  siguiente  aceleróse  el  go- 


CI 

bernador  por  leve  ocasión  que  le  sobrevino,  con  unos  sol- 
dados de  los  de  Santa  Marta  que  llevaba  en  su  compa- 
ñía, contra  los  cuales  contengo  á  decir  que  a  la  vuelta 
los  avia  de  dejar  a  todos,  antes  de  entrar  en  Cartaxena, 
ahorcados.  Parecióles  mal  esta  sobervia  y  demasia  de  Pe- 
dro de  Heredia  a  muchos  soldados  y  comentaron  a  pro- 
nosticar que  si  no  se  reportaba  y  media,  que  seria  infeliz 
el  suceso  y  fin  que  dende  en  adelante  oviese  aquella  jor- 
nada, porque  los  soldados  de  Santa  Marta  contra  quien  se 
avia  airado,  eran  por  sus  personas  estimados  y  favorecidos 
de  amigos,  que  suelen  ser  causas  estas  con  que  muy  con- 
munmente  en  las  Yndias  se  abajan  las  sinrazones  y  elacio- 
nes de  los  gobernadores,  si  no  mudan  condición  y  propo- 
sito y  disimulan  mas  de  lo  que  querrían,  como  en  alguna 
manera  lo  hizo  en  esta  jornada  el  gobernador  Heredia.,, 
El  viaje  que  Pedro  de  Heredia  y  los  suyos  hicieron 
más  alia  del  Cenú,  se  halla  descrito  en  Castellanos  con 
sequedad  suma  y  falta  de  detalles,  como  si  de  aquel  su- 
ceso no  tuviera  más  que  pocas  y  confusas  noticias: 

Pusieron  en  efecto  la  partida 
Por  grandes  asperezas  de  caminos: 
Hallan  la  tierra  falta  de  comida 
Por  la  tener  alzada  los  vecinos; 
Sobrevino  gran  lluvia  y  avenida, 
Terribles  y  espantables  torbellinos, 
E  ya  por  los  poblados,  ya  por  yermos, 
Los  más  de  los  soldados  van  enfermos. 

El  hambre  y  los  trabajos  que  padecieron  los  españoles 
en  su  regreso  al  Cenú,  son  descritos  por  Castellanos  en 
prolijas  octavas,  y  añade  que 

Hallaron  los  sepulcros  ya  menguantes 
De  muchos  que  sacaron  naturales; 
Y  según  otros,  dieron  el  tesoro, 
Debieron  de  sacar  un  millón  de  oro. 


cu 

Pasa  Castellanos  a  referir  el  requerimiento  que  se  hizo 
a  Heredia  para  poblar  en  el  Cenú,  y  el  reparto  del  oro 
hallado,  entre  los  soldados,  quienes 

Luego  se  mejoraron  en  los  trajes, 
Según  uso  del  tiempo  los  pedía, 
Cadenas  de  oro,  gorras  con  plumajes, 
Ricas  medallas  con  su  pedrería. 

La  relación  que  de  estos  sucesos  hay  en  el  P.  Aguado 
es  más  copiosa  en  datos,  y  parece  verídica  en  casi  todos 
sus  pormenores,  llenando  así  la  laguna  que  se  nota  en  la 
obra  de  Castellanos: 

"Estuvieron  los  españoles  en  este  pueblo  del  Fincenu 
descansando  y  sacando  oro  ocho  o  diez  dias,  después  de 
los  quales  el  gobernador,  por  ver  si  podría  satisfacer  su 
apetito,  determino  pasar  adelante  en  demanda  del  Pan- 
cenu  por  ver  si  podría  gozar  de  aquellas  ynnumerables 
riquezas  que  el  cazique  de  Fincenu  afirmaba  haber  en  el. 
Pidió  Pedro  de  Heredia  guias  que  le  llevasen,  y  fuele 
respondido  que  bastaba  el  mochacho  que  le  avia  traído 
y  guiado  antes,  para  Ilevallo  al  Pancenu,  por  aver  esta- 
do en  aquella  tierra  diversas  vezes.  Satisfizose  desto  el 
gobernador,  y  asi,  dejando  pacifico  y  en  su  pueblo  al 
cazique  y  cazica  del  Fincenu,  marcho  la  tierra  adentro 
por  la  via  que  el  muchacho  le  guiaba,  y  por  algunas  tra- 
bajosas jornadas  llegaron  a  la  falda  de  unas  sierras  que 
necesariamente  se  avian  de  travesar  para  llegar  al  Pance- 
nu. Al  principio  destas  faldas  vieron  dos  caminos  que  se 
apartaban  y  dividían  el  uno  del  otro,  y  según  la  guia 
dixo,  entrambos  yban  al  Pancenu,  pero  declaró  que  el 
mejor  y  mas  acomodado  y  por  donde  el  cazique  de  Fin- 
cenu le  avia  mandado  llevar  y  guiar  a  los  españoles,  era 
el  que  se  ynclinaba  a  la  mano  izquierda,  y  que  por  alli 


CIII 

quería  guiar,  y  que  no  osaría  hazer  otra  cosa,  ni  mentir 
o  engañar  a  los  españoles,  porque  su  cazique  le  avia 
amenazado  que  por  el  mesmo  caso  lo  mataría.  El  gober- 
nador Heredia,  presumiendo  o  sospechando  no  fuese  al- 
gún engaño  o  ardid  con  el  qual  aquel  bárbaro  del  Fince- 
nu  pretendiese  metelle  donde  el  y  su  gente  pereciesen  y 
se  perdiesen,  como  muchas  vezes  en  las  Yndias  ha  suce- 
dido, dixo  que  no  quería  yr  por  el  camino  que  la  guia  le- 
señalaba,  sino  por  el  contrario  que  daba  la  vuelta  al  Sur. 
Los  soldados  y  gente  principal  contradixeron  este  propo- 
sito al  gobernador,  poniendo  por  delante  la  perdida  de 
algunos  capitanes  que  por  querer  seguir  con  obstinación 
su  propio  parescer,  y  desechar  y  menospreciar  ynconsi- 
deradamente  lo  que  las  guias  y  naturales  de  las  propias 
tierras  les  daban  y  aconsejaban,  les  avian  venido  conse- 
cuencias que  avian  sido  causa  de  su  propia  muerte  y  de 
los  españoles  que  consigo  llevaban,  metiéndolos  por  tie- 
rras ignotas  y  despobladas,  llenas  de  cien  mili  géneros 
de  animales  yndomitos,  y  feroces  serpientes  o  culebras 
ponzoñosas,  y  que  no  menos  apta  parecía  la  dispusicion 
de  aquella  serranía  que  por  delante  tenían,  para  estar 
despoblada  de  gentes  y  poblada  destos  animales,  donde 
avian  sido  perdidos  y  muertos  algunos  capitanes  que  allí 
se  le  nombraron;  y  con  esto  se  le  dixeron  otras  cosas  y 
persuasiones  al  gobernador  para  apartarlo  de  aquel  su 
obstinado  proposito;  pero  ninguna  cosa  prestaron  ni  apro- 
vecharon, y  asi,  les  fue  necesario  seguir  la  voluntad  de  su 
capitán,  que  a  opinión  de  todos  tan  fuera  de  camino  se- 
guro yba,  porque  demás  de  lo  que  he  dicho,  la  propia 
guia  se  negaba,  por  el  trabajo  y  maleza  de  aquel  camino 
quel  gobernador  quería  seguir,  diciendoles,  que  demás 
de  ser  grande  la  serranía  que  se  avia  de  travesar,  y  muy 


CIV 

asperísima  y  fragosa,  era  de  pocas  poblazones  y  de  poca 
comida,  y  que  avian  de  atravesar  unos  cerros  o  cordi- 
lleras de  grandísima  frialdad,  donde  avia  evidente  peli- 
gro de  ser  todos  muertos  de  frió.  Con  todo  esto,  se  desi- 
mulo,  y  prosiguiendo  el  camino  que  el  gobernador  que- 
ría, anduvieron  muchos  dias  por  sierras  muy  malas  e  pe- 
ligrosas, y  arcabucos,  y  de  grandísimo  trabajo  para  los 
españoles,  por  ser  las  cordilleras  muy  angostas  y  empi- 
nadas con  gran  altura.  La  víspera  de  Nuestra  Señora  de 
la  Encarnación  comentaron  los  españoles  a  subir  la  mas 
alta  y  encumbrada  de  todas  las  sierras,  que  es  una  que 
agora  se  dice  la  Sierra  de  Abrevay,  a  causa  de  un  valle 
que  esta  al  pie  della,  nombrado  deste  nombre,  donde  hay 
gran  cantidad  de  algodonales  y  es  poblado  de  buena 
gente,  aunque  poca,  los  quales  del  algodón  hacen  muy 
buena  y  fina  ropa  que  llevan  a  vender  y  contratar  por 
aquellas  sierras  a  los  pueblos  que  en  ellas  hay  pobla- 
dos. Ya  que  los  españoles  estaban  muy  cercanos  a  la 
cumbre  y  alto  desta  sierra,  sobre  tarde  les  vino  una 
borrasca  de  agua  y  viento  y  nieve,  acompañada  de  es- 
tremada frialdad,  que  constriño  y  foreo  al  gobernador 
y  a  todos  los  que  le  seguían,  dar  la  vuelta  hacia  abajo 
con  mas  presteza  y  apresuracion  de  la  que  se  pensó, 
de  tal  suerte,  que  muchos  admadeados  e  desatinados 
con  el  rigor  del  frió  y  nieve  y  agua  que  caía  y  vien- 
to que  corría,  se  metían  en  chaparrales  y  montes  cer- 
canos, y  allí,  con  la  demasiada  turbación  que  tenían, 
perecían  sin  ser  socorridos  de  persona  ninguna,  por- 
que ni  avia  hombre  que  favoreciese  a  hombre,  ni  her- 
mano a  hermano,  ni  soldado  a  su  capitán,  pero  cada 
qual  se  procuraba  remediar  y  huir  de  la  tormenta  en  que 
estaban,  a  lo  abrigado.  Murieron  y  perecieron  con  este 


cv 

temporal  aquella  propia  tarde  que  les  dio,  la  propia  guia 
que  llevaban  y  arriba  de  quince  españoles,  y  entre  ellos 
Pedro  de  Alcázar,  sobrino  de  Francisco  del  Alcázar,  de 
Seuilla;  y  demás  destos  murió  y  pereció  todo  el  servicio, 
aunque  poco,  de  yndios  e  yndias  que  los  españoles  lle- 
vaban consigo.  Asi,  constreñidos  desta  calamidad,  se  ba- 
jaron al  reparo  del  valle  de  Abreva,  donde  estuvieron 
descansando  y  reformándose  algunos  dias,  en  los  quales 
les  vinieron  a  visitar,  aunque  con  las  armas  en  las  manos, 
mucha  cantidad  de  yndios  de  la  otra  banda  de  la  cordi- 
llera de  Abreva,  gente  muy  lucida  y  crescida.  Dieron  de 
repente  en  el  alojamiento  de  los  españoles,  pero  no  hi- 
cieron ningún  daño,  mas  antes  llevaron  la  peor  parte  de 
la  pelea,  siendo  en  ella  muertos  algunos  yndios.  Y  aun- 
que se  retiraron  y  apartaron  de  pelear  los  yndios,  no  por 
eso  se  fueron  a  su  tierra,  mas  antes  estuvieron  a  la  mira 
de  los  españoles,  de  suerte  que  el  gobernador  tuvo  lugar 
de  llamallos  y  trahellos  de  paz  y  a  su  amistad,  mediante 
su  buena  diligencia;  y  fueles  muy  útil  la  paz  destos  yn- 
dios a  los  españoles,  porque  con  ellos  bajaron  de  las 
montañas  muy  gruesos  maderos  para  hacer  una  puente 
en  un  rio  furioso  y  caudaloso  que  les  era  forgado  pasar, 
porque  con  la  repentina  vuelta  que  avian  hecho,  avian 
tomado  casi  diferente  camino  del  que  a  la  ida  llevaron, 
por  lo  qual  se  le  opuso  la  pasada  deste  rio  de  Abreva. 
Hicieronse  las  puentes  y  por  ellas  pasaron  los  españoles; 
echáronse  los  caballos  por  el  agua  para  que  pasasen  na- 
dando, y  con  la  gran  corriente  y  malas  salidas  que  el  rio 
hacia  se  les  ahogaron  los  mas  de  los  caballos,  que  des- 
pués les  hicieron  mucha  falta.  Traían  todos  estos  yndios 
muchas  joyas  de  oro  y  otros  aderezos  para  el  ornato  de 
sus  personas,  las  quales  rescataban  y  contrataban  con  los 


CVI 

españoles.  Dábanles  ricos  y  gruesos  caracoles  y  pedagos 
de  oro  por  cosas  de  poco  precio  y  de  poco  provecho,  y 
quedaban  muy  contentos  los  yndios  con  ello,  y  los  espa- 
ñoles mucho  mas  con  el  oro,  que  era  muy  fino  y  muy 
bueno.  Prosiguieron  su  tornavuelta  con  harto  trabajo  y 
necesidad  y  falta  de  comida  que  avian  tenido,  y  algu- 
nas guagabaras  de  yndios.  Llegaron  al  Fincenu,  donde  el 
cacique  y  su  mujer  les  aguardo  de  paz  con  mas  de  siete 
mili  pesos  que  dio  de  presente  al  gobernador  en  un  can- 
tarillo,  los  quales  dixo  que  avian  sacado  de  una  de  las 
sepulturas  que  los  españoles  avian  cavado,  y  por  no  aver 
sabido  buscar  el  oro,  se  avían  dexado  allí  aquel  poco. 
Los  soldados  estavan  muy  bien  con  aquella  tierra  del 
Fincenu,  por  el  mucho  oro  que  de  sepulturas  avian  sa- 
cado y  por  lo  que  pretendian  sacar,  y  por  este  respeto 
rogaron  con  grande  ahinco  al  gobernador  que  se  detu- 
viese e  hiciese  asiento  en  aquel  pueblo  para  sacar  algún 
oro  de  las  sepulturas,  ofreciéndose  de  sustentar  al  pueblo 
de  comidas  de  la  comarca,  y  que  harian  un  bergantin  en 
el  rio  del  Cenu,  en  el  qual  fuesen  a  dar  mandado  y  aviso 
a  Cartagena,  que  por  aquella  via  estaba  cerca,  para  que 
proveyesen  de  lo  necesario.  Comengo  a  decir  que  no  lo 
quería  hacer  por  el  desabrimiento  que  con  algunos  sol- 
dados tenia,  y  en  el  permanesció  tan  obstinadamente, 
que  con  ruegos  ni  requerimientos  ni  por  otra  via  ningu- 
na no  le  pudieron  sacar  del,  de  que  se  maravillaron  mu- 
cho los  soldados,  a  causa  de  ser  Pedro  de  Heredia  de  no- 
ble condición  y  que  no  permanecía  en  el  enojo  mucho 
tiempo.  Finalmente,  se  hizo  y  cumplió  su  voluntad  con- 
tra la  de  todos  sus  soldados,  y  prosiguiendo  su  camino  a 
Cartaxena  entraron  en  ella  quatro  o  cinco  dias  antes  de 
San  Juan  de  Junio  del  propio  año,  donde  hallaron  mu- 


CVII 

cha  gente  española  que  allí  avia  quedado  y  se  avian 
juntado  y  cada  dia  se  yban  juntando.,, 

Prosiguiendo  el  hilo  de  su  narración  el  P.  Aguado  se 
aparta  en  no  pocas  cosas  dé  lo  consignado  por  Castella- 
nos, quien  al  historiar  la  expedición  de  Alonso  de  Here- 
dia  al  Cenú,  en  el  año  1534,  dice  que  llevó  en  su  com- 
pañía al  capitán  César  y  doscientos  diez  soldados;  des- 
pués de  invernar  allí,  fué  César  a  tierras  de  Tulú,  cuyos 
indios,  después  de  vencidos,  entregaron  unos  diez  mil 
pesos,  y  como  el  Gobernador  pidiese  éstos  en  préstamo 
para  pagar  a  la  gente  que  acababa  de  llegar  con  el  con- 
tador Duran,  hubo  tamañas  cuestiones  que  puso  en  pri- 
siones a  César  y  a  López  de  Ayala,  y  aun  los  quiso  con- 
denar a  muerte.  Resolvióse  el  conflicto  económico  gra- 
cias al  oro  que  Alonso  de  Heredia  sacaba  del  Cenú,  cu- 
yos panteones  vuelve  Castellanos  a  describir: 

Estas  eran  cuadradas  sepulturas 

Y  tenían  riquísimos  caudales, 
Tanto  que  nos  afirman  escrituras 
Que  pesaban  el  oro  por  quintales; 
Piezas  de  diversísimas  figuras 

Y  de  todas  maneras  de  animales, 
Acuáticos,  terrestres,  aves,  hasta 
Los  más  menudos  y  de  baja  casta. 

A  la  noticia  de  tan  magnas  riquezas  acudieron  los  sol- 
dados de  Duran,  y  con  ellos  emprendió  Alonso  de  He- 
redia, en  el  año  1535,  una  expedición  al  río  que  llamaron 
Brazo  de  San  Jorge,  donde  los  indios  del  cacique  Yapel 
armaron  una  emboscada;  vencedores  los  españoles,  lle- 
gan a  una  población  bien  puesta  y  extendida,  junto  a  cu- 
yas casas  había  gran  copia  de  huertas  de  frutales — ma- 
ravillosamente cultivadas,  grandísimas  labranzas  de 
yucales—y  otras  raíces  dellos  estimadas.  En  aquel  pue- 


CVIII 

blo,  de  donde  habían  huido  sus  moradores,  recogieron 
unos  seis  mil  pesos  de  oro, 

Quedando  con  disgustos  y  querella 
Por  se  les  escapar  toda  la  pella. 

Sin  detenerse  a  excavar  las  muchas  sepulturas  de  for- 
ma piramidal  que  había  por  aquellos  campos,  y  pasando 
por  un  poblado  en  que  hallaron  mucho  pescado  en  bar- 
bacoas, llegan  al  río  Cauca;  entran  en  un  pueblo  edifica- 
do en  una  isla,  incendiado  por  sus  habitantes  al  huir,  y 
al  regresar  padecen  hambre  sin  cuento: 

Todos  a  más  andar  se  consumían, 

Y  eso  me  da  mancebo  que  más  viejo, 

Y  en  el  cansado  cuerpo  no  tenían 
Sino  los  huesos  solos  y  el  pellejo. 

De  nada  sirvió  matar  algunos  caballos,  de  los  que  se 
aprovechaba  todo,  pues 

Entraron  en  las  tierras  circunstantes 
Del  Cenú,  rotos,  flacos  y  amarillos. 

Idos  a  Tolú,  repararon  allí  sus  fuerzas,  no  sin  que  al- 
gunos pagasen  la  pena  de  su  voracidad,  que  los  llevó  al 
sepulcro: 

La  siguiente  narración  que  de  los  mismos  hechos  hay 
en  la  obra  del  P.  Aguado,  difiere  no  poco  de  la  consig- 
nada por  Castellanos: 

"Hallo  el  gobernador  Heredia  en  Cartaxena  a  Alonso 
de  Heredia,  su  hermano,  que  avia  llegado  o  venido  de 
Nicaragua  con  algunos  soldados  a  hallarse  en  compañía 
del  gobernador  su  hermano.  Holgóse  mucho  Pedro  de 
Heredia  de  hallar  allí  a  Alonso  de  Heredia,  y  luego  de- 
termino de  dalle  gente  con  que  entrase  la  tierra  adentro 
en  demanda  del  Pancenu.  Diole  ducientos  hombres  de 
a  pie  y  de  a  caballo,  y  entre  ellos  muchos  de   los 


CIX 

que  con  el  propio  gobernador  se  avian  hallado  en  la 
jornada  que  de  suso  he  contado.  Salió  Alonso  de  He- 
redia  con  esta  gente  de  Cartaxena  por  el  mes  de  Agos- 
to siguiente  del  propio  año,  y  como  ya  los  soldados  se 
sabían  el  camino,  tuvieron  menos  trabajo  en  andallo 
que  pasaron  los  primeros  que  lo  descubrieron;  y  asi, 
por  sus  jornadas  contadas,  casi  sin  tener  guerras  con 
los  yndios,  llegaron  al  Fincenu,  donde  hallaron  cavadas 
mas  de  trecientas  sepulturas  que  los  propios  naturales 
las  avia  abierto  y  sacado  el  oro  dellas.  Quejábanse 
los  soldados  de  Pedro  de  Heredia  porque  por  su  causa 
no  avian  ellos  sacado  el  oro  de  aquellas  sepulturas, 
que  presumían  ser  gran  cantidad,  y  no  perdiendo  la  es- 
peranza de  avello,  procuraron  ynquirir  y  saber  de  algu- 
nos yndios  donde  lo  avia  escondido  el  cacique,  pero  no 
les  aprovecho  nada  su  diligencia  y  deseo.  Solamente  su- 
pieron y  alcanzaron  que  ia  primera  vez  que  el  goberna- 
dor Heredia  dio  en  este  pueblo,  lo  tenían  escondido  en 
una  asperísima  montaña  que  llamaban  la  montaña  de  Fa- 
raquie,  por  estar  en  ella  un  pueblo  de  yndios  deste  nom- 
bre, y  apartado  deste  Fincenu  ocho  leguas  y  más,  en  la 
qual  montaña  el  principal  avia  hecho  un  buhyo  en  lugar 
de  templo,  en  servicio  del  demonio,  cuya  era  la  sepultura 
mayor  y  principal  de  aquel  pueblo,  en  el  qual  ofrecieron 
todo  el  oro  que  como  he  dicho  sacaron  de  las  sepulturas, 
y  el  que  los  propios  yndios  poseían;  pero  con  todo  esto  no 
perdieron  los  soldados  punto  de  su  codicia,  ni  dexaron  de 
hacer  allí  sus  diligencias  para  sacar  oro  de  las  sepulturas 
que  quedaban  por  sacar,  para  el  qual  efeto  se  concertaron 
e  hicieron  compañía  entre  todos  que  unos  cavasen,  y  otros 
fuesen  a  buscar  comidas  y  sustentasen  los  cavadores  de 
lo  necesario,  y  que  después  se  partiese  lo  que  se  sacase. 


ex 

En  esta  compañía  no  quiso  entrar  el  capitán  Alonso  de 
Heredia,  porque  pretendía  sacar  mas  el  solo  con  la  gente 
que  tenia,  que  lo  que  de  la  compañía  le  pudiese  caver 
de  parte;  y  con  aver  los  yndios  sacado  gran  cantidad  de 
oro,  y  Pedro  de  Heredia  quando  estuvo  en  este  lugar, 
asi  mesmo  saco  mucho,  todavía  quedo  oro  que  sacaron 
los  que  agora  fueron,  pero  no  lo  estimaban  ni  tenían  en 
tanto  como  en  este  tiempo  se  tiene,  aunque  siempre  tuvo 
valor.  Aflojaron  los  soldados  y  aun  el  capitán  Alonso  de 
Heredia,  en  la  pasada  al  Pancenu,  por  algunas  ocasiones 
que  se  les  ofrecieron,  y  por  parecelles  tan  trabajoso  como 
dificultoso  el  camino  y  descubrimiento  de  aquella  rica 
noticia,  por  lo  qual  el  capitán  Alonso  de  Heredia  envió 
al  Francisco  de  Cesar,  su  theniente  general,  a  la  costa 
que  cae  sobre  el  Darien,  con  parte  de  la  gente  que  tenia, 
a  que  viese  y  descubriese  lo  que  por  aquella  parte  oviese 
que  ver.  Cesar  hizo  lo  que  se  le  encargo,  y  con  la  gente 
que  llevo,  descubrió  la  provincia  que  llamó  de  las  Valsi- 
llas,  que  agora  es  llamada  Tolu,  y  el  mismo  puerto  don- 
de esta  poblado,  el  pueblo  de  Tolu.  Parecióle  bien  a 
Cesar  aquella  tierra  para  que  en  ella  permaneciesen  es- 
pañoles, y  entendiendo  quan  cerca  estaba  de  Cartaxena 
procuró  dar  aviso  al  gobernador  Pedro  de  Heredia,  y  por- 
que no  tenia  bergantín  ni  otra  cosa  con  que  navegar,  hizo 
hacer  una  balsa  de  maderos,  la  mas  recia  que  pudo  ser,  y 
en  ella  se  metió  Alonso  Lope  de  Ayala,  persona  princi- 
pal y  de  quien  se  hacia  y  hoy  se  hace  mucha  cuenta  en 
Cartagena,  donde  reside,  y  con  el  otros  quatro  soldados 
buenos  nadadores,  pusiéronse  a  gran  peligro,  asi  de  mar, 
como  de  yndios  de  tierra,  y  fué  Dios  servido  que  sin  que 
peligrase  o  muriese  ninguno  aportaron  a  Cartagena,  don- 
de dieron  relación  al  Gobernador  Heredia  de  lo  que  avia 


CXI 

y  pasaba,  asi  sobre  las  sepulturas  del  Fincenu  y  esta- 
do en  que  quedaban,  como  de  la  nueva  tierra  que  avian 
descubierto.  Recibió  gran  contento  el  gobernador  de  todo 
lo  que  se  le  dixo,  y  singularmente  de  la  esperanza  que  le 
daban  de  que  todavía  se  sacaba  oro  en  las  sepulturas  del 
Fincenu,  porque  la  cudicia  deste  gobernador  era  tan  yn- 
saciable  como  la  de  otros  muchos  que  con  cargos  y  sin 
ellos  han  pasado  a  las  Yndias;  y  asi,  no  avia  para  el 
nueva  de  mas  contento  ni  alegría  que  dezille  que  avia 
oro,  ó  que  sacaban  oro  y  que  le  darían  oro,  y  aunque  el 
gobernador  era  adornado  de  otras  muchas  y  buenas  par- 
tes, esta  era  en  el  tan  estimada  que  descomponía  y  afea- 
ba las  demás,  por  no  ser  en  su  mano  el  dexar  de  dar 
muestras  dello.  Envió  luego  socorro  a  Francisco  de  Ce- 
sar, que  lo  esperaba  en  Tolu,  y  de  la  gente  que  a  la  sazón 
se  hallo  en  Cartaxena  metió  en  unas  caravelas  hasta  cien- 
to y  veynte  hombres  de  los  que  a  la  fama  del  Piru  cada 
día  venían  de  España,  y  juntamente  con  este  socorro  yn- 
vio  a  decir  a  su  hermano  y  a  los  demás  soldados  y  capi- 
tanes que  le  ynviasen  todo  el  oro  que  entre  todos  se 
oviese  sacado  de  las  sepulturas  y  ávido  de  otros  rancheos. 
Los  soldados  que  con  Cesar  estavan  sintieron  mucho  el 
ynvialles  a  pedir  su  oro  el  gobernador,  y  como  cosa  que 
tan  caro  les  avia  costado,  lo  procuraron  conservar  y  no 
dallo,  y  asi  le  ynviaron  a  dezir  al  gobernador  que  por 
entonces  perdonase,  porque  no  se  podia  cumplir  su  man- 
damiento, a  causa  de  que  entre  todos  avia  hecha  compa- 
ñía, y  hasta  que  lo  repartiesen,  ninguno  era  señor  de  lo 
que  tenia  para  podello  dar  ni  disponer  dello;  y  con  esto 
se  metieron  ia  tierra  adentro  y  se  volvieron  al  Cenu,  don- 
de el  capitán  Alonso  de  Heredia  avia  quedado,  por  apar- 
tarse de  la  vecindad  del  gobernador,  congeíurando  que 


CXIJ 

por  no  llevalle  el  oro  que  pedia,  avia  luego  de  venir  a 
dar  sobre  ellos  y  tomárselo  por  fuerca  o  de  grado...  Lue- 
go que  el  gobernador  Heredia  recibió  la  respuesta  de  los 
soldados  de  Cesar,  y  no  el  oro,  se  ayró  y  enojó  demasia- 
damente; y  dexandose  vencer  de  su  cólera,  que  era  mu- 
cha, determinó  de  salir  luego  tras  el  capitán  Cesar  y  los 
que  con  el  estaban,  y  castigallos  rigurosamente  por  yn- 
obedientes  a  su  mandado.  Juntó  con  presteza  casi  quatro- 
cientos  soldados,  todos  chapetones,  que  los  mas  dellos  se 
avian  hallado  en  Bolonia  en  la  coronación  del  Empera- 
dor, y  unos  en  el  saco  de  Roma,  y  embarcándose  con 
ellos  la  noche  de  Navidad  tomó  la  via  de  las  Balsillas  o 
Tulu,  y  íue  en  seguimiento  de  Cesar  y  de  su  hermano 
Alonso  de  Heredia,  que  asi  mesmo,  temiendo  su  yda  y 
aun  su  ira,  se  metió  la  tierra  adentro  en  demanda  del 
Panzenu,  después  de  averse  juntado  con  el  Francisco 
de  Cesar  y  los  demás  que  avian  subido  de  la  costa  en 
su  compañía  y  socorro,  de  los  quales  tuvo  noticia  de 
como  el  gobernador  avia  ynviado  a  pedir  el  oro  que  te- 
nían, de  donde  presumieron  lo  que  avia  de  hacer.  En 
este  tiempo  que  Cieza  llego  al  Fincenu  obo  ciertas  oca- 
sión por  donde,  según  todos  decían,  lo  prendió  el  capi- 
tán Alonso  de  Heredia  a  él  y  a  otros  cinco  o  seis  solda- 
dos principales,  y  sin  justa,  ni  aun  razonable  causa,  los 
condeno  a  muerte,  pero  no  obo  quien  osase  executar  la 
sentencia,  por  no  quedar  obligados  a  dar  cuenta  de  la 
ynjusticia  que  en  matar  a  quien  no  lo  merecía  se  hacia, 
y  asi  quedaron  salvos  y  con  las  vidas.  Siguió  con  toda  la 
gente  su  derrota  y  demanda  del  Pancenu  el  capitán  Alon- 
so de  Heredia,  engolfóse  la  tierra  adentro,  faltáronle  las 
guias  al  mejor  tiempo,  por  lo  qual,  caminando  ciega- 
mente, torció  la  via  que  avia  de  llevar,  y  fue  a  parar  a  la 


cxm 

provincia  de  Mompoa,  dos  o  tres  jornadas  apartado  del 
pueblo  principal,  y  porque  ya  a  este  tiempo  le  avia  ai- 
caneado  un  capitán  con  cierta  gente  que  el  gobernador 
en  su  seguimiento  avia  ynviado,  dio  la  vuelta  al  Fincenu, 
y  dende  a  pocos  dias  se  encontró  en  las  sabanas  del  bra- 
qo  de  San  Jorge  con  el  gobernador  su  hermano,  que  to- 
davía yba  en  su  seguimiento.  Después  de  juntos,  quiso  el 
gobernador  proceder  contra  los  que  no  le  avian  querido 
dar  el  oro,  y  castigallos;  pero  oyólos  y  ellos  dieron  tan 
buenos  descargos,  que  toda  la  ira  se  mitigo,  y  se  confor- 
maron. Todos  juntos  y  muy  conformes  dieron  la  vuelta 
al  Fincenu,  donde  después  de  llegados,  y  visto  el  poco 
recurso  de  comida  que  en  toda  aquella  comarca  avia,  por 
ser  los  labradores  pocos  y  los  comedores  muchos,  envió 
el  gobernador  al  capitán  Alonso  de  Caceres  con  trecien- 
tos soldados  que  se  fuese  la  vuelta  del  rio  Grande,  que 
era  tierra  mas  fértil  y  mas  entera,  y  por  sus  riberas  gasta- 
sen el  tiempo  sustentándose  y  comiendo,  o  se  volviesen 
por  aquella  via  a  Cartaxena.  Iban  casi  todos  estos  solda- 
dos, o  los  mas,  muy  debilitados  por  la  falta  que  de  comi- 
da avian  tenido,  y  por  averse  dado  a  comer  cierta  fru- 
ta llamada  guacuna,  con  que  se  avian  estreñido;  y  meti- 
dos de  esta  suerte  en  un  camino  tan  largo  y  malo,  co- 
mentaron a  irse  quedando  por  los  caminos  arrimados  a 
arboles,  perecidos  de  hambre,  contando  de  los  regalos 
que  en  Italia  avian  tenido  quando  se  saciaron  en  ella; 
y  asi,  de  los  trecientos  soldados  o  mas  que  el  capitán  Ca- 
ceres sacó  del  Cenu,  no  metió  en  Cartaxena  mas  de  no- 
venta, que  todos  los  demás  perecieron  y  murieron  de 
hambre  en  el  camino.  El  gobernador  ynvio  luego  que 
Cesar  se  aparto  del,  al  capitán  Alonso  de  Heredia  su  her- 
mano, con  ciento  y  tantos  hombres,  a  poblar  a  Uraba,  y 

H 


CXIV 

desta  vez  entro  en  ella  Alonso  de  Heredia  y  pobló  el  pue- 
blo que  llamó  Sant  Sebastian  de  la  Buena  Vista,  y  estú- 
vose con  su  jente  haciendo  de  paz  los  naturales,  sin  resce- 
bir  ningún  daño,  hasta  que  al  cabo  de  seis  meses  salió 
hacer  una  jornadilla  algo  apartado  del  pueblo,  donde  le 
mataron  nueve  españoles.  Recogióse  con  tiempo  y  diose  a 
pacificar  los  naturales,  y  asi  hizo  algunos  pueblos  de  paz.„ 
Las  turbulencias  que  amargaron  a  Pedro  de  Heredia 
su  primer  gobierno ,  son  referidas  por  Castellanos  de 
modo  muy  distinto  que  el  P.  Aguado.  Escribe  aquél  que 
los  españoles  llegados  a  Tolú  renegaban  de  su  Goberna- 
dor, y  de  acuerdo  con  Alonso  de  Cáceres,  marcharon  a 
Cartagena  rancheando  los  pueblos  y  lagares — que  confi- 
naban con  aquellos  mares;  Pedro  de  Heredia,  queriendo 
evitar  los  desmanes  que  temía,  llevo  para  aplacarlos  el 
oro  que  tenia — de  piezas  cudiciosas  por  extremo,  y  aun- 
que no  fué,  ni  mucho  menos,  pródigo  en  donativos,  ali- 
vióse el  estado  de  los  ánimos  con  fundar  Alonso  de  Here- 
dia el  pueblo  de  Tolú,  o  Tulú,  en  la  vega  del  río  Catarapa, 
donde  los  tratantes  vendían  sus  géneros  a  precios  tan  al- 
tos que  se  vendían  los  canarios  quesos  —a  treinta  y  cinco 
y  a  cuarenta  pesos.  La  fundación  de  Tolú  trajo  una  pelea 
con  los  indios,  que  salieron  vencidos,  y  desde  entonces 
hubo  paz  en  dicha  villa: 

El  P.  Aguado  narra  de  este  modo  los  mismos  hechos: 
"El  gobernador  Heredia  se  estuvo  algunos  dias  en  el 
Fincenu  cavando  sepulturas  y  sacando  el  oro  dellas,  y  des- 
pués que  se  enfadó  de  estar  en  aquella  tierra  se  volvió  a 
Cartaxena,  donde  le  ovieran  de  matar  hombres  naturales 
de  su  propia  tierra,  asi  por  averse  mostrado  muy  pertinaz 
y  avia  retenido  en  si  todo  el  oro  que  de  las  sepulturas  se 
avia  sacado,  como  por  odios  particulares  nacidos  de  an- 


cxv 

tiguas  enemistades  que  desde  España  avia  tenido  con  un 
Lureña,  hermano  de  otro  Lurena  que  a  la  sazón  estaba 
en  Cartaxena,  con  el  qual,  Pedro  de  Heredia  tuvo  muy 
reñidas  pendencias  y  pasiones;  y  como  este  Lurena  que 
en  Cartagena  estaba  tenia  alli  otros  amigos  y  conocidos  y 
aun  parientes,  los  quales  aborrecian  al  gobernador  Pedro 
de  Heredia  porque  no  hacia  dellos  la  cuenta  que  era  ra- 
zón, juntóse  con  esto  el  propio  y  particular  ynterés  de 
su  trabajo  que  el  gobernador  les  tenia  usurpado,  porque 
todo  el  oro  que  en  la  primera  y  segunda  vez  se  avia  ávi- 
do del  Cenu  y  de  otras  partes,  todo  lo  avia  recogido  el 
gobernador  y  sacado  por  diversos  modos  del  poder  de 
los  soldados,  y  se  avia  quedado  con  ello  sin  quererles 
acudir  con  ninguna  parte  dello,  antes  se  presumía  y  aun 
se  tenia  asi  por  cierto,  que  lo  avia  enterrado  y  escon- 
dido todo  en  la  isla  de  Carex,  que  esta  una  legua  de 
Cartagena,  y  que  el  propio  Gobernador  y  dos  criados 
suyos  avian  por  romana  pesado  el  oro  que  avia  junta- 
do, y  avia  hallado  en  ello  pasado  de  trecientos  mili  pe- 
sos, que  son  treynta  quintales  de  oro;  pues  como  la  ne- 
cesidad que  todos  los  demás  principales  del  pueblo  te- 
nían del  oro  que  de  sus  partes  les  pertenecía,  era  mucha, 
y  muy  grande  y  vil  la  tiranía  que  en  todo  usaba  el  go- 
bernador con  ellos,  juntáronse  una  noche  los  mas  agra- 
viados, con  animo  de  matar  al  gobernador,  y  juntándose 
con  otros  del  pueblo  a  quien  no  dieron  parte  de  su  cons- 
piración, se  fueron  a  donde  el  gobernador  estaba  algo 
temeroso  del  suceso,  y  llegados  a  el  los  conspiradores, 
comentaron  a  ultrajallo  y  a  poner  las  manos  en  él.  El 
gobernador,  que  era  hombre  de  animo  y  que  por  ningu- 
na via  sufría  ultrajes,  procuro  por  armas  satisfacer  lo  que 
con  el  cargo  no  podia,  pero  como  los  de  la  liga  eran 


CXVI 

muchos  y  él  uno  solo,  y  que  de  su  bando  no  tenia  mas 
de  a  Suer  de  Nava  que  con  el  se  avia  hallado,  tratáron- 
le mal  con  las  lanzas,  con  las  que  le  dieron  dos  o  tres  bo- 
tes sobre  un  jubón  estofado  que  tenia,  con  que  le  hicie- 
ron arrodillar,  y  asiendo  con  las  manos  la  una  de  las  lan- 
gas, se  levanto  sacando  solo  una  mano  herida.  Ayudóle 
mucho  al  gobernador  la  compañia  de  Suer  de  Nava,  por- 
que entrambos  se  defendieron  muy  bien  de  los  del  motin, 
que  eran  muchos;  y  de  los  propios  que  en  su  compañia 
yban,  que  no  sabian  de  la  conspiración,  se  pasaron  lue- 
go al  lado  del  gobernador  y  le  ayudaron  a  defender  su 
parte,  de  suerte  que  los  contrarios  no  tuvieron  lugar  de 
matallo  como  pretendian.  Suer  de  Nava,  que  era  hombre 
de  estimación  y  afable,  tomó  la  mano  por  la  mejor  via  que 
pudo  en  apaciguar  este  fuego,  de  suerte  que  el  goberna- 
dor Heredia  tuvo  lugar  de  salirse  de  Cartaxena  aquella 
propia  noche  y  meterse  con  algunos  criados  suyos  en  un 
bergantín  en  la  mar  y  hacerse  a  lo  largo  apartándose  de 
tierra,  porque  la  turba  de  los  del  motin  no  le  ofendiesen, 
y  apartándose  del  paraje  de  Cartaxena  echo  mas  adelan- 
te en  tierra  un  criado  suyo  llamado  Ferrer,  para  que  fue- 
se a  llamar  los  yndios  comarcanos  a  Cartaxena,  con  de- 
sinio  de  pegar  fuego  al  pueblo  y  quemallo  y  arruinallo 
y  con  esto  tomar  venganza  de  lo  que  le  avian  ofendido, 
abrasándolos  o  matándolos  por  mano  de  los  yndios;  pero 
el  Suer  de  Nava,  que  ya  se  avia  juntado  en  el  bergan- 
tín con  el  gobernador,  lo  vino  a  entender  y  lo  remedio 
de  suerte  que  se  aparto  el  gobernador  de  su  mal  propo- 
sito y  se  estuvo  dos  o  tres  dias  en  el  bergantín  en  la  mar, 
donde  muchos  de  los  de  Cartaxena  se  le  desculparon  de 
no  aver  sido  participes  de  aquella  traición,  ni  ser  en 
ninguna  manera  culpantes  en  ella,  diciendo  que  los  de 


CXVII 

Madrid,  autores  de  la  traición,  y  sus  criados,  eran  mas 
de  treynta  hombres,  y  aprovechándose  de  la  escuridad  de 
la  noche,  avian  ido  a  yntentar  aquel  tan  malvado  nego- 
cio de  que  ellos  no  eran  parte;  pero  por  entonces  se  pa- 
cifico todo  y  quedaron  todos  confederados  y  amigos  con 
el  gobernador,  ecepto  los  agresores  principales,  que  con 
estos  nunca  tuvo  fija  amistad.,, 

Vencidas  las  turbulencias  ocasionadas  por  Alonso  de 
Saavedra  y  los  nueve  de  Madrid,  que  parecen  distintas 
de  las  atribuidas  a  los  hermanos  Lureña  por  el  P.  Agua- 
do, hubo  un  grave  conflicto  entre  Alonso  de  Heredia  y 
Francisco  de  Barrionuevo,  gobernador  de  Panamá,  quien 
había  poblado  en  el  ancón  de  la  Ensenada  no  mirando 
que  éste  correspondía  a  la  provincia  de  Cartagena;  su  te- 
niente, Julián  Gutiérrez,  estaba  casado  con  una  hermana 
del  cacique  de  Urabá,  llamada  Isabel  Corral,  y  esto  daba 
mucha  fuerza  a  Francisco  de  Barrionuevo.  A  fin  de  evitar 
futuras  usurpaciones,  Alonso  de  Heredia,  en  Mayo  de 
1535,  se  dispuso  a  poblar  en  Urabá,  y  marchó  con  dos- 
cientos hombres  en  tres  navios,  y  aunque  César  y  otros  se 
fugaron  a  la  villa  de  Acia  con  Julián  Gutiérrez,  después 
de  pelear  con  los  indios  de  Urabá,  fundó  en  un  alto  el 
pueblo  de  San  Sebastián  de  Buena  Vista,  señalando  lugar 
para  castillo— y  pusieron  también  horca  y  cuchillo.  Cuan- 
do ya  estaban  a  punto  de  romperse  las  hostilidades  entre 
Alonso  de  Heredia  y  Julián  Gutiérrez,  desembarcaron  en 
Cartagena  nueve  madrileños,  de  nobles  familias,  dos  de 
ellos  Diego  Lujan  y  Juan  de  Guevara.  Hospedados  por 
Alonso  de  Saavedra,  mortal  enemigo  del  Gobernador, 
comienzan  a  levantar  pendencias,  a  quitar  estos  hidalgos 
las  espadas — a  mozos  que  pasaban  por  su  puerta— so  co- 
lor de  pedillas  emprestadas.  Enojado  de  tales  abusos  Pe- 


CXVIII 

dro  de  Heredia  fué  con  Salcedo  a  casa  del  tesorero,  don- 
de no  halló  a  los  madrileños,  y  después  de  reprender  a 
Saavedra,  le  dio  tal  coscorrón  con  la  partesana  que  cayó 
al  suelo.  Los  amigos  de  Saavedra,  queriéndole  vengar, 
acometen,  pasado  algún  tiempo,  a  Heredia,  quien  defen- 
dióse a  la  desesperada  sin  más  auxilio  que  el  de  su 
teniente  Pedro  Romero  y  el  de  Juan  de  Orozco,  y  fué 
milagro  que  no  cayese  muerto  en  tan  desigual  y  rudo 
combate.  Apenas  Heredia  se  vio  libre  de  tanto  peli- 
gro, se  embarcó  en  un  bergantín,  y  yendo  al  pueblo 
de  Carex,  y  reuniendo  un  ejército  de  indios,  entró  con 
ellos  en  Cartagena;  la  mediación  de  Juan  de  Oroz- 
co evitó  una  lucha  fratricida,  y  los  nueve  de  Madrid 
pusieron  luego  pies  en  polvorosa — huyendo  por  la  mar  a 
Santa  Marta.  Mientras  esto  acontecía  en  Cartagena, 
Alonso  de  Heredia  venció  a  Julián  Gutiérrez  en  batalla 
que  refieren  con  bastante  analogía  Castellanos  y  el  Padre 
Aguado;  perdonó  a  César  y  a  Isabel  Corral,  y  reunido 
con  su  hermano  Pedro  en  Urabá,  se  celebró  el  triunfo  con 
juego  de  cañas  que  pudiera— parecer  en  Jerez  de  la 
Frontera,  y  después  ya  en  Cartagena,  Pedro  de  Heredia 
castigó,  poniéndolos  en  grillos,  a  Nufio  de  Castro  y 
Ayala,  y  dio  libertad  a  Julián  Gutiérrez.  Hechos  que  re- 
fiere así  el  P.  Aguado,  más  conforme  en  ellos  que  en 
otros  episodios,  con  Juan  de  Castellanos: 

"En  este  mismo  tiempo  el  gobernador  Barrionuevo  que 
tenia  a  su  cargo  la  gobernación  de  Castilla  de  Oro,  par- 
te de  la  qual  es  lo  que  agora  llaman  Nombre  de  Dios, 
tuvo  noticia  de  como  Alonso  de  Heredia  avia  poblado  a 
San  Sebastian  de  Buena  Vista,  que  tenia  por  términos  de 
su  gobernación,  la  qual  decia  llegar  hasta  el  cabo  de  la 
Vela.  Recibió  enojo  dello  y  determino  ynviar  gente  de 


CXIX 

armada  que  se  apoderasen  del  pueblo  y  de  lo  que  en  el 
avia,  o  lo  despoblasen,  pero  pasosele  presto  el  enojo  y 
estaba  ya  quitado  de  aquel  proposito  si  Julián  Gutiérrez 
no  le  persuadiera  de  nuevo  a  ello  por  su  propio  y  parti- 
cular ynterés,  porque  según  paresce,  era  este  Julián  Gu- 
tiérrez casado  con  una  yndia  sobrina  del  Señor  de  Urava, 
donde  estaba  poblado  San  Sebastian,  y  mediante  esta 
afinidad  Julián  Gutiérrez,  desde  Acia,  donde  era  vecino, 
entraba  con  gente  por  toda  la  tierra  de  la  costa  a  resca- 
tar oro,  y  donde  mejores  rescates  hacia  y  mas  oro  saca- 
ba era  en  esta  provincia  de  Uraba,  y  parecióle  que  con 
estar  poblado  en  ella,  Alonso  de  Heredia  no  tendria  lugar 
de  entrar  con  la  libertad  que  solia  a  rescatar  oro  y  a  con- 
tratar con  los  yndios;  y  por  estas  causas,  como  he  dicho, 
persuadía  al  Gobernador  Barrionuevo  que  echase  los  es- 
pañoles de  Cartagena,  de  la  tierra  de  Uraba,  y  sobre  ello 
hizo  tanto  que  el  gobernador  Barrionuevo  le  ovo  de  en- 
cargar a  el  propio  Julián  Gutiérrez  la  empresa,  y  dalle 
gente  con  que  fuese  a  verse  con  Alonso  de  Heredia  y 
con  la  gente  que  con  el  estaba,  a  echallos  del  pueblo  y 
de  la  tierra,  y  para  este  efecto  se  embarco  con  la  gente 
que  pudo  juntar  el  Julián  Gutiérrez,  y  vino  sobre  la  cos- 
ta y  tierra  de  Uraba,  en  la  qual  hecho  su  gente  apartado 
de  donde  Alonso  de  Heredia  estava,  quatro  leguas,  con 
desinio  de  no  ponerse  en  ventura  de  batalla,  sino  poblar 
un  pueblo  en  aquella  parte,  y  después,  mediante  el  pa- 
rentesco que  su  muger,  la  quíí  traia  alli  consigo,  tenia  con 
el  cazique  de  Uraba,  juntar  a  si  toda  la  tierra  y  hacer  que 
los  yndios  no  sirvieran  a  Heredia,  lo  qual  pudiera  muy 
bien  hacer  y  lo  puso  por  obra,  mas  turóle  poco  tiempo, 
porque  luego  que  Alonso  de  Heredia  supo  como  Julián 
Gutiérrez  estaba  en  tierra  de  Uraba  y  lo  que  pretendía  y 


cxx 

aun  avia  empezado  a  hacer,  envió  a  Caríaxena  por  gen- 
te española  que  fuese  en  su  ayuda  y  favor,  para  por  tuer- 
ca o  como  pudiese,  echar  de  la  tierra  a  la  gente  del  go- 
bernador Barrionuevo.  Llego  el  mensaje  de  Alonso  de 
Heredia  a  tiempo  que  se  acababan  de  mitigar  las  sedi- 
ciones de  entre  el  gobernador  Heredia  y  los  de  Madrid, 
por  lo  qual  le  convino  al  gobernador  Heredia  allanarse 
mas  para  juntar  y  atraer  a  si  mas  gente  é  yr  en  socorro 
de  su  hermano  y  de  su  pueblo.  Y  mitigado  todo,  juntó  y 
tomó  los  soldados  que  pudo  y  metióse  con  ellos  en  dos 
bergantines  y  otros  barcos  y  fuese  la  vuelta  de  Uraba, 
donde  hallo  a  su  hermano  ocupado  en  hacer  requeri- 
mientos a  Julián  Gutiérrez  que  se  saliese  de  la  tierra  y 
que  no  le  alboratase  ni  ynquieíase  la  gente  y  naturales 
de  su  jurisdición,  y  otras  cosas  que  entre  ellos  avian 
pasado,  mas  tocantes  a  la  pluma  que  a  la  langa.  Llegado 
el  gobernador  Heredia  a  Uraba  y  junta  la  gente  que  lle- 
vaba con  la  que  su  hermano  estaba,  sacó  cien  hombres 
de  a  pié  y  de  a  cauallo  por  tierra,  y  los  bergantines  por 
mar,  y  se  fué  a  ver  con  Julián  Gutiérrez,  qu'  estaba  alo- 
jado junto  a  la  mar  y  a  la  rivera  de  un  rio  caudaloso  que 
por  alli  cerca  pasaba;  alojóse  el  gobernador  Heredia  con 
su  gente  en  la  parte  y  ribera  contraria  del  rio,  de  suerte 
qu'  estaban  a  vista  los  unos  de  los  otros.  El  gobernador 
Heredia  tomó  el  termino  de  su  hermano,  y  comenco  a 
hacer  requerimientos  a  Julián  Gutiérrez,  el  qual  asi  mes- 
mo  repicaba  por  papeles,  aunque  mezclados  con  muchas 
pelotas  de  algunos  versos  que  consigo  tenia,  pero  no  ha- 
dan ningún  daño  con  ellas  en  el  alojamiento  de  Heredia, 
por  estar  situado  en  lugar  bajo  e  yr  a  esta  causa  por  alto 
las  pelotas;  y  demás  desto,  estaban  reparados  con  cierta 
montaña  o  arcabuco  que  los  defendía.  Obo  tratos  de  paz, 


CXXI 

de  suerte  que  los  soldados  de  un  capitán  y  del  otro  se 
juntaron  y  hablaron,  pero  no  se  efetuo  cosa  ninguna  de 
lo  que  se  pretendía,  y  de  todas  partes  avia  alguna  per- 
plexidád  en  los  capitanes,  de  suerte  que  casi  no  sed  eter- 
minaban  de  venir  sobre  esto  a  las  manos,  ni  lo  que  ha- 
rían, pero  pronosticando  Quevedo,  natural  de  Hamusco, 
soldado  del  capitán  Julián  Gutiérrez,  que  avia  juntado  - 
se  con  el  capitán  Heredia  para  los  medios  y  conciertos, 
lo  que  avia  de  suceder,  dixo  hablando  con  Martin  Ya- 
flez  Tafur:  atragante  amigo,  porque  yo  veo  estos  negó- 
cios  de  suerte  y  en  términos  que  han  de  podras  en  las  ma- 
nos, y  por  ventura  haciendo  yo  el  deber  habré  de  morir 
el  primero;  lo  qual  paso  a  la  letra,  como  luego  se  dirá, 
Avia  sido  este  Quevedo,  antes  de  estas  revueltas,  sol- 
dado de  Heredia  muchos  dias  antes,  y  aviendose  parti- 
do el  y  otros  soldados  con  el  capitán  Cesar  para  el  Piru, 
encontraron  con  este  Julián  Gutiérrez,  que  les  prometió 
grandes  aprovechamientos  de  oro  en  aquella  tierra,  por 
que  lo  siguiesen,  y  ellos  hicieronlo  asi  y  hallábanse  obli- 
gados  a  pelear  en  favor  de  Julián  Gutiérrez  contra  sus 
amigos  y  conocidos,  y  asi  lo  hicieron.  El  gobernador 
Heredia,  viendo  que  los  requirimientos  eran  de  ninguna 
utilidad  y  que  por  ellos  no  hacia  cosa  alguna,  comenco 
a  divulgar  que  se  avia  de  volver  a  Cartaxena  y  de  alli 
yrse  a  España  a  dar  cuenta  de  lo  que  pasaba,  al  Rei, 
para  que  le  amparase  en  la  gobernación  que  le  avia 
dado,  y  asi  lo  dio  a  entender  de  suerte  que  lo  entendie- 
sen en  el  alojamiento  de  Julián  Gutiérrez,  para  con  esta- 
ynvencion  descuidallos  algo  del  aviso  que  tenían.  El  pro- 
pio día  en  la  noche  que  estas  cosas  avian  pasado,  el 
gobernador  Heredia  juntó  hasta  veinte  soldados  de  los 
principales  de  su  compañía  para  tentar  y  ver  lo  que  en 


CXXII 

ellos  tenia,  y  les  dixo,  rindiéndoles  las  gracias  del  servi- 
cio que  le  avian  hecho  en  seguille  hasta  alli  con  mues- 
tras de  tan  entera  voluntad,  que  el  no  pretendia  ni  que- 
ría por  ynteres  de  toda  la  gobernación  aventurar  la  vida 
de  un  solo  soldado,  ni  poner  su  justicia  en  manos  de  la 
ortuna,  que  tanto  consistía  en  la  lealtad  de  muchos  sol- 
dados de  los  que  consigo  traía,  cuya  fe  el  tenia  por  du- 
dosa y  doblada,  como  en  el  buen  hado  del  capitán;  que 
su  yntento  era  dexallo  todo  y  retirarse  a  Cartaxena,  y  que 
los  que  quisiesen  volver  al  Zenu  con  el  capitán  Alonso 
de  Heredia  su  hermano,  lo  hiciesen,  y  cada  qual  siguie- 
se su  libertad;  porque  demás  de  que,  como  avia  dicho, 
que  quería  yr  a  dar  noticia  al  Reí  de  lo  que  pasaba,  pre- 
tendia principalmente  volver  a  vengarse  a  Cartaxena  de 
los  de  Madrid  que  lo  avian  querido  matar;  y  ciertamen- 
te estaba  temeroso  el  Gobernador  Heredia  de  sus  solda- 
dos, por  su  gran  avaricia  y  escaseza  con  que  avia  rete- 
nido en  si  todo  el  oro  que  de  las  sepulturas  del  Cenu  se 
avia  sacado.  Los  soldados  con  quien  el  gobernador  tra- 
taba estas  cosas  eran,  como  he  dicho,  los  mas  principa- 
les del  campo,  y  asi  tenían  gran  presunción  de  hacer  co- 
sas que  ygualasen  con  su  honor,  por  lo  qual  le  respon- 
dieron que  ¿a  que  avia  sido  su  venida  de  Cartaxena  a 
Uraba?;  y  como  el  gobernador  les  dixese  que  a  echar  de 
su  gobernación  a  Julián  Gutiérrez  y  a  los  que  fuesen  de 
su  opinión,  le  replicaron  todos  de  conformidad  que  no 
volviese  con  su  pretensión  atrás,  sino  que  diese  en  ella 
la  orden  que  le  pareciese  y  mas  saludable  les  fuese,  por- 
que ellos  y  los  demás  soldados  que  debaxo  de  su  bande- 
ra estaban,  perderían  el  dia  siguiente  las  vidas  en  el  cam- 
po hechos  pedamos,  o  se  quedaba  por  señor  de  aquella 
tierra  como  lo  era.  Tubo  en  mucho  el  gobernador  este 


CXXIII 

ofrecimiento  destos  soldados  y  rindióles  muy  particula- 
res gracias  por  ello,  y  luego  comenco  a  dar  orden  en  lo 
que  avia  de  hacer  para  amanescer  otro  dia  sobre  el  alo- 
jamiento de  Julián  Gutiérrez  y  representalle  batalla... 

Viendo  el  gobernador  Heredia  la  voluntad  que  los 
soldados  que  con  el  estaban  hablando  mostraban  de  que- 
rer poner  por  su  servicio  las  vidas,  pareciendole  que  to- 
dos eran  hombres  de  suerte  que  cumplirían  enteramente 
lo  que  prometían  y  proponían,  luego  allí  les  dio  parte  de 
la  orden  que  en  acometer  a  su  enemigo  pensaba  tener, 
diciendoles  que  el  propio  dia  en  la  noche,  con  hasta 
veynte  y  cinco  hombres  se  metería  al  trocar  del  quarto 
de  la  prima,  en  un  bergantín,  y  yria  a  tomar  una  punta  o 
promontorio  que  hacía  la  tierra  en  la  mar,  de  la  otra 
banda  del  alojamiento  del  Julián  Gutiérrez,  para  de  allí 
dar  por  las  espaldas  en  los  enemigos,  quando  el  capitán 
Alonso  de  Heredia,  que  con  la  demás  gente  avia  la  pro- 
pia noche  de  pasar  el  rio  por  cierto  vado  que  pocos  sa- 
bían, estuviesen  revueltos  con  ellos  y  anduviesen  pelean- 
do. Los  soldados  con  quien  el  gobernador  Heredia  tra- 
taba estas  cosas  le  rogaron  luego  aili  que  no  buscase  ni 
escogiese  otros  para  llevar  en  su  compañía,  porque  ellos 
querían  ser  los  que  con  él  se  hallasen  y  morir  a  su  lado  de- 
fendiendo su  persona.  Acepto  su  ofrecimiento  y  se  lo 
agradescio,  y  después  de  llegada  la  hora  señalada,  dando 
orden  en  todas  las  cosas  que  se  avian  de  hacer,  asi  por 
mano  del  capitán  Alonso  de  Heredia  su  hermano,  como 
de  los  demás  de  la  compañía,  se  metió  en  el  bergantín 
con  sus  veynte  y  cinco  soldados,  y  navegando  la  via  del 
promontorio  señalado,  aunque  se  apartaron  bien  de  tie- 
rra por  no  ser  sentidos  de  los  navios  de  Julián  Gutiérrez, 
que  estaban  surtos  casi  en  el  propio  camino,  las  corrien- 


CXXIV 

tes  del  rio  Darien  eran  tan  grandes  que  los  hicieron  des- 
caer tanto  que  pudieron  ser  sentidos  de  la  gente  de  los 
navios,  los  quales  para  dar  aviso  a  los  de  su  parcialidad 
qu'  estaban  en  tierra  alojados,  soltaron  un  tiro  de  artille- 
ría, de  suerte  que  ya  no  podia  ser  oculta  la  pasada  é  yda 
del  gobernador  al  lugar  donde  yba,  que  era  muy  señala- 
do, y  asi  tenia  en  el  puestos  treynta  hombres,  y  dos  ver- 
sos Julián  Gutiérrez,  temiéndose  que  por  alli  le  avian  de 
entrar  los  enemigos.  El  bergantín  en  que  el  gobernador 
yba,  aunque  sintió  que  avia  de  tener  resistencia  al  sal- 
tar en  tierra,  no  por  eso  dio  la  vuelta,  porque  los  solda- 
dos y  capitán  que  en  el  yban  no  se  les  avía  enflaqueci- 
do punto  el  animo  y  brio  con  que  avian  salido  de  su 
aloxamiento,  y  asi  con  gran  temeridad  se  fueron  acercan- 
do a  tierra,  donde  los  estaban  esperando  los  soldados  de 
Julián  Gutiérrez.  Ya  que  amanescia  y  se  podían  ver  y  re- 
conocer los  unos  a  los  otros,  los  de  tierra  asestaron  sus 
tiros  contra  el  bergantín,  y  disparando  el  uno  sin  les  ha- 
cer mas  daño  con  el  de  llevarles  una  bandera  de  la  Con- 
cepción que  llevaban  tendida  en  el  bergantín,  no  les  pu- 
sieron ningún  temor,  y  segundando  con  el  otro  segundo 
verso,  solo  le  llevaron  el  asta  de  la  propia  bandera,  y  con 
esto  abordo  el  gobernador  con  su  bergantín  en  tierra,  y 
aunque  les  tiraron  algunos  otros,  y  saetas,  no  por  eso  les 
hicieron  daño  con  ellas  mas  de  herir  a  Hernán  Gómez 
Cerezo,  que  gobernaba  el  bergantín,  en  el  pecho.  El  go- 
bernador, aunque  llevaba  algunos  arcabuzes,  no  consin- 
tió disparar  ninguno  hasta  que  saltaron  en  tierra,  donde 
travando  la  pelea  los  unos  con  los  otros,  fue  tanta  la  for- 
tuna del  gobernador,  que  antes  que  a  estos  treynta  sol- 
dados les  llegase  socorro  del  aloxamiento  de  Julián  Gu- 
tiérrez, qu'  estaba  apartado  quinientos  pasos,  los  desba 


cxxv 

rato  y  rindió  y  despojo  de  las  armas  que  tenían,  con  poco 
daño,  y  sin  detenerse  alli  mas  tiempo  paso  adelante  cre- 
yendo que  ya  su  hermano  con  la  demás  gente  oviese  pa- 
sado el  rio  y  anduviese  revuelto  con  Julián  Gutiérrez; 
pero  ello  no  fue  asi,  porque  tardandose  el  capitán  Alon- 
so de  Heredia  mas  de  lo  que  convenia  en  pasar  el  rio, 
tuvo  lugar  el  Julián  Gutiérrez  de  sacar  su  gente  de  su  alo- 
xamiento  y  con  ella  yr  la  via  del  promontorio,  donde  el 
gobernador  avia  saltado.  Topáronse  en  el  camino  los 
unos  y  los  otros,  e  yba  la  compañia  de  Julián  Gutiérrez 
puesta  en  una  ordenanga  y  paso  de  atamboi,  no  como 
hombre  que  yba  a  combatir  con  su  enemigo,  sino  que 
urbanamente  iba  hacer  obstentacion  y  muestra  o  reseña 
ed  sus  soldados;  pero  como  dellos  se  adelantase  Queve- 
do,  de  quien  atrás  ha  hecho  memoria,  qne  iba  sobre  un 
caballo  con  una  lanca  y  una  adarga  y  su  persona  vestida 
galanamente  de  rasso  amarillo,  puso  las  piernas  a  su  ca- 
ballo e  arrostrando  contra  el  gobernador  Heredia,  que 
en  la  delantera  de  sus  soldados  a  pie  yba,  le  tiro  el 
Quevedo  un  bote  de  lanca  con  el  qual  le  dio  sobre 
ciertas  armas  de  algodón  que  llevaba  vestidas,  por  lo 
qual  no  tuvo  lugar  de  hacelle  daño  ninguno.  Junto  al 
gobernador  iban  el  Comendador  Viílacáceres,  de  la  Or- 
den de  San  Juan,  y  Juan  de  Céspedes,  que  murió  en 
Tunja,  que  llevaban  cada  uno  su  lanca,  y  al  tiempo  que 
Quevedo  paso  junto  a  ellos  e  hizo  su  lance  en  el  gober- 
nador, los  dos,  el  Comendador  y  Céspedes,  emplearon 
sus  langas  en  el  Quevedo,  que  iba  desarmado,  y  le  hirie- 
ron de  suerte  que  cayendo  del  caballo  sin  hablar  palabra, 
murió  alli  a  los  pies  de  sus  amigos  y  compañeros.  El  go- 
bernador, viendo  tan  buen  pronostico,  cobro  gran  brío, 
aunque  era  mucho  el  que  el  y  sus  compañeros  tenian,  y 


CXXVI 

haciendo  señal  de  arremeter,  nombrando  el  nombre  del 
apóstol  Santiago  a  quien  los  españoles  generalmente  y 
con  muy  justas  causas  tienen  por  su  patrón,  el  y  los  su- 
yos con  gran  presteza  se  metieron  entre  la  gente  de  Ju- 
lián Gutiérrez,  que  con  saber  que  sus  compañeros  que 
en  guarda  de  la  costa  estaban,  avian  sido  rendidos  y 
desbaratados,  trayan  ya  muy  amedrentados  los  ánimos; 
y  peleando  los  unos  como  vencedores,  y  los  otros  como 
vencidos,  aunque  en  desigual  numero,  ovieron  en  poco 
tiempo  entera  Vitoria  los  del  gobernador  de  los  de  Julián 
Gutiérrez  y  su  capitán,  matándoles  en  la  pelea  veynte 
hombres,  y  prendiendo  al  propio  Julián  Gutiérrez  antes 
que  el  capitán  Alonso  de  Heredia  pasase  el  rio  y  fuese 
con  su  gente  de  ninguna  utilidad.  De  los  soldados  del 
gobernador  no  murió  ninguno,  aunque  recibieron  algunas 
heridas Tenía  allí  consigo  Julián  Gutiérrez  a  su  pro- 
pia muger,  la  qual  luego  que  vio  que  la  Vitoria  se  ynclina- 
ba  a  la  parte  de  Heredia,  huyo  del  aloxamiento  con  quin- 
ce o  veynte  españoles  qu'  estaban  en  su  guarda,  y  metió- 
se la  tierra  adentro  a  las  poblacones  del  cazique  de  aque- 
lla tierra,  que  era  su  deudo  y  pariente;  y  Julián  Gutiérrez, 
viéndose  preso,  por  haber  libertad,  y  el  gobernador  He- 
redia por  volverse  con  brevedad  a  Cartaxena  por  tomar 
venganca  por  sus  propias  manos  de  los  de  Madrid  que 
le  avian  querido  matar,  fueron  confederados  por  mano 
de  personas  bien  yntencionadas  que  en  ello  trataron,  con 
que  el  Julián  Gutiérrez  y  los  que  le  quisiesen  seguir,  se  sa- 
liesen de  todos  los  términos  de  la  gobernación  de  Carta- 
xena y  tierra  de  Uraba,  y  sobre  ello  obo  sus  escripturas  y 
vínculos  de  firmeza;  pero  con  todo  esto  se  detuvieron  allí 
algunos  dias,  porque  saliese  la  muger  de  Julián  Gutiérrez 
y  los  españoles  que  con  ella  se  avian  metido   la  tierra 


CXXVII 

adentro;  fuelos  a  sacar  Martin  Yañez  Tafur  que  deseaba 
mucho  la  concordia,  poniéndose  a  gran  peligro  de  per- 
der la  vida,  porque  necesariamente  se  avian  de  meter  en- 
tre los  pueblos  y  chusma  de  los  yndios,  que  quando  tie- 
nen algún  acidental  enojo,  pocas  vezes  escuchan  ni  quie- 
ren oyr  palabras  ni  buenas  razones...  Dioseles  noticia  a 
los  españoles  retirados  y  a  Isabel  Corral  del  concierto 
que  tenian  hecho  y  de  la  clemencia  que  con  todos  usaba 
el  gobernador  Heredia,  y  asi  se  salieron  todos  de  en- 
tre los  yndios  y  se  fueren  a  la  costa  donde  los  capitanes 
estaban.  Julián  Gutiérrez  y  toda  su  gente  se  embarcaron 
en  sus  navios  y  se  fueron  a  Acia.,, 

El  cronista  Herrera,  que  dedicó  solamente  dos  capítu- 
los a  la  conquista  de  la  provincia  de  Cartagena  por  Pe- 
dro de  Heredia,  después  de  referir  concisamente  el  viaje 
de  éste  desde  España  a  la  villa  de  Azúa,  donde  llegó  con 
cien  hombres,  y  de  cómo  aportó  luego  a  la  isla  de  Co- 
dego,  añade  que  entró,  no  sin  lucha,  en  el  pueblo  de  Ca- 
lamar, y  peleando  más  adelante  con  los  indios  de  Cana- 
pote,  que  usaban  flechas  envenenadas,  regresó  a  Carta- 
gena, de  donde  conducido  por  un  guía  indio  marchó  a  la 
ciénaga  de  Tesca,  y  después  a  Tarvaco,  donde  sostuvo 
recia  pelea  con  los  indígenas;  más  adelante  hizo  Heredia 
otras  expediciones  a  Zamba  y  al  Cenú,  cuyas  riquezas 
describe.  Más  conciso  aún  es  al  referir  la  fundación  de 
San  Sebastián  de  Buena  Vista,  hecha  en  Urabá  por  Alon- 
so de  Heredia,  hermano  del  Gobernador,  y  acaba  el  se- 
gundo de  los  capítulos  consagrados  a  estos  sucesos  con 
una  relación  de  las  costumbres  e  ideas  religiosas  de  los 
indios  del  Cenú  (1). 

(I)    Historia  general  de  los  hechos  de  los  castellanos  en  las  islas  y  tierra 
firme  del  mar  Océano,  escrita  por  Antonio  de  Herrera,  Madrid,  1728. 


CXXVIII 

Inútil  juzgamos  detenernos  en  examinar  lo  que  acerca 
de  Pedro  de  Heredia  escribió  el  P.  Simón,  pues  éste  no 
hizo  más  que  seguir  las  huellas  del  P.  Aguado,  y  más 
aún  de  Castellanos,  a  quien  casi  copia  literalmente  en 
ocasiones,  cual  es  al  referir  las  contiendas  que  Heredia 
tuvo  con  los  nueve  madrileños  y  el  golpe  de  partesana 
que  dio  al  tesorero  Alonso  de  Saavedra  (1), 

Si  a  fin  de  comprobar  lo  que  hay  de  cierto  en  versio 
nes  tan  diferentes  como  ofrecen  los  cronistas  que  acaba- 


(l)  Noticia  historial  de  las  conquistas  de  Tierra  Firme, por  Fr.  Pedro  Si- 
món. Publicada  en  la  Continuación  del  Almacén  de  frutos  literarios,  t.  V,  pá- 
ginas 34  a  144  ,  y  t.  VI,  106  a  186. 

En  las  páginas  69  a  144  se  trata  del  primer  gobierno  de  Pedro  de  Here- 
dia en  Cartagena  de  Indias. 

El  editor  no  copió  al  pie  de  la  letra  el  texto  del  P.  Simón,  por  parecerle 
defectuoso  el  estilo,  que  modificó,  y  no  poco. 

Gonzalo  Fernández  de  Oviedo,  en  su  Historia  délas  Indias,  libro  XXVII, 
consagró  cinco  capítulos  al  gobierno  de  Cartagena  por  Heredia  hasta  que 
llegó  el  licenciado  Vadillo,  y  trata:  en  el  V.  Del  subcesso  de  la  gobernación 
de  Cartagena,  e  como  la  cesárea  Magestad  hizo  merced  de  aquel  car^o  a  Pedro 
de  Heredia.  su  capitán  general  de  aquella  provincia,  e  de  una  batalla  que  ovo 
con  los  indios  de  un  pueblo  llamado  Taragoaco.  En  el  VI,  Como  el  goberna- 
dor Pedro  de  Heredia,  después  de  la  batalla  de  Taragoaco,  por  la  falta  del 
agua,  e  por  buscarla  y  poblar  donde  la  oviese,  tornó  a  entrar  la  tierra  aden- 
tro, e  quales  fuerofi  los  primeros  pueblos  que  hizo  de  paz  en  esta  gobernación, 
e  otras  cosas  notables.  En  el  capítulo  VII,  Como  el  gobernador  Pedro  de  He- 
redia, llegado  al  río  Grande  que  está  entre  Cartagena  e  Santa  Marta,  hizo 
quemar  el  pueblo  de  Metamoa,  e  de  los  pueblos  que  en  este  camino  hizo  de  pa- 
ces, e  de  los  qtie  castigó  por  inobedientes,  e  de  otras  cosas  al  propósito  de  la 
historia,  e  notables.  En  el  capítulo  VIII,  De  otros  pueblos  que  hizo  de  paces  el 
gobernador  Pedro  de  Heredia,  demás  e  allende  de  los  que  se  dixo  en  el  capitu- 
lo precedente,  e  de  otras  cosas  de  las  costumbres  de  los  indios,  convinientes  al 
discurso  de  la  historia.  En  el  IX,  De  las  quexas  que  vinieron  a  esta  Audien- 
cia Real  que  en  esta  cibdad  de  S anclo  Domingo  rende,  contra  el  gobernador 
Pedro  de  Heredia,  de  los  agravios  que  a  muchos  hacía,  e  como  por  mandado 
de  Su  Magestad  fue  el  licenciado  Vadillo  a  conoscer  de  sus  culpas  e  tener  en 
justicia  aquella  provincia,  e  de  las  sepulturas  ricas  de  los  indios,  e  otras  cosas. 


CXXIX 

mos  de  estudiar,  acudimos  a  los  documentos  del  Archi- 
vo de  Indias,  nos  encontramos  con  que  hay  pocos  rela- 
tivos a  Pedro  de  Heredia  y  a  sus  descubrimientos  y  con- 
quistas en  la  provincia  de  Cartagena.  Fuera  de  las  cortas 
relaciones  incluidas  en  este  volumen,  sólo  pude  hallar 
una  de  relativo  interés  histórico,  fechada  en  Cartagena  a 
25  de  Noviembre  de  1535,  en  la  que  después  de  halagar 
al  monarca  con  la  perspectiva  de  un  buen  golpe  de  oro 
en  castellanos  que  le  enviaba,  se  lamenta,  lo  mismo  que 
García  de  Lerma  en  las  suyas,  de  los  mil  apuros  con 
que  tropezaban  los  españoles  para  vivir  cuando  la  na- 
ciente colonia  tenía  que  depender  de  España  en  la  cues- 
tión de  víveres,  que  alcanzaban  precios  fabulosos;  de 
cómo  los  soldados,  noticiosos  de  las  riquezas  inmensas 
del  Perú,  se  marchaban  a  la  desbandada;  de  la  indiscipli- 
na, que  impedía  un  gobierno  tranquilo,  y  de  las  enemis- 
tades que  esto  le  acarreaba,  principalmente  de  aquellos 
que  habían  ido  con  el  único  pensamiento,  que  les  salía 
fallido,  de  volver  pronto  a  España  cargados  de  oro;  y 
acaba  ponderando  lo  mucho  que  debía  esperarse  de  las 
sepulturas  del  Cenú,  y  de  cómo  sus  adversarios  le  acu- 
saban falsamente  de  haberse  apropiado  grandes  cantida- 
des extraídas  de  aquellas  áureas  guacas,  manzana  de  dis- 
cordia entre  los  conquistadores  y  tentación  grandísima 
para  quienes  hallaban  al  pie  de  vetustas  ceibas,  tesoros 
junto  a  los  cuales  resultaban  pobrísimos  aquellos  de  po- 
mas áureas  custodiados  en  el  jardín  de  las  Hespérides  por 
el  dragón  que  mató  Jasón;  carta  que  dice  así: 

"Pedro  de  Heredia,  governador  por  Vuestra  Mages- 
tad,  desta  provincia  de  Cartagena,  dize  que  los  dias  pa- 
sados escriuio  a  Vuestra  Magestad  con  Alvaro  de  Torres 
todo  lo  sucedido  en  la  tierra  hasta  el  dia  quel  se  partió, 

I 


cxxx 

el  qual  llevava  para  Vuestra  Magestad  diez  e  seis  mili 
castellanos,  los  quales  creo  estaran  ya  en  España  si  Dios 
dello  a  sido  servido;  quedan  aqui  en  la  caxa  de  Vuestra 
Magestad  veynte  e  tantos  mili  castellanos,  los  quales  yo 
quisiera  que  en  estos  navios  se  enviaran;  e  en  un  capitu- 
lo de  las  ynstruciones  que  los  oficiales  de  Vuestra  Ma- 
gestad traen,  dize  que  ellos  enbien  el  oro  a  Vuestra  Ma- 
gestad, e  como  lo  an  de  enbiar;  los  quales  dicen  que  han 
scripto  a  Vuestra  Magestad  sobre  el  ynbiar  del  oro,  e 
hasta  que  ayan  rrespuesta  de  allá  no  lo  envian,  e  tam- 
bién por  ser  la  fuerca  del  ynvierno  agora,  aunque  para 
esto  les  dezia  yo  que  enviasen  en  cada  navio  de  los  que 
pasavan,  cinco  mil  castellanos;  con  todo  esto,  si  en  todo 
este  mes  de  diziembre  que  entra  no  viene  rrespuesta  de 
Vuestra  Magestad,  yo  trabajare  que  se  lleve  luego  todo. 
Lo  después  sucedido  en  la  tierra  es  como  con  estas 
nuevas  del  Perú  cargó  tanta  gente  que  nos  hallamos  aqui 
en  esta  prouincia  de  ochocientos  honbres  arriba,  e  esta 
tierra  de  acá  de  las  Yndias,  aunque  ella  sea  muy  fértil, 
ochocientos  honbres  de  guerra  no  se  pueden  sustentar, 
pues  que  como  Vuestra  Magestad  sabe,  en  el  rreyno  de 
Toledo  no  se  podrían  sustentar,  quanto  mas  en  la  prouin- 
cia de  Uraba  e  del  Cenu,  que  es  donde  se  ha  descubier- 
to el  oro  que  en  esta  prouincia  a  ávido,  porque  es  muy 
estéril  de  comidas,  y  en  ellas  los  honbres  no  se  pueden 
sustentar  sy  no  es  a  mucha  costa  e  trabajo,  de  donde  su- 
cedió tanta  variedad  en  la  gente  que  se  hicieron  muchos 
ecesos,  ansy  entre  los  cristianos  como  en  la  de  los  yn- 
dios,  sin  se  poder  rremediar  ni  entender  unos  a  otros,  e 
pusieron  las  cosas  en  tan  ecesibos  precios  que  valia  un 
cavallo  quinientos  castellanos,  e  aqui  ordinariamente  vale 
ochenta;  e  vn  negro  otros  quinientos,  e  vn  queso  cin- 


CXXXI 

quenta,  e  vn  pemil  otros  tantos,  e  todas  las  otras  cosas 
desta  manera;  e  como  conpravan  las  cosas  a  estos  pre- 
cios no  ubo  ninguno  que  no  se  abdeudase  en  mucha  can- 
tidad, de  manera  que  quando  bolvimos  a  esta  cibdad,  e 
como  aqui  tanta  gente  avia  e  no  nos  podíamos  sustentar, 
sucedió  que  ciertos  cavalleros  que  vinieron  aqui  de  la 
villa  de  Madrid  me  hizieron  cierta  rresistencia  debaxo 
de  colores,  como  digo,  de  onbres  que  venían  con  pen- 
samiento que  cada  vno  avia  de  llevar  quarenta  o  cin- 
quenta  mili  pesos  en  llegando,  a  los  quales  yo  quise 
prender  e  no  pude,  que  se  me  salieron  de  la  tierra  junta- 
mente con  otros,  los  quales  fueron  a  la  ysla  Española  a 
hazer  rrelaciones  no  verdaderas,  no  enbargante  que  aqui 
se  hizo  proceso  contra  ellos,  de  la  verdad,  e  se  envió  a  la 
dicha  ysla  Española,  donde  creo  proveerán  lo  que  con- 
venga al  servicio  de  Vuestra  Magestad;  también  e  sabi- 
do que  las  ynformaciones  que  en  la  ysla  Española  se  hi- 
zieron an  enbiado  a  Vuestra  Magestad,  e  también  supe 
como  proueyeron  juez  de  rresidencia  para  aquí,  el  qual 
veniendo  por  la  mar  quiso  Dios  que  se  perdiese  el  navio 
en  que  venia  e  se  ahogase,  de  que  me  a  pesado;  a  Vues- 
tra Magestad  suplico  mande  proveer  en  ello  lo  que  sea 
servido,  porque  en  la  verdad,  si  el  llegara  aqui,  la  tierra 
toda  se  perdiera,  porque  agora  esta  en  términos  de  des- 
cubrirse lo  bueno  que  ay  en  ella,  e  yo  sabiendo  que  me 
enviaban  a  pedir  quenta  estava  determinado  de  no  salir 
desta  cibdad  a  ningund  cabo,  fasta  darla,  porque  me  pa- 
rescia  rrecia  cosa  andar  yo  trabajando  en  la  tierra  e  des- 
cubriéndola, e  que  se  hiziesen  cosas  contra  mi  e  los  ca- 
bildos desta  cibdad  e  de  Sant  Sevastian  de  Uraba,  que 
yo  tengo  hechos,  e  la  gente  del  común  de  ambas  partes 
me  rrequirieron  que  fuese  en  seguimiento  del  descubrí- 


CXXXII 

miento  que  tenia  empegado,  protestándome  todos  los  da- 
ños que  a  la  hazienda  de  Vuestra  Magestad  le  viniese 
por  no  ir,  porque  yo  tengo  dos  exercitos  de  gente  la  tie- 
rra adentro,  de  cada  cient  honbres  de  pie  y  de  cavallo, 
qu'  es  lo  que  al  presente  es  menester  en  esta  tierra,  e  no 
mas:  el  uno  está  en  las  provincias  de  Uraba,  e  el  otro  en 
las  prouincias  del  Cenu,  como  por  el  rrequerimiento  que 
me  hizieron  Vuestra  Magestad  vera,,  que  va  junto  con 
este  despacho.  Yo  estoy  de  camino  para  yr,  porque  ago- 
ra es  el  tiempo  del  verano  acá;  la  nueva  que  de  la  tierra 
ay  es  grande,  si  Dios  dello  es  servido  que  hallemos  por 
donde  pasar,  porque  por  dos  partes  que  tenemos  noticia 
del  camino  vamos  acometer,  y  a  esta  cavsa  están  divi- 
didos los  dos  exercitos,  qu'  es  por  donde  entrambos  es- 
tan;  sobre  la  provincia  de  Uraba  avernos  tenido  diferen- 
cias con  los  de  la  gouernacion  de  Tierra  Firme,  porque 
Vuestra  Magestad  a  sido  servido  de  dar-ciertas  cédulas 
contra  la  capitulación  que  conmigo   esta  asentada;  lo 
qu'  esta  gouernacion  tiene  bueno  es  lo  de  Cenu  e  Uraba, 
qu'  es  todo  vna  cosa;  si  Vuestra  Magestad  es  servido  de 
quitarlo  desta  gouernacion,  después  de  hazerseme  a  mi 
injusticia,  esta  gouernacion  no  podra  estar  mas  poblada 
de  quanto  lo  quiten;  y  esto  digolo  porque  si  Vuestra  Ma- 
gestad fuere  servido  de  dar  lo  vno,  se  ha  de  dar  todo  jun- 
to, porque  no  ay  gouernacion  en  todas  estas  Yndias  mas 
señalada  ni  mas  limitada  que  esta,  de  un  rrio  a  otro,  sin 
poder  tener  con  nadie,  aunque  queramos,  en  que  enten- 
der, porque  si  no  es  pasando  con  navios  los  rrios,  no  po- 
demos pasar  alia,  ni  ellos  acá.  Las  cédulas  que  Vuestra 
Magestad  a  dado,  yo  e  suplicado  dellas  en  quanto  digo; 
en  la  ysla  Española  esta  el  proceso  de  lo  que  sobre  ello 
a  pasado,  porque  la  gente  de  vn  cabo  e  de  otro  emos  es- 


CXXXIÍI 

tado  juntos  sobrello;  no  se  si  de  alli  lo  rremediaran;  tam- 
bién yo  lo  he  enviado  a  ese  Real  Consejo  a  presentallo 
en  grado  de  suplicación;  no  se  si  se  han  fecho  las  dili- 
gencias; sy  no  se  han  fecho,  yo  digo  que  por  esta  me  pre- 
sento ante  Vuestra  Magestad  e  le  suplico  lo  rremedie 
conforme  a  su  real  consejo  (1). 

De  esta  carta  se  deduce  con  claridad  que  el  estableci- 
miento de  Julián  Gutiérrez  en  Urabá,  como  teniente  del 
Gobernador  Barrionuevo,  no  fué  una  intrusión,  como 
aseguran  Castellanos  y  el  P.  Aguado,  sino  acto  justifica- 
do, ya  que  S.  M.  había  concedido  dicha  región  a  la  pro- 
vincia de  Castilla  del  Oro,  si  bien  contra  las  capitulacio- 
nes celebradas  con  Heredia,  en  las  que  se  especificaban 
de  manera  precisa  los  límites  de  la  provincia  de  Carta- 
gena, formados  por  los  ríos  Magdalena  y  Atrato. 

Como  uno  de  los  principales  cargos  que  se  hacían  a 
Pedro  de  Heredia  era  la  mala  cuenta  que,  en  opinión  de 
muchos,  había  dado  del  oro  sacado  en  el  Cenú,  procura 
disculparse  de  ello  en  la  misma  carta: 

«Los  dias  pasados,  en  la  carta  que  a  Vuestra  Magestad 
escreui  con  Alvaro  de  Torres,  escreui  como  yo  avia  saca- 
do cierta  cantidad  de  oro  de  las  sepulturas  del  Cenu, 
qu'  es  de  donde  me  achacan  el  Presidente  e  oydores  de 
la  ysla  Española  a  probeer  lo  que  an  proveído,  diciendo 
qu'  es  en  mucha  cantidad;  lo  que  yo  e  sacado  a  mi  costa 
e  con  mis  esclavos  son  treynta  e  tantos  mili  castellanos 
de  todos  oros,  pagados  los  derechos  a  Vuestra  Magestad, 
los  quales  o  la  mayor  parte  dellos  yo  he  gastado  en  su 
rreal  servicio,  en  dar  socorro  a  la  gente  e  prestalles  dine- 


(i)    Archivo  de  Indias;  Audiencia  de  Santa  Fe;  cartas  y  expedientes  del 
Gobernador  de  Cartagena.  Est.  72,  caj.  4,  leg.  6. 


CXXXIV 

ros,  e  en  tres  pueblos  que  tengo  poblados  en  esta  gover- 
nacion,  e  en  dos  vergantines  que  he  hecho  e  sustento,  con 
que  e  descubierto  el  rrio  del  Cenu  e  pienso  de  entrar  a 
descubrir  los  otros  rrios;  e  lo  que  yo  e  sacado  parecerá 
por  los  libros  de  Vuestra  Magestad  ser  lo  que  yo  digo, 
e  no  mas,  e  de  aqui  digo  que  si  agora  o  en  algund  tien- 
pose  hallare  otra  cosa  mas  con  verdad  de  lo  que  digo, 
Vuestra  Magestad  me  mande  cortar  la  cabeza  por  tray- 
dor,  porque  dende  aqui  yo  me  condeno  a  ello  como 
onbre  que  miente  a  su  rrey  e  señor,  e  para  esto  a  Vues- 
tro Magestad  suplico  haga  guardar  esta  carta,  asy  para 
esto  como  para  sy  Vuestra  Magestad  fuere  seruido  de  di- 
vidir la  governacion  e  provincia  de  Uraba  desta,  confor- 
me a  la  capitulación  que  conmigo  esta  asentada,  si  la 
governacion  se  despoblare  a  mi  no  me  ponga  Vuestra 
Magestad  culpa  ni  cargo.  En  todo  suplico  a  Vuestra  Ma- 
gestad que  con  brevedad  probea  lo  que  a  su  rreal  servi- 
cio convenga;  son  tantas  las  variedades  que  ay  en  la  gen- 
te de  Yndias,  e  lo  que  osan  proponer  e  decir,  que  mien- 
tras mas  acá  estamos  menos  entendemos  dellas,  porque 
ninguna  cosa  piensan  que  no  la  dizen  e  la  ponen  por 
obra;  de  manera  que  los  que  a  Vuestra  Magestad  servi- 
mos es  menester  que  Dios  influya  gracia  en  nosotros 
para  podernos  conservar,  e  como  nosotros  no  seamos 
merecedores  no  lo  permite,  de  donde  procede  aver  las 
variedades  que  ay;  plega  a  Dios  por  los  méritos  de  su 
pasión  lo  encamine  como  todos  acertemos  a  servir  a  el  e 
a  Vuestra  Magestad.,, 

Antes  de  esto,  apenas  había  descubierto  Heredia  las 
riquísimas  sepulturas  del  Cenú,  a  fin  de  comprobar  sus 
méritos  y  salir  al  paso  de  los  detractores  que  le  había  oca- 
sionado la  repartición  de  los  tesoros  hallados  en  tan 


cxxxv 

asombrosa  necrópolis,  demandó  que  se  hiciera  una  infor- 
mación de  sus  servicios,  que  resultó  de  las  más  insulsas 
y  pobres  que  se  conservan  en  el  Archivo  de  Indias  (1). 
Pidióla  en  nombre  de  aquel  su  hijo  Antonio  de  Heredia, 
a  1.°  de  Junio  de  1534,  diciendo  en  ella  que  desde  año 
y  medio,  poco  más  o  menos,  frase  que  indica  suma  incu- 
ria en  puntualizar  hechos  recientes  y  públicos,  su  padre 
había  trabajado  en  la  conquista  y  pacificación  de  la 
Nueva  Lombardía,  nombre  dado  a  la  provincia  de  Car- 
tagena; cronología  que  se  conforma  con  la  dada  por 
Juan  de  Castellanos  cuanda  afirma  que  Heredia  llegó  a 
Calamar  el  13  de  Enero  de  1533  (2)  y  salió  para  la  re- 
gión Cenú  en  Enero  del  siguiente. 

Si  grande  fué  la  admiración  de  los  españoles  cuando, 
en  México,  rompiendo  un  tabique,  descubrieron  los  in- 
mensos tesoros  que  había  escondido  Moctezuma,  y  des- 
pués al  contemplar  las  riquezas  que  allegó  el  soberano 
azteca  para  sus  aborrecidos  huéspedes,  mayor  aún  debió 
de  ser  el  asombro  de  Heredia  y  de  sus  compañeros  al  es- 
cavar la  necrópolis  del  Cenú,  la  más  abundante  en  oro 


(i)  Hízose  esta  información  en  Cartagena,  en  Junio  de  1534,  ante  el  al- 
calde ordinario  Diego  de  Viana.  Declararon  Alonso  López  de  Ayala,  el 
veedor  Tuan  de  Villoría,  Luis  de  Montemayor,  Gómez  Becerra,  Francisco 
de  Logroño  y  Alonso  Cortés. 

(2)  Año  de  treinta  y  tres  era  llegado 

Del  parto  de  la  Virgen  soberana 


Y  a  trece  dias  ya  del  mes  de  enero 
Vieron  a  Calamar,  pueblo  frontero. 
Año  de  treinta  y  cuatro  por  enero 
Iba  corriendo,  cuando  hizo  lista 
Del  práctico  peón  y  caballero 
Para  continuar  esta  conquista. 

(Elegías,  págs.  367  y  377.) 


CXXXVI 

que  en  encontró  en  Indias.  Pero  hay  la  fundada  presun- 
ción de  que  Heredia,  al  encaminar  sus  pasos  con  rumbo 
al  Cenú,  sabía  muy  bien  las  riquezas  que  contenían  aque- 
llas vastas  necrópolis,  exploradas  ya,  si  bien  de  manera 
deficiente.  Consta  con  certeza  que  años  antes,  en  el  de 
1529,  eran  conocidas  tan  ricas  sepulturas,  pues  Carlos  V, 
por  una  Real  cédula  dada  en  Barcelona  a  18  de  Julio, 
añadiendo  una  espléndida  merced  a  las  muchas  que  lle- 
vaba hechas  a  su  secretario  Francisco  de  los  Cobos,  con- 
cedió a  éste,  por  veinte  años,  el  privilegio  del  oro  que 
se  hallase  en  el  Cenú,  sin  más  que  pagar  a  Su  Majestad 
los  derechos  de  costumbre  (1). 

De  la  citada  información  de  servicios  hecha  por  Pedro 
de  Heredia,  copiamos  solamente  el  interrogatorio,  dejan- 
do a  un  lado  las  contestaciones  de  los  testigos,  que,  como 
en  la  mayor  parte  de  los  casos  análogos,  son  afirmativas 
y  uniformes,  sin  añadir  detalles  que  amplíen  las  noticias 
contenidas  en  las  preguntas: 

"I. — Lo  primero  sy  conocen  a  mi  el  dicho  Pedro  de 
Heredia  e  de  que  tiempo  a  esta  parte. 

II. — Iten  sy  saben  &  que  avra  año  e  medio,  poco  mas  o 
menos  tiempo,  que  yo  el  dicho  Pedro  de  Heredia  vine  a 
estas  provincias  de  Cartagena  con  navios  cargados  de 
gente  e  cavallos  e  bastimentos,  para  la  conquistar  e  pa- 
cificar, y  en  ella  hize  un  pueblo  de  cristianos  que  se  lla- 
ma la  cibdad  de  Cartagena,  e  en  ella  una  fortaleza,  e  sy 
saben  que  en  poblar  y  tener  de  paz  este  puerto  de  Carta- 
gena Su  Magestad  a  sido  muy  servido,  porque  antes  los 
navios  que  pasavan  por  esta  costa  no  osavan  entrar  en  los 


(i)     Publicada  en  el  Cedulario  de  las  provincias  de  Santa  Marta  y  Carta- 
gena de  Indias  (siglo  XVI).  Tomo  I  Años  1529  a  1535.  Págs.  I  a  5. 


CXXXVII 

puertos  della  porque  los  yndios  les  benian  a  flechar  a  los 
navios,  por  lo  qual  muchos  navios  se  perdían  e  padecían 
muchos  trabajos  de  hanbre  e  sed  e  de  tiempos  contrarios, 
no  pudiendo  hazer  menos;  e  si  saben  que  después  que  la 
poblé,  en  todos  los  puertos  desta  costa  surgen  los  navios, 
e  los  yndios  les  dan  agua  e  mayz  e  lo  que  han  menester. 

III. — Iten,  si  saben  &  que  con  mucho  trabajo  de  mi 
persona  e  costa  de  mi  hazienda  he  conquistado  e  pacifi- 
cado muchos  e  grandes  pueblos  en  esta  dicha  provincia, 
de  gente  muy  belicosa,  frecheros,  e  que  traen  yerva  en 
las  flechas,  donde  me  han  muerto  muchos  e  muy  buenos 
cavallos,  e  trayéndose  como  se  trayan  de  las  yslas,  valen 
aqui  e  me  cuestan  muchos  dineros. 

IV. — Yten,  si  saben  &  que  avra  cinco  meses  que  yo 
sali  desta  dicha  cibdad  para  yr  en  descubrimiento  y  bus- 
ca de  las  provincias  del  Cenú  con  mucha  gente  de  pie  e 
de  cavallo,  donde  padecí  muchos  e  muy  grandes  traba- 
jos yo  y  la  gente  que  llevava  conmigo,  y  llevé  diez  ne- 
gros para  que  fuesen  abriendo  caminos  por  donde  fuése- 
mos, e  muchos  cavallos,  de  los  quales  por  rrazon  de  los 
muchos  trabajos  se  me  murieron  tres  cavallos  e  dos  ne- 
gros, e  dexe  abierto  camino  para  poder  yr  a  donde  se 
hará  mucho  servicio  a  Su  Magestad,  y  sus  rreales  rrentas 
serán  acrescentadas;  cerca  desta  pregunta  los  testigos  di- 
gan e  declaren  todos  los  trabajos,  ansi  de  aguas  e  de  sie- 
rras, que  en  el  camino  pasé. 

V. — Yten,  si  saben  que  a  los  maestres  de  los  navios 
que  a  estas  provincias  vienen  les  pago  los  fletes  de  la 
gente  e  bastimentos  e  cavallos  que  traen,  e  les  hago  so- 
corros de  dineros  con  que  vuelvan  a  cargar,  porque  los 
españoles  que  en  ella  rresiden  sean  mas  bastecidos  e  a 
menos  costa. 


CXXXVIII 

VI. — Yten,  si  saben  que  yo  bibo  en  esta  tierra  con  mu- 
cha costa,  ansi  por  ser  los  mantenyinientos  todos  tray- 
dos  por  la  mar,  como  por  estar  esta  dicha  cibdad  en  co- 
marca que  todos  los  navios  que  pasan  para  Perú  e  Ni- 
caragua e  Guatimala,  como  de  los  que  vuelven  para  yr 
a  España,  pasan  por  aqui,  e  tengo  costa  con  ellos,  como 
con  la  gente  que  aqui  tengo  e  de  my  servicio. 

VII. — Yten,  si  saben  que  de  año  e  medio  a  esta  parte 
que  estoy  en  estas  dichas  provincias  he  hecho  mucho 
servicio  a  Su  Magestad,  tanto  que  en  ninguna  parte  de 
las  descubiertas,  en  mucho  mas  tiempo  no  se  a  hecho. 

VIII. — Yten,  si  saben,  creen,  vieron,  oyeron  dezir  que 
en  esta  costa,  en  los  pueblos  que  yo  he  hecho  de  paz,  an 
muerto  los  yndios  tres  o  quatro  capitanes  con  muchos  es- 
pañoles que  a  ella  an  venido,  en  que  serian  mas  de  sete- 
cientos honbres.„ 

De  no  mayor  importancia  es  otra  información  que  se 
hizo  a  petición  de  Heredia,  en  Diciembre  de  1534,  justi- 
ficando el  haber  mandado  llevar  desde  Acia  la  india 
llamada  Isabel  Corral,  intérprete  de  la  lengua  de  Urabá, 
casada  con  Julián  Gutiérrez,  y  sin  cuyo  concurso  afirma- 
ba aquél  que  no  podría  hacer  expedición  alguna  al  inte- 
rior, donde  se  hablaba  generalmente  dicho  idioma;  in- 
formación de  la  que  basta,  como  de  casi  todas  ellas,  para 
dar  una  idea  de  su  contenido,  copiar  las  preguntas  más 
esenciales  del  interrogatorio,  que  dicen  así: 

"1.  Si  saben  que  en  la  capitulación  que  Su  Magestad 
fizo  conmygo,  nonbrava  la  provicion,  de  Urava  hasta  el 
Rio  grande  del  Darien. 

2.  Yten,  sy  saben  que  abra  cinco  meses,  poco  mas  o 
menos,  que  yo  enbie  vn  capitán  la  tierra  dentro  con  com- 
pañía de  gente  e  cavallos,  e  que  por  falta  de  lengua  se 


CXXXIX 

estuvieron  quedos  y  enbiaron  por  lengua  a  esta  cibdad, 
e  se  detuvieron  a  donde  toparon  la  lengua  de  Uravá,  qu' 
es  por  donde  avian  de  ir. 

3.  Yten,  sy  saben  quel  camino  por  donde  esta  gover- 
nacion  e  tierra  se  a  de  conquistar  e  descubrir,  es  por  allí, 
por  la  lengua  de  Urava. 

4.  Yten,  sy  saben  que  yo  no  tengo  ninguna  lengua 
de  alli  de  Urava,  e  que  e  enbiado  por  lengua  a  Acia  e  al 
Nonbre  de  Dios,  con  provicion  de  Su  Magestad  que  para 
ello  tengo,  e  dineros  para  ellas,  y  vna  ves  que  enbie  a 
Acia  me  enbiaron  vna  yndia  que  me  vendieron,  e  no  sa- 
bia la  lengua,  y  otra  ves  del  Nonbre  de  Dios  me  truxe- 
ron  otra  que  no  valia  nada,  de  que  fue  cabsa  que  la  gen- 
te que  yo  enbie  a  la  tierra  dentro  se  bolvieron  acerca 
desta  cibdad  hasta  que  les  enbie  lengua,  a  cabsa  que  la 
que  avian  llevado  no  lo  hera. 

5.  Yten,  sy  saben  que  yo  enbie  vn  bergantin  con 
cierta  gente  a  vesytar  la  conquista  desta  governacion,  e 
si  aliaron  a  Julián  Gutierres,  e  a  Ysabel  Corral,  yndia 
natural  desta  governacion  en  Urava,  qu'  es  la  lengua  que 
yo  les  enbie  a  rogar  que  me  diesen,  la  qual  por  dineros 
ny  syn  dineros  no  me  la  quysieron  dar,  a  cabsa  de  se 
aprovechar  ella  de  la  tierra  desta  my  governacion  donde 
ella  es  natural. 

6.  Yten,  si  saben  que  la  conquista  e  pacificación  de 
esta  tierra  no  se  a  de  fazer  syn  la  dicha  Ysabel  Corral,  a 
cabsa  de  ser  lengua  de  Hura  va,  e  no  aver  otra,  por  que 
todas  las  otras  que  me  an  dado  e  ay,  no  son  lenguas,  ny 
lo  an  sydo,  de  que  a  venydo  desservicio  a  Su  Magestad. 

7.  Yten,  sy  saben  que  como  yo  supe  quel  dicho  Ju- 
lián Gutierres  e  la  dicha  Ysabel  Corral  estavan  en  esta 
my  governacion,  e  por  la  mucha  necesidad  que  della  te- 


CXL 

nia  e  tengo,  enbie  luego  a  donde  quiera  que  la  hallasen 
e  pudiesen  ser  ávidos  ella  e  el  dicho  Julián  Gutierres,  e 
los  truxesen  con  todo  el  oro  que  tuviesen  e  oviesen  ávi- 
do en  esta  dicha  governacion,  porque  ya  eran  ydos,  e 
los  tomo  en  Acia  e  los  traxeron  aqui  a  ellos  e  al  dicho 
oro,  syn  le  fazer  estruycion  ny  mal  nynguno  a  ellos,  ny 
a  ningún  vezino  de  la  cibdad  de  Acia. 

8.  Yten,  sy  saben  que  llegados  que  fueron  a  esta  cib- 
dad, el  que  yo  enbie  se  presento  ante  my  e  ante  los  ofi- 
ciales de  Su  Magestad,  con  el  dicho  Julián  Gutierres  e 
Ysabel  Corral,  e  con  el  dicho  oro  que  los  dichos  avian 
ávido  en  la  governacion,  e  yo  lo  mande  quitar  e  se  qui- 
to e  se  metió  en  el  arca  de  Su  Magestad,  por  ser  oro  des- 
ta  governacion,  e  lo  demás  se  deposyto  en  poder  de  per- 
sona que  dello  dará  buena  quenta,  e  esta  a  buen  recabdo 
syn  faltar  dello  nada. 

9.  Yten,  sy  saben  quel  dicho  Julián  Gutierres  está 
aquy  en  esta  cibdad,  y  la  dicha  Ysabel  Corral,  y  se  tra- 
tan con  el  ciertos  pleytos  sobre  ciertos  delitos  e  quebran- 
tamyentos  que  a  hecho  en  esta  governacion. 

10.  Yten,  sy  saben  que  saliendo  yo  con  tanta  copia 
de  jente  e  caballos  que  tengo  para  llevar  a  la  conquysta 
e  pacificación  desta  tierra,  e  fuese  syn  la  dicha  Ysabel 
Corral,  syendo  tan  buena  lengua  como  es,  seria  muy 
gran  desservicio  de  Su  Magestad,,  (1). 

Compárese  lo  que  Pedro  de  Heredia  quiere  probar 
acerca  de  Julián  Gutiérrez  y  de  Isabel  Corral,  con  lo  que 
refieren  Castellanos  y  Aguado,  quienes  aunque  varían  en 
detalles,  como  decir  el  primero  que  Isabel  era  hermana, 


(rt    El  original  de  esta  información,  lo  mismo  que  el  de  la  anterior,  se 
hallan  en  el  Archivo  de  Indias,  Audiencia  de  Santa  Fe,  est.  72,  caj.  4. 


CXLI 

y  el  segundo  prima,  del  cacique  de  Urabá,  coinciden 
en  lo  sustancial,  y  se  notará  que  el  Gobernador  de  Car- 
tagena pretendía  ocultar  en  sus  probanzas  algunos  hechos 
que  no  le  convenían,  él  sabría  muy  bien  por  qué  motivos, 
y  también  lo  extraño  de  la  insistencia  con  que  deseaba 
tener  a  su  lado  la  india  Isabel,  que  decía  ser  tan  impor- 
tante en  la  conquista  de  Urabá  como  sabemos  lo  fué  doña 
Marina  en  la  de  México  (1). 


(i)  En  la  Colección  de  documentos  inéditos  relativos  al  descubrimiento,  con- 
quista y  organización  de  las  antiguas  posesiones  españolas  de  América  y  Ocea- 
nía,  se  publicaron  los  siguientes,  que  tratan  de  la  provincia  de  Santa  Marta: 

Carta  del  Gobernador  de  Santa  Marta,  Garcia  de  Lerma,  /ablando  (sic)  del 
descubry miento  de  antiguas  sepulturas. — Santa  Marta,  io  de  Abril  de  1529. 

Tomo  XL,  págs.  455  a  458. 

Carta  a  Su  Magestad,  de  Rodtigo  de  Granada,  Rexidor  de  la  Provyncia  de 
Santa  Marta,  quexandose  de  Rodrigo  Alvarez  Palomino  e  de  Pedro  de  Vadi- 
llo,  Gobernadores  que  disce  quysieron  nombrarse  en .  aquella  Provyncia,  por 
insultos,  vexaciones  e  muertes  que  se  fysáeron. — Santo  Domingo,  15  de  Julio 
de  1529. 

Tomo  XLI,  págs.  284  a  288. 

El  nombre  de  Rodrigo  de  Granada  es  uno  de  los  muchísimos  disparates 
que  hay  en  esta  Colección.  Llamábase  Rodrigo  de  Grajeda. 

Carta  e  relación  de  Garcia  de  Lerma,  Gobernador  de  Santa  Marta,  al  Obis- 
po de  Santo  Domingo,  sobre  las  cosas  de  aquella  tierra. — Santa  Marta,  16  de 
Enero  de  1530. 

Op.  cit,  págs.  293  a  314. 

Refiere  García  de  Lerma  una  entrada  que  hizo  al  Pueblo  Grande,  donde 
halló  numerosas  poblaciones  indias,  y  con  laudable  imparcialidad  da  noti- 
cias de  algunos  combates  en  que  sus  tropas  no  salieron  bien  libradas  y  él 
mismo  estuvo  a  punto  de  perecer  : 

«Los  yndios  volvieron  en  quatro  escuadras,  por  cuatro  partes,  a  donde 
yo  estaba  con  treze  o  catorce  de  caballo  e  seis  peones,  e  acometiéron- 
me tan  bravamente,  que  llegaron  cerca  de  mi  e  de  los  otros,  e  yo  e  los  de 
caballo  pudimos  revolver  sobrellos  e  aunque  la  tierra  era  ruin  escramu- 
zamos  con  ellos,  e  murieron  algunos  dellos;  desta  manera  estuvimos  dos 
horas  grandes  revueltos  con  ellos,  fasta  que  se  retiraron  a  unos  buyos 
questaban  cerca;  alli  pensamos  ya  que  los  teníamos  de  vencida  e  anduvi- 


CXLII 

Con  esto  acabamos  de  reseñar  las  principales  contra- 
dicciones que  hay  entre  los  historiadores  primitivos  de 
las  provincias  de  Santa  Marta  y  Cartagena,  y  que  de- 
muestran la  necesidad  de  publicarlo  más  esencial,  cuan- 
do menos,  de  los  documentos  que  todavía  se  conservan 
inéditos  en  el  Archivo  de  Indias,  especialmente  de  los 
Cedularios  y  de  los  juicios  de  residencia  formados  a  los 
conquistadores  y  a  otros  personajes.  Verdad  es  que  mu- 
chos de  los  juicios  de  residencia  son  para  asustar  al  más 
valiente,  por  su  enorme  extensión,  que  suele  llenar  al- 


mos por  sacarlos,  llegándonos  a  los  buyos  do  ellos  salían  a  flechar:  matá- 
ronnos quatro  caballos  de  los  que  conmigo  estaban  e  hyrieronme  el 
mió:  e  visto  el  estrago  que  facian  en  los  caballos,  pareciónos  bien  e  que  seria 
aceptado,  volvernos  al  real.  E  entretanto  que  nosotros  facíamos  esto, 
los  yndios  fueron  a  buscar  los  xpianos  questaban  guardando  el  paso:  e 
los  xpianos  que  vieron  los  yndios,  antes  que  les  acometiesen,  lo  des- 
ampararon e  huyeron  porquestaban  sin  Capitán ,  quera  ydo  a  sacar 
algunos  dolientes,  segund  dezian:  los  yndios  apoderáronse  tan  brava- 
mente del  paso,  que  ningún  ombre  pasaba  de  pie  ni  de  caballo  que  no  le 
mataban,  porque  abian  cobrado  allí  lanzas  e  otras  armas  de  algunos  xpia- 
nos que  las  abian  dexado,  que  iban  huyendo:  e  en  esto  llegó  un  xpiano  a 
mi  que  iba  a  pasar,  e  dieronle  una  lanzada  en  la  cara,  e  volvióse  donde 
yo  andaba  escaramuzeando  con  los  yndios  con  nueve  de  caballo,  que  ya  no 
eran  mas  los  que  conmigo  estaban,  porque  los  demás  eran  salidos  por  de- 
fecto de  sus  caballos  que  ge  los  abian  muerto,  e  aun  saliéndose  se  mata- 
ron dos  dellos.  E  visto  el  peligro  del  paso,  parecióme  yr  a  socorrer  los 
xpianos  e  dexé  quatro  de  caballo  e  quatro  peones  en  la  retaguardia  porque 
los  yndios  con  quien  andábamos  escaramuzeando,  no  nos  persyguiesen  por 
las  espaldas;  e  allí  llegué  yo  al  rio  del  paso  e  un  criado  mío  iba  en  un  muy 
buen  caballo  mío  e  quísose  adelantar,  por  me  fazer  honrra  a  pasar  prime- 
ro que  yo,  e  fueron  tantos  los  flechazos  que  le  tiraron,  que  le  ficieron  des- 
atinar al  caballo,  e  cayendo,  dio  consigo  en  el  rio,  e  el  que  iba  encima  se 
tuvo  de  unas  ramas:  e  llegue  yo  a  tiempo  a  socorrerle,  e  plugo  a  Nuestra 
Señora  que  nos  fizo  merced  a  mi  e  a  los  que  conmigo  iban  que  lo  pudimos 
socorrer  e  fué  muy  gran  milagro;  e  socorrido  este  e  puesto  en  su  caballo, 
tuvimos  algunas  dyferencias  sobre  si  acometeríamos  los  del  paso,  o  nó,  e 
a  mi  me  pareció  acometerlos:  e  en  medio  del  paso  estaban  muertos  dos  ca- 


CXLIII 

gunos  legajos;  por  lo  difícil  de  su  escritura,  procesal,  en 
casi  todos  ellos,  y  aun  de  la  encadenada  más  desespe- 
rante, y  por  lo  contradictorias  que  suelen  ser  las  decla- 
raciones de  los  testigos;  pero  estos  obstáculos  no  deben 
arredrar  a  les  investigadores  que  traten  de  iluminar,  en 
cuanto  cabe,  la  historia  de  la  conquista  y  de  la  coloniza- 
ción de  América,  gloria  inmarcesible  de  España,  madre 
fecunda  de  naciones  y  portavoz  del  Evangelio  en  aque- 
llos remotos  países  que  incorporó  a  la  civilización  y  al 
Cristianismo. 

M.  Serrano  y  Sanz. 

Sigüenza,  Agosto  de  1916. 


ballos  mios  de  carga  con  todo  lo  que  llevábamos  e  esta  érala  cabsa  que  los 
que  a  caballo  conmigo  estaban  rehusaban  el  paso.» 

Sigue  refiriendo  cómo  el  resultado  del  combate  fué  desastroso  para  los 
españoles. 

Carta  de  Garda  de  Lerma,  Gobernador  de  Santa  Marta,  a  Su  Magestad, 
partyeipandole  la  quema  e  destrucción  de  toda  ¿a  cibdad. — Santa  Marta,  19  de 
Abril  de  1531. 

Op.  cit.,  págs.  329  a  337. 

La  relación  que  Juan  Sánchez  Portero  escribió  de  lo  que  hizo  en  el  vol- 
cán de  Masaya,  fué  publicada  con  el  siguiente  título  : 

La  entrada  y  descubrimiento  del  famoso,  grande  y  admirable  volcan  de  Ma- 
saya, que  está  en  la  provincia  de  Nicaragua...  historiado  y  fecho  por  Juan 
Sánchez  Portero,  natural  de  la  áudad  de  Cuenca  y  vecino  de  la  ciudad  de 
Huete. 

Almacén  de  fi  utos  literarios,  tomo  V. 


I 

PEDRO  DE  HEREDIA 

RELACIÓN  DE  SUS  PRIMEROS  HECHOS  DE  ARMAS  EN  LA 

PROVINCIA  DE  CARTAGENA  DE  INDIAS 

Año  1533. 

{Archivo  de  Indias,  est.  72,  caj.  4,   leg.  ó.) 

Sacra  Católica  Cesárea  Magestad: 

Pedro  de  Heredia,  gouernador  desta  prouincia  de  Car- 
tagena por  Vuestra  Magestad,  haziendo  relación  de  lo  su- 
cedido en  la  tierra,  dize  que  el  entró  en  esta  provincia  de 
Cartagena  a  catorce  dias  de  Enero  (1)  convna  nao  y  dos 
caravelas  e  vna  fusta,  en  que  meteria  ciento  e  cinquenta 
honbres  de  guerra,  y  veynte  e  dos  cavallos,  no  embar- 
gante que  en  la  isla  Española  envarcó  cuarenta  y  syete, 
y  los  demás  se  murieron  en  el  camino,  de  los  quales  ca- 
vallos, el  dia  que  se  desembarcaron,  que  fue  dentro  desta 
baya  de  Cartagena,  uno  de  ellos,  como  salió  de  la  mar, 


(i)     Juan  de  Castellanos  (Eligías,  parte  III,  canto  I),  dice  que  fué  el 
trece: 

Año  de  treinta  y  tres  era  llegado 
del  parto  de  la  Virgen  soberana 


y  a  trece  días  ya  del  mes  de  Enero 
vieron  a  Calamar,  pueblo  frontero. 


_  2  — 

se  desmando,  que  como  andávamos  desembarcando  ios 
otros  no  miramos  en  ello;  quando  le  fuimos  a  buscar  ha- 
llamos por  el  rrasíro  que  le  llevavan  yndios;  yo,  como 
lo  vi,  acorde  de  yr  en  seguimiento  dellos  y  fui  con  dos 
cavallos  y  quinze  peones,  porque  al  presente  no  nos  ha- 
llamos mas  fuera  de  los  navios,  y  como  el  rrastro  yba 
fresco  yo  crey  que  los  alcanzáramos;  luego  fuym.os  en 
rrastro  dellos  hasta  vna  legua,  poco  mas,  por  la  costa  de 
la  mar,  y  yendo  que  ybamos  topamos  con  vn  esqua- 
dron  de  yndios  que  a  nuestro  parecer  seria  numero  de 
ciento,  poco  mas  o  menos,  los  quales  venian  hazia  don- 
de nosotros  yvamos,  y  en  descubriéndonos  se  pusieron 
en  arma  y  nos  comengaron  a  frechar;  arremetimos  a 
ellos;  volviéronnos  las  espaldas;  alcanzárnoslos  con  los 
cavallos  luego;  no  consenti  yo  que  se  matase  ninguno, 
antes  los  rodeamos  y  tomamos  uno  dellos  para  saber  len- 
gua de  la  tierra,  el  qual  después  de  tomado  nos  llevo  a 
su  pueblo;  quando  llegamos  no  hallamos  nadie  dentro, 
syno  los  buhios  cerrados;  no  consenti  yo  que  se  les  en- 
trase ninguna  casa,  ni  se  les  tomase  nada,  antes  nos  vol- 
vimos con  aquel  yndio  que  tomamos,  al  real,  donde  yo 
le  hize  entender  al  yndio  con  la  lengua,  como  nosotros 
no  venyamos  a  hazerles  mal,  syno  a  tenerlos  por  amigos 
y  a  contratar  con  ellos  y  a  darles  hachas,  cuchillos  y 
otras  cosas,  y  le  hize  dar  una  hacha  y  peines  y  cuchillos 
y  anzuelos,  y  le  dixe  que  se  fuese  y  que  lo  dixese  en  su 
pueblo  y  bolviese  a  hablarnos,  el  qual  dixo  que  bolvena 
otro  dia,  y  esperamos  tres  dias  y  no  bolvio,  después  de 
los  quales  yo  acorde  tornar  a  yr  al  pueblo,  y  quando 
fuimos  no  hallamos  a  nadie,  como  primero;  acordamos 
de  asentar  en  el  mismo  pueblo,  porque  hallamos  mejor 
agua  que  la  que  teníamos  adonde  estavamos,  porque  en 


—  3  — 

toda  esta  baya  no  se  a  podido  hallar  agua  que  corra, 
syno  de  pogos,  y  poca,  por  la  qual  causa  yo  envié  vna 
de  las  caravelas  que  trayamos,  arriba  de  donde  estava- 
mos,  y  la  otra  a  abaxo,  a  que  mirase  los  términos  que 
Vuestra  Magestad  me  dio  de  governacion,  para  ver  do 
podriamos  hallar  mejor  asiento;  la  caravela  que  fue  ha- 
zia  arriba  a  la  parte  de  Santa  Marta,  hallo  un  puerto  que 
dizenZanba,  que  es  seis  o  siete  leguas  del  rrio  Grande, 
el  qual  le  pareció  buen  puerto  y  que  estava  en  el  mejor 
termino  de  todos  para  poblar  para  lo  que  convenia  al 
servicio  de  Vuestra  Magestad;  yo  acorde  partirme  para 
alia  por  tierra  con  cinquenta  peones  y  veynte  de  cavailo, 
porque  la  gente  demás  yba  en  los  navios;  en  comencando 
a  caminar  hasta  vna  legua  del  pueblo  donde  estavamos, 
que  dizen  Calamar  (1),  hallamos  otro  pueblo  pequeño 
en  el  qual  tanpoco  los  yndios  nos  quisieron  esperar  aun- 
que estaban  en  el  pueblo  quando  llegamos;  hize  que  les 
tomásemos  honze  o  doce  yndias,  a  las  quales  les  hizimos 
entender  lo  mismo  que  en  el  otro  pueblo,  y  las  soltamos 
una  a  vna  para  que  fuesen  a  llamar  a  los  yndios,  ha- 
ziendoles  todo  el  buen  tratamiento  que  podíamos;  tan- 
poco  nunca  volvió  ninguna;  tornamos  a  seguir  nuestro 
camino  con  vn  yndio  que  tomamos  por  guia,  el  qual  nos 
llevo  por  un  camino  de  donde  vimos  a  vn  cabo  y  a  otro 
del  camino  quedar  pueblos,  porque  crea  Vuestra  Ma- 
gestad que  lo  que  de  la  tierra  hemos  visto  es  la  mas  po- 
blada y  mas  abundosa  de  comidas  que  nunca  en  estas 
partes  se  ha  visto;  plega  a  Dios  por  su  ynfinita  bondad 
que  todo  lo  demás  sea  ansi;  llevónos  por  aquel  camino 
porque  dixo  que  por  alli  aviamos  de  yr  a  Zanba,  a  do 


(i)    Nombre  primitivo  de  Cartagena. 


.—  4  — 

queríamos  yr,  y  aviendo  andado  hasta  tres  leguas  dimos 
en  vn  pueblo  y  entramos  por  el  procurando  de  apaci- 
guar la  gente,  porque  estava  toda  dentro;  segund  lo  que 
pareció,  no  sabían  de  nosotros,  o  si  sabían,  con  ser  el 
pueblo  tan  grande  no  se  les  dava  n3da;  ellos  se  comen- 
taron a  rehazer  y  a  pelear  con  nosotros;  nosotros  ubimos 
de  hazer  lo  mismo;  hera  el  pueblo  tal  que  azia  dos  oras 
que  andavamos  peleando  con  ellos,  y  no  aviamos  llega- 
do a  la  mitad  del  pueblo,  de  donde  yo  acorde  tornar  a 
recoger  la  gente  y  rrecogernos  hazia  el  vn  cabo  del  pue- 
blo, y  creyendo  ponerles  temor  hizeles  poner  fuego,  y 
mientras  el  pueblo  ardia  nos  rretiramos  a  unas  labrancas 
a  rrehazernos,  a  donde  estando  que  estavamos  vienen 
los  yndios  a  dar  en  nosotros;  tornamos  allí  a  pelear  con 
ellos;  como  los  tomamos  fuera  de  la  merca  del  pueblo, 
desbaratárnoslos;  luego  íornamonos  recoger  para  rreha- 
zernos otra  vez,  y  todos  juntos  acordamos  de  yr  a  dar 
otra  vez  en  el  pueblo;  quando  fuymos  no  hallamos  ya  a 
nadie,  porque  todos  heran  ydos  huyendo;  tomárnosles 
hasta  en  cantidad  de  treynta  o  quarenta  yndias,  las  quales 
yo  le  solté  la  mayor  parte  dellas  vna  a  vna,  haziendoles 
entender  como  nosotros  no  veníamos  a  hazerles  mal,  y 
si  alguno  les  aviamos  hecho  hera  porque  ellos  nos  avian 
comencado  a  frechar  a  nosotros,  rrogandoles  que  fuesen 
nuestros  amigos;  tanpoco  nunca  quisieran  venir.  Obro 
Dios  en  este  dia  con  nosotros  uno  de  los  misterios  que 
el  haze  quando  es  serbido,  que  no  nos  hirieron  mas  de 
dos  honbres,  de  los  quales  murió  el  vno,  y  seis  cava- 
ilos,  de  los  quales  murieron  los  tres,  y  porque  los  seis  ca- 
vallos  que  nos  hirieron  heran  los  mejores  acordamos  de 
tornarnos  al  pueblo  de  donde  salimos,  a  curarlos,  y  tam- 
bién viendo  la  grosedad  de  la  tierra,  por  enviar  por  so- 


—  5  — 

corro  de  cavallos,  para  lo  qual  luego  despachamos  una 
caravela  para  Jamaica;  creo,  plaziendo  a  te  voluntad  de 
Dios,  si  nos  rrehazemos  de  los  cavallos  que  hemos  me- 
nester en  esta  tierra,  se  hará  muy  gran  servicio  a  Dios  y  a 
Vuestra  Magestad.  Supimos  de  vn  yndio  que  tomamos 
del  misino  pueblo  (1)  que  dos  leguas  de  alíi  está  otro 
pueblo  mayor  que  aquel;  dize  que  la  tierra  es  muy  rrica, 
y  en  lo  que  nosotros  della  hemos  visto  ansy  parece,  por- 
que el  oro  que  en  ella  hemos  visto  es  fino;  la  abundan- 
cia que  en  este  pueblo  se  hallo  de  comidas  fue  en  mu- 
cha cantidad  y  muchas,  y  es  de  manera  que  si  lo  mucho 
que  esta  por  ver  rresponde  con  lo  poco  que  hemos  vis- 
to, aunque  anden  mil  de  cavallos  en  la  tierra,  serán  me- 
nester; hemos  sabido  de  otro  camino  por  la  costa  de  la 
mar  para  yr  a  Zanba,  donde  queremos  yr  a  asentar,  que 
nos  dizen  los  yndios  que  los  pueblos  que  ay  en  el  ca- 
mino son  pequeños;  estamos  de  partida  para  alia;  mués- 
trase la  gente  desta  tierra  ser  belicosa  y  tener  guerras 
vnos  con  otros,  porque  en  este  pueblo  donde  nosotros 
estamos,  que  es  un  pueblo  de  calidad,  y  el  otro  grande, 
los  hallamos  todos  cercados  la  mayor  parte  dellos  de  ca- 
becas  de  muertos  puestas  en  palos;  lo  que  dello  hemos 
podido  alcangar  es  que  son  de  sus  enemigos.  Salimos 
del  pueblo  de  Calamar  para  yr  a  Zanba;  Dios  nuestro  se- 
ñor que  quiso  encaminar  para  que  lo  que  en  esta  tierra 


(i)     Juan  de  Castellanos  (Elegías,  parte  III,  canto  I),  dice  que  este  indio 
se  llamaba  Corinche: 

bárbaro  ya  cano 
que  no  pudo  huir  de  muy  anciano. 
Añade  que  le  hablaron  por  medio  de  una  india  de  Zamba,  llamada  Ca- 
talina, que  llevaban  de  Santo  Domingo: 

La  cual  desde  esta  costa  llevó  presa 
siendo  muchacha,  Diego  de  Nicuesa. 


—  6  — 

estaba  encubierto  se  supiese,  nos  encaminó,  que  el  dia 
que  salimos  de  alli  hallamos  un  yndio  pescando  a  la  ori- 
lla de  la  mar  y  le  tomamos  para  que  nos  guiase  el  cami- 
no para  Zanba;  en  tomándole  yo  le  hize  dezir  con  la 
lengua  que  no  uviese  miedo,  y  el  me  dixo  que  no  avia 
miedo,  que  amygo  hera  de  los  cristianos;  yo  le  dixe  que 
pues  que  hera  nuestro  amigo,  que  hiziese  que  lo  fuesen 
todos,  y  el  dixo  que  asy  lo  hada,  y  ansy  lo  hizo,  que 
sienpre  le  enbie  delante  a  los  pueblos  y  yva  y  sacaba  los 
yndios  que  nos  saliesen  a  rrecibir;  ansy  que  truximos 
toda  la  tierra  de  paz  hasta  que  llegamos  a  Zanba,  la  qual 
yo  anduve  toda  a  buscar  sy  avia  asyento,  y  no  halle  dis- 
pusycion  para  pueblo  principal,  porque  el  puerto  es  baxo 
a  la  entrada,  que  no  tiene  mas  de  braca  y  media,  aunque 
es  la  mas  fértil  tierra  que  ay  en  el  mundo,  y  mas  pobla- 
da; ay  buena  dispusysion  para  hazer  un  pueblo;  y  de 
aqui  acordamos  que  seria  bien  yr  a  ver  el  rrio  Gran- 
de, pues  estavamos  tan  cerca  del  que  estaña  diez  le- 
guas, y  por  ver  la  tierra  que  cosa  hera;  de  aqui  se  vol- 
vió el  yndio  que  trayamos  por  guia;  yo  tomé  de  aqui 
otras  guias  que  nos  llevaron;  y  vamos  catorze  de  cavallo 
y  hasta  setenta  peones;  el  dia  que  salimos  de  Zanba  sa- 
lieron con  nosotros,  a  nuestro  parecer,  bien  diez  mili 
honbres,  y  fueron  con  nosotros  vna  jornada  y  de  alli  se 
bolvieron;  seguimos  nuestro  camino  hasta  el  rrio;  halla- 
mos a  cada  legua  o  a  cada  dos  leguas  pueblos  muy 
grandes,  muy  gran  muestra  de  oro  en  ellos,  porque  no 
víamos  yndios  que  nos  truxesen  oro  en  cantidad;  fuimos 
al  rrio;  andaríamos  por  el  haziendo  entradas  y  salidas, 
porque  el  arriba  no  se  puede  andar,  obra  de  veinte  le- 
guas; hallamos  tantos  pueblos  que  en  ninguna  tierra 
d'  Espaíia,  ni  de  ningund  cabo  la  ay  tan  poblada;  todos 


los  mas  pueblos  quando  llegavamos  nos  tenían  apareja- 
da tanta  comida  que  aunque  fuéramos  mili  honbres  nos 
pudiera  sobrar;  pediamosles  oro  y  davannoslo  en  cada 
pueblo  lo  que  ellos  quedan,  porque  como  heramos  poca 
gente  no  haziamos  mas  de  lo  que  ellos  querían;  estuvi- 
mos en  esta  entrada  hasta  bolver  a  este  puerto  de  Zanba 
veynte  e  dos  días;  truximos  diez  mili  castellanos  de  oro 
fino,  y  baxo,  poco  mas  o  menos;  quando  bolvimos  a  este 
puerto  de  Zanba  hallárnosla  caravela  que  yo  avia  envia- 
do al  rrio   del  Cenu  a  ver  si  avia  buena  dispusicion 
para  poblar,  que  hera  venida;  dize  que  ay  buena  dispu- 
sicion alli  para  poblar,  y  hemos  acordado,  porque  el  in- 
vierno se  entra,  de  recogernos  a  Calamar,  que  es  en  el 
puerto  de  Cartagena,  a  donde  primero  estavamos,  para 
rrehazernos  alli  este  ynvierno  de  cavallos  y  gente,  por- 
que yo  he  enviado  a  cargar  dos  navios  de  cavallos  a  las 
yslas,  para  de  allí  salir  el  verano  a  vello  y  a  hazer  pueblo 
de  asyento.  Este  pueblo  de  Calamar  donde  nos  ymos  a 
ynvernar,  es  para  poca  gente;  buen  asiento  y  muy  sygu- 
ro;  Vuestra  Magestad  crea  que  si  lo  demás  de  la  tierra 
rresponde  como  lo  que  hemos  visto,  ansi  de  abundancia 
de  comidas  como  de  rriqueza  de  oro,  que  en  todo   lo 
descubierto  no  ay  otro  tal;  si  nosotros  con  tan  poca  gen- 
te pudimos  andar  lo  que  anduvimos,  fue  que  en  lo  que 
anduvimos  se  hallaron  seis  diferencias  de  lenguas,  y  no 
ay  pueblo  ninguno  que  no  tenga  guerra  con  otro,  que 
como  los  pueblos  son  grandes  tienen  grandes  divisiones 
vnos  con  otros,  porque  en  allegando  que  llegamos  a 
pueblo  luego  nos  rogavan  que  les  fuésemos  a  ayudar,  di- 
ziendo  que  tenían  guerra  con  otros  en  algunos  pueblos; 
no  se  ha  dexado  de  castigar  algunas  cosas,  sin  que  se  aya 
perdido;   ¡bendito  el  nombre  de  nuestro  Señor!,  onbre, 


—  8  — 

syno  el  que  nos  mataron  en  la  primera  guacavara,  aunque 
se  han  hecho  castigos  en  otros  pueblos,  tan  rrezios,  por- 
que hallamos  una  provincia  que  se  comian  vnos  a  otros, 
adonde  yo  ahorqué  ciertos  que  tenían  por  oficio  de  car- 
niceros de  honbres  para  comer.  Otra  cosa  al  presente  no 
ay  que  hazer  saber  a  Vuestra  Magestad,  mas  de  quedar 
rrogando  a  Dios  nuestro  señor  por  la  vida  de  Vuestra 
Magestad,  con  acrescentamiento  de  mayores  estados,  en 
ensalzamiento  de  nuestra  santa  fee  catholica. 

De  Vuestra  Sacra  Catholica  Cesárea  Magestad,  el  me- 
nor vasallo, 

Pedro  de  Heredia. 


II 

ANÓNIMA 

RELACIÓN  DE  LAS   CAMPAÑAS   DE   PEDRO  DE   HEREDIA 
EN  CARTAGENA  DE  INDIAS 

(Archivo  de  Indias,  est.  i,  caj.  i,  Ug. ) 

¿y 

En  el  año  de  DXXX  llegó  a  estos  reynos  cP  España 
don  Pedro  de  Heredia,  que  fue  teniente  de  governador 
en  la  governacion  de  Santa  Marta,  y  pidió  que  Su  Ma- 
gestad  le  hiziese  merced  de  le  dar  la  conquista  de  Carta  - 
jena,  qu'  es  vna  tierra  de  las  mas  ricas  de  Yndias,  avnque 
de  yndios;  es  vna  de  las  mas  belicosas,  y  diole  por  limi- 
tes de  la  governacion  desdel  rio  grande  la  Madalena  hasta 
el  rio  grande  del  Dañen,  que  qualquier  del  es  mayor 
que  todos  juntos  los  d'  España,  y  por  la  tierra  adentro 
hasta  la  linya  quynicial,  y  salió  d'  España  con  esta  mer- 
ced que  Su  Magestad  le  hizo,  en  fin  del  año  de  DXXXII 
años  con  vn  galeón  y  vna  caravela  y  vna  fusta  con  hasta 
cien  hombres,  y  llego  á  la  ysla  Española  de  Santo  Do- 
myngo  con  buen  tiempo,  y  de  ally  se  fue  á  la  villa  de 
Azua,  ques  en  la  mysma  ysla,  adonde  el  tiene  vn  enge- 
nio  de  azúcar,  de  cavallos,  y  ally  se  proveyó  de  carne  y 
cavallos,  y  porque  alli  recoxó  mas  jente  tomo  otra  cara- 
vela  mas  y  salió  con  prospero  tiempo  para  yr  a  su  descu^ 


—  10  — 

brimyento,  y  llego  el  dia  de  San  Sebastian  a  vn  puerto  a 
manera  del  de  Cartajena  de  Castilla,  y  por  ser  tal  le  puso 
Cartajena,  que  antes  por  lengua  de  yndios  se  dezia  Cala- 
mar, y  desembarco  su  jeníe  y  cavallosen  la  playa  y  hi- 
zieron  sus  ranchos,  donde  se  alvergaron  algunos  dias,  y 
después  que  los  cavallos  estavan  descansados  salieron  a 
descubrir  y  fueron  á  dar  en  el  pueblo  de  Calamar  y  ha- 
llaron algunos  yndios  y  pelearon  con  ellos,  y  viendo  que 
los  yndios  yvan  vencidos  retruxeronse  al  pueblo,  qu'  es- 
tava  cercado  de  vnos  arboles  muy  gruesos  y  espinosos,  y 
tomaron  algunos  dellos  y  fueron  en  el  alcance  y  dieron 
en  otro  pueblo  que  se  llama  Canapote,  y  pelearon  con 
ellos  y  desbaratáronlos;  las  armas  que  ellos  trayan  son 
arcos  y  flechas  enerboladas,  y  macanas  á  manera  d'  es- 
padas, que  de  vn  golpe  hazen  pedacos  una  rodela;  el 
traxe  dellos  es  como  sus  madres  los  parió,  machos  y 
hembras;  sirvense  de  un  pueblo  a  otro  de  llevar  ellos 
acuestas  las  cargas,  por  que  entrellos  no  ay  bestias;  ay 
mugeres  que  van  a  ganar  de  vn  pueblo  a  otro  por  sus 
personas,  y  ansimesmo  avia  yndios  que  servian  de  mu- 
geres para  todo,  y  avia  otras  mugeres  que  no  conocian 
varón,  que  andavan  con  sus  arcos  y  flechas  y  yban  á  la 
guerra  y  tenian  mugeres  que  les  sirviesen  en  casa.  De 
Canapote  tornaron  a  Cartajena,  que  de  antes  se  decia  Ca- 
lamar, con  algunos  yndios,  y  viendo  vn  yndio  que  avian 
tomado  que  eran  pocos,  y  que  mas  de  trezientos  hon- 
bres  que  Ogeda  y  Juan  de  la  Cosa  avian  traydo,  se  los 
avian  muerto  la  tierra  adentro  en  vn  pueblo  muy  grande 
que  se  dezia  Taruaco,  determynó,  pescudando  el  gover- 
nador  por  pueblos  grandes,  de  los  llebar  alli  para  que 
los  matasen,  y  con  esto  salieron  de  Cartajena  y  pasaron 
por  vna  ciénega  muy  grande  que  se  dice  de  Tesca,  que 


—  11  — 

tiene  mas  de  tres  leguas  de  agua,  donde  andan  muchas 
canoas  de  yndios  y  muchos  pescados  de  muchos  géneros, 
y  entrellos  caymanes  que  se  comen  á  los  honbres,  y  pa- 
sáronla con  el  ayuda  de  Dios  y  dieron  en  vn  arcabuco, 
que  se  dize  en  nuestra  lengua   montaña,  y  fueron  a  dar 
en  vnas  labrancas  de  los  yndios,  donde  la  guía  que  tle- 
bavan  enpecava  a  llorar,  diziendo  que  todos  eran  muer- 
tos, y  procuro  de  huyrles  y  no  pudo,  y  ansi  fueron  alle- 
dose  al  pueblo  y  saliéronles  al  camyno  los  yndios  y  die- 
ganronles  vna  guazavara  con  gran  grita  y  alando,  qu'  es 
cosa  temerosa  para  los  que  nunca  lo  an  visto,  y  enpega- 
ron  á  flechar,  y  ansi  anduvieron  peleando  vn  rato,  y 
como  los  yndios  no  traen  armas  mataron  muchos  dellos, 
y  otros  se  hirieron  y  reíruxeron  al  pueblo,  que  tenia  dos 
ó  tres  cercas  de  arboles,  y  entraron  en  el  pueblo  casi 
todos  juntos  y  metíanse  algunos  dellos  en  sus  buhios, 
que  en  nuestra  lengua  llamamos  casas;  son  de  paja,  y 
tienen  a  dos  puertas,  y  allega  la  paja  hasta  el  suelo;  y  a 
la  grita  acudían  muchos  yndios  de  las  labrancas,  y  tor- 
naron á  dar  otra  guazavara  adonde  se  perdió  el  governa- 
dor  yendo  en  seguy miento  de  algunos  yndios  en  el  pue- 
blo, y  viendo  que  era  vno  solo,  avnque  yba  a  cavallo  car- 
garon muchos  sobre  el  y  flechándole  de  suerte  que  le 
tenían  hecho  vn  San  Sebastian  a  el  y  a  su  cavallo,  y  en 
esto  acudió  vn  soldado  por  do  el  estaba  y  arremetió  a 
vno  que  le  quería  flechar  y  cortóle  el  cuerpo  por  medio,  y 
arremetió  á  otro  y  cortóle  la  cuerda  del  arco,  y  viendo 
estos  dos  golpes  y  los  que  avia  herido  el  governador, 
huyeron,  y  ansi  se  juntaron,  y  pensava  el  Governador 
que  ya  eran  todos  muertos,  y  pescudolo  al  soldado  y  di- 
xole  que  todos  estaban  buenos  con  deseo  de  verle,  y 
ansi  se  fue  adonde  estava  la  mas  jente,  y  recogeronse  to- 


—  12  — 

dos  para  Ver  si  faltaba  alguno  y  no  hallaron  que  obiesen 
herido  de  muerte  sino  fue  á  vn  Villafaña,  el  qual  murió, 
y  hirieron  otros  y  matáronles  algunos  cavallos,  y  tornaron 
á  dar  otro  guazavara  y  tanbien  los  desvarataron,  y  ansi 
desanpararon  el  pueblo  y  lo  robaron  los  españoles, 
adonde  hallaron  algún  oro  y  chaquira  y  hamacas  en 
que  dormir,  y  volviéronse  a  Cartajena  con  Vitoria,  y  da- 
lli  adelante  los  yndios  comarcanos  los  temyan  viendo 
que  avian  desbaratado  y  muerto  los  del  pueblo  grande 
de  Taruaco,  y  determinaron  los  yndios  de  Taruaco  de 
quemar  su  pueblo,  y  ansi  lo  pusieron  por  obra,  adonde 
avia  muchos  géneros  de  arboles  de  frutas  de  la  tierra.  La 
jente  es  diferente  de  la  de  la  costa,  porque  andan  atapa- 
das  sus  vergüenzas;  es  jente  muy  dispuesta  y  que  todos 
los  comarcanos  los  temyan;  y  ansi  se  tornaron  a  Cartaje- 
na, adonde  tenya  los  navios,  y  determyno  de  yr  a  descu- 
brir mas  tierra  y  salió  por  la  orilla  de  la  mar  y  fue  a  dar  en 
vna  tierra  muy  rica  y  muy  poblada  de  jente;  no  ovo  gua- 
zavara con  los  yndios  (1);  fue  por  la  orilla  del  rio  grande 
de  la  Madalena  y  dieronle  mucho  oro  los  yndios,  y  bol- 
bio  con  ello  a  los  navios,  que  se  los  avia  dexado  en  vna 
playa  que  dize  el  valle  de  Zamba,  y  desde  alli  se  fueron 
a  Cartajena  los  españoles  con  los  cavallos,  por  tierra,  y 
los  navios  por  la  mar,  adonde  hallo  otro  navio  con  algu- 
na jente  que  le  estava  aguardando,  y  con  tres  lenguas, 
dos  yndios  y  vna  yndia,  de  diversos  pueblos,  para  poder 
hablar  con  los  yndios,  con  los  quales  ansi  el  Governador 


( i)     Juan  de  Castellanos  (Eligías,  parte  III,  canto  II),  cita,  pero  sin  darle 
crédito,  otra  versión  de  este  suceso: 

Aunque  según  las  relaciones  nuevas 
Que  de  la  villa  ie  Mopox  me  envía 
El  antiguo  soldado  Juan  de  Cuevas, 
No  fué  poco  sangrienta  la  porfía. 


—  13  — 

como  los  demás  se  holgaron  mucho,  y  de  allí  en  adelante 
quedavan  algunos  en  el  pueblo  y  los  demás  yvan  a  des- 
cubrir cerca  de  alli,  adonde  toparon  grandes  pueblos  y 
muy  poblados  de  jente  de  muy  diversas  lenguas  que  los 
de  antes;  andan  cubiertas  sus  vergüenzas  las  yndias;  ay 
mugeres  que  no  conocen  Varón;  estas  tales  salen  á  la 
guerra  con  los  yndios,  y  en  las  borracheras  que  nosotros 
dezimos  vanquetes,  entran  ellas  con  sus  arcos  y  flechas 
y  las  tienen  consigo,  y  no  entra  otro  ningund  yndio  con 
armas.  Ay  honbres  que  sirven  de  lo  que  sirven  las  muge- 
res;  estos  tales  traen  el  cabello  como  las  mugeres,  y  ban 
a  ganar  de  vn  pueblo  á  otro  como  hazen  algunas  yndias; 
y  dende  algunos  dias,  pasado  el  dia  de  los  Reyes,  a  IX 
del  mes  de  Henero  de  DXXXIIII,  salió  el  Governador 
con  ciento  y  tantos  honbres  y  ciento  y  tantos  caballos  y 
fue  a  descubrir,  y  fue  a  dar  en  vn  pueblo  muy  grande 
qu'  estaba  todo  arcado,  y  ovo  en  el  quatro  dias  a  reo 
guazavara;  matáronle  algunos  españoles  y  cavallos;  mu- 
rioron  muchos  yndios,  y  al  fin  sujetamos  el  pueblo;  pasa- 
mos adelante  y  topamos  otros  pueblos  grandes  donde 
ansimismo  ovimos  guazavaras  con  los  yndios,  y  al  cabo 
de  aver  pasado  grandes  arcabucos  y  ciénegas  fuymos  á 
dar  en  vn  pueblo  que  se  dezía  el  £enu,  adonde  se  tomo 
vn  yndio  que  tenya  cargo  del  oro  del  cacique,  y  pidién- 
dole que  nos  diese  oro  amostrónos  en  el  arcabuco  dos 
habas  de  oro  que  nosotros  llamamos  caxas,.  en  las  qua- 
les  hallamos  más  de  XX  mil  pesos  de  oro  fino,  sin  mas 
de  XV  mil  pesos  que  hallamos  en  vn  buhio  que  ternya 
mas  de  cien  pasos  en  largo,  que  era  de  tres  naves,  que 
Uamavan  los  yndios  el  buhio  del  diablo,  adonde  estava 
vna  hamaca  muy  labrada,  colgada  de  vn  palo  qu'  estaba 
atravesado,  el  qual  sostenian  en  los  honbros  quatro  bul. 


—  14  — 

tos  de  personas,  dos  de  henbras  y  dos  machos,  y  encima 
de  la  hamaca  donde  dezian  que  se  venya  a  echar  el  dia- 
blo, estavan  las  dichas  havas,  y  en  este  buhio  avia  sus 
guardas  para  que  no  entraran  todos  los  yndios  en  el,  y 
verdaderamente  hablan  los  yndios  con  el  diablo,  y  por 
ello  ay  en  los  pueblos  buhios  para  ello  y  yndios  que  se 
llaman  piaches,  para  hablar  con  ellos.  Pidiendo  mas  oro 
al  yndio,  dixonos  que  cabasemos  en  vn  montón  de  tierra 
que  era  sepoltura  dellos,  dé  las  quales  avia  gran  canti- 
dad, y  sacamos  del  mas  de  X  mil  pesos  de  oro  fino,  y 
dezianos  el  yndio  que  cabasemos  y  que  sacariamos  mas; 
y  de  alli  pasamos  mas  adelante,  donde  fuymos  á  dar  en 
grandes  montañas  y  muy  ásperas,  y  caminando  por  ellas 
dionos  vn  dia  grandísima  agua,  y  viendo  que  no  podía- 
mos pasar  tornamos  la  buelta  de  la  mar,  y  de  alli  nos 
tornamos  a  Cartajena,  adonde  hallamos  algunos  españo- 
les que  avian  venido,  con  los  quales  nos  holgamos  y  re- 
partimos nuestro  oro,  y  dende  a  pocos  dias  vino  vn  capi- 
tán que  enbio  Su  Magestad  con  treze  honbres,  y  después 
fue  a  descubrir,  adonde  topo  pueblos  que  de  que  crecen 
los  rios  an  menester  subirse  casi  enzima  del  huhio  por 
no  nadar  en  el  agua,  que  se  dize  las  provincias  de  Xer- 
gua  y  Tagua,  adonde  se  pobló  vn  pueblo  que  se  dize  la 
villa  de  Santa  Cruz  de  ivlonpox;  es  pueblo  rico  y  mejor, 
a  donde  hallamos  vnas  puentes  que  pasan  el  rio,  de  be- 
jucos, que  podemos  dezir  de  cordeles,  por  do  pasan  yn- 
finitos  yndios,  y  son  de  mas  de  ziento  y  cinquenta  bra- 
gas en  largo;  dimos  en  grandes  mynas  de  oro,  y  adonde 
ay  estas  mynas  comen  carne  humana;  no  es  bien  poblada 
a  esta  cavsa;  tienen  algunos  de  los  yndios  que  he  dicho 
a  cien  mugeres  y  dende  arriba  y  dende  abaxo,  con  que 
se  echan;  estos  son  los  caciques,  y  los  otros  las  mas  que 


—  15  — 

pueden.  A  la  costa  de  la  mar  se  pobló  vna  cibdad  que 
se  dize  la  cibdad  de  San  Sebastian  de  Buena  Vista,  de 
donde  salimos  para  descubrir  estas  mynas  que  e  dicho, 
y  quarenta  leguas  desta  cibdad  poblamos  otra  que  se 
dize  la  cibdad  de  Nori;  es  tierra  áspera  y  sierras  peladas; 
ay  muchas,  frutas  de  diversas  maneras  y  muy  sabrosas; 
es  tierra  frutifera,  aunque  falta  de  comydas;  es  muy  rica 
de  mynas.  Bolvimos  a  Cartajena;  poblóse  otro  pueblo 
que  se  dize  la  villa  de  Tolu,  donde  se  dan  todas  las  co- 
sas d'  España;  es  á  tres  leguas  de  la  mar;  de  alli  salieron 
para  poblar  otro  pueblo,  el  qual  se  pobló  a  la  orilla  del 
rio  grande  de  la  Madalerta,  qu'  es  la  provincia  que  se 
dize  de  Maria. 


III 

MAESTRE  JUAN 

RELACIÓN  DE  SU  NAUFRAGIO  Y  DE  LOS  TRABAJOS  QUE 
PASÓ  EN  LOS  OCHO  AÑOS  QUE  ESTUVO  EN  LA  ISLA 
DE  LA  SERRANA. 

Señor: 

Por  hazer  lo  que  buestra  merced  me  mando  me  dispu- 
se a  darle  quenta  de  mi  perdición,  y  si  acaso  no  fuere 
tan  bueno  el  estilo  como  mi  voluntad  para  servir  a  bues- 
tra merced,  esta  supla,  y  la  falta  que  tengo  de  leer  y  es- 
cribir. 

Sali  de  Santo  Domingo,  sábado,  bispera  de  Ramos 
del  año  de  mili  y  quinientos  y  veinte  y  ocho  años,  en  la 
nao  de  Pedro  de  Cifuentes,  de  que  era  maestro  e  piloto 
vn  fulano  por  sobrenombre  Portogalete;  seguiamos  nues- 
tro viaje  para  el  pueblo  de  Higuey,  a  cargar  de  bastimen- 
tos para  la  fortaleza  de  la  Margarita,  porque  la  nao  en 
que  yva  llevaua  tiros  y  poluora  y  municiones  para  la  di- 
cha fortaleza.  Tocamos  en  la  ysla  de  San  Juan  en  el  Puer- 
to Rico,  y  alli  estuvimos  cinco  dias,  y  de  alli  tornamos  a 
proseguir  nuestra  derrota,  y  en  el  dia  siguiente  tomamos 
otro  puerto  en  la  ysla  de  Sancta  Cruz,  para  bastecernos 
de  agua;  alli  salieron  a  nosotros  dos  canoas  de  guerra, 


—  17  — 

con  sesenta  yndios,  pocos  mas  o  menos,  en  cada  una  de 
las  canoas,  con  sus  arcos  y  flechas,  y  por  respeto  que 
aquellos  yndios  tienen  muy  poncoñosa  yerua,  nos  hizi- 
mos  a  la  buelta  de  la  mar  y  ellos  vinieron  a  nuestro  se- 
guimiento dos  leguas,  y  ansi  los  dejamos  y  tornamos  a 
seguir  nuestro  viajé.  Los  vientos  fueronnos  muy  escasos; 
a  cabo  de  cinco  dias  llegamos  a  la  ysla  de  Piritu  (1),  que 
esta  treinta  leguas  a  sotavento  de  las  Perlas,  y  nuestro 
piloto  no  pudo  reconocer  la  tierra  y  hizonos  correr  a  la 
buelta  del  Oeste,  costeando  la  Tierra  Firme,  y  ansi  lle- 
gamos a  la  ysla  de  Guaimacaran,  porque  la  falta  del 
agua  nos  fatigaba;  no  la  hallamos  en  esta  ysla  y  torna- 
mos a  tomar  la  Tierra  Firme  en  un  puerto  en  que  estaba 
un  pueblo  de  yndios  de  guerra,  y  estauamos  metidos  en 
un  ascondon,  do  estuvimos  toda  una  noche,  y  otro  dia 
en  amaneciendo  salieron  a  nosotros  onze  canoas  de  gue- 
rra con  sus  arcos  y  flechas  enervadas,  y  abordaron  con 
el  navio  pidiéndonos  hachas,  y  un  honbre  de  nosotros 
que  se  llamaba  Bautista,  genoves,  pensando  que  eran  de 
paz,  se  metió  en  una  canoa,  y  ellos,  visto  el  dicho  Bau- 
tista en  sus  canoas,  se  desabordaron  e  se  hizieron  brebe- 
mente  a  lo  largo  de  nosotros  hazia  la  tierra,  e  yo  tome  un 
arcabuz  y  le  henchi  de  pedernales  e  tireles  un  tiro,  des- 
pués de  ellos  abemos  tirado  muchas  flechas,  y  maté  al 
principal  de  los  yndios  y  otros  dos,  y  ellos  con  el  temor 
del  tiro  se  echaron  al  agua  mucha  parte  de  ellos,  y  los 
unos  nadando  y  los  otros  en  las  canoas,  en  poco  espacio 
fueron  en  tierra,  y  hasta  oy  del  dicho  Bautista  no  se  a  sa- 
bido nada.  De  allí  nos  partimos  y  fuimos  a  un  puerto 
despoblado,  y  hizimos  nuestra  aguada  a  la  boca  de  un 


(i)     Al  O.  de  Barcelona,  en  Venezuela. 


-  18  - 

rio  de  allí.  Visto  quel  piloto  no  se  entendía,  ni  tenia  co- 
nocimiento de  donde  estaba,  acordamos  de  nos  tornar 
para  Santo  Domingo,  de  donde  aviamos  salido,  y  fuimos 
a  dar  en  la  ysla  de  Aruba  (1),  que  es  del  factor  de  Santo 
Domingo,  y  alli  se  salió  el  piloto  e  maestro,  que  todo  lo 
era  el  dicho  Portogalete,  y  se  nos  huyo  por  ver  el  mal 
aparejo  que  de  bastimento  abia  en  el  navio,  y  la  mala 
cuenta  que  de  si  avia  dado;  y  nosotros,  visto  que  no  po- 
díamos aver  al  dicho  piloto,  nos  fuimos  la  via  de  Santo 
Domingo  sin  ningún  remedio  de  persona  que  nos  pudie- 
se bien  encaminar,  porque  todos  eramos  novicios  en  el 
arte  de  la  mar.  En  el  medio  del  golfo,  un  sábado  en  la 
noche,  a  media  noche,  dionos  un  tenporal  que  nos  llevo 
ambos  los  mástiles  de  la  nao  con  todas  las  velas,  a  la 
mar,  y  el  navio  se  abrió  de  manera  que  mucha  agua  en- 
trava  en  el;  corrimos  a  popa,  para  donde  los  vientos  y  la 
mar  nosllevaua,  y  a  cabo  de  seis  dias,  miércoles,  en  la 
noche,  dimos  en  el  bajo  de  la  Serrana  (2),  sin  hasta  enton- 
ces aver  abonangado  aquella  tempestad,  y  no  víamos  la 
ysla  por  serían  chica,  y  estando  ansí  el  navio  haziendo- 
se  pedacos  en  el  baxo,  vimos  blanquear  el  arena.  Tuve 
acuerdo  de  tomar  un  cuerno  de  pólvora  que  en  mi  capa 
tenia,  y  un  eslavon  en  la  voca,  y  ansi  me  eche  a  la  mar 
y  nadé  hasta  llegar  a  la  ysla,  y  puesta  la  pólvora  y  esla- 
von en  tierra,  torné  al  navio  a  ver  si  podría  mi  socorro 
aprovechar  a  alguno,  y  de  que  llegue  al  navio,  qu'  estaba 
echo  quatro  pedacos,  y  toda  la  gente  en  el  un  pedaco, 


{ij  Situada  al  O.  de  la  isla  de  Curagao.  El  factor  a  que  se  refiere  Maestre 
Juan,  lo  fué  Juan  de  Ampies,  a  quien  encomendó  dicha  isla  D.  Diego  Colón. 

(2)  Los  islotes  o  cayos  de  la  Serrana,  que  son  tres,  están  en  el  mar  Ca- 
ribe, entre  jamaica  y  la  costa  de  Nicaragua,  no  muy  lejos  del  14o  de  la- 
titud N. 


-  19  - 

tome  los  cabos  que  halle  de  las  amarras,  y  atados  uno 
en  otro  hize  un  cabo  largo,  y  con  el  me  vine  a  tierra, 
y  por  el  dicho  cabo  binieron  todos  a  tierra,  y  con  la 
creciente  de  la  noche  llevo  la  mar  el  navio  de  suerte 
que  otro  dia  en  amaneciendo  no  le  vimos.  Del  navio 
no  se  pudo  sacar  sino  la  pólvora  que  digo,  y  el  esla- 
von,  y  por  falta  de  pedernal,  que  no  le  pude  sacar,  co- 
mimos casi  dos  meses  carne  cruda,  y  bebimos  sangre 
de  lobos  marinos  y  cuervos  que  a  la  ysla  venian.  Visto 
por  algunos  que  aquella  vida  era  estéril,  qual  vuestra 
merced  aqui  vera,  aunque  no  como  ella  lo  era,  determi- 
naron de  hazer  una  balsa,  y  la  hizimos  todos  de  algunos 
maderos  que  la  mar  avia  traido  a  la  ysla,  y  atados  con 
cueros  de  lobos  y  cuerdas  de  los  dichos  lobos,  se  metie- 
ron tres  de  ellos  en  la  balsa  y  quedamos  tres,  dos  onbres 
y  un  mogo;  a  cabo  de  quatro  dias  que  los  de  la  balsa  se 
partieron,  el  uno  de  los  tres  que  quedamos,  que  se  lla- 
maba Moreno,  de  Malaga,  visto  no  aber  agua,  ni  lun- 
bre,  y  era  por  el  mes  de  Agosto,  que  hasta  entonces  nos 
abiamos  detenido  en  lo  que  arriba  digo,  se  enpeco  a  co- 
mer por  los  bracos,  y  de  algunos  bocados  que  se  dio  mu- 
rio  como  rabiando.  Yo,  viendo  que  los  conpañeros  eran 
partidos,  y  el  otro  muerto,  y  que  solo  el  mochacho  me 
quedaba  por  compañero,  acorde  de  buscar  algún  reme- 
dio como  pudiese  sustentarme,  y  comencé  con  huesos  de 
tortugas  cabar  en  algunas  partes  de  la  ysla  viendo  si 
abria  agua,  y  por  ser  la  tierra  poca,  y  en  medio  del  gol- 
fo, en  todas  partes  la  hallava  tan  salada  como  el  agua  de 
la  mar;  y  esta  agua,  mezclada  algunas  veces  con  la  san- 
gre de  los  lobos,  la  bebia,  y  en  este  tiempo  no  llovió  ja- 
mas, para  que  del  agua  del  cielo  me  pudiese  aprovechar; 
acorde  para  si  lloviese  hazer  aigunos  hoyos  en  la  arena, 


—  20  — 

y  tome  muchas  pieles  de  lobos  y  aforré  aquellos  hoyos, 
y  quando  fue  Dios  servido  que  lloviese,  que  fue  por  el 
mes  de  Otubre,  cogia  en  aquellos  hoyos  alguna  agua,  y 
en  algunos  caracoles  de  los  de  la  mar,  que  alli  llamamos 
cuvos;  el  agua  de  los  hoyos  duraba  muy  poco  porque  se 
consumia  en  el  arena;  quando  llovió,  con  el   deseo  que 
tenia  de  beber,  metime  de  calidad  en  el  agua  y  artava- 
me  de  tal  suerte  que  me  tullía  de  piernas  y  bracos,  y  el 
remedio  que  le  hallaua  era  mesclalla  con  la  sangre.  Des- 
de entrado  en  la  ysla  estuve  dos  meses  sin  fuego,  y  visto 
quel  ynvierno  venia  y  que  no  pudiera  sustentarme  sin 
fuego,  acorde  de  hazer  una  balsa,  no  mayor  que  para 
que  me  pudiese  sostener,  y  fui  adonde  el  navio  estava 
perdido,  digo  donde  perdiera,  y  hize  una  ancla  de  una 
piedra  para  atar  la  balsa  en  braca  y  media  de  agua  de 
hondura,  y  capuzándome  algunas  veces  halle  un  gijarro 
con  el  qual  hize  fuego,  y  estava  ya  tal  que  la  misericor- 
dia de  Dios  y  el  fuego  me  restituyo  la  vida,  y  el  mocha- 
cho  que  conmigo  estaba,  estava  tal  que  yo  de  temor  que 
se  me  muriese,  y  el  de  verme  tal,  estavamos  harto  teme- 
rosos de  perder  el  uno  a  el  otro,  porque  en  esto  estava 
cierta  la  muerte  del  que  quedase  bibo.  Después  que  tuve 
lunbre,  todas  las  noches  hazia  fuegos,  por  que  si  por  alli 
fuese  algún  navio  nos  pudiese  ver  por  las  lumbres,  y  en 
una  ysla  muy  pequeña,  que  es  en  la  que  yo  estava,  a  dos 
leguas  de  mi  a  balrrobento,  qu'  estavan  dos  onbres  de 
otro  navio  que  se  avia  perdido,  los  quales  viendo  las  lum- 
bres se  vinieron  en  una  balsa  a  donde  yo  estava,  los  qua- 
les estuvieron  conmigo  cinco  años;  en  este  tienpo  acor- 
damos de  hazer  un  barco  con  algunos  maderos  que  la 
mar  traia.  y  a  nado  tomavamos  los  maderos,  y  hizimos 
nuestro  barco  desta  manera:  yo  hize  con  los  conpañeros 


—  21  — 

una  fragua,  y  los  fuelles  de  pieles  de  lobos,  y  en  la  parte 
donde  el  navio  se  perdió  hize  una  sierra  con  algunas  co- 
sas de  hierro  que  lleuauamos  para  la  yglesia  de  Cubagua, 
de  las  quales  hizimos  clauos,  y  hecho  nuestro  barco  con 
sus  belas  de  cueros  de  lobos  curadas  lo  mejor  que  pudi- 
mos, nos  enbarcamos  los  dichos  mis  conpañeros  e  yo  y  el 
mochacho,  y  nos  partimos  pensando  poder  pasar  a  la 
ysla  de  Jamaica;  e  yo,  como  en  la  mar  me  vi,  y  que  este 
barco  era  de  pedagos  y  sin  brea,  sino  untado  con  untos 
de  lobos  tiznado  de  carbón,  pense  luego  que  era  imposi- 
ble salvarnos  en  el,  y  hize  que  arribasen  a  tierra,  y  sali- 
mos vnos  de  los  conpañeros  de  la  otra  ysla,  e  yo,  y  el 
otro  y  el  mochacho  que  comigo  estava  se  fueron,  los  qua- 
les hasta  oy  no  se  a  sabido  nueva  dellos,  e  los  tienpos  les 
fueron  adversos;  de  que  ansi  mi  conpañero  e  yo  nos  vi- 
mos hizimos  algunos  barquillos  de  cueros  de  lobos,  y 
con  ellos  corrimos  todo  aquel  baxo,  que  son  doze  leguas 
de  largo  y  todo  de  muy  gran  baxio,  cuanto  el  en  lo  mas 
hondo  no  ay  mas  de  una  braga  de  agua;  en  estos  baxos 
ay  diez  y  siete  yslas  pequeñas  que  la  mar  las  baña,  si  no 
son  en  cinco  dellas;  desto  e  yo  dado  aviso  en  Sevilla  al 
piloto  mayor  de  Su  Magestad,  porque  es  muy  necesario 
para  la  guarda  de  las  naos,  e  a  Francisco  Gutiérrez,  que 
hace  las  cartas  de  marear,  ele  mostrado  como  podran 
pasar  si  acaso  con  fortuna  se  hallasen  entre  estas  yslas, 
porque  ay  tres  pasos  por  donde  pasen,  en  los  quales  ay 
ya  cinco  bragas,  porque  desde  nuestros  barcos  de  cueros 
tomamos  el  fondo  por  todo,  de  ysla  en  ysla,  por  ver  si 
halláramos  algunos  pedagos  de  navios  perdidos,  y  nunca 
hallamos  nada.  Comiamos  de  aquellos  huebos  de  tortu- 
gas que  hallavamos  por  aquellas  3'slas,  y  lobos  marinos, 
que  era  el  mesmo  manjar  de  la  nuestra.  Nuestro  dormir 


—  22  — 

vestidos  era  en  los  mismos  cueros;  algunas  veces  nos  es- 
tovarnos un  mes  y  mas  por  esotras  yslillas  sin  venir  a  la 
nuestra.  En  esto  acordamos  mi  conpañero  e  yo  de  hazer 
dos  torrehones,  uno  a  la  vanda  del  Sul  y  otro  a  la  del 
Norte,  de  piedra  seca,  sin  otro  betumen,  quetenian  cada 
uno  dellos  diez  y  seis  bragas  en  torno  e  quatro  de  alto, 
con  sus  escaleras,  y  de  alli  nos  sobiamos  a  devisar  la 
mar;  en  la  una  poniamos  leña  y  otras  cosas  para  hazer 
humada  para  que  fuésemos  vistos  de  algún  navio  si  aca- 
so pasase.  Hezimos  un  estanque  de  veinte  y  dos  bragas 
de  pared,  para  tomar  pescado,  y  esta  piedra  de  que  se 
hizo  este  estanque  la  sacábamos  de  la  mar,  porque  en 
la  ysla  no  havia  sino  arena;  tanbien  sacamos  piedra,  de 
la  qual  haziamos  cal;  hezimos  una  casa  cubierta  de  cue- 
ro, donde  nos  acojiamos,  y  nuestro  vestido  y  ropa  para 
dormir,  era  de  cueros  de  lobos,  e  en  los  cinco  meses 
del  año  sacavamos  del  arena,  junto  a  la  mar,  huevos  de 
tortugas,  los  quales  secauamos  y  aderecauamos  de  ma- 
nera que  los  comíamos;  en  estos  hallavamos  buen  basti- 
mento para  el  ynvierno;  algunas  vezes  comiamos  de  los 
cuervos  que  venían  alli,  y  quando  no,  otras  cosas  no  las 
avia  sino  unas  raices  de  una  yerva  que  parecía  casi  ver- 
dulaga.  A  cabo  de  tres  años  que  los  otros  se  fueron,  que 
eran  ya  ocho  de  nuestra  bibienda  alli,  permitió  Dios  que 
su  misericordia  nos  socorriese,  y  un  día,  bispera  del  se- 
ñor San  Mateo,  a  ora  de  medio  día,  vimos  venir  una 
nao  a  la  vela,  y  hezimos  una  humada  en  uno  de  nues- 
tros torreones,  muy  grande,  y  como  los  de  la  nao  nos 
vieron  echaron  el  batel  fuera  y  saltó  el  maestro  y  marine- 
ros en  tierra,  y  tomó  con  su  escribano  por  testimonio  lo 
que  vido.  Este  maestro,  que  se  llama  Juan  Bautista,  gi- 
novcs,  era  bezino  de  Triana.  De  alli  venimos  a  la  Hava- 


-  23  — 

na,  donde  quiso  Nuestro  Señor  que  estuviese  el  adelan- 
tado don  Pedro  de  Alvarado,  mi  señor,  el  qual  vio  nues- 
tra manera  de  atavio,  y  luego  del  maestre  fue  ynformado 
de  nuestra  vida,  el  qual  nos  recibió  por  suyos  y  nos  pro- 
veyó de  lo  necesario,  y  sostiene  al  otro  en  las  Yndias,  y  a 
mi  en  España.  Como  vuestra  merced  vee  no  va  tan  por 
ystenso  como  quisiera,  porque  la  memoria  de  todo  era 
jmposible  tenella  otra  que  sin  escribillo  como  lo  pasaba 
fuese.  Reciba  vuestra  merced  mi  voluntad  que  para  ser- 
virle tengo,  y  la  memoria  que  para  esto  terne  donde  quie 
ra  que  este.  Besa  las  manos  de  vuestra  merced, 

Maese  Juan. 

Una  cosa  se  me  olvidó,  y  es  que  lo  que  mas  pena  e 
tormento  nos  daba  eran  cangrejos  y  caracoles  de  la  mar, 
que  de  noche  no  nos  podíamos  valer  de  ellos,  y  con  sa- 
cos de  cuero  que  hizimos  nos  librábamos;  y  el  mas  del 
tiempo  haziamos  de  la  noche,  dia,y  del  dia,  noche,  y  es- 
tando cansados  de  la  sed,  que  avia  tres  dias  que  no  abia- 
mos  bebido,  y  a  esta  causa  no  nos  hablauamos  uno  a 
otro,  sino  cada  uno  por  su  parte  rezando,  y  yo  estaua 
asentado  a  ia  sonbra  de  nuestra  casilla,  haziendo  un  an- 
zuelo, estandome  quexando  de  Nuestro  Señor,  diziendo 
que  avia  hocho  años  que  estava  desnudo  y  descalco  en 
aquel  desierto  en  que  no  avia  ningún  mantenimiento,  e 
que  bien  fuese  servido  de  me  sacar  deste  mundo  a  tierra 
de  xristianos,  y  con  aquella  pasión  dixe:  pues  que  Dios 
no  me  quiere  sacar,  saqueme  el  diablo,  y  asi  acabare  mi 
vida;  y  a  la  noche  me  levante  a  orinar  y  vilo  pegado  en 
la  casilla,  de  una  forma  peor  de  la  que  con  que  le  pin- 
tan, con  una  nariz  muy  roma,  y  echando  por  la  nariz 
como  humo,  y  por  los  ojos  fuego,  y  los  pies  como  grifo, 


—  24  — 

y  las  alas  como  de  murciélago,  y  las  piernas  propias  de 
onbre.  y  los  cabellos  muy  negros,  con  dos  cuernos  no 
muy  grandes;  llamé  al  conpañero,  que  estava  echado  en 
la  casilla,  y  tomamos  una  cruz  que  tenia  hecha  de  cedro; 
con  aquella  corrimos  toda  la  ysla  y  nunca  mas  vimos 
nada,  sino  que  después  de  ay  a  quinze  dias  me  tomo  de 
noche  un  muy  gran  espanto,  y  no  vi  nada  sin  que  oy  pi- 
sadas y  no  vi  nada;  dos  vezes  me  tomo  ansi  espanto  de 
noche,  no  viendo  nada.  Sabrá  vuestra  merced  que  de  los 
huevos  de  las  tortugas  puestos  de  quinze  dias,  y  de  ocho 
dias,  toda  la  clara  del  huevo  después  de  puesto  debaxo 
de  tierra,  se  torna  agua,  y  con  aquella  agua  me  sostenia 
los  cinco  meses  del  año,  y  teníamos  tanbien  el  agua  de 
la  que  llovia,  en  unos  cueros  de  lobos  metidos  en  unos 
hoyos,  y  tanbien  en  caracoles  de  la  mar,  y  tanbien  en 
unos  palos  gruesos  cabados  por  dentro,  y  teníamos  sal 
sacando  piedras  de  la  mar  y  hinchando  los  hoyos  que  te- 
nia, de  agua,  y  secándose  se  tornava  sal,  y  quando  hazia 
tormenta,  que  no  podiamos  sacar  pescado,  tomauamos 
cuervos,  que  avia  muchos,  y  haziamosles  tornar  el  pesca- 
do que  trayan  para  sus  hijos,  y  de  aquello  comíamos; 
también  para  proveernos  para  el  ynvierno  de  manteni- 
miento, dos  meses  del  año,  que  eran  Abril  y  Mayo,  sa- 
cauamos  huebos  de  tortugas,  y  lauauamoslos  y  poníamos  - 
los  a  secar,  y  con  estos  nos  sostentauamos  siete  meses 
del  ynvierno;  tanbien  teníamos  un  estanque  hecho  de 
piedra  seca,  con  que  velauamos  la  noche  para  tomar  el 
pescado  que  entraua  dentro.  En  el  mes  de  Enero  venían 
a  parir  las  lobas  y  comíamos  sus  hijos;  la  leche  que  te- 
nían en  los  buches  sacabamosla  en  unos  caracoles,  y  co- 
iiamosla  y  comiamosla.  El  sabor  deila  era  muy  agrá,  y 
ios  pellejos  dellos  metiamoslos  a  remojo,  y  a  cabo  de  tres 


—  25  — 

dias  estauan  pelados,  y  destos,  después  de  secos,  hazia- 
mos  deilos  pañetes  y  cosetes  y  caperucas.  Hezimos  tres 
pozos,  y  sienpre  hallauamos  ei  agua  salada,  y  quando 
llouia  no  la  osauamos  beber  sin  mesclarla  con  la  del  pozo, 
porque  me  cortaua  todo  por  las  conyunturas,  porque 
como  estaua  cruda  y  yo  usado  a  la  salada,  haziame  daño. 
En  este  tiempo  estuve  dos  veces  enfermo,  y  sángreme  yo 
mismo  por  dos  vezes,  y  anbas  vezes  que  cay  malo  fue 
por  Agosto. 


IV 

JUAN  SÁNCHEZ  PORTERO 

RELACIÓN  DE  SU  ENTRADA  AL  VOLCÁN  DE  MASA  YA  (NI- 
CARAGUA) Y  DE  SUS  SERVICIOS  EN  OTRAS  REGIONES 
DE  LAS  INDIAS.  /»"", 

{Archivo  de  Indias,  est.  64,  caj.  1,  leg.  9.) 

Sacra  Caíhólica  Real  Magestad: 

Juan  Sánchez  Portero,  vezino  de  la  cibdad  de  Huete, 
digo  que  yo  pasé  a  las  Yndias,  donde  estuve  diez  y  seys 
años,  los  treze  de  ellos  en  la  provincia  de  Nicaragua, 
donde  servi  mucho  a  Vuestra  Magestad  con  my  persona 
"e  hazienda,  armas  y  caballo,  en  todas  las  conquistas  y 
descubrimientos  que  en  aquel  tiempo  hauia  de  yndios, 
y  en  especial  me  halle  en  el  descubrimiento  y  entrada 
del  bolean  Masaya  que  en  la  dicha  provincia  ay,  que  se 
tiene  entendido  qu'  es  la  cosa  mas  rica  y  próspera  que 
ay  en  todas  las  Yndias,  y  la  cosa  mas  admirable  de  ver 
del  mundo,  lo  qual  hizimos  ciertos  compañeros  e  yo,  por 
servir  a  Vuestra  Magestad,  gastando  en  el  dicho  descu- 
brimiento y  entrada  mucha  cantidad  de  pesos  de  oro  en 
las  cosas  que  fueron  menester,  asi  de  maromas  como  de 
cadenas  y  rroldanas  y  pernyos  y  otras  cosas  necesarias 
para  la  dicha  entrada,  los  quales  artificios  se  tardaron  en 


—  27  — 

hazer  un  año,  y  al  cabo  del  yo  e  otros  tres  compañeros 
entramos  en  el  dicho  bolean  por  las  maromas  abaxo,  po- 
niendo nuestras  vidas  a  grandissimo  riesgo  y  peligros  de 
muerte,  a  causa  de  hauer  quinientos  estados  de  hondo 
hasta  la  primera  plaza  de  abaxo,  e  ally  ay  otra  boca  en 
medio  de  la  dicha  plaza  que  terna  dos  carreras  de  caua- 
llo  de  ancho,  e  de  alli  adonde  anda  el  metal  derretido  ay 
cient  estados  de  hondo.  El  qual  dicho  bolean  lo  han 
ydo  a  ver  muchas  personas  plateros  y  mineros  y  que  tie- 
nen gran  experiencia  de  mynas  y  metales;  visto  por  ellos, 
dezian  que  lo  que  ay  en  el  dicho  bolean  es  cosa  muy  rri- 
ca  de  oro  o  plata,  porque  sale  del  dicho  metal  muy  gran 
resplandor  y  claridad,  e  que  sy  otra  cosa  fuera,  según  del 
fuego  y  rresplandor  de  abaxo,  todo  fuera  consumido  e 
ydo  en  umo,  y  quel  dicho  oro  y  plata  quanto  mas  fuego 
tiene  mas  purificado  queda;  y  por  estas  rrazones  no  ay 
nadie  que  viese  el  dicho  bolean  y  que  no  dixese  que  era 
cosa  muy  rrica,  e  asy  se  tiene  por  cosa  notoria  en  la  di- 
cha provincia  y  en  otras  partes  de  las  Yndias;  y  en  aque- 
lla provincia,  antes  que  se  descubriese  por  nosotros  el 
dicho  bolean,  se  dezia  que  los  que  hauian  de  entrar  en 
el  dicho  bolean  habían  de  ser  los  sentenciados  por  deli- 
tos, y  ninguna  persona,  después  que  se  descubrió  la  di- 
cha provincia  de  Nicaragua,  no  havia  osado  entrar  en  el 
dicho  bolean,  ni  aun  llegado  a  mirarle;  y  nosotros,  con 
deseo  de  servir  a  Vuestra  Magestad,  nos  aventuramos 
a  entrar,  y  entramos  dentro  por  las  dichas  maromas  aba- 
xo, llevando  cadenas  y  iodo  ío  necesario  para  descubrir 
el  secreto  que  está  en  el  dicho  bolean,  y  en  la  primera 
plaza  de  abaxo  estuvimos  dos  dias,  y  a  causa  de  faltar- 
nos el  agua  nos  vimos  en  gran  necesidad  por  la  sed  que 
padecimos  y  trauaxo  que  tuuimos  de  meter  maderas  y 


—  28  — 

cadenas  y  xarcia  y  otras  cosas,  y  hechamos  las  cadenas 
y  maromas  por  la  segunda  boca  abaxo  del  dicho  bolean, 
para  llegar  al  metal,  y  como  estava  tan  hondo  no  se  pudo 
con  un  servidor  de  lonbarda  hecho  con  una  punta  y  muy 
pesado,  con  sus  asas  asidas  las  cadenas,  a  el  llegar  al  di- 
cho metal,  aunque  hechamos  quatro  lances  y  no  sacamos 
en  cada  lance  sino  unas  escorias  muy  livianas  de  muchas 
colores,  las  quales  parecia  ser  de  metal  rrico,  e  como  no 
podimos  llegar  abaxo  en  los  dichos  quatro  lances  que 
hechamos,  y  a  causa  de  la  sed  y  fatiga  que  teníamos,  de- 
terminamos de  tornarnos  a  subir  arriba  y  otro  día  tornar 
a  entrar  en  el  dicho  bolean  y  meter  agua  y  comida  y  mas 
maromas  y  cadenas,  y  hazer  abaxo  un  cabrestante  de  palo 
y  abajar  mas  gente  con  nosotros  para  saber  el  dicho  se- 
creto del  dicho  bolean,  pues  en  ello  servíamos  a  Vuestra 
Magestad,  y  ciertos  españoles  que  havian  venido  en  nues- 
tra busca  escribieron  una  carta  a  la  ciudad  de  León,  a 
Rodrigo  de  Contreras,  gouernador  que  a  la  sazón  hera 
en  la  dicha  provincia  de  Nicaragua,  haziendole  saber 
como  nosotros  hauiamos  entrado  en  el  dicho  bolean,  y 
que  hauiamos  sacado  del  gran  tesoro;  todo  por  ynvidia 
que  nos  tenían;  y  el  dicho  gouernador,  sabiendo  lo  que 
pasaua,  so  color  que  no  le  hauiamos  pedido  licencia 
para  entrar  en  el  dicho  bolean,  mando  a  un  alcalde  de  la 
cibdad  de  Granada  que  nos  prendiese  y  nos  toviese  pre- 
sos en  la  fortaleza  de  aquella  cibdad,  y  viéndonos  presos 
y  fatigados  nos  proferimos  de  tornar  a  entrar  en  el  dicho 
bolean  y  hazer  aderecos  y  todo  lo  necesario  y  no  salir 
del  sin  saber  el  dicho  secreto,  y  el  dicho  gouernador 
a  cabo  de  ciertos  dias  fue  con  mucha  gente  de  la  ciudad 
de  León  a  un  pueblo  de  yndios  que  se  dize  Nenderi,  que 
esta  dos  leguas  del  dicho  bolean,  y  alli  vinieron  los  al- 


—  29  — 

caldes  de  la  dicha  cibdad  de  Granada  con  casy  toda  la 
ciudad,  y  subieron  con  el  dicho  gouernador  al  dicho  bol- 
can,  e  yo  e  los  dichos  mis  conpañeros  con  ellos,  lleuan- 
do  todo  el  adereco  que  era  menester  para  la  baxada  por 
las  dichas  maromas,  y  estando  nosotros  aparejados  para 
entrar,  el  dicho  gouernador  nos  tomo  las  maromas  y  ca- 
denas y  aparejos  que  teníamos  y  dijo  quel  traya  seis  ma- 
rineros para  entrar  en  el  dicho  bolean,  de  los  quales  nin- 
guno ovo  que  osase  entrar  en  el,  si  no  fue  que  el  dicho 
gouernador  mando  a  fray  Blas  del  Castillo,  nuestro  con- 
pañero, que  entrase  en  el  dicho  bolean,  pues  havia  en- 
trado otra  vez  y  sabia  el  camino  y  entrada;  e  asi,  el  di- 
cho fray  Blas  y  los  dichos  conpañeros  entraron  y  metie- 
ron las  dichas  cadenas  y  maromas  y  xarcias  en  el  dicho 
bolean,  donde  esta  el  metal,  y  hechando  el  primer  lance 
se  quebró  la  cadena  por  ser  delgada  y  se  cayo  abaxo;  lo 
qual  sabido  por  el  dicho  gouernador  mando  que  se  su- 
biesen todos  arriba,  y  salidos  el  y  toda  la  gente  se  fue- 
ron a  la  dicha  ciudad  de  Granada,  donde  tornamos  a  rre- 
quirirles  de  parte  de  Vuestra  Magestad  nos  diese  licencia 
para  que  nosotros  entrásemos  en  el  dicho  bolean,  y  que 
a  nuestra  costa  hariamos  otras  cadenas  y  maromas  y  todo 
lo  necesario.  El  qual  no  quiso  dar  la  dicha  licencia  y  se 
fue  a  la  ciudad  de  León,  y  al  cabo  de  ciertos  dias,  yo  el 
dicho  Juan  Sánchez  Portero  y  Pero  Ruiz  mi  conpañero, 
fuimos  a  la  dicha  ciudad  de  León  a  requerir  al  dicho  go- 
uernador nos  diese  la  dicha  licencia  para  tornar  a  entrar 
en  el  dicho  bolean  y  hazer  los  aderecos  a  nuestra  costa, 
pues  se  tenya  y  tiene  en  la  dicha  provincia  y  en  otras 
partes  por  la  cosa  mas  rica  que  esta  descubierta  en  el 
mundo,  y  Vuestra  Magestad  seria  muy  servido  dello.  E! 
qual  se  enojo  con  nosotros  y  no  quiso  dar  la  dicha  licen- 


—  30  — 

cia,  y  visto  esto  nos  boluimos  a  la  dicha  ciudad  de  Gra- 
nada, y  juntos  todos  los  dichos  conpañeros  determina- 
mos de  ynviar  al  dicho  fray  Blas  del  Castillo  a  estos  rei- 
nos d'  España  a  hazerlo  saber  a  Vuestra  Magestad,  y  que 
fuese  yníormado  de  lo  que  pasaua  cerca  del  dicho  descu- 
brimiento del  dicho  bolean,  por  un  libro  que  el  dicho  fray- 
le  traxo,  qu'  es  este  de  que  ante  Vuestra  Magestad  hago 
demostración,  juntamente  con  la  pintura  y  traca  de  la  ma- 
nera del  dicho  bolean,  y  de  la  manera  que  entramos  en 
el,  qu'  es  cosa  muy  de  ver,  e  visto  por  Vuestra  Mages- 
tad el  dicho  libro,  e  ynformado  del  dicho  frayle,  Vuestra 
Magestad  nos  mando  dar  esta  cédula  rreal  de  que  hago 
presentación,  para  quel  dicho  gouernador  no  nos  ynpi- 
diese  la  dicha  entrada,  y  el  dicho  fray  Blas  del  Castillo 
bolbio  a  la  dicha  provincia  de  Nicaragua  con  la  dicha 
cédula,  y  en  desenbarcando  en  el  puerto  que  se  nonbra 
de  la  Posesión  murió,  y  por  su  muerte  y  por  hauer  muer- 
to después  otros  dos  conpañeros  de  los  que  haviamos  en- 
trado en  el  dicho  bolean,  e  yo  hauer  gastado  lo  que  te- 
nia y  estar  muy  pobre,  no  pude  boluer  a  entender  en  la 
dicha  entrada. 

Y  de  alli  me  fuy  con  Diego  Machuca  de  £uaco  y  Alonso 
Calero,  capitanes,  a  descubrirla  laguna  del  rrio  del  Des- 
aguadero, qu'  es  en  la  dicha  cibdad  de  Granada,  porque 
Vuestra  Magestad  lo  hauia  mandado  por  su  rreal  proui- 
sion  que  se  descubriese  el  dicho  rrio  hasta  la  mar  del 
Norte,  porque  asi  convenia  a  su  rreal  servicio  y  hera  cosa 
muy  importante;  en  el  qual  descubrimiento  yo  fuy  con 
mis  armas  y  cauallo,  en  ciertos  vergantines,  por  la  dicha 
laguna,  a  mi  propia  costa,  en  lo  qual  gaste  mucha  canti- 
dad de  pesos  de  oro,  y  en  el  dicho  descubrimiento  yo  e 
los  que  a  el  fuimos  pasamos  muy  grandes  trabaxos,  han- 


—  31  — 

bres  y  necesidades,  y  murieron  muchos  españoles,  y  dé 
hanbre  nos  comimos  mas  de  quarenta  cauallos,  y  los  yn- 
dios  de  la  dicha  tierra  nos  dauan  mucha  guerra,  y  descu- 
brimos camynos  y  viajes,  asi  por  tierra  como  por  agua, 
hasta  el  Nonbre  de  Dios,  en  el  qual  descubrimiento  ay 
agora  muy  gran  trato  de  fragatas  y  nauios  y  barcos  que 
van  y  vienen  al  Nonbre  de  Dios  desde  la  cibdad  de  Gra- 
nada por  la  dicha  laguna  y  rrio,  a  traer  ¡as  mercaderías 
que  van  d'  España  para  el  Perú  y  Guatimala  y  Nueva 
Spaña  y  otras  partes. 

Y  a  cabo  de  cierto  tienpo  fue  d'  España  Diego  Gutié- 
rrez, gouernador  de  Cartago  y  Costa  Rica,  el  qual  subió 
desde  el  Nonbre  de  Dios  por  el  rrio  arriba  del  dicho  Des- 
aguadero a  la  provincia  de  Nicaragua,  a  donde  liego  muy 
pobre,  y  la  gente  que  havia  íleuado  consigo  se  le  havia 
muerto,  y  no  tenia  posibilidad  con  que  poder  hazer  gen- 
te en  la  dicha  provincia  de  Nicaragua  para  yr  a  conquis- 
tar y  poblar  la  dicha  provincia  de  Cartago  y  Costa  Rica, 
porque  se  tenia  por  tierra  muy  rica  y  de  muchos  yndios 
y  que  en  ella  havia  mucho  oro  entre  los  dichos  yndios, 
y  grandísimas  mynas  de  donde  Vuestra  Magestad  seria 
muy  seruido  que  se  conquistase  y  poblase;  e  yo  el  dicho 
Juan  Sánchez,  como  descubridor  de  la  dicha  tierra  y  ser- 
vidor de  Vuestra  Magestad  y  de  vuestros  gouernadores, 
procure  y  negocie  con  un  amigo  mió  que  se  llamaua 
Francisco  Calado,  que  prestase  al  dicho  gouernador  Die- 
go Gutiérrez  dos  mili  castellanos  de  oro  para  hazer  la  di- 
cha armada  y  gente,  onde  yo  ayude  a  hazer  la  dicha  gen- 
te y  bastimentos  y  fuy  con  el  dicho  gouernador  Diego 
Gutiérrez  por  la  laguna  de  Granada,  el  Desaguadero  aba- 
xo,  en  ciertas  fragatas  y  canoas  hasta  llegar  a  la  mar  del 
Norte,  y  desde  allí  fuimos  por  la  mar  hasta  la  dicha  pro- 


—  32  — 

vincia  de  Cartago  y  Costa  Rica,  donde  entramos  por  un 
rrio  arriba  la  tierra  adentro,  donde  poblamos  una  villa 
que  se  ilamaua  Santiago,  donde  estuvimos  poblados  casi 
dos  años,  a  donde  los  yndios  venian  de  paz  y  trayan  mu- 
chas piecas  de  oro  muy  fino  a  rrescatar  con  nosotros,  e 
asimismo  tenyamos  noticia  de  los  dichos  yndios  que  nos 
dezian  que  en  la  dicha  tierra  havia  muy  grandes  mynas 
de  oro,  y  mucha  cantidad  de  yndios  muy  fuertes  guerre- 
ros; en  la  qual  dicha  conquista  y  población,  yo  el  dicho 
Juan  Sánchez  íuy  con  mis  armas  y  aderemos  de  guerra,  a 
mi  costa,  en  lo  qual  gaste  mucha  cantidad  de  pesos  de 
oro  por  servir  a  Vuestra  Magestad,  y  al  cabo  de  cierto 
tiempo  el  dicho  gouernador  Diego  Gutiérrez  quiso  que 
despoblásemos  la  dicha  villa  y  pasásemos  adelante,  y 
despoblada,  atravesando  la  dicha  tierra  salió  gran  canti- 
dad de  yndios  a  nosotros  con  muchas  armas  y  flechas, 
donde  mataron  al  dicho  gouernador  Diego  Gutiérrez  y  a 
quarenta  y  dos  españoles,  donde  nosotros  escapamos 
treze  o  catorze  soldados,  y  un  clérigo  muy  herido,  y  per- 
dido todo  quanto  teniamos,  donde  padecimos  muy  gran- 
des hanbres  y  trauajos  pasando  muchos  rrios  y  ciénegas, 
hasta  que  llegamos  al  rrio  del  Desaguadero,  donde  allí 
hallamos  un  español  que  nos  dio  alguna  comida,  ae  don- 
de en  una  fragata  que  venia  del  Nonbre  de  Dios  nos  su- 
bimos por  el  dicho  rrio  del  Desaguadero  hasta  llegar  a 
la  laguna,  donde  llegamos  a  la  dicha  cibdad  de  Grana- 
da, muy  enfermos,  rrotos  y  pobres. 

Y  llegado  a  la  dicha  provincia  de  Nicaragua,  al  cabo 
de  cierto  tienpo  Goncalo  Picarro  envió  a  la  dicha  pro- 
vincia dos  nauios  en  los  quales  venia  por  capitán  Juan 
Alonso  Palomino,  y  traya  trezientos  honbres  arcabuceros 
para  que  se  apoderasen  en  la  dicha  provincia  y  fuese 


—  33  — 

gente  y  cauallos  a  la  provincia  del  Perú,  y  sabida  la  ve- 
nida del  dicho  capitán  Palomino  al  dicho  puerto  de  la 
Posesión,  el  dicho  gouernador  Rodrigo  de  Contreras  hizo 
sus  capitanes,  los  quales  hizieron  en  la  dicha  provincia 
mas  de  quinientos  honbres  de  a  pie  y  de  cauallos  para  de- 
fenderle la  entrada  al  dicho  capitán  Palomino,  entre  los 
quales  yo  el  dicho  Juan  Sánchez  fuy  con  los  dichos  ca- 
pitanes y  gente  a  un  puerto  que  se  dize  del  Realexo,  con 
mis  armas  y  cauaílo  a  my  propia  cosía,  donde  servi  en 
la  dicha  jornada  a  Vuestra  Magestad,  no  dexando  desen- 
barcar  al  dicho  capitán  Palomino  y  gente  que  traya, 
donde  estaría  en  el  dicho  puerto  mas  de  un  mes  hasta 
tanto  que  de  pura  hanbre  envió  a  dezir  al  dicho  gouer- 
nador quel  se  quería  yr,  que  le  vendiesen  alguna  comida 
y  cauallos,  la  qual  el  dicho  gouernador  le  mando  dar  y 
el  dicho  capitán  Palomino  se  fue  con  los  dichos  nauios 
y  gente  que  traya  a  la  ciudad  de  Panamá,  donde  esta- 
uan  mili  honbres  por  parte  de  Gongalo  Pigarro,  y  luego 
como  llego  el  dicho  capitán  Palomino,  de  ay  a  ciertos 
dias  el  y  el  general  Pedro  de  Ynojosa  dieron  la  dicha  ar- 
mada y  gente  a  Vuestra  Magestad  y  al  licenciado  de  La 
Gasea,  visorrey  de  la  provincia  del  Perú,  en  la  qual  di- 
cha defensa  servimos  a  Vuestra  Magestad,  de  donde  de  la 
dicha  provincia  de  Nicaragua  fue  mucha  gente,  cauallos 
y  bastimentos  al  dicho  licenciado  de  La  Gasea,  qu'  esta- 
ba en  la  costa  del  Perú  con  toda  la  gente  que  llebaua  de 
Panamá  contra  el  dicho  Gongalo  Picarro,  donde  lo  pren- 
dió a  el  y  a  toda  su  gente  y  quedo  el  dicho  Perú  por  de 
Vuestra  Magestad. 

Y  al  cabo  de  todo  este  tienpo,  hauiendo  yo  servido  a 
Vuestra  Magestad  en  todo  lo  arriba  dicho,  y  no  habién- 
dome dado  yndios  en  remuneración  de  lo  que  yo  hauia 

3 


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seruido,  y  estando  muy  pobre  y  de  los  trauajos  enfer- 
mo, el  licenciado  Cerrato,  presidente  de  la  Audiencia 
Real  de  Guatimala,  fue  ynformado  de  una  persona  que 
me  tenia  odio,  que  yo  hera  casado  en  estas  partes;  el 
qual  ynvio  a  la  dicha  provincia  de  Nicaragua  al  licen- 
ciado Quixada  a  me  prender,  y  me  prendió  y  me  ynvio 
a  estos  rreynos,  muy  pobre  por  hazer  lo  que  Vuestra 
Magestad  manciaua,  y  llegado  a  ellos,  a  causa  de  los 
muchos  y  grandes  trauajos  que  pase  en  Yndias  he  estado 
en  estas  partes  muy  enfermo  de  graves  enfermedades, 
seis  años,  sin  hauer  podido  venir  a  dar  noticias  de  todo 
lo  susodicho  a  Vuestra  Magestad,  hasta  agora,  en  las  qua- 
les  enfermedades  he  gastado  lo  poco  que  traxe  de  alia 
y  lo  que  tenia  de  mi  patrimonio. 

Y  asi  mismo  sepa  Vuestra  Magestad  que  en  Ytalia  el 
capitán  Sánchez  y  Antonio  Sánchez,  mis  tios,  hermanos 
de  mi  padre,  fueron  personas  muy  señaladas  y  murie- 
ron en  seruicio  de  Vuestra  Magestad  en  la  guerra,  y  el 
dicho  capitán  Sánchez  hizo  cosas  muy  señaladas  en  la 
guerra,  y  de  los  seruicios  de  los  dichos  mis  tios,  ellos  ni 
sus  deudos  nunca  fueron  remunerados  en  cosa  alguna, 
ni  yo  lo  he  sido  de  los  seruicios  que  a  Vuestra  Magestad 
hize  en  las  Yndias  en  lo  arriba  dicho,  como  todo  consta 
por  estas  ynformaciones  y  cédula  y  cartas  de  que  hago 
presentación. 

Por  ende,  pido  y  suplico  a  Vuestra  Alteza  que  atento 
que  yo  fuy  uno  de  los  primeros  descubridores  del  dicho 
bolean,  y  que  entré  en  el  con  gran  rriesgo  de  mi  perso- 
na, y  tengo  espiriencia  de  lo  qu'  es  necesario  para  boluer 
a  entrar  en  el,  y  que  dello  Vuestra  Magestad  sera  muy 
seruido  y  acrecentado  su  rreal  patrimonio,  porque  como 
está  dicho  se  tiene  por  cierto  qu'  es  la  cosa  mas  rica  del 


-  35  — 

mundo,  me  mande  dar  licencia  para  que  yo  pueda  tor- 
nar a  descobrir  el  dicho  bolean  y  entrar  en  el  y  saber  el 
secreto  y  sacar  el  metal  que  en  el  oviere,  para  Vuestra 
Magestad,  y  que  pueda  lleuar  en  mi  conpañia  hasta  seis 
personas  para  que  me  ayuden  a  hazer  el  dicho  descubri- 
miento, con  que  descubierto,  Vuestra  Magestad  me  haga 
merced  de  la  parte  que  fuere  seruido  de  darme  de  lo  que 
del  dicho  bolean  se  sacare.  Y  porque  yo  estoy  pobre  y 
no  tengo  posibilidad  para  hazer  el  dicho  descubrimien- 
to, y  es  necesario  hazerse  gangas  en  los  yngenios  y  artifi- 
cios., suplico  a  Vuestra  Magestad  me  haga  merced  de  man- 
dar que  se  me  de  en  Sevilla  la  cantidad  que  Vuestra  Ma- 
gestad fuere  servido,  para  hazer  los  dichos  aparejos,  los 
quales  son  maromas  y  cadenas  y  otras  cosas  necesarias, 
porque  acá  se  pueden  hazer  muy  mejores  y  a  muy  me- 
nos costa  que  en  aquellas  partes,  y  tanbien  Vuestra 
Magestad  me  haga  merced  de  alguna  ayuda  de  costa 
para  poder  pasar  a  hazer  este  seruicio. 

E  otro  si,  porque  para  el  dicho  descubrimiento  sera 
menester  gente  y  rrequiere  hazerse  costa,  Vuestra  Ma- 
gestad sea  servido  de  hazerme  merced  de  un  pueblo  de 
yndios  en  la  cibdad  de  Granada,  que  se  llama  Moninbo, 
que  esta  por  dé  Vuestra  Magestad,  qu'  es  cerca  del  di- 
cho bolean,  para  que  yo  lo  tenga  en  nombre  de  Vuestra 
Magestad,  y  íleue  los  tributos  del  para  ayuda  de  costa 
del  dicho  descubrimiento,  y  en  rrenumeracion  de  mis 
servicios  y  de  mis  pasados;  y  si  el  dicho  pueblo  de  Mo- 
ninbo no  oviere  lugar  de  dárseme,  Vuestra  Magestad  me 
haga  merced  de  otro  pueblo  de  yndios  en  la  cibdad  de 
León,  de  los  pueblos  que  están  por  de  Vuestra  Mages- 
tad, pues  en  la  dicha  provincia  servi  a  Vuestra  Mages- 
tad, tanto  para  que  pueda  sustentarme,  pues  Vuestra  Ma- 


—  36  — 

gestad  siempre  ha  hecho  y  haze  merced  a  los  conquista- 
dores y  descubridores. 

Otro  sí,  pido  y  suplico  a  Vuestra  Magestad  me  haga 
merced  de  una  escriuania  publica  y  del  consejo  de  la  di- 
cha ciudad  de  Granada,  que  al  presente  esta  baca,  que 
en  todo  recibiré  merced  (1). 

Juan  Sánchez. 


(i)  Al  margen:  Que  se  traya  lo  que  acerca  desto  esta  probeydo. — Que 
se  le  de  cédula  para  que  no  abiendo  el  otro  enpe§ado  a  usar  y  beneficiarse, 
pueda  este  hazer,  conforme  a  la  cédula  que  se  le  dio  al  bachiller  Juan  Al- 
varez;  y  lo  demás  que  pide,  no  ha  lugar. 


V 

FR.  TOMÁS  DE  TORO,  OBISPO  DE  CARTAGENA 

RELACIÓN    DEL    ESTADO    EN    QUE    SE    HALLABAN    LAS 
PROVINCIAS  DE  CARTAGENA  Y  SANTA  MARTA 

Cartagena,  7  de  Mayo  de  1535.  (* 

(Archivo  de  Indias,  est.  jy,  caj.  2,  leg,  22.) 

Sacra  Católica  Cesárea  Magestad: 

El  Obispo  de  la  provincia  de  Cartagena  de  las  Indias 
del  mar  Océano,  dize  que  Vuestra  Magestad  tuvo  por 
bien  de  elegirlo  para  el  dicho  obispado,  mandándole  yr 
a  rresidir  personalmente  con  cargo  de  protector  de  los 
yndios  a  la  dicha  provincia,  asi  para  aprovechar  espiri- 
tualmente  en  las  personas  de  los  cristianos  y  indios  del 
dicho  obispado,  procurando  el  buen  tratamiento  dellos; 
y  ansi  le  dixo  a  el  y  al  obispo  de  Panamá,  en  presencia 
del  Cardenal  de  £iguenea  y  del  comendador  mayor  Co- 
bos y  de  otros  muchos:  mirad  que  hos  he  echado  a  aque- 
llas animas  acuestas;  parad  mientes  que  deis  cuentas  de- 
ltas a  Dios,  y  me  descarguéis  a  mi;  y  pues  Vuestra  Ma- 
gestad le  echó  tan  gran  carga  acuestas,  es  razón  que  el 
descargue  su  conciencia  haciéndole  fiel  y  verdadera  reía- 


—  38  — 

eion  de  lo  que  ha  podido  saber  en  dos  meses  y  mas  que 
ha  que  llegó  a  este  puerto  desta  dicha  provincia,  ansi  en 
lo  que  toca  al  buen  tratamiento  de  los  yndios,  como  en 
la  población  de  la  tierra  y  buen  recabdo  de  la  hazienda 
de  Vuestra  Magesíad.  Dize,  Señor,  que  lo  que  hasta 
agora  ha  sabido,  y  por  dicho  de  muchos  ha  oydo,  es  que 
toda  la  mayor  parte  desta  tierra  está  aleada,  y  los  indios 
muy  escandalizados  a  cabsa  de  las  crueldades  y  malos 
tratamientos  de  los  christianos,  los  quales  por  donde 
quiera  que  van  queman  con  sus  pies  las  yervas  y  la  tierra 
por  do  pasan,  y  ensangrientan  sus  manos  matando  y  par- 
tiendo por  medio  niños,  ahorcando  yndios,  cortando  ma- 
nos, y  asando  algunos  indios  y  indias,  o  porque  los  lle- 
van por  guias  y  les  yerran  el  camino,  o  porque  no  les 
dizen  donde  hallaran  oro,  que  este  es  su  apellido,  y  no 
el  de  Dios  y  Vuestra  Magestad,  y  ansi  se  despuebla  toda 
esta  tierra,  que  no  ay  en  ella  sino  muy  poquitos  pueblos 
de  indios  que  estén  de  paz,  y  avn  estos,  cada  dia,  viendo 
las  opresiones  de  los  christianos  y  sus  malos  tratamien- 
tos quando  por  sus  pueblos  van,  cada  dia  se  rebellan, 
que  ni  los  vnos  ni  los  otros  pueden  oyr  el  nombre  de 
christianos  mas  que  de  demonios  o  basiliscos;  son  tan 
grandes  las  severidades  y  malos  exemplos  que  los  chris- 
tianos les  hazen  y  les  dan,  que  con  gran  dificultad  se 
convertirán  a  la  santa  fee  catholica.  No  han  cesado  los 
christianos,  hasta  agora,  de  traer  indios  y  indias  niños  y 
niñas,  quantos  pueden  aver  por  todas  las  partes  donde 
andan,  vendiéndolas  aqui  a  mercaderes,  los  quales  los 
llevan  y  enbian  a  Santo  Domingo  para  bolverlos  a  ven- 
der syn  ser  esclavos;  el  les  ha  ydo  agora  a  la  mano,  que 
muchos  indios  e  indias  niños  y  niñas  que  han  traydo  de 
otros  pueblos  a  este  de  Cartagena,  no  se  los  ha  consentí- 


—  39  - 

do  vender,  de  lo  qual  los  que  los  truxeron  y  todos  los 
otros  christianos  están  muy  despechados.  Crea  Vuestra 
Magestad,  que  si  todas  estas  cosas  dichas  no  se  rreme- 
dian  sin  dilación,  que  muy  en  breve  quedara  toda  esta 
tierra  despoblada  de  indios,  como  lo  está  la  Española, 
donde  se  contaron  dos  cuentos  de  ánimas  quando  allí 
entró  el  Almirante,  y  no  se  hallarán  agora  dozientos  in- 
dios en  toda  ella;  y  también  Santa  Marta  esta  ya  cuasi 
perdida  y  despoblada,  y  por  toda  esta  costa  de  toda  la 
Tierra  Firme  pasa  lo  mesmo,  y  no  ay  necesidad  de  abrir 
la  puerta  a  que  muchos  christianos  vengan,  antes  ay  nes- 
cesidad  de  sacar  de  aqui  desta  provincia  muchos  de  los 
que  ay,  porque  ellos  están  perdidos  y  mueren  de  hanbre, 
y  ansi,  para  sustentarse  roban  las  haziendas  y  comidas 
de  los  indios,  y  ansi  ellos  como  los  indios  perecen  de 
hanbre  en  tanta  manera  que  muchos  christianos  son  muer- 
tos por  los  caminos  y  en  los  arcabucos,  que  le  dizen  que 
no  ay  quien  pueda  sofrir  el  mal  olor  de  los  cuerpos 
muertos. 

En  la  hazienda  de  Vuestra  Magestad  se  me  trasluce 
que  no  ay  tanto  recabdo  como  por  ventura  devia  de  ha- 
ver,  porque  uniisquisque  qaoerit  quce  saa  sant,  y  no  el 
servicio  de  Dios  y  de  Vuestra  Magestad,  y  esto  cree  que 
nace  de  parte  los  oficiales,  máxime  veedores,  que  si  no 
tienen  fidelidad,  vsurparse  a  mucha  parte  de  la  hazienda 
de  Vuestra  Magestad,  y  si  en  algund  tiempo  ha  havido 
necesidad  de  officiales  fieles,  aora  la  ay  mas  que  nunca, 
por  averse  descubierto  grandísima  riqueza  de  inumera- 
bles  sepulturas  de  los  yndios  del  rio  del  £enu,  de  algu- 
nas de  las  quales  dizen  que  an  sacado  mas  de  quinze  mil 
pesos  de  oro  finísimo,  y  ansi  dizen  que  en  veynte  años 
no  se  acabará  de  sacar  el  oro  que  en  ellas  ay.  El  daño 


—  40  — 

que  se  halla  que  se  haze  alli  a  los  yndios,  no  sin  gran 
cargo  de  conciencia,  es  comelles  por  el  pie  todos  sus 
mantenimientos  para  sustentarse  los  christianos  y  los  ne- 
gros que  andan  cavando  las  sepulturas,  y  ansi  andan  to- 
dos los  indios  del  £enu  huidos  y  remontados,  y  para  re- 
medio desto  avrianse  los  christianos  de  proveer  de  basti- 
mentos de  la  ysla  Española,  Cuba  y  Jamayca,  para  no 
hazer  vexaciones  y  opresiones  a  los  indios;  y  para  el  buen 
recabdo  de  la  hazienda  de  Vuestra  Magestad  haviase  de 
advertir  a  que  las  personas  que  tienen  los  dichos  cargos 
los  meresciesen,  y  si  no  los  merescen  algunos  de  los  que 
los  tienen  al  presente,  se  den  a  otros  que  los  merescan, 
que  con  fidelidad  los  hagan,  y  ansi  conviene  que  en 
ningund  caso  tenga  facultad  ningund  oficial  de  los  de 
Vuestra  Magestad  para  traspasar  ni  vender  su  oficio  a 
otro;  porque  en  la  marca  y  quintos  de  Vuestra  Magestad 
no  aya  fraude  es  menester  que  los  dichos  *  oficiales  no 
puedan  poner  sustitutos  en  los  casos  que  ellos  se  pudie- 
ren hallar  presentes;  y  porque  el  dicho  Obispo  estas  co- 
sas o  algunas  dellas  ha  sabido  por  oydas,  tiene  determi- 
nado de  irse  con  el  governador  desta  provincia  al  rio  del 
£enu  para  ver  la  dispusieron  que  ay  para  hazer  pueblos 
y  iglesias,  y  ver  por  vista  de  ojos  el  recabdo  que  tiene  la 
hazienda  de  Vuestra  Magestad,  para  hazerle  entera  rela- 
ción, no  solamente  de  oydas,  sino  de  vista,  que  sera  mas 
cierta  y  mas  verdadera. 

En  las  cosas  que  tocan  al  culto  divino  también  cree  el 
dicho  Obispo  dar  cuenta  a  Vuestra  Magestad,  y  ansi  le 
haze  saber  que  no  faltan  sacerdotes  clérigos  y  flayres,  y 
no  ay  necessidad  al  presente  de  imbiar  mas,  antes  con- 
viene que  algunos  discolos  y  de  mal  exemplo  salgan  de 
aqui  y  no  inficionen  esta  grey,  y  los  que  quedaren  sean 


—  41  — 

pocos  y  escogidos,  para  que  Dios  sea  servido,  porque  has- 
ta aqui,  como  los  clérigos  ayan  sido  siempre  mercena- 
rios mas  cuidadosos  de  acrecentar  el  provecho  temporal 
de  sus  bolsas  que  de  introducir  christiandad  ni  abtoridad 
spiritual,  los  christianos  que  en  estas  partes  residen  no 
han  conocido  ni  sabido  que  cosa  sea  abtoridad  spiritual, 
porque  han  bivido  sin  yugo  de  obediencia  y  sin  freno  de 
razón,  apacentándose  en  los  prados  de  sus  vigios  y  pe- 
cados ynormes,  no  solamente  de  latrocinios  y  adulterios, 
estando  muchos  de  ellos  amancebados,  otros  en  logros  y 
vsuras,  otros  conociendo  indias  carnalmente  syn  estar 
baptizadas,  y  estos  son  muchos,  y  otros  que  para  tener 
parte  con  ellas  las  han  hecho  baptizar  sin  enseñarles  las 
cosas  de  la  fee,  y  ansi  baptizadas  se  an  huydo  algunas 
veces  de  los  dichos  christianos  y  se  han  vuelto  a  sus  pue- 
blos, y  han  acaescido  extraños  casos  en  esta  materia,  que 
ha  acaescido  este  caso:  que  vn  christiano,  queriendo  tor- 
ear a  una  india  por  baptizar,  la  metió  en  un  arcabuco 
para  tener  parte  con  ella,  y  ella  por  defenderse  del  lo 
mato  ahogándolo,  y  asy  lo  hallaron  otro  dia  los  christia- 
nos, sacados  los  ojos  y  comida  su  natura  de  animales  o 
de  aves,  justo  Dei  judíelo;  y  como  hasta  aqui  no  ha  ha- 
vido  perlado  que  destos  y  de  otros  pecados  los  repren- 
diese y  castigase,  asi  como  cosa  insólita  y  nueva  y  mo- 
lesta rehuyen  de  toda  abtoridad  eclesiástica,  y  son  en  las 
cosas  que  conforme  al  derecho  diuino  y  común  y  canó- 
nico se  les  manda,  muy  rebeldes  y  desobedientes,  y  los 
peores  en  las  justicias  de  la  tierra,  de  las  quales  la  Ygle- 
sia  Catholica  ha  de  vsar  como  de  riguroso  brago  para  re- 
primir las  ynsolencias  y  temerarias  osadias  de  aquellos  a 
quien  el  divino  temor  y  las  eclesiásticas  gensuras  no  re- 
primen, y  que  se  an  de  hallar  como  hijos  muy  queridos 


—  42  — 

cabe  su  madre  para  defendella  y  amparalla  y  para  que 
sea  obedecida  de  los  hijos  desacatados;  ansí  ellos  como 
los  otros  oficiales  de  Vuestra  Magestad,  tesorero  y  con- 
tador, son  los  primeros  que  se  muestran  y  an  mostrado 
reveldes  y  desobedientes  contra  la  Yglesia,  dando  mal 
exemplo  para  hacer  lo  mesmo,  y  no  solo  son  negligen- 
tes en  faborescer  la  Yglesia,  como  la  christiana  profesión 
les  obliga,  mas  ante  favorecen  y  amparan  a  los  malos,  y 
lo  que  mas  grabe  es  y  que  ni  el  puede  dezir  ni  sentir  sin 
gran  dolor  de  su  anima,  entonces  piensan  aver  hecho  al- 
guna grande  hazaña  y  averse  mostrado  muy  grandes  ser- 
vidores de  Vuestra  Magestad  y  defensores  de  su  Real 
justicia,  quando  han  hecho  algún  desacato  a  la  Yglesia  y 
resistido  sus  mandamientos  y  desacatado  y  afrentado  a 
sus  ministros,  y  anparado  a  los  delinquentes  y  viciosos, 
amancebados  públicos,  y  públicos  logreros  y  vsureros, 
diciendo  que  es  tierra  nueva  y  que  todos  estos  males  se 
an  de  sofrir  en  ella,  lo  qual  todo  sabe  el  dicho  Obispo 
que  es  muy  ageno  de  la  voluntad  de  Vuestra  Magestad, 
por  ser  como  es  desde'su  tierna  edad  tan  catholico  prin- 
cipe, y  quan>erdadero  y  obediente  hijo  de  la  santa 
madre  Yglesia,  y  que  en  lo  que  estos  piensan  servirle 
le  offenden  muy  gravemente,  porque  en  la  verdad,  la 
tranquilidad  y  obediencia  del  pueblo  a  su  principe  de- 
pende de  la  quel  y  sus  ministros  tienen  a  Dios  y  a  su 
Yglesia.  Humildemente  suplica  a  Vuestra  Magestad  por 
su  Real  provisión  mande  que  en  este  caso  se  tenga  la 
horden  que  se  deve  tener,  favoresciendo  las  cosas  que  to- 
can a  la  abloridad  de  la  Yglesia,  culto  divino  y  de  la 
santa  fee  catholica,  porque  ay  gran  necesidad  y  es  pe- 
riculum  in  mora  por  los  muchos  conversos  que  ay  en  to- 
das partes  y  malos  christianos,  y  asi  no  faltan  muchos 


—  43  — 


herrores  y  heregias,  quel  dicho  obispo  ha  encomeneado 
a  prender  y  castigar  algunos  delinquentes;  y  si  oviese 
desmán  en  dar  el  favor  e  ayuda  necesaria,  estos  y  otros 
sus  consortes  quedarían  muy  favorecidos  y  nacerles  yan 
alas  por  su  mal. 

En  lo  de  la  erection  de  la  yglesia  dize  el  dicho  obispo 
que  no  la  hecho  ni  vee  agora  sazón  para  hazella,  por- 
que en  toda  esta  provincia  no  ay  ganados  ni  labrangas 
ni  otras  enancas  de  que  pagar  diezmo,  y  asi  no  los  ha 
havido  ni  los  ay  como  en  otras  partes  que  ay  las  dichas 
grangerias,  ni  los  avrá  de  aqui  a  muchos  años,  y  antes 
teme  que  según  la  priesa  se  dan  los  christianos  a  maltra- 
tar ios  yndios,  que  toda  esta  tierra  se  avra  de  despoblar, 
quod  Deas  avertat,  y  si  esto  por  nuestros  pecados,  o  por 
ios  suyos,  Dios  permite,  el  suplica  desde  aqui  a  Vuestra 
Magesíad  tenga  por  bien  que  con  facultad  de  Su  Santi- 
dad el  renuncie  este  obispado  y  se  vaya,  no  a  Castilla, 
queno  quiere  ir  alia  en  toda  su  vida,  sino  a  vn  moneste- 
rio  de  su  horden  de  los  quel  padre  fray  Domingo  de  Be- 
tancos  ha  hecho  en  la  Nueva  ..España,  donde;pueda;  con 
vn  compañero  predicaraquellas>nimas  y  salvar  la  suya, 
aparejandoseTpara  morir  en  su  horden  de  :flayre,  que  la 
tiene  por  mas>eguro  estado  que  no  este  en  que  Vuestra 
Magestad  y¡Su  Santidad  le  pusieron. 

Y  también  haze  saber  a  Vuestra  Magestad  la  carestía 
de  la  tierra  de  Cartagena,  donde  cuesta. -,vn  huevo  medio 
real,  y  un  pollo  vn  ducado,  y  vna  gallinazos  pesos,  y 
vna  bota  de  harina  veynte  y  cinco  pesos,  y  vna  de  vino 
cinquenta;  esto  aqui  en  Cartagena,  que  en  el  £enu  vn 
queso  cuesta  quarenta  pesos,  y  vn  pemil  de  tocino  cin- 
quenta;  de  suerte  que  la  carestía  es  estrafía,  y  el  salario 
que  Vuestra  Magestad  fue  servido  de  señalarle  con  la 


—  44  — 

protectoría  de  los  yndios,  no  es  mas  de  trescientas  rail 
marauedis,  con  las  quales  el  ni  los  religiosos  que  consi- 
go tiene,  que  son  dos  flayres  de  su  orden,  no  se  pueden 
en  ningún  caso  del  mundo  sustentar,  vía  humana,  y  si 
Vuestra  Magestad  no  es  servido  de  acrecentalle  este  sa- 
lario, que  por  lo  menos  ha  menester  mil  y  quinientos  pe- 
sos en  cada  vn  año,  y  aun  cree  que  no  bastaran,  sin 
pedir  gullorias,  salvo  como  dize  el  apóstol:  habentes  ali- 
menta et  quibtis  tegamur,  his  contentis  sumus;  y  a  faltar- 
le esto  en  esta  provincia,  forgado  le  sera  rrecogerse  en 
algund  monesterio  de  su  horden,  donde  esto  a  ningund 
flayre  falta  aunque  sea  flayre  lego;  y  pues  la  carestia 
desta  tierra  es  tan  grande,  suplica  el  dicho  Obispo  a  Vues- 
tra Magestad  no  nombre  clérigo  alguno  para  prebendas 
ni  dignidades  hasta  que  aya  diezmos  con  que  se  puedan 
sustentar,  y  el  haga  la  erecion  de  la  yglesia  y  dé  aviso  a 
Vuestra  Magestad  de  las  personas  eclesiásticas  que  acá 
están  que  sean  dignas  de  ser  promovidas  quando  sea 
tiempo,  y  porque  al  presente  el  tiene  consigo  vna  perso- 
na muy  docta  y  onesta  y  virtuosa,  dignissima  de  qual- 
quiera  dignidad  eclesiástica,  que  se  llama  Alonso  Galli- 
nato,  hidalgo  y  christiano  viejo,  suplica  a  Vuestra  Ma- 
gestad que  desde  agora  sea  servido  de  nombralle  para  la 
dignidad  de  arcediano,  para  que  hecha  la  herecion  de  la 
yglesia  el  le  pueda  hazer  la  collación  de  la  dicha  digni- 
dad en  la  yglesia  catredal,  la  qual  el  governador  ni  el 
no  saben  avn  si  se  hará  en  el  £enu  o  en  Urava,  porque 
aqui  en  este  pueblo  de  Calamar,  donde  al  presente  están, 
en  el  puerto  de  Cartagena,  no  ay  dispusicion  para  pue- 
blo grande,  y  muy  menos  para  yglesia  catredal;  suplica 
a  Vuestra  Magestad  el  dicho  Obispo  sea  servido  de  man- 
dar a  su  Real  consejo  de  las  Yndias  que  luego  sin  dila- 


—  45  — 

cjon  se  ponga  remedio  en  lo  que  en  esta  carta  se  pide, 
porque  es  periculum  in  mora,  y  la  tierra  se  va  despoblan- 
do a  mas  andar.  Nuestro  Señor  la  sacra  católica  cesárea 
persona  de  Vuestra  Magestad  guarde  y  encumbre  con 
mayor  acrecentamiento  de  reynos  en  la  tierra  por  largos 
tiempos,  y  después  gane  el  reyno  del  cielo  para  siempre. 

Deste  pueblo  de  Calamar,  nombrado  Cartagena,  VII 
de  Mayo  1535  años. 

Besa  las  imperiales  manos  de  Vuestra  Sacra  Católica 
Magestad,  su  humilde  capellán  y  vasallo,  Frater  Thomas, 
episcopus  Carthaginensis. 


VI 


MEMORIA  DE  LAS  COSAS  QUE  HA  HECHO  GARCÍA  DE 
LERMA,  SUSCRITA  POR  JUAN  DE  CUETO  Y  ALGUNOS 
OTROS  VECINOS  DE  SANTA  MARTA . 

Año  1537.  £- 

(Archivo  de  Indias,  est.  J2,  caj.  4,  leg.  jj. 

Sacra  Católica  Cesárea  Magestad: 

Esta  es  la  memoria  de  las  cosas  que  García  de  Lerma 
a  hecho  después  que  es  Gouernador  en  Santa  Marta,  las 
quales  nosotros,  Juan  de  Cueto  y  Juan  de  Barrio,  alcal- 
des ordinarios  desta  cibdad  de  Santa  Marta,  e  Antonio 
Telles  de  Gusman  y  Francisco  de  Mayorga  y  Alonso  de 
Caceres,  regidores  por  Vuestra  Magestad,  y  Alonso  de 
Triviño  y  Juan  Muñoz,  regidores  criados  por  el  Gouer- 
nador, e  Juan  Calcinas,  mayordomo  e  procurador  desta 
dicha  cibdad,  los  quales  todos  juntamente  dezimos  que 
nos  obligamos  nuestras  cabezas  y  haciendas  a  azer  verdad 
y  prouar  con  toda  esta  cibdad  lo  que  en  este  memorial 
se  contiene,  que  va  firmado  de  nuestros  nombres. 

Primeramente,  porque  es  temeroso  y  no  se  sabe  dar 
maña  para  ganar  y  pacificar  la  tierra,  y  la  cavsa  desto  es 
no  querer  rrecebir  consejo  de  nadie,  syno  rregirse  por  su 
consejo . 


—  47  — 

Lo  segundo,  que  de  quantos  oficiales  son  y  an  sido 
criados  por  Vuestra  Magestad,  nunca  los  ha  tratado  bien 
porque  le  han  dicho  lo  que  cumple  al  servicio  de  Vues- 
tra Magestad,  y  desta  manera  no  tiene  aqui  Vuestra  Ma- 
gestad casy  juresdicion  mas  del  nombre. 

Mas,  que  quando  vino  aqui  a  gouernar  halló  la  tierra 
tan  de  paz  que  solo  vn  cristiano  yba  quarenta  leguas 
por  toda  la  tierra,  y  los  yndios  le  davan  todo  lo  que  avia 
de  menester,  syn  le  hazer  mal;  y  agora  quinze  de  a  cava- 
lio  no  osan  salir  dos  leguas  y  media  deste  puerto. 

Mas,  que  quando  vino  nuevamente  a  gouernar,  que  es- 
tavan  de  paz,  todos  los  caciques  que  le  venían  a  ver  le 
truxeron  mucho  oro  y  joyas,  lo  qual  se  tomo  para  sy,  syn 
dar  a  nadie  parte,  que  de  justicia,  pagado  el  diezmo  a 
Vuestra  Magestad,  lo  mas  avia  de  rrepartir  con  la  gente. 

Mas,  llevó  de  todas  las  sepulturas  que  aqui  se  hallaron 
a  la  sazón,  que  fue  mucho  numero  de  oro,  el  tercio  de 
todo  el  oro  que  en  ellas  se  hallaron. 

Y  quando  venia  algund  soldado  a  le  pedir  licencia  para 
yr  a  sacar  alguna  sepultura  que  tenia  visto,  davasela  con 
aditamento  que  le  diesen  a  el  dos  partes  para  dos  perso- 
nas que  el  sabia  que  tenian  nescesidad,  y  llevabaselas  el, 
y  mas  el  tercio,  y  sy  esto  no  le  concedían  no  les  dava  li- 
cencia y  proveyalas  a  otro  a  quien  el  quería,  con  la  con- 
dición. 

Y  antes  que  nadie  supiese  el  aviso  de  las  sepulturas,  el 
sacó  secretamente  muchas  y  las  mas  rricas  de  todas,  por- 
que truxo  dos  canteros  de  Castilla  que  se  las  sacavan  con 
otros  muchos  criados  suyos  que  el  tenya  y  gente  que  el 
alquilaba,  y  desta  manera  saco  mas  de  quinze  dias  que 
lo  trayan  a  costales . 

Y  quando  la  gente  lo  alcancó  a  saber  sacóla  a  hazer 


—  48  — 

una  entrada  a  la  provincia  de  Gabringa,  y  entre  tanto 
dexo  vn  capellán  suyo  y  criados  que  nunca  hizieron  syno 
todo  lo  mas  y  mejor,  y  los  que  después  lo  alcanzaron  a 
saber  davaselas  con  el  adytamento  sobredicho,  y  esto 
duro  poco,  porque  no  las  avia  syno  a  legua  y  media  de 
aqui  de  Santa  Marta,  porque  heran  enterramientos  anti- 
guos, porque  en  toda  la  tierra  no  se  a  hallado  cosa  seme- 
jante, y  después  que  ovo  sacado  todo  el  oro  de  las  dichas 
sepulturas,  envió  a  avisar  al  secretario  Cobos  para  que  las 
pidiese  de  merced  a  Vuestra  Magestad,  y  después  que 
vino  la  cédula  no  se  ha  sacado  hasta  tres  pesos  de  oro, 
porque  no  se  halla  mas. 

Mas,  que  rrescató  antes  que  se  rrepartiese  la  tierra  yn- 
finitas  hachas,  y  después  de  aver  el  esquilmado  la  tierra 
la  rrepartio  y  tomó  para  sy  veynte  y  syete  pueblos  los 
mejores,  y  estos  todos  le  han  dado  mucha  suma  de  oro, 
y  a  Vuestra  Magestad  no  señaló  syno  uno  que  no  ha  dado 
vn  solo  maravedí,  y  este  se  puede  llamar  mas  del  dicho 
gouernador  que  de  Vuestra  Magestad,  porque  le  vemos 
servir  con  cosas  de  la  tierra  a  el  solo,  y  presentalle  joyas 
de  oro,  y  a  Vuestra  Megestad  no  nada. 

A  dado  a  vn  sobrino  suyo  y  tiniente  y  criados  los  me- 
jores rrepartimientos;  después  del,  ni  a  los  oficiales  de 
Vuestra  Magestad,  muertos  ni  vivos,  no  a  dado  cosa  que 
valga  nada,  ni  a  los  primeros  pobladores  que  mejor  an 
servido  a  Vuestra  Magestad,  y  desta  cavsa  todos  mueren 
de  hanbre  y  están  necesitados,  porque  no  está  el  dinero 
syno  en  el  y  su  sobrino  y  tiniente  y  criados. 

Mas,  nos  ha  llevado  los  quintos  de  las  entradas,  no  lle- 
vando Vuestra  Magestad  mas  del  diezmo,  y  para  nos  los 
llevar  prometió  a  los  capitanes  a  quatro  partes,  que  no  so- 
lian  llevar  mas  de  tres,  porque  se  lo  consyntiesen,  y  hizo 


_  49  — 

andar  los  cabos  d'  escuadra  por  toda  la  jente  para  que  fir- 
masen que  avian  por  vien  que  llevase  el  quinto,  y  los 
compañeros  dezian  que  no  querían  firmar  y  que  nadie 
les  llevase  su  sudor  y  trabajo,  y  que  los  cabos  d'  escuadra 
los  amenazaban  diciendo  que  el  Gouernador  mandava 
que  el  que  no  firmase,  que  le  hiziesen  ojo  y  que  le  en- 
barcarian  la  parte,  y  ansy  los  hazian  firmar  a  mal  de  su 
grado,  y  después  hizo  con  sus  familiares,  como  tiene  de 
costumbre,  que  le  diesen  vna  petición  en  que  por  ella  le 
suplicavan  que  se  syrviese  del  quinto,  que  ellos  lo  avian 
por  bien,  y  esto  todo  nos  lo  llevava  quedándose  el  en  su 
casa. 

Mas,  que  avra  vn  año  que  enbio  a  su  tiniente  Francisco 
de  Arbolanche  con  cierta  gente  a  hazer  vna  entrada  a  la 
Ramada,  y  halláronla  de  paz  porque  Badillo  la  avia  dexa- 
do  de  paz,  y  demandaron  oro  por  toda  ella,  y  en  dos  pue- 
blos principales  que  se  llama  el  vno  Tapy  y  el  otro  Biri- 
burari,  y  entramos  dieron  casy  nueve  mili  pesos  de  oro 
de  águilas  y  de  a  quilates,  y  después  de  aver  vesitado 
toda  la  tierra  veníanse  con  suma  de  veynte  mili  castella- 
nos, y  entonces  les  hizo  vna  habla  el  tiniente  a  la  jente, 
que  el  Gouernador  le  avia  mandado  que  señalase  a  Ta- 
py para  el  dicho  Gouernador,  y  Beriburari  para  sy,  y  el 
oro  que  estos  diesen  fuere  para  ellos,  para  el  gouernador 
lo  de  Tapy,  porque  eran  cinco  mili  castellanos,  y  lo  de 
Beriburari,  el  tiniente  que  hera,  casy  quatro  mili  pesos 
del  dicho  oro,  y  esto  hizo  hazer  syn  señalar  a  Vuestra 
Magestad  ninguna  pueblo,  y  sabiendo  como  es  notorio 
que  Badillo  avia  señalado,  en  tiempo  que  la  dexó  primero 
de  paz,  al  pueblo  que  se  llama  Tapy,  para  Vuestra  Mages- 
tad, porque  es  cosa  mejor  de  la  tierra,  y  el  bulgo  de  la 
gente  todos  la  tenian  por  de  Vuestra  Magestad,  por  lo 

4 


—  50  — 

que  le  oyeron  a  Badillo  que  hera  para  Vuestra  Magestad, 
y  esto  hizo  no  aviendo  señalado  rrepartimiento  en  aque- 
lla provincia  hasta  oy,  ni  para  Vuestra  Magestad,  ni  para 
ninguno  de  los  que  la  conquistaron  primero. 

Otro  sy,  antes  que  la  tierra  fuese  rrepartida  fuimos  al 
valle  de  Guayra  a  vesytarla  con  el  dicho  gouernador,  y 
dieronle  cierta  cantidad  de  oro,  el  qual  se  tomo  para  sy, 
y  viendo  que  hera  la  tierra  muy  buena  señalo  todo  el  va- 
lle para  sy,  como  se  lo  tiene  hasta  oy  dia,  y  esta  dicha 
tierra  es  a  legua  y  a  dos  leguas  lo  mas  lexos,  y  por  ave- 
lles  sacado  muchas  vezes  mucha  cantidad  de  oro  y  tan  a 
menudo,  rrostro  a  rrostro,  yendo  a  pedilles  mas,  avra  dos 
meses  que  se  le  levantaron  al  monte  tres  caciques  los 
mas  prencipales  de  toda  esta  tierra,  por  lo  que  ha  perdido 
hasta  Santa  Marta. 

Otro  sy,  anda  en  dos  años  que  salió  el  dicho  Gouer- 
nador desta  cibdad  con  la  mas  gente  que  aqui  avia,  a 
hazer  vna  entrada  y  a  descubrir,  y  allegamos  a  vn  pue- 
blo que  se  dize  el  pueblo  Grande,  y  hallárnoslo  de  paz, 
donde  fuimos  muy  bien  rrescibidos  y  nos  dieron  todo  co- 
mer a  nosotros  y  a  nuestros  cavallos,  y  nos  dieron  oro  y 
estuvimos  en  mucha  paz  quatro  dias,  y  luego  llegaron  al 
dicho  Gouernador  muchos  yndios  principales  del  dicho 
pueblo  a  le  rrogar  que  se  fuese,  que  ellos  heran  sus  ami- 
gos y  que  en  acabando  de  hazer  sus  symenteras  que  a  la 
sazón  las  hazian,  que  ellos  vernian  a  Santa  Marta,  y  el 
no  quiso,  antes  dixo  que  no  quería,  y  visto  esto,  los  yn- 
dios se  nos  algaron  pocos  a  pocos  y  se  nos  fueron  a  la 
syerra,  y  entre  tanto  enbio  el  Gouernador  a  tres  capitanes 
que  pidiesen  oro  por  los  alderredores,  y  allá  en  vn  mal 
paso  frecharon  a  vn  capitán  que  se  llama  Juan  de  Berrio 
y  mucha  gente,  de  los  quales  murieron  hartos  y  el  dicho 


—  51  — 

capitán  salió  con  seys  o  syete  frechazos,  donde  queda 
manco  de  vna  pierna  para  toda  su  bida.  Visto  por  toda 
la  gente  e  capitanes  esto,  como  los  yndios  andavan  con- 
tra nosotros  tan  de  mal  arte,  llegamos  al  Gouernador  de- 
ziendo  que  mirase  la  dyspusicion  de  la  tierra,  que  hera 
para  nos  matar  a  todos,  que  se  saliese  con  tienpo  a  lo 
llano  porque  hera  vna  dispusicion  donde  no  nos  podía- 
mos aprouechar  de  los  yndios  y  ellos  nos  podian  frechar 
a  todos;  el  no  loquiso  hazer;  otro  dia  syguiente  un  yndio 
nuestro  amigo  que  llevavamos  por  guia,  le  dixo  que  se 
saliese  de  alli,  porque  sabia  que  venian  catorce  caciques 
con  toda  la  tierra  sobre  nosotros,  y  dixo  que  no  quería,  y 
asy  no  quiso  tomar  consejo  de  nadie,  y  luego  vinieron 
los  yndios  sobre  nosotros  y  nos  mataron  mas  de  sesenta 
cristianos  y  nos  hirieron  muchos,  y  también  mataron  mu- 
chos cavallos  y  nos  tomaron  todo  el  oro  que  nos  avian 
dado  y  todo  lo  nuestro  que  llevavamos,  y  de  aqui  a  ma- 
nado que  toda  la  tierra  se  nos  a  aleado  y  no  nos  tiene  en 
nada. 

Y  entre  tanto  fuimos  a  hazer  esta  buena  obra,  mandó 
yr  a  nueve  de  cavallo  y  seys  peones  a  visitar  la  tierra  de 
paz  y  pedilles  oro,  y  truxeron  nueve  mili  castellanos  y 
destos  se  pago  el  diezmo  a  Vuestra  Magestad  y  el  se  llevo 
el  quinto,  y  mas  se  tomo  seys  mili  castellanos  de  aquel 
oro. 

Mas,  que  de  algunas  causas  que  se  ofrecen  entre  nos- 
otros, de  justicia,  nunca  las  quiere  sentenciar,  por  nos  te- 
ner debaxo  de  la  langa  para  que  hagamos  syenpre  todo 
lo  quel  quysyere,  y  asy  tiene  muchos  procesos  cerrados 
y  otros  abiertos,  y  todos  los  tiene  por  sentenciar,  y  con 
estos  tales  haze  él  todo  lo  que  quiere  de  provancas  y 
como  el  las  pinta. 


—  52  — 

Mas,  que  dio  cargo  de  capitán  general  a  vn  su  sobri- 
no que  a  diez  y  ocho  o  veinte  años,  mancebo  syn  ningu- 
na yspirencia,  y  no  toma  consejo  con  nadie  syno  con 
otros  mancebos  como  el,  y  desta  manera  en  ninguna 
cosa  acierta,  a  viendo  aqui  onbres  de  casta  y  de  edad  ma- 
dura y  de  mucha  yspirencia. 

Otro  sy,  que  es  persona  el  dicho  Gouernador  que  se 
da  mas  a  mercadurías  y  granjerias  que  no  en  pacificar  la 
tierra,  y  es  persona  que  cria  los  onbres  parleros,  y  a 
quien  le  va  con  parlerías  los  favoresce  y  les  da  reparti- 
mientos mejor  que  al  que  mejor  syrve. 

Mas,  no  haziendo  alguno  lo  que  el  quiere,  le  quita  que 
no  vaya  a  su  cacique  a  pedille  oro,  y  sy  se  lo  dan  sus 
yndios  se  lo  envaraca  hasta  qve  haze  lo  que  el  quiere,  y 
desta  manera  faboresciendo  diez  o  doze  onbres  de  mala 
vida  que  nos  an  hurtado  mucho  oro,  los  quales  no  an 
pagado  el  diezmo  a  Vuestra  Magestad,  y  cuando  el  di- 
cho Gouernador  los  quiere  espantar  les  dize  lo  que  sabe, 
quales  son  los  ladrones,  y  quien  no  a  dezmado  el  oro  que 
a  hurtado  a  Vuestra  Magestad,  y  a  acaecido  dezillo  publi- 
camente delante  de  muchos  y  del  tesorero  Telles  de  Guz- 
man,  y  dezille  el  thesorero  y  rrequerille  que  pues  el  sabe 
tal  cosa,  que  haga  justicia  y  que  cierre  la  puerta  a  los  la- 
drones para  que  dexen  de  hurtar,  y  el  le  rrespondio  que 
lo  dexaba  para  su  tienpo,  y  desta  manera  los  entretiene,  y 
con  dexalles  algunos  sus  mancebas  tener  publicamente,  y 
el  dia  que  ellos  no  andan  a  su  voluntad,  entonces  les 
manda  echar  presos  y  apartalles  las  mancebas,  y  en  tor- 
nándose a  concertar  dexaselas  tornar  a  su  casa,  y  con  es- 
tos haze  el  sus  provancas  falsas  quantas  a  enviado  y  en- 
bia,  y  a  estos  da  capitanías  y  cargos. 

Yten  mas,  que  a  dos  años  que  sienpre  an  estado  mal 


—  53  — 

el  Gouernador  y  fray  Tomas,  protector,  y  en  este  tienpo 
hizo  el  gouernador  vna  provanca  contra  el  que  es  muy 
publica  y  notoria,  en  que  le  a  provado  que  es  puto  y 
erege  y  ladrón,  y  en  quanto  ladrón  está  notorio  que  a 
Vuestra  Magestad  le  ha  tomado  mucho  oro  que  enviaba 
a  Castilla,  syn  pagar  el  diezmo  a  Vuestra  Magestad,  de  lo 
qual  está  buena  parte  dello  en  deposyto  en  el  arca  de  las 
tres  llaves  que  tienen  los  oficiales,  y  mucho  que  le  a  sol- 
tado el  Gouernador,  y  agora  se  an  concertado  los  dos 
para  que  autorice  lo  que  quiere,  y  para  contradezir  lo 
que  nosotros  pedimos,  que  es  lo  que  cunple  al  servicio 
de  Vuestra  Magestad,  y  dizese  que  las  pro  vaneas  que 
tiene  el  Gouernador  contra  el  hechas,  que  porque  favo- 
resca  su  mal  proposyto,  que  anichila. 

Juan  de  Cueto. — Juan  de  Berryo. — Alonso  de  Caceres. 
Juan  Muñoz.— Juan  Calcinas.— Diego  Trevyño. — Luis 
de  Mayorga. — Gongalo  Tellez  de  Guzman. 


VII 

JUAN  DE  SAN  MARTÍN  Y  ALONSO  DE  LEBRIJA 

RELACIÓN    DEL    DESCUBRIMIENTO    Y    CONQUISTA   DEL 
NUEVO  REINO  DE  GRANADA,  AÑOS  1536  A  1539    &>        (L 

(Archivó  de  Indias,  est.  i,  caj.  i,  leg. ) 

Sacra  Católica  Cesárea  Magestad: 

ei  adelantad»      Ya  a  Vuestra  Magestad  le  será  notorio  como  el  Ade- 
Lugo,  a  dos  de  iatltado  don  Pedro  Hernández  de  Lugo  vino  a  la  cibdad 

He  ñero  de  1530.  ° 

Recibió  mucho  y  provincia  de  Sancta  Marta  por  vuestro  governador,  y 
llegó  a  ella  con  ochocientos  hombres,  poco  mas  o  me- 
nos, en  dos  dias  de  Henero  del  año  de  quinientos  y 
treynta  e  seis,  en  la  qual  provincia  hizo  algunas  entradas 
a  las  sierras,  de  que  rescibio  mucho  daño  por  ser  la  gen- 
te muy  belicosa,  como  ya  Vuestra  Magestad  avrá  sabido 
por  otras  cartas  de  los  gouernadores  pasados  della. 
Ab  de  Atril.       a  seis  (je  Abril  del  dicho  año,  el  dicho  Adelantado, 

El  licenciado        .         ,  ,  .  p 

Gon^io  xime-  viendo  que  con  la  gente  que  traya  hacia  muy  poco  fructo 

nez, por  capitán.  en  ias  sierras  de  Santa  Marta,  antes  rrescibia  mucho 

daño  y  pérdida  de  gente,  enbió  al  licenciado  Gonzalo 


daño  en  las  en 
iradas. 


(1)  Aprovechóse  de  esta  Relación  Gonzalo  Fernández  de  Oviedo  para 
su  Historia  general  y  natural  de  las  Indias  (lib.  XXVI,  cap.  XI)  con  la  si- 
guiente advertencia:  «Agora  podréis  leer  otra  relación...  que  saqué  de  una 
carta  missiva  de  los  officiales  de  Su  Magestad,  que  se  hallaron  en  el  misino 
viaje  con  este  licenciado...  Y  copilando  della  lo  ques  sustancial,  diré  lo 
qucllos  escriben.» 


—  55  — 

Ximenez  por  su  teniente,  con  hasta  quinientos  honbres  de 
pie  y  de  cauallo,  por  el  rrio  Grande  arriba,  y  por  agua 
cinco  vergantines  con  la  gente  que  en  ellos  cupo,  y  la 
demás  gente  por  tierra,  y  con  ellos  los  oficiales  que  por 
Vuestra  Magestad  rresidimos  en  esta  provincia,  y  de  todo 
lo  que  en  la  jornada  ha  sucedido  damos  aviso  y  rrelacion     entrada  a  i* 

_  _  „,  ,  .  conquista    de 

a  Vuestra  Magestad  sucesivamente,  puesto  caso  que  del  muvoReyno. 
dicho  licenciado  Ximenez  y  de  nosotros  que  alia  vamos 
a  besar  las  rreales  manos  de  Vuestra  Magestad,  se  le  dará 
mas  larga  cuenta,  y  podra  Vuestra  Magestad  quedar  bien 
informado  deste  nuevo  Reyno,  nuevamente  conquistado 
por  el  dicho  licenciado  y  todos  los  vasallos  de  Vuestra 
Magestad  que  con  el  venimos. 

En  la  entrada  del  dicho  rrio  Grande  se  perdieron  dos 
vergantines,  el  vno  dellos  con  toda  su  gente,  y  luego  el 
dicho  Adelantado  torno  a  armar  otros  dos,  que  por  todos 
fueron  cinco,  de  los  quales  vino  por  teniente  y  capitán 
el  licenciado  Gallegos,  para  en  seguimiento  de  la  dicha     El  Ucenciado 
jornada,  el  qual  paso  mucho  trabajo  en  subir  el  dicho  tL.  -De'JuTi- 
rrio  Grande  arriba  en  descubrimiento  deí,  hasta  que  pa-  miento  del  RÍO 
saron  adelante  de  donde  otros  españoles  avian  llegado  jIXíÜ,» 
otra  vez,  enbiados  por  Garcia  de  Lerma,  vuestro  gover-  bia  a  descubrir- 
nador,  e  siempre  prosiguiendo  la  costa  del  rrio  Grande 
arriba,  así  por  agua  como  por  tierra,  puesto  caso  que 
mientras  mas  se  subia,  siempre  avia  menos  muestra  de 
yndios  e  de  buena  tierra,  el  dicho  teniente  prosiguió  su 
jornada,  porque  el  y  todos  llevavan  propuesto  de  no  dar 
la  vuelta  hasta  hallar  tierra  en  que  a  Vuestra  Magestad 
se  le  hiciese  servicio,  y  con  esta  porfía,  pasando  muchos 
rrios  y  ciénagas  y  montes  muy  malos  de  pasar,  allegamos     La  Tora:  ham- 
a  vn  pueblo  que  los  yndios  llaman  de  la  Tora,  donde 
hasta  alli,  asi  de  hambre,  como  por  ser  la  mas  de  la  gen- 


—  56  — 

te  que  venia  nuevamente  venida  d'  España,  se  avia  muer- 
to la  mayor  parte  della. 
subieron  200  Estando  el  rreal  en  este  pueblo,  que  sera  doscientas  le- 
guas de  la  mar,  a  nuestro  parecer,  el  dicho  teniente,  vis- 
to la  mala  dispusicion  que  cada  dia  el  rrio  mostraua  de 
menos  poblaciones,  enbio  a  descubrir  dos  vezes  a  ciertos 
vergantines,  los  quales,  de  la  rrelacion  que  dieron  des- 
pués de  bueltos,  se  coligió  mas  mala  dispusicion  de  tie- 
rra, y  que  casi  hera  ynposible  caminar  por  el,  ni  por  tie- 
rra, a  cavsa  que  ya  el  rrio  anegaba  toda  la  tierra  de  ma- 
nera que  no  se  podia  caminar. 

Visto  por  el  dicho  teniente  la  mala  dispusicion  de  pa- 
sar adelante,  determino  de  ver  si  seria  posible  tomar  la 
To>nan  la  ñe-  sierra  qUe  prolonga  el  dicho  rrio  Grande,  qu'  estaña  por 
lo  mas  cerca  veinte  leguas,  porque  hasta  allí  no  se  avia 
podido  tomar,  puesto  caso  que  muchas  veces  se  avia  pro- 
curado, porque  entre  ellas  y  el  rrio  es  toda  la  tierra  ane- 
gada y  lagunas,  y  para  hazerlo  enbio  al  capitán  Joan  de 
ei  caguán  san  Martin,  el  qual  fue  en  ciertas  canoas  por  un  braco 
Martm.  *         arriba  que  bajava  de  la  sierra,  el  qual  buelto  dixo  que 
avia  llegado  hasta  veynte  e  cinco  leguas  de  donde  el 
avia  salido,  e  que  avia  hallado  alguna  manera  de  pobla- 
ción, aunque  poca,  que  hera  camino  por  donde  bajava  la 
sal  que  se  hazia  en  la  sierra,  a  contratar  al  rrio.  Visto  por 
el  teniente,  determino  de  ir  el  mesmo  con  la  mejor  gente 
y  mas  sana  que  entonces  avia,  para  ver  lo  que  avia  ade- 
lante, y  se  partió  del  dicho  pueblo  de  la  Tora,  dejando 
en  el  el  rreal,  y  ansi  caminó  hasta  donde  antes  se  avia 
llegado,  y  allí  por  mala  dispusicion  suya  se  quedo,  y 
c*pu*n  Anta-  enbi0  a  descubrir  mas  adelante  al  capitán  Antonio  de  Le- 
7a¿£*  ?**n  de  brixa  y  al  capitán  Juan  de  Céspedes,  los  quales  fueron 
césped^.  con  fasta  veynte  e  cinco  honbres  para  que  descubriesen 


—  57  — 

las  dichas  sierras  e  viesen  lo  que  en  ellas  avia,  los  quales 
atravesaron  un  grueso  de  tierra  que  podria  tener  hasta 
veinte  e  cinco  leguas  de  tierra  montuosa,  e  llegaron  a 
una  tierra  rrasa  donde  vieron  muestra  de  muy  buena  tie- 
rra e  buenas  poblaciones,  con  las  quales  nuebas  se  bol- 
vieron  a  donde  el  dicho  teniente  avia  quedado,  e  de  alli  Descubrimien- 
to del  Nuevo 

se  bolvio  al  pueblo  a  donde  avia  dejado  el  real,  para  sa-  Reyno, 
calle  de  alli  y  yr  en  demanda  de  la  tierra  nuevamente 
descubierta,  e  ya  mucha  parte  de  la  gente  que  avia  que- 
dado en  el  rreal  se  avia  muerto  por  las  cavsas  dichas,  y 
con  la  mejor  gente  y  de  mejor  dispusicion  se  partió  en  la 
dicha  demanda,  tornando  a  enviar  en  los  vergantines  a 
toda  la  gente  enferma. 

Caminando  el  dicho  teniente  en  la  dicha  demanda,     sierras  de 

Opon. 

atravesó  las  dichas  sierras  montuosas  que  se  llaman  de 
Opon  e  salió  a  la  tierra  rrasa  que  los  primeros  descu- 
bridores avian  visto,  donde  comencó  la  conquista  deste 
Nuevo  Reyno  haciendo  alarde  de  la  gente  que  traya; 
alió  que  por  todos  los  que  alli  aviamos  salido  no  heramos  ^°  honbres- 
mas  de  ciento  y  setenta  hombres  de  pie  y  de  cauallo, 
que  todos  los  demás  murieron  en  el  camino  y  se  torna- 
ron a   Santa  Marta  en  los  vergantines,  muy  enfermos. 

Viendo  el  dicho  teniente  la  buena  manera  de  tierra  y 
como  siempre  aviamos  íraydo  muestra  de  mucha  sal  hecha 
panes  grandes,  e  que  no  teniamos  lenguas  para  la  dicha 
tierra,  determinó  por  señas  venir  preguntando  donde  aque- 
lla sal  se  hacia,  e  ansi  nos  traxeron  los  yndios  a  donde 
se  hacia,  la  qual  se  hace  de  un  agua  salobre,  atravesando 
muchas  poblaciones  y  muy  grandes  y  de  mucha  comida, 
en  catorze  o  quince  dias  después  que  salimos  a  la  dicha 
tierra  rrasa;  hazese  en  muchas  partes  blanca  e  muy  buena. 

Llegados  a  estos  pueblos  de  la  dicha  sal,  ya  aqui  la 


—  58  — 

tierra  mostró  lo  que  en  ella  avia  e  lo  que  avia  adelante, 
porque  hera  muy  gruesa  e  de  muchos  yndios,  y  la  mane- 
ra de  los  hedeficios  de  casas,  diferentes  de  los  que  hasta 
entonces  aviamos  hallado,  en  especial  una  jornada  mas 
adelante  del  dicho  pueblo  de  la  sal  entramos  en  la  tierra 
del  mas  prencipal  señor  que  ay  en  ella,  que  se  dize  Bo- 
Azia  Bogotá.  g0ta,  y  bien  mostró  ser  asi,  porque  le  hallamos  una  casa 
de  su  aposento  que  para  ser  de  paja  se  podia  tener  por 
una  de  las  mejores  que  se  an  visto  en  Yndias,  y  hasta  alli 
por  todos  los  pueblos  que  aviamos  pasado  se  avia  visto 
muestra  de  algún  oro  e  piedras  esmeraldas,  y  puesto  caso 
que  el  dicho  Bogotá  nos  quiso  rresistir  la  entrada  de  su 
tierra  saliendonos  a  la  rretaguardia  razonable  numero  de 
yndios,  aunque  le  aprovecho  poco,  porque  en  fin,  como 
son  yndios,  luego  volvieron  las  espaldas  y  se  les  hizo 
algún  daño. 

Este  Bogotá  es  el  mayor  señor  que  ay  en  esta  tierra, 
porque  le  son  sujetos  otros  muchos  señores  y  muy  pren- 
cipales  della;  tiene  fama  de  muy  rrico  porque  dizen  los 
naturales  de  la  tierra  que  tiene  una  casa  de  oro  y  mucho 
numero  de  piedras  esmeraldas  muy  rricas;  honrranle  de- 
masiadamente sus  vasallos,  porque  en  la  verdad,  en  este 
Nuevo  Reyno  son  los  yndios  muy  sujetos  a  sus  seño- 
res; a  sujetado  y  tiene  tiranizada  mucha  parte  desta  tierra; 
hasta  agora  no  se  ávido  del  cosa  nenguna,  por  cavsa  que 
se  algo  con  muchos  prencipales  y  todo  su  oro  a  una  sie- 
rra y  muy  agria,  a  donde  no  se  les  puede  hazer  daño 
nenguno  sin  mucho  trabajo  d'  españoles. 

Llegados  a  la  tierra  de  Bogotá,  el  dicho  teniente  enbio 
por  dos  partes,  a  la  una  parte  al  capitán  Juan  de  Céspe- 
des, y  por  la  otra  al  capitán  Juan  de  San  Martin,  los 
quales  fueron  a  saber  que  tierra  avia  adelante,  y  por  la 


—  59  — 

rrelacion  que  trajeron  se  hallo  que  ambos  a  dos,  cada 
uno  por  donde  fue,  avian  dado  en  vna  nación  de  gentes 
que  llaman  panches,  de  la  qual  esta  cercada  toda  la  tie- 
rra y  la  mayor  parte  deste  valle  de  Vogota,  porque  entre 
la  una  tierra  y  la  otra  no  ay  mas  de  un  poco  de  sierra  de 
monte;  son  diferentes  en  las  armas  desta  gente  de  Vogo- 
ta, y  muy  enemigos  los  unos  de  los  otros. 

Ya  en  este  tiempo  las  lenguas  se  yván  mas  aclarando      Va  te  eniien- 

,  , .  den  las  lenguas. 

y  nos  yban  entendiendo,  a  cuya  cavsa  algunos  yndios 
que  nos  trayan  oro  y  piedras,  conosciendo  que  de  nos- 
otros heran  muy  estimadas,  aunque  entre  ellos  lo  son  mu- 
cho, porque  las  tienen  en  tanto  y  mas  que  el  oro;  nos 
dixeron  que  nos  llevarían  a  donde  debaxo  de  tierra  se 
sacaban,  lo  qual  visto  por  el  teniente,  sacó  el  rreal  del 
valle  de  Vogota  en  demanda  de  las  minas  de  las  piedras,     Valle  de  la 
y  llego  con  el  al  valle  que  después  se  llamó  de  la  Trom-  taupedródeva- 
peta,  y  dende  allí  enbio  a  descubrir  las  dichas  minas  de  Unsuela- 
esmeraldas  al  capitán  Pedro  de  Valencuela,  el  qual  fue 
con  cierta  gente  e  a  cavo  de  seis  dias  llegó  a  las  dichas 
minas,  de  donde  el  y  los  españoles  que  consigo  ílevava 
las  vieron  sacar  a  los  yndios  debaxo  de  la  tierra,  y  vie- 
ron tan  estraña  novedad;  estaran  del  valle  de  la  Trompe- 
ta hasta  quince  leguas,  en  una  sierra  muy  alta,  pelada; 
tendrá  el  lugar  de  donde  paresce  que  se  sacan,  una  legua 
o  cerca;  es  señor  dellas  un  yndio  muy  prencipal  que  se 
llama  Somindoco;  es  señor  de  muy  grandes  vasallos  y 
poblaciones;  su  asiento  es  a  tres  leguas  de  las  dichas  mi- 
nas; no  las  sacan  otros  yndios,,  sino  los  deste  cacique  en 
cierto  tiempo  del  año,  porque  para  sacarlas  hazen  mu- 
chas ceremonias,  y  después  de  sacadas  las  tratan  y  con- 
tratan entre  ellos;  el  prencipal  rrescate  es  oro,  cuentas  que 
en  esta  tierra  se  hazen,  e  rropa  mucha  de  algodón. 


—  60  — 

Visto  por  el  teniente  lo  que  los  que  avian  ydo  a  des- 
cubrir decían,  que  desde  las  dichas  minas  parecian  unos 
llanos  muy  grandes  que  hera  maravilla,  tanto  que  por  nin- 
guna parte  se  parecía  otra  cosa,  como  por  saber  mas  cer- 
tenidad  de  las  dichas  piedras,  y  también  por  salir  a  los 
llanos,  si  fuese  posible,  para  lo  qual  allego  el  rreal  cerca 
de  las  minas  de  las  piedras,  y  desde  alli  enbio  al  capitán 
Joan  de  San  Martin  a  descubrir  los  dichos  llanos,  pues 
por  lo  que  se  decia  mostraban  estar  poblados,  la  salida 
fue  tan  dificultosa  a  ellos  que  por  nengun  cabo  se  pudo 
salir,  asi  por  la  tierra  ser  muy  agria,  como  por  muchos 
rrios  muy  grandes  que  a  ellos  salen,  de  cuya  causa  no  se 
pudo  salir  a  ellos,  e  se  quedaron  asi. 
Las  lenguas m      En  este  tiempo,  quanto  más  Íbamos  andando  mas  las 

aclaran.- -Tanja,     «  .,  ..  ,  .,.  i  •        ,         i 

cacique, preso,  lenguas  nos  iban  entendiendo,  e  dixeron  al  teniente  de 
un  gran  señor  que  estava  cerca  de  donde  estavamos  con 
nuestro  rreal,  que  se  llamava  Tunja;  el  teniente  fue  sobre 
el  con  la  mas  gente  que  pudo  de  pie  y  de  cavallo,  y  le 
prendió,  puesto  caso  que  al  prencipio  el  dia  que  se  entro 
en  su  tierra  nos  salió  al  camino  a  manera  de  paz  y  se  le 
dio,  después  pareció  ser  trato  doble,  porque  después  de 
entrados  en  su  pueblo  donde  vivia,  quiso  el  y  sus  yndios 
hazer  otra  cosa  de  lo  que  publicaban,  de  cuya  cavsa  fue 
tomada  su  persona  con  poca  cantidad  de  oro  y  piedras, 
porque  lo  mas  y  mejor  tenia  algado;  lo  poco  que  fue  se 
le  tomó  en  su  aposento  donde  durmia  y  en  unos  adorato- 
rios  qu'  estavan  junto  a  el;  seria  hasta  ciento  y  quarenta 

deZ"iilpesos  mil1  Pesos de oro fíno> y treinta mil1  de 0r0  baJ°'  con al- 

gunas  piedras,  aunque  pocas,  porque  como  decimos,  lo 
tenia  ya  abscondido;  este  Tunja  es  muy  gran  señor;  son- 
le  muchos  señores  sujetos;  es  muy  rrico;  los  yndios  desta 
tierra  que  son  prencipales,   quando  se  mueren  no  se 


61  — 


ponen  debaxo  de  tierra,  sino  encima;  ponen  en  los  cuer- 
pos algund  oro  y  esmeraldas;  es  señor  de  mucha  gente; 
no  es  tan  tirano  como  Bogotá. 

Estando  el  rreal  en  este  pueblo  de  Tunja  se  tuvo  nue- 
va de  otros  dos  caciques:  el  uno  se  llama  Doytama,  y  el 
otro  Sogamoso;  ambos  a  dos  a  tres  jornadas  deste  pue- 
blo de  Tunja,  a  los  quales  el  teniente  fue  con  cierta 
gente  de  pie  y  de  cavallo,  y  aliólos  alzados;  en  el  pue- 
blo de  Sogamoso  se  hallo  colgado  en  unos  adoratorios 
que  tienen,  hasta  cantidad  de  quarenta  mili  pesos  de  oro 
fino  y  algund  oro  bajo  e  piedras;  no  se  hallaron  yndios 
nengunos  porque  estaban  aleados;  deste  pueblo  se  volvió 
el  teniente  al  rreal  pasando  por  el  otro  señor  que  se  de- 
cía Duytania;  salieron  al  campo  gritando  y  con  armas 
para  nos  ofender  si  pudieran;  matáronse  algunos  dellos, 
aunque  pocos,  por  el  rruin  sitio  adonde  estavan. 

Vuelto  el  teniente  a  Tunja  se  peso  el  oro  que  avia,  y 
pesado  uvo,  asi  en  lo  que  se  uvo  en  Tunja,  como  en  lo 
de  Sogamoso,  y  otro  poco  de  oro  que  por  la  tierra  se 
avia  ávido,  peso  ciento  e  noventa  e  vn  mili  e  doscientos 
e  noventa  e  quatro  pesos  de  oro  fino;  de  otro  oro  baxo 
treynta  e  siete  mili  e  doscientos  e  ochenta  e  ocho  pesos; 
de  otro  oro  que  se  llama  chafalonia,  diez  e  ocho  mili  e 
trescientos  e  noventa  pesos;  obieronse  mili  e  ochocientas 
e  quince  piedras  esmeraldas,  en  las  quales  ay  piedras  de 
muchas  calidades,  unas  grandes  y  otras  pequeñas  y  de 
muchas  suertes. 

Visto  por  el  teniente  y  capitanes  la  grandeza  y  rrique- 
za  de  la  tierra  en  que  andavamos,  ubo  de  volber  a  Vo- 
gota  porque  se  creya  y  teníamos  por  cierta  nueba  que 
hera  sin  numero  la  riqueza  que  tenia,  ansi  de  oro  como 
de  piedras,  porque  hera  mucho  mayor  señor  que  Tunja, 


Sogamoso. 


iqi  mil  pesos. 


Bzielven  a  Vo- 
gota. 


—  62  — 

y  dexando  ansi  mesmo  el  dicho  rreal  en  el  dicho  valle 
de  Tunja,  el  dicho  teniente  con  cierta  gente  de  pie  y  de 
cavallo  volvió  sobre  Vogota,  y  hallóle  tan  de  guerra  que 
de  dia  ni  de  noche  nunca  dexaron  de  darnos  guazavaras 
y  muchas  escaramuzas,  y  nos  pusieron  en  mucho  aprieto 
de  cansancio,  ansi  de  personas  como  de  cavallos,  e  yn- 
formado  el  teniente  de  algunos  yndios  que  se  tomaron  en 
las  dichas  guagavaras,  como  el  dicho  Vogota  estaba  en 
una  casa  de  placer  que  el  tenia  a  tres  leguas  de  su  valle, 
determino  de  yr  sobre  el  una  noche  por  prenderle  y  ha- 
zerle  amigo  si  pudiese;  al  cuarto  de  el  alba  dimos  sobre 
el,  e  con  alguna  escaramuza  que  con  los  yndios  que  tenia 
se  uvo,  fue  su  dicha  que  lo  mataron  entre  otros  que  mu- 
rieron alia,  por  andar  desconocido,  y  aun  dicen  que  con 
mas  rruyna  visto  que  los  otros,  aunque  por  estonces  no 
supimos  de  su  muerte,  porque  se  fue  a  morir  a  un  monte 
juan  de  San  sin  nosotros  le  conocer  ni  ver;  e  visto  por  el  teniente 
como  todos  estavan  tan  de  guerra,  determino  volver  a  su 
rreal,  y  buelto,  descubrir  todavia  los  llanos  para  saber  los 
secretos  dellos;  enbio  al  capitán  Juan  de  San  Martin  con 
cierta  gente  de  pie  y  de  cavallo  a  los  descubrir,  diciendo 
que  por  Duytana  se  descubrirían  mejor  que  por  otra  par- 
te; determino  de  llegarse  alia  para  dende  alli  enviarlos  a 
descubrir,  e  ansi  lo  hizo,  con  que  tampoco  se  descubrie- 
ron por  rrazon  que  adelante  se  hallaron  mucha  cantidad 
de  sierras  nevadas  muy  grandes  que  estorvaron  la  salida. 
Vista  la  mala  dispusicion  de  salir  a  los  dichos  llanos, 
el  dicho  teniente  determino  de  salir  a  ellos  y  descubrillos 
con  ciertas  lenguas  que  tuvo,  dexando  el  rreal  en  la  tie- 
rra de  Tunja;  mandóles  que  se  viniesen  a  la  tierra  de  Vo- 
gota; fue  la  buelta  dellos  tomando  la  demanda  por  otra 
parte  que  los  descubridores  avian  ydo,  y  bolvio  por  la 


—  63  — 

tierra  de  Vogota,  y  llegando  a  un  cacique  sujeto  al  dicho 
Bogotá,  que  se  llama  Pasca,  tuvo  nuevas  como  dende 
allí  a  ocho  jornadas  de  despoblado  avia  una  tierra  que 
se  llamava  Néyba,  muy  rrica,  donde  los  yndios  sacan  eí 
oro  debaxo  de  tierra,  y  los  yndios  de  Pasca  les  llevan  Ne»ba- 
sal  y  otras  cosas  de  contratación  y  rrescatan  con  ellos 
oro,  y  dizen  que  dende  allí  parezen  los  llanos,  y  ansi  el 
teniente  con  la  dicha  nueva  tomo  la  via  de  la  dicha  Ney- 
ba  y  fueron  alia  con  mucho  trabajo  de  mucho  frió  y  yelos 
que  ay  en  el  camino  y  tierra  despoblada;  llegados  alia 
vieron  una  tierra  llana,  aunque  no  hera  la  que  de  las 
minas  se  parece,  porque  es  el  valle  del  rrio  Grande  que 
sale  a  Santa  Marta,  y  como  es  valle,  en  alguna  parte  que  Ri°  Grande. 
es  ancha  la  tierra  parecen  llanos  y  ay  sierras  de  la  vna 
parte  y  de  la  otra,  y  los  otros  llanos  son  las  otras  vertien- 
tes de  la  sierra  en  que  estamos,  a  la  parte  do  sale  el  sol; 
esta  tierra  de  Neyba  es  diferente  de  la  de  Vogota,  porqués 
muy  calida  y  enferma  y  no  bien  poblada;  tiene  oro  fino  y 
muestra  de  plata  y  buena,  y  porque  ay  oro  en  la  dicha 
tierra,  de  minas,  y  en  ella  las  ay,  y  según  dicen  los  natu- 
rales son  muy  rricas;  viene  el  rrio  Grande  por  esta  tierra 
de  Neyva  todavía  muy  crecido,  por  cuya  causa  y  porque 
nos  adolescia  mucha  gente,  el  dicho  teniente  se  bolvio 
al  valle  de  Vogota  sin  ver  mas  de  los  llanos. 

Dende  alli  envió  a  llamar  al  real,  que  estava  cerca  del 
valle  de  Vogota,  e  vn  cacique  que  se  llama  Suesca,  el 
qual  avia  venido  de  paz  a  vn  hermano  del  teniente  que 
avia  quedado  en  el  dicho  rreal,  y  con  el  mismo  cacique 
vinieron  otros  muchos  señores  comarcanos  del,  y  venido 
al  valle  de  Vogota,  en  todo  el  rreal  se  supo  la  muerte  del  Musre  v°g°ta- 
Vogota  que  aviamos  muerto  en  la  casa  de  placer,  y  como 
un  sobrino  suyo  que  se  dize  Sagipa,  su  heredero,  se  avia 


Amazonas. 


—  64  — 

aleado  en  una  sierra  encima  del  dicho  valle,  con  el  oro 
y  piedras  quel  dicho  Vogota  muerto  tenia,  y  visto  por  el 
dicho  teniente  el  alzamiento  del  dicho  Sagipa,  enbio  a 
dezir  a  todos  los  caciques  de  la  comarca  que  a  el  heran 
sujetos,  que  viniesen  luego  a  ser  sus  amigos;  donde  no, 
que  el  los  mataría  e  haria  guerra  a  ellos  e  a  todos  sus  des- 
cendientes; lo  qual  visto  por  los  dichos  caciques,  en  poco 
espacio  de  tiempo  vinieron  todos,  o  los  mas,  si  no  fueron 
algunos  que  con  el  estaban  aleados  en  la  sierra,  entre  los 
qualesvino  un  sobrino  suyo  que  se  dize  Chia,  a  quien  el 
teniente  hizo  mucha  honrra,  el  qual  asi  mesmo  dezia  que 
la  herencia  y  señorio  del  Vogota  muerto  le  pertenecía , 
porque  decia  ser  suya;  este  Chia  es  señor  por  si,  que  nen- 
guno puede  ser  Vogota  si  primero  no  es  cacique  de  Chia, 
que  es  costumbre  ya  antigua  entre  ellos  que  en  muriendo 
el  Vogota  hacen  a  Chia,  Vogota,  y  luego  se  elixe  otro  que 
sea  Chia,  y  mientras  que  es  Chia  no  señorea  otros  caci- 
ques ningunos  mas  de  vn  pueblo  que  el  tiene  adonde 
rreside. 

Estando  el  real  en  este  valle  de  Vogota  tuvimos  nueva 
de  vna  nación  de  mujeres  que  viven  por  si,  sin  vevir  yn- 
dios  entre  ellas,  por  lo  qual  las  llamamos  amazonas,  y 
que  de  ciertos  esclavos  que  compran  se  enpreñan,  y  si 
paren  honbres  los  envian  a  sus  padres,  y  si  son  mugeres 
crianlas;  dicen  que  no  se  sirven  de  los  esclavos  mas  de 
hasta  enpreñarse  dellos,  que  luego  los  tornan  a  enviar,  y 
asi  a  tiempos  los  tienen  y  los  enbian.  Visto  por  el  te- 
niente tal  novedad  en  tal  tierra  como  esta,  enbio  a  su  her- 
mano con  alguna  gente  de  pie  y  de  cavallo  a  que  viese  si 
hera  asi  lo  que  los  yndios  nos  decian;  no  pudo  allegar  a 
ellas  por  las  muchas  sierras  de  montaña  que  avia  en  el 
camino,  aunque  allego  a  tres  o  quatro  jornadas  dellas, 


—  65  — 

teniendo  siempre  mas  noticia  que  las  avia,  e  que  heran 
muy  rricas  de  oro,  e  que  dellas  se  trae  el  mesmo  oro  que 
ay  en  esta  tierra  y  en  la  de  Tunja;  por  este  camino  se 
descubrieron  valles  de  grandes  poblaciones  y  muy  rricos. 
Después  de  buelto  desta  jornada,  biendo  el  teniente  y 
nosotros  que  hera  bien  que  Vuestra  Magestad  supiese 
los  servicios  que  en  esta  tierra  se  le  avian  hecho  y  hazian, 
determino  de  yr  en  persona  con  algunas  personas  que 
con  el  van  a  vesar  las  rreales  manos  de  Vuestra  Mages- 
tad, y  hacer  la  rrelacion  de  todo  lo  que  acá  avia  pasado, 
para  lo  qual  hizo  hacer  partes  del  oro  y  piedras  que  en 
esta  tierra  se  avian  ávido,  que  hasta  entonces  heran  cien-     Parten  el  oro' 
to  e  noventa  e  vn  mili  e  doscientos  e  noventa  e  quatro 
pesos  de  oro  fino,  e  de  oro  bajo  treynta  e  siete  mili  e 
ducientos  e  ochenta  e  ocho;  de  otro  oro  baxo  diez  e  ocho 
mili  e  trescientos  e  noventa  pesos,  e  mili  e  ochocientas 
e  quinze  piedras  esmeraldas  de  todas  suertes;  de  todo  esto 
se  pago  el  quinto  a  Vuestra  Magestad,  y  lo  demás  se 
partió  entre  la  gente,  y  cupieron  a  quinientos  y  diez  pesos 
de  oro  fino  y  cinquenta  e  siete  pesos  de  oro  baxo  y  cinco 
piedras  esmeraldas  por  parte. 

Como  ya  se  publicaba  que  el  teniente  se  queria  yr, 
viendo  Bogotá  el  buen  tratamiento  que  a  todos  los  caci- 
ques que  venian  de  paz  se  les  hazia,  y  viendo  la  mala 
vida  que  el  tenia  en  estar  alzado  y  fuera  de  su  Casa,  y 
matándole  y  prendiéndole  muchos  de  sus  yndios,  deter- 
mino de  venir  a  ver  el  dicho  teniente,  al  qual  se  le  hizo 
toda  la  honrra  y  buen  tratamiento  que  se  le  pudo  hacer, 
e  quedo  debaxo  de  la  obediencia  de  Vuestra  Magestad, 
el  qual  viendo  el  buen  tratamiento  que  se  le  avia  hecho, 
rrogo  al  teniente  que  le  diese  alguna  gente  para  yr  con- 
tra unos  yndios  enemigos  suyos  que  heran  panches,  cer- 

5 


—  66  — 

ca  de  aqui,  a  los  quales  el  dicho  teniente  fue,  asi  por 
agradalle  como  por  mas  confirmar  la  paz7  y  para  que 
viese  que  heramos  amigos  de  nuestros  amigos,  y  a  la 
buelta  le  dixo  que  pues  hera  nuestro  amigo,  avia  de  ha- 
cer obras  de  amigo;  que  ya  sabia  como  Vogota  su  tio, 
el  pasado,  fue  enemigo  nuestro,  y  en  esta  enemistad  le 
aviamos  muerto;  por  tanto,  que  el  oro  y  piedras  que  el 
dicho  Vogota  tenia  hera  de  Vuestra  Magestad  y  de  los 
españoles  vuestros  vasalros;  que  lo  hiciese  traer  y  nos  lo 
diese,  pues  eran  bienes  de  nuestro  enemigo,  y  que  lo 
demás  de  su  señorío  de  la  tierra,  sirviendo  a  Vuestra  Ma- 
gestad, como  devia,  se  lo  dexaba;  al  qual  rrespondio 
que  el  no  lo  tenia,  e  que  su  tio  lo  avia  dexado  y  rrepar- 
tido  en  muchas  partes,  y  después  dixo  que  el  lo  tenia; 
visto  por  el  teniente  como  andava  desvariando,  lo  traxo 
al  rreal  consigo  e  le  dio  una  casa  en  qu'  estuviese  con  su 
guarda  que  de  christianos  le  puso,  y  le  dixo  que  hiciese 
traer  el  oro  y  piedras  que  de  su  lio  tenia;  si  no,  que  no 
le  dexaria  ir  de  alli  hasta  que  lo  diese;  viendo  esto  el  di- 
cho Vogota  dixo  que  en  veinte  dias  daria  una  casa  pe- 
queña que  estava  junto  a  la  suya  llena  de  oro  y  muchas 
piedras,  en  la  qual  casa  se  hizo  todo  el  buen  tratamiento 
que  se  le  pudo  hacer,  dándole  sus  yndios  e  yndias  que 
le  sirviesen;  conplidos  los  veinte  dias  que  avia  quedado, 
no  traxo  nada  de  lo  que  avia  dicho;  visto  esto  por  el  te- 
niente, le  dixo  que  avia  sido  muy  mal  hecho  hacer  burla 
de  los  christianos,  e  que  no  lo  avia  de  hazer  asi,  a  lo  qual 
dixo  que  todavia  lo  haria  traer  e  que  lo  andavan  ayun- 
tando, lo  qual  pareció  ser  bien  mentira  y  que  nos  traya 
en  palabras,  por  lo  qual  el  teniente  determino  de  dexarle 
en  unos  grillos  y  seguir  su  viaje  para  dar  cuenta  a  Vuestra 
Magestad,  e  ansi  se  partió  dexando  en  su  lugar  a  su  her- 


—  67  — 

mano  Hernán  Pérez,  e  caminó  hasta  vn  pueblo  que  se 
dixo  Tinjaca,  y  de  alli  determino  de  ir  en  persona  a  ver  las 
minas  de  las  piedras,  para  dar  mas  verdadera  rrelacion  a     Hernán  perez, 

ir  ,         n/t  .iíiii  1  ii-i  111        ha-mano  del  te- 

Vuestra  Magesíad  dellas,  dexando  en  el  dicho  pueblo  la  „ienie. 
gente  que  llevaba,  y  llevo  consigo  tres  o  quatro  de  a  ca- 
vallo  y  las  vio  donde  y  como  se  sacan  las  dichas  piedras, 
de  lo  qual  Vuestra  Magesíad  sera  informado  del  mesmo 
teniente  y  de  otras  personas  que  el  servicio  de  Vuestra 
Magestad  desean. 

Buelto  de  las  dichas  minas,  tornándose  a  juntar  con  la 
otra  gente  para  seguir  su  jornada  del  pueblo  de  la  Tora, 
a  donde  avia  de  acer  los  vergantines  para  yr  el  rrio  avajo 
hasta  Santa  Marta,  supo  nuevas  muy  estrañas  de  la  tierra 
en  qu'  estamos,  que  son  las  de  las  mugeres  susodichas, 
que  es  innumerable  el  oro  que  tienen,  y  también  de  una 
provincia  qu'  está  a  la  vertiente  de  los  llanos,  a  donde  no 
se  pudo  salir,  que  se  dice  Menza,  en  la  qual  provincia 
dicen  los  yndios  que  ay  una  gente  muy  rrica  y  que  tie-  Amazonas. 
nen  una  casa  dedicada  al  Sol,  donde  hacen  ciertos  sa- 
crificios e  cerimonias.  e  que  tienen  en  ella  ynfinidad  de 
oro  y  piedras,  y  viven  en  casas  de  piedra,  e  andan  ves- 
tidos e  calcados,  y  pelean  con  langas  y  porras,  y  tam- 
bién nos  dixeron  quel  Bogotá  qu'  esíava  preso  tenia 
una  casa  de  oro  y  piedras  en  mucha  cantidad;  lo  qual 
visto  por  el  dicho  teniente  y  los  que  con  el  yban  tantas 
novedades  y  tan  grandes,  a  todos  nos  pareció  que  se- 
ria mas  servicio  de  Vuestra  Magestad  yr  a  ver  las  partes 
dichas  e  llevarle  mas  verdadera  rrelacion,  aunque  se  tar- 
dase en  ello  un  año  mas,  y  ansi  nos  volvimos  al  valle  de 
Bogotá,  donde  queda  va  el  rreal. 

Llegados  al  dicho  valle,  el  teniente  hizo  cierta  ynfor- 
macion  contra  el  dicho  Bogotá,  que  esta  va  preso  con 


—  6S  — 

muchos  señores  de  la  tierra,  por  la  qual  se  hallo  que  te- 
nía un  bohío  y  mas  de  oro,  y  muchas  piedras  esmeral- 
das, lo  qual  se  le  demando  haziendole  algunas  premias 
para  que  lo  diese,  e  dixo  que  lo  daria  e  no  lo  dio,  por- 
que después  que  sus  yndios  lo  vieron  preso  y  algo  mal- 
tratado se  alearon  con  ello,  de  manera  que  como  hera 
yndio  gran  señor  y  delicado,  con  poco  trabajo  que  paso 
murió  en  la  prisión,  y  ansi  se  quedo  su  rriqueza  sin  pa- 
recer hasta  agora,  porque  todos  los  mas  prencipales  su- 
yos e  sus  yndios  con  el  dicho  oro  están  aleados  en  vna 
sierra  y  hechos  fuertes,  y  avn  dicen  los  naturales  déla 
tierra  que  ya  tienen  otro  Bogotá  hecho  a  quien  obedecen 
y  tienen  por  señor. 
Panekes.  Dende  a  pocos  dias  fue  el  teniente  a  los  panches  por 

rruego  de  vn  cacique  amigo  nuestro,  para  satisfacerle 
de  algunos  daños  que  dellos  avia  rrescibido;  en  la  dicha 
jornada  se  descubrió  el  rrio  Grande  que  antes  aviamos 
visto  en  Neyba  y  es  el  mesmo  que  va  a  Santa  Marta;  es- 
tara hasta  veinte  leguas  desta  ciudad  de  Santa  Fee,  que 
fue  harto  bien  para  esta  tierra,  a  cavsa  que  se  pueden 
hacer  vergantines  en  que  en  diez  o  doze  dias  vayan  a 
Santa  Marta,  e  poder  traer  también  por  el  los  basti- 
mentos que  en  esta  tierra  sean  necesarios;  en  esta  jor- 
nada se  vieron  de  la  otra  parte  del  rrio,  hasta  quatro 
o  cinco  leguas  del,  unas  sierras  nevadas  grandes  que 
prolongan  el  rrio  arriba  e  abajo;  preguntado  a  los  yndios 
que  gente  bevia  en  aquellas  sierras,  dixeron  que  hera 
gente  como  la  del  valle  de  Bogotá,  e  que  heran  muy  rri- 
cos  porque  tenían  vasijas  de  oro  y  plata,  donde  eran 
ollas  y  otras  cosas  de  su  servicio,  en  lo  qual  se  certi- 
fica van  mucho;  creemos  ser  asi  porque  en  el  rrio  ay  oro 
y  muy  fino,  y  con  esta  nueva  y  con  aver  hecho  algún 


—  Q9  — 

daño  en  los  panches  se  volvió  a  Bogotá,  adonde  estaba 
el  rreal. 

Dende  a  pocos  dias,  con  la  nueva  que  de  las  dichas 
sierras  trayamos,  estando  todos  ya  poblados  en  el  pueblo 
que  los  yndios  nos  hacían  para  que  en  el  poblásemos,  al 
qual  le  llamamos  la  cibdad  de  Santa  Fee,  acordó  el  te- 
niente de  enbiar  a  su  hermano  con  la  gente  de  a  pie  y  de 
a  cavallo  que  le  parescio  que  convenia  para  la  dicha  jor- 
nada de  las  dichas  sierras  nevadas,  por  estar  como  esta- 
van  tan  cerca  deste  valle;  yvan  tan  bien  adregados  y  de 
tan  buena  gana  como  si  entonces  salieran  de  la  mar,  con 
tanto  deseo  de  servir  a  Vuestra  Magestad  como  es  rrazon; 
dende  a  seis  dias  que  se  partieron  deste  valle  tovimos 
nueva  de  algunos  yndios  como  por  el  rrio  Grande  abaxo 
yban  muchos  christianos  de  a  pie  y  de  a  cavallo,  de  lo 
qual  no  poco  maravillados  por  ser  en  parle  tan  estraña, 
determino  el  teniente  que  su  hermano  se  volviese  con  la 
gente  que  lleva  va  y  que  se  fuese  a  ver  que  gente  hera, 
y  asi  envió  a  llamar  a  su  hermano  y  se  bolvio,  y  luego 
después  de  buelto,  teniéndose  mas  fresca  la  nueva,  lo 
torno  a  enbiar  con  doze  de  a  cavallo  y  otros  tantos  de  a 
pie  para  que  pasasen  el  rrio  y  fuesen  en  su  busca  hasta 
topar  con  ellos  y  saber  que  gente  hera,  lo  qual  se  hizo,  y 
no  con  poco  trabajo  por  cavsa  del  rrio,  y  se  supo  como 
era  gente  del  Piru  y  venían  debaxo  de  la  gouernacion 
de  don  Francisco  Pizarro,  y  írayan  por  capitán  a  Sevas- 
tian  de  Venalcazar,  como  Vuestra  Magestad  mas  larga- 
mente sera  ynformado. 

Buelta  la  gente  a  este  pueblo  nuestro  con  la  nueva  de 
los  christianos  y  quienes  heran,  dende  a  ocho  dias  tovi- 
mos nueva  como  el  dicho  Sevastian  de  Venalcazar  pasa- 
va  el  rrio  y  se  venia  a  este  valle  de  Vogota;  junto  con 


Picíblase  Santa 
Fee. 


S eb  as  ti  a?i  (fe 
Benalcazar 


—  70  — 

esto  a  vna  sazón  supimos  come  por  la  parte  de  los  llanos 
a  donde  no  aviamos  podido  salir,  que  es  hazia  donde 
sale  el  sol,  venian  otros  christianos  que  heran  muchos  y 
trayan  muchos  cavallos,  de  lo  qual  no  poco  espantados, 
no  pensando  quienes  podrian  ser,  se  enbio  a  saber  quie- 
nes heran,  porque  decían  que  estávan  tan  cerca  de  nos- 
otros qu'  estarían  hasta  seis  leguas,  y  supimos  como  hera 
NUoiao  Frede-  ja  gente  de  Venecuela  que  avian  salido  con  Nicolao  Fe- 
dreman,  al  qual  trayan  por  su  teniente  y  general,  y  en- 
tre ellos  venian  alguna  gente  que  decian  ser  de  Cuba- 
gua,  de  los  que  se  avian  aleado  a  Gerónimo  Artal,  los 
quales  venian  tan  trabajados  y  fatigados,  asi  del  mu- 
cho camino  y  mala  tierra,  como  de  ciertos  paramos  des- 
poblados y  frialdades  que  avian  pasado,  que  con  poco 
trabaxo  mas  pudiera  ser  perecer  todos;  en  nuestro  campo 
hallaron  todo  el  buen  rrecogimiento,  comida  y  vestidos 
que  hubieron  menester  para  reformar  sus  personas,  de  lo 
qual  Vuestra  Magestad  sera  mas  ynformado. 

A  esta  sazón  y  tiempo  estava  el  dicho  Nicolao  Frede- 
man  con  su  rreal,  y  el  dicho  Sevastian  de  Venalcazar 
con  el  suyo,  y  nosotros  en  el  valle  de  Vogota  en  nues- 
tro pueblo,  todos  en  triangulo  de  seis  leguas,  sabiendo 
todos  los  vnos  de  los  otros;  cosa  es  que  Vuestra  Ma- 
gestad y  todos  los  que  lo  supieren  lo  teman  a  gran  ma- 
ravilla, juntarse  yendo  de  tres  gouernaciones,  como  es 
la  del  Piru,  Venecuela  y  Santa  Marta,  en  una  parte  tan 
lejos  de  la  mar,  asi  de  la  del  Sur  como  de  la  del  Nor- 
te; plega  a  nuestro  Señor  sea  para  mas  servicio  suyo 
y  de  Vuestra  Magestad.  Estando  todos  tres  rreales  en 
triangulo,  aviendo  mensageros  de  unas  partes  a  otras,  y 
mirando  todos  lo  que  mas  servicio  seria  de  Vuestra  Ma- 
gestad, se  concertó  nuestro  teniente  con  Nicolao  Frede- 


71 


man  y  con  Sevastian  de  Venalcazar  para  que  quedando 
toda  la  gente  de  Venecuela  y  alguna  de  la  del  Piru  en 
este  Nuevo  Reyno  de  Granada  e  gouernacion  de  Santa 
Marta  con  una  persona  que  los  tuviese  en  paz  y  con  jus- 
ticia, todos  tres  tenientes  juntos  se  fuesen  al  rrio  Grande 
abaxo  a  vesar  las  rreales  manos  de  Vuestra  Magestad  y 
dalle  cuenta  y  rrelacion  cada  vno  por  si  de  lo  que  en 
vuestro  servicio  les  avia  sucedido  en  el  viaje  que  cada 
vno  avia  hecho;  Vuestra  Magestad  puede  tener  por  cierto 
que  asi  Nicolao  de  Fredeman  como  el  capitán  Sevastian 
de  Venalcazar  traen  grandes  noticias  de  rrica  tierra  que 
ay  en  este  Nuevo  Reyno;  puede  Vuestra  Magestad  creer 
que  ansy  la  ay  y  se  hallara  de  aqui  adelante,  a  cavsa  de 
estar  la  tierra  de  paz,  y  con  razonable  numero  d'  espa- 
ñoles y  cavallos  para  la  descubrir  y  buscar. 

Después  de  hecho  este  dicho  concierto,  viendo  nues- 
tro teniente  como  en  esta  tierra  quedavan  hasta  quatro- 
cientos  honbres  y  ciento  y  cincuenta  cavallos,  pareció  a  el 
y  a  todos  que  convenia  al  servicio  de  Vuestra  Magestad 
poblarse  en  esta  cibdad  de  Santa  Fee  otros  dos  pue- 
blos: el  uno  quedava  poblado  en  un  valle  que  llaman  de 
la  Grita,  qu'  estara  bien  treynta  leguas  desta  cibdad  de 
Santa  Fee;  el  otro  no  queda  poblado,  mas  ase  de  poblar 
en  la  provincia  de  Tunja;  creemos  que  se  poblara  presto, 
porque  el  teniente  ansi  lo  dexa  mandado;  poblándose 
este  estarán  todos  tres  pueblos  en  termino  de  cinquenta 
leguas,  y  hecho  esto  quedara  gente  para  descubrir  lo  que 
esta  a  la  rredonda,  hasta  tanto  que  Vuestra  Magestad  pro- 
vea lo  que  convenga  a  su  rreal  servicio,  los  quales  pue- 
blos an  poblado  en  nombre  de  Vuestra  Magestad,  de- 
xando  en  cada  uno  dellos  la  justicia  y  rregimiento  que 
al  teniente  pareció  convenia  para  el  pro  y  bien  de  cada 


Concierto. 


Con  ciertanse 

los  capitanes. 


Tun.ja 
La  Grita, 


—  72  — 

vno  dellos;  demás  desto  pareció  a  el  e  a  nosotros  que 
para  mas  bien  de  los  naturales  de  la  tierra,  y  aun  que 
así  convenia  al  servicio  de  Vuestra  Magestad,  que  esta 
tierra  se  depositase  en  personas  que  lo  mereciesen  y  lo 
oviesen  trabaxado  en  la  conquista  e  pacificación  y  des- 
cubrimiento della,  para  que  les  den  de  comer  y  vestir  y 
otras  cosas  nescesarias  para  su  servicio,  lo  qual  se  hizo, 
y  se  depositaron  algunos  caciques  en  las  personas  dichas 
hasta  tanto  que  Vuestra  Magestad  provea  lo  que  conven 
ga  a  su  rreal  servicio;  y  también  se  hizo  porque  le  pare- 
ció al  dicho  teniente  e  a  nosotros  convenia,  asi  para  la 
perpetuación  de  la  tierra,  dexando  por  depositar  los  ca- 
ciques mayores  señores  de  la  tierra  hasta  tanto  que  Vues- 
tra Magestad  provea  en  ello  lo  que  mas  convenga  a  su 
servicio,  los  quales  caciques  son,  el  vno  el  cacique  que 
llaman  Vogota,  y  ei  otro  el  cacique  que  llaman  Tunja,  y 
el  otro  Somindoco;  este  es  el  que  es  señor  de  las  minas 
de  las  piedras;  estos  quedan  ansi  libres  hasta  que  Vuestra 
Magestad  provea  en  ello  lo  que  convenga  a  su  servicio. 
Todo  lo  susodicho  ha  pasado  hasta  el  dia  de  oy,  asi  en 
el  camino  desde  Santa  Marta  aqui,  como  en  la  conquis- 
ta y  pacificación  deste  su  Nuevo  Reyno,  dexando  otras 
particularidades  que  son  de  poca  ymportancia  de  que  se 
pueda  dar  quenta  a  Vuestra  Magestad,  mas  de  que  esta 
tierra,  todo  lo  que  della  hemos  visto,  es  tierra  sana  en 
gran  manera,  porque  después  qu'  estamos  en  ella,  que 
puede  aver  dos  años  e  mas,  no  nos  ha  faltado  honbre 
de  dolencia  nenguna;  es  bien  bastecida  de  carne  de  ve- 
nados que  se  matan  en  cantidad,  y  de  otra  como  cone- 
xos, que  llaman  curis,  se  matan  sin  numero,  demás  de  la 
mucha  carne  de  puerco  que  de  aqui  adelante  avra,  que 
los  trayan  la  gente  que  vino  del  Piru,  que  dexaron  en 


—  73  - 

este  Nuevo  Reyno  mas  de  trescientas  cabezas,  todas  hem- 
bras y  preñadas;  ay  mucho  pescado  en  los  rrios,  y  algu- 
nas frutas  de  la  tierra;  también  se  darán  las  de  España 
por  ser  la  tierra,  como  es,  muy  tenplada  y  fresca;  en  al- 
gunas partes  della  se  coxe  el  maiz  en  ocho  meses  del  año 
en  cantidad;  esta  tierra  es  pelada  en  las  lomas;  en  los 
llanos  ay  poca  leña,  si  no  es  en  las  vertientes  de  las  sie- 
rras; en  todas  partes  la  gente  della  andan  vestidos  de 
rropa  de  algodón,  diferente  de  la  de  Santa  Marta  y  de 
la  del  Piru;  es  muy  buena,  pintada  de  pinzel  la  mas 
della;  los  hedeficios  son  de  paja,  muy  grandes,  en  espe- 
cial las  casas  de  los  señores,  que  son  cercadas  de  dos  y 
tres  cercas  a  manera  de  aposentos;  es  cosa  mucho  de  ver 
por  ser  de  paja;  los  señores  que  ay  en  la  tierra  son  muy 
rrespetados  y  tenidos  de  sus  yndios,  en  tanta  manera  que 
quando  an  de  pasar  algunos  yndios  cabo  ellos,  an  de  ser 
yndios  prencipales,  y  esto  an  de  yr  la  cabega  muy  baja, 
a  manera  de  muy  grande  obediencia;  son  ydolatras;  ha- 
cen sacrificios  al  Sol,  de  mochachos,  e  papagayos  y  otras 
aves;  queman  piedras  esmeraldas  y  dicen  que  quanto 
mayor  es  el  señor,  tanto  le  es  mas  honrra  quemar  las  me- 
jores piedras  para  el  Sol;  tienen  otras  mañas  de  cerimo- 
nias  gentílicas;  es  tierra  en  muchas  partes  della  apareja- 
da para  muy  rricas  minas,  y  los  yndios  de  mucho  servi- 
cio y  domésticos;  son  gente  que  quieren  paz,  y  no  gue- 
rra, porque  aunque  son  muchos,  son  de  pocas  armas  y 
no  ofensivas. 

Los  yndios  panches,  que  están  entre  el  rrio  Grande  y 
esta  tierra  de  Vogota,  son  yndios  muy  belicosos  y  gue-     ~Panch.es. 
rreros;  tienen  muchas  armas  de  flechas  y  hondas  y  dar- 
dos y  macanas  a  manera  despadas;  tienen  rodelas;  de  to- 
das estas  armas  se  aprovechan  quando  hazen  guerra;  có- 


_  74  — 

mense  unos  a  oíros,  y  aun  crudos,  que  no  se  les  da  mu- 
cho por  asarlos  ni  cocerlos,  aunque  sean  de  su  mesma 
nación  y  pueblos;  andan  desnudos  por  la  mucha  calor 
de  la  tierra;  estos  panches  y  los  yndios  de  Vogota  se  ha- 
zen  cruel  guerra,  y  si  ios  panches;  toman  yndios  de  los 
de  Vogota,  o  los  matan  o  los  comen  luego,  y  si  los  de 
Vogota  matan  o  toman  algunos  dellos,  traen  las  cabecas 
a  su  tierra  e  pénenlas  en  sus  oratorios,  y  los  muchachos 
que  traen  vivos  súbenlos  a  los  cerros  altos  y  alli  hacen 
dellos  ciertas  cerimonias  y  sacreficios,  cantan  muchos 
dias  con  ellos  ai  Sol,  porque  dicen  que  la  sangre  de 
aquellos  muchachos  come  el  Sol  y  la  quiere  mucho,  y 
se  huelga  más  del  sacreñcio  que  le  hazen  de  muchachos 
que  no  de  honbres. 

En  doze  de  mayo  de  mili  y  quinientos  y  treynta  e  nue- 
ve años,  aviendo  nosotros  de  venir  a  dar  quenta  a  Vues- 
tra Magestad,  como  sus  oficiales,  juntamente  con  el  li- 
cenciado Goncalo  Giménez,  el  dicho  licenciado  nombro 
oficiales  por  Vuestra  Magestad,  a  los  quales  queda  en 
poder  la  caxa  que  nosotros,  como  oficiales  de  Vuestra 
Magestad,  teníamos  en  este  Nuevo  Reyno,  la  qual  caxa 
queda  en  poder  de  los  dichos  oficiales,  y  dentro  della  el 
oro  que  a  Vuestra  Magestad  a  pertenecido  por  su  quinto, 
que  es  veinte  e  nueve  mili  e  cien  pesos  de  oro  fino,  e 
£igu¿ní.  ocj10  ^jjj  e  ochocientos  pesos  de  oro  baxo,  e  cinco  mili 
e  seiscientos  pesos  de  chafalonía,  para  lo  qual  el  dicho 
teniente  les  tomo  naneas,  ansi  de  lo  que  les  queda  en 
poder,  como  de  lo  que  mas  se  uviere  adelante. 

El  teniente  se  parte  en  este  mesmo  dia  a  dar  quenta  a 
Vuestra  Magestad;  lleva  ademas  de  lo  que  en  este  otro 
capitulo  dize  que  queda  en  la  caxa,  honze  mili  pesos  de 
oro  fino  para  que  Vuesíra  Magestad  vea  la  muestra  del 


—  75— 

oro  desta  tierra;  demás  desto  lleva  todas  las  piedras  es- 
meraldas que  asta  agora  a  Vuestra  Magestad  an  pertenes- 
cido  de  sus  quintos  rreales,  que  son  quinientas  y  sesenta 
y  dos  piedras  esmeraldas,  en  las  quales  ay  muchas  que 
se  cree  ser  de  muy  gran  valor. 

Lo  qual  todo  pasado,  el  dicho  teniente  e  capitanes 
arriba  dichos,  e  nosotros  con  hasta  treynta  honbres  mas, 
benimonos  enbarcar  al  rrio  Grande  a  un  pueblo  que  se 
dize  Guataqui,  a  donde  nos  metimos  en  dos  vergantines 
que  alli  hecimos,  e  veniendo  el  rrio  abaxo  hasta  treynta 
leguas  hallamos  un  rraudal  grande  de  rrio,  el  qual  con 
mucho  trabaxo  e  rriesgo  de  nuestras  personas  pasamos,  y 
dende  en  doze  dias  siguientes  llegamos  a  la  boca  del  rrio 
a  la  mar,  y  saliendo  para  irnos  a  la  cibdad  de  Santa  Mar- 
ta, donde  aviamos  salido,  nos  dio  un  tiempo  de  brisa  re- 
cio y  creímos  perder  alli  vno  de  los  dichos  vergantines, 
e  arribamos  con  el  tiempo  a  esta  cibdad  de  Cartagena,  a 
donde  manifestamos  el  oro  que  trayamos  por  nuestro  re- 
gistro, al  juez  y  oficiales  de  Vuestra  Magestad,  los  quales 
nos  fundieron  y  marcaron  todo  el  oro  e  dieron  todo     suelven  a  sa»- 

1  •  1      t  r  n  /r  j  .la,  Marta  a  8  de 

aviamento  como  al  servicio  de  Vuestra  Magestad  convie-  yunOIS9i3. 
ne,  y  de  aqui  todos  juntos  nos  partiremos  a  ocho  deste 
mes  de  julio  en  una  nao  que  al  presente  esta  en  este 
puerto,  que  va  a  los  rreynos  d'  España.  Plega  a  nuestro 
Señor  Dios  que  siempre  las  victorias  de  Vuestra  Mages- 
tad vayan  en  crecimiento  de  muchos  mas  rreynos  e  señó- 
nos, e  aumento  de  nuestra  santa  fe  católica. 

Sacra,  Católica,  Cesárea  Magestad. 

Criados  y  vasallos  de  Vuestra  Magestad  que  sus  Reales 
pies  y  manos  besan, 

Joan  de  San  Martin. 

Antonio  de  Librixa. 


VIII 

RELACIÓN  DEL  DESCUBRIMIENTO  Y  POBLACIÓN 
DE  LA  PROVINCIA  SANTA  MARTA         ^ 

{Archivo  genera/ de  Indias,  de  Sevilla.  — Est.  i°,  caj.  i.°,  legajo  i*) 

Después  que  se  descubrió  la  ysla  Española,  que  se  dize 
la  isla  de  Santo  Domingo,  empegaron  de  alli  a  salir  en  na- 
bios  a  rescatar  con  los  yndios  por  la  costa  de  Tierra  Fir- 
me, donde  fueron  descubriendo  todas  las  gobernaciones 
y  islas  que  al  presente  están  pobladas,  descubrieron  a 
Santa  Marta  con  todas  las  mas  gobernaciones. 

Santa  Marta  es  tierra  que  la  gente  della  es  la  mas  veli- 
cosa  que  ay  en  todas  las  Yndias;  pelean  con  frechas  con 
yerva,  qu'  en  yriendo  al  cristiano,  tura  muy  poco;  ay 
yerua  de  a  XIIII.0  oras,  y  ay  otra  de  a  XXIIII.0,  y  ay  otra 
de  a  tres  dias,  y  otra  de  a  cinco,  y  otra  de  a  mas,  y  se- 
gún se  tiene  por  noticia  y  espiriencia,  quanto  tienpo  a  qu' 
es  echa  la  yerua  tanto  tienpo  tura  el  que  yeren  con  ella. 

La  tierra  en  sy  es  muy  rica  de  oro,  según  se  tiene  por 
noticia  y  espiriencia,  y  si  la  tierra  estubiese  pacifica,  sa- 
carse hia  en  la  mayor  parte  della  muy  gran  cantidad  de 
oro  de  minas,  porque  muchos  conquistadores  della  lo 
an  bisto  por  espiriencia,  y  créese  y  tienen  por  aberigua- 
do  que  si  oviese  posibilydad  para  ello  y  podiesen  traer 
negros  en  las  minas,  sacarían  mas  oro  qu'  en  parte  nin- 
guna de  las  Yndias. 


_  77  —  • 

El  primero  gobernador  que  en  ella  aportó  fue  Pedra- 
das; salió  en  tierra  y  entro  por  ella  vna  legua  dentro;  sa- 
lieron yndios  a  el;  yrieronle  algunos  cristianos,  pocos; 
volbiose  a  enbarcar,  y  corrió  la  costa  de  alli  al  Nonbre 
de  Dios,  donde  desenvarco  con  toda  la  xente  que  lleua- 
ua;  adolecióle  mucha  y  moriole  arta  della,  y  alguna  se 
le  volbio  a  la  isla  de  Santo  Domingo  y  a  la  isla  de  Xa- 
maica,  qu'  estaua  ya  poblada  mucho  tienpo  abia  des- 
pués de  poblar  en  la  ysla  de  San  Juan  y  otra,  sin  la  de 
Santo  Domingo  y  la  de  Cuba,  y  el  quedóse  en  el  Non- 
bre de  Dios  con  la  xente  que  le  quedo,  y  de  alli  enpezo 
a  entrar  por  la  tierra  adentro  y  conquistar  asta  Nicara- 
gua, donde  le  acaecieron  munchas  cosas  largas  de  con- 
tar, y  alli  murió;  y  después  que  Pedrarias  paso  por  Santa 
Marta,  de  ay  a  ciertos  años  proueyo  Su  Magestad  a  don 
Rodrigo  de  Bastidas  por  Governador  y  Adelantado  de 
Santa  Marta;  era  vecino  de  la  ciudad  de  Santo  Domin- 
go; partióse  de  alli  con  xente  a  poblar  a  Santa  Marta; 
lleuaba  por  su  capitán  y  teniente  a  vn  Billafuerte;  apor- 
taron en  el  mismo  puerto  de  Santa  Marta,  donde  salió 
el  mismo  gouernador  y  toda  la  xente  que  consigo  lleua- 
ua  en  tierra  en  el  mismo  puerto  de  Santa  Marta,  donde 
salido  en  tierra  enpeeo  luego  a  descargar  asy  cauallos 
como  lo  demás  que  para  sus  prouisiones  lleuaua;  apo- 
sentóse alli  en  vnas  casillas  que  alli  tenían  vnos  yndios 
pescadores,  las  casas  de  paxa;  enpezo  luego  toda  la  jen- 
te  asentarse  y  aposentarse  lo  mexor  que  pedieron,  y  el 
governador  ajuntó  su  jente  e  yco  luego  alcaldes  y  rexi- 

dores  que  fueron  (1) y  echo  esto  percuro  azer  amistad 

con  vnos  yndios  de  vn  pueblo  que  llaman  Gaira,  poco 

(i)    En  blanco. 


—  78  — 

mas  de  vna  legua  de  la  ciudad  de  donde  el  abia  pobla- 
do, y  de  alli  se  fue  a  vn  pueblo  grande  que  llaman  Bon- 
da,  que  es  entre  Santa  Marta  y  Bóndigua,  legua  y  media 
de  la  mar;  de  alli  paso  hasta  Bóndigua,  que  serán  seis 
leguas  y  media  o  siete  de  Santa  Marta  hazia  el  Leste,  y 
vna  legua  de  la  mar,  y  por  alli  ubo  algún  oro  de  los  yn- 
dios,  y  se  boluio  con  su  xente  y  con  el  a  Santa  Marta,  y 
estando  en  Santa  Marta  una  noche  en  su  cama  le  dieron 
de  puñaladas;  dizen  que  fue  su  teniente  y  capitán  Billa- 
fuerte,  y  vn  Samaniego  y  vn  Sierra  y  vn  Porras,  capita- 
nes, y  otros  muchos  que  yban  con  ellos;  saliéronse  luego 
y  dexaron  al  gouernador,  que  se  auia  dexado  caer  de  la 
cama  haziendose  muerto,  y  ellos  ansy  lo  pensaron,  y  des- 
pués que  ellos  fueron  salidos  y  el  gouernador  no  sintién- 
dolos, comenco  a  llamar  y  le  acudieron  mucha  gente, 
entre  los  quales  acudió  vn  soldado  que  avia  alli  venido 
de  México,  dicho  Rodrigo  Alvarez  Palomyno,  el  qual 
desque  supo  lo  que  avia  pasado  del  governador,  vino  a 
su  casa  del  dicho  governador  con  vn  montante,  y  des- 
pués de  venydo  alli  púsose  a  la  puerta  del  governador, 
porque  como  el  Villafuerte  supo  como  el  governador 
era  biuo,  boluio  con  mucha  gente  diziendo  que  queria 
entrar  a  ver  al  governador,  a  quien  el  llamava  padre,  y 
el  governador  a  el  hijo;  dizen  que  con  intento  de  lo  aca- 
bar, con  dezir  palabras  lastimeras,  diziendo  que  quien 
tal  avia  hecho,  que  el  lo  avia  de  castigar,  y  el  Palomyno 
aviendose  puesto  a  la  puerta,  conociendo  la  vellaqueria 
del  Villafuerte  le  dixo:  Villafuerte,  no  podeys  entrar  vos 
acá,  ni  nadie;  y  el  Villafuerte  le  dixo:  ¿e  como  a  mi  aveis 
vos  de  quitar  la  puerta,  siendo  vuestro  Capitán  general?; 
y  el  Palomyno  le  dixo:  a  vos  y  a  quantos  quisieren  en- 
trar, no  haziendo  la  razón  la  quitare  yo  mientras  tuviere 


—  79  — 

la  vida;  y  el  Villafuerle  le  replico:  vos,  Palomyno,  no  me 
conoceys;  y  el  Palomyno  le  replico:  si  conozco,  mas  plu- 
guiera a  Dios  que  no  os  conociera;  y  asi  pasaron  a  pala- 
bras de  desafio,  diziendo  que  el  no  seria  honbre  para  sa- 
lir fuera  a  demandárselo,  y  el  si  era,  y  respondió  que  por 
entonces  no  dexaria  aquella  puerta,  y  asi  visto  esto  por 
Villafuerte  que  no  podia  entrar  por  causa  de  Palomyno, 
se  bolvio  a  su  posada  con  quantos  con  el  venyan,  y  co- 
mento a  juntar  y  juntó  la  mayor  parte  de  la  gente  que 
avia  en  la  cibdad;  y  el  governador,  sintiendo  la  rebuelta 
que  avia  fuera,  llamó  diziendo  que  ¿que  cosa  era  aque- 
lla?; y  diziendole  que  era  Villafuerte  y  otros  muchos  que 
eran  con  el,  ya  luego  le  dixeron  lo  que  avia  pasado  con 
Palomyno,  y  como  lo  avia  hecho  tan  bien,  y  visto  esto  el 
governador  llamo  a  Palomyno  y  le  dio  la  vara,  diziendo. 
le  que  el  era  su  hijo  y  que  mandava  que  todos  le  obede- 
ciesen por  su  tenyente  y  capitán  general,  y  asi  se  aprego- 
no  luego,  y  con  esto  ovo  gran  rebuelta  en  la  cibdad  de 
una  parte  y  de  otra,  y  cada  uno  procura  va  allegar  a  si  la 
mas  gente  que  podia,  y  visto  por  Villafuerte  que  su  parti-     *«&*>»•*,  u- 

&  ir  .  '  ,     *  „  niente  de  Bastí- 

do  no  y  va  bueno,  toma  la  mas  gente  que  pudo,  dellos  por  das. 
su  voluntad,  y  dellos  por  fuerga,  y  llévalos  la  tierra  den- 
tro a  buscar  su  vida  en  este  campo;  llego  al  valle  de  Upa- 
ri,  pasando  muchos  valles  y  sierras,  todo  de  guerra  y 
de  muy  mala  gente;  el  qual  yva  diziendo  mucho  mal  de 
los  christianos  porque  los  indios  le  dexasen,  y  diziendo 
que  era  enemigo  de  los  christianos  y  amigo  de  los  indios, 
y  yendo  en  este  canpo  cada  dia  perdiendo  muchos  chris- 
tianos de  los  que  llevaba,  que  los  mata  van  los  indios, 
y  visto  que  los  indios  lo  acosavan  tanto  y  que  le  falta- 
va  la  mayor  parte  de  la  gente  y  el  tenya  vn  ojo  quebra- 
do de  vn  golpe  que  con  una  macana  le  avian  dado  los 


—  80  — 

indios,  procuro  de  se  bolver  a  la  mar  a  ver  si  hallaria  al- 
gún navio  do  se  pudiese  enbarcar,  y  aporto  en  tierra  de 
la  Ramada,  en  la  costa  de  la  mar,  que  es  treinta  leguas 
de  Santa  Marta,  al  Levante,  y  aportado  alli  halló  vn  mu- 
chacho cristiano  que  avian  los  christianos  echado  alli  con 
otro  para  que  deprendiese  la  lengua,  el  qual  mogo  des- 
que lo  vido  se  holgó  con  el,  y  el  lo  rreconcilió  con  los 
indios  para  que  no  le  hiziesen  mal,  y  de  alli  toman- 
do el  muchacho  se  fue  a  Santa  Marta  a  meter  en  manos 
del  Palomyno  o  del  governador,  por  no  poder  hazer  otra 
cosa,   y  aportó   en  Santa   Marta   cerca   de  la  cibdad. 
Volviendo,  pues,  a  contar  lo  que  al  governador  aconte- 
ció después  de  la  partida  de  Villafuerte,  es  que  después 
que  el  governador  se  vido  tan  mal  herido  y  mal  quisto 
de  la  gente,  y  que  no  avia  maestro  que  bien  le  mirase, 
determyno  de  yrse  a  Santo  Domyngo,  a  morar,  pensan- 
do hallar  alli  mas  rremedio,  y  dexar  a  Palomyno  por  su 
tenyente,  y  publicólo  asi,  y  no  lo  ovo  tan  presto  publi- 
cado quando  todos  a  vna  voz  comyencan  aviar  su  parti- 
da y  aderecar  el  navio  en  que  lo  llevasen,  y  estando  las 
cosas  en  estos  termynos  arrepentiose  el  governador,  di- 
ziendo  que  se  quería  quedar  y  que  alli  se  curaría;   pues 
estando  las  cosas  asi,  viendo  el  pueblo  que  el  Governador 
se  quería  quedar  comencaron  todos  a  dezir  que  se  fuese, 
pues  lo  tenia  determynado;  si  no,  que  ellos  se  yrian  y 
lo  dexarian  soio;  y  asi,  visto  esto  por  el  Governador,  mas 
por  fuerca  que  por  grado  se  embarco  en  vn  navio,  el  qual 
fue  aportar  a  la  ysla  de  Cuba,  y  alli  lo  sacaron  en  tierra; 
el  qual  dizen  que  por  no  ser  bien  curado  murió  alli. 
Muere  Bastí-       La  causa  de  todas  estas  divisiones  y  de  lo  que  Villa- 
fuerte  hizo  fue   que   como  el  Villafuerte  vido  ser  tan 
bien  quisto  de  la  gente,  y  estar  toda  ella  mal  con  el  go- 


—  81  — 

vernador  a  causa  de  que  en  la  entrada  que  avia  hecho 
avia  traydo  cierto  oro  el  qual  no  avia  repartido  entre  la 
gente,  guardándolo  para  pagar  los  gastos  del  armada  que 
avia  hecho  para  venyr  alli,  por  estar  muy  adeudado,  y 
con  la  gente  no  tenia  cuidado  de  aquello  sino  de  lo  que 
a  ellos  cumplia,  fue  causa  que  el  Villafuerte,  viendo 
esto,  y  por  tener  codicia  de  señorear,  acometió  de  ma- 
tar al   Governador,  como  está  dicho;  y  asimesmo  la      Causa  de  ser 

.  ,  .        mal  quisto  Bas- 

gente  de  la  tierra  viéndolo  después  que  el  se  quena  tf¿«,. 
quedar  aun  en  la  tierra,  recelándose  que  no  hiziese  lo 
que  avia  hecho  en  la  primera  entrada  y  se  quedase  con 
el  oro  como  avia  hecho  antes,  lo  procuraron  echar  de  la 
tierra,  que  fue  causa  de  su  muerte,  como  dicho  tengo. 
Después  de  partido  el  Governador  Bastidas  quedo  Palo- 
myno  por  teniente,  y  el  pueblo  le  juro  por  governador. 
Fueron  en  este  tienpo  capitanes  Antonio  Ponge  de  Cas- 
tro y  Goncalo  de  Vides,  y  un  Carranga.  Estando  las  co- 
sas en  estos  termynos,  después  de  ydo  el  governador  y 
muerto,  llego  Villafuerte,  como  dicho  tengo,  cerca  de 
Santa  Marta,  y  enbio  vn  faraute  a  Palomyno,  y  el  Palo- 
myno  fue  por  el  y  lo  traxo  a  Santa  Marta  a  el  y  a  los  que 
con  el  venían,  y  de  alli  lo  enbio  preso  en  vn  navio  a  la  vnia/uerte 
ysla  de  Jamayca,  porque  enbiava  el  alli  por  bastimento  preso' 
para  la  gente,  diziendo  que  de  alli  lo  llebasen  a  Santo 
Domyngo,  y  en  la  ysla  de  Santo  Domyngo  hizieron  jus- 
ticia del  y  de  vn  capitán  dicho  Porras  que  con  el  avia 
entrado  a  matar  al  governador.  Pues  sabido  en  el  Au- 
diencia Real  lo  que  avia  pasado,  y  la  muerte  del  gover- 
nador Bastidas,  proveyeron,  hasta  que  Su  Magestad  otra  fedro  de  Va- 
cosa  proveyese,  a  vn  Pedro  de  Vadillo,  vezino  de  Santo 
Domyngo,  por  governador,  el  qual  hizo  armada  y  en- 
barcose  con  ella  llevando  por  su  tenyente  a  Pedro  de  Ere- 

6 


—  82  — 

dia,  que  agora  es  governador  de  Cartagena,  y  aporto  en  el 
puerto  de  Santa  Marta,  y  como  el  governador  Palomyno 
lo  supo  apercibióse  con  toda  la  gente,  y  mas  por  la  inpor- 
íunydad  de  la  gente  que  del,  que  todos  lo  querían  a  el  por 
governador,  y  en  llegando  que  llego  Vadillo  todos  se  pu- 
sieron en  armas  para  no  dexallo  desenbarcar,  con  sus  tiros 
y  munycion  toda  a  punto;  Vadillo  tomó  puerto  y  echo  an- 
clas, pero  nunca  oso  salir  por  el  peligro  que  vido;  y  como 
Eredia  era  amygo  del  Palomyno,  y  que  lo  conocía  de 
México,  atrevióse  a  salir  en  tierra  a  hablar  con  Palomy- 
no, dizen  que  yva  con  mal  pensamiento  para  lo  matar  si 
hallase  en  la  gente  de  la  tierra  aparejo  para  ello  con  da- 
divas y  promesas  que  les  avia  de  hazer.  Estava,  pues,  en 
la  tierra,  un  Hernán  Vaez,  baliente  honbre,  portugués, 
que  avia  andado  mucho  tienpo  en  las  armadas  que  enbia- 
van  los  de  Santo  Domyngo  a  Tierra  Firme  a  tomar  yn- 
dios,  y  este  era  capitán  de  soldados  en  Santa  Marta,  y 
dizen  que  el  Eredia  trato  con  el  diziendo  que  estotro  ve- 
nya  proveydo  por  governador,  y  que  no  queriendo  darle 
la  obidiencia,  pues  Su  Magestad  lo  mandava,  que  licita- 
mente podia  matar  a  Palomyno,  y  mas  siendo  el  dicho 
Palomyno  governador  por  el  pueblo  y  no  por  el  Rey;  asi 
que  dizen  que  entre  el  Eredia  y  otros  de  la  tierra  con- 
certaron que  el  dicho  Fernán  Vaez  matase  al  dicho  Palo- 
myno; esto  vino  a  saber  Palomyno,  y  como  la  mayor 
parte  del  pueblo  quería  mucho  a  Palomyno,  por  ser  bien 
quisto  de  todos,  echa  mano  la  justicia  de  Fernán  Vaez, 
capitán,  a  boz  de  todos,  y  préndenle,  y  preso  se  rrecogió 
Eredia  a  los  navios  de  su  governador,  y  determynan  los 
de  la  tierra  de  echallos  del  puerto;  y  ellos,  visto  esto  al- 
earon velas  y  fueronse  a  vn  puerto  de  Chogaira  la  rroba- 
da,  porque  aquel  puerto  y  pueblo  avian  los  cristianos  ga- 


—  83  — 

nado  a  tres  leguas  de  Santa  Marta,  hazia  la  Ramada,  y 
algadas  las  velas  el  Palomyno  fue  a  la  cárcel  a  ver  a  Fer- 
nán Vaez,  que  por  ser  valiente  honbre  lo  quería  mucho. 
y  todos  hizieron  esto,  y  le  dixo  que  pidiese  lo  que  qui- 
siese, y  que  aquello  le  yva  a  ver,  y  el  le  dixo  que  no  le 
pedia  otra  cosa  sino  que  mirase  por  su  muger  y  por  vn 
hijo  que  le  quedava,  y  después  desto  se  hizo  justicia  del. 
Ydo  Vadillo  a  Gaira  fuese  Palomyno  con  la  gente  de  la 
tierra  al  dicho  puerto  para  defendelle  que  no  salíase  en 
tierra;  llegados  entranbos  al  puerto  a  vna  hizieron  que  el 
dicho  Vadillo  no  desenbarcase,  y  viendo  Vadillo  que  le 
defendían  la  salida  deíermyno  de  enbiar  vn  clérigo  que 
dezian  Castillo,  a  contratar  con  Palomyno  y  con  los  de  la 
tierra,  y  ajuntose  el  clérigo  con  vn  frayle  de  la  Merced,  de 
Santa  Marta;  yendo  entranbos  al  vno  y  al  otro  los  vinye- 
ron  a  concertar  que  governasen  juntos  entranbos,  y  asi 
se  concertaron  y  partieron  la  ostia  y  juraron  de  que  no 
avria  entrellos  enemystad  ni  otra  cosa  de  mal  alguno,  y 
hecho  esto  el  armada  del  Vadillo  se  bolvio  a  Santa  Mar- 
ta a  desenbarcar  lo  que  traya,  y  el  Vadillo  y  Palomino 
con  la  gente  se  fueron  por  tierra  a  Santa  Marta  muy  con- 
formes. Esto  hecho  comencaron  a  pacificar  la  tierra  a  la 
rredonda  lo  mexor  que  pudieron,  y  estando  asi  determy- 
naron  de  hazer  vna  entrada  larga,  y  el  Palomyno  era  el 
que  mas  deseo  tenya  de  la  hazer  porque  avian  dicho  al- 
gunos amigos  suyos  que  determynava  de  no  bolver  a  San- 
ta Marta  hasta  llegar  a  do  vinyeron  dos  ovejas  que  avian 
pasado  por  alli  por  Santa  Marta,  que  venyan  del  Perú 
para  la  Corte,  y  estas  eran  dos  Ovejas  que  Picarro  avia 
hallado  en  los  primeros  descubrimyentos  y  las  enbiava  a 
que  las  viesen,  con  dos  hachas  de  plata  chapeados  los  ca- 
bos; diziendo  el  Palomyno  que  pensava  con  el  ayuda  de 


—  84  — 

Dios  llegar  primero  a  do  ellas  se  criavan,  que  no  Picarro 
ny  los  de  la  mar  del  Sur;  y  asi,  estando  de  camyno  para  se 
partir  entranbos  governadores,  llega  nuevas  al  Palomyno 
como  venyan  dos  primos  suyos  y  que  serian  con  el  de  ay  a 
cinco  o  seys  dias,  y  llegadas  estas  nuevas  dixo  al  conpa- 
ñero que  se  fuese  delante  con  toda  la  gente,  que  el  no 
quería  que  quedasen  para  yr  con  el  sino  14  o  15  honores 
de  a  cavallo  y  hasta  40  honbres  de  pie,  y  asi  Vadillo  se 
fue  delante  y  Palomyno  espero  hasta  que  los  primos  vi- 
nyeron,  y  después  de  venydos  los  dexo  en  la  cibdad  y  se 
fue  su  camyno  tras  Vadillo;  a  cabo  de  diez  o  doce  dias, 
yendo  camynando  llovió  mucha  agua,  y  llegando  a  vn 
pueblo  de  indios  dicho  Marona,  costa  de  la  mar,  18  le- 
guas al  Leste  hazia  la  Ramada,  aviale  llovido  mucho  en 
el  camyno,  y  dormyo  aquella  noche  en  Marona,  y  otro  dia 
de  mañana  se  levanto,  y  según  pareció  en  él,  algo  eno- 
jado, porque  dizen  que  le  dixeron  que  Vadillo  y  su  te- 
niente Eredia  y  otros  con  ellos  tenyan  concertado  de  le 
matar,  y  como  el  Palomyno  era  colérico  se  levanto  bien 
de  mañana  mostrando  estar  enojado,  avnque  no  con  la 
gente  que  llevava,  y  dixo  estando  sentado  encima  de  vna 
canoa,  que  Su  Magestad  veria  quien  era  el  que  mas  le 
servia  y  podría  servir;  y  de  allí  se  partió  hasta  llegar  a 
vn  rio  que  después  por  su  causa  fue  dicho  el  rrio  de  Pa- 
lomyno, que  es  vn  rrio  que  abaxa  de  la  sierra  Nevada, 
porque  tiene  la  nieve  muy  cerca;  es  rrio  algo  crecido,  y 
como  aquellos  dias  avia  llovido  mucho  venya  muy  gran- 
de y  muy  furioso,  que  no  se  podia  pasar  sino  nadando 
y  con  mucho  peligro.  Asi  como  el  Palomyno  y  los  que 
con  el  yvan  llegaron  a  el,  echóse  al  agua  asi  a  cavallo 
y  armado  como  yva,  porque  lo  hazia  siempre  asi  y  pro- 
curava  en  todo  de  ser  el  delantero,  y  los  que  con  el  yvan 


—  85  — 

tras  el,  y  comenco  a  nadar  su  cavallo,  y  algunos  de  los 
que  yvan  mas  cerca  le  comentaron  a  dar  boces  que  se 
bolviese,  y  el  no  lo  quiso  hazer,  y  el  cavallo  se  cabulló 
vna  vez  con  el  y  bolvio  luego  a  salyr,  y  el  quando  esto 
vido  se  salió  del  agua  con  los  que  con  el  yvan  y  enbio 
a  vn  soldado  le  truxese  vnas  canoas  que  estavan  del 
otro  lado  del  rio,  para  pasar  con  ellas  el  hato,  y  la  gen- 
te desque  estuvo  toda  asosegada,  como  vido  que  el  sol- 
dado se  detenya  algo  en  atar  las  canoas,  se  desarmo  y  ca- 
valgo  encima  de  su  cavallo,  y  quando  myraron  por  el  es- 
tava  en  medio  del  rrio,  y  como  el  cavallo  nadava  mal  se     Muerte  d^a 

lomyno. 

sumió  y  nunca  mas  pareció;  créese  que  lagartos  lo  comye- 
ron,  como  hizieron  a  otros  quando  Vadillo  avia  pasado 
primero.  Muerto  Palomyno  vinyeron  las  canoas  destotra 
parte  y  pasaron  poco  a  poco  el  hato  y  gente  y  los  cavallos; 
después  de  pasados  durmieron  alli  y  de  alli  fueron  a  vn 
pueblo  que  esta  junto  ala  Ramada,  dicho  (1)....  y  allega- 
dos alli  hallaron  a  Vadillo,  donde  le  dimos  la  nueva  de  la 
muerte  de  Palomyno;  créese  que  no  le  pesó  nada  con  ello; 
donde  ovo  grandes  debates  entrellos  sobre  si  avia  sido 
buen  honbre  o  malo  y  de  alli  fueron  camynando  por  la 
tierra  de  la  Ramada,  que  es  tierra  rica,  donde  les  dieron 
los  indios  oro,  el  qual  se  ponya  en  el  montón  para  des- 
pués hazer  sus  partes  cada  vno  con  lo  que  cupiese,  y  de 
alli  llegaron  a  Urino,  que  es  pueblo  de  la  Ramada,  y  allí 
hizieron  partes;  cupo  de  parte  a  cada  soldado  a  32  o  33 
pesos  de  buen  oro;  fueron  camynando  la  tierra  dentro 
hasta  vn  valle  dicho  Hupari,  rebolviendo  hazia  el  Ponyen- 
te,  y  de  alli  llegaron  hasta  dos  leguas  atrás  de  Zazarre, 
que  es  vn  pueblo  grande  de  grandes  casas,  de  yndios,  y 

(i)    En  blanco. 


estando  en  vn  pueblo  pequeño  llegaron  a  la  tarde,  y  otro 
dia  a  dos  oras  de  sol  estando  la  gente  descuidada  vinyeron 
dos  esquadrones  grandes  de  yndios,  honbres  de  grandes 
cuerpos,  los  quales  asi  como  llegaron  a  los  christianos 
pesquisáronles  los  christianos,  y  principalmente  Eredia, 
que  era  tenyente,  que  ¿a  quien  querían?,  y  ellos  dixeron 
que  querían  al  Señor,  y  el  Eredia  enbio  a  dezir  al  Gover- 
nador  que  pesquisavan  por  el,  y  el  governador  le  enbio  a 
dezir  que  el  dixese  que  el  era  el  Governador,  y  que  les 
preguntase  que  que  lo  querían,  y  asi  se  lo  dixo  Eredia,  y 
ellos  le  dixeron  que  querían  pasar  adelante,  y  el  Eredia 
visto  esto  e  que  era  traycion,  porque  trayan  voluntad  del 
primer  esquadron  pasar  adelante,  y  acabado  de  pasar 
bolver  sobrellos,  dando  el  trasero  en  ellos,  tomándolos  en 
medio,  dixo:  adelante  por  las  puntas  de  las  picas;  ¡San- 
tiago!, a  ellos;  y  dieron  en  ellos  los  soldados  y  la  gente 
de  a  cavaílo  y  mataron  muchos  dellos  y  los  desbarataron, 
y  el  otro  esquadron  visto  esto  se  acoxeron  los  que  pudie- 
ron a  las  montañas.  Quedóse  alli  Vadillo,  y  según  se 
dixo  tovo  alli  gran  temor  de  pasar  adelante  por  ver  los 
indios  tan  belicosos,  y  determyno  de  juntar  la  gente  y 
tomar  el  parecer  de  todos  si  yria  adelante  o  atrás;  la  ma- 
yor parte  de  la  gente  o  casi  toda  quería  pasar  adelante,  y 
el  Governador  no  quiso  sino  bolverse  de  alli,  y  asi  se 
bolvio  a  la  tierra  de  la  Ramada,  donde  hallo  vn  navio 
suyo  que  avia  mandado  venir  con  mercadurías,  donde 
las  vendieron,  y  de  alli  se  fue  con  toda  la  gente  a  Santa 
Marta,  donde  hallo  a  fray  Tomas  Ortiz,  que  y  va  provey- 
do  por  obispo  de  Santa  Marta,  y  hallo  nuevas  como  que- 
dava  el  governador  Garcia  de  Lerma  en  Santo  Domyngo, 
y  avia  enbiado  al  Obispo  adelante  a  Santa  Marta,  do  el 
dicho  Vadillo  lo  hallo. 


—  87  — 

Aqui  en  llegando  hallo  vn  comendador  dicho  Grajeda, 
que  era  factor  de  la  governacion  por  Su  Magestad,  al 
qual  achacándole  ciertas  cosas  le  desnudo  y  dio  tor- 
mentos vsando  con  el  de  crueldad,  que  según  algunos 
fue  justicia,  porque  el  factor  dizen  que  avia  rrobado 
la  tierra  y  fundido  oro  fuera  de  la  fundición,  como  Su 
Magestad  mandava,  y  el  governador  le  dezia  que  el  avia 
destruido  la  tierra,  &.a  Estando  las  cosas  en  estos  termy- 
nos  llego  el  governador  García  de  Lerma  y  lo  saco  de  su 
poder  y  prendió  al  Vadillo  para  le  tomar  residencia,  y  lo  Gareia de Ler- 
tuvo  en  vna  casa  con  mucha  gente  de  guarda,  y  de  alli 
lo  enbio  preso  a  España;  dizen  que  el  Vadillo  estando 
preso  tenya  hechada  mucha  suma  de  oro  en  vna  bota  y 
la  mando  inchir  de  agua  y  la  mando  poner  en  mytad  de 
la  arena  en  la  playa,  y  alli  estuvo  muchos  dias  en  la  pla- 
ya hasta  que  el  mismo  Vadillo  le  enbarcaron,  y  no  se 
enbarco  la  bota  y  después  de  enbarcado  enbarcaron  la 
bota  diziendo  que  era  de  agua  para  su  bever,  donde  se 
partió  la  nao  para  España  y  junto  a  Arenas  Gordas  se 
perdió  nao  y  toda  la  gente  que  en  ella  venya.  En  tienpo 
de  Palomyno  y  de  Vadillo  fue  tenyente  Pedro  de  Eredia, 
gobernando  los  dos  juntos;  fueron  capitanes  Goncalo  de 
Vides,  Antonio  Ponge,  Escobar  [y]  Hernando  de  la  Fe- 
ria; capitán  de  la  guarda  de  Palomyno,  Alonso  Martyn; 
capitanes  de  acadoneros,  Gutierre,  Carranca,  Muñoz. 

En  tiempo  que  García  de  Lerma  entro  a  governar  en 
Santa  María  llevo  d'  España  por  su  tenyente  de  la  justi- 
cia a  Arvolanche,  vizcaíno,  y  capitán  general  de  la  gente 
de  a  cavallo  a  su  primo  Juan  de  Lerma,  y  capitanes  a  Vi- 
llalobos, y  por  capitán  de  la  guardia  a  Berrio;  hizo  de 
los  que  estavan  en  la  tierra  a  Escobar,  a  Muñoz,  a 
Ponce,  a  Vides,  a  Carranca,  a  Céspedes,  a  Gaspar  Galle- 


—  88  — 

go,  a  su  sobrino  Pedro  de  Lerma;  estos  capitanes  no 
tenyan  gente  señalada  mas  de  quando  salyan  fuera  a  la 
guerra.  Llegado  Garcia  de  Lerma  a  Santa  Marta  fue  a 
ver  a  Bonda,  que  estava  de  paz,  y  de  alli  determyno  de 
hazer  vna  entrada  y  correr  las  sierras,  y  camynó  hazia 
Buritaca,  que  es  camynando  hazia  la  Ramada,  y  estando 
alli  mando  ver  si  avia  mynas,  donde  se  hallo  gran  mues- 
tra de  oro  por  toda  aquella  tierra;  vinyeron  los  indios  a 
traelle  oro  porque  estavan  atemorizados  del  tienpo  de 
Palomyno,  y  no  avian  indios  que  se  pusiesen  a  dalle 
guerra,  y  pasó  sin  se  lo  defender  al  valle  de  Buritaca 
atravesando  muchos  pueblos  y  sierras  por  alli  muy  aspe- 
ras,  haziendo  camynos;  paso  dos  pueblos  grandes  bien 
metidos  en  las  sierras,  dichos  Beeinga  y  Agauringa;  es- 
tos no  quisieron  venyr  a  ser  amigos,  ni  osaron  defende- 
lle  la  entrada  del  pueblo,  antes  los  desmanpararon  y 
fuyeron;  de  alli  se  fue  hasta  cerca  de  vn  pueblo  grande 
dicho  Pocigueica,  y  durmyo  en  vn  pueblo  dicho  Enlosa- 
do, y  de  alli  abaxo  a  vn  valle  entre  las  sierras  que  van 
dos  leguas  de  la  mar,  dicho  el  valle  de  Coto,  de  mucha 
población,  y  de  allí  se  fue  a  Santa  Marta.  Después  d'  es- 
tar en  Santa  Marta,  después  de  rrepartida  la  tierra  enbio 
a  la  Ramada  por  capitán  a  Arbolanche,  su  tenyente,  y  a 
Pedro  de  Lerma  su  sobrino,  porque  era  ya  muerto  su  pri- 
mo Juan  de  Lerma,  de  su  dolencia,  en  vinyendo  de  la  jor- 
nada ya  dicha.  Fueron  con  ellos  por  capitanes  Gaspar 
Gallego  y  Alonso  Martyn  y  Juan  de  San  Martyn,  capitán 
de  acadoneros;  fueron  estos  a  la  Ramada  y  a  visitar  y  pa- 
cificar la  tierra;  dieronles  alguna  cantidad  de  oro.  Duran- 
te este  tiempo  determyno  de  rrepartir  la  tierra  con  todos 
como  Su  Magestad  mandava;  señalo  la  gente  para  que 
con  el  la  rrepartiesen,  a  Juan  de  Céspedes  y  a  Pigarro,  y 


—  89  — 

a  vn  Trevyño,  porque  eran  honbres  los  mas  antiguos  en 
la  tierra;  después  de  rrepartidas  enbio  el  Governador  a 
visitar  todos  los  caciques  que  estavan  de  paz,  y  a  meter 
en  posesión  a  sus  amos.  Hecho  esto  enbio  a  los  capitanes 
arriba  dichos  a  la  Ramada,  como  arriba  tengo  dicho,  y 
después  de  venydos  y  visitado  la  tierra  rrepartio  el  Go- 
vernador esta  tierra  de  la  Ramada  con  los  que  le  pareció, 
y  mando  que  fuesen  a  entregar  los  caciques  a  los  que 
les  avian  cabido.  Después  de  venydos  de  alia  enbio  a 
Pedro  de  Lerma  su  sobrino,  y  a  Alonso  Martyn,  y  Mu- 
ñoz, y  el  capitán  Feria,  al  valle  de  Tairona,  que  esta  seis 
o  siete  leguas  de  Buritaca,  que  es  gran  valle  y  muy  rrico. 
Ay  oficiales  en  este  valle  que  hazen  quenías  verdes  y  co- 
loradas; es  muy  rrico  de  oro  en  demasiado,  por  nuevas 
que  tuvieron  de  los  que  a  el  fueron;  sacaron  del  en  obra 
de  20  o  30  días  que  en  el  anduvieron  mas  de  sesenta 
myll  ducados  con  los  que  se  truxo  escondido,  y  público, 
y  después  se  bol  vieron  a  Santa  Marta.  Enbio  al  valle  de 
Mongay  ciertos  capitanes  en  que  fueron  Pedro  de  Ler- 
ma, y  vinyeron  algunos  de  alli  feridos;  truxeron  poco 
oro  porque  se  lo  defendieron,  no  porque  el  valle  no  sea 
rrico.  Hecho  esto  quiso  yr  Garcia  de  Lerma  en  persona 
a  Pocigueica;  estuvo  alli  dos  o  tres  dias  contra  voluntad 
de  algunos  honbres  antiguos  de  la  tierra  que  le  davan  de 
consejo  que  no  estuviese  alli  mucho  porque  no  se  enoja- 
sen los  indios,  porque  era  mucha  gente  y  muy  belicosa, 
porque  avian  estado  alli  en  tienpo  de  Palomyno  y  avian 
con  su  buena  maña  salydo  de  alli  con  honrra,  el  qual  ha- 
zia  burla  de  los  que  se  lo  dezian,  diziendo  que  el  estaña 
alli  a  pesar  de  los  indios,  y  que  no  se  saldria  con  la  bue- 
na maña  que  dezian  que  avia  salido  Palomyno;  que  le 
pusiesen  la  mesa  y  le  armasen  la  cama  de  canpo;  y  otras 


-   90  — 

cosas  como  estas  de  sobervia,  haziendo  burla  de  todo,  y 
quando  no  se  cato  vieron  muy  gran  cantidad  de  indios  y 
enbio  alia  a  su  capitán  de  la  guarda,  Verrio,  con  gente  a 
un  altecuelo  para  detener  aquel  paso,  y  enbio  a  otro 
cabo  a  do  tanbien  venyan  indios,  al  capitán  Ponge,  y  a 
otro  al  capitán  Muñoz,  el  qual  Muñoz  quando  vido  que 
los  indios  cargavan  dexo  la  gente  y  acoxose  diziendo 
que  venya  al  real  a  buscar  gente,  y  su  gente  comenco  a 
fuir  y  muchos  escaparon  muy  mal  feridos,  y  lo  mesmo 
hizo  Ponce,  de  manera  que  se  comenco  a  desbaratar  la 
primera  gente,  y  el  capitán  de  la  guarda,  Berrio,  defen- 
dió todo  lo  que  pudo  su  paso,  pero  fuele  f oreado 
el  de  retraherse  muy  ferido  de  vna  pierna,  de  que  quedo 
cojo  y  estuvo  muy  gran  tienpo  que  no  pensaron  que 
bivyera.  Como  los  indios  comentaron  a  sentir  la  vitorya, 
cargaron  con  mucho  anymo,  tantos  que  cubryan  la  tie- 
rra; firieron  alli  al  Governador;  no  tuvieron  otro  me- 
dio sino  huir  quien  mas  podia;  alli  le  quedo  su  mesa  y 
sillas  y  cama  de  campo  y  bajilla  y  mucha  gente  que  le 
mataron  muy  buena,  y  allende  deso  los  indios  quedaron 
con  tanto  anymo  que  hasta  oy  se  atreven  en  tanta  manera 
que  no  tiene  cuento,  y  todo  esto  sucedió  por  el  Gover- 
nador no  querer  creer  a  los  que  mas  sabyan  de  la  guerra 
en  aquella  tierra.  Después  desto,  como  los  christianos 
quedaron  tan  atemorizados,  y  los  indios  tan  temerosos, 
no  osava  el  Governador  enbialles  mas  aquel  pueblo  ni  al 
rrededor  del  con  gran  parte  de  tierra.  Estando  las  cosas 
dest'  arte,  determyno  de  enbiar  a  su  sobrino  por  tenyente 
e  capitán  general  a  la  provincia  del  valle  de  Aupan, 
y  de  Cagari,  y  correr  el  rrio  Grande  arriba;  fueron  con 
el  ciertos  capitanes;  fueron  el  capitán  Escobar,  Muñoz, 
Gaspar  Gallego,  el  capitán  Carranca  y  el  capitán  Cardo- 


—  91  — 

so;  llegaron  hasta  vn  pueblo  dicho  el  pueblo  de  Lebrixa, 
por  aver  pasado  por  este  pueblo  vn  Lebrixa  por  mandado 
de  Pedro  de  Lerma,  con  cierta  gente,  y  alli  ovieron  su 
consejo  sy  pasarían  adelante  o  bolverian  atrás;  los  mas 
fueron  de  parecer  de  pasar  adelante,  pero  como  algunos 
tenyan  su  rrepartimyento  en  la  tierra  de  la  Ramada,  y  el 
Pedro  de  Lerma  su  general,  tanbien,  se  ovieron  de  bol- 
ver  atrás  por  cobrar  oro  para  ellos,  de  sus  indios,  por 
que  aquel  no  se  avya  de  rrepartir,  de  manera  que  se  bol- 
vieron  por  la  tierra  de  la  Ramada,  y  de  alli  a  Santa  Mar- 
ta; es  toda  la  tierra  de  la  Ramada  y  del  valle  de  Upari 
de  mucha  caca,  tanto  que  vn  honbre  a  cavallo  alanceava 
cuatro  o  cinco  venados;  y  de  alli  se  vinyeron  a  Santa 
Marta,  trayendo  de  monto  mas  de  cuarenta  mili  pesos  y 
muchas  piecas  d'  esclavos  que  después  se  rrepartieron  en- 
trellos,  y  estos  de  los  que  no  querian  ser  de  paz  y  les  ven- 
yan  a  dar  guerra.  Después  desto  enbio  el  Governador  de- 
lante de  la  Cenaga,  que  es  vn  lago  grande  donde  esta  vn 
gran  pueblo  donde  abaxan  los  indios  de  la  sierra  a  rres- 
gatar  pescado  y  sal,  y  traenles  oro  y  mantas,  y  esta  Ce- 
cibdad,  naga  estava  de  paz,  que  es  nueve  leguas  de  Santa 
Marta  hazia  rrio  Grande,  dos  leguas  de  Pocigueica,  entrel 
y  la  mar,  y  enbio  al  capitán  Muñoz  y  a  Escobar  y  al  obis- 
po fray  Tomas  Ortiz,  a  ver  si  querian  ser  de  paz,  y  no  lo 
quiriendo  ser  tomaron  muchos  dellos  por  esclavos  y  to- 
máronles algún  oro,  con  lo  qual  se  bol  vieron  a  Santa 
Marta.  Después  desto  enbyo  el  Governador  a  su  sobrino 
Pedro  de  Lerma  a  vna  provincia  delante  desta,  hazia  el 
rrio  Grande,  que  llaman  los  Caraibes,  gente  muy  beli- 
cosa, que  tienen  muy  mala  yerua,  y  es  tierra  de  mucha 
caga:  muchas  cicoteas  como  tortugas;  yguanas,  que  pa- 
recen conejos,  y  otros  mantenimyentos  de  la  tierra.  En- 


—  92  — 

tro  Pedro  de  Lerma  en  esta  provincia;  yva  el  obispo  alli 
dicho  fray  Tomas  Ortiz;  yvan  con  el  ciertos  capitanes: 
Gaspar  Gallego,  Escobar,  Muñoz,  San  Martin;  entrando 
en  la  tierra  firieronle  mucha  gente,  matáronle  14  o  15 
honbres  y  otros  tantos  cavallos  o  mas;  quando  vido  esto 
rretirose  a  fuera  y  se  bolvio  a  Santa  Marta.  Mientras  an- 
duvo en  la  tierra  de  los  Caraibes,  antes  que  bolviese, 
quemóse  toda  la  cibdad  de  Santa  Marta,  y  fue  desta  arte: 
que  vna  noche,  haziendo  muy  gran  brisa,  púsose  fue- 
go en  la  primera  casa  de  la  cibdad,  de  la  parte  del  vien- 
to, y  como  la  cibdad  era  toda  de  paja  y  no  avia  mas  de 
la  casa  del  Governador  que  fuese  de  piedra,  encendióse 
tan  presto  la  cibdad  toda  que  no  ovo  lugar  para  poder  sal- 
var, los  vezinos,  como  era  de  noche  y  durmyendo,  mas  de 
solos  sus  cuerpos  y  personas,  y  a  duras  penas  las  armas 
y  cavallos;  fue  el  mas  bravo  fuego  y  mas  breve  que  los 
christianos  an  visto  en  parte  ninguna,  asi  que  en  vn  cre- 
do quedo  todo  asolado  y  quemado,  sin  quedar  ni  solo 
vna  gota  de  azeite,  ni  vn  poco  de  pan,  ni  vino,  ni  rropa 
de  vestir,  ni  de  cama;  y  como  es  tierra  que  todo  vyene 
de  acarreto,  estava  la  cibdad  en  gran  confusión;  quando 
el  Governador  vido  esto  quedo  muy  confuso  y  muy  des- 
mayado. La  causa  deste  fuego  fue  que  andavan  unos  ne- 
gros huidos  y  se  avian  ydo  a  tierra  de  la  Ramada,  que  es 
treinta  leguas  de  la  cibdad,  y  estava  en  aquel  tienpo  de 
guerra,  los  quales  vinyeron  atravesando  toda  la  tierra  es- 
condidos de  los  indios  y  con  pensamyento  de  quemar 
todos  los  christianos  estando  durmyendo;  pusieron  aquel 
fuego  y  acoxeronse  luego;  los  christianos,  viendo  el  fue- 
go tan  grande,  pensaron  que  eran  indios  que  venyan  so- 
breños, como  toda  la  tierra  estava  de  guerra,  y  se  reco- 
xeron  mugeres  y  indias  esclavas,  muchachos,  a  las  casas 


—  93  — 

del  Governador  que  tenya  por  fortaleza;  esto  era  a  media 

noche;  otro  dia  de  mañana  enbio  el  governador  a  llamar 

al  capitán  Cardoso  y  al  capitán  Céspedes  y  a  otras  perso-  ¿f%¡¡¡¡^  no¿' 

ñas,  y  ávido  consejo  sobre  lo  que  se  devia  hazer  pareció-  dOSO  andava 

les  que  se  devia  de  poner  en  aventura  de  salir  algunos  ca-  *"»*¿««<fo  /*»■ 

*■  ,        celar  n  o  fuesen 

piíanes  [a]  algunas  casas  de  indios  y  pueblos  so  color  de  indios. 
paz,  por  ver  si  podrian  traer  alguna  provisión  porque  la 
gente  no  pereciese,  y  al  capitán  Céspedes  enbio  a  Gaira 
a  buscar  algún  mantenimyento,  y  al  capitán  Cardoso  en- 
bio a  Buritaca,  catorce  leguas  de  la  cibdad,  hazia  la  Ra- 
mada, y  estuvieron  en  consulta  si  llevada  gente,  o  yria 
con  poca,  so  color  de  paz,  y  al  cabo  se  concertó  que  no 
llevase  sino  tres  de  a  cavallo  y  otros  tantos  de  a  pie,  y 
fue  alia  y  hallo  toda  la  gente  de  indios  alborotada,  y  de- 
termyno  de  dexar  en  el  principio  del  valle,  en  vn  pueblo, 
los  tres  de  a  cavallo  y  los  dos  de  a  pie,  y  llevando  consi- 
go dos  de  a  pie  y  pasando  por  aquellos  pueblos  halagan- 
dolos  y  diziendoles  que  yva  alli  por  aver  lastima  dellos, 
porque  los  christianos,  como  se  les  avian  quemado  las 
casas  y  esta  van  en  negesidad,  se  querían  yr  todos  [á] 
aquel  valle,  y  que  a  su  rruego  lo  avian  dexado  de  hazer, 
con  que  el  dicho  capitán  les  avia  prometido  de  les  llevar 
provisión  con  tanto  que  ellos  se  estuviesen  quedos  y  no 
fuesen  alli,  y  esto  avian  hecho  porque  eran  sus  amigos  y 
tenian  indios  en  aquella  provincia  suyos;  y  con  esto  le 
dieron  provisión  de  mucho  maiz  y  cargó  todos  los  indios 
que  pudo  sacar  y  se  salió  aquel  dia  de  todo  el  valle  y  se 
bolvio  a  Santa  Marta,  y  bolvio  del  dia  que  partió  en  cua- 
tro dias,  y  quando  bolvio  avia  muy  gran  negesidad  en  la 
porque  al  capitán  Céspedes  no  le  avian  dado  mas  de 
dos  hanegas  de  maiz  y  se  avia  salido  huyendo  del  valle 
por  estar  la  gente  alborotada,  y  quando  llego  el  capitán 


—  94  — 

Cardoso  ya  no  tenyan  que  comer,  y  repartieron  el  mayz 
almorzadas,  y  acabando  de  comer  y  sin  pensamyento  de 
tenello  sino  entrasen  en  la  tierra  de  los  indios  a  busca- 
lio,  y  en  esto  llego  vn  navio  con  mucho  cacavi  y  carne, 
que  basto  hasta  que  vinyeron  otros  navios.  En  este  fue- 
go recibió  la  cibdad  mucha  pérdida,  porque  los  vezinos 
quedaron  muy  pobres  de  vestidos  y  de  mantenimyentos, 
y  estando  ya  en  esto  allego  Pedro  de  Lerma  con  toda  la 

Acavado  *i  28,  0tra  gente  muv  desbaratado,  y  muchos  heridos,  con  tre- 
ce o  catorce  honbres  muertos  y  otros  tantos  cavallos, 
uyendo  muy  espantado  de  la  ferocidad  de  aquella  gente. 
Estando  las  cosas  en  estos  termynos  procuro  el  Go- 

Aqui  comienza  vernador  y  la  gente  de  tornar  a  hazer  sus  casas  de  made- 
nois3o.  ra  y  paja,  lo  mexor  que  pudiesen,  y  asi  lo  hizieron,  y 
después  de  rrecoxida  a  sus  casas  procuro  el  Governador 
de  hazer  amistad  con  algunos  indios  que  se  avian  alca- 
do,  vezinos  cercanos,  y  hyzola,  avnque  con  muy  pocos 
dellos,  y  hecha,  pidió  socorro  al  cacique  de  Bonda,  que 
es  vn  gran  señor  que  está  tres  leguas  y  media  de  la  cib- 
dad de  Santa  Marta,  y  este  socorro  para  yr  sobre  Poci- 
gueica,  e  diole  el  cacique  hasta  seyscientos  honbres  fle- 
cheros de  guerra,  y  con  la  gente  de  Santa  Marta  y  con 
los  españoles,  y  con  estos  y  con  otros  yndios  del  vecino 
pueblo  se  fue  otra  vez  a  Pocigueica,  y  asento  su  real  en 
los  llanos;  como  vido  el  temor  que  los  indios  sus  amigos 
de  Bonda  y  los  otros  que  consigo  llevava,  tenyan  de  los 
indios  de  Pocigueica,  no  oso  subir  arriba  a  la  población, 
antes  estuvo  quedo  al  pie  della  estorvandoles  que  no 
abaxasen  a  coxer  sus  labrancas,  y  hizo  talar  todos  los 
maizes  que  tenyan  los  indios,  y  quemo  vn  pedaco  de  vn 
pueblo  que  estava  mas  cerca  de  los  indios,  y  con  esto  se 
bolvio  a  Santa  Marta  sin  hazer  otra  casa,  por  ver  el  temor 


—  95  — 

que  asi  cristianos  como  indios  tenyan  aquella  gente  de 
aquella  provincia.  Después  de  todo  esto  pasado,  como  al 
gobernador  no  se  le  quitava  la  tierra  del  daño  que  avia 
ávido  en  Pocigueica,  procurava  por  todas  vias  de  se  en- 
mendar por  alguna  manera,  y  determyno  de  enbiar  al 
capitán  Escobar,  y  al  capitán  Fernando  de  la  Feria,  y  al 
capitán  Alonso  Martyn,  y  al  capitán  Muñoz,  a  Pogiguei- 
ca,  a  quemarles  el  pueblo  al  quarto  del  alva,  o  hazerles 
gran  daño,  y  asi  fueron  y  partieron  de  Santa  Marta  hasta 
trecientos  lionbres,  y  partieron  antes  del  sol  puesto  y  lle- 
garon al  pie  de  la  sierra  sobre  que  el  pueblo  está,  al  quar- 
to del  alva,  y  en  baxo  en  lo  llano  quedó  el  capitán  Muñoz 
con  ciertos  cavallos  para  socorrer  a  los  cristianos  quando 
de  arriba  abaxasen,  y  asi  subieron  los  cristianos  con  la 
gense  de  a  pie  lo  mexor  que  pudieron,  y  como  yvan  can- 
sados, unos  de  cansados  y  otros  de  myedo,  se  les  quedó 
mucha  gente  en  el  camyno,  de  manera  que  los  capitanes 
subieron  toda  la  sierra  hasta  arriba  sin  ser  sentidos,  y 
desque  llegaron  casi  a  las  dos  partes  de  la  altura  del 
pueblo  amanecia  ya,  y  como  vieron  que  amanecía  y  los 
indios  avian  de  salir  de  sus  casas  de  necesidad,  recelaron 
subir  mas  arriba  y  comentaron  a  poner  fuego  en  las  ca- 
sas de  los  indios,  donde  comenco  el  fuego  a  arder  muy 
bravamente  y  se  quemaron  muchas  casas  y  mucha  gente 
en  ellas,  diziendo  los  cristianos  a  boces:  ¡vitorya,  vito- 
rya!  Como  la  población  es  tan  grande  acudieron  de  mu- 
chas partes  del  pueblo  indios  sobrellos,  y  hiryeron  mu- 
chos dellos  y  mataron,  de  manera  que  los  capitanes  rre- 
coxeron  su  gente  lo  mexor  que  pudieron,  y  estando  ellos 
tanbien  muy  feridos  comengaron  a  huir  la  sierra  abaxo 
hasta  llegar  a  do  quedó  Muñoz,  adonde  avian  dexado 
sus  cavallos,  que  era  ya  en  lo  llano,  do  se  faborecieron 


—  96  — 

con  los  cavallos,  y  alli  se  ajuntaron  los  que  se  pescaaron 
de  los  indios  y  se  fueron  a  Santa  Marta  con  muy  gran 
daño,  donde  en  Santa  Marta  murió  el  capitán  Feria  de 
las  heridas  que  los  indios  le  dieron,  y  muchos  otros  sol- 
dados; sanó  el  capitán  Alonso  Martyn,  y  el  capitán  Es- 
cobar que  salió  de  alli  muy  mal  herido,  como  persona 
que  avia  recibido  la  mayor  parte  del  trabaxo.  Después 
desto  enbio  el  Governador  ciertos  honbres  al  valle  de 
Coto,  que  es  entre  Pocigueica  y  Santa  Marta,  y  tomaron 
alli  a  vn  cacique  de  vn  pueblo  dicho  Caeequynque,  y  to- 
mado lo  llevaron  a  Santa  Marta,  donde  el  Governador 
lo  mando  meter  en  la  cargel,  con  que  lo  tratasen  bien, 
pensando  por  bien  le  hada  hazer  virtud  y  le  seria  amigo 
y  convocase  a  sus  amigos  para  que  lo  fuesen,  y  concertó 
este  yndio  con  el  Governador  que  lo  enbiase  con  cris- 
tianos a  su  pueblo,  que  estava  tres  leguas  y  media  de  la 
cibdad,  y  que  el  daria  oro  y  haria  que  vinyesen  otros 
caciques  sus  amigos  a  ser  amigos  de  los  cristianos,  y  el 
Governador,  pensando  que  fuera  asi,  enbio  a  vn  Villalo- 
bos por  tenyente,  y  al  capitán  Muñoz  y  al  capitán  Car- 
doso  con  hasta  150  honbres  para  que  fuesen  con  el  dicho 
indio  a  su  pueblo  y  procurasen  el  amistad  de  todos  los 
otros  caciques,  que  la  del  cacique  que  llevavan  tenya 
por  hecha,  y  ellos  fueron  con  el,  y  como  llegaron  a  le- 
gua y  media  del  pueblo  del  cacique,  viendo  que  era  ya 
algo  tarde  y  recelándose  de  lo  que  después  les  sucedió, 
por  señales  que  vian  en  los  indios,  determynaron  de  rre- 
posar  aquella  noche,  y  otro  dia  camynaron  de  mañana 
hasta  llegar  a  vn  pueblo  media  legua  de  do  avian  dormy- 
do,  ya  metidos  en  la  sierra  y  de  muy  mal  camyno,  que  a 
duras  podieron  yr  en  los  cavallos,  y  llegados  alli,  por 
las  malas  señales  que  vieron  en  los  indios  pararon,  di- 


—  97  — 

zíendo  al  cacique  que  era  para  comer  la  gente,  y  allí  de- 
termynaron  de  enbyar  dos  cristianos  para  que  fuesen  con 
ciertos  indios  so  color  de  buscar  comida,  y  mirasen  de 
que  manera  estavan  los  indios,  si  estavan  a  punto  de 
guerra,  o  de  paz,  porque  en  sus  muestras  se  vee,  y  des- 
pués de  llegados  al  pueblo,  como  los  indios  vieron  que 
los  cristianos  no  podían  dexar  de  conocer  su  intención, 
determynaron  de  matar  a  los  christianos,  y  ellos,  como  lo 
sintieron,  se  bolvieron  huyendo  por  unos  despeñaderos 
abaxo,  y  el  vno  dellos  llego  a  los  christianos,  y  el  otro 
mataron  los  indios,  y  enpegaron  con  cornetas  a  provo- 
car a  todo  el  valle  para  que  saliesen  a  los  christianos, 
los  quales  lo  hizieron  y  les  tomaron  los  pasos,  donde  no 
ubo  otro  remedio  sino  rrecoxerse  con  harto  trabaxo,  y 
antes  que  se  rrecoxesen  ahorcaron  al  cagique  y  a  otros 
indios  suyos  capitanes  que  con  el  estavan,  por  la  tray- 
cion  que  avia  acometido,  y  de  alli  se  huyeron  a  Santa 
Marta  sin  hazer  otra  cosa.  Después  desto  determynó  el 
Governador  de  pedir  gente  a  Bonda,  cagique,  y  ir  el  en 
persona  y  toda  la  gente  del  pueblo  sobre  este  valle  de 
Coto,  y  fue  dest'arte:  que  Pedro  de  Lerma  con  el  capi- 
tán Alonso  Martin  y  otros  entrase  a  la  noche  por  la  par- 
te de  Bonda  con  los  indios  de  alli,  y  subiesen  sobre  el 
valle  de  Coto,  que  era  tomalles  por  las  espaldas,  y  el 
Governador  con  el  capitán  Céspedes  y  el  capitán  Cardo- 
so,  y  Villalobos  y  la  gente  de  a  cavallo  entrasen  por  la 
parte  de  abaxo  de  hazia  la  mar,  y  llegasen  al  pie  de  la 
sierra,  para  que  él  de  alli  enbiase  a  tomar  algún  paso 
para  faborecer  a  los  christianos  para  quando  se  abaxasen 
de  las  sierras,  y  asi  lo  hizo;  llegado  que  llego  el  Gover- 
nador mandó  al  capitán  Céspedes  que  se  pusiese  en  vn 
cerro  junto  del  mesmo  Governador  y  de  la  gente  de  a 

7 


—  98  — 

cavallo  que  alli  estava,  con  cierta  artillería,  para  fabore- 
cer  de  alli,  asi  al  capitán  Cardoso  que  mando  subir  otro 
paso  mas  alto  con  cierta  gente  de  a  cavallo,  como  a  Pe- 
dro de  Lerma  con  los  demás  que  avia  por  alli  de  abaxar, 
y  asi  se  hizo  todo,  que  de  noche  se  puso  cada  vno  en  su 
lugar;  quando  rraya  el  alva,  el  capitán  Cardoso  llegava  a 
vn  cerro  alto  a  do  descubría  el  valle  y  las  poblaciones 
del,  y  en  esto  amaneció  y  vieron  que  los  christianos, 
que  abaxavan  por  las  espaldas  dellos  quemando  muchos 
pueblos  que  ardían  mucho,  y  en  esto,  como  las  pobla- 
ciones eran  grandes  y  la  gente  mucha  y  belicosa,  comen- 
taron a  cargar  sobre  los  christianos  y  sobre  los  indios 
sus  amigos,  de  manera  que  los  comencaron  a  malparar, 
porque  los  de  a  cavallo  no  les  podían  socorrer,  por  no 
poder  pasar  adelante  por  la  aspereca  de  las  sierras,  y 
por  defendelles  aquel  paso,  estuvieron  alli,  y  asi  traba- 
xaron  los  christianos  lo  mas  que  pudieron,  y  indios  sus 
amigos,  hasta  llegar  abaxo  de  do  estava  el  capitán  Car- 
doso, y  de  alli  ya  tuvieron  algún  sosiego,  porque  los  in- 
dios no  pudieron  tomar  el  paso  do  el  capitán  dicho  esta- 
va, que  se  lo  defendieron  hasta  tanto  que  los  christianos 
esta  van  con  el  governador  en  salvo ,  y  hecho  esto  los  de 
a  cavallo  comencaron  abaxarse  con  gran  temor,  porque 
los  indios  les  perseguían  mucho  y  les  tomaron  el  paso, 
pero  al  cabo  se  rrecoxeron  sin  perdida  de  ninguno,  avn- 
que  con  harto  trabaxo;  después  de  rrecoxidos  se  fueron 
a  la  cibdad  llevando  los  heridos  en  los  cavallos. 

Esto  hecho,  el  Governador  determyno  de  yr  a  la  Ra- 
mada a  visitar  a  sus  caciques  y  a  toda  la  tierra  que  esta- 
va de  paz  en  la  Ramada,  y  llegado  que  llegó  alia  comen- 
tó, asi  el  como  los  señores  que  alli  tenyan  repartimyen- 
tos,  a  pedir  oro  a  sus  caciques,  como  era  costumbre,  y 


—  99  — 

de  allí  determyno  de  enbiar  a  Villalobos  por  su  tenyen- 
te,  con  el  capitán  Cardoso  y  con  el  capitán  Cristoval  de 
Bueso,  a  la  tierra  de  Enpari,  porque  la  avia  dado  en  rre- 
partimyento  al  capitán  Cardoso  y  a  otros  catorce  hon- 
bres  conquistadores,  para  que  la  fuesen  a  ver  y  a  visitar, 
y  a  que  pidiesen  oro  y  lo  ayuntasen,  y  traxesen  por  me- 
morya  todos  los  pueblos  que  en  la  dicha  provincia  ovie- 
se,  para  que  después  de  traydo  el  oro  delante  del  Go- 
vernador  y  sabido  quantos  pueblos  oviese  y  quantos 
buyos  en  cada  vno,  para  lo  rrepartir  conforme  a  la  cali- 
dad, asi  del  dicho  capitán  como  de  los  que  oviesen  de 
tener  alli  rrepartimyentos,  y  davale  alli  por  estar  el  suyo 
aleado  en  la  tierra  de  Santa  Marta  y  no  tener  el  indios  que 
le  sirviesen;  y  partido  Villalobos  tenyente  con  la  dicha  Sanía  M*rta.y 
gente,  quedóse  el  Governador  pidiendo  por  la  tierra  oro 
y  visitando  la  tierra,  y  ellos  camynaron  hazia  el  dicho 
valle  de  Enpari,  donde  comentaron  a  andar  por  el  y  no 
hallaron  en  el  pueblo  ninguno  que  no  fuese  quemado,  y 
tanto  quanto  mas  anduvieron  tanto  mas  daño  hizieron  a  su 
gente;  [en]  todo  el  valle,  que  sera  35  leguas  de  largo  y  cin- 
co y  seis  de  ancho,  nunca  hallaron  pueblo  ninguno  que 
no  fuese  quemado,  y  los  indios  andavan  muy  alborotados 
durmyendo  por  los  canpos,  syendo  valle  muy  hermoso 
y  rrico  y  de  mucha  gente  y  de  muy  hermosas  mugeres 
para  indias,  y  de  mucha  caga;  la  causa  desto  fue  que  des- 
pués que  Pedro  de  Lerma  vino  de  la  jornada  del  rio 
Grande,  asi  como  pasaron  de  la  Ramada  para  Santa 
Marta,  entró  micer  Anbrosio  (1),  que  era  governador  de 


(i)  Ambrosio  Alfinger,  Gobernador  de  Venezuela,  que  murió  en  Cu- 
cuta  a  consecuencia  de  las  heridas  que  recibió  en  una  emboscada  de  los 
indios. 


—  100  — 

la  provincia  de  Venecuela,  por  la  parte  que  dizen  Cu- 
piare,  que  es  hazia  la  parte  de  Venecuela,  y  entro  en 
Agui  los  aie.  ia  tierra  y  governacion  de  Santa  Marta,  entrando  en  el 

manes.    Ya    esta 

¿«esto  en  su  lu-  valle  de  Enpari  fue  atravesando  el  valle  y  llego  hasta  el 
sar-  cabo  de  la  governacion  de  Santa  Marta,  que  es  el  rio 

Grande,  do  no  dexo  cosa  ninguna  que  no  destruyese,  to- 
mando muchos  indios  y  indias,  llevándolos  atados  y  con 
cargas,  y  del  trabaxo  se  quedavan  muchos  por  los  camy- 
nos  muertos,  y  asi  fue  asolando  y  quemando  toda  esta 
tierra,  y  entró  luego  en  otra  que  está  en  el  valle  de  Eupa- 
ri,  que  se  dize  la  provincia  de  los  Putos,  y  lo  mismo  hizo 
en  ella,  y  de  alli  llego  cerca  de  Tamalameque,que  es  vna 
muy  gran  población  y  esta  casi  cercada  de  aguas,  y  por 
ellas  no  pudo  entrar  dentro,  y  de  alli  pasó  a  vn  pueblo 
grande  orilla  del  rio  Grande,  que  se  llama  Qipuaca;  salie- 
ron los  indios  a  dalle  batalla;  perdió  alli  cierta  gente; 
quemó  todo  el  pueblo  y  de  alli  se  bolvio  al  derredor  de 
Tamalameque,  y  fuese  al  derredor  de  las  sierras  y  bolvio 
otra  vez  al  rio  Grande  por  no  poder  yr  al  largo  del  por 
causa  de  las  muchas  aguas,  y  de  alli  fue  el  rio  arriba  co- 
rriéndolo todo,  así  la  sierra  como  el  rio,  y  como  no  pudo 
correr  mas  el  rio  arriba  llego  a  vn  rio  que  dizen  el  rio  de 
Lebrixa,  y  de  alli  fue  al  derredor  del  quanto  pudo,  y 
como  no  pudo  pasar  por  las  muchas  lagunas  que  avia, 
subió  arriba  a  la  sierra,  donde  hallo  tierra  fria  y  de  harta 
Muerte  de  Ai-  gente   donde  saliendo  los  indios  a  el  le  mataron  a  el  y  a 

finger  por  el  año  . 

de  1532.  mucha  gente  de  la  que  llevava,  y  asi  se  bolvio  la  gente  a 

Veneguela  con  harto  trabaxo.  Yendo,  pues,  Villalobos  por 
el  valle  Eupari  con  la  gente,  entraron  en  la  provincia  de 
los  Putos,  donde  pasaron  muy  gran  necesidad,  porque 
comoyvan  fatigados  sintieron  alli  mas  la  fatiga,  porque 
ni  hallavan  mayz  ni  otra  cosa  ninguna,  ni  frutas,  por  aver 


—  101   — 

quedado  la  tierra  como  dicho  es;  el  rremedio  que  tuvieron 
era  cagar  venados,  alanceándolos  a  cavallo,  por  ser  la  tie- 
rra de  mucha  caga;  yendo  con  este  trabaxo  llegaron  a  vis- 
ta de  Tamalameque;  estaba  el  rrio  en  medio  dellos  y  de 
Tamalameque;  dezian  los  indios  de  Tamalameque  que 
fuesen  alia  y  que  ellos  serian  sus  amigos,  y  esto  dezian 
a  causa  de  pensar  que  ellos  no  podrían  pasar  el  rio  en 
nynguna  manera,  y  quando  llegaron  junto  al  lugar,  que 
estava  solo  el  rio  en  medio,  pidieron  canoas  en  que  pu- 
diesen pasar,  y  los  indios,  como  no  deseasen  acojellos  en 
sus  casas,  mas  de  hazer  de  boca  cunplimyento  con  ellos, 
no  se  las  quisieron  dar,  diziendo  que  pasasen  ellos  a  na- 
do, pensando  que  si  algunos  pasasen  sin  cavallos,  que 
los  podrían  matar,  y  el  capitán  Cardoso  viendo  que  to- 
dos eran  perdidos  y  que  bolver  atrás  no  avia  rremedio, 
por  la  mucha  necesidad  del  mantenimyento,  se  echo  asi 
a  cavallo  por  el  rio  y  quiso, Dios  que  salió  de  la  otra  parte; 
amenagando  y  atrepellando  [a]  los  indios  les  hizo  dar  ca- 
noas a  los  indios,  en  que  paso  toda  la  gente  y  se  aposen- 
taron dentro  del  pueblo,  y  allí  hizieron  sus  amistades  con 
ellos  y  dieronles  oro,  y  estando  asi  quexaronseles  de 
otro  pueblo  que  estava  junto  del  rio  Grande,  que  se  11a- 
mava  £ipuaca,  diziendo  que  eran  sus  enemigos  y  que  les 
avian  tomado  a  su  cagique  y  le  tenyan  quebrado  los  ojos, 
y  asi  era  la  verdad,  diziendoles  que  les  faboreciesen, 
pues  eran  sus  amigos  y  les  davan  oro,  y  asi  viendo  como 
ellos  les  avian  rrecoxido  y  dado  oro,  determynaron  de  lo 
hazer;  dieronles  quien  los  guiasen  por  tierra  150  honbres  a 
punto  de  guerra  para  que  les  guiasen  por  ciertas  lagunas, 
y  ellos  fueron  por  el  agua  [en]  hasta  350  canoas,  que  era 
cosa  de  ver,  y  no  se  partieron  del  pueblo  los  indios  en  las 
canoas  hasta  otro  dia  que  ellos  sintieron  que  estarían  en  el 


—  102  — 

pueblo, y  asi  fue  que  los  vnos  por  agua  y  los  otros  por  tie- 
rra dieron  juntos  en  el  pueblo  de  los  indios,  donde  los  in- 
dios de Tamalameque, según  se  cree,rrobaron  mucho  oro, 
y  los  christianos  tomaron  al  cacique  de  Tamalameque  que 
los  indios  alia  tenyan  los  ojos  quebrados,  jugando  los  mu- 
chachos con  el  por  el  camyno;  hecho  esto,  los  christianos 
trabaxaron  con  ellos  para  hazerse  sus  amigos,  y  que  les  da- 
rían las  mugeres  y  hijos  que  les  avian  tomado,  y  al  cabo 
lo  que  pudieron  hazer  fue  que  vinyeron  cincuenta  indios  a 
ellos  diziendo  que  el  no  era  cacique,  siendo  mentira,  y  hi- 
zieron  paces  con  ellos  prometiéndoles  que  les  serian  ami- 
gos a  ellos  y  a  los  de  Tamalameque,  y  asi  les  dyeron  sus 
mugeres  y  hijos  que  les  avian  tomado  y  se  bolvieron  los 
christianos  a  Tamalameque,  y  estando  allí  para  se  holgar 
diez  o  doze  dias  y  se  rreformar  de  la  hambre  pasada,  de- 
termynaron  los  indios  de  les  echar  de  alli  con  mañas,  y 
fue  asi:  que  vinyeron  quatro  indios  de  vn  cacique  de  vn 
pueblo  que  estava  junto  a  Tamalameque,  dicho  Sopati, 
los  quales  les  dixeron  que  ellos,  trayendoles  oro  la  gente 
del  capitán  miger  Anbrosio,  se  lo  avian  tomado,  siendo 
mentira,  y  ellos  procuraron,  pensando  ser  verdad,  de  yr 
tras  ellos,  demandando  a  los  indios  canoas  para  los  echar 
de  la  tierra,  y  si  fuesen  pocos  tomallos  y  llevallos  al  Go- 
vernador;  y  dadas  canoas  con  los  indios  que  les  truxeron 
la  nueva,  se  fueron  porque  los  guiasen,  y  asi  los  guiaron 
y  los  llevaron  hasta  que  pasaron  su  mesmo  pueblo  arriba 
dicho,  y  de  alli  los  sacaron  diziendo  que  cerca  de  alli  les 
avian  tomado  el  oro,  y  lleváronles  hasta  do  hallaron  la 
huella  de  la  gente  por  do  avian  pasado,  que  parecía  la 
huella  de  vn  mes,  poco  mas,  y  dixeronles  después  que 
vieron  que  avian  de  sentir  su  engaño,  como  de  miedo 
dellos  se  avian  huydo,  y  asi  pasaron  algo  adelante,  y  por 


—  103  — 

la  necesidad  de  la  hambre  es  bolvieron,  no  pudiendo  pa- 
sar mas  adelante,  y  de  allí  se  bolvieron  a  la  Ramada,  do 
estava  el  Governador,  y  quando  llegaron  no  le  hallaron  Aqui  acavase 
allí,  que  era  ido  a  Santa  Marta,  y  asi  se  fueron  a  Santa 
Marta;  antes  de  entrar  a  la  Ramada  el  governador,  tenyen- 
do  diferencias  con  Pedro  de  Lerma  su  sobryno,  le  prendió 
y  lo  enbio  a  Santo  Domingo,  y  de  alli  se  fue  al  Perú,  a  do 
después  murió  a  puñaladas  saliendo  huyendo  de  la  bata- 
lla entre  Almagro  y  Picarro;  dieronle  de  puñaladas  en  su 
cama;  dizen  que  el  Picarro  lo  mandó. 

Estando  las  cosas  en  este  estado,  con  las  grandes  1531. 
nuevas  que  venyan  del  Perú  cada  dia,  viéndose  los 
conquistadores  de  Santa  Marta  pobres  y  fatigados,  y 
pensando  ser  gente  que  podian  pasar  por  toda  parte, 
estavan  todos  desabrydos  y  deseosos  de  se  yr  al  Perú; 
avia  muchos  que  se  echavan  a  nado,  pasando  navios 
por  alli,  para  que  los  navios  los  tomasen,  por  no  dar 
el  governador  licencia  a  ninguno  para  que  saliesen  de 
la  tierra,  y  el  governador  estava  muy  fatigado  porque 
no  se  podia  valer  con  la  gente,  y  estando  asi  la  gente  se 
alborotava  de  cada  dia  mas,  el  governador  determyno 
de  enbiar  a  hazer  vna  jornada  por  el  rio  Grande  arriba, 
que  camynase  hazia  el  Perú,  donde  avian  tenido  siempre 
buena  nueva  de  tierra  rica,  y  rrecelandose  de  la  gente  se 
le  yr  de  alia  de  la  entrada,  y  que  no  bolverian  a  Santa 
Marta,  proveyó  por  su  tenyente  y  capitán  general  a  vn 
clérigo  bachiller  dicho  (1)...  y  enbio  al  capitán  San  Mar- 
tyn  y  al  capitán  Céspedes  por  capitanes  de  la  gente,  y 
enbio  a  vn  Quiñones  por  maestre  del  canpo,  por  ser  el 
general  clérigo  para  sentenciar  y  azer  justicia,  y  enbio  a 

(1)    Roto  el  ms. 


—  104  — 

un  Santos  de  Sayavedra  por  capitán  de  agadoneros,  al 
qual  dio  garrote  Quiñones  por  amotinador,  después  de 
la  muerte  del  clérigo;  yendo  esta  gente  camynando  asi 
ocho  o  diez  jornadas,  de  a  tres  leguas  la  jornada,  de  la 
cibdad  de  Santa  Marta,  adoleció  dicho  clérigo,  general, 
de  la  qual  dolencia  murió;  dexo  en  su  testamento  a  los 
dichos  capitán  Céspedes  y  capitán  San  Martyn  en  su  lu- 
gar; anduvieron  en  esta  jornada  18  meses,  e  pasaron  el 
rrio  en  unos  vergantines  que  el  Governador  avia  en- 
biado,  y  pasado,  camynaron  el  rio  arriba  hasta  que  no 
pudieron  mas  por  las  muchas  aguas  y  lagunas  que  ha- 
llaron, y  de  alli  se  bolvieron  a  Santa  Marta  sin  ha- 
zer  en  este  camyno  cosa  ninguna  sino  pasar  muchos 
trabaxos  por  causa  de  las  muchas  aguas  que  halla- 
ron y  ser  tienpo  de  aguas.  Bueltos  a  Santa  Marta,  sie- 
te leguas  de  la  cibdad  supieron  como  era  muerto  Gar- 
cía de  Lerma,  y  como  estava  en  Santa  Marta  el  doctor 
Infante  por  juez  de  residencia,  donde  quando  llegaron 
lo  hallaron  en  la  cama  mal  dispuesto  y  muy  fatigado  por- 
que estava  la  tierra  muy  fatigada  y  aleada  por  aver  sali- 
do la  mayor  parte  de  toda  la  gente,  los  vnos  a  la  jorna- 
da dicha  y  los  otros  a  tierra  de  la  Ramada,  donde  el  doc- 
tor los  avia  enbiado;  y  después  de  aver  llegado,  rogóles 
el  doctor  que  fuesen,  si  les  pareciese,  a  Bonda,  porque 
avian  recibido  mucho  daño  de  los  indios  della,  y  procu- 
rasen por  alguna  via  de  ver  si  podrian  matar  o  cativar  al- 
gunos dellos;  y  viendo  esto  el  capitán  Cardoso,  se  ajunto 
con  San  Martyn  y  Céspedes,  capitanes,  con  alguna  gen- 
te, y  fueron  a  Bonda,  y  haziendoles  cierto  ardid  como 
que  huyan,  echaron  la  gente  de  pie  atrás,  y  los  indios 
con  codicia  de  los  alcangar  abajaron  a  lo  llano  flechan- 
dolos  muy  rreciamente,  y  desque  los  capitanes  vieron 


—  105  — 

que  podrían  valerse  con  ellos  y  sus  señores  de  los  cava- 
llos,  rebolvieron  sobrellos  apartándose  los  soldados,  y 
alancearon  muchos  dellos  y  tomaron  a  vida  algunos, 
donde  los  castigaron  muy  neciamente,  y  con  esta  vitorya 
se  bolvieron  a  Santa  Marta;  esto,  antes  que  el  governa- 
dor  Garcia  de  Lerma  fuese  la  vez  postrera  a  la  Ramada, 
porque  cada  año  yva  a  ella;  después  d'  estar  rrepartida 
llego  a  Santa  Marta  vn  cavallero  portugués  a  quien  de- 
zian  Gerónimo  de  Meló,  al  qual  le  quedava  vn  hermano 
en  Santo  Domyngo,  dicho  Antonio  Jusarte,  e  llegado 
Gerónimo  de  Meló  a  Santa  Marta  tomo  mucha  amistad 
el  governador  Garcia  de  Lerma  con  el,  y  siempre  esta- 
van  juntos,  y  estando  vn  dia  platicando  en  la  grandeca 
del  rio  Grande,  diziendo  la  furia  que  traya  y  la  gran  po- 
blación que  avia  en  el,  tomóle  codigia  al  Gerónimo  de 
Meló  de  entrar  por  el  arriba  con  algún  navio,  y  dixo 
al  governador  que  no  era  aquello  cosa  para  dexar  sin 
descubryr,  que  el  queria  yr,  si  el  fuese  servido,  a  descu- 
brillo  y  ver  el  fondo  del;  y  el  Governador  le  dixo  que  el 
lo  avia  querido  intentar  y  que  nunca  avia  hallado  piloto 
ninguno  que  se  atreviese  a  entrar  en  el;  y  el  le  dixo  que 
no  se  diese  nada  dello,  que  el  haria  entrar  al  que  con  el 
fuese,  y  que  no  oviese  miedo  ninguno.  Viendo  el  Gover- 
nador esto,  como  de  antes  tuviese  mucha  gana  dixo  que 
a  el  le  plazia,  y  enbio  a  llamar  a  vn  Lyaño,  piloto,  que 
andava  y  tratava  en  la  provincia  de  Santa  Marta,  y  en- 
biolo  con  Gerónimo  de  Meló,  y  otro  navio  mas  chiquito 
tanbien,  y  quando  se  vieron  sobre  la  barra  ovieron  los 
pilotos  muy  gran  temor,  y  si  no  fuera  por  Gerónimo  de 
Meló  que  los  amenaco  que  los  mataría  si  se  bolviesen, 
los  hizo  entrar  dentro  y  subieron  el  rio  arriba  hasta  35 
leguas,  y  fueron  rrescatando  con  los  indios;  estuvieron 


—  106  — 

en  la  jornada  cerca  de  tres  meses,  deíenyendose  hazien- 
do  amistad  con  los  indios  y  rrescatando  con  ellos;  y 
viendo  Antonio  Jusarte,  hermano  de  Geronymo  de  Meló, 
que  esta  va  en  Santo  Domyngo,  que  el  hermano  tarda  va 
y  no  1'  escrivia,  supo  como  avia  ydo  con  la  jornada  del 
rio,  y  sabiendo  el  gran  peligro  del  rio  ovo  myedo  que 
fuese  muerto,  y  vino  a  Santa  Marta  en  buscad  el,  y  estovo 
en  casa  del  Governador  muy  congojado  por  la  tardanza 
de  su  hermano,  y  no  podiendo  sufrir  la  tardanca,  de  eno- 
jado de  tanto  esperar  dixo  al  Governador  que  le  dexase 
yr  a  la  Ramada  mientras  sabia  nuevas  del  hermano,  y  el 
Governador  le  enbio  por  capitán  con  poca  gente,  yendo 
con  el  el  capitán  Carranca,  para  que  llegasen  a  vna  pro- 
vincia dicha  de  Turma,  que  el  governador  avia  dado  al 
capitán  Carranca,  antes  que  llegasen  a  ella  llegaron  a  la 
Ramada,  y  alli,  yendo  vinyendo  del  pueblo  a  la  mar,  sa- 
lieron los  indios  a  ellos  y  los  christianos  fuyeron  los  mas 
dellos,  pero  al  cabo  el  defendiéndose  muy  bien  con  vn 
montante,  murió,  y  los  cristianos  que  con  el  y  van;  y  ve- 
nydo  el  hermano,  como  bido  que  su  hermano  era  muer- 
to, por  indicios  que  vido  yendolo  a  buscar,  murió  de 
enojo.  Después  no  a  entrado  navio,  sino  vergantines. 
río  Grande.  Este  ri0  saie  a  ia  mar f  agUa  dulce,  algunos  dizen  cinco 
leguas,  otros  menos,  según  la  creciente  trae;  hazese  vna 
ysla  en  medio  de  la  boca,  de  largo  de  cinco  leguas,  y 
de  ancho  de  media  legua;  entrase  por  la  boca  grande, 
que  es  hazia  Santa  Marta;  en  toda  aquella  costa  no  ere- 
ge  ni  mengua  la  mar  cosa  ninguna. 

Estando  asi  la  tierra  de  Santa  Marta  en  este  estado, 
faltos  de  dineros  y  de  matenimyentos  y  gente,  cada  qual 
procurava  como  se  podria  yr  y  fuyr  de  la  tierra,  y  anda- 
van  en  cada  rincón  haziendo  ayuntamientos;  el  Dotor  no 


el  año  de  1532. 


—  107  — 

sabia  balerse,  ni  que  devia  de  hazer,  ni  de  quien  se  avia 
de  fiar,  pensando  que  la  tierra  se  avia  de  despoblar  en  su 
tienpo,  y  enbio  a  llamar  vna  noche  al  capitán  Cardoso, 
dándole  quenta  de  la  pena  que  tenya,  de  como  se  rece- 
lava  que  le  dexasen  vn  dia  la  gente  muy  solo,  y  lo  dexa- 
sen  la  mas  de  la  gente  o  toda,  y  que  no  sabia  como  se 
pudiese  valer  para  escusar  esto,  porque  via  la  gente  tan 
amotinada  y  levantada  que  en  cada  rincón  andavan  ha- 
ziendo  concilios  para  como  se  pudiesen  yr;  el  qual  capi- 
tán le  dixo  como  su  parecer  era  que  enbiase  por  dos  par- 
tes la  gente,  y  ya  que  alguna  gente  le  quedase  seria  poca 
y  podríase  sustentar  mexor,  y  la  gente  que  saliese  haría 
lo  mesmo;  y  asi  lo  hizo,  porque  enbio  por  vna  parte  a  la 
Ramada  a  vn  capitán  Ribera,  y  a  vn  Méndez  con  cierta  Aqui  comienza 
gente  para  que  visitase  la  tierra  y  demandase  oro;  y  por 
otra  parte  enbio  a  vn  Mexia,  que  avia  venydo  con  el  de 
Santo  Domyngo,  y  al  capitán  Cardoso,  a  la  provincia  de 
los  Caraives,  adonde  Pedro  de  Lerma  fue  desbaratado,  y 
ydos  que  fueron  anduvieron  en  ella,  donde  ovieron  har- 
tos recuentros,  y  al  cabo  la  corrieron  y  andubieron  toda; 
perdieron  en  ella  tres  honbres  que  les  mataron  los  indios, 
tomaron  muchos  esclavos  y  esclavas,  y  como  la  gente  es 
tan  brava  nunca  pudieron  hazer  paz  con  ninguno  dellos; 
Después  que  ovieron  corrido  la  provincia  y  siendo  carga- 
dos d'  esclavos  y  otras  cosas,  se  bolvieron  a  Santa  Mar- 
ta, porque  en  toda  la  provincia  no  hallaron  oro,  ni  lo  ay 
en  ella.  Antes  que  llegaran  a  Santa  Marta,  junto  a  Poci- 
gueica  los  indios  de  alli  intentaron  de  quitalles  la  caval- 
gada  saliendo  a  ellos,  y  alangearon  y  mataron  dellos  al- 
gunos y  se  bolvieron  arriba  atemorizados.  Los  que  fue- 
ron a  la  Ramada  tanbien  volvieron,  trayendo  algún  oro. 
Estando  las  cosas  en  estos  termynos  llego  Juan  de  Jun- 


—  108  — 

co  a  Santo  Domyngo,  que  yva  en  vna  nao,  con  hasta  cien 
honbres,  porcapitan  dellos,  y  llebava  su  canpo  a  Carta- 
gena, y  aportados  ally  los  Oydores  de  Santo  Domyngo  le 
rrogaron  fuese  a  Santa  Marta,  que  le  yria  mexor  que  en 
Cartagena,  porque  como  estava  ally  el  Dotor  Infante,  que 
ellos  avian  enbiado,  quisieron  ayudalle  con  gente  para 
si  algo  toviese  necesidad,  y  quedóse  en  Santa  Marta  el 
dicho  Juan  de  Junco  y  la  gente  que  consigo  llevó.  Ayun- 
tados en  Santa  Marta  tornó  la  gente  a  alborotarse  de  ma- 
nera que  fue  necesario  al  Dotor  bolvellos  a  enbiar  otra 
vez  a  Rivera  con  el  Méndez  a  la  Ramada,  adonde  mata- 
ron al  Méndez,  y  el  Rivera  con  los  que  le  quedavan  se 
fue  a  la  governacion  de  Veneguela;  y  el  capitán  Cardoso 
fue  a  la  provincia  de  las  Argollas,  y  después  a  los  Ca- 
raives  y  a  Chimyla  y  a  Mastes;  de  Santa  Marta  esta  la 
provincia  de  las  Argollas  25  leguas,  por  tierra  que  lla- 
man Pespes,  hazia  el  rrio  Grande,  porque  en  medio  está 
vn  ancón  con  gienagas  que  por  el  rrodeo  haze  mas  de 
veinte  leguas  por  tierra  lo  que  por  la  mar  son  doce.  Dizese 
de  las  Argollas  porque  hallaron  ally  vnas  argollas  de  oro 
que  se  ciñen  por  el  cuerpo,  de  grosor  de  vn  dedo.  Salido 
de  Santa  Marta  fue  a  Pocigueica  para  si  pudiese  hazer 
algún  daño  aquellos  indios  de  quien  antes  avia  rrecivido 
mucho  daño,  y  fuese  a  poner  junto  al  pueblo  en  celada, 
mandando  a  la  otra  gente  que  no  era  para  tanto,  que  se 
estuviese  dos  leguas  atrás,  y  que  no  se  moviesen  hasta 
ser  el  sol  salido;  y  al  cuarto  del  alva,  saliendo  el  sol  sa- 
lieron ellos  muy  en  orden  para  ir  a  sus  labrancas,  y  sa- 
liendo el  capitán  de  la  montaña  dio  en  ellos  y  mato  mu- 
chos indios,  y  tomo  vn  capitán  muy  principal  hermano 
suyo,  y  hecho  esto  llego  la  otra  gente  que  atrás  quedava 
y  apartóse  de  alli  vna  legua,  donde  sienpre  los  indios  le 


—  109  — 

fueron  dando  caga,  y  asi  camyno  adelante  con  los  pri- 
sioneros a  fin  de  procurar  paz  con  aquella  gente,  y  asi 
camyno  y  entro  en  la  provincia  de  las  Argollas,  donde 
nunca  pudo  hazer  ningún  indio  de  paz;  ovo  alli  algunas 
argollas  de  oro;  tomo  alli  esclavos  y  esclavas;  de  alli  se 
fue  a  la  provincia  de  Mastes,  donde  la  hizo  de  paz,  que 
es  vna  buena  provincia;  ay  en  ella  oro,  avnque  poco; 
los  indios  de  ella  son  de  los  mas  hermosos  y  grandes  y     G*  *<*«««•  de 

.  fiaz   y    ellos   le 

bien  hechos  que  se  pueden  hallar  en  las  Indias;  las  mu-  guiaron  a  ia¿r0- 
geres  todas  a  vna  mano  son  muy  chiquitas  y  muy  feas.  vincia  deA^as- 
De  alli  entro  hazia  el  rio  Grande  a  otra  provincia  que 
llaman  Aguas,  y  alli  no  quisieron  ser  de  paz;  dieronle 
batalla,  avnque  turó  poco  porque  huyeron  luego;  ma- 
taron alli  algunos  indios;  no  es  gente  belicosa;  de 
alli  se  salió  y  boivio  a  Mastes,  y  de  alli  atravesó  a  los 
Caraives  y  paso  por  toda  aquella  provincia  sin  se  dete- 
ner, porque  en  dándole  guagavara  luego  huían;  tomo  alli 
esclavos  y  esclavas;  no  es  tierra  de  oro;  de  ay  fue  a  Chi- 
myla,  que  esta  alli  junto  hazia  la  sierra,  y  de  alli  vino 
corriendo  toda  Chimyla  hazia  Santa  Marta,  y  alli  le  die- 
ron algunas  guagavaras;  tomó  indios  y  indias  en  ella;  ay 
aqui  indias  hermosas;  ay  poco  oro;  y  de  Chimyla  salió 
della  camyno  de  Santa  Marta,  llevando  sienpre  consigo 
al  capitán  de  Pugigueica  preso,  y  desque  estuvo  dos  jor- 
nadas de  su  pueblo  le  dijo  que  porque  el  viese  en  quan 
poco  los  tenya,  que  si  el  quisiese  le  soltaría,  y  se  fuese 
a  su  tierra  todo  el  que  quisiese,  y  le  daría  a  su  hermano 
que  se  fuese  con  el,  y  si  quisiesen  ser  sus  amigos,  que  el 
seria  suyo,  y  si  no,  que  cada  dia  losyria  alangear,  y  que 
no  les  tenya  myedo  ninguno;  y  el,  viendo  esto,  dixo  que 
avnque  era  indio,  que  tanbien  era  honbre  como  ellos,  y 
que  tanbien  conocia  quien  le  hazia  bien  o  mal,  y  que  si 


—  110  — 

por  su  grado  fuese,  que  el  seria  su  amigo,  pero  que  avia 
otros  mayores  señores  que  no  el;  que  el  no  era  sino  capi- 
tán, pero  que  el  hablaria  con  los  caciques  de  aquel  pueblo, 
porque  eran  muchos  y  muy  grande,  y  que  el  procurarla 
mucho  su  amistad;  pero  que  quanto  era  a  su  yda  dende 
alli,  que  el  no  se  quería  yr  hasta  que  estoviese  mas  cerca 
de  su  pueblo,  y  que  estando  cerca,  que  el  se  lo  acordada, 
y  que  el  le  tenya  por  honbre  que  no  faltaria  su  palabra; 
y  después  que  se  vido  vna  jornada  de  su  pueblo  pidióle 
licencia  para  se  yr,  y  el  capitán  le  dio  camysa  y  bonete 
y  quentas  y  vna  hacha,  que  es  lo  que  ellos  procuran 
mucho,  y  tres  indios  de  los  suyos  que  le  aconpañasen,  y 
lo  enbio,  y  el  capitán  llego  al  pueblo  de  Pocigueica  de 
ay  a  dos  dias,  y  se  apoxento  en  baxo  con  su  gente  y  pre- 
sa que  llebava,  y  ni  al  pasar,  ni  al  aposentarse,  nunca  los 
indios  le  dieron  grita  como  solían,  ni  abaxavan  a  el,  an- 
tes se  sentaron  en  aquellos  cerros  myrando  al  capitán  y  a 
la  gente  que  lleva  va,  y  asi  se  aposentó,  y  aposentado  es- 
tuvo alli  aquel  dia,  y  estando  asi  vino  a  el  el  hermano 
del  capitán  con  algún  mantenimyento,  diziendo  que  su 
hermano  no  benya  por  estar  mal  dispuesto,  y  que  avia 
hablado  con  los  caciques,  y  ellos  le  avian  rrespondido 
que  siendo  el  sienpre  asi  y  haziendolo  bien  con  ellos, 
ellos  serian  sus  amigos,  y  que  otra  vez  que  el  vinyese 
saldrían  a  el  a  hablalle;  y  asi  el  capitán  se  salió  desta 
provincia  y  se  fue  a  Santa  Marta,  y  quando  llego  hallo 
al  dotor  Infante  ido,  por  dolencia  que  tuvo,  a  Santo  Do- 
myngo,  y  que  dexo  por  su  tenyente  a  don  Antonio  Becos 
hasta  tanto  que  vinyese  el  Adelantado  don  Pedro,  y  asi 
partieron  la  presa  de  oro  y  esclavos,  rreposando  de  los 
trabaxos  del  camyno. 

De  ay  a  quince  dias  allego  el  Adelantado  don  Pedro  a 


—  111  — 

Santa  Marta;  entrado  que  entró,  de  ay  a  diez  o  quinze 

dias,  como  Bonda  estava  de  guerra  determyno  de  le  en-     Agui  enir,c  el 

Adelantado    Lu- 

biar  a  llamar  para  ver  si  querian  ser  amigos;  nunca  lo  g0,iS33. 
quiso  hazer;  viendo  el  Adelantado  esto  mandó  apercebir 
la  gente  y  a  todos  los  capitanes,  y  fue  a  dar  en  el  pueblo; 
asentaron  real  al  rrededor  del  pueblo,  y  luego  otro  dia  a 
la  mañana  comencaron  a  subir  y  se  defendieron  los  indios 
vn  rrato,  pero  como  tenyan  el  pueblo  vazio,  que  avian 
sacado  fuera  las  mujeres  y  niños  y  bastimento,  desmán- 
pararon  el  pueblo  y  comencaron  a  huyr,  y  en  la  defensa 
todavía  mataron  al  pie  de  treinta  christianos,  pocos  mas 
o  menos,  y  hirieron  algunos,  de  los  quales  llevava  en  esta 
entrada  1200  honbres,  en  que  de  todos  no  se  supieron 
dar  maña  sino  los  docieníos  que  eran  viejos  en  la  tierra, 
porque  los  demás  no  se  supieron  dar  maña.  Hizo  el  Ade- 
lantado quemar  todo  el  pueblo,  y  se  aposentó  junto  a  él 
en  el  canpo,  y  de  allí  enbio  ciertos  capitanes  al  rrededor 
de  Bonda,  que  fueron  el  capitán  don  Diego  de  Cardona,  y 
Tapia,  y  Diego  de  Urbina,  y  Orejuela,  que  avian  ydo 
d'  España  con  el,  y  al  capitán  Cardoso,  que  alia  estava 
en  la  tierra,  para  que  si  no  quisiesen  venyr  de  paz,  los 
quemasen;  fueron,  y  no  quisieron  venyr  de  paz  y  los  que- 
maron, y  no  murió  honbre  en  esta  jornada.  De  alli  se 
bolvieron  y  abaxaron  a  vn  valle  donde  el  Adelantado  les 
fue  a  esperar,  donde  quemo  algunas  casas  y  ovo  vn  re- 
encuentro donde  le  hirieron  alguna  gente,  y  de  alli  se 
salió  y  se  bolvieron  a  Bonda,  do  antes  estavan,  y  de  alli 
enbio  el  Adelantado  a  su  hijo  don  Alonso  al  valle  de 
Tayrona,  que  es  de  Santa  Marta,  18  leguas  de  Santa 
Marta  costa  de  la  mar,  apartado  de  la  mar,  seis  leguas 
hazia  la  Ramada;  y  enbio  con  el  al  capitán  Diego  de 
Urbina  y  a  don  Diego  de  Cardona,  Orejuela,  al  capitán 


—  112  — 

San  Martyn  y  al  capitán  Cardoso  y  al  capitán  Alon- 
so Martyn  y  al  thesorero  Lebrixa;  fueron  a  Taironaj 
donde  ovieron  ciertas  guagavaras  donde  les  hirieron  en 
vn  paso  veinte  ó  treinta  honbres,  y  en  otro  paso  se  lo  de- 
fendieron y  hirieron  al  capitán  San  Martyn  y  Alonso  Mar- 
tyn, y  desbaratados  los  indios  fueron  corriendo  todo  el  va- 
lle, y  como  la  gente  estava  alborotada  no  hallavan  en  todo 
el  valle  de  comer,  ni  oro,  ni  otra  cosa,  y  como  vieron 
que  no  hazian  nada  y  tenyan  nueva  do  estava  vn  cagique 
de  la  Ramada,  principal  della,  dicho  Marivare,  que  es- 
tava cerca  de  aquel  valle,  determyno  de  yr  sobre  el,  a 
ver  sy  le  podian  tomar,  y  camynaron  gran  parte  de  la  no- 
che y  en  rrayando  el  alva  llegaron  donde  estava  el  dicho 
cagique,  y  derramóse  la  gente  por  el  pueblo,  unos  a  un 
cauo  y  otros  a  otro,  buscando  al  dicho  cacique,  porque 
estavan  las  casas  muy  apartadas  unas  de  otras,  y  andan- 
dolo  buscando  y  no  lo  aliando,  apartóse  el  capitán  Car- 
doso una  costeguela  arriba  cerca  de  las  otras  casas,  y 
alióle  en  vna  casa  que  alli  avia  hecho;  tomóle  por  la  ma- 
no y  sentólo  consigo  debaxo  de  vna  ramada  que  delante 
de  la  puerta  tenya,  poniendo  primero  a  las  puertas  de  la 
casa  del  dicho  cacique  dos  honbres  a  cada  vna  para  que 
no  dexasen  entrar  ni  salir  a  nadie,  y  hecho  esto  mando 
llamar  a  don  Alfonso  para  que  viniese  a  ber  al  cagique 
llamado  Maribary,  el  qual  vino  luego,  y  benido,  bino  con 
el  el  capitán  San  Martyn,  que  al  presente  era  Contador, 
y  llegado  dixo  don  Alonso  al  capitán  San  Martyn  y  al 
capitán  Cardoso  que  tubiesen  alli  consigo  al  dicho  caci- 
que mientras  el  ponia  recaudo  en  lo  que  ubiese  en  la 
casa  del  cacique,  y  entróse  dentro  con  dos  criados  suyos 
y  estubo  alia  gran  rrato  y  a  cauo  desto  salió  y  saco  asta 
trecientos  o  quatrogientos  pesos,  diziendo  que  no  abia 


—  113  — 

aliado  mas;  créese  que  tomo  el  alli  al  pie  de  tres  myll 
pesos  de  oro,  que  podrían  baler  dos  myll  o  dos  mil  y 
quinyentos  ducados,  y  esto  se  cree  por  el  bulto  que  acia 
el  mismo  oro,  porque  quando  yban  caminando  lo  lleba- 
va  vn  yndio  acuestas,  y  no  prodria  ser  mas  lo  que  alli 
tomó;  ubo  grandes  murmuraciones  sobrello,  asi  alli  por 
el  camino,  como  en  Santa  Marta  después  de  llegados,  di- 
ziendo  que  abia  tomado  mas  de  xxx  myll  pesos,  y  esto 
decíanlo  los  que  no  sabían  las  cosas  de  la  tierra;  fue  cau- 
sa de  aber  entre  el  Adelantado  su  padre,  y  el,  mucha  dife- 
rencia, por  cuya  causa,  según  se  cree,  después  de  buelto 
don  Alonso  a  Santa  Marta  se  bino  a  Castilla. 

Partido  don  Alonso  para  España,  determyno  el  Ade- 
lantado su  padre  de  enbyar  a  hazer  vna  jornada  camynan-  i&j. 
do  hazia  el  Quito,  en  la  qual  enbio  por  su  tenyente  y 
capitán  general  a  vn  licenciado  Goncalo  Ximenez  que 
d'  España  llevo  por  su  tenyente.  Determyno  de  enbiar 
dos  armadas,  vna  por  tierra  y  otra  por  mar;  en  la  de  tie- 
rra enbyo  al  dicho  tenyente;  por  capitanes  al  capitán  San 
Martyn,  al  capitán  Juan  de  Céspedes,  al  capitán  Junco, 
al  capitán  Lázaro  Fuente,  al  capitán  Suarez;  por  la  mar 
enbio  a  don  Diego  de  Cardona,  y  a  Diego  de  Urbina,  y 
al  capitán  Cardoso,  y  a  vn  Orduña  y  a  vn  Juan  Chamo- 
rro; partióse  el  armada  de  tierra  25  dias  primero  que  la 
de  la  mar;  partióse  la  de  la  mar  vn  Jueves  Santo  después 
de  cerrado  el  Señor;  fueron  a  dos  leguas  de  ally  por  es- 
perar a  rrecoxer  la  gente  toda;  el  sábado  de  pascua,  a  las 
10,  después  de  rrecoxida  la  gente,  se  partieron  del  puer- 
to do  esta  van,  que  se  llamava  Cuxaga,  y  tenyan  de  alli 
a  ocho  leguas  el  río  Grande,  por  do  avian  de  entrar;  ví- 
noles grande  serracon,  que  no  savian  los  vnos  de  los 
otros,  de  manera  que  se  perdieron  sin  se  poder  hallar  los 


—  114  — 

unos  de  los  otros,  y  ovieron  de  correr  a  popa,  y  después 
que  fue  de  dia  claro  no  parecieron  juntas  sino  la  fusta 
en  que  yva  don  Diego  de  Cardona  y  Diego  de  Urbina,  y 
el  bergantin  do  yva  el  capitán  Cardoso,  y  otro  bergantin 
en  que  yva  vn  flamenco,  y  pasaron  con  gran  tenpestad 
por  la  boca  del  rio  Grande,  por  do  avian  de  entrar,  y 
con  la  gran  tormenta  y  serragon  no  pudieron  y  corrieron 
la  costa  hazia  Zanba,  pueblo  que  es  en  la  governacion 
de  Cartagena,  e  yendo  ocho  leguas,  poco  mas  o  menos, 
del  rio  Grande,  hazia  Cartagena,  se  quebró  el  governalie 
de  la  fusta  y  le  convino  dar  en  tierra,  do  se  perdió,  sal- 
tándose la  gente,  y  perdióse  lo  que  llevava;  el  capitán 
Cardoso  y  el  flamenco  corrieron  hasta  Zanba,  puerto 
abrigado,  en  la  governacion  de  Cartagena,  y  surgieron  y 
se  guardaron  de  la  tenpestad,  y  otro  dia  de  mañana  co- 
rrieron a  entrar  en  Cartagena  para  ser  proveer  de  las  co- 
sas necesarias,  porque  lo  avian  todo  echado  en  la  mar, 
que  no  les  avia  quedado  sino  el  artillería;  llegados  a 
Cartagena  hallaron  a  vn  Manjarres,  que  yva  en  la  mesma 
flota,  con  vn  bergantin  que  avia  corrido  con  la  tormenta 
hasta  el  dicho  puerto,  y  estando  ellos  en  Cartagena  alle- 
garon a  ella  Diego  de  Urbina  y  don  Diego  de  Cardona 
con  los  soldados  que  llevavan,  los  quales  avian  venydo 
por  tierra  hasta  Cartagena,  y  de  alli  se  bolvio  el  capitán 
Cardoso  con  tres  o  quatro  criados,  dexando  los  soldados 
que  llevava  en  su  conpañia,  porque  no  le  quisieron  se- 
guir, para  bol  ver  otra  vez  a  Santa  Marta;  y  asi  vino  a 
Santa  María  y  dio  quenta  al  Adelantado  de  lo  sucedido 
en  el  armada,  y  don  Diego  de  Cardona  y  Diego  de  Ur- 
bina se  quedaron  en  Cartagena  y  no  quisieron  bolver  a 
Santa  Marta.  Llegado  el  capitán  Cardoso  a  Santa  Marta 
hallo  que  don  Pedro  de  Lugo,  por  tener  nueva  que  todos 


—  115  — 

eran  perdidos,  avia  echo  otra  armada  en  que  enviava  a 
vn  lycenciado  Gallegos  por  tenyente,  y  a  vn  capitán  Al- 
varazin,  y  a  vn  Gómez  de  Corral,  por  capitanes;  después 
de  llegado  el  capitán  se  enbarco  en  la  dicha  armada  en 
vn  vergantin,  haziendo  gente  para  llevar  consigo,  y  se 
partieron  y  entraron  por  el  rio  Grande  con  harto  trabaxo 
y  seguieron  su  camyno  el  rio  arriba  hasta  alcangar  al  ly- 
cenciado Ximenez  que  y  va  por  tierra  con  su  gente,  y  al- 
canzáronle ochenta  leguas  el  rio  arriba,  y  de  alli  fueron 
todos  juntos,  unos  por  tierra  y  otros  por  el  rio,  y  estu- 
vieron cerca  de  ocho  meses  hasta  llegar  a  la  tierra  des- 
que par  tieron  de  Santa  Marta,  que  será  de  la  mar  ciento 
veinte  leguas. 

Alli  estuvieron  en  la  Tora  mas  de  tres  meses  buscando 
camyno  por  do  yrian  a  la  sierra,  porque  todo  aquello  in- 
termedio entre  el  rio  Grande  y  la  sierra  era  todo  de  alagu-  AgMi  comienza 
nagos  llenas  de  yslas  en  medio  de  mucha  arboleda,  y  el  *i*&* 
capitán  Cardoso  y  el  capitán  Alvarazin  anduvieron  en 
busca  de  los  camynos,  y  al  cabo  hallaron  vn  rio  que  ve- 
nya  de  la  sierra,  por  do  subieron  con  vna  canoa  y  halla- 
ron por  señas  que  vieron  que  avia  camynos  por  do  los 
indios  yvan  y  venyan  a  la  sierra,  y  de  alli  se  bolvieron 
al  real,  y  dieron  nuevas  de  lo  que  avian  hallado,  y  que  les 
parecia  que  por  alli  podian  yr  con  los  cavallos  a  la  sierra, 
y  todo  el  real,  para  lo  qual  enbiaron  al  capitán  San  Mar- 
tyn  para  que  camynase  por  la  tierra  adentro  para  se  in- 
formar de  que  tierra  era,  el  qual  fue  y  anduvo  alia  15  o 
20  dias  y  hallo  que  los  indios  camynavan  por  alli  a  bus- 
car sal,  y  de  alli  se  bol  vio  porque  hallo  rrastro  de  mucha 
gente  y  el  llevava  poca,  y  el  tenyente  torno  a  enbiar  al 
capitán  Céspedes  y  al  capitán  Lebrixa  con  gente  para  ir 
a  descubryr  mas  adelante,  los  quales  fueron  y  hallaron 


Salieron  de 
Sa7ita  Marta  se- 


—  116  — 

grandes  despoblados  de  tres  y  quatro  dias  de  despobla- 
do, y  de  cinco,  asi  que  se  bolvieron  después  que  llegaron 
a  tierra  poblada,  que  la  vieron  de  vnos  altos  a  do  subie- 
ron, y  bueltos  al  real  dieron  nueva  de  lo  que  avian  visto 
de  la  tierra,  que  avian  visto  muchos  humos,  que  era  se- 
ñal de  gran  población.  Visto  esto  por  el  Lycenciado  y 
por  los  capitanes,  ovieron  su  consejo  que  devian  de  en- 
byar  a  Santa  Marta  a  los  dolientes,  con  la  gente  de  los 
vergantines,  o  que  los  dexasen  en  el  rio  para  que  les  es- 
perasen alli  hasta  que  podiesen  descubryr  mas  la  tierra  y 
ver  lo  que  avia  en  ella,  y  para  este  viaje  hicieron  salir  al 
capitán  Cardoso  de  los  vergantines  para  yr  con  ellos,  por 
ser  honbre  esperto  en  la  tierra  y  de  mucha  esperiencia,  y 
teQientos  y  dn-  tanbien  hizíeron  yr  al  capitán  Alvarazin  por  ser  honbre 
cuenta  honores         ge  j    entendia  de  la  tierra,  y  comencaron  a  camynar 

en   los   verganti-      ~  '  J  *  •> 

nes.y  en  los  que  por  tierra  con  todo  el  real,  donde  pasaron  grandes  mon- 
fueron  por  he-  tañas  y  despoblados,  aviendo  muy  grandes  hanbres,  a 

rra;  llegaron   a  J  r  ./o  i 

Bogotá  i7S;  ios  tanto  que  vinyeron  a  comer  vna  adarga  y  perros  sarnosos 
demos  muñeron,  estavan  como  gafos,  y  asi  camynaron  con  este  tra- 

salvo  cien  hon-      A  °  J 

¿res  que  queda-  vaxo  hasta  que  allegaron  a  lo  rraso  y  salieron  de  las 
ron, por  su  mai  m0ntañas,  donde  comencaron  a  hallar  mucha  comyda  de 

concierto  del  ly- 
cenciado Gaiie-  mayz  y  carnes  de  venados  y  de  otros  anymales  dichos 
gos;  murieron  las  curüs  en  abundancia,  y  frutas  de  la  tierra;  comencando  a 

tres  Partes  de  líos  '  J  >  Y 

a  mano  de  los  in-  camynar  por  el  valle,  al  cabo  de  tres  o  quatro  dias,  aca- 
dios-  ,      bados  los  quales,  vn  dia  de  mañana,  como  la  gente  venya 

muy  fatigada  quisieron  ir  a  vn  pueblo  que  vieron  en  vna 
sierra,  y  los  indios  como  vieron  que  todos  yvan  al  pueblo 
y  que  no  quedava  sino  el  capitán  Cardoso  con  la  rreta- 
guarda  con  quatro  o  cinco  de  a  cavallo,  y  muchos  do- 
lyentes  cargados  en  bestias,  hechos  cargas,  dieron  en 
ellos,  donde  mataron  los  christianos  muchos  dellos,  por- 
que luego  el  capitán  fue  socorrido  de  los  que  arriba  es- 


—  117  — 

tavan.  Aposentáronse  aquel  dia  en  aquel  pueblo,  y  otro 

dia  camynaron  adelante  y  dos  leguas  de  ally  hallaron  vn     Los yndios dan 

o  ./  en   la   retaguar- 

pueblo  nuevo  que  el  señor  que  llamavan  Bogotá  avia  da. 

acabado  de  hazer,  el  qual  pueblo  era  muy  hermoso,  de 

pocas  casas  y  muy  grandes,  de  paja  muy  bien  labrada, 

las  quales  casas  estavan  muy  bien  cercadas  de  vna  cerca     Entra»  en  u 

,  casa  Real  de  Bo- 

de  hazes  de  cañas  por  muy  gentyl  arte  obradas;  tenyan  gota, 

diez  o  doce  puertas,  con  muchas  bueltas  de  muralla  en 

cada  puerta;  era  cercado  el  pueblo  de  dos  cercas;  tenya 

entre  cerca  y  cerca  vna  muy  gran  plaza,  y  entre  las  casas 

tenya  otra  muy  hermosa  plaza;  vna  casa  dellas  estava 

llena  de  tasajos  de  venados  curados  sin  sal.  Llegados  a     Aposenta,™ $» 

el  pueblo  nuevo  y 

este  pueblo  se  aposentaron  en  el  porque  no  hallaron  gen-  easa  Reai  de  bo. 
te  que  se  lo  resistiese;  estubieron  alli  aquel  dia;  otro  dia  s°ta- 
llegaron  diez  o  doce  indios  cubiertos  con  mantas  negras 
y  bonetes  de  algodón  negros,  de  aguja,  cumplidos,  y 
traxeronles  venados  de  parte  del  Señor,  y  vn  poco  de  oro. 
Dixeron  que  venyan  alli  a  hazer  sus  honrras  por  los  muer- 
tos que  avian  muerto  en  la  batalla,  y  comencaron  a  can- 
tar a  manera  de  lloro  que  los  christianos  no  los  entendían 
porque  no  tenyan  lengua  que  bien  los  entendiese;   turó     Honrras  que 
este  lloro  y  alaridos  ora  y  media,  poco  mas  o  menos;  foJ. 
acabado,  se  fueron;  enbiaron  a  dezir  con  ellos  al  cacique 
que  vinyese  a  ser  amigo  de  los  christianos;  si  no,  que  le     Llaman  ios 

.  ,  '  .  christianos  a  Bo- 

quemarían  el  pueblo  y  le  darían  guerra;  el  qual  no  quiso  got&. 
venyr.  Otro  dia  se  partió  de  alli  el  real  y  fue  a  dos  leguas 
de  alli  a  otro  pueblo  dicho  Chia,  porque  es  el  pueblo  do 
reside  el  que  a  de  suceder  por  muerte  del  Señor,  el  qual 
se  llama  Chia,  como  acá  dezimos  principe,  y  luego  que     Van  aChia>? 
llegaron  al  pueblo,  el  qual  es  muy  grande,  halláronle  ZiJ 
despoblado,  que  se  avian  ydo  del  indios  y  indias;  estuvie- 
ron alli  algunos  dias;  algunos  indios  caciques,  avnque 


—  118  — 

eran  suditos  a  Bogotá,  que  era  el  mayor,  o  por  myedo, 
o  por  saber  que  gente  era,  les  enbiavan  comyda  y  man- 
tas; el  señor  de  la  tierra  quando  lo  supo  mando  al  sobre- 
dicho Chia  y  a  los  capitanes  que  matasen  a  los  que  yvan 
a  llevalles  comyda  y  mantas  a  los  christianos,  los  quales 
Matan  a  los  j0  hiñeron  y  a  muchos  davan  de  palos  y  les  quitavan  la 

que  llevan  comi-  ' 

da  a  los  chrü-  comyda,  y  algunos  dellos  les  rasgavan  las  mantas  y  se  las 


¿zanas. 


atavan  al  pescueco  por  gran  deshonrra,  diziendoles:  yd 
a  los  christianos  que  os  vengan  a  vengar;  y  asi  venyan 
algunos  dellos  a  los  christianos  a  quexarse;  los  christia- 
nos, viendo  esto,  determynaron  de  enbiar  al  capitán  Car- 
saie  ei capitán  ¿oso  con  cuatro  de  a  cavallo  y  hasta  veinticinco  de  a  pie, 

Cardoso  con  poca 

gente,  y  ¿or  que  porque  como  estavan  muchos  dolyentes  y  cansados  no 
causa, y  da  en  ios  ovo  [Ugar  de  saiir  maSj-  q\  qUaj  fue  y  poniéndoseles  en  pe- 
lada al  pie  de  la  sierra,  pegado  con  vn  rio  a  do  la  mayor 
cantidad  de  la  gente  estava,  y  esperando  alli  hasta  que 
amaneciese,  y  viendo  recoxer  las  velas  dio  en  los  indios 
en  las  espaldas  dellos,  y  entrado  con  ellos  juntamente 
en  el  real  y  como  se  hallasen  salteados,  no  tuvieron  any- 
mo  para  se  poner  en  defensa,  antes  comentaron  a  huir  y 
tomaron  los  christianos  muchas  mugeres  y  muchachos; 
no  quisieron  yr  tras  los  demás  por  vellos  yr  huyendo; 
soltaron  tiros  para  que  les  acudiese  gente  del  real  para 
poder  llevar  la  presa,  que  serian  hasta  trecientas  anymas 
de  mugeres  y  muchachos,  con  los  quales  se  remediaron 
muchos  porque  no  tenyan  esclavo  nynguno;  tomaron  alli 
cantidad  d'  esmeraldas,  y  muchas  mantas  de  la  tierra  y 
otras  muchas  cosas  con  que  se  proveyó  el  real,  y  con  esta 
presa  se  bolvio  el  capitán  al  real,  donde  fue  recibido  con 
mucho  plazer,  donde  después  de  allegado  vinyeron  luego 
hasta  veinte  indios;  los  diez  avia  soltado  el  dicho  capitán 
Cardoso  para  que  fuesen  con  rrecado  a  los  otros,  enbian- 


La  gente   que 
Cardoso  cautivó. 


—  119  — 

do  a  dezir  a  Chila  que  vinyese  a  ser  amygo  de  los  chris- 

tianos  v  le  darian  todas  las  mugeres  y  niños  que  les  avian     Enhian  a  Ua- 

J  °  **  *  mar  a   Chila,  y 

tomado,  y  a  esto  vinyeron  los  veinte  indios  a  contratar  nopareqe. 
al  real,  pero  nunca  pudieron  acabar  con  ellos  que  el  Chi- 
la pareciese  ny  vinyese  a  ellos;  fue  rrepartida  esta  presa 
por  los  capitanes  y  soldados  según  al  tenyente  pareció. 
Procuraron  todos  de  enseñar  la  lengua  española  a  estas 
mugeres  para  se  poder  entender  con  ellas,  la  qual  toma-    Ensenan  u  un- 

gua   española   a 

ron  en  breve.  Estuvieron  en  aquel  pueblo  algunos  dias  ¡asi 


¡numeres. 


y  tuvieron  nueva  que  el  gran  cacique  Bogotá  estava  en 
vn  pueblo,  al  qual  llaman  Bogotá,  que  esta  tres  leguas 
de  Chia;  fueron  alia  los  christianos,  y  quando  llegaron 
no  le  hallaron,  ni  indio  ninguno;  yendo  camynando  para     Van  los  chris- 

¿¿anas  a  buscar  a 

alia  salióles  al  camyno  vn  cacique  llamado  Subausac,  el  Bagota. 
qual  traxo  carne  y  algunas  cosas,  pero  entonces  no  su- 
pieron quan  gran  señor  era  y  dexaronlo  lybre,  el  qual  les     Eieagique  su. 

r  ^  °  '  bausag  sale  al ca- 

enbiava  sienpre  carnes  y  mantas;  este  salió  después  por  mino  y  es  amigo 
buen  amigo  de  christianos,  avnque  todavia  andava  absen-  de  Cristianos. 
tado  por  myedo  de  Bogotá. 

Estando  en  este  pueblo  que  dezian  Bogotá  enbiaron     z&s. 
muchos  mensajeros  al  cacique  Bogotá  para  que  vinyese 
a  ser  su  amygo,  mas  el  nunca  lo  quiso  hazer;  determyno 
el  tenyente  de  enbiar  a  buscarle  tres  leguas  de  alli,  que 
dezian  que  le  hallarían;  enbio  al  capitán  San  Martyn  y  al     '*&.  van  ees. 

,        ,      ,,  pedes  y  San  Mar- 

capitan  Céspedes  con  gente,  los  quales  no  le  hallaron  y  tin  a  buscar  a 
tomaron  más  de  doscientas  anymas  de  indios  y  de  indias  Bogotá. 
que  estavan  en  vn  pueblo,  y  los  indios  se  recoxeron  al 
monte.  A  este  pueblo  acudían  muchos  indios  trayendo  a 
los  christianos  algún  oro  y  esmeraldas  y  mantas,  y  acae-     Querían  que- 
da, poner  los  indios  de  noche  fuego  a  los  pueblos,  como  ¡J£»?  los  chris' 
eran  de  paja,  para  quemar  en  ellos  a  los  christianos,  y 
esto  hizieron  tres  o  quaíro  vezes,  y  los  christianos  estavan 


—  120  — 

ya  recatados  desto.  Estando  asi  los  christianos  vinyeron 
algunos  indios  a  ellos,  diziendo  que  ellos  los  llevarian  a 
do  estavan  las  esmeraldas,  y  que  aquellos  indios  de  do 
las  sacavan  tenyan  gran  cantidad  dellas  y  les  dañan  a  ai- 
mocadas,  porque  eran  muchas  las  que  tenyan,  y  todo  esto 
hazian  por  los  echar  de  la  tierra  a  la  tierra  del  cacique 
Tunxa  porque  era  su  enemigo  dellos;  los  christianos 
Lotyndiospro-  viendo  esto,  como  estavan  ya  con  mas  tuercas  determy- 

curan  dt  hechar  , 

a  los  ckruuanos  naron  de  yr  alia,  y  camynando^con  sus  guias  llegaron  a 

en  la  turra  de  vn  cacique,  a  cabo  de  ciertos  dias  que  camynaron,  que 

se  llama  Turmeque,  y  alli  les  truxeron  algunos  indios 

algunas  esmeraldas  y  oro,  todo  esto  en  muy  poca  canji- 

vaiengueio,  va  ¿a^  y  determynaron  de  tomar  guias  que  los  llevasen  a 

a   las  minas  de    .  ,        ,  ,  1  ,.  ..  ., 

las  esmeraldas.  las  mynas  de  las  esmeraldas;  enbiaron  alia  con  cierta 
gente  al  capitán  Pedro  Hernández  de  Valeneuela;  es- 
tuvo quince  dias  en  ir  y  venyr;  cavaron  en  las  mynas 
asi  los  christianos  como  los  indios  que  llevava;  no  pu- 
dieron sacar  mas  de  vna  o  dos  esmeraldas,  porque  se  sa- 
can con  mucho  trabaxo;  están  estas  mynas  en  vnas  sie- 
rras que  son  mas  altas  que  ningunas  de  aquella  tierra;  es 
tan  grande  el  altura  que  myrar  abaxo  a  la  tierra  llana  pa- 
rece mar;  estas  mynas  d'  esmeraldas  son  de  tierra;  lleva 
dentro  de  si  vnas  vetas  a  manera  de  greda  pegagosa  que 
tira  a  color  de  cielo,  y  dentro  se  crian  las  esmeraldas;  na- 
cen todas  ochavadas  que  ningún  lapidario  las  puede 
ochavar  mexor;  salen  blancas;  después  vasen  haziendo 
con  el  tienpo  mas  verdes,  porque  se  hallan  vnas  que  es- 
tan  medio  blancas  y  medio  verdes,  y  hallanse  muchas  es- 
meraldas juntas  que  tienen  su  fundamento  como  gepa  de 
vna  picarra,  y  ellas  salen  della  como  rramitos,  y  otras  se 
hallan  por  si;  y  de  alli  se  bolvio  el  capitán  Valenguela 
trayendo  tres  o  quatro  piedras  de  precio  que  los  indios  le 


—  121  — 

avian  presentado.  Estando  alli  en  Turmeque,  donde  esta- 
va  el  real,  fueron  algunos  capitanes  a  saltear  por  manda- 
do del  tenyente,  en  que  fue  el  capitán  Cardoso  y  tomo 
alguna  cantidad  de  indios,  entre  los  quales  vinyeron  dos 
que  dixeron  que  ellos  le  pornyan  con  el  gran  cacique      o/receme  do* 
Tunxa,  y  que  tenya  tres  casas  llenas  de  oro  y  que  los  pos-  ^TILCíZo* 
tes  de  las  casas  eran  todos  de  oro,  y  determynaron  de  yr  con  ei  gran  caSu 
alia;  lleváronlo  los  yndios  por  muchos  pueblos  donde    que  Tunja" 
eran  la  xornada  de  vn  dia;  los  truxeron  catorce  dias  ca- 
mynando,  donde  ya  que  estavan  cerca  camynaron  a  toda 
furia  y  llegando  a  do  estava  el  Señor,  a  puesta  del  sol 
lo  tomaron,  apeándose  eitenyente  y  el  capitán  Céspedes     Toman  aT™- 
y  otros  capitanes;  quedo  el  capitán  Cardoso  a  cavallo  con  ja" 
alguna  gente,  recelándose  de  la  mucha  gente  que  veyan,  y 
los  que  se  apearon  pusieron  en  cobro  al  cacique  y  a  todo 
el  oro  y  piedras  d'  esmeraldas  que  hallaron,  y  el  capitán 
quedo  rondando  las  casas  del  Señor,  que  estavan  cerca- 
das con  la  gente  que  tenya;  turó  el  recoxer  del  oro  y  pie- 
dras y  ropa  de  mantas  muy  finas  y  quentas,  que  todo  era 
en  gran  cantidad,  a  lo  menos  la  ropa,  que  era  mucha  y     saque**  *'**• 
muy  fina;  turó  hasta  el  quarto  del  al  va,  y  todo  este  tienpo  J?¿  casa 
ovo  muy  gran  rrumor  y  alboroto  en  los  indios,  ellos  por 
entrar  con  el  señor,  y  el  capitán  por  los  defender;  murie- 
ron algunos  indios  en  la  refriega;  al  quarto  del  al  va,  de     Pelean  con  los 
cansados  y  atemorizados  de  los  que  avian  muerto  cesaron  mdws' 
ya  y  se  apeo  el  capitán  y  pusieron  guardas  y  velas  para 
que  no  viniesen  sobrellos  otra  vez  los  indios;  tomaron 
aquella  noche  cerca  de  280  myll  pesos  de  oro  bueno  y 
malo,  y  gran  cantidad  d'  esmeraldas;  ya  que  seria  tres     La  fresa  que 

a  iii-  1  1  •  1        < .  ganan  los  chris- 

oras  de  sol  bolvieron  algunos  indios  sobrellos,  pero  como  tíanos. 
los  christianos  estavan  en  guarda  y  estavan  la  mayor  parte 
de  los  christianos  descansados  de  la  noche,  cavalgaron  a 


—  122  — 
vuelven  a  fe-  priesa  y  dieron  en  los  indios  y  los  hizieron  huir;  hecho 

lear  con  los  yn-  ,  .  , .    . 

¿ios.  esto  comengaron  a  tratar  con  el  cacique  diziendo  que 

ellos  tenyan  noticia  que  el  tenya  gran  cantidad  de  oro; 
que  se  lo  diese  y  que  lo  soltarían  y  serian  sus  amigos; 
el  qual  cacique  dixo  que  el  lo  daria,  y  asi  los  traxo  en  pa- 
labras, diziendo  vnas  vezes  que  lo  avian  llevado  los  in- 
piden  a  Tanja  r\[os  y  qUe  j0  tenyan  ascondido  en  el  monte,  y  otras  vezes 

su  tesoro.  . 

que  lo  tenya  enterrado;  hizo  cavar  en  muchas  partes  de 
sus  casas  y  nunca  hallaron  nada;  viendo  los  christianos 
esto  fueron  en  demanda  de  otro  cacique  que  estava  de 
alli  ocho  o  nueve  leguas,  que  dezian  de  Sagamoso,  di- 
ziendo que  tenya  muy  gran  cantidad  de  oro,  el  qual  ca- 
vcm  en  de-  cique  huyo  y  no  los  espero;  hallaron  en  sus  santuarios 

manda  de  Saga-  . 

meso,  y  antes  no  hasta  treinta  y  tantos  myll  pesos  de  oro  en  joyas,  esto  he- 
i,  tomaron.         chas  ofrendas  a  sus  tunxos  o  dioses;  eran  águilas,  coronas 
y  otras  joias  de  otras  maneras;  texuelos  de  oro,  pan  de 
oro  de  diez  marcos  de  peso;  halláronse  algunas  esmeral- 
das buenas,  mantas,  quentas;  tuvieron  alli  en  vna  sierra 
vna  refriega  con  los  indios,  y  de  alli  se  bolvieron  a  Tun- 
BveivenaTun-  xa^  y  vueltos  estuvieron  alli  algunos  dias,  y  los  indios  de 
vn  cagique  alli  vezino,  gran  Señor  y  muy  baliente  honbre 
guerrero,  enbio  a  dezir  a  los  christianos  que  los  avia  de 
matar  a  todos,  y  que  avia  de  hazer  pavesas  de  los  cueros 
de  sus  cavallos,  y  de  sus  dientes  quentas  para  sus  muge- 
res,  y  quando  no  se  cataron  binyeron  sobre  los  cristianos 
Amenazas  de  gran  cantidad  de  indios,  donde  ovieron  batalla  y  los  des- 
sobre  los  cristia-  barataron;  murieron  alli  mucha  cantidad  de  indios;  trayan 
***•  langas  de  palma  muy  dura,  y  muy  largas,  de  a  treinta  y 

treinta  y  cinco  palmos,  y  magañas  como  espadas,  de  la 
mesma  palma;  tyraderas,  algunas  hondas;  vinyeron  con 
buen  congierto,  esperaron  en  vn  canpo  llano,  y  desque 
vieron  la  mortandad  que  en  ellos  los  christianos  hazian, 


7a 


Dan  noticia  de 


—  123  — 

huyeron;  hecho  esto,  de  ay  a  ciertos  dias,  por  los  indios 
echar  los  christianos  de  la  tierra,  dixeron  que  avia  vna 
tierra  hazia  el  Quito,  dicha  Neyva,  en  la  qual  avia  muy 
gran  cantidad  de  oro,  en  que  avia  vna  casa  llena  de  oro 

&  '  n  Neyua. 

en  grano,  y  los  postes  della  eran  de  oro;  puso  a  los  chris- 
tianos en  codicia  de  yr  allá;  tomó  el  tenyente  al  capitán 
San  Martyn  y  al  capitán  Céspedes  y  al  capitán  Cardoso 
y  al  capitán  Lebrixa  y  al  capitán  Alvarazin  y  al  capitán 
Suarez  con  alguna  gente  para  que  fuesen  con  el  a  Neyva; 
dexo  en  su  lugar  para  guarda  del  real  y  del  oro  a  su  her- 
mano Hernán  Pérez  de  Quesada,  y  el  capitán  Juan  del      Van  f  Neyva, 

*"  '    •'  r  y  quedo    en   el 

Junco,  y  fuese  camynando  con  la  gente  dicha  a  Neyva;  reai  HemanPe- 

llegaron  a  tierra  de  Bogotá  y  de  alli  fueron  a  vn  pueblo  rez  de  Quesada- 

dicho  Pasga,  y  alli  se  informaron  de  los  indios  del  camy- 

no,  porque  los  indios  de  Pasca  tratavan  en  Neyva  con 

sal  y  trayan  oro  de  alia;  alli  supieron  como  era  el  camyno    ¿/««*«Paíí* 

muy  despoblado  y  que  de  alli  a  Neyva  no  avia  donde 

hallar  comida  mas  de  vn  pueblo  pequeño  en  que  no  avia 

sino  turmas;  proveyéronse  en  Pasca  de  pan  y  tasajos  y 

maiz  para  el  camyno;  camynaron  llevando  cuatrocientos      D,e. lo.s  guales 

^  J  '  •>  no  volvieron  seis, 

indios  cargados  con  comyda  y  provisión;  llevaron  en  esta  porque  todos  mu- 
jornada  mucho  trabaxo;  al  fin  llegaron  a  Neyva;  desque  ^¡ifLfiTtTe- 
llegaron  no  hallaron  de  lo  que  los  indios  les  dixeron,  mas  rramuy  doliente, 
de  que  se  hallaron  juntos  al  rio  Grande,  y  del  otro  cabo 
estava  vn  pueblo  razonable;  hablaron  con  los  indios  que 
estavan  de  la  otra  parte  del  rio;  tuvieron  tanta  platica 
hasta  que  paso  vn  indio  principal  [que]  traxo  ciertas  pa- 
tenas de  oro  que  pudieran  pesar  trescientos  o  cuatro- 
cientos pesos  de  oro,  diziendo  que  no  tenyan  oro;  nun- 
ca le  pudieron  sacar  mas  hasta  tanto  que  les  amenaga- 
ron  que  pasarían  del  otro  cabo  si  no  les  davan  oro  y 
no  venyan  a  ser  sus  amigos;  bolvio  el  indio  con  mas  oro, 


Llegaron  a 
Neyba,  IS3Ü. 


—  124  — 

avnque  poco;  determyno  el  tenyente  de  enbiar  del  otro 

cabo ,  y  como  el  rio  era  tan  grande  y  tan  furioso  no 

pasan  ei  rio  osaron  pasar  con  el  capitán  Cardoso  ninguno  de  los  que 

Grande.  _,     ,     j  ,  , 

avia  señalado  que  pasasen  con  el,  por  no  se  atrever,  y 
asi  se  bolvio  al  real;  después,  ocho  o  diez  honbres  se 
atrevieron  a  pasar  con  el  y  pasaron  con  hasta  tres  cava- 
llos,  porque  todos  los  cavallos  se  les  bolvian  con  la  furia 
del  agua;  pasados  del  otro  cabo,  como  los  indios  los 
vieron  se  pusieron  en  huida  dexando  al  pueblo  solo; 
buscaron  todo  el  pueblo;  no  hallaron  ningún  oro  sino 
fue  en  vna  casa  do  hallaron  algunos  muertos  enbueltos 
en  mantas,  los  quales  tenyan  atadas  vnas  lamynas  gran- 
des a  manera  de  lunas  de  oro  muy  fino  arriba  de  los  pe- 
chos; podían  valer  hasta  myll  ducados;  y  asi  se  bolvio  el 
van  descu-  capitán;  buelto,  determynaron  de  enbiar  a  descubryr  el 
arriba.  '  ***  rio  arriba  al  capitán  San  Martin  y  al  capitán  Céspedes; 
quedóse  el  tenyente  con  los  demás;  anduvieron  ocho  o 
diez  dias,  al  cabo  de  los  quales  se  bolvieron  por  falta  de 
herraje,  que  como  la  tierra  es  muy  pedregosa  y  que  gasta 
mucho,  gastafon  en  breue  el  herraje  que  llevavan,  a 
que  les  fue  forgado  bolverse,  y  también  la  tierra  es  muy 
La  tierra  mai  doliente,  tanto  que  en  el  poco  tiempo  que  en  ella  an- 

sana;  buelvense  a       ,     ,    .  ,  ,  ii«i  jii 

BogotayaTun-  dubieron,  por  el  mucho  calor  della  no  quedo  hombre 
j'a-  que  no  adoleciese;  murió  vn  soldado,  y  si  se  detuvieran 

murieran  todos,  y  asi  se  bolvieron  a  Bogotá,  y  de  alli  a 
Tunxa;  en  Tunxa  estuvieron  algunos  dias  procurando  ha- 
zer  de  paz  a  los  caciques;  algunos  quedaron  de  paz,  aun- 
que no  de  muy  buena  traga;  de  alli  se  partieron  con  todo 
el  rreal  a  la  tierra  de  Bogotá,  donde  empegaron  a  hazer 
algunos  caciques  amigos;  vino  el  cacique  Subausaque  a 
ellos,  muy  amigo,  el  qual  tuvo  siempre  su  amistad;  fue 
la  causa  desta  amistad  que  el  cacique  Bogotá,  su  yerno, 


—  125  — 

como  supo  que  el  de  antes  avia  ydo  a  ver  a  los  cristianos 
y  les  dava  de  lo  que  tenia,  como  era  mayor  señor  quel 
prendiólo  y  quemóle  muchas  casas  y  matóle  muchos  yn- 
dios,  tomóle  alguna  cantidad  de  oro;  a  esta  causa  procuro 
después  ser  amigo  de  los  cristianos  y  conservar  el  amis-      *""/*' era 

r  °  •      •  j        amigo  de  cnstia- 

tad.  Estando  asi  las  cosas  supieron  los  cristianos  do  nos subamque. 
estava  Bogotá,  que  era  en  un  monte  donde  el  habia  he- 
cho vnas  casas  con  un  cercado;  determinaron  de  yr  vna 
noche  sobre  el  para  le  tomar,  y  dexaron  el  real  do  esta- 
van  y  acercáronse  mas  a  el,  que  podría  ser  hasta  tres  le- 
guas de  do  el  estaba,  y  embiaronle  de  alli  mensajeros 
por  le  asegurar,  diziendo  (1)  que  ellos  no  querían  con  el 
guerra,  sino  mucha  amistad,  y  porque  estaban  de  camino 
para  se  bolver  do  tenían  el  real,  que  les  viniese  a  ver,  o 
a  concertar  con  ellos  su  amistad,  y  que  embiase  el  otro 
día,  porque  no  se  podían  ellos  mas  detener,  y  Bogotá     Todo  esi0  de 

r         *  r  Bogotá  está  pues- 

no  embio  el  mensajero,  ni  rrecado  ninguno;  los  cristia-  toeneíazoiss?, 
nos,  la  otra  noche  siguiente  tomaron  los  yndios  que  te- 
nían de  su  servicio,  asi  indios  como  indias,  y  atáronles 
las  manos  y  los  pies  dentro  de  las  posadas  do  estavan,  y 
bien  amarrados  a  las  casas  los  dexaron  en  anocheciendo, 
porque  ninguno  fuese  a  avisar  a  Bogotá,  ni  a  otro  indio; 
partiéronse  a  las  diez  de  la  noche  muy  callados  sin  ser 
sentidos,  fueron  una  ora  o  dos  antes  que  amaneciese 
aquellas  casas  y  cercado  do  estaba  Bogotá,  y  pusieron  a 
la  rredonda  del  cerrado  sus  soldados  y  gente  de  a  cavallo 
para  que  no  pudiese  salir  sin  ser  tomado;  entraron  dentro 
el  teniente  y  mucha  gente,  de  manera  que  tomaron  den- 
tro alguna  gente,  y  mucha  huyo;  fue  ventura  que  luego 


Van  en   busca 
de  Bogotá, 


a  donde  es  su  lu- 
gar. 


Cercan  a  Bo- 
gotá. 


(i)    Lo  que  sigue  se  halla  tachado  en  el  ms.  hasta  la  pág.  127:  «al  caci- 
que, porque  dixese  y  confesase  do  tenia  el  oro». 


—  126  — 

después  se  supo  que  por  un  postigo  falso  se  salió  el  dicho 
salvase  Bogotá.  caciqUe,  do  estavan  dos  hombres  de  a  cavallo,  y  dos  sol- 
dados, con  codicia  de  le  tomar  una  manta  rrica  que  lle- 
vaba le  dieron  una  estocada  y  le  dexaron  yr  después  de 
tomada  la  manta,  diziendo  que  no  avia  por  allí  salido  yn- 
dio  ninguno.  El  cacique  se  fue  asi  herido  al  monte,  que 
estaba  alli  cerca,  do  murió  sin  nadie  saber  del  hasta  que 
después  fue  descubierto  por  vnas  aves  que  llaman  galli- 
nas, que  comen  carne  humana,  que  como  no  lo  hallavan 
como  fue  des-  los  yndios,  visto  que  las  aves  yvan  aquel  lugar  a  comer, 
cuburto Boga*.    fueron  el  rrastr0  dellas  sospechando  lo  que  era,  y  lo  ha- 
llaron, aunque  los  cristianos  en  un  año  no  lo  supieron, 
sino  que  era  biuo;  y  de  allí  se  bolvieron  a  do  avian  que- 
dado los  indios  atados,  los  quales  eran  ydos,  que  los 
auian  desatados  los  yndios  de  la  tierra,  y  de  alli  embiaron 
por  el  rreal  para  que  se  juntase  con  ellos,  y  estuvieron 
alli,  y  a  cabo  de  ciertos  meses  supieron  como  era  muerto 
saben lamuer-  Bogotá,  y  como  se  avia  levantado  con  la  tierra  un  gran 
capitán  suyo  que  llamaban  Sagipa;  procuraron  de  atraelle 
a  que  viniese  de  paz,  con  halagos,  el  qual  a  cabo  de  al- 
gunos meses  vino  a  ellos  e  dixo  que  el  tenia  guerra  con 
los  Panches,  que  es  gente  feroz  que  comen  carne  huma- 
na; que  le  favoreciesen  para  ylles  a  matar  y  que  seria  su 
amigo  y  que  el  ida  con  ellos,  lo  qual  el  teniente  aceto  y 
van  con  Sagi-  fueron  con  el;  dieron  en  un  pueblo  vatalla  a  los  yndios; 
í>  los  pSXÍ  mataron  muchos  dellos;  bolvieronse  a  do  estavan  aposen- 
¿rendenh.  tados;  el  cacique  andaba  huyendo  dellos,  aunque  no  muy 

a  la  descubierta,  y  determinaron  los  cristianos  de  lo  pren- 
der y  pusiéronlo  por  obra;  fueron  por  el  a  do  esta  va  y 
truxeronlo  medio  por  merca;  venido,  hablóle  el  teniente 
de  parte  de  todo  el  rreal,  diziendo  que  Bogotá  avia  sido 
enemigo  de  los  cristianos,  y  que  como  enemigo  suyo  lo 


—  127  — 

avian  muerto,  y  que  todo  aquel  oro  que  el  tenia  perte- 
necía al  Rey  y  a  los  cristianos,  como  hazienda  de  enemi- 
go; que  se  lo  diesen,  porque  ellos  sabían  de  cierto  que 
el  lo  tenia,  que  de  lo  suyo  del  ellos  no  le  pedían  nada, 
salvo  de  lo  de  Bogotá;  el  qual  dixo  que  el  lo  daria  de 
buena  gana,  que  le  diesen  termino  para  ello,  diziendoles 
que  les  daria  una  caja  pequeña  llena  de  oro,  que  dezia 
que  era  de  Bogotá;  que  le  diesen  tiempo  de  algunos  dias 
para  lo  rrecoxer,  y  asi  le  dieron  el  termino  que  el  pidió, 
e  durante  este  termino  el  cacique  estava  con  guardas  por-     w***  el  °™ 

,       ,  j.  •     •         j  i  de  Bogotá,  y  pide 

que  no  se  huyese,  yendo  los  yndios  y  viniendo  a  el  con  termino  par» 
mensajes;  el  qual  indio,  pasado  el  termino  no  cumplió;  daUo- 
truxo  hasta  tres  o  quatro  mili  pesos  de  oro  bueno  y  malo, 
y  no  dio  mas;  viendo  los  cristianos  esto,  comiencan  a  ha- 
zer  rrequerimientos  al  teniente,  que  le  prendiese  en  hie- 
rros y  le  diese  tormento;  el  teniente  no  lo  queriendo  ha- 
zer,  avia  muchas  murmuraciones,  diziendo  que  tenia  al- 
gún trato  con  el  cacique;  ajuntase  la  gente  toda,  buel- 
veselo  a  rrequerir,  da  el  pueblo  poder  a  un  Gerónimo  de 
Aynsa  para  que  por  justicia  lo  pida;  el  teniente,  viendo 
esto,  dio  por  defensor  del  cacique  a  su  hermano  Hernán 
Pérez  de  Quesada,  tomándole  juramento;  asi,  alegaron  de 
cada  parte  cada  vno  como  mexor  pudo,  de  manera  que 
vinieron  a  dar  tormento  al  cacique  porque  dixese  y  con-     Atormentan  ai 

.  1      r\  i    p-  •  cacique, y  muere. 

tesase  do  tenia  el  oro  de  Bogotá;  al  fin  el  cacique  muño. 
Estando  las  cosas  en  estos  términos,  antes  de  morir  el 
cacique  tuvieron  los  cristianos  nuevas  que  de  la  otra  parte     Nue™  ?we  an- 

dan  cristianos, 

del  rrio  Grande,  abaxo  de  Neyva,  do  primero  avian  ydo, 
andavan  cristianos,  y  para  saber  esto  enbio  el  teniente  a 
su  hermano  Hernán  Pérez  de  Quesada  y  al  capitán  Car- 
doso  y  al  capitán  Juan  de  Céspedes  y  al  capitán  Valen- 
£uela,  con  cierta  gente,  para  que  procurase  saber  que 


—  128  — 

gente  era  y  los  traxese,  si  posible  fuese,  a  la  tierra,  y  les 
ofreciese  el  buen  tratamiento  que  en  ella  se  les  haria  si 
ellos  quisieren  venir  y  estar  en  ella;  los  quales  partieron 
en  demanda  dellos,  y  dos  leguas  del  rrio  Grande  hicieron 
dos  canoas  de  dos  arboles  muy  grandes  y  lleváronlas 
acuestas  de  hombres  al  rio  Grande  para  con  ellas  pasar  la 
gente,  y  los  cavallos  nadando;  llegados  al  rrio  con  las 
canoas  alguna  de  la  gente  que  llevaba,  parecióles  que  no 
podían  tener  con  ellos,  y  escoxeron  la  gente  que  les  pa- 
reció para  mas,  y  la  otra  dexaron  a  la  orilla  del  rrio  para 
guarda  de  las  canoas,  para  la  buelta,  y  ellos  pasados  el 
rrio  siguieron  el  rrastro  de  la  gente;  quedóse  en  el  rrio  el 
capitán  Valencuela  con  algunos  cavalleros  y  soldados; 
van  en  segui-  fue  Hernán  Pérez  y  el  capitán  Cardoso  y  el  capitán  Ces- 

miento  de  los  de 

veuicazar.  pedes  y  el  capitán  Lebrija  con  la  otra  gente  en  seguimien- 
to de  los  españoles;  fue  grande  el  trabajo  que  pasaron 
en  esta  jornada,  por  ser  la  tierra  calurosa;  quedava  toda 
quemada  y  talada  de  los  que  delante  iban;  no  allavan 
comida,  ni  cosa  ninguna;  lo  mas  con  que  se  mantenían 
era  coxendo  algunos  granos  de  maiz  que  cayan  de  los 
cavallos  quando  les  davan  de  comer,  y  de  lo  que  sobra- 
va  de  los  puercos  que  llevavan;  asi  fueron  caminando 
con  este  trabaxo  tras  ellos,  y  llegados  a  ellos  hallaron 
Hallan  a  Ben-  que  era  el  capitán  Benalcacar,  el  qual  supieron  que  venia 

bTIZ'  y  Va  a  ^  Q11^0?  Y  se  vinieron  por  Neyva  y  tomaron  rrio  abaxo, 
y  de  alli  les  acometieron  que  se  viniesen  con  ellos  a  Bo- 
gotá y  que  alli  se  rreformarian  de  lo  que  oviesen  menes- 
ter; y  el,  no  lo  queriendo  hacer,  rrogo  al  capitán  Car- 
doso, aparte,  ¿que  era  lo  que  le  parecía?  y  el  le  dixo  que 
le  parecía  que  lo  devia  de  hazer,  porque  en  su  mano  esta- 
va  la  entrada  y  salida;  traya  consigo  hasta  ciento  y  cin- 
cuenta hombres,  y  cuarenta  hombres  a  cavallo,  y  asi  se 


129 


quedo,  y  después  de  venidos  los  de  Bogotá  se  vino  el  con 
su  gente  a  la  tierra  de  Bogotá,  y  estando  seis  leguas  Be- 
nalcazar  de  Bogotá  tuvieron  nueva  como  venia  otra  gente 
por  la  parte  de  Pasca,  la  qual  gente  avia  ydo  de  Valen- 
cuela llevando  consigo  por  capitán  a  uno  dicho  Feder- 
man,  alemán,  y  avian  ydo  corriendo  hazia  Paria  por  unos 
grandes  llanos  y  subieron  a  mediodia  hazia  una  sierra  y 
después  dando  la  buelta  al  rrededor  della  por  unos  pa- 
ramos tornaron  a  bolver  hacia  el  Norte  y  vinieron  a 
Pasca  y  asentaron  allí  su  rreal  dos  leguas  y  media  de  do 
estava  Benalcazar,  y  estava  el  real  de  los  de  Bogotá  seis 
leguas  de  cada  rreal  de  los  dos,  y  los  de  Bogotá  embia- 
ron  a  saber  que  gente  era  la  de  Pasca,  y  supieron  ser  la 
gente  de  Valencuela,  y  embiaron  alia  al  capitán  Junco, 
que  lo  conocía,  y  el  C3pitan  Valencuela,  para  contratar 
con  el,  y  Benalcagar  esperava  lo  mesmo,  y  alli  se  concer- 
taron; prometiéronles  a  los  alemanes,  por  parte  del  te- 
niente, cierta  cantidad  de  oro  porque  dexase  alli  la  gente, 
y  que  vernia  por  el  rrio  con  el  Licenciado  para  venir  a 
Castilla,  y  asi  concertados  Federman  y  el  Licenciado,  no 
ovo  mas  rrecelo  de  divisiones,  y  hecho  esto  vinose  Feder- 
man con  su  gente  al  pueblo  de  Santa  Fe,  que  se  pobló 
después  de  la  muerte  del  cacique  Saxipa,  y  venido  Fe- 
derman luego  vino  Benalcagar  a  Santa  Fe,  do  ovo  algunas 
cosquillas  de  entranbas  partes;  al  fin  acordaron  todos  tres 
de  se  venir  a  Castilla  a  dar  quenta  a  Su  Magestad,  y  que 
la  gente  de  Benalcagar  quedase  en  la  tierra  hasta  treinta 
hombres  o  cuarenta,  de  los  que  el  señalase,  y  los  otros  se 
fuesen  con  el  capitán  Cabrera  a  poblar  a  Neyva.  Hecho 
esto,  concertaron  su  partida  para  España  y  hicieron  dos 
o  tres  bergantines  en  que  se  embarcaron;  aportaron  en 
Cartagena,  y  de  alli  vinieron  en  España.  Pobláronse 

9 


Gente  de  Vene- 
zuela que  va  por 
lasarte  de  Pasca. 

Federman. 


Conciértame 
los  capitanes. 


Muerte  del  ca- 
cique Saxipa. 


Cabrera  va  a 
poblar  a  Neyva; 
haz  en  berganti- 


—  130  — 

juntamente  con  Santa  Fe,  Tunxa  y  Velez,  que  es  a  la 
poblaciones  de  parte  por  ¿0  se  entra  ¿e  Santa  Marta,  e  Bogotá  Santa  Fe 

Tunja  y  B elez, 

Moto*,  Tamau-  la  principal.  Mopox  es  pueblo  poblado  de  los  de  Car- 

meoue.  tagena,  entre  dos  rrios;  en  Tamalameque  también  se  a 

poblado  pueblo  de  cristianos;  en  el  valle  de  Upari  enbio 

don  Alonso  a  poblar  otro  pueblo;  los  de  las  Perlas  están 

Don  Alonso  de  poblados  en  tierra  de  Santa  Marta,  en  un  pueblo  d  cho 

Lugo  embia  a  po-  .  ,  ,  ii-n  _»  ■ 

biar  ei  vaiie  de  Orino,  doce  leguas  de  la  Ramada,  hacia  Valencuela,  jun- 

upari.  i0  a  |a  marj  iegUa  y  media  (1).  Todos  estos  pueblos  se 

poblaron  con  gente  de  Venezuela  y  de  Santa  Marta  y 

poblados  con  con  ja  p0Ca  ¿e  Benalcagar.  De  Tora  a  la  cibdad  de  Velez 

gente   de  Benal-  ,  ,,    _ 

cagar,  ochenta  le-  abra  treinta  leguas;  de  Velez  a  Tunxa  doce;  de  Tunxa  a 

suasaNeyva.  Santa  Fe  veinte  leguas;  de  Santa  Fe  a  Neyva  ochenta 
leguas.  Hechos  estos  pueblos,  el  teniente  rrepartio  la 
Reparten  la  tierra  dando  a  cada  vno  como  se  le  antojó.  Después  de 
esto,  ya  que  estavan  de  camino  se  ajuntaron  todos  los 
capitanes  y  cavalleros  y  soldados  y  les  hizo  un  parla- 
mento sobre  su  venida,  y  después  apartóse  con  los  prin- 
cipales y  con  los  alcaldes  y  rregidores  para  ordenar  a 
quien  dexaria  por  su  teniente  hasta  que  Su  Magestad  pro- 
Queda  ei  her-  veyese,  y  acordaron,   porque  avia  capitanes  y  perso- 

ximenez.  ñas  de  calidad,  por  escusar  divisiones,  que  quedase  su 

hermano  Hernán  Pérez  de  Quesada  en  su  lugar,  porque 
ya  que  avian  tenido  al  licenciado,  harian  cuenta  que  en 
tener  a  su  hermano  tenían  a  el,  y  asi  le  juraron  hasta  que 
Su  Magestad  proveyese  de  governador;  el  qual,  mientras 
allí  quedo,  hizo  algunas  entradas  a  los  Panches,  donde 
atemorigo  los  yndios  por  ver  si  se  podrian  hazer  de  paz, 

panches"  "  &*  ?  como  sea  gente  feroz,  y  un  pueblo  enemigo  de  otro, 
aun  que  esté  junto,  y  que  se  comen  vnos  a  otros,  nunca 


(i)    Tachado  en  el  ms.  todo  lo  que  sigue,  hasta  el  final. 


Ase  de   ver  su 
rrelacion. 


—  131  — 

an  querido  ser  amigos,  si  no  fueron  dos  pueblos  que  lo 

vinieron  a  ser  en  tiempo  del  Licenciado;  al  cabo,  este 

Hernán  Pérez  quedando  en  la  tierra  hizo  vna  entrada  a 

la  casa  del  Sol,  do  gastaron  mucho  y  traxeron  nada,  y 

después  fue  en  demanda  del  Dorado,  do  perdió  mucha     v»  en  donan 

gente  y  gastaron  lo  que  tenian.    Después  de  todo  esto,  d*delDorado- 

llegando  Benalcacar  a  la  tierra   de  Bogotá  dio  nuevas 

como  el  Adelantado  don  Pedro  era  fallecido;  el  Licencia-      Muerte  dei 

Adelantado    que 

do,  sabiéndolo,  determino  de  pedir  a  los  ca valleros  y  dixo  Benaiea(ar 
soldados  las  partes  que  estavan  sacadas  para  el  Adelan-      Fide  Quesada 

1  *  *  ¿as  partes  del 

tado,  diziendo,  que  pues  el  era  fallecido,  que  los  cava-  Adelantado. 
lleros  y  soldados  las  podian  dar  a  quien  ellos  quisiesen; 
los  quales  rrenunciaron  en  el  todo  el  derecho  que  a  ellas 
tenian.  Después  de  esto  el  Licenciado  se  fue  un  dia  a 
caga  y  dexo  a  su  hermano  y  algunos  cavalleros  para  que 
rrogasen  a  los  capitanes,  cavalleros  y  soldados  que  le 
ayudasen  con  algo  de  lo  que  cada  vno  quisiese,  para 
ayuda  de  los  gastos  que  venia  a  hazer  en  España,  di- 
ziendo que  el  procuraría  todo  lo  que  cumpliese  a  los  ve- 
zinos  y  conquistadores;  esto  no  como  que  el  lo  pedia, 
sino  que  los  otros  lo  dezian;  ovo  hombre  que  le  prometió 
docientos  pesos,  y  hombre  de  a  ciento,  y  a  cincuenta,      q******  pide 

.  .  ,  .  .  r  j .  ayuda  para  ir  a 

y  honbre  de  a  veinte,  y  cada  vno  como  quena;  pero  dio-  España. 
sele  cantidad  de  oro  de  todos;  de  los  capitanes,  aunque 
prometieron,  créese  que  no  dieron  nada.  Veniendo  el  Li- 
cenciado a  España,  como  llego  a  Cartagena  supo  Gero-     Leí™  gobur- 

T      ,  ,  na  en  Cartagena 

nimo  Lebrón,  que  al  presente  esta  va  proveydo  por  go- 
vernador  de  Santa  Marta  por  los  oydores  de  Santo  Do- 
mingo, la  gran  nueva  de  Bogotá,  porque  hasta  alli  no 
avia   tenido  nueva  de  los  que  avian  entrado  la  tierra     En  santa  Mar- 

ta  los  te?ria?i  por 

adentro  y  teníanles  por  muertos;  el,  como  estuviese  en  muertos.  i53q. 
Santa  Marta  y  supiese  las  nuevas  de  la  tierra,  determino 


—  132  — 

de  yr  a  Bogotá,  pensando  que  alia  lo  rrecibiesen  por  go- 
vernador,  y  por  no  yr  en  balde  enbio  a  Santo  Domingo 

Lebrón  va  a  todo  lo  que  tenia,  para  que  se  lo  truxesen  empleado  en 
mercadurías  y  cosas  de  la  tierra,  para  vender  alia,  y  con 
este  aparato  camino  con  la  mas  gente  que  pudo;  perdió 

No  u  reciben.  en  ei  camino  mucha  gente;  quando  llego  alia  yvan  mu- 
chos descontentos  del;  dieron  tales  nuevas  a  los  de  la  tie- 
rra, que  determinaron  todos,  o  los  mas,  de  no  le  rrecibir 
por  governador,  como  por  estar  bien  con  Hernán  Pérez; 
lo  otro,  por  tener  mala  noticia  del;  llegó  a  la  tierra  de 
Velez  con  ciento  y  cincuenta  hombres,  poco  mas  o  me- 
nos, y  treinta  de  a  cavallo,  y  llegado  a  Velez  presento  sus 
provisiones  en  el  cabildo;  rrecibieronle  por  governador. 
Quando  Hernán  Pérez  de  Quesada  supo  que  abia  entrado 

Reparada  la  en  ¡a  tierra,  enbio  aquella  noche  a  llamar  al  capitán 

tierra.  _       j  .  « 

Cardoso,  que  estaba  en  su  rrepartimiento,  que  era  dos 
leguas  de  la  cibdad,  el  qual  vino  luego;  venido,  dixole 
como  Gerónimo  Lebrón  era  entrado  en  la  tierra,  y  que 
el  con  todos  los  de  la  tierra  se  quería  yr  a  ver  con  el; 
que  se  quedase  en  la  cibdad  con  vna  poca  gente,  rrece- 
landose  del  capitán,  diciendo  que  era  su  amigo  del  Le- 
brón, y  asi  lo  dexo  en  la  cibdad  y  se  partió  con  los  de- 
mas  que  estavan  en  la  tierra  mas  bien  armados,  y  llego 
a  la  cibdad  de  Tunxa,  donde  enbio  ciertos  capitanes  a 
hablar  con  el  Gerónimo  Lebrón,  pero  de  la  parte  de  Ge- 
rónimo Lebrón  y  de  Hernán  Pérez  ovo  vanderas  tendi- 
das y  arcabuces  y  versos  cargados,  y  la  gente  a  punto  de 
Llegan  a  las  gUerra,  en  condición  de  aver  mal  rrecado;  al  cabo  ellos  se. 

manos  Lebrón  y  >t>jjti 

Quesada.  fueron  entranbos  en  Tunxa,  donde  Lebrón  con  su  gente 

presento  sus  provisiones  en  cabildo,  que  asi  se  concertó 
entre  entranbos  que  estarían  por  lo  que  los  cabildos  qui- 
siesen; presentadas,  los  de  la  cibdad  no  lo  rrecibieron  por 


—  133  — 

governador;  de  allí  se  fueron  juntos  a  la  cibdad  de 
Santa  Fee  con  toda  la  gente,  donde  presento  sus  provi- 
siones y  no  le  recibieron;  visto  que  la  tierra  estava  muy     *««'*«»'«  «* 

Tunja   y   no   en 

alborotada  con  sus  divisiones,  y  asi  determino  el  cabildo  santa  Fe. 
de  suplicar  de  sus  provisiones,  aunque  otra  vez  las  torno 
a  presentar  por  causas  que  a  ello  movian,  diziendo  no 
ser  servicio  de  Dios  ni  de  Su  Magestad,  y  que  seria  albo- 
rotar la  tierra.  Quando  Lebrón  vido  esto  determino  de  se 
venir  a  Santa  Marta,  do  avia  partido,  y  hablo  con  el  ca-     suélvese  Le- 

bron   a  Santa 

pitan  Cardoso,  de  que  el  se  mostraua  muy  amigo,  di-  Marta. 
ziendo  que  se  viniesen  a  entranbos  con  los  demás  que 
quisiesen  venir  a  Santa  Marta,  para  que  el  dicho  capitán 
viniese  a  Castilla  a  ver  a  su  muger  y  hijas,  y  que  no  se 
rrecelase  del  cosa  ninguna,  porque  el  dicho  capitán  aquel 
año  avia  sido  alcalde,  que  no  se  temiese,  sobre  su  fe  y 
palabra,  que  por  el  le  viniese  mal  ni  daño  ninguno;  el 
qual  capitán,  pensando  ser  asi,  lo  hizo  y  se  vino  junta- 
mente con  el,  y  lo  mesmo  el  capitán  Junco,  y  llegados  a  13¿g-  Lebron 
Santa  Marta,  quando  el  capitán  Cardoso  se  quiso  enbar-  ¿Óyl'yunZ  "' 
car  para  Castilla,  el  dicho  Gerónimo  Lebron  le  mando 
apercebir  que  avia  de  venir  preso  delante  de  Su  Mages- 
tad, porque  el  lo  tenía  condenado  juntamente  con  los 
otros  a  pena  de  muerte  y  dado  por  traydor  y  sus  bienes 
confiscados  para  Cámara  y  fisco  de  Su  Magestad  por  no 
le  aver  querido  recibir  y  aver  suplicado  de  las  provisio- 
nes de  Su  Magestad;  sobre  lo  qual  pasaron  muchas  cosas 
de  entrambas  partes,  diziendo  el  capitán  que  el  se  pre- 
seníaria  sobre  su  fe  y  palabra  delante  de  Su  Magestad  y 
de  su  Real  Consejo,  y  el  diciendo  que  no,  sino  preso  con 
guardas;  al  cabo  se  determino  que  viniese  sobre  su  pa- 
labra a  presentar  ante  su  Real  Consejo,  el  qual  vino,  y 
Gerónimo  Lebron  se  quedo  en  Santa  Marta;  después 


—  134  — 

desto,  viniendo  el  capitán  por  la  mar  tuvo  nueva  como  el 
i54o.D<mAion-  adelantado  don  Alonso  de  Lugo  yva  a  la  governacion, 
Sgov!mIf.°  %  Que  fue  e^  añ0  de  1540.  El  dicho  Lebrón,  estando  en  San- 
ta Marta  y  sabida  la  yda  del  Adelantado,  se  salió  de  alli 
y  se  fue  a  Santo  Domingo,  donde  el  biuia,  y  allego  a 
Santa  Marta  ante  que  don  Alonso,  vn  Juan  Benitez  Pe- 
rera  a  quien  el  Adelantado  enuiaba  por  su  teniente,  ade- 
lante, el  qual  yendo  caminando  por  sus  jornadas  camino 
de  Bogotá  el  rrio  arriba,  le  dio  cierto  mal  de  que  murió, 
y  después  desto  llego  don  Alonso  a  la  tierra  de  Santa 
Marta,  y  de  alli  seguio  su  jornada  hasta  Bogotá,  do  estubo 
algún  tiempo  y  se  boluio  a  España  el  año  de  45,  donde 
muchos  se  quexavan  del;  prendiéronle  en  la  casa  de  la 
Contratación  y  de  alli  fue  a  la  Corte. 

En  tiempo  quel  dotor  Infante  estaua  en  Santa  Mar- 
ta por  juez  de  residencia,  aporto  a  ella  el  capitán  Junco 
con  hasta  cien  ombres,  a  quien  embiaba  Su  Magestad  por 
capitán  con  aquella  xente. 

Después  de  aber  venido  de  la  gouernacion  de  Santa 
Marta  el  dotor  Infante,  muy  doliente,  de  la  qual  dolen- 
cia murió,  dexo  por  su  teniente  a  vn  Antón  Bezos,  y 
dende  que  se  partió  en  dos  meses  llego  el  capitán  Car- 
doso  de  la  provincia  de  los  Caribes  y  Chimila  y  de  la 
provincia  de  Maste,  con  gran  presa  d'  esclauos  y  esclauas 
y  algún  oro,  aunque  no  mucho,  el  qual  oro  se  rrepartio 
entre  todos  los  cavalleros  y  soldados  que  con  el  avian 
ydo,  conforme  a  la  calidad  de  cada  vno  dellos;  los  es- 
clauos y  esclauas  abialos  ya  el  dicho  capitán  repartido 
antes  que  biniese  a  la  ciudad.  Del  dia  quel  capitán  Car- 
doso  llego  a  la  ciudad  de  Santa  Marta,  en  quinze  dias, 
llego  el  adelantado  de  las  yslas  de  Canarias,  que  se  de- 
cía don  Pedro  Luis  de  Lugo,  a  quien  Su  Magestad  avia 


-  135  — 

proveído  por  governador  y  adelantado  de  la  governacion 
de  Santa  Marta;  llevaba  consigo  a  su  hijo  don  Alonso; 
lleuaba  por  su  tenienle  a  un  licenciado  Gonzalo  Xime- 
nez;  lleuaba  por  capitanes  a  vn  don  Diego  de  Cardona, 
y  a  un  don  Pedro  de  Portugal  ya...  (1)  de  Urbina,  y 
a  vn  Tapia  y  otro  que  se  dezia  Xuarez,  y  otros;  lleuaba 
por  maestro  de  campo  a  vn  Oreguela;  lleuaba  consigo 
hasta  mili  y  docientos  ombres. 

(i)    Roto  el  ms. 


IX 
EL  LICENCIADO  CRISTÓBAL  PEDRAZA 

RELACIÓN  DE  VARIOS  SUCESOS  OCURRIDOS  EN  HONDU- 
RAS, Y  DEL  ESTADO  EN  QUE  SE  HALLABA  ESTA  PRO- 
VINCIA. 

Gracias  a  Dios,  18  de  Mayo  de  1539. 

(Archivo  de  Indias,  est.  ój,  caj.  6,  leg.  <?.) 

Sacra  Católica  Cesárea  Magestad: 

Porque  desde  Santo  Domingo  de  la  Española  escribi 
a  Vuestra  Magestad  de  como  avia  llegado  alli,  y  del  su- 
ceso de  todo  mi  viaje  hasta  entonces,  e  ansi  mismo  de 
como  me  andava  aviando  para  el  viaje  que  quedava,  en 
esta  no  diré  mas  de  que  en  treze  dias  del  mes  de  Setiem- 
bre yo  llegué  al  puerto  de  Cavallos,  desta  gouernacion 
de  Ygueras  y  Honduras,  a  salvamento;  el  Señor  sea  loa- 
do por  ello,  y  su  bendita  madre;  y  luego,  desde  a  tres  o 
quatro  dias  me  partí  para  la  villa  de  San  Pedro,  qu'  es 
siete  leguas  del  puerto,  en  la  qual  estuve  quinze  dias,  y 
de  ay  me  parti  para  la  cibdad  de  Gracias  a  Dios,  que  ay 
desta  villa  alia  veynte  y  dos  leguas,  adonde  estava  el  go- 
uernador  don  Francisco  de  Montejo,  del  qual  fuy  muy 
bien  rrecyvido,  y  de  los  otros  cavalleros  y  hidalgos  de  la 
dicha  cibdad,  los  quales,  a  lo  que  al  presente  mostraron, 
se  holgaron  mucho  con  mi  venida,  porque  hasta  agora, 


—  137  — 

por  falta  de  navios,  que  no  los  ávido,  no  he  escryto  a 
Vuestra  Magestad  para  hacerle  saber  de  mi  llegada.  Ago- 
ra, que  obo  oportunidad  e  aparejo  dellos,  quise  escrybir 
la  presente  para  hacerle  saber  a  Vuestra  Magestad  della 
y  de  otras  cosas  tocantes  al  rreal  servicio  de  Vuestra  Ma- 
gestad, aunque  en  suma  las  diré,  y  no  tan  largamente 
como  quisiera,  por  estar  este  navio  de  priesa,  e  ansi 
mismo  por  no  estar  del  todo  rresoluto  en  otras  muchas 
cosas  que  me  he  andado  ynformando,  que  cumplen  al 
rreal  servicio  de  Vuestra  Magestad  y  al  bien  y  perpetui- 
dad desta  tierra,  como  por  Vuestra  Magestad  me  fue 
mandado;  con  el  primero  que  parta  para  allá  enviare  la 
rrelazion  de  todo,  mas  copiosamente  y  por  estenso,  y  en 
quanto  a  esto  no  tengo  mas  que  decir. 

Sabrá  Vuestra  Magestad  que  luego  que  fuy  llegado  a 
esta  cibdad  y  me  vi  con  el  gouernador,  desde  a  tres  dias 
le  presente  las  rreales  provisiones  de  Vuestra  Magestad, 
y  ansí  las  que  tocaba  a  la  protettoría,  como  las  demás, 
en  su  presencia  y  en  presencia  de  todos  los  mas  desta 
cibdad,  y  el  las  obedeció  e  puso  sobre  su  cabeza  con 
toda  la  rreverencia  y  acatamiento  devido,  ante  el  escri- 
bano de  la  dicha  gouernacion;  e  ansi  mismo  le  presenté 
la  rreal  provisión  de  Vuestra  Magestad  en  que  le  manda- 
ba que  en  todo  quanto  le  pidiese  favor  e  ayuda  para  lo 
tocante  al  dicho  cargo  e  las  otras  cosas  que  Vuestra  Ma- 
gestad me  mando  cometer,  que  lo  diese;  el  qual  respon- 
dió que  ansí  en  lo  uno  como  en  lo  otro  el  estava  pronto 
y  aparejado  para  lo  susodicho,  e  ansí  lo  ha  hecho  en  todo 
quanto  se  ha  ofrecido  desde  la  presentación  y  notifica- 
ción de  las  rreales  provisiones,  hasta  agora;  e  después 
desto  me  rrogo  que  nos  juntásemos  en  un  cierto  lugar 
para  darme  parte  como  a  ministro  de  Vuestra  Magestad, 


—  138  — 

e  como  a  persona  que  venia  en  su  rreal  nombre  a  ayu- 
dalle  en  esta  tierra  a  llevar  la  carga  de  ella,  e  como  ver- 
dadero hermano,  de  las  cosas  della  y  de  los  Irauajos  que 
le  havian  sucedido  después  que  a  ella  vino,  en  la  con- 
quista e  pacificación  della,  y  del  punto  y  estado  en  que 
la  halló,  y  del  que  en  el  presente  esta  va,  e  ansi  mismo 
para  comunicar  conmigo  el  horden  que  adelante  se  ternia 
cerca  de  algunas  provisiones  que  traya  para  el  buen  go- 
vierno  della;  e  después  de  averie  oydo  muy  por  entero, 
sigun  en  esta  daré  quenta  a  Vuestra  Magestad,  fue  acor- 
dado entre  ambos  que  ciertas  provisiones  de  las  que  traya 
no  se  usasen  tan  ayna  dellas  hasta  que  la  tierra  estuviese 
un  poco  mas  asentada,  porque  avia  muy  pocos  dias  que 
la  avian  acabado  de  pacificar  el  y  sus  capitanes,  lodo, 
desdel  valle  de  Naco  hasta  esta  cibdad,  con  todos  los  tér- 
minos della,  y  lo  demás  desta  governacion  que  estava 
por  conquistar  e  pacificar,  porque  los  españoles  no  se 
desavriesen,  por  la  grande  necesidad  que  al  presente  te- 
nia dellos,  y  por  estar  tan  mal  contentos  y  desabridos  con 
los  travajos  pasados  y  con  los  presentes,  que  tenian  mu- 
cha necesidad,  causada  de  los  gastos  y  trabajos  de  la  gue- 
rra, especialmente  la  provisión  de  la  tasación  de  los  yn- 
dios,  y  la  otra  en  que  mandava  Vuestra  Magestad  que 
hiziesen  casas  de  piedra  y  de  madera,  conforme  a  la  ca- 
lidad de  las  personas  de  cada  uno  de  los  conquistadores 
y  pobladores,  y  ansi  otras  provisiones  desta  calidad,  por- 
que ansí  le  parecia  que  al  presente  cumplía  el  rreal  ser- 
vicio de  Vuestra  Magestad,  porque  no  estavan  del  todo 
bien  atendidos  los  yndios,  e  casi  no  se  avia  de  ellos  nin- 
gún provecho,  porque  gasto  avia  tenido  que  fazer  en  trae- 
llos  de  paz  y  hazellos  rrecoger  y  asentar  en  sus  pueblos 
y  que  todos  sembrasen  y  hiziesen  sus  lavores  y  haziendas 


—  139  — 

para  se  sustentar,  porque  avian  andado  corriendo  y  fuera 
de  sus  pueblos  y  casas  con  las  guerras  y  travajos  pasa- 
dos, e  que  agora  travajaban  en  esto  y  en  amorallos  y  de 
todo  pacificallos,  haziendoles  senbrar  para  que  toviesen 
de  comer  para  con  que  mantuviesen  sus  casas  y  hijos  y 
mugeres,  porque  avian  andado  todos  muertos  de  hambre 
y  huydos  por  las  sierras  fuera  de  sus  casas  y  pueblos,  e 
con  dos  mili  desaventuras;  y  que  después  que  estuviesen 
algo  mas  asentados  y  seguros,  luego  nos  juntaríamos  y 
dañamos  horden  en  ello;  y  visto  su  parecer,  e  aviendome 
ynformado  de  otras  personas  dello,  acordamos  entre  am- 
bos que  fuese  ansi,  porque  ansí  nos  parecía  que  cumplía 
al  presente  al  Real  servicio  de  Vuestra  Magestad,  y  que 
de  las  demás  provisiones  se  usase  y  cumpliese  al  pie  de 
la  letra,  porque  tocava  al  descargo  de  la  Real  conciencia 
de  Vuestra  Magestad  e  al  bien  y  conservación  destos  na- 
turales; y  dado  horden  en  esto,  desde  casi  dos  meses  ade- 
lante el  Governador  se  partió  de  la  cibdad,  porque  avia 
necesidad  de  su  partida  para  yr  acabar  de  pacificar  cier- 
tas provincias  de  la  villa  de  Comayagua,  porque  andava 
por  la  una  parte  dellas  un  capitán  suyo  que  se  dize  Alon- 
so Caceres,  el  qual  ha  hecho  mucho  fruto  en  la  tierra,  por- 
que es  muy  gentil  capitán  e  animoso,  y  hombre  que  sabe 
bien  las  cosas  de  la  guerra,  e  fue  muy  necesario  que  el 
dicho  Gouernador  fuese  por  otra  parte  con  gente  para 
que  se  acabase  de  pacificar,  e  ansi  mismo  para  hazer  el 
repartimiento  de  aquella  tierra  en  los  vezinos  que  esta- 
ban señalados  en  la  dicha  villa  de  Comayagua  quel  di  • 
cho  Governador  pobló  y  edificó.  La  cosa  mas  ymportan- 
te  y  que  mas  conviene  al  servicio  de  Vuestra  Magestad 
en  todas  estas  partes,  ansi  de  la  Nueva  España,  como  de 
todas  las  demás,  para  que  los  yndios  de  la  dicha  provin- 


-  140  — 

cia  -sirviesen  a  los  dichos  vezinos  della;  y  digo  que  es  la 
cosa  mas  ymportante,  por  estar  como  está  en  medio  de 
la  una  mar  y  de  la  otra,  de  la  mar  del  Sur  y  de  la  del 
Norte,  en  que  ay  de  la  una  a  la  otra  cinquenta  y  dos  o 
cinquenta  y  tres  leguas,  desta  manera:  del  puerto  de  Ca- 
vallos  a  San  Pedro,  siete  o  ocho  leguas;  de  San  Pedro  a 
la  villa  de  Comayagua,  veynte  y  cinco;  de  la  villa  de  Co- 
mayagua  al  puerto  de  Fonseca,  que  es  en  la  mar  del 
Sur,  veynte  leguas;  que  son  las  dichas  cinquenta  y  dos 
leguas  de  la  una  mar  del  Norte  a  la  mar  del  Sur;  y  del 
dicho  puerto  de  Fonseca  a  la  villa  de  San  Miguel,  que 
dizen  que  es  en  la  governacion  de  Guatimala,  ocho  le- 
guas, y  de  la  dicha  villa  de  San  Miguel  a  la  cibdad  de 
León,  que  es  en  la  provincia  de  Nycaragua,  quarenta  y 
siete  leguas,  y  de  la  dicha  villa  de  San  Miguel  a  la  villa 
de  San  Salvador,  que  es  en  Guatimala,  veynte  y  una,  y 
de  la  dicha  villa  de  San  Salvador  a  Guatimala  por  la  cos- 
ta y  por  la  tierra  adentro,  quarenta  y  dos  leguas,  y  desde 
Guatimala  a  esta  cibdad  de  Gracias  a  Dios,  sesenta  le- 
guas, y  de  esta  cibdad  a  la  villa  de  Comayagua  veynte  y 
seis  leguas,  y  del  puerto  de  Cavallos  a  Guatimala  por  el 
camino  que  agora  se  anda,  ochenta  e  quatro  leguas,  e 
por  otro  que  nuevamente  se  ha  descubierto,  abra  casi  se- 
tenta, y  desde  la  dicha  cibdad  a  León,  que  es  en  Nica- 
ragua, ay  ciento  y  quinze  leguas;  de  manera  que  todos  ca- 
minos se  andan  ansí  de  la  una  mar  a  la  otra,  y  de  las  unas 
cibdades  y  lugares  a  los  otros,  muy  seguramente  y  sin  co- 
rrer riesgo  ninguna  persona  que  por  ellos  va,  lo  qual  es 
la  cosa  mas  ymportante  que  Vuestra  Magestad  en  estas 
partes  tiene,  y  de  mas  provecho  para  l'aumentacion  de  su 
real  estado,  y  por  tal  la  estime  y  tenga  en  mucho,  y  dé 
muchas  e  ynfinitas  gracias  a  Dios  porque  en  sus  dias  es- 


—  141  — 

tas  tierras  todas  se  ayan  pacificado,  y  estos  camynos  se 
ayan  abierto  y  se  anden  de  las  unas  partes  a  las  otras,  lo 
qual  todo  sera  para  gloria  de  Dios. 

Y  con  la  yda  del  dicho  Governador  se  acabo  de  paci- 
ficar y  conquistar  todo  lo  que  estaba  por  conquistar  y  pa- 
cificar, y  se  rrepartio  a  los  dichos  españoles  vezinos  de 
la  dicha  villa  de  Comayagua,y  al  tiempo  que  se  par- 
tió desta  cibdad  me  rrogo  que  me  quedase  yo  enella 
en  compañía  de  su  hermano  Juan  de  Montejo,  que  de- 
xaba  en  su  lugar  en  ella  por  su  teniente,  y  con  los 
demás  españoles  que  dexaba  en  la  dicha  cibdad  para 
guarda  y  conservación  della,  y  para  dar  horden  de  como 
la  dicha  cibdad  se  pasase  a  otro  mejor  asiento  quel 
dicho  Governador  avia  hallado  dos  leguas  de  alli,  mas 
allegado  a  todos  los  pueblos  de  los  yndios  de  toda  la 
comarca,  porque  el  asiento  que  a  la  sason  estava,  no 
hera  tal  qual  convenia,  porque  hera  mal  sano  y  no  te- 
nia salidas  para  ningún  cabo,  y  estava  metido  en  una 
hoya,  e  a  mucho  peligro  de  los  yndios  y  desviado  del 
meollo  dellos;  y  estotro  lugar  a  do  agora  se  pasó  y  esta 
poblada,  está  en  muy  gentil  asiento  y  muy  sano  e  ayro- 
so,  e  tiene  muy  gentiles  salidas,  y  está  casi  en  medio  de 
todos  los  yndios,  y  muy  mas  allegado  y  al  proposito  de 
todos  los  pueblos,  como  tengo  dicho,  para  el  descanso  de 
los  dichos  naturales,  lo  qual  todo  comunicó  el  dicho  Go- 
vernador conmigo  ante  que  la  dicha  cibdad  se  pasase;  y 
yo,  por  mejor  dar  mi  parecer  en  ello,  le  rrogue  que  fué- 
semos a  ver  el  dicho  asiento,  y  como  lo  vi,  y  mi  fin  y 
deseo  era  que  estos  naturales  no  sean  tanto  trabajados, 
según  el  cargo  e  oficio  que  tengo,  y  porque  sé  que  este 
es  el  principal  yntento  de  Vuestra  Magestad,  demás  de 
su  salvación,  y  porque  vi  que  en  acercarse  de  la  cibdad 


—  142  — 

y  llegadose  mas  a  todos  los  pueblos,  ellos  rrecebian  bue- 
na obra,  di  mi  voto  y  parecer  en  la  pasada  de  la  dicha 
cibdad,  juntamente  con  la  Justicia  y  regidores  y  procu- 
rador de  la  dicha  cibdad  y  otros  muchos  cavalleros  y  hi- 
dalgos que  para  ello  fueron  llamados  por  el  dicho  Go- 
uernador  para  ver  el  dicho  asiento,  y  a  esto  principalmen- 
te quedamos  el  dicho  Juan  de  Montejo  su  hermano,  y 
yo;  y  ansi,  ydo  el  la  poblamos  por  su  mandado  en  nom- 
bre de  Vuestra  Magestad,  y  el  primero  edificio  que  en 
ella  se  hizo  fue  poner  el  árbol  de  la  Santa  veracruz  en  el 
lugar  donde  se  señaló  y  constituyo  la  yglesia,  con  el  him- 
no de  Vexilla  regís prodeant,  etc.;  yo  y  quantos  alli  nos 
hallamos  la  traximos  en  los  hombros,  y  al  tiempo  que  la 
metimos  en  el  hoyo,  todos  hincados  de  rodillas,  yo  reze 
el  evanjelio  de  San  Juan,  In  principio  erat  Verbam;  ansi 
y  en  la  misma  ora  se  puso  al  pie  de  la  cruz  un  altar,  y  se 
colgó  todo  alrededor  della  con  paños  de  la  tierra,  y  me 
vesti  y  dixe  misa,  la  qual  fue  del  dulcisimo  nombre  de 
Jesús,  la  qual  dicha  misa  está  en  los  misales  sevillanos 
que  comienzan  asi:  In  nomine  Jesu,  omne  genu  flectatar; 
porque  fundada  sobre  tan  excelente  nombre,  no  puede 
ser  sino  que  della  manen  muy  grandes  bienes  y  virtudes 
para  su  santo  servicio  y  para  aumentación  de  la  rreal  co- 
rona de  Vuestra  Magestad,  como  yo  lo  espero  en  su  di- 
vina clemencia;  lo  qual  todo  ansi  se  tomo  por  testimonio, 
y  luego  todos  los  vezinos  comenzaron  a  hazer  sus  casas» 
y  yo  la  mia,  y  estube  en  la  dicha  cibdad  hasta  que  vino 
el  dicho  Gouernador  de  la  entrada  a  do  hera  ydo,  y  be- 
nydo  dio  muchas  gracias  y  lores  a  Dios  en  ver  pasada  la 
cibdad,  y  en  saber  que  se  avia  fundado  en  tan  buen  non- 
bre,  e  ansi  mismo  por  el  grand  fruto  que  avia  hecho  en 
su  yda,  que  en  la  verdad  lo  hizo,  sigund  fui  ynformado 


—  143  — 

por  muchas  letras  de  personas  que  de  alia  me  escrivieron 
de  todo  lo  que  pasaba  estando  alia  el  dicho  Governador, 
e  después  que  fue  venido,  ansi  de  como  casi  toda  aque- 
lla tierra  de  aquellas  provincias  de  los  Caris  y  Carquis, 
que  estaban  por  pacificar  al  tiempo  que  vino  a  la  dicha 
governacion  el  dicho  Governador,  que  es  todo  en  los  tér- 
minos desta  cibdad  y  todo  lo  de  las  provincias  de  la  vi- 
lla de  Comayagua,  le  avian  venido  de  paz,  sin  matar  un 
yndio  tan  solo,  ni  sin  hazerles  mal  ninguno,  ni  menos 
fazer  un  tan  solo  esclavo;  de  que  he  dado  muchas  e  yn- 
finitas  gracias  a  Nuestro  Señor  porque  en  la  fe  esclareci- 
da e  santa  de  Vuestra  Magestad  se  hechase  tan  buena 
rred  como  dijo  San  Pedro  a  Cristo,  para  el  principio  de 
la  salvación  destos  naturales  ynfieles;  supe  ansi  mismo 
como  llegó  casi  cerca  del  puerto  de  Fonseca,  y  partió 
términos  entre  esta  governacion  y  la  de  Guatimala,  el 
por  parte  desta  governacion,  e  un  capitán  que  se  dize 
Aviles,  que  está  en  la  villa  de  Sant  Myguel,  que  es  en  la 
governacion  de  Guatimala,  por  ella,  aunque  en  la  verdad 
esta  villa  justamente  es  desta  governacion,  como  Vuestra 
Magestad  lo  sabrá  adelante  por  otra  mi  rrelazion  que  es- 
pero hazer  mas  por  estenso,  en  lo  qual,  asi  en  lo  uno 
como  en  lo  otro,  en  verdad  a  hecho  el  dicho  Governa- 
dor muy  grand  servicio  a  Vuestra  Magestad,  porque  una 
de  las  cosas  que  yo  traya  por  memoria  para  dezille  que 
hiziese  en  nombre  de  Vuestra  Magestad,  hera  que  pobla- 
se en  medio  deste  camino  una  villa,  y  ansi  lo  platica- 
mos un  dia  el  muy  reverendo  y  magnifico  obispo  de  San- 
to Domingo  y  yo,  hablando  en  las  cosas  desta  tierra, 
como  persona  que  esta  muy  asperto  e  rresoluto  en  todas 
ellas;  y  ansi,  si  bien  me  acuerdo,  lo  dio  por  memoria  en 
el  Real  Consejo  de  Vuestra  Magestad  el  thesorero  desta 


—  144  — 

governacion  Diego  García  de  Celis,  e  por  cosa  muy  ym- 
portante  me  dixo  a  mi  en  España  que  acá  trabajase  lue- 
go como  llegase  en  estas  partes,  en  ello,  y  hechase  las 
entrañas  sobre  ello,  porque  hera  muy  grand  cosa  para 
aumentación  de  la  rreal  corona  de  Vuestra  Magestad, 
por  estar  tan  cerca  estas  dos  mares  la  una  de  la  otra,  e 
porque  aviendo  aqui  una  villa,  se  trataria  el  camino  e 
andana,  e  todo  lo  del  Perú  podia  venir  por  el  mas  breve- 
mente e  mas  sin  peligro  que  por  do  agora  viene,  y  esta 
tierra  florecería  mucho,  e  a  plazido  a  Nuestro  Señor  que 
antes  que  yo  llegase,  alumbrase  al  Governador  para  que 
lo  tuviese  hecho,  la  qual  villa  esta  poblada  e  asentada 
en  lo  mas  conviniente  de  toda  la  tierra  y  en  el  mejor 
asiento  della,  cercada  de  oro  y  de  plata,  porque  tie- 
ne las  mejores  y  mas  ricas  minas  por  la  una  parte  y 
por  la  otra,  de  oro  y  plata,  que  ay  en  toda  esta  tierra, 
casi  dentro  en  casa,  y  es  lo  de  la  plata  en  muy  mu- 
cha cantidad,  y  el  asiento  della  esta  en  el  mas  her- 
moso valle  y  mas  fructifero  de  toda  esta  tierra  y  donde 
se  dan  todas  las  cosas  de  toda  ella  y  se  darán  todas  las 
de  Castilla,  pan  y  vino  y  ganados,  especialmente  ovejas 
por  estremo,  y  cercada  de  tres  ríos,  que  es  una  glo- 
ria de  ver,  y  creo  verdaderamente  que  haya  de  ser  la 
cibdad  principal  y  todo  lo  principal  de  toda  esta  tierra, 
aunque  ay  muy  pocos  yndios  en  ella,  y  todo  el  ser  y  bien 
de  ella,  por  el  trato  de  la  una  mar  y  de  la  otra,  y  ansi  se 
lo  he  dado  por  parecer  al  dicho  Governador,  y  el  no  esta 
fuera  dello  como  Vuestra  Magestad  nos  favoresca  con 
darnos  la  villa  de  Sant  Myguel,  que  esta  usurpada  y  me- 
tida en  la  governacion  de  Guatimala,  qu'  es  desta  gover- 
nacion sin  ninguna  falta,  y  ansi  Vuestra  Magestad  terna 
en  esta  governacion  la  una  mar  y  la  otra,  y  no  estara  rre- 


—  145  — 

partida  en  dos  governaciones,  y  mas  vale  que  en  una  for- 
taleza tenga  Vuestra  Magestad  un  alcalde  que  no  dos, 
por  ser  mejor  guardada  y  conservada,  porque  una  casa 
rregida  por  dos  señores  no  puede  ser  bien  rregida,  espe- 
cialmente si  son  señores  poderosos,  como  lo  son  los  go- 
vernadores  destas  partes,  porque  no  ay  acá  otros  ningu- 
nos señores  que  les  vayan  a  las  manos  en  nombre  de 
Vuestra  Magestad,  y  en  esto  Vuestra  Magestad  lo  verá 
muy  bien  y  hará  aquello  que  mas  conviene  a  su  Real  ser- 
vicio; de  manera  quel  governador  don  Francisco  de  Mon- 
tejo  es  diño  que  Vuestra  Magestad  le  haga  merced  por 
aver  fecho  este  tan  notable  servicio  a  Vuestra  Magestad; 
y  a  mi,  por  traello  en  memoria  y  venir  con  deseo  de  en- 
caminar que  él  lo  hiciese,  no  es  razón  de  quedar  sin  ellas, 
pues  para  todos  tiene  Vuestra  Magestad,  y  terna,  porque 
espero  en  Nuestro  Señor  que  Vuestra  Magestad  será  se- 
ñor del  mundo,  sigund  los  principios  lleva,  porque  en  la 
verdad  de  todo  lo  de  aora  lo  es,  y  ansi  todo  se  le  da,  y  los 
caminos  se  le  abren  para  que  se  anden  y  vayan  por  ellos 
a  todas  partes;  y  para  que  mas  enteramente  Vuestra  Ma- 
gestad alabe  a  Dios  y  le  de  gracias,  sepa  Vuestra  Mages- 
tad que  yo  he  visto  venir  de  la  cibdad  de  León  y  de  Gua- 
timala  a  embarcarse  en  este  puerto  de  Cavallos,  todo  por 
tierra,  y  de  Tavasco,  qu'  es  alia  serca  de  Yucatán,  casi 
frontero  de  la  Veracruz,  que  serán  casi  trescientas  leguas, 
vienen  cada  dia  aqui  por  tierra,  do  no  avia  honbre  que 
en  los  tiempos  pasados  que  governo  un  Cereceda  osasen 
andar  dos  leguas  de  un  pueblo  do  el  estuvo  casi  todo  el 
tiempo  que  desgoverno  o  governo,  adelante,  como  en 
otra  mas  largamente  diré  a  Vuestra  Magestad;  y  de  Gua- 
timala  vienen  ansi  mismo  cada  dia;  e  agora,  como  tengo 
dicho,  todo  se  anda,  y  yo  por  mis  ojos  he  visto  las  per- 

10 


—  146  — 

sonas  que  an  venido  de  los  dichos  lugares  a  embarcarse 
al  dicho  puerto  de  Cavallos,  unos  para  yrse  a  Castilla,  e 
otros  para  Sanio  Domingo,  y  al  tiempo  que  esta  escriví 
avia  jente  en  la  villa  de  San  Pedro,  que  avia  venido  del 
Perú  y  de  León  y  de  la  provincia  de  Nicaragua  y  de 
Guatimala,  que  estavan  esperando  pasaje  para  España, 
lo  qual  todo  sea  para  gloria  de  Dios;  e  porque  Vuestra 
Magestad  me  mando  que  le  avisase  de  las  cosas  de  acá 
tocantes  a  su  Real  servicio,  e  porq  te  se  que  Vuestra  Ma- 
gestad y  los  de  su  Real  Consejo  estaran  muy  confusos  en 
aver  alia  oydo  las  cosas  quel  Adelantado  don  Pedro  de 
Alvarado  dixo  desta  governacion,  y  los  que  con  el  fue- 
ron, ansi  en  lo  que  tocava  a  la  conquista  della,  como  a 
la  pacificación  e  población,  e  ansi  misino  lo  quel  Ade- 
lantado don  Francisco  de  Montejo  a  escrito  della  sobre 
lo  mismo,  estando  yo  alia  en  esa  corthe  quise,  por  servir 
a  Vuestra  Magestad,  saber  enteramente  la  verdad  de  todo 
ello,  de  personas  de  fe,  dinas  e  sin  sospecha,  que  me 
parecieron  mostrar  tener  zelo  al  Real  servicio  de  Vuestra 
Magestad,  para  que  Vuestra  Magestad  supiese  rrealmen- 
te  y  por  entero  la  verdad,  porque  la  gloria  de  uno  no  la 
llevase  el  otro,  ni  el  otro  la  del  otro;  para  lo  qual  sabrá 
Vuestra  Magestad  que  en  todo  quanto  he  podido  alcan- 
zar e  averiguar  cerca  del  caso  entre  las  dichas  personas 
de  que  me  he  quisido  ynformar,  pasa  a  la  letra  lo  si- 
guiente. 

Sabrá  Vuestra  Magestad  que  estando  esta  governacion 
para  perderse  y  despoblarse,  siendo  governador  Andrés 
de  Cerezeda,  por  descontentos  que  todos  los  españoles 
tenían  del,  por  aver  tanto  tiempo  que  governava,  y  da 
mala  maña  que  se  daba  e  avia  dado  para  governar  y 
conquistar  esta  tierra,  por  no  dexar  salyr  los  españoles 


—  147  — 

que  con  el  estavan  a  conquistarla  y  pacificarla,  de  puro 
temor  que  tenia  de  los  dichos  yndios  naturales,  teniendo 
jente  consigo  de  cavallo  y  de  a  pie  tal  qual  convenia  para 
el  dicho  efeto,  determinaron,  ansi  el  dicho  Cerezeda  como 
todos  los  españoles,  de  enviar  al  thesorero  Diego  Garcia 
de  Celis  a  Guatimala  a  pedir  ayuda,  favor  y  socorro  al 
Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado,  el  qual  dicho  theso- 
rero fue  con  ocho  españoles,  y  llevo  de  termino  que  den- 
tro en  seis  meses  bolverian  con  lo  que  oviese  negociado 
con  el  dicho  Adelantado  don  Pedro,  como  el  alia  lo  dixo 
ante  Vuestra  Magestad  en  su  Real  Consejo,  que  ansi  lo 
he  hallado  acá  por  verdad;  y  llegado  a  Guatimala,  hablo 
al  dicho  Adelantado  de  parte  del  dicho  Andrés  de  Cere- 
zeda, y  de  la  suya  e  de  todos  los  otros  mas  hidalgos  que 
quedavan  en  esta  dicha  tierra,  sobre  el  caso,  y  estando  el 
dicho  Adelantado  dudoso  de  las  nuevas  que  el  dicho  the- 
sorero le  dio  de  la  dicha  tierra,  de  como  acudían  tan  bien, 
e  no  aver  parecido  oro  en  ella,  e  yndeterminado  enviar  el 
dicho  socorro  aunque  no  estava  lo  enviaria,  vinieron  nue- 
vas de  México  al  dicho  Adelantado,  por  letras  que  le  en- 
viaron, como  le  venían  a  tomar  rresidencia,  e  que  venia  el 
licenciado  Maldonado,  del  Audiencia  rreal  de  Vuestra 
Magestad  de  México,  a  tomársela,  e  que  según  se  sonaba, 
que  venían  a  prendello;  y  el,  como  vio  estas  nuevas,  de- 
terminó de  no  esperallo,  sigund  me  dixeron,  e  hizo  aper- 
cibir sus  amigos  y  allegados  y  otras  muchas  personas,  e 
ansí  mismo  casi  dos  o  tres  mili  yndios  achíes,  que  es  la 
mas  cruel  generación  de  yndios  que  en  todas  las  yndias 
ay,  y  mas  belicosos,  y  determino  de  venirse  por  esta  go- 
vernacion  a  ver  si  podia  hallar  manera  para  embarcarse 
en  este  puerto  de  Cavallos,  o  en  el  de  Trujillo,  para  yrse 
a  Castilla  ante  Vuestra  Magestad  e  ante  los  de  su  Real 


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Consejo,  y  de  la  dicha  su  venida  hazer  una  via  y  dos 
mandados,  socorrer  en  la  presente  necesidad  al  dicho 
Cerezeda  e  a  los  que  con  el  estavan,  y  trabajar  si  pudie- 
ra hazer  algún  servicio  a  Vuestra  Magestad  en  ella,  pues 
tan  al  cabo  estaba  de  perderse  toda,  para  merecer  delan- 
te de  Vuestra  Magestad,  e  para  que  por  virtud  del  servi- 
cio que  en  ella  hiciese,  se  le  descargase  algo  de  la  culpa 
que  en  la  dicha  rresidencia  que  le  venian  a  tomar  le  ha- 
llasen; al  tiempo  que  entro  en  esta  governacion  de  la  ma- 
nera que  dicha  tengo,  comengó  por  el  camino  que  venia 
a  fazer  guerra  para  abrir  el  camino  e  pasar  en  paz  siguro 
y  sin  peligro  por  el  para  conseguir  su  viaje,  y  segund  a 
todos  pareció,  no  para  otro  fin,  segund  muchos  me  an 
dicho;  y  desta  manera  vino  de  paso  hasta  llegar  cerca  do 
estava  el  dicho  Cerezeda  con  los  dichos  españoles  que 
estavan  en  esta  governacion,  los  quales,  como  avia  mu- 
chos dias  que  el  dicho  Diego  Garcia  de  Celis  hera  ydo  y 
no  avian  sabido  del,  muerto  ni  vivo,  y  como  por  el  ca- 
mino que  fue  estava  todo  de  guerra  e  avian  otras  vezes 
muerto  muchos  españoles,  e  vieron  que  era  pasado  el 
termino  que  llebava  para  bolber,  pensaron  los  dichos  es- 
pañoles que  quedaron  en  esta  dicha  gouernacion  que  rie- 
ran todos  muertos,  ansi  el  dicho  thesorero,  como  los  que 
con  el  fueron,  y  determinaron  de  desmanparar  la  tierra  y 
dexar  al  dicho  Cerezeda,  e  irse  todos  a  buscar  sus  vidas, 
o  si  el  dicho  Cerezeda  se  quisiese  yr,  ansi  mismo  que  le 
acompañarían  todos,  y  si  no  les  quisiese  dar  licencias,  to- 
márselas ellos  como  hombres  desesperados  y  aburridos, 
e  yrse  por  fuerza  o  por  grado,  porque  muchas  veces  se 
la  avian  pedido  viendo  su  total  perdimiento  y  la  perdi- 
ción de  toda  la  tierra  que  a  su  causa  tenían,  e  ansi  lo  de- 
terminaron de  hazer,  y  todos  juntos  en  sus  cavallos  y  ar- 


—  149  — 

mas  tomaron  cada  uno  lo  que  tenia,  y  comentaron  a  sa- 
lir de  la  tierra  y  dexar  al  dicho  Andrés  de  Cerezeda,  a  el 
qual  le  dixeron  que  se  fuese  con  Dios  a  Trugillo  o  a  don- 
de bien  1'  estuviese,  queilos  se  yvan  de  hecho  a  buscar 
sus  vidas;  y  desta  manera  lo  dejaron  y  se  comenzavan  a 
yr,  unos  para  Guatimala,  e  otros  para  León,  sigund  e 
sido  ynformado,  y  en  llegando  el  dicho  Adelantado  don 
Pedro  de  Alvarado  a  un  pueblo  que  se  dize  Trencoa,  que 
es  desta  dicha  governacion,  que  es  doze  leguas  donde  el 
dicho  Cerezeda  y  los  dichos  españoles  estavan,supo  como 
todos  los  dichos  cristianos  se  yvan,  y  hizoles  un  mensa- 
jero haziendole  saber  al  dicho  Cerezeda  y  a  los  dichos 
cristianos  como  venia  el  en  persona  a  socorrelles  de  la 
manera  susodicha,  y  el  dicho  Cereceda  y  los  cristianos, 
como  lo  supieron,  determinaron  de  esperallo,  y  unos  se 
fueron  a  juntar  con  el  dicho  Andrés  de  Cerezeda,  y  otros 
Se  fueron  para  el  dicho  don  Pedro  de  Alvarado,  el  qual 
llego  al  lugar  donde  el  dicho  Cerezeda  estava,  y  llegado, 
rrecibieron  todos  muy  gran  consuelo  y  alegría  y  favor 
con  su  venyda,  y  el  dicho  Cerezeda,  viendo  el  poder  que 
traya  y  las  pocas  fuerzas  quel  tenia,  determino  dexalle  la 
dicha  governacion  y  ponérsela  en  las  manos,  y  ansi  le 
hizo  dexacion  de  ella,  y  todos  los  que  con  el  estaban  y 
el  se  juntaron  con  el  dicho  don  Pedro  de  Alvarado,  y  de 
ally  determino  de  yr  a  conquistar  y  a  pacificar  el  rio  de 
Ulua,  que  es  junto  al  puerto  de  Cavallos,  e  a  donde  es 
agora  la  villa  de  San  Pedro,  porque  le  dixeron  que  esta- 
va de  guerra. 

Al  tiempo  que  el  dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Al- 
varado  llego  al  dicho  pueblo  de  Tencoa  con  todo  su  exer- 
cito,  e  supo  lo  que  pasava  cerca  del  dicho  despoblamien- 
to de  esta  tierra,  y  como  todos  los  cristianos  la  dexaban 


—  150  — 

desmanparada  y  se  y  van,  determino  desde  dicho  pueblo 
de  enviar  a  un  ca vallero  que  traya  consigo,  que  se  dize 
Juan  de  Chaves,  por  capitán  con  cierta  gente  de  la  que 
consigo  traya,  y  con  algunos  de  los  que  en  esta  tierra 
hallo,  a  conquistar  y  pacificar  los  términos  de  esta  cib- 
dad,  que  a  la  sazón  no  estavan  pacificos,  sino  de  guerra, 
y  todo  lo  que  mas  pudiese,  y  mandóle  que  en  lo  mas  ne- 
cesario della  y  que  mas  viese  que  convenia,  poblase  una 
cibdad,  y  que  le  pusiese  por  nonbre  e  yntitulase  la  cib- 
dad  de  Gracias  a  Dios,  desta  governacion  de  Ygueras  y 
Honduras,  en  nombre  de  Su  Magestad,  y  que  le  envia- 
ria,  de  adonde  estuviese,  señalados  los  que  avian  de  ser 
alcalde  y  rrexidores,  y  rrepartiese  los  pueblos  e  yn- 
dios  que  le  pareciese  que  podian  servir  en  ella,  quel 
pacificase,  los  quales  rrepartiese  a  el  y  a  los  que  con 
el  venían,  mientras  el  se  yba  a  ver  con  el  dicho  Cere- 
zeda  y  con  los  demás  españoles  que  con  el  estavan, 
e  a  conquistar  todo  lo  mas  abajo  hazia  el  puerto  de  Ca- 
vallos  y  rrio  de  Ulua;  y  ansi,  el  dicho  Juan  de  Chaves  se 
partió  con  la  dicha  jente,  y  entro  por  la  dicha  tierra  por 
los  términos  desta  cibdad,  y  llego  a  un  peñol  muy  fuerte 
qu'  esta  va  en  la  provincia  de  Carquin,  donde  estava  mu- 
cha jente  de  los  naturales  yndios  allegados  y  rrecogidos 
en  el,  de  temor  de  la  entrada  del  dicho  don  Pedro  de 
Alvarado,  porque  les  venia  dando  guerra  por  todos  los 
pueblos  por  do  vino,  y  los  cristianos  e  yndios  amigos 
que  con  el  venian  les  acian  mucho  daño,  como  se  suele 
hazer  en  las  tales  guerras,  en  el  qual  dicho  peñol  estava 
recogida  mucha  parte  de  la  gente  de  toda  la  tierra,  y 
como  llego  a  él  el  dicho  Juan  de  Chaves  con  la  gente 
que  llevaba,  ansi  de  cristianos  como  de  yndios  amigos, 
los  dichos  naturales  que  estavan  en  el  dicho  peñol  le 


—  151  — 

rresistieron  la  fuerza  y  pelearon  con  el  muy  valientemen- 
te y  se  defendieron  todo  lo  posible,  de  manera  que  nun- 
ca los  cristianos  le  pudieron  entrar,  ni  aun  llegaron  al 
pie  de  dicho  peñol,  y  como  los  cristianos  que  yvan  con 
el  dicho  Juan  de  Chaves  vieron  lo  que  pasava,  e  ansi 
mismo  como  el  peñol  hera  muy  fuerte,  y  los  dichos  yn- 
dios  que  con  el  estavan  heran  muchos,  y  ellos  tan  poca 
gente  y  sin  mantenimientos  a  causa  de  no  hallar  gente 
ninguna  por  los  pueblos,  que  estava  toda  rrecogida  en  el 
dicho  peñol,  dixeron  al  dicho  Juan  de  Chaves  que  diese 
al  diablo  el  dicho  peñol  y  la  dicha  tierra,  que  no  hera 
tierra  para  ellos,  y  que  no  querian  estar  en  ella,  ni  dar 
mas  paso  ni  puntada  en  cosa  della,  que  les  dexase  yr  con 
Dios  a  sus  casas,  pues  eran  de  Guatimala,  e  ansi  se  lo 
rrequirieron  muchas  veces  al  dicho  Juan  de  Chaves,  y  el 
dicho  Juan  de  Chaves,  como  vio  la  voluntad  de  los 
dichos  españoles  que  con  el  estavan,  y  la  grand  necesi- 
dad que  todos  pasavan  de  hambre,  y  ía  gran  fuerza  del 
dicho  peñol,  determinó  de  yrse  con  todos  ellos  y  dexar 
el  dicho  peñol  sin  mas  hazer  cosa  ninguna  en  él,  e  ansi 
se  salió  desta  dicha  governacion  con  todos  ellos,  sin  ha- 
zer cosa  ninguna  en  ella  de  quanto  le  fue  mandado  por 
el  dicho  don  Pedro  de  Alvarado,  sin  conquistar,  ni  paci- 
ficar, ni  traer  ningún  pueblo  de  paz,  por  ninguna  parte 
de  quantas  paso,  y  ansi  se  fue  a  Guatimala,  a  donde  ago- 
ra a  la  sazón  está,  y  esto  sin  aver  salido  el  dicho  don  Pe- 
dro de  Alvarado  desta  tierra,  ni  sin  averse  enbarcado 
para  España,  sino  estando  el  presente  en  ella. 

Después  de  aver  despachado  el  dicho  don  Pedro  de 
Alvarado  al  dicho  capitán  Juan  de  Chaves  con  la  dicha 
jente,  del  dicho  pueblo  de  Tencoa,  a  hazer  lo  susodicho, 
el  dicho  don  Pedro  se  partió  para  donde  estava  el  dicho 


—  152  — 

Cerezeda  con  los  demás  cristianos  que  estavan  en  esta 
governacion  con  el,  y  el  dicho  Andrés  de  Cerezeda  y  el 
dicho  don  Pedro  de  Alvarado  se  vieron,  como  esta  dicho, 
y  dexó  en  sus  manos  la  dicha  governacion  y  se  la  dio,  y 
el  se  desposeyó  della  diziendo  que  no  la  podia  sustentar, 
y  el  dicho  Adelantado  y  el  dicho  Andrés  de  Cerezeda 
con  todo  el  exercito,  ansi  con  los  que  traxo,  como  con 
los  demás  quel  alió  en  la  tierra,  se  fueron  a  pacificar  el 
dicho  rrio  de  Ulua,  en  el  qual  hallaron  mucha  gente  rre- 
cogida  en  un  albarrada  muy  fuerte,  y  en  ella  un  princi- 
pal señor,  casi  el  mas  poderoso  de  toda  la  tierra,  que  se 
dezia  Cocunba,  con  mucha  gente  de  guerra,  ansi  de  los 
pueblos  del  dicho  rrio,  como  de  otros  pueblos  cercanos 
del,  que  estavan  rrecogidos  en  la  dicha  albarrada  con  el 
dicho  Cocunba,  el  qual  dicho  rrio  el  dicho  don  Pedro  de 
Alvarado  con  todo  el  dicho  exercito  conquistó  e  pacificó 
y  ganó,  y  les  tomó  la  dicha  fuerza  de  la  dicha  albarrada 
sin  hazer  casi  daño  ninguno  a  los  dichos  yndios,  ni  con- 
sintió que  ninguna  persona  se  lo  hiziese,  sobre  lo  qual  se 
desvelo  mucho  e  puso  muygrand  rrecado,  y  hizo  a  los 
dichos  yndios  que  estuviesen  seguros  sin  temor  ninguno 
y  se  poblasen  en  sus  casas  bien  y  pacificamente,  y  que 
no  obiesen  miedo  de  ninguna  persona,  ni  que  nadie  les 
haria  mal,  ni  los  enojaria,  e  rrepartio  los  dichos  pueblos 
que  estavan  en  el  dicho  rrio,  a  los  españoles  que  les  pa- 
reció de  los  que  se  hallaron  en  la  dicha  conquista,  y  fe- 
cho esto  determinó  de  poblar  la  dicha  villa  de  San  Pe- 
dro, la  qual  pobló  de  los  dichos  españoles  a  quien  rre- 
partio los  dichos  pueblos  del  dicho  rrio,  e  aun  a  las  vuel- 
tas rrepartio  otros  muchos  pueblos  que  a  la  sazón  esta- 
van de  guerra,  sin  avellos  conquistado  ni  pacificado,  por- 
que estavan  lexos  del  dicho  rrio,  en  las  sierras  que  avia 


—  153  — 

en  aquella  comarca,  y  desde  entonces  se  pobló  la  dicha 
villa  de  San  Pedro  con  la  dicha  gente,  como  tengo  di- 
cho, la  qual  esta  siete  o  ocho  leguas  del  puerto  de  Cava- 
llos,  como  atrás  esta  dicho. 

Y  fecho  esto,  determino  enviar  a  un  deudo  suyo  que 
se  dize  Gonzalo  de  Alvarado,  muy  honrrado  cavallero, 
hermano  de  Luys  de  Chaves,  el  de  Trugillo,  con  la  mas 
gente  que  sobro  del  dicho  rrepartimiento  que  hizo  en  la 
dicha  villa  de  San  Pedro,  que  hera  de  la  gente  que  hallo 
con  el  dicho  Andrés  de  Cerezeda,  para  que  buscasen  al 
dicho  capitán  Juan  de  Chaves,  quel  antes  avia  enviado  a 
conquistar  desde  dicho  pueblo  de  Tencoa,  y  se  juntasen 
con  el,  para  que  tod5s  juntos  hiziesen  lo  que  por  el  di- 
cho Adelantado  le  fue  mandado  al  dicho  capitán  Juan  de 
Chaves,  ansi  en  la  dicha  conquista  e  pacificación  de  la 
tierra,  como  en  la  dicha  fundación  de  la  dicha  cibdad  de 
Gracias  a  Dios  que  le  mando  que  fundase,  y  el  dicho 
Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado  le  envió ,  de  donde 
quedó,  señalados  los  alcaldes  y  rregidores  que  avian  de 
ser  en  la  dicha  cibdad  de  Gracias  a  Dios  quel  dicho  ca- 
pitán Juan  de  Chaves  toviese  fundada  y  poblada,  o  fun- 
dase o  poblase,  el  qual  dicho  Gonzalo  de  Alvarado  se 
partió  con  los  dichos  españoles  a  hazer  lo  sobredicho,  y 
vinieron  en  busca  de  dicho  capitán  Juan  de  Chaves,  y 
llegados  a  un  pueblo  que  se  dize  la  Paera,  qu'  es  seys  le- 
guas desta  dicha  cibdad,  viendo  que  no  hallavan  rrastro 
ni  nueva  del  dicho  Juan  de  Chaves,  determinó  el  y  los 
dichos  españoles  que  con  el  estavan  de  enviar  a  un  cava- 
llero que  se  dize  Gaspar  Juárez  de  Avila,  muy  honrrado 
cavallero,  el  qual  en  estas  partes  a  servido  muy  bien  a 
Vuestra  Magestad,  segund  he  sido  ynformado,  en  busca 
del  dicho  capitán  Juan  de  Chaves,  con  ciertos  cristianos 


—  154  — 

con  el,  el  qual  fue,  y  andando  en  su  busca  hallo  por  nue- 
vas todo  lo  susodicho  del  dicho  Juan  de  Chaves,  de 
como  se  avia  ydo  a  su  casa  el  y  todos  los  españoles  que 
con  el  avian  venido,  sin  hazer  cosa  ninguna  de  las  que 
el  dicho  Adelantado  le  avia  mandado,  y  que  avia  dejado 
desanparada  la  dicha  tierra  sin  hazer  ningund  fruto  en 
ella,  como  esta  antes  dicho;  y  como  supo  lo  susodicho, 
determinó  de  volverse  a  do  avia  dejado  al  dieho  Gonzalo 
de  Alvarado  con  los  demás  cristianos  que  con  el  avian 
quedado,  a  dalles  quenta  de  la  yda  del  dicho  Juan  de 
Chaves  y  de  los  dichos  cristianos  que  con  el  avian  ydo, 
el  qual  hallo  al  dicho  Gonzalo  de  Alvarado  e  a  los  di- 
chos cristianos  en  un  pueblo  que  se  dize  Opoa,  mas  ha- 
zia  acá  desta  dicha  cibdad,  casi  dos  leguas,  el  qual  les 
dixo  todo  lo  que  pasaba  del  dicho  Juan  de  Chaves  y  de 
los  que  con  el  fueron,  e  como  supieron  la  certidumbre 
de  lo  que  pasaba,  determinaron  todos  los  unos  y  los  otros 
de  fundar  en  el  dicho  pueblo  de  Opoa  la  dicha  cibdad 
de  Gracias  a  Dios,  por  esta  governacion,  en  nombre  de 
Vuestra  Magestad,  e  hizieron  los  alcaldes  y  rregidores 
quel  dicho  Adelantado  Alvarado  enbio  nonbrados,  y 
esto  hasta  tanto  que  hallasen  otro  mejor  asiento  donde  se 
poblase,  porque  les  avian  dicho  que  en  otra  parte  mas 
avaxo  avia  otro  mejor  asiento,  que  es  a  do  yo  la  halle 
poblada  al  tiempo  que  vine  a  estas  partes;  sino  porque 
hera  en  tiempo  de  aguas  y  tenían  pocos  yndios,  y  por  no 
dalles  trabajo  en  fazer  las  casas,  determinaron  de  poblar 
en  el  dicho  pueblo  de  Opoa  hasta  tanto  que  pasase  el 
ynvierno  y  las  aguas,  y  luego  pasalla  en  el  dicho  lugar 
do  yo  la  halle  poblada;  en  el  qual  dicho  pueblo  de  Opoa 
estuvieron  casi  seis  meses,  y  en  este  medio,  estando  los 
dichos  Gonzalo  de  Alvarado  con  los  dichos  españoles 


—  155  — 

poblados  de  la  manera  susodicha,  vino  el  dicho  capitán 
Alonso  de  Caceres  en  nonbre  del  dicho  Adelantado  don 
Francisco  de  Montejo,  governadcr  que  a  la  sazón  es,  con 
los  traslados  de  las  provisiones  rreales  de  Vuestra  Ma- 
gestad,  autorizados  auténticamente,  para  que  le  recibie- 
sen en  nonbre  del  dicho  governador  y  le  tuviesen  por  tal 
governador  desta  dicha  governacion,  e  a  el  por  su  the- 
niente  y  capitán  en  su  nonbre,  myentras  el  venia,  porque 
ya  venia  camino  para  rresidir  en  el  dicho  cargo,  el  qual 
presento  las  dichas  provisiones  ante  la  justicia  e  rregido- 
res  de  la  dicha  cibdad  que  a  la  sazón  heran,  y  ellos, 
como  vieron  quel  dicho  capitán  no  traya  los  originales 
de  las  rreales  provisiones  de  Vuestra  Magestad,  sino  los 
traslados,  cerca  del  dicho  caso,  no  las  quisieron  obede- 
cer, porque  dezia  la  dicha  provisión  rreal  que  le  obede- 
ciesen y  tuviesen  por  tal  governador,  presentándose  el 
dicho  don  Francisco  de  Montejo  personalmente  con  la 
dicha  provisión  original,  y  viendo  quel  no  venya  perso- 
nalmente, y  que  en  la  dicha  provisión  no  dezia  que  lo 
rrecibiesen  a  el  o  a  quien  su  poder  obiere,  en  su  nombre, 
con  la  dicha  provisión  o  con  su  traslado  autorizado,  no 
le  quisieron  rrecibir  al  dicho  capitán  Alonso  de  Caceres, 
sino  rrespondieronle  que  viniendo  el  dicho  Adelantado 
don  Francisco  de  Montejo  en  persona,  y  trayendo  la  pro- 
visión rreal  de  Su  Magestad,  ellos  lo  rrecibirian  el  pecho 
por  tierra,  y  ternyan  por  su  governador  y  capitán  gene- 
ral, y  para  lo  hazer  y  cumplir  estavan  prestos  e  apare- 
jados. 

Y  como  el  dicho  capitán  vio  esto,  dixo  quel  se  quería 
estar  alli  con  ellos,  pues  el  dicho  governador  don  Fran- 
cisco de  Montejo  no  podia  tardar,  y  en  estos  términos, 
como  vio  el  dicho  capitán  Alonso  de  Caceres  que  entre 


—  156  — 

ciertos  criados  e  aficionados  del  dicho  Adelantado  don 
Pedro  de  Alvarado  que  estavan  en  la  dicha  cibdad,  e 
otras  personas,  avia  cierta  división,  unos  que  dezian  que 
no  rrecibirian  a  don  Francisco  de  Montejo,  e  otros  que 
dezian  quel  dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado  los 
avia  enviado  allí,  e  que  a  el  avian  de  obedecer,  y  no  a 
otro,  en  lo  qual  avia  muy  gran  discordia  y  alboroto,  e 
por  evitar  el  dicho  Alonso  de  Caceres  el  daño  que  via 
muy  a  punto  aparejado,  de  lo  qual  rredundara  despoblar- 
se la  dicha  cibdad  y  acabarse  de  perder  la  dicha  tierra, 
tuvo  tal  manera,  como  muy  buen  capitán,  que  granjeo 
con  los  mas  que  pudo  como  lo  tuviesen  por  teniente  e 
capitán  en  nombre  del  dicho  don  Francisco  de  Montejo, 
por  virtud  de  los  dichos  traslados,  y  hizose  apregonar  por 
tal  e  apregonar  las  dichas  provisiones  en  nombre  del 
dicho  Governador,  y  luego  desde  a  pocos  dias  que  paso 
esto,  como  vio  la  cosa  que  estava  algo  mas  asentada  y 
pacifica,  determinó  de  dexar  en  la  dicha  cibdad  en  su  lu- 
gar al  dicho  Gaspar  Xuarez  de  Avila  con  cierta  jente,  y 
el  tomó  los  mas  que  pudo  y  fuese  a  entrar  por  la  tierra 
adentro  que  estava  en  los  términos  desta  cibdad  hazia 
la  provincia  de  los  Cares,  para  conquistar  y  pacificar  la 
dicha  tierra,  que  estava  toda  de  guerra,  e  hazelle  que  vy- 
niesen  todos  los  pueblos  y  naturales  della  a  dar  la  obi- 
diencia  a  Vuestra  Magestad,  y  a  el  en  su  nombre  y  de 
su  capitán  general;  y  desde  a  pocos  dias  quel  se  partió, 
llego  el  dicho  Adelantado  don  Francisco  de  Montejo  a 
la  dicha  cibdad,  el  qual  fue  muy  bien  rrecibido  de  todos 
quantos  estavamos  en  ella,  y  de  ay  adelante  le  tuvieron 
e  obedecieron  por  su  governador  en  nombre  de  Vuestra 
Magestad,  como  oy  en  dia  lo  tienen;  y  después  de  ser 
llegado  a  la  dicha  cibdad,  envió  toda  la  mas  gente  que 


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traya  consigo  de  México  y  de  Guatimala,  al  dicho  capi- 
tán Alonso  de  Caceres,  y  el  se  partió  a  la  dicha  villa 
de  San  Pedro  con  cierta  gente  que  le  quedo,  a  pacificar 
todo  lo  que  esta  va  de  guerra  junto  al  rrio  de  Ulua,  ansi 
lo  de  las  sierras,  como  lo  demás,  casi  en  termino  de 
veynte  leguas  de  la  dicha  villa,  que  dexo  rrepartida  el 
dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado  a  los  dichos 
vezinos  de  la  villa  de  San  Pedro,  estando  como  esta  va 
de  guerra,  sin  lo  conquistar  ni  pacificar,  y  ansi  lo  dexo 
al  tiempo  que  se  partió,  segund  he  sido  ynformado;  y  ansi 
como  llego  el  dicho  don  Francisco  de  Montejo  a  la  di- 
cha villa  de  San  Pedro  e  rio  de  Ulua,  y  supo  que  todo  lo 
que  dicho  tengo  estava  de  guerra,  envió  un  capitán  suyo, 
que  se  dize  Alonso  Reynoso,  a  las  dichas  sierras,  a  lo 
conquistar  y  pacificar,  y  ansi  lo  hizo;  y  ansi  mismo  le 
mando  que  buscase  por  todas  vias  si  hallase  por  alguna 
manera  para  descubrir  minas  de  oro,  y  las  descubriese, 
el  qual  de  aquella  jornada  lo  descubrió,  e  hecho  esto,  el 
dicho  Adelantado  se  volbio  a  la  dicha  cibdad  de  Gracias 
a  Dios,  y  llegado  a  ella  vino  el  dicho  capitán  Alonso  de 
Caceres  de  la  entrada  do  hera  ydo,  a  verse  con  el  dicho 
Adelantado  y  governador  don  Francisco  de  Montejo, 
para  dalle  quenta  de  lo  que  avia  hecho  en  la  dicha  en- 
trada, y  de  los  pueblos  que  avia  hecho  venyr  de  paz  y 
dexava  paciíicos,  e  por  alguna  mas  gente  para  yr  a  con- 
quistar los  que  quedavan,  para  poblar  la  dicha  villa  de 
Comayagua,  de  la  qual  buelta  la  pobló  e  pacifico  con 
toda  aquella  tierra  y  las  provincias  della,  que  son  quatro 
o  cinco  hasta  el  valle  de  Ulanchos,  en  lo  qual  a  trabajado 
mucho  y  servido  en  muy  grande  manera  a  Vuestra  Ma- 
gestad,  de  la  qual  jornada  e  yda  que  fue,  nunca  mas  a 
vuelto  a  esta  cibdad,  sino  siempre  a  andado  en  la  dicha 


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conquista  ganando  y  pacificando  las  dichas  provincias 
con  muchas  fuerzas  grandes  que  tenían  en  que  estavan 
metidos  y  hechos  fuertes  los  dichos  naturales  de  la  dicha 
tierra,  especialmente  el  dicho  peñol  de  la  provincia  de 
Carquin,  donde  fue  el  dicho  Juan  de  Chaves,  que  no 
pudo  ganar,  la  mas  fuerte  cosa  que  en  cristianos,  ni  alar- 
ves,  ni  moros,  ni  turcos,  se  an  visto,  segund  e  sido  yn- 
formado  por  las  personas  que  en  el  se  hallaron,  de  los 
quales  muchos  dellos  se  avian  hallado  en  Italia  y  en  Tur- 
quía y  en  otras  muchas  partes  de  cristianos  y  moros,  y 
me  dixeron  que  nunca  cosa  tan  fuerte  vieron,  ni  se  espe- 
ra ver,  y  en  la  verdad,  segund  todos  dizen,  es  la  cosa 
mas  fuerte  del  mundo;  el  qual  dicho  peñol  es  en  los  tér- 
minos desta  dicha  cibdad,  en  el  qual,  como  tengo  dicho, 
estava  la  mas  parte  de  toda  la  tierra  hechos  fuerte  en  el, 
con  muchas  armas  y  bastimentos  para  muchos  dias,  y 
con  sus  mugeres  e  hijos,  y  en  solo  ganarse  o  dexarse  de 
ganar  estava  el  bien  o  mal,  muerte  o  vida,  de  toda  esta 
tierra,  porque  toda  ella  estava  puesta  en  un  peso,  y  a 
muchos  peligros  de  todos  los  españoles  de  la  dicha  cib- 
dad, villas  y  lugares  della,  que  a  no  ganarse  fueran  todos 
muertos  y  destruydos,  porque  los  naturales  de  los  otros 
pueblos  que  estavan  de  paz,  no  esperavan  otra  cosa  sino 
ver  en  que  parava  el  dicho  peñol,  y  si  los  españoles  no 
lo  podían  ganar,  para  dar  unos  por  una  parte  y  otros  por 
otra  en  ellos  y  matallos  a  todos  que  no  quedara  honbre 
a  vida,  lo  qual  pudieran  muy  bien  fazer,  y  plugo  a  Nues- 
tro Señor  que  se  dio  tan  buena  maña  el  dicho  capitán 
con  los  dichos  españoles  que  con  el  estavan,  que  pelean- 
do con  los  dichos  yndios  muy  valientemente  y  con  muy 
grande  ánimo,  le  subieron  hasta  lo  alto  del  dicho  peñol 
y  se  lo  ganaron,  siendo  una  ynfinidad  los  dichos  natura- 


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les  yndios,  y  ellos  casi  ochenta  cristianos,  y  siendo  el  di- 
cho peñol  casi  hasta  el  cielo,  tan  derecho,  segund  dizen, 
como  una  lanza,  sin  camino  ni  parte  ninguna  por  donde 
pudiesen  subir,  ny  se  lo  pudiesen  ganar  sino  por  cierta 
yndusíria  que  dieron,  que  ellos  oy  en  dia  no  saben  como 
subieron,  sino  que  fue  Dios  con  ellos  que  les  quiso  ayu- 
dar, y  su  bendita  Madre,  y  esta  fué  una  de  las  grandes 
obras  de  Dios  que  en  estas  partes  an  acontecido,  porque 
fue  mas  divina  que  umana,  sigund  todos  dizen,  y  enca- 
rescolo  tanto  a  Vuestra  Magestad  que  me  parece  que  se- 
gund las  cosas  del  me  an  dicho,  que  antes  me  acorto  que 
me  alargo;  en  el  qual  dicho  cerco  estuvieron  seis  meses 
peleando  a  todas  las  oras  de  noche  y  de  dia  con  los  di- 
chos yndios,  sin  descansar  ni  quitarse  las  armas,  ni  casi 
dormir  acostados,  sino  en  pie  quanto  cerraban  los  ojos, 
que  como  los  dichos  yndios  heran  muchos,  en  todas  las 
oras  de  noche  y  de  día  no  dejaban  de  dalles  guerra,  por- 
que con  la  multitud  dellos,  descansavan  los  unos  y  pe- 
leavan  los  otros,  y  los  dichos  españoles,  como  heran  po- 
cos, no  podian  pelear  sino  todos  juntos,  porque  tenían 
mas  cerca  la  muerte  que  la  vida. 

Y  en  esto  ya  podra  pensar  Vuestra  Magestad  que  fuer- 
zas pudieran  bastar,  especialmente  no  teniendo  de  co- 
mer, que  como  toda  la  gente  de  los  naturales  de  todos 
los  pueblos  esíavan  allí,  no  avia  en  pueblo  ninguno  un 
tan  solo  grano  de  mayz,  ny  otra  cosa  ninguna  para  co- 
mer, sino  que  con  solas  yervas  cozidas  que  hallavan  por 
los  campos,  e  aun  sin  sal,  y  otras  malaventuras,  se  pasa- 
van,  por  temor  de  no  ser  muertos;  sacavan  fuerzas  de 
flaquezas  y  se  sustenian,  y  Dios  que  les  ayudaba,  y  es- 
tando casi  ya  que  no  podian  soportar  la  vida  que  tenían, 
todos  cayéndose  de  hambre  y  de  trabajos  y  mala  ventu- 


—  160  — 

ra,  sin  esfuerzo  ny  tuercas,  e  siendo  desmanparados,  aora 
quiso  Dios  dalles  un  nuevo  ánimo,  porque  se  aventura- 
ron ciertos  por  cierta  yndustria  que  hordenaron,  aventu- 
rándose mas  para  morir  que  para  salir  con  la  empresa,  y 
Dios  que  les  ayudo,  subieron  arriba  y  ganaron  el  dicho 
peñol,  y  en  verdad,  segund  he  sido  ynformado  y  bien  yn- 
formado,  Vuestra  Magestad  les  deve  toda  merced  que  les 
haga,  y  ansi  se  lo  suplico  a  Vuestra  Magestad  se  acuerde 
de  todos  ellos  para  íazersela,  porque  lo  han  trabajado 
mucho  bien  y  son  dinos  de  todo  premio  y  galardón;  y 
esto  es  todo  lo  que  pasa  cerca  deste  caso,  a  la  letra,  se- 
gund mejor  he  podido  averiguar  de  entre  personas  de  fe, 
dinas  e  sin  pasión,  como  tengo  dicho  atrás,  ansi  cerca  de 
lo  tocante  a  la  venida  a  esta  tierra  del  dicho  Adelantado 
don  Pedro  de  Alvarado,  como  del  Adelantado  y  gover- 
nador  don  Francisco  de  Montejo,  y  de  lo  que  el  uno  y 
el  otro  an  hecho  en  ella,  y  d'  aqui  puede  Vuestra  Ma- 
gestad mandar  ver  las  rrelaciones  que  ambos  alia  an 
dado  ante  Vuestra  Magestad  en  su  Real  Consejo,  cerca  de 
la  venida  a  ella,  el  uno  y  el  otro,  y  de  lo  que  cada  uno 
dellos  dize  que  hizo,  y  después  de  vistas  vea  esta  mia, 
que  es  todo  lo  que  pasa  en  toda  rrealidad  de  verdad  a  la 
letra,  y  visto  lo  uno  y  lo  otro  podra  Vuestra  Magestad 
juzgar  quien  dixo  alia  verdad,  o  no,  y  quien  es  diño  de 
premio  o  galardón,  o  quien  no;  que  en  verdad  a  mi  me 
va  muy  poco  en  ello,  mas  de  dezir  verdad  a  Vuestra  Ma- 
gestad como  a  mi  rrey  y  señor,  para  que  en  lo  que  Vues- 
tra Magestad  mandare  proveer  en  esta  tierra,  venga  como 
deve  de  venir,  y  de  Vuestra  Magestad  y  de  los  de  su  Real 
Consejo  se  espera  para  el  bien  y  perpetuidad  della  y  para 
el  rremedio  destos  naturales,  porque  mediante  el  vengan 
en  verdadero  conocimiento  de  Dios,  y  para  que  se  eviten 


—  161  — 

disensiones  y  alborotos,  vandos  y  cismas,  que  en  verdad 
algo  dello  he  hallado  después  que  vine,  como  mas  larga- 
mente diré  en  otra  a  Vuestra  Magestad,  porque  por  tan 
amigo  y  hermano  tengo  al  uno  como  al  otro;  ansi  Dios 
me  salve  y  me  de  gracias  para  alcanzar  su  gloria. 

Y  la  verdad  es  quel  dicho  Adelantado  don  Pedro  de 
Alvarado  hizo  muy  grand  servicio  a  Vuestra  Magestad 
en  ella,  porque  si  el  no  viniera,  todo  se  despoblara,  por- 
que ya  la  dexaban  los  españoles  todos  quantos  en  ella  es- 
tavan,  antes  quel  dicho  Adelantado  viniese,  y  se  yvan,  y 
a  tardarse  ocho  dias  que  no  vyniera,  ninguno  quedara 
en  ella,  y  si  los  dichos  españoles  se  fueran  y  el  no  vinie- 
ra, tarde  o  nunca  se  tornara  a  poblar,  y  ya  que  se  pobla- 
ra fuera  con  muy  grand  travajo  y  gasto  y  muerte  de  es- 
pañoles, por  ser  como  es  la  tierra  muy  agrá  y  áspera,  que 
creo  en  toda  ella  no  ay  quatro  ni  tres  leguas  juntas  de 
llano,  y  la  gente  de  los  yndios  muy  belicosos  e  instruios 
en  las  cosas  de  la  guerra,  y  que  conocian  ya  a  los  cris, 
tianos  y  saben  que  son  mortales  como  ellos,  y  que  los 
cavallos  y  los  cristianos  no  es  toda  una  cosa,  como  de 
antes  pensaban  al  tiempo  que  vinieron  a  estas  partes;  y 
con  la  grand  ayuda  que  traxo  de  los  españoles  e  yndios 
amigos,  fue  a  esta  parte  para  que  los  yndios  naturales 
desea  governacion  vyniesen  mas  ayna  de  paz,  porque 
como  pasó  abriendo  el  camino  por  do  pasó  para  yr  al 
dicho  puerto  de  Cavallos,  fue  dándoles  guerra,  y  como 
los  dichos  yndios  que  traxo  consigo  es  la  mas  cruel  jente 
de  quantos  yndios  ay  en  todas  las  Yndias,  mayores  car- 
niceros y  comedores  de  carne  umana  de  todas  ellas,  e 
que  a  la  ora  que  tomavan  el  yndio,  en  la  misma  ora  lo 
sacrificaban  y  hazian  pedazos  y  se  lo  comían,  corriendo 
sangre  a  medio  asar;  y  en  tomando  al  niño,  aunque  es- 

11 


—  162  — 

tuviese  a  los  pechos  de  su  madre,  vivo  lo  ponían  en  un 
asadero  y  se  lo  comían,  que  por  cierto  me  dixo  un  espa- 
ñol de  los  que  con  el  dicho  Adelantado  vinieron,  que 
llegó  una  noche  a  un  pueblo  el  y  otros  tres  cristianos 
que  avian  ido  a  rranchear  buscando  mayz  y  comida,  y 
que  estaban  en  el  dicho  pueblo  una  quadrilla  de  no  se 
que  tantos  acnés,  de  los  dichos  yndios  que  traya  consi- 
go, que  ansi  se  llamavan  por  nonbre  los  aches,  como  los 
de  México  los  mexicanos,  y  que  contó  treynta  y  tantos 
asaderos,  y  en  cada  uno  un  niño  asando,  que  me  quebró 
el  corazón,  sin  otras  mas  de  veynte  o  treynta  personas 
sacrificadas,  haziendolas  pedazos  para  rrepartir  pieza  por 
pieza  entre  ellos  para  llevar  de  camino  para  comer;  de  la 
qual  entrada,  segund  soy  ynformado,  ansi  de  comidos  de 
los  dichos  aches,  como  de  muertos  y  sacrificados,  como 
de  esclavos  que  se  hizieron,  y  otros  muchos  libres  que  se 
sacaron  y  llevaron  de  la  tierra,  fueron  muertos  y  llevados 
mas  de  seis  mili  personas  entre  honbres  y  mugeres,  chi- 
cos y  grandes,  entre  los  quales  fueron  los  tres  mili  he- 
chos esclavos,  y  que  del  pueblo  que  avia  quatrocientas  o 
quinientas  casas  al  tiempo  quel  dicho  Adelantado  don 
Pedro  de  Alvarado  vino  a  la  dicha  governacion,  avia 
quando  vino  el  dicho  Adelantado  don  Francisco  de  Mon- 
tejo  solas  trescientas,  y  que  de  solo  un  pueblo  que  se  dize 
Taloa,  qu'  esta  a  dos  leguas  desta  dicha  cibdad,  me  di- 
xeron  todos  los  principales  del  dicho  pueblo  que  de  so- 
las mugeres  y  niños,  comidos  y  llevados,  pasaron  de  do- 
sientas  animas,  y  como  los  naturales  desta  tierra  no  co- 
men carne  umana,  ni  jamas  oyeron  dezir  que  tales  los 
honbres  comían,  quedaron  tan  espantados  y  castigados 
que  ansi  como  el  Adelantado  don  Francisco  de  Montejo 
y  sus  capitanes  fueron  sobre  ellos  y  les  comenzaban  a  dar 


—  163  — 

guerra,  luego  le  venían  de  paz,  e  ansí  mismo  viendo  el 
buen  tratamiento  quel  dicho  Adelantado  don  Francisco 
de  Montejo  les  hazia,  y  los  dichos  sus  capitanes,  para 
traellos,  porque  ansi  convenia,  segund  el  espanto  que  to- 
dos tenian  de  lo  que  de  antes  avia  pasado;  y  este  espan- 
to y  temor  causó  la  venida  del  dicho  Adelantado  don 
Pedro  de  Al  varado,  que  fue  arta  causa  para  la  pacifica- 
ción de  la  dicha  tierra;  pero  que  se  diga  quel  ni  sus  ca- 
pitanes la  pacificaron,  ni  dexaron  de  paz,  no  hay  honbre 
que  este  sin  pasión  que  tal  me  haya  dicho,  ni  tal  he  po- 
dido averiguar,  sino  quel  dicho  Adelantado  don  Francis- 
co de  Montejo  lo  a  conquistado  y  pacificado,  y  les  a 
hecho  a  todos  los  pueblos  servyr  como  oy  dia  sirven,  y 
pacificamente,  e  asta  el  dicho  rrio  de  Ulua  con  el  alba- 
rrada  de  Cocunba,  como  tengo  dicho,  qu'  es  cabe  la  villa 
de  San  Pedro  y  puerto  de  Cavallos,  quel  dicho  Adelan- 
tado don  Pedro  de  Alvarado  conquisto  y  pacifico  en  per- 
sona con  los  que  consigo  traxo  y  la  demás  jente  que  acá 
hallo  en  la  tierra  al  tiempo  que  a  ella  vino;  finalmente, 
que  el  saco  los  cimientos  de  esta  obra  o  casa,  y  el  dicho 
Adelantado  don  Francisco  de  Montejo  algo  las  paredes  y 
la  cubrió,  como  Vuestra  Magestad  lo  puede  juzgar  por 
esta  mi  rrelacion,  y  esto  es  lo  que  yo  e  podido  alcangar 
y  averiguar,  como  tengo  dicho,  con  mi  flaco  juicio.  Vues- 
tra Magestad  y  esos  señores  de  su  Real  Consejo  lo  po- 
dran mijor  ver,  averiguar  y  juzgar  con  sus  esclarecidos 
juicios  y  dottas  y  sabias  letras,  que  yo,  ny  vi  lo  uno,  ny 
lo  otro,  ni  estuve  presente  a  ello,  como  Vuestra  Mages- 
tad mejor  sabe,  porque  al  tiempo  que  todo  ello  pasó  yo 
estava  en  esa  rreal  corte. 

Y  pareceme  que  bien  rreconpensando  el  daño  que  hi- 
zieron  los  que  con  el  dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Al- 


—  164  — 

varado  vinieron,  ansi  los  cristianos  como  los  dichos  yn- 
dios  aches,  en  los  esclavos  que  hizieron  y  los  demás  que 
mataron  y  comieron  y  pueblos  que  se  destruyeron,  y  el 
bien  que  dizen  que  hizo,  que  pesan  muy  mucho  mas  los 
males  que  se  hizieron  quel  bien  y  provecho  que  dizen 
que  se  hizo,  y  pluguiera  a  Dios  que  ante  se  depoblara 
toda  la  tierra  por  entonce,  que  hazerse  los  males  y  daños 
que  se  hizieron,  que  si  entonces  se  despoblara,  quando 
fuera  la  voluntad  de  Dios  diera  horden  como  se  tornara 
a  poblar,  como  a  sido  en  todas  las  otras  cosas  destas  par- 
tes; bien  creo  yo  quel  dicho  Adelantado  Alvarado,  o  no 
seria  consentidor  dello,  ny  lo  podria  ver  todo,  que  como 
los  dichos  cristianos  heran  vezinos  de  Guatimala  e  de 
San  Salvador,  y  deseavan  llevar  esclavos  para  sus  casas 
y  para  hechar  en  las  minas,  mas  que  dexar  pacifica  la 
tierra,  hizieron  los  mas  esclavos  que  pudieron,  y  los  di- 
chos males  que  podian,  como  de  tierra  en  que  no  avian  de 
bivir  y  permanecer,  porque  yendo  que  yban  a  rranchear 
para  buscar  de  comer,  y  los  dichos  yndios  aches  ansimis- 
mo  que  yban  por  otro  cabo,  rrepartidos  por  los  pueblos, 
una  quadrilla  por  un  cabo  y  otra  por  otra,  haziendo  las 
sobredichas  cosas,  sin  que  dicho  Adelantado  las  viese, 
ny  supiese,  a  lo  que  creo,  porque  a  sabellas  y  consenti- 
llas,  sigund  que  an  sido  tan  escorrutas,  no  se  que  me 
diga;  y  no  quiera  mas  saber  Vuestra  Magestad,  sino  que 
un  yndio  de  un  vezino  de  Guatimala  que  vino  por  manda- 
do de  su  amo  con  el  dicho  don  Pedro  de  Alvarado,  llevó 
ciento  e  veynte  esclavos  herrados,  de  la  parte  que  cupo 
a  su  amo,  sin  otros  muchos  libres  que  los  dichos  aches  le 
dieron,  rrescataron  y  vendieron,  de  los  quellos  tomavan 
por  los  pueblos,  para  lo  qual  suplico  a  Vuestra  Mages- 
tad que  luego  que  vea  esta  me  envié  su  rreal  provisión 


—  165  — 

con  todo  el  favor  y  penas  que  pudiere  ser,  para  que  yo 
vaya  a  la  dicha  provincia  de  Guatimala  para  buscar  todos 
quantos  hallare  alia  desta  governacion,  ansi  libres  como 
esclavos  herrados  o  por  herrar,  que  entonces  se  hicieron 
y  llevaron  desta  governacion,  para  que  los  pueda  sacar 
de  qualquier  poder  que  estuvieren,  porque  fueron  muy 
ynjustamente  hechos  y  llevados,  so  graves  penas  y  con  el 
auxilio  de  todas  las  justicias,  personas  e  honbres  buenos 
a  quien  se  pidiere,  e  ansi  mismo  para  qualesquier  otras 
partes  a  do  los  dichos  esclavos  e  libres  estuvieren  e  fue- 
ren llevados,  porque  me  dizen  que  en  Cuba  y  en  la  Ha- 
vana  está  mucha  parte  dellos,  ansi  libres  como  esclavos, 
que  en  aquel  tiempo  se  vendieron  y  llevaron  por  alia,  y 
en  otras  muchas  partes,  mandando  a  los  prelados  de  las 
partes  do  estuvieren,  que  den  sus  cartas  de  excomunión 
para  que  oor  todas  vias  se  sepa  e  ynquiera  donde  los  di- 
chos naturales  están,  con  apelación  rremota  que  no  se 
les  conceda  a  ías  personas  que  los  tuvieren,  sino  que  lue- 
go ios  den  sin  enbargo  de  qualquier  apelación,  ni  otras 
cosas  que  digan  y  hablen,  averiguándose  por  ynforma- 
sion  bastante  quellos  son  desta  governacion,  sin  dexar  en 
poder  y  consentimiento  de  los  dichos  naturales  la  venida, 
porque  a  ponerse  esta  clausula  en  la  dicha  provisión,  los 
dichos  cristianos  les  dirán  tales  palabras  y  pornan  tales  te- 
mores a  los  dichos  yndios,que  todos  digan  que  no  quieren 
venir,  sino  quedarse  por  alia,  y  esto  es  muy  contrario  de  la 
verdadera  naturaleza,  porque  cada  uno  quiere  y  desea  yr 
a  bibir  y  moryr  en  su  propio  natural,  como  Vuestra  Ma- 
gestad  mejor  lo  sabe,  y  el  tiempo  y  la  esperiencia  de  las 
cosas  nos  lo  muestra;  que  yo  quiero,  por  seruyr  a  Dios  y 
a  Vuestra  Magestad,  yr  a  mi  costa  y  mysion  a  tomar  el 
trabajo  dello  por  todos  los  lugares  por  do  estuvieren,  por 


—  166  — 

qu'  es  muy  grand  cargo  de  conciencia  que  esto  se  consien- 
ta, porque  me  consta  que  los  llevaron  por  tuercas  enca- 
denados y  atados,  hombres  y  mugeres,  con  los  niños  a  los 
pechos,  e  otras  preñadas,  y  ansi  mismo  niños  de  tres  y 
quatro  y  cinco  años;  dexo  muchos  de  ellos  que  se  mu- 
rieron por  los  caminos  de  hanbre  y  de  verse  llevar  en 
prisiones  y  de  sacallos  de  sus  propias  tierras  a  otras,  de 
frias  a  calientes  y  de  calientes  a  frias,  por  la  qual  causa  la 
mas  de  la  jente  se  muere  en  estas  partes;  que  por  cierto, 
español  y  españoles  ay  que  dizen  que  mas  de  mili  o  mili 
y  quinientos  fueron  los  muertos;  que  por  cierto,  en  la  vi- 
lla de  San  Pedro  y  en  Trujillo  me  dizen  que  murieron  de 
aquella  tierra,  de  los  que  por  acá  avian  llevado,  mas  de 
quatrocientos  o  quinientos,  por  ser  como  heran  de  tierra 
fria  y  los  llevaron  a  la  caliente,  y  de  otros  malos  trata- 
mientos, e  por  cierto  que  me  dizen  que  son  mas  de  tres 
mili  animas  las  libres  que  llevaron  de  esta  hecha,  por 
fuerza,  sin  los  esclavos  que  se  hicieron,  y  los  padres  e 
madres  son  tantas  las  lastimas  que  hazen  por  los  hijos  que 
les  llevaron,  y  las  mugeres  por  sus  maridos,  que  no  lo  se 
dezir  a  Vuestra  Magestad,  mas  de  que  me  quiebra  el  co- 
raron de  verlos  llorar,  y  de  las  amarguras  que  hazen,  ro- 
gándome mucho  que  pues  vine  a  ser  su  padre  dellos,  e  a 
mirar  por  ellos,  que  les  haga  volver  sus  hijos  y  sus  mu- 
geres y  maridos  y  los  hijos  de  sus  padres  y  madres,  y  los 
hermanos  a  sus  hermanos,  qu'  es  la  mayor  lastima  del 
mundo;  y  estos  digo  que  an  de  ser  rrecaudados  y  traydos 
a  esta  tierra,  de  la  gente  que  se  saco  della  desde  el  tiem- 
po quel  Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado  vyno  a  esta 
tierra,  e  un  don  Cristóbal  de  la  Cueva,  y  otros  que  se 
fueron  desta  governacion  y  sacaron  jente  della,  hasta  quel 
dicho  Adelantado  don  Francisco  de  Montejo  vino  a  ella, 


—  167  — 

que  después  quel  vino,  sigund  he  sido  ynformado,  no  a 
consentido  sacar  ninguna  persona  della;  y  esto  que  tengo 
dicho  a  Vuestra  Magestad,  es  muy  necesario  para  esta 
governacion,  por  dos  efettos:  el  uno,  para  que  estos  na- 
turales vean  como  Vuestra  Magestad,  como  su  rrey  y  se- 
ñor y  verdadero  padre,  les  haze  bolver  a  sus  hijos  y  mu- 
geres  y  hermanos  y  maridos*  como  justo  juez  que  es;  y  lo 
otro,  para  que  está  tierra  se  torne  a  poblar,  porque  con 
los  males  pasados  y  destruimientos  que  se  han  hecho  en 
los  dichos  pueblos  y  en  los  dichos  naturales  dellos  de  la 
dicha  governacion,  por  los  governadores  o  desgoverna- 
dores  pasados  desde  el  tiempo  que  governo  Diego  López 
de  Saucedo,  y  Cereceda,  acá,  que  no  devieran,  está  esta 
tierra  tan  perdida  que  en  pueblo  que  en  el  dicho  tiempo 
que  ellos  governaron  avian  mili  yndios,  aunque  otros 
quieren  dezir  casas,  no  ay  oy  una,  ni  uno,  como  mas 
largamente  adelante  en  otra  rrelacion  que  escribiré  des- 
pués de  esta  daré  quenta  a  Vuestra  Magestad  mas  por 
entero,  porque  terne  mas  espacio  para  ello;  y  sepa 
Vuestra  Magestad  que  son  tan  pocos  los  yndios  e  pue- 
blos que  ay  el  dia  de  oy  en  esta  tierra,  que  por  cier- 
to un  rrepartimiento  de  los  de  México,  o  un  solo  con- 
quistador o  poblador,  tiene  mas  yndios  que  toda  esta  go- 
vernacion de  cabo  a  cabo;  y  no  piense  Vuestra  Magestad 
que  esta  es  fábula,  sino  la  pura  verdad,  que  por  cierto  no 
creo  que  ay  en  toda  la  governacion  quinze  mili  yndios, 
a  do  avia,  segund  he  sido  ynformado,  al  tiempo  que  Gil 
González  de  Avila  vino  a  ella,  y  el  marques  Hernando 
Corthes,  de  personas  que  con  ellos  vinieron,  qu'  están  oy 
en  dia  en  esta  governacion,  tanta  jente  casi  como  en  Mé- 
xico, y  tanta  policia  y  rrazon,  y  que  hera  una  gente  muy 
bien  dispuesta  e  ataviada  y  de  mucho  arte,  ni  mas  ni  me- 


—  168  — 

nos  que  de  la  Nueva  España  la  muy  polida,  y  pluguiera 
a  Dios  que  nunca  el  Marques  del  Valle  saliera  ¿ella,  ny 
un  teniente  y  capitán  que  dexo  el  dicho  Marques  en  ella, 
que  se  dezia  Sayavedra,  al  tiempo  quel  salió  della,  por- 
que la  dicha  tierra  no  perdiera  tal  padre,  porque  todos 
los  demás  que  después  an  venido  hasta  que  vino  el  dicho 
Adelantado  don  Francisco  de  Montejo,  han  sido  padras- 
tos,  según  la  perdición  parece  tan  manifiesta  de  todo  lo 
pasado,  porque  después  de  entonces  hasta  agora,  sigund 
los  dichos  destruymientos  y  cosas  han  pasado,  nunca  tal 
estuvo  la  tierra,  ni  los  yndios  della  estuvieron  tan  pacífi- 
cos, ni  tan  domésticos,  ni  seguros,  ni  tan  amigos  de  sus 
casas  y  haziendas,  como  el  dia  de  oy  están,  sigund  to- 
dos los  españoles  dizen,  que  desde  aquel  tiempo  acá  que 
están  en  la  tierra,  ni  ningún  governador,  ni  sus  capitanes, 
jamas  llegaron  a  lo  que  oy  en  dia  esta  de  paz,  ni  lo  vie- 
ron, aunque  Gil  González  de  Avila  paso  por  cierta  parte 
dello,  de  paso,  pero  no  para  dexar  la  parte  por  do  paso 
en  el  estado  en  que  agora  esta,  y  a  Diego  García  de  Ce- 
lis,  thesorero  de  Vuestra  Magestad  en  esta  governacion, 
le  he  oydo  dezir  muchas  vezes,  después  quel  y  yo  llega- 
mos a  esta  dicha  tierra,  porque  anbos  a  dos  venimos  jun- 
tos, ansi  como  llegamos  a  ella  e  vio  e  oyó  dezir  el  esta- 
do en  que  esta  va  la  dicha  tierra,  y  que  los  dichos  yndios 
estavan  pacíficos  y  en  sus  casas  y  senbrando  y  entendien- 
do en  sus  granjerias  y  sirviendo  a  sus  amos,  que  nunca 
pensó  hallar  la  tierra  en  tal  estado,  ni  que  en  todos  los 
dias  de  su  vida  no  pensó  que  estos  naturales  estovieran 
tan  quietos,  ni  pacíficos,  ni  sirvieran  a  sus  amos  como 
oy  en  dia  les  sirven,  ni  senbrar,  ni  que  tuvieran  de  comer, 
sigund  el  alteración  e  corrimiento  que  antes  avian  tenido 
a  causa  de  los  muchos  malos  tratamientos  que  en  tiempo 


—  169  — 

de  los  governadores  pasados  se  les  avia  hecho,  y  agora 
verdaderamente  se  puede  decir  que  la  dicha  tierra  esta 
de  paz,  y  no  de  antes,  porque  no  se  entiende  quedar  ni 
estar  la  dicha  tierra  de  paz  porque  un  señor  o  dos  de  los 
dichos  naturales,  o  un  yndio,  o  dos,  o  tres,  vengan  a  ver 
al  governador,  o  a  su  capitán,  o  capitanes,  al  tiempo  que 
les  van  a  conquistar,  y  les  digan  que  quieren  venyr  de  paz 
y  que  les  traygan  algund  presente  que  paresca  que  es 
mas  parte  de  paz,  que  todos  los  hazen  quando  veen  venyr 
un  exercito  o  algunos  cristianos  por  sus  pueblos  o  cerca 
dellos,  estando  de  guerra,  como  muchas  veces  a  aconte- 
cido y  se  a  visto;  y  esto  verdaderamente  no  es  para  ve- 
nirles de  paz,  sino  para  darles  mejor  la  guerra,  que  vie- 
nen so  color  de  la  dicha  paz  a  mirar  que  jentes  e  quantos 
vienen  y  quantos  son  de  a  caballo  y  quantos  de  apie  y  si 
son  personas  de  manera  que  todo  lo  entienden,  aunque 
le  hacen  entender  a  Vuestra  Magestad  que  son  ynocen- 
tes  y  travajan  de  saber  a  que  vienen  y  que  quieren,  y  di- 
zenles  que  quieren  yr  a  llamar  todos  ios  otros  naturales 
de  sus  pueblos,  y  para  mas  contentallos  y  asegurallos,  y 
vanse  y  nunca  mas  vuelven  sino  con  los  arcos  en  las  ma- 
nos, se  suben  a  las  sierras  y  de  alli  les  envian  a  dezir  lo 
que  se  les  antoja  y  rriense  dellos,  y  esto  no  es  visto  venir 
de  paz  la  tierra,  por  esta  apariencia  que  los  dichos  natu- 
rales hazen,  sino  para  dar  mejor  la  guerra,  como  dicho 
tengo,  e  fortificarse  y  apercibirse  mejor,  como  claramen- 
te a  parecido  en  todas  estas  partes  al  tiempo  que  las  an 
ido  a  conquistar;  y  la  perfeía  manera  de  venir  la  tierra  de 
paz,  es  venir  los  señores  e  principales  verdaderamente  a 
dar  la  paz  y  la  obidiencia  al  governador  de  la  tierra  o  a 
sus  capitanes  en  nonbre  de  Vuestra  Magestad,  sin  ningu- 
na otra  cautela,  y  de  ay  adelante  servir  con  toda  umildad 


—  170  — 

al  cristiano  o  cristianos  que  les  encomiendan ,  y  envian- 
dolos  a  llamar  con  un  naborya,  venir  alia  donde  sus 
amos,  y  hazer  lo  que  ellos  les  mandan,  sin  ninguna  otra 
alteración;  e  aun  sin  enviarlos  a  llamar,  venirse  ellos, 
como  lo  acostunbran  muchas  veces  a  hacer  los  que  están 
de  buena  paz,  sin  que  los  envien  a  llamar  los  dichos  sus 
amos  o  encomendados,  y  les  traen  alguna  cosa  de  lo  que 
en  sus  pueblos  ay  y  en  sus  casas  tienen  que  parezca  mas 
confirmasion  de  paz,  y  esta  es  la  perfeta  paz,  y  no  porque 
pase  un  governador  o  capitán  de  largo  por  ella,  estando 
de  guerra,  y  dejándosela  ansi,  se  puede  dezir  que  queda 
de  paz;  que  pasar  un  capitán  o  governador  por  cabe  los 
pueblos,  y  entrar  dentro  en  ellos  e  salirle  los  dichos  prin- 
cipales a  rrecibirles  y  dezirles,  cata  que  seays  buenos  y 
sirvays  todos  juntos,  y  no  hagays  otra  cosa;  y  ellos  di- 
gan, de  miedo  que  al  presente  tienen,  o  por  cumplir  con 
ellos,  que  les  place,  y  que  ansi  lo  aran,  no  es  esto  quedar 
de  paz,  sino  lo  que  tengo  dicho  arriba,  porque  en  vol- 
viendo las  espaldas  el  dicho  capitán  y  los  dichos  cristia- 
nos, luego  los  dichos  naturales  hazen  e  usan  hacer,  y  es 
como  estilo  de  ellos,  lo  que  tengo  dicho,  que  es  tomar 
sus  arcos  y  flechas,  hijos  e  mugeres  e  quanto  tienen,  y 
subirse  a  las  sierras  y  rreyrse  y  hacer  burla  de  los  dichos 
españoles;  y  desta  manera,  aunque  yo  soy  clérigo  yre  con 
seis  de  cavallo  muy  seguramente,  sin  que  nos  hagan  mal 
ninguno  a  mi  ni  a  ellos,  por  todas  quantas  partes  estén 
de  guerra,  por  toda  esta  tierra,  y  pasar  seguramente,  y 
haré  que  nos  den  de  comer  e  todo  lo  que  mas  ovieremos 
menester,  y  por  esto  diga  que  por  que  pasé  de  la  manera 
que  tengo  dicho,  que  lo  pacifique  todo  y  conquisté  y 
dexé  de  paz,  no  es,  Sacra  Cesárea  Catholica  Magestad, 
esto,  quedar  las  tierras  de  paz. 


—  171  — 

E  por  que  alia,  estando  yo  en  esa  Real  corthe  de  Vues- 
tra Magestad,  oy  dezir  que  se  avia  platicado  esto  en  el 
Real  Consejo  de  Vuestra  Magestad,  quiero  decir  lo  que 
alcanco  cerca  dello,  como  honbre  que  e  visto  y  cada  dia 
veo  las  cosas  que  pasan  en  estas  partes,  para  avisar  a  Vues- 
tra Magestad  de  todo,  como  soy  obligado,  y  suplico  a 
Vuestra  Magestad  mande  que  esta  mi  rrelacion  se  tenga 
en  secreto,  por  que  como  quiera  que  a  estos  dos  cavalle- 
ros  yo  les  tenga  por  amigos  y  hermanos,  no  quiero  que 
por  avisar  de  la  verdad  a  Vuestra  Magestad  acerca  de  lo 
que  sobre  este  caso  pasa,  e  yo  e  alcancado  a  saber  cerca 
de  todo  ello,  estar  mal  con  ninguno  dellos,  porque  con- 
tra ellos  como  a  un  perro  de  la  calle  no  querría  estar; 
mas,  haziendo  lo  que  soy  obligado  al  Real  servicio  de 
Vuestra  Magestad,  que  acerca  de  esto  ninguna  cosa  se 
me  da  que  me  quieran  bien  o  mal,  como  haga  yo  lo  que 
debo  y  soy  obligado. 

Demás  desto,  el  Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado 
llegó  a  este  puerto  de  Cavallos  el  Viernes  Santo,  que  se 
contaron  quatro  dias  del  mes  de  Abril,  a  salvamento  el  y 
doña  Beatriz  de  la  Cueva,  su  muger,  y  segund  el  y  otros 
muchos  an  escrito  a  esta  cibdad,  dizen  que  trae  tres  naos, 
en  las  quales  traxo  dozientos  e  cinquenta  honbres  cava- 
lleros  y  hidalgos  e  otra  gente  de  guerra,  y  trecientos  ar- 
cabuzesy  otros  muchos  tiros  de  artillería,  y  quatrozientas 
picas  y  dozientas  ballestas,  e  que  su  muger  trae  veynte 
doncellas  hijasdalgo,  de  muy  buenos  gestos,  para  casar, 
e  ansi  mismo  que  viene  en  las  dichas  naos  treynta  mili 
ducados  de  mercaduría  de  muchas  cosas  rricas,  ansi  de 
brocados  y  telas  de  oro  y  de  plata  y  todo  genero  de  sedas 
y  tapaceria  rrica  y  otras  muchas  cosas  que  ciertos  facto- 
res  de  mercaderes  de  Medina  del  Campo  traen  en  ellas. 


—  172  — 

A  puesto  su  venida  tanta  alteración  en  esta  tierra,  ansi 
en  los  españoles  que  en  ella  están,  como  entre  los  natu- 
rales della,  que  no  lleva  rremedio,  que  do  la  tierra  estava 
casi  del  todo  sosegada  e  asentada,  están  todos  tan  altera- 
dos y  solevantados,  como  es  gente  que  con  qualquier 
aire  se  muda,  que  ni  bastan  sermones  ny  otras  palabras 
que  les  he  hecho,  ni  dicho,  para  hacelles  sosegar,  porque 
an  sido  tantas  las  cosas  quel  dicho  Adelantado  dizen  que 
a  dicho  y  escrito  por  unas  partes  y  por  otras,  y  ansi  mis- 
mo muchos  de  los  que  con  el  bienen,  que  no  digo  yo 
todos  los  desta  tierra,  aunque  son  pocos,  pero  de  otra 
que  obiera  mas,  se  solebantaran  diziendo  que  trae  mu- 
chas provisiones  de  Vuestra  Magestad  contra  el  dicho 
governador  don  Francisco  de  Montejo,  e  contra  otros 
muchos  desta  governacion,  entre  las  quales  dizen  que 
trae  una  en  que  manda  Vuestra  Magestad  que  dentro  en 
veynte  y  quatro  oras  le  den  y  entreguen  esta  cibdad  con 
todos  sus  términos,  porque  Vuestra  Magestad  la  a  manda- 
do encorporar  en  la  governacion  de  Guatimala,  y  que  si 
el  dicho  Governador  no  se  la  diere  y  entregare,  o  no 
obedeciese  la  provisión  Real  de  Vuestra  Magestad  que 
sobre  ello  trae,  que  le  manda  Vuestra  Magestad  al  dicho 
Adelantado  que  eche  unos  grillos  al  dicho  Governador  y 
lo  meta  en  una  nao  y  lo  envié  a  Castilla  ante  el  Real 
Consejo  de  Vuestra  Magestad,  lo  qual  dize  que  a  dicho 
publicamente  ante  muchas  personas,  de  la  boca  de  los 
quales  yo  lo  oy,  que  dizen  que  se  lo  oyeron,  lo  he  sabi- 
do, y  ansi  mismo  el  dicho  Governador;  e  ansi  mismo  que 
trae  un  juez  executor  para  que  después  de  preso  el  dicho 
Governador  le  meta  en  la  posesión  della  y  de  todos  sus 
términos,  lo  qual  a  dado  tan  grand  alteración  a  la  tierra, 
que  en  verdad  yo  me  he  visto  en  muy  grand  aflicion  y 


—  173  — 

trabajo  en  pacificar  a  los  dichos  españoles  y  hazer  que  se 
rreposen  algo,  que  mas  no  a  podido  ser,  diziendoles  que 
no  creyesen  ninguna  cosa  de  quantas  se  dezian  hasta  que 
lo  viesen  por  los  ojos,  y  que  Vuestra  Magestad  y  los  de 
su  muy  Real  Consejo  no  proveen  las  cosas  tan  liviana- 
mente, especialmente  sin  aver  visto  otra  rrelacion  mas 
que  la  que  alia  dio  el  dicho  don  Pedro  de  Alvarado,  e 
ansi  no  avian  de  proveer  lo  que  dizen  que  trae  proveido, 
y  ya  que  lo  proveyesen,  dirían  en  las  dichas  provisiones 
por  rrelacion  que  nos  fuese  fecha  por  el  dicho  don  Pedro 
de  Alvarado,  y  que  si  esto  viene  ansi,  tiene  muy  buen 
rremedio,  el  qual  es  hazer  saber  a  Vuestra  Magestad  la 
verdad  muy  por  entero  cerca  de  lo  que  sobre  ello  pasa, 
para  que  si  la  rrelacion  que  alia  se  hizo  no  fue  tal,  Vues- 
tra Magestad  prouea  en  ello  lo  que  fuese  mas  servido;  y 
esto  todo  les  he  dicho  por  apaciguarlos  y  hazer  que  se 
rreposasen,  y  ansi  mismo  que  no  podían  creer  que  las 
cosas  que  an  dicho  que  dize  el  dicho  Adelantado  don 
Pedro  de  Alvarado,  el  las  dixese  contra  el  dicho  Gover- 
nador,  porque  es  cavallero  y  noble  e  servidor  de  Vuestra 
Magestad,  y  los  tales,  no  han  de  dezir  las  semejantes  co- 
sas, especialmente  contra  los  ministros  de  Vuestra  Ma- 
gestad, y  en  los  propios  lugares  do  están  administrando 
los  cargos  y  oficios  en  el  Real  nombre  de  Vuestra  Ma- 
gestad, y  ansi  se  lo  he  dicho  al  dicho  Governador,  que 
no  menos  alteración  e  pasión  que  los  demás  a  rrecibido, 
y  tanto  que  a  no  hallarme  aqui  me  parece  que  obiera 
fecho  sobre  ello  un  desatino,  pero  corno  es  cuerdo  y 
honbre  que  an  pasado  por  el  travajos,  rrecibio  todo  lo 
que  le  dixe  sobre  el  caso  muy  bien,  y  hizele  rreposar  su 
corazón  hasta  tanto  que  viese  lo  quel  dicho  Adelantado 
traya,  y  rroguele  mucho  que  no  diese  crédito  a  ninguna 


—  174  — 

cosa  de  quantas  le  dixese,  pues  ya  sabia  que  cosa  heran 
Yndias  y  las  cosas  y  jente  dellas;  y  ansimismo  dizen  que 
a  dicho  publicamente  que  trae  provisión  para  quel  por 
su  propia  autoridad  se  entre  en  los  yndios  que  le  quito, 
segund  dizen,  el  dicho  Governador,  y  para  que  buelva 
todos  los  demás  a  las  personas  a  quien  el  dicho  Adelan- 
tado don  Pedro  de  Alvarado  los  proveyó  al  tiempo  que 
en  esta  governacion  estuvo,  haviendoselos  quitado  el  di- 
cho Governador;  y  que  esto  fuera  ansi,  justo  fuera  que 
sin  dezir  ni  hablar  las  cosas  que  dizen  que  se  an  dicho  y 
dize  y  abla  el  y  los  que  con  el  vienen,  mostrare  pacifica- 
mente y  sin  pasión  las  Reales  provisiones  de  Vuestra  Ma- 
gestad  que  trae,  y  vistas,  el  dicho  Governador  hiziera  y 
obedeciera  todo  lo  que  Vuestra  Magestad  por  ellas  man- 
dara, a  la  letra,  en  la  misma  ora  que  se  las  notificara,  que 
pues  todo  es  de  Vuestra  Magestad,  lo  de  acá  y  lo  de  alia, 
bien  lo  puede  Vuestra  Magestad  dar  a  quien  fuere  servi- 
do, y  el  no  tenia  que  dezir  ni  hablar  contra  ello  mas  pa- 
labras, mas  de  que  se  cumpliese  la  voluntad  de  Vuestra 
Magestad  y  su  Real  mandado. 

Dizen  mas,  que  dize  que  trae  otra  provisión  para  que 
con  pareser  del  visorrey  e  obispo  de  Guatimala,  esta  go- 
vernacion se  junte  y  encorpore  con  la  de  Guatimala,  y 
quel  sea  governador  de  ella,  y  si  esto  es  ansi,  Vuestra 
Magestad  crea  ques  la  cosa  mas  perjudicial  que  ay  en  el 
mundo  para  la  Real  conciencia  de  Vuestra  Magestad,  y 
por  ninguna  manera  conviene  que  tal  Vuestra  Magestad 
consienta,  lo  uno  porque  ante  a  los  governadores  destas 
partes  les  avia  Vuestra  Magestad  de  acortar  las  governa- 
ciones  para  ser  vien  governadas,  y  de  una  hazer  dos 
como  corregimiento  en  España,  que  no  dárselas  dobla- 
das; y  lo  otro,  porque  en  la  ora  que  esta  governacion  se 


—  175  — 

encorporase  con  la  de  Guatimala,  no  quedaría  un  yndio 
de  todos  los  naturales  della,  a  vida,  porque  como  alia  es- 
tan  usados  a  hazerles  mili  crueldades,  ansi  en  hazer  mi- 
llaradas de  esclavos  de  guerra  y  de  rrescate,  como  en 
trabajos  esesibos,  que  en  verdad  yo  estoy  espantado,  se- 
gund  lo  que  aqui  me  an  dicho,  que  los  yndios  pasan, 
¿como  lo  permite  Vuestra  Magestad  e  los  de  su  Real 
Consejo,  si  lo  saben?,  tanto  que  quando  en  esta  gover- 
nacion  no  permito  que  les  hagan  alguna  cosa  que  es  con- 
tra el  buen  tratamiento  de  estos  yndios,  luego  me  dan  en 
rrostro  con  Guatimala,  diziendo  que  alia  se  haze  esto  y 
esto,  y  son  cosas  que  antes  me  dexaria  morir  que  con- 
sentir que  ninguna  dellas  acá  se  hiziese,  y  no  se  yo  si 
alia  ay  otras  leyes  mas  de  las  de  Vuestra  Magestad  acá 
manda  guardar,  para  que  se  permita,  y  ansimismo  digo 
que  esta  tierra  rrecibiria  muy  grande  agravio  y  travajo  y 
los  naturales  della  en  hazer  la  dicha  rreunion,  porque 
como  los  yndios  de  alia  usan  sacrificarse  e  comerse  unos 
a  otros,  en  la  misma  ora  questa  y  ella  fuese  una  y  ellos 
entrasen  por  acá,  no  dexarian  honbre  a  vida  que  no  co- 
miesen, y  si  algunos  quedasen,  de  vellos  a  ellos  hazer 
los  dichos  sacrificios  y  comer  la  dicha  carne  umana  lo 
aprenderían  y  harían  lo  mismo,  y  de  sus  mismas  costun- 
bres  se  apegaría  esta  polilla  en  ellos  hasta  acabarse 
los  que  quedasen,  y  esto  seria  grande  mal  para  todos  los 
naturales  desta  tierra,  pues  entrellos  no  se  acostunbrava 
antes  hazer  lo  semejante,  ni  tal  sabían  que  los  honbres 
hazian  ni  hazen,  según  me  an  dicho,  ni  lo  avian  oido  dezir 
que  ningund  honbre  comiese  a  otro,  como  tengo  dicho, 
bien  que  entrellos  usasen  en  algunas  partes  algunos  sacrifi- 
cios, pero  no  es  tanta  cantidad  como  en  otras  partes  se 
hace;  lo  otro,  como  están  tan  mal  mostrados  los  de  aque- 


—  176  — 

lia  governacion  a  servirse  de  los  indios  y  de  juntallos  e 
de  matallos  con  maneras  de  servicios  y  trabajos  exesivos, 
querrían  acá  hazer  lo  mismo,  y  como  los  naturales  desta 
tierra  son  pocos  y  no  usados  a  travajar  tanto  como  los  de 
alia,  no  lo  podrian  soportar,  e  alearse  yan  e  yrse  yan  a 
los  montes,  y  la  tierra  se  perdería,  y  ya  que  no  fuesen, 
aorcarse  yan,  y  dexarse  yan  morir  y  matar;  y  esto  que 
digo,  sin  ser  esta  governacion  de  alia  lo  vemos  cada  dia 
por  esperiencia  por  las  personas  que  de  alia  pasan  por 
esta  governacion,  que  no  nos  podemos  valer  de  los  ma- 
los tratamientos  que  hazen  por  los  pueblos  que  pasan, 
de  palos  y  coces  que  dan  a  los  yndios  pidiéndoles  lo  que 
no  tienen,  y  aunque  se  lo  den  los  matan  sobrello,  que 
no  ay  dia  del  mundo  que  no  nos  vienen  mili  quexas 
dellos,  ansi  al  dicho  governador,  como  a  mi;  y  para  lo 
que  dizen  que  han  dicho  a  Vuestra  Magestad  que  esta 
governacion  ganaría  mucho  con  estar  ayuntada  con  la 
de  Guatimala,  que  es  porque  podrian  con  los  dichos 
amigos  que  tienen  pacificar  y  ganar  mucho  mas  adelan- 
te desta  tierra,  y  con  los  dichos  yndios  entrar  muchas 
quadrillas  en  ella,  es  todo  muy  perjudicial,  como  tengo 
dicho,  porque  de  los  amigos  ya  no  tiene  esta  governa- 
cion necesidad  dellos,  porque  tan  buenos  los  tiene  esos 
pocos  que  ay  para  el  dicho  efeto,  como  los  que  ay  en 
Guatimala,  y  no  con  tanto  perjuicio  como  ellos,  porque 
ellos  demás  de  lo  que  dicho  tengo,  de  comer  a  quantos 
hallan,  no  les  dexan  estaca  en  la  pared,  a  los  de  por  acá, 
para  llevarlos  a  sus  casas; y  en  lo  de  las  dichas  minas,  aun- 
que algún  provecho,  trae  consigo  harto  daño,  ansi  para 
las  animas,  como  para  los  cuerpos,  como  para  los  malos 
tratamientos  de  los  naturales  desta  tierra,  por  que  por  los 
pueblos  por  do  obiesen  de  pasar  tantas  quadrillas  de 


—  177  — 

cristianos  e  yndios,  no  podrian  hazer  bien,  sino  mucho 
mal;  y  los  que  desean  que  se  encorpore  y  junte  con  la 
dicha  governacion  de  Guatimala,  son  los  codiciosos  y 
desalmados  que  querrían  en  una  ora  ver  destruyda  e  aca- 
bada esta  tierra  por  yrse  con  el  fruto  della  en  tres  dias  a 
Castilla,  sin  mas  permanecer  ni  perpetuarse  en  ella,  y 
este  es  su  fin,  y  no  otro.  Lo  otro,  esta  governacion  co- 
mienza agora  a  rresucitar  y  hazer  algo,  y  esta  en  poten- 
cia de  ser  mucha  cosa  favoreciéndola  Vuestra  Magestad, 
y  para  esto  es  menester  sobrelievaüa  lo  mas  que  ser  pue- 
da, como  se  haze,  y  los  naturales  no  trabajarlos  tanto, 
sino  hazerles  poco  a  poco  que  hagan  aquello  que  bue- 
namente pudieren  hazer,  para  hazelles  del  todo  arraigar 
y  pacificar;  y  otras  cosas  mas  podría  dezir  cerca  del  di- 
cho caso,  pero  por  que  no  creo  que  Vuestra  Magestad 
tal  cosa  a  proveído  ni  los  de  su  muy  Real  Consejo,  no  las 
quiero  en  esta  espresar,  y  ansí  se  lo  he  dicho  al  dicho  Go- 
vernador  e  a  todos  estos  conquistadores  y  pobladores, 
porque  los  que  están  sin  pasión  y  desean  el  bien  desta 
tierra,  dizen,  como  a  mi  me  lo  an  dicho  ¿como  lo  que 
nosotros  conquistamos  y  ganamos  con  muy  grand  tra- 
vajo  y  sudor,  derramando  nuestra  sangre,  a  de  ser  de 
Guatimala,  y  nuestra  cibdad  que  fundamos  en  nonbre 
de  nuestra  governacion,  estando  como  esta  en  ella,  a 
de  estar  subjeta  a  governacion  estraña,  pues  la  pobla- 
mos, conquistamos  y  pacificamos  ansi  a  eila  como  a 
los  términos  della?;  antes  nos  dexaremos  hazer  pedacos 
y  moriremos  todos  juntos,  que  tal  consintamos,  y  los  que 
son  aficionados  al  dicho  don  Pedro  dizen  que  no  tan 
solamente  la  dicha  cibdad  y  governacion,  pero  todo  el 
mundo  querrían  que  fuese  suyo,  porque  dizen  y  publi- 
can que  siendo  el  Governador  desta  governacion,  no  les 

12 


—  178  — 

contaría  los  bocados,  como  los  quenta  el  dicho  Gover- 
nador,  y  yo  en  no  consentir  lo  quellos  querrían  hazer,  y 
algunos  malos  usos  en  que  estavan  puestos  antes  quel  di- 
cho Governador  y  yo  viniésemos  a  la  tierra,  y  que  les 
daria  cuerda  larga  para  fazer  todo  lo  que  ellos  quisiesen, 
ansí  esclavos  de  guerra,  como  de  rrescate,  y  sacar  oro 
con  los  naturales  de  los  pueblos  e  personas  libres;  y  cier- 
to oficial  de  Vuestra  Magestad,  desía  governacion,  escri- 
bió de  donde  esta  el  dicho  don  Pedro  de  Alvarado,  una 
carta  a  esta  cibdad,  a  un  amigo  suyo,  en  que  dezia  lo 
mismo,  que  no  puso  poca  alteración  a  algunos  que  la 
oyeron,  y  luego  como  oyeron  esto  sus  aficionados,  que 
hera  desenbarcado,  e  oyeron  decir  las  cosas  quel  dezia 
que  traya,  en  la  misma  ora  se  fueron  todos  para  dondel 
esíava,  sin  hazer  mas  caso  de  su  Governador  como  si  en 
esta  governacion  no  lo  oviera,  y  otras  muchas  cosas  que 
en  esta  no  quiero  decir,  que  son  para  tapar  los  oydos, 
por  no  dar  fastidio  e  pena  a  Vuestra  Magestad,  que  es 
tanto  lo  que  anda  entre  unos  y  otros,  que  por  cierto  no 
me  quisiera  hallar  en  este  tiempo  aqui,  porque  son  las  co- 
sas tantas  y  de  tal  claridad  que  no  bastan  fuerzas  ningu- 
nas para  sufrillo,  y  no  parece  sino  que  sobre  la  sangre  de 
Abel  fue  fundada  esta  governacion,  sigund  los  males  pa- 
sados y  los  que  ve  el  honbre  cada  dia  presenta,  ansi  de 
muchas  cizañas,  chismes  y  consejas  que  ay  siempre  entre 
unos  y  otros,  y  poca  fe  y  amor.  Yo  he  estado  para  yr  a 
donde  estaba  el  dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Alvara- 
do, qu'  es  en  la  villa  de  San  Pedro,  a  dezille  mi  parecer 
como  ministro  de  Vuestra  Magestad  y  persona  que  de- 
seo la  paz  e  concordia  de  entre  unos  y  otros,  y  a  ver  si 
pudiera  dar  algún  medio  en  todas  estas  cosas,  y  no  he 
osado  yr,  por  dos  cosas:  la  una,  por  no  dexar  al  dicho 


—  179  — 

governador  solo,  porque  como  la  cosa  esta  tan  alterada 
no  le  aconteciese  lo  que  a  otros  a  acontecido  en  esta  go- 
vernacion  que  han  governado  en  nonbre  de  Vuestra  Ma- 
gestad,  y  por  menos  causas  les  han  quitado  las  vidas,  es- 
pecialmente gente  apasionada  y  que  forman  y  publican 
tener  quexas  del,  como  se  suele  tener  de  los  governado 
res  y  ministros  de  Vuestra  Magestad,  quanto  mas  dizien- 
do  que  les  han  quitado  los  yndios  quel  dicho  Adelanta- 
do don  Peoro  les  dio,  y  como  algunas  cosas  de  las  pa- 
sadas han  visto  que  se  an  pasado  sin  castigo,  están  algu- 
nos tan  sueltos  y  tan  encarnizados  que,  por  mi  concien- 
cia, que  a  lo  que  he  sentido  y  me  parece,  que  si  me  ovie- 
ra  apartado  un  paso  del,  que  se  oviera  hecho  algún 
grand  mal,  sino  que  ando  tenplando  de  los  unos  a  los 
otros  y  poniendo  a  cada  uno  la  medicina  que  siento  que 
a  menester  segund  el  umor  o  llaga  que  veo  que  tiene. 
Lo  otro,  porque  me  an  dicho  que  dize  el  dicho  Adelan- 
tado don  Pedro  de  Alvarado  publicamente,  que  en  cier- 
tas cosas  que  trae  contra  el  dicho  Governador  y  contra 
algunos  desta  governacion  me  trae  a  mi  por  juez,  o  que 
vienen  a  mi  remitidas,  y  como  deseo  estar  libre  y  sin  adu- 
lación ni  sin  rretratacion  de  ninguna  persona,  no  he  que- 
rido dar  lugar  a  que  de  mi  se  enjendre  sospecha  de  entre 
ninguna  de  las  partes,  y  a  esta  causa  ansimismo  me  he 
estado  quedo,  porquel  que  algo  quisiere  me  verna  a  bus- 
car y  presentarame  lo  que  traxere,  y  mas  vale  que  yo 
vaya  por  este  horden  que  no  que  vaya  yo  a  lo  rrecibir  ni 
a  conbidarme  para  ello,  pero  no  he  dexado  descryville 
al  dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado  sobre  estas 
cosas,  como  Vuestra  Magestad  vera  por  ese  traslado  de 
carta  que  oy  enbio  a  Vuestra  Magestad  que  escrybi  al  di- 
cho Adelantado,  ansi  en  rrespuesta  de  una  quel  a  mi  me 


—  180  — 

escryvio,  como  sobre  íodas  las  dichas  cosas  que  acá  se 
han  dicho  e  dize  quel  a  dicho  y  los  que  con  el  vienen, 
por  la  qual  Vuestra  Magestad  vera,  poco  mas  o  menos, 
que  son  las  cosas  que  acá  se  an  dicho,  y  en  verdad  ques- 
ía  governacion  esta  ardiéndose  a  bibas  llamas  el  dia  de 
oy;  plega  al  Señor  que  lo  rremedie  y  apague  tanto  fuego 
como  en  ella  esta  encendido,  y  por  cierto  que  yo  tengo 
lastima  muy  grande  deste  pobre  viejo  del  Governador, 
por  velle  tan  fatigado  con  todas  estas  cosas,  aviendo  tra- 
vajado  tanto  quanto  todos  dizen  que  ha  travajado  en  po- 
ner esta  tierra  en  el  estado  en  que  esta,  que  a  mi  pare- 
cer no  a  hecho  poco,  segund  he  sabido  en  el  estado  que 
antes  ha  estado,  que  por  lo  que  yo  paso  y  travajo  el  dia 
de  oy  con  algunas  personas  de  los  que  en  ella  están,  cer- 
ca de  algunas  cosas  que  antes  pasavan,  siento  lo  quel 
pobre  podra  aver  pasado,  aunque  yo  le  consuelo  y  he 
consolado  todo  quanto  puedo,  diziendole  mi  parecer  en 
todas  las  cosas,  especialmente  que  no  crea  nada  de  todo 
quanto  le  dixeren  y  oyere,  hasta  que  vea  el  mando  de 
Vuestra  Magestad  y  de  los  de  su  muy  rreal  Consejo,  lo 
qual  el  dicho  Adelantado  don  Pedro  de  Alvarado  hasta 
agora  no  a  presentado  cosa  ninguna,  el,  ni  otro  por  el; 
dizen  que  viene  a  esta  cibdad  con  toda  su  jente  a  poner 
en  efeto  lo  que  acá  se  a  dicho.  Dios  lo  provea  todo  como 
sabe  que  es  menester;  con  lo  que  mas  subcediere  avisare 
a  Vuestra  Magestad.  Desta  cibdad  de  Gracias  a  Dios, 
a  XVIII  dias  del  mes  de  Mayo  de  este  presente  ano  de 
[MD]  XXXIX.  De  vuestra  Sacra  Catholica  Cesárea  Ma- 
gestad vmilde  criado  que  sus  Reales  pies  y  manos  besa, 

Licenciado  Pedraca. 


X 


RELACIÓN  DEL  VIAJE  QUE  HIZO  EL  CAPITÁN  FRANCISCO 
DE  ULLOA,  POR  ORDEN  DE  HERNÁN  CORTÉS,  POR  LA 
COSTA  DE  NUEVA  ESPAÑA,  DESDE  ACAPULCO  HASTA 
LA  ISLA  DE  LOS  CEDROS,  Y  LAS  POSESIONES  QUE  TOMÓ 
EN  NOMBRE  DEL  MISMO  CORTÉS.  ^ 

México,  29  de  Mayo  de  1540. 

(Archivo  de  Indias,  est.  i,  caj.  i,  leg.  20,  núm.  j.) 

Memoria  y  relación  dei  viaje  y  descubrimiento  que  en 
el  nombre  de  Nuestro  Señor  se  a  hecho  después  que  sa- 
lió esta  armada  de  vuestra  señoría,  del  puerto  de  Acapul- 
co,  que  fue  a  ocho  de  julio  del  año  de  mili  e  quinientos 
e  treinta  e  nueve,  hasta  esta  isla  de  los  Cedros,  adonde 
quedo  oy,  lunes  cinco  de  abrill  de  mili  e  quinientos  e 
quarenta  años. 

Primeramente,  salimos  del  puerto  de  Acapulco  a  ocho 
dias  del  mes  de  jullio  con  los  navios  que  Dios  nuestro 
señor  guarde,  el  vno  nombrado  Santagueda,  y  el  otro  la 
Trenidad,  y  el  otro  Santo  Tomas,  e  con  buen  tiempo, 
avnque  con  algunos  aguaceros  rezios  y  de  mucho  viento, 
y  tanto  que  nos  ponia  en  algún  trabajo  yendo  navegando 

por  la  costa,  y  en  llegando  en  paraje  de  la  punta  (1) 

bien  el  cabrestanie,  plugo  a  Nuestro  Señor  que  cobra- 
mos todas  velas  y  xarcia  e  todo  lo  demás  que  cayo  a  la 


(i)     Roto  el  ms.,  en  el  que  faltan  algunas  líneas. 


—   182  — 

mar,  sin  perder  cosa  alguna,  e  luego  otro  dia  que  ama- 
nescio  nos  remediamos  lo  mejor  que  pudimos  para  se- 
guir nuestro  viaje,  avnque  no  pudo  ser  tan  bien  que  no 
nos  hizo  la  quebrada  destos  mástiles  alto  estorbo  para 
nuestro  viaje,  en  especial  que  nos  sobrevinieron  luego 
vnos  siete  o  ocho  dias  de  calmas  y  pocos  vientos;  llega- 
mos al  puerto  de  Santiago  de  Buena  Esperanca,  domin- 
go, a  siete  dias  deste  dicho  mes. 

Estuvimos  en  este  puerto  de  Santiago  veinte  e  seis  dias 
aderezando  la  nao  Santagueda  del  daño  que  avia  resabi- 
do, aguardando  los  bastimentos  que  alli  nos  avian  de 
dar,  y  tomando  agua  y  leña  e  otras  cosas  nescesarias  para 
nuestro  viaje. 

Después  de  aver  fecho  lo  que  arriba  digo,  en  este  puer  • 
to,  y  aver  venido  los  bastimentos,  nos  partimos  del  vn 
sábado  a  veinte  e  tres  de  agosto,  y  yendo  saliendo  del,  a 
las  diez  oras  de  la  noche  nos  dio  el  tiempo  contrario,  de 
manera  que  nos  hizo  volver  al  surgidero,  e  luego  que 
amanescio  nos  torno  a  dar  tiempo  con  que  pudimos  tor- 
nar a  salir,  y  yendo  navegando  con  buen  tiempo  quinze 
leguas,  pasadas  las  islas  de  Jalisco,  un  miércoles  a  vein- 
te e  siete  deste  dicho  mes  de  agosto,  nos  tomo  un  tem- 
poral que  nos  truxo  mas  de  veinte  e  quatro  oras,  el  qual 
nos  cabsó  algund  trabajo,  en  especial  al  navio  Santo  To- 
mas, que  con  el  trabajo  que  le  cabso  el  viento  y  el  agua, 
comenco  luego  a  acer  mucha  agua,  y  tanta  que  no  la  po- 
dían agotar  los  que  en  el  yvan,  segund  me  dixeron  los 
que  en  el  yvan,  del  navio,  a  vozes,  diziendome  que  se 
yvan  a  fondo,  que  no  se  podían  sostener  sobre  el  agua, 
lo  qual  plega  a  Nuestro  Señor  que  no  aya  sido  asi,  sino 
que  estén  alia  y  en  salvamento;  a  los  quales  respondí  ani- 
mándolos lo  mejor  que  pude,  diziendoles  que  se  esforza- 


—  183  — 

sen  e  no  temiesen,  e  que  trabajasen  aquella  noche  lo  mas 
que  pudiesen,  que  yo  les  seguiria,  e  que  pasada  la  tor- 
menta les  remediaría  el  navio,  pues  por  entonces  la  for- 
tuna no  nos  daba  lugar  a  ningún  remedio,  e  que  si  el 
tiempo  aquella  noche  nos  apartase,  que  nos  juntásemos 
en  el  puerto  y  baya  de  Santa  Cruz,  a  do  vuestra  señoria 
estuvo,  pues  savian  que  hera  puerto  conoscido  y  seguro 
para  entrar  y  salir  toda  el  armada  sin  ninguna  requesta 
ni  peligro,  lo  que  no  hera  ninguno  de  los  que  en  esta  cos- 
ta podiamos  tomar;  y  aviendole  dicho  esto  el  siguió  su 
camino  por  la  derrota  que  yo  le  avia  dicho,  y  yo  me 
quedé  por  aguardar  a  la  nao  Santagueda  que  venia  tra- 
sera, para  hablarle  y  mandarle  lo  que  avia  de  hacer,  si 
siguiésemos  el  otro  navio;  a  la  qual  no  pude  hablar,  por- 
que Castellón,  que  la  governava,  procuro  siempre  de 
apartarse,  de  manera  que  no  le  pude  hablar,  a  cuya  cab- 
sa  y  otras  cabsas  de  que  yo  daré  quenta  a  vuestra  seño- 
ria, no  ose  dexar  aquella  noche  esta  nao  y  seguir  el  otro 
navio,  sino  antes  me  anduve  aquella  noche  toda  sobre 
ella,  guardándola  porque  no  me  hiciese  alguna  burla  de 
las  que  se  suelen  hacer,  pues  avia  tiempo  y  oportunidad 
para  ello,  ecetera.  Luego  otro  dia  que  amanescio  le  ha- 
ble y  mande  seguir  la  derrota  y  camino  quel  otro  navio 
llevaba,  lo  cual  se  pudo  hacer  sin  ningún  trabajo  porque 
el  tiempo  hera  ya  mas  bonancible  y  aparejado  para  po- 
derlo hacer,  y  ansi  lo  hezimos  y  navegamos  lo  que  nos 
parescio  aquel  otro  navio  podia  aver  corrido,  sin  parar, 
que  fue  hasta  ponernos  en  paraje  del  Guayabal,  y  visto 
que  hasta  alli  no  aviamos  hallado  el  navio,  ni  parescia 
por  toda  aquella  mar,  arribamos  al  puerto  y  baya  de 
Santa  Cruz,  a  ver  si  avia  ido  o  iba  alia,  como  yo  se  lo 
avia  dicho,  a  veinte  e  nueve  de  agosto,  y  llegamos  so- 


184 


bre  las  yslas  de  Santiago  y  las  Perlas  a  treinta  e  uno  del 
dicho  mes;  estuvimos  entre  estas  yslas  sin  poder  tomar 
el  puerto,  con  calmas  e  tiempos  bonacibles  y  contrarios, 
ocho  días;  tomárnosle  domingo  a  siete  de  setienbre,  e  to- 
maramosle  sábado  antes,  si  no  fuera  porque  el  piloto  Ca- 
tellon  herró  la  entrada  y  encalló  con  la  nao  Santagueda 
en  los  baxos  que  están  a  la  entrada,  y  estuvimos  este  dia 
e  otro  en  sacarla  y  tornarla  a  meter  en  el  dicho  puerto; 
plugo  a  Nuestro  Señor  que  salió  sin  hacerse  ningún  mal 
ni  daño. 

Estuvimos  en  este  puerto  y  baya  de  Santa  Cruz  dos 
dias  tomando  agua  y  leña  y  otras  cosas  de  madera  de 
que  tuvimos  nescesidad,  todo  lo  qual  tomamos  sin  ningu- 
na requesta  ni  contradicion  de  los  naturales,  ni  avn  sin 
ver  hombre  de  ellos,  salvo  tres  o  quatro  que  vimos  a  la 
entrada  estar  en  lo  mas  alto  del  cerro  que  esta  sobre  el 
esterillo  que  vuestra  señoría  sabe,  y  un  humo  o  dos  en  la 
tierra,  adentro,  bien  apartado  de  nosotros;  hallamos  el 
real  e  asiento  que  vuestra  señoría  tenia,  todo  destruido  y 
sin  ninguna  señal  de  casa,  ni  de  otra  cosa  que  nosotros 
dejamos,  sino  algunos  cascos  de  ollas  e  botijas  que  avia 
por  allí,  sino  todo  quemado,  como  parescio  por  los  pa- 
los de  las  casas  que  hallábamos  debaxo  de  la  tierra;  ha- 
llamos ciertos  ranchuelos  despoblados  de  muchos  dias, 
segund  parescio,  y  apartados  del  asiento  y  algo  metidos 
el  rio  adentro. 

Y  visto  que  el  navio  que  yvamos  a  buscar  no  estava 
en  el  puerto,  ni  avia  venido  en  los  dias  que  en  el  estu- 
vimos, ni  en  los  ocho  que  estuvimos  a  la  entrada  deste 
puerto,  y  que  en  los  unos  y  en  los  otros  le  avia  fecho 
algún  tiempo  aparejado  para  su  venida,  nos  partimos  de 
el  y  hezimos  la  via  de  los  rios  de  San  Pedro  y  San  Pa- 


-r   185  — 

blo  por  ver  si  le  hallábamos  en  alguno  de  ellos,,  o  por 
aquella  costa,  a  diez  dias  del  mes  de  setienbre,  e  llega- 
mos sobre  los  dichos  rios,  viernes  a  medio  dia,  a  doze 
del  dicho  mes. 

Visto  que  el  navio  no  estava  en  estos  rios  de  San  Pe- 
dro y  San  Pablo,  seguimos  nuestro  camino  por  luengo  de 
la  costa,  haziendo  la  via  del  Norte,  entrando  y  saliendo 
en  ella  según  la  costa  nos  lo  requeria,  y  ocho  leguas  an- 
dadas adelante  destos  rios  hallamos  un  rio  muy  grande  y 
de  dos  bocas,  el  cual  hechaba  de  si  muy  gran  cantidad 
de  agua  blanca  a  la  mar,  y  tanta  que  entrava  quatro  o 
cinco  leguas  la  mar  adentro,  y  aun  segund  dixeron  hom- 
bres que  la  probaron,  no  tan  salada  como  la  de  la  mar; 
hicieronnos  en  el  una  ahumada;  no  le  vimos  por  pares- 
cernos  qu'  estava  muy  cerca  de  los  rios  de  San  Pedro  y 
San  Pablo,  que  ya  se  sabe  que  cosa  son  los  habitadores 
dellos,  y  por  no  perder  el  tiempo,  que  nos  hazia  bueno  y 
a  proposito  de  nuestro  viaje;  esta  en  altura  de  veinte  e 
siete  grados  y  un  quarto;  pusimosle  por  nombre  el  rio  de 
Nuestra  Señora,  por  verle  en  su  dia,  y  pasamos  adelante 
por  la  misma  via,  y  andadas  diez  y  seis  leguas  adelante 
deste  rio  hallamos  una  anconada  que  hazia  la  tierra,  y 
quesimos  entrar  a  verla  y  ver  lo  que  avia  dentro,  y  no 
pudimos  llegar  a  la  tierra  con  mas  de  dos  leguas  por  ser 
la  mar  de  tan  poca  hondura  que  no  avia  mas  de  braca  e 
braga  e  media,  y  visto  que  con  los  navios  no  podiamos 
llegarnos  mas,  envié  una  barca  con  cierta  gente  de  mar  e 
de  tierra  para  que  la  viesen,  e  vieron  ser  una  baya,  como 
arriba  digo,  la  qual  tenia  dentro  de  si  tres  esteros  gran- 
des y  llenos  de  manglares  que  entravan  la  tierra  adentro, 
y  entravan  el  vno  para  el  Este  y  el  otro  para  el  Nordeste 
y  el  otro  para  el  Nornoroeste;  pusimosles  por  nombre  los 


—  186  — 

Esteros  de  la  Cruz,  por  estar  cerca  de  un  cerro  alto  a 
quien  el  dia  antes  aviamos  puesto  este  nombre,  el  qual 
tienen  por  señal  de  ellos,  y  el  altura  en  que  están,  que  es 
en  veinte  e  ocho  grados;  vimos  este  dia  en  la  costa  diez 
o  doze  yndios;  no  pudimos  ver,  por  estar  tan  lejos,  la 
manera  dellos;  parescieronnos  gentes  desnudas;  hiciero- 
nos  a  la  noche  dos  o  tres  fuegos  en  la  costa,  y  esta  mis- 
ma noche  antes  de  media  noche  nos  hicimos  a  la  bela  ha- 
ziendo  la  misma  via,  y  andadas  veinte  e  cinco  leguas 
adelante  de  estos  esteros,  venimos  a  dar  sobre  una  boca 
de  vn  rio  o  de  laguna  o  estero,  que  también  echava  algu- 
na agua  blanca  a  la  mar;  creo  deve  ser  rio,  antes  que 
otra  cosa,  por  tener  algunos  arboles  grandes  y  secos  atra- 
vesados a  la  boca,  de  los  que  devia  traer  en  sus  avenidas; 
quesimos  entrar  en  el  y  no  le  hallamos  entrada;  parescio- 
nos  tener  dentro  de  si  cantidad  de  agua;  está  en  altura  de 
veinte  e  nueve  grados  largos;  hicieronnos  en  el  una  hu- 
mada; pusimosle  por  nombre  el  rio  de  San  Francisco, 
por  verle  en  su  dia,  o  víspera,  e  pasamos  adelante  por  la 
misma  costa  y  via,  e  diez  e  ocho  leguas  de  este  rio  ha- 
llamos un  puerto  el  mejor  que  hasta  hoy  se  ha  visto,  a 
dicho  de  toda  la  gente  de  mar  de  esta  armada,  y  aun  al 
parescer  de  los  de  la  tierra,  en  el  qual  entramos  por  verle 
y  ver  lo  que  en  el  avia,  y  después  de  dentro,  vimos  otro 
estero  que  entrava  la  tierra  adentro  mas  de  dos  leguas 
por  la  via  del  Norte,  y  la  entrada  del  era  muy  hondable 
e  limpia  e  clara,  y  después  de  dentro  esta  tan  cerrado  de 
todas  partes  y  encubierto  de  la  mar,  que  como  se  apar- 
ten de  la  boca,  de  ninguna  otra  parte  la  pueden  ver;  tie- 
ne de  fondo  cinco  o  seis  bragas  por  todas  partes,  suelo 
muy  limpio  y  de  arena;  la  misma  hondura  y  limpieza  tie- 
ne en  todo  el  hasta  poner  el  costado  en  tierra;   tiene  este 


-  187  — 

puerto  principal  dentro  de  si  otros  muchos  puertos  y  ca- 
letas tan  grandes  como  el  e  de  la  misma  hondura  y  lim- 
pieza, y  tales  y  tan  buenos  que  pueden  estar  en  ellos  to- 
das qtiantas  naos  quisieren  meter  con  qualquier  cabo  por 
delgado  que  sea,  y  a  cabsa  de  estos  puertos  lo  llamamos 
a  este  puerto  el  Puerto  de  los  Puertos,  y  a  la  baya  en  que 
está,  la  baya  de  la  Posesión,  por  ser  la  primera  que  en 
este  descubrimiento  se  tomo  por  vuestra  señoria.  Tiene 
dos  entradas  que  haze  una  ysla  que  esta  a  la  boca  del, 
muy  claras  y  hondables  y  limpias;  la  vna  se  entra  Norte 
Sur,  y  la  otra  Les  Hueste;  tiene  por  señas  la  baya  en  que 
está,  que  es  bien  grande  y  bien  señalada,  y  el  altura  en 
que  esta  en  veinte  e  nueve  grados  y  tres  quartos;  estuvi- 
mos en  el  viéndole  dos  dias  y  no  vimos  ninguna  gente  ni 
señal  de  ella,  salvo  algunos  carbones  viejos  que  estavan 
por  la  playa  fechos  de  muchos  dias,  y  andando  viendo 
los  puertos  de  este  puerto  se  hallaron  en  el  vno  de  ellos 
dos  o  tres  ranchuelos  despoblados  y  de  muchos  dias,  de 
la  misma  hechura  e  manera  que  los  que  hacen  iosyndios 
del  puerto  e  baya  de  Santa  Cruz,  donde  vuestra  señoria 
estuvo,  a  los  quales  venia  un  caminillo  de  la  tierra  aden- 
tro, angosto  y  no  seguido,  y  en  ellos  se  hallo  una  media 
olla  de  barro,  e  la  despusicion  de  la  tierra  deste  puerto  y 
de  toda  la  que  del  pudimos  ver,  es  mala,  si  mala  puede 
ser,  porque  son  todas  sierras  altas  y  de  piedras  y  peladas 
y  sin  ningún  arboleda  ni  verdura,  salvo  algunos  cardones 
y  arbolillos  de  los  que  ay  en  la  baya  y  puerto  de  Santa 
Cruz,  y  viendo  que  en  este  puerto  no  avia  gente,  ni  avia 
manera  en  la  tierra  de  estar  poblada  de  otra  gente  que  la 
que  por  los  ranchuelos  parecia,  tomé  la  posesión  por 
vuestra  señoria,  y  por  no  perder  los  tiempos,  que  hacia 
buenos,  pasamos  adelante.  Las  tierras  que  atrás  dexamos 


188 


desde  los  rios  de  San  Pedro  y  San  Pablo,  hasta  este  Puer- 
to de  los  Puertos,  que  ay  sesenta  y  dos  leguas,  son  tie- 
rras muy  baxas  e  de  arenales,  e  de  pocos  cerros,  y  los 
que  ay  muy  pequeños,  y  la  mar  no  muy  hondable,  por- 
que vna  legua  y  dos  de  la  costa  no  hallavamos  mas  hon- 
dura en  todo  este  camino  que  de  ocho  hasta  quince 
bragas. 

Partimonos  de  este  Puerto  de  los  Puertos  viernes  a 
diez  y  nueve  dias  del  mes  de  setienbre,  e  haciendo  la 
via  del  Norte,  entrando  y  saliendo  en  ella,  segund  la  cos- 
ta nos  encaminava,  y  andadas  diez  e  siete  leguas  de  este, 
Puerto  de  los  Puertos  hallamos  una  ysleta  pequeña  y 
despoblada,  que  está  una  legua  o  dos  de  la  tierra  firme, 
en  altura  de  treinta  grados  largos,  y  siguiendo  la  dicha 
via  y  treinta  leguas  adelante  de  esta  ysleta  venimos  a  en- 
vocar  en  un  estrecho  que  haze  la  tierra  firme  y  una  ysla 
despoblada  que  terna  quatro  leguas  de  ancho  y  doze  en 
largo;  ay  gran  hondura  entrella  y  la  tierra  firme;  está  en 
altura  de  treinta  e  un  grados;  tiene  a  la  boca  dos  ysletas 
pequeñas;  pusimosles  por  nombres  el  estrecho  de  San 
Miguel,  porque  se  paso  en  su  dia,  y  pasado  este  estrecho 
y  siguiendo  la  dicha  via  y  andadas  treinta  leguas  metidos 
a  la  mar  en  altura  de  treinta  e  dos  grados  y  tres  quartos, 
seis  o  siete  peñascos  blancos  y  altos  y  puntiagudos,  a 
cuya  cabsa  le  pusimos  por  nombre  los  Diamantes,  y  qua- 
tro o  cinco  leguas  andadas  dellos  comentamos  a  ver  el 
agua  blanca  y  a  manera  de  agua  de  rio,  y  yendo  nave 
gando  por  esta  agua  vimos  una  tierra  al  Suduoeste,  ocho 
o  nueve  leguas  de  nosotros,  y  pensando  que  hera  ysla 
fuimos  a  ella  por  verla  y  saver  que  cosa  hera,  y  quanto 
mas  a  ella  nos  llegábamos  tanto  menos  fondo  hallába- 
mos, hasta  que  nos  venimos  a  poner  en  quatro  y  cinco 


—  189  — 

bragas,  y  la  mar  toda  bermeja  y  fecha  un  cieno,  y  a  cab- 
sa  del  poco  hondo  en  que  nos  hallavamos  y  de  la  turbia- 
cion  del  agua,  surgimos  para  buscar  camino  para  llegar- 
nos mas  aquella  tierra,  el  qual  no  hallamos,  ni  pudimos 
llegar  a  ella  mas  de  lo  que  estavamos,  que  hera  mas  de 
dos  leguas,  y  a  esta  cabsa,  este  mismo  dia,  ya  tarde,  tor- 
namos a  hacer  otro  bordo  a  la  tierra  firme,  por  ver  si  en 
tre  ella  y  estotra  tierra  hallavamos  hondura  para  poder 
pasar  adelante,  y  hallamos  una  canal,  dos  leguas  de  la 
tierra  firme,  de  hondura  de  ocho  bracas,  por  la  qual  en- 
traban sus  dos  mareas  en  veinte  e  quatro  oras  por  su 
horden  y  concierto  de  creciente  y  de  menguante,  sin  dis- 
crepar punto,  y  con  tanta  corriente  de  creciente  y  men- 
guante que  era  cosa  maravillosa;  dexaba  en  seco  quando 
menguava,  y  henchia  quando  crecía,  mas  de  dos  leguas 
que  avia  desde  do  estavamos,  a  la  tierra  firme;  surgimos 
en  esta  canal  porque  hera  tarde  para  pasar  adelante,  y 
por  ver  otro  dia  de  dia  que  cosa  hera  y  a  do  iva  a  parar, 
y  luego  otro  siguiente  dia,  lunes,  que  se  contaron  veinte 
y  ocho  del  mes  de  setienbre,  quesimos  pasar  adelante,  y 
como  aclaró  el  dia  y  hera  baxa  mar  vimos  toda  la  mar 
por  do  haviamos  de  ir,  entre  la  una  tierra  e  la  otra,  cer- 
cada de  baxos,  y  aliende  de  esto  vimos  entre  una  tierra 
y  otra  muchas  cabecas  de  cerros,  y  lo  baxo  de  ellos  no  lo 
podimos  ver  por  la  longitud  de  la  tierra,  y  visto  que  por 
estas  cabsas  no  podíamos  pasar  adelante,  salté  en  tierra 
en  un  baxo  que  estaba  alli  cerca  y  tomé  la  posesión  por 
vuestra  señoría,  y  después  de  tomada  nos  salimos  fuera 
de  aquella  canal  con  la  marea  y  hezimos  la  via  del  Su- 
duoeste  para  la  vuelta  de  la  tierra  que  alli  nos  parescia,  y 
para  por  detras  de  ella  hazer  nuestro  viaje. 

Está  este  ancón  y  mar  Bermejo  en  altura  de  treinta  y 


—  190  — 

quatro  grados;  pusimosle  por  nombre  el  ancón  de  San 
Andrés  y  mar  Bermejo,  porque  lo  es,  y  llegamos  a  el 
en  su  dia;  está  ciento  e  quatro  leguas  del  Puerto  de  los 
Puertos;  la  despusicion  de  la  tierra  de  entremedias  es  la 
que  sale  a  la  mar,  mala  si  mala  puede  ser,  porque  sesen- 
ta leguas  andadas  del  Puerto  de  los  Puertos  son  tierras 
muy  altas  y  todas  de  piedra  y  peña  tajada  por  muchas 
partes,  y  sin  ninguna  verdura  ni  cosa  verde;  la  mar  de 
estas  tierras  es  bien  hondable;  las  demás  hasta  llegar  al 
ancón  de  Santandres  y  mar  Bermejo  son  tierras  muy 
llanas,  y  todas  de  arenales,  y  la  mar  baxa  una  legua  y 
dos  de  costa;  no  se  vieron  en  todas  estas  ciento  y  quatro 
leguas  ninguna  persona,  ni  señal  de  ella,  ni  creo  que  tal 
tierra  puede  estar  poblada. 

Partimonos  del  ancón  de  Santandres  y  mar  Bermejo 
domingo  a  veinte  y  ocho  de  setienbre,  haziendo  la  vía 
del  Sueste  para  la  vuelta  de  la  tierra  que  a  el  teniamos,  a 
buscar  paso  por  detras  della  para  seguir  nuestro  viaje,  y 
yendo  siguiendo  la  misma  via  y  costa  della,  treinta  y 
seis  leguas  andadas  deste  ancón  y  mar  Bermejo,  vimos, 
quatro  leguas  adelante  de  donde  estábamos,  una  muy 
grande  ahumada,  a  nuestro  parecer,  y  porque  todos  ve- 
níamos deseosos  de  ver  gentes  de  aquellas  tierras,  y  cre- 
yendo que  lo  hera,  y  por  ver  la  manera  de  las  gentes  que 
la  hacían,  le  pusimos  nuestra  marca  y  hezimos  otro  dia 
la  via  para  alia,  y  llegados  en  paraje  de  la  marca  que  le 
teniamos  puesta  aliamos  una  muy  gran  baya  la  qual  te- 
nia una  ysleta  alta  y  de  arena,  a  la  boca  della,  sobre  la 
qual  surgimos  y  yo  entré  en  una  barca  por  entre  la  ysle- 
ta y  la  baya  y  fui  a  la  marca  que  a  la  humada  teniamos 
puesta,  y  estando  dentro  en  la  baya  vimos  salir  otra  ahu- 
mada a  do  la  primera,  y  muy  cerca  de  nosotros,   que 


-  191  - 

hera  sobre  el  mismo  cerro  que  tenía  la  baya  a  la  boca; 
espantamonos  todos  de  ver  el  humo  y  no  ver  fuego,  ni 
gente  que  lo  hiciese,  y  creímos  que  debía  ser  algún  vol- 
can, y  quiselo  subir  a  ver,  y  andando  mirando  la  baya  y 
descubriendo  si  avia  alguna  gente  que  me  pudiese  hazer 
algún  daño,  vi  que  en  mi  presencia  e  de  todos  los  que 
conmigo  iban  cayo  un  golpe  de  arena  del  cerro  que  la 
baya  tenia  a  la  boca,  y  el  polvo  que  hacia  tornaba  a  su- 
bir tan  alto  y  tan  escuro  que  verdaderamente  parecía  hu- 
mo, y  visto  que  esto  hera  lo  que  nos  havia  parecido  ser- 
lo, y  no  lo  hera,  ni  avia  ninguna  gente,  ni  manera  en  la 
tierra  de  averia,  porque  al  parecer  parecía  muy  seca  y 
estéril  y  sin  ninguna  virtud  ni  verdura,  porque  eran  todas 
sierras  muy  altas  e  de  piedra  de  la  piedra  de  que  hazian 
las  navajas  en  la  Nueva  España,  y  visto  no  ser  humo  el 
que  nos  avia  parescido,  ni  aver  manera  en  la  tierra  de 
aver  gente,  gasté  esta  dia  en  ver  esta  baya  y  la  manera 
della,  la  qual  vi  ser  un  puerto  tal  y  tan  bueno  y  tan  gran- 
de quanto  puede  ser,  porque  está  después  de  dentro  tan 
cerrado  de  todas  partes,  que  de  ninguna  se  ve  la  mar,  y 
el  suelo  limpio  y  del  hondo  que  lo  quisieren  buscar  los 
que  en  el  entraren;  tiene  dos  entradas  grandes  y  claras  y 
sin  ninguna  requesta,  que  hace  la  ysla;  aliamos  dentro 
en  el  tanta  cantidad  de  lobos  marinos  que  avnque  diga 
que  avia  mas  de  cien  mili  no  creo  que  me  alargaré,  a 
cuya  cabsa  le  pusimos  por  nombre  el  Puerto  de  los  Lo- 
bos; entra  la  una  entrada  al  Norueste  Sueste,  y  la  otra  al 
Nordeste  Susudueste;  tiene  por  señal  el  altura  en  que 
está,  que  es  en  treinta  e  un  grado  y  medio,  y  la  ysleta 
de  arena  que  tiene  a  la  boca,  la  qual  le  haze  ser  tan  bue- 
no, qu'  es  alta  y  bien  señalada;  la  despusicion  de  la  tierra 
desde  el  ancón  de  Santandres  y  mar  Bermejo,  desde  do 


—  Í92  — 

hezimos  la  via  para  aqui,  hasta  este  puerto,  son  tierras 
altas  y  peladas  y  de  ruin  parescer,  y  sin  ninguna  verdu- 
ra, y  la  mar  hondable. 

Estando  esta  noche  surtos  a  la  boca  de  esta  baya  que 
arriba  digo,  aguardando  tiempo  para  nos  hazer  a  la  vela 
y  seguir  nuestro  viaje,  vimos,  dos  leguas  de  donde  esta- 
vamos,  un  fuego,  a  cuya  cabsa  yo  me  detuve  a  do  estava 
surto,  otro  dia,  por  ir  a  ver  las  gentes  que  lo  hazian,  y 
luego  que  amanescio  el  dia,  que  fue  a  tres  de  otubre,  fui 
alia  en  una  barca,  y  aviendo  llegado  a  la  parte  que  lo 
hazian,  vimos,  antes  que  nos  desembarcásemos,  estar  a  la 
costa  un  hombre  viejo  y  otro  mancebo  con  tres  o  quatro 
mochachos,  y  viendo  que  llegábamos  cerca  de  ellos  de- 
mandó el  mancebo  a  uno  de  los  mochachos  un  arco  y 
una  flecha  que  tenia  un  poco  apartado  del,  y  en  trayen- 
doselo  le  tomo  y  lo  tentó,  debia  de  ser  para  ver  si  esta- 
ba en  cuerda,  y  estúvose  quedo  el  y  los  demás  sin  nin- 
gún sobresalto  ni  espanto  avnque  llegamos  cerca  dellos, 
y  viéndolos  tan  seguros  creímos  que  debian  no  estar  so- 
los y  que  debian  de  tener  alguna  celada  encubierta,  y 
que  su  seguridad  debia  ser  alguna  cautela,  e  a  esta  cabsa 
no  quesimos  desembarcar  junto  a  ellos,  avnque  pudiéra- 
mos, sino  antes  nos  apartamos  a  otra  parte  por  descu- 
brir una  barranca  a  do  estaban  a  ciertas  matas  que  de- 
tras de  si  tenían,  e  después  de  averia  visto  nos  desembar- 
camos y  fuimos  para  ellos,  los  quales  se  estuvieron  que- 
dos hasta  que  llegamos  veinte  o  treinta  pasos  donde  es- 
taban, y  viéndonos  tan  cerca  se  levantaron  y  se  adelanto 
el  mas  viejo  y  se  vino  para  nosotros  poniéndose  la  mano 
ante  los  ojos  como  a  quien  le  quita  la  vista  el  sol,  y  los 
demás  comentaron  a  huyr  un  cerro  arriba,  y  el  viejo  des- 
de a  un  poquito  iras  de  ellos,  al  qual  tomamos,  por  ver- 


—  193  — 

le,  y  la  manera  quel  y  los  demás  tenían,  y  por  ver  si  sé 
entendia  con  el  yndio  que  llevamos  del  puerto  y  baya 
de  Santa  Cruz,  el  qual  hablava  en  otra  lengua  que  la 
suya;  el  y  los  demás  heran  gentes  desnudas  y  sin  ningu- 
na vestidura,  ni  ropa,  ni  cobertura;  estavan  trasquilados, 
las  trasquilas  de  dos  o  tres  dedos  en  largo;  tenian  un 
cercadillo  de  unas  mantillas  de  yerbas,  sin  ninguna  aber- 
tura en  lo  alto,  en  que  estaban  aposentados,  diez  o  doze 
pasos  de  la  mar;  no  les  hallamos  dentro  ningund  genero 
de  pan,  ni  cosa  que  se  le  paresciese,  ni  ningún  otro  man- 
tenimiento, sino  pescado,  de  que  tenian  alguno  que 
avian  muerto  con  unos  cordeles  que  tenian  bien  torcidos 
y  con  unos  anzuelos  gordos  de  huesos  de  tortuga  vueltos 
con  fuego,  y  con  otros  mas  pequeños  de  unas  espinas  de 
yerbas;  tenian  el  agua  que  bebian  en  unos  buches;  creí- 
mos que  debían  de  ser  de  lobos  marinos;  tenian  una 
balsilla  pequeña  en  que  se  debían  servir  para  sus  pes- 
querías, la  qual  hera  de  caña  y  fecha  de  tres  haces  ata- 
dos y  bien  cada  uno  por  si,  y  después  todos  tres  juntos, 
el  de  enmedio  mayor  que  el  de  los  lados;  remábanla  con 
un  palillo  delgado  de  poco  mas  que  de  media  braga,  y 
dos  palillas  mal  fechas,  a  cada  cabo  la  suya;  parescionos 
que  hera  gente  sin  ningún  asiento,  y  de  poca  razón,  y 
visto  que  heran  desta  calidad  y  que  por  ninguna  vía  po- 
díamos tomar  noticia  dellos  de  las  cosas  de  la  tierra,  lo 
hezimos  soltary  dar  todo  lo  que  en  su  rancho  tenia,  e  otras 
cosas  de  las  que  nosotros  Ilevavamos,  e  fuese  para  su 
gente  e  nosotros  nos  embarcamos  para  venirnos  en  nues- 
tras naos,  que  estaban  mas  de  dos  leguas,  y  en  apartán- 
donos un  tiro  de  ballesta  de  donde  estaban  vinieron  dos 
de  los  mochachos  que  avian  huido,  a  la  costa,  a  poner 
la  balsa  en  cobro,  y  nosotros  llegamos  a  nuestras  naos 

13 


—  194  — 

bien  tarde  y  con  harto  trabajo  y  cansancio,  a  cabsa  que 
el  viento  para  venir  a  ellas  nos  arrecio  y  fue  contrario,  y 
la  mar  se  puso  muy  brava;  avia  en  este  asiento  a  do  es- 
taban estos  indios,  conejos  y  liebres  y  adibes. 

No  menos  pena  tubimos  este  dia  y  cansancio  a  cabsa 
que  la  nao  Trenidad  se  levanto  antes  que  fuese  de  dia 
para  hazer  su  camino,  como  otras  vezes  lo  solíamos  ha- 
zer,  la  quai,  por  estar  algo  apartada  de  la  en  que  yo  iba, 
no  vio  el  fuego,  que  yo  ni  tuve  lugar  de  se  lo  hazer  sa- 
ber, e  a  esta  cabsa  siguió  su  viaje,  y  pensando  que  yo 
también  caminaba,  caminó  hasta  perderse  de  vista,  eyo, 
pensando  que  ella  me  veia  quedar  y  que  volviera  avnque 
tenia  el  tiempo  contrario  y  que  para  poderlo  hazer  se 
metia  a  la  mar  para  con  la  virazón  dar  bordo  a  la  tierra, 
y  a  esta  cabsa  no  quise  seguirla  y  dejar  de  ir  a  ver  los 
yndios,  y  después  que  vine  no  quise  hazerme  a  la  vela 
por  no  herrarla  con  la  noche. 

Luego  otro  dia  siguiente,  dia  quatro  del  mes  de  otu- 
bre,  nos  hezimos  a  la  vela  para  seguir  nuestro  viaje  e  ir 
en  busca  de  la  nao,  y  hezimos  la  via  de  Sueste  por  luen- 
go de  la  costa,  entrando  e  saliendo  en  la  via  según  la 
costa  lo  requería;  hizonos  este  dia  tan  escuro  e  con  tanta 
neblina  y  agua,  que  no  pudiéramos  ver  la  nao  avnque 
estuviera  muy  cerca,  ni  ella  a  la  en  que  yo  iba,  y  a  esta 
cabsa  no  quise  navegar  casi  nada  el  dia  ni  la  noche,  por 
no  herrarla,  y  el  otro  siguiente  dia  y  noche  hizo  de  la 
misma  suerte  y  manera,  y  tampoco  navegamos,  y  al  ter- 
cero dia  amanescio  el  dia  enxuto  y  claro,  y  plugo  a  Nues- 
tro Señor  que  hallárnosla  nao  y  nos  tornamos  a  juntar 
y  hablé  a  los  que  dentro  venían  poniéndoles  culpa  por 
haberse  descuidado  y  navegar  sin  mi;  dieronme  por  des- 
cargo lo  que  arriba  digo  que  pensaron;  avíseles  que  no 


195 


se  descuidasen  para  adelante,  y  seguimos  nuestro  viaje  y 
diez  leguas  andadas  por  la  misma  via  deste  puerto  de  los 
Lobos  venimos  a  dar  a  una  ysla  despoblada,  que  terna 
quinze  leguas  de  largo  y  seis  de  ancho,  y  está  prolonga- 
da con  la  tierra  firme  a  dos  y  tres  leguas  de  ancho,  y  está 
entre  medio  de  la  tierra  firme  y  della  y  en  la  tierra  firme 
una  muy  gran  baya  en  la  qual  surgimos  por  tomar  en  ella 
posesión,  y  por  ver  si  avia  alguna  gente  de  otra  calidad 
que  la  pasada,  y  si  en  un  rio  que  alia  saiia  alguna  agua 
para  tomarla,  que  traíamos  nescesidad  della,  en  la  qual 
no  hallamos  gente,  salvo  algunos  rastros  pocos  y  de  mu- 
chos dias,  ni  hallamos  agua  que  poder  tomar,  y  tome  la 
posesión  por  vuestra  señoría  y  tornamonos  a  embarcar 
para  seguir  nuestro  viaje;  está  esta  baya  en  altura  de  trein- 
ta grado  y  medios;  pusimosie  por  nombre  la  baya  de 
San  Marcos,  por  llegar  a  ella  en  su  dia;  ay  desde  esta 
baya  al  Puerto  de  los  Lobos,  a  do  partimos  quando  se 
perdió  la  nao,  como  arriba  digo,  veinte  leguas;  vieronse 
en  ella  de  noche  algunos  fuegos  apartados  los  unos  de 
los  otros;  son  las  tierras  de  la  despusicion  y  manera  de 
las  pasadas,  y  la  mar  hondable. 

Estando  surtos  en  esta  baya  de  San  Marcos  aguardan- 
do tiempo  para  hazernos  a  la  veía,  vimos  dos  fuegos 
apartados  el  uno  del  otro  mas  de  una  legua,  y  por  ver 
las  gentes  que  los  hacían  nos  estuvimos  otro  dia  sin  ha- 
cer vela,  el  qual  fuimos  a  verlos,  y  llegando  a  do  el  uno 
de  los  fuegos  se  hizo,  un  tiro  de  ballesta  antes  que  a  el 
llegásemos  vimos  dos  hombres  altos  y  desnudos  y  de 
buena  disposición,  con  sus  arcos  y  flechas  en  las  manos, 
los  quales,  viendo  que  Íbamos  para  ellos,  se  meten  tras 
unas  pajas  do  tenían  su  asiento,  haziendo  como  que  se 
agazapaban  y  escondían  para  aguardarnos,  y  creo  lo  ha- 


-  196  — 

zian  porque  nosotros  nos  embarazásemos  para  en  ían'o 
que  huyan  y  se  ponían  en  cobro  sus  mujeres  e  hijos,  y 
viendo  que  nos  acercábamos  para  desembarcarnos,  se  van 
huyendo  un  cerro  arriba;  estaban  aposentados  en  dos 
cercadillos  de  la  misma  manera  y  hechura  que  los  de  los 
pasados,  y  en  ellos  rastros  de  diez  o  doze  personas  entre 
chicas  y  grandes,  que  debían  ser  de  sus  mujeres  e  niños, 
en  los  quales  no  se  hallo  ningún  genero  de  pan  ni  cosa 
que  le  paresciese;  íenian  el  agua  que  bevian  en  buches 
de  pescados;  hallárnosles  una  batehuela  de  las  pequeñas 
que  tienen  la  gente  de  la  baya  y  puerto  de  Santa  Cruz, 
la  qual  nos  hizo  creer  que  esta  tierra  y  gente  y  la  otra 
hera  toda  una;  entramos  un  poco  la  tierra  adentro  por 
ver  la  despusicion  de  ella,  y  por  ver  si  avia  mas  gente 
que  la  que  se  avia  visto,  la  qual  no  se  vio,  ni  mejor  des- 
pusicion en  la  tierra  que  las  pasadas;  avia  algunos  cami- 
nillcs  que  iban  por  el  luengo  de  la  costa,  angostos  y  mal 
seguidos;  avia  conejos  y  liebres  y  muchos  rastros  de  adi- 
bes,  y  visto  lo  contenido  en  este  capitulo  nos  volvimos  a 
embarcar  a  nuestras  naos  para  hacernos  a  la  vela,  lo  qual 
no  pudo  ser  aquel  dia  porque  tuvimos  el  tiempo  con- 
trario. 

Luego  otro  siguiente  dia,  miércoles,  que  se  contaron 
ocho  de  otubre,  nos  hizimos  a  la  vela  con  poco  tiempo 
y  a  veces  calma,  por  entre  es¡:a  tierra  y  la  ysla,  y  hazien- 
do  la  vía  del  Sueste  y  andadas  seis  o  siete  leguas  veni- 
mos a  desembarcar  por  entre  una  tierra  y  otra,  y  otras 
seis  leguas  adelante  hallamos  otra  ysla  despoblada  que 
terna  nueve  leguas  de  largo  y  cinco  de  ancho,  la  qual 
está  de  la  tierra  firme  otras  cinco  o  seis  leguas;  ay  otros 
dos  o  tres  yslotes  pequeños  entre  esta  ysla  que  queda 
atrás  de  la  baya  de  San  Marcos,  y  andadas  otras  diez  y 


—  197  — 

ocho  o  diez  y  nueve  leguas  hallamos  otra  ysla  despobla- 
da que  terna  de  largo  otras  cinco  o  seis  leguas  y  de  an- 
cho dos  o  tres  y  quatro  leguas,  adelante  desta  esta  otra, 
de  la  misma  manera  y  tamaño,  y  estando  un  domingo  en 
amanesciendo  entre  esta  ysla  y  la  tierra  firme  salió  a  las 
naos  un  hombre  de  la  tierra  firme,  en  una  balsa,  el  qual 
se  puso  un  tiro  de  ballesta  della,  y  puesto  en  este  trecho 
se  levanto  sobre  su  balsa  y  se  estuvo  quedo  mirándolas, 
y  desde  aun  poco  que  las  ubo  visto  habló  ciertas  pala- 
bras a  altas  voces  y  se  volvió  a  do  avia  salido,  y  desde  a 
otro  poco  de  como  ubo  llegado  tornó  a  venir  el  y  otros 
quaíro  en  otras  quatro  balsas,  y  hablando  los  unos  con 
los  otros  se  llegaron  a  poner  la  mitad  por  medio  mas  cer- 
ca que  se  puso  el  que  vino  la  primera  vez,  y  el  que  vino 
la  primera  vez  vino  el  delantero,  y  puestos  en  este  trecho 
nos  comentaron  a  hablar  a  altas  vozes  y  en  lengua  que 
el  indio  que  llevábamos  del  puerto  y  baya  de  Santa  Cruz 
no  les  entendió,  ni  ellos  a  el,  y  ansi  se  estuvieron  un  rato 
sin  quererse  llegar  mas  avnque  les  llamábamos  por  señas 
y  les  mostrábamos  rescates  e  otras  cosas  para  les  dar,  de 
lo  qual  hizieron  poco  caso,  y  visto  que  no  se  querían  lle- 
gar y  que  se  volvian  donde  habían  salido,  sali  a  ellos  en 
una  barca  por  ver  si  podia  tomar  alguno  para  darle  algu- 
nas cosas  y  tornarle  a  soltar,  y  alcanzé  al  que  al  parescer 
era  mas  cosa  que  los  otros,  porque  hera  el  que  mas  se 
llegaba  y  el  que  mas  hablaba  y  el  que  vino  la  primera 
vez  en  la  primera  balsa,  y  en  llegando  a  el  dexó  la  balsa 
y  se  hecho  a  la  mar  a  nado,  y  anduve  con  la  barca  tras 
el  mas  de  media  ora  sin  poderlo  tomar,  porque  todas  las 
vezes  que  le  alcanzaba  se  cambullia  por  la  proa  y  yva  a 
salir  buen  rato  de  la  popa,  y  por  buena  prisa  que  nos 
davamos  a  revolver  la  barca  y  a  tornarla  alcancar,  estaba 


—  198  — 

ya  el  descansado  sobre  el  agua  para  poder  tornar  a  ha- 
zer  lo  mismo,  y  desta  manera  se  sostuvo  con  mucho  ani- 
mo y  sin  perder  punto  de  buen  tiento  hasta  que  a  nos- 
otros nos  canso,  y  de  manera  que  los  que  remaban  no 
podían  rebullir  la  barca  a  una  parte  ni  a  otra,  e  a  el  le 
vinieron  a  socorrer  sus  compañeros  en  las  otras  balsas,  y 
visto  que  no  lo  podiamos  tomar  me  volvi  a  las  naos;  he- 
ran  el  y  todos  los  demás  que  este  dia  se  vieron  en  las 
balsas  y  en  la  tierra,  ocho  o  diez  hombres  desnudos  y  de 
buena  despusicion,  y  trasquilados,  las  trasquilas  de  dos  o 
tres  dedos  de  largo;  tenian  entre  todos  dos  o  tres  arcos 
con  sus  flechas;  heran  las  balsas  en  que  venían,  de  caña, 
mayores  que  la  primera  que  arriba  digo,  y  de  la  misma 
hechura  e  manera,  las  quales  remaban  con  otros  palos  y 
palas  como  la  primera;  estuvimos  este  dia  en  este  paraje 
porque  no  tuvimos  tiempo  para  pasar  adelante;  anduvié- 
ronse los  yndios  por  la  playa,  hizieronnos  una  ahumada 
y  a  la  noche  un  fuego;  está  este  pasaje  de  entre  esta  ysla 
y  la  tierra  firme,  a  do  estaban  estos  yndios,  en  altura  de 
veinte  y  ocho  grados  y  dos  tercios;  llamárnosle  el  pasaje 
de  Belén  porque  las  voces  que  el  yndio  daba  quando  pe- 
dia el  socorro  a  los  compañeros  hera  decir  ¡belén!;  ay 
desde  este  pasaje  de  Belén  a  la  baya  de  San  Marcos  que 
queda  atrás,  treinta  y  seis  leguas;  vimos  las  noches,  entre- 
medias deste  pasaje  y  de  la  baya,  algunos  fuegos,  pocos 
y  apartados  los  unos  de  los  otros;  la  despusicion  de  las 
tierras  es  tan  mala  como  las  pasadas,  salvo  el  paraje  don- 
de estaban  estos  yndios,  que  mostraba  tener  un  poco  de 
mas  verdura. 

Visto  que  esta  gente  y  la  pasada  hera  toda  una,  pares 
ciendonos  que  esta  tierra  y  la  baya  de  Santa  Cruz  tam- 
bién lo  hera,  según  parescia  por  las  señales  de  las  gentes 


—  199  - 

e  de  la  tierra,  e  de  la  derrota  por  do  se  corre,  e  hallarnos 
tan  cerca  della,  e  paresciendonos  que  en  medio  no  po- 
día haber  cosa  que  de  mas  calidad  fuese,  hezimos  nues- 
tra via  para  ella,  e  haziendo  la  via  del  Sudueste,  entran- 
do e  saliendo  en  ellasegund  la  costa  nos  encaminaba,  e 
partimos  de  este  pasaje  de  Belén  a  tres  de  otubre,  e  lle- 
gamos al  puerto  e  baya  de  Santa  Cruz  a  diez  e  nueve  del 
dicho  mes;  ay  algunas  ysletas  desde  este  pasaje  de  Belén 
hasta  aqui,  pequeñas  e  despobladas,  de  ruyn  depusycion 
e  del  tamaño  que  vuestra  señoria  vera  por  esa  figura; 
viamos  en  la  costa  las  noches  algunos  fuegos,  pocos  e 
apartados  unos  de  otros,  como  los  pasados;  la  despusy- 
cion  de  las  tierras  con  alguna  verdura  mas  que  las  pasa- 
das, e  quanto  mas  nos  llegábamos  al  puerto  de  baya  de 
Santa  Cruz,  tanto  mas  verdes  nos  parecían. 

Estuvimos  en  este  puerto  e  baya  de  Santa  Cruz  desde 
diez  e  nueve  de  otubre,  que  en  el  entramos,  hasta  veinte 
e  nueve  del  dicho  mes,  tomando  el  agua  e  leña  que  ha- 
bíamos menester,  e  otras  cosas  de  madera  para  adobio 
de  algunas  cosas  que  havian  nescesidad  los  navios,  y  en 
este  tiempo  se  hizieron  algunas  entradas  la  tierra  adentro 
e  otras  diligencias  por  tomar  algund  yndio  de  quien  to- 
másemos alguna  noticia  de  las  cosas  de  la  tierra,  lo  que 
no  pudo  ser  porque  como  quedaron  lastimados  al  tiem- 
po que  la  primera  vez  nos  venimos,  pusiéronse  en  cobro 
la  tierra  adentro,  de  manera  que  no  pudimos  haber  co- 
bro de  ellos. 

Partimonos  de  este  puerto  e  baya  de  Santa  Cruz  miér- 
coles a  veynte  e  nueve  de  otubre  para  yr  a  tomar  la  costa 
del  Sur  della,  como  vuestra  señoria  manda;  yendo  e  sa- 
liendo del  puerto  se  descuydo  el  piloto  de  la  Trenidad  a 
cabsa  de  la  corriente  que  entonces  salia  fuera  a  la  mar, 


—  200  — 

encallo  con  la  nao  en  uno  de  los  baxos  de  la  canal,  la 
qual  nos  cabso  algund  trabajo  por  desencallarla  luego 
para  que  no  se  hiziese  algund  daño,  e  no  pudo  ser,  por- 
que como  la  mar  menguaba,  menguó  de  golpe  e  tanto 
que  nos  la  quedo  asy  en  seco,  e  viendo  que  por  enton- 
ces no  la  podiamos  sacar,  la  apuntalamos  de  todas  par- 
tes porque  no  cayese  en  tanto  que  la  marea  tornaba  a 
venir,  e  asy  la  sostuvimos,  e  la  desencallamos  a  las  nueve 
o  diez  de  la  noche,  sin  aberse  hecho  ningún  mal  ni  da- 
ños; no  salimos  esta  noche  a  la  hora  que  la  sacamos 
avnque  teníamos  tiempo  aparejado  para  ello,  por  aguar- 
dar a  que  fuese  de  dia  para  ver  mejor  la  salida,  e  luego 
que  amanescio  nos  hezymos  a  la  vela  e  salimos  muy  bien 
a  nuestra  voluntad,  e  yendo  navegando  con  buen  tiem- 
po, seys  o  syete  leguas  andadas  deste  puerto,  entre  la 
ysla  de  Santiago  e  la  tierra  firme  nos  dio  el  tiempo  con- 
trario e  con  algunos  aguaceros,  e  anduvimos  este  dia  e 
noche  barloventeando  con  el  por  entre  la  ysla  e  la  tierra 
firme,  e  viendo  que  no  podiamos  pasar  adelante  e  que  el 
tiempo  e  la  m3r  arreciaban,  nos  venimos  a  reparar  a  la 
punta  que  sale  desta  tierra  a  la  ysla  de  las  Perlas,  y  otro 
dia,  que  fue  mas  bonanza  e  hizo  el  tiempo  algo  a  pro- 
posito de  nuestro  viaje,  nos  tornamos  a  hazer  a  la  vela  y 
en  llegando  a  la  misma  pasaje  de  entre  la  ysla  de  Santia- 
go y  la  tierra  firme  nos  torno  a  dar  el  tiempo  recio  e  con- 
trario, e  con  los  mismos  aguaceros,  con  el  que  nos  estu- 
vimos aquella  noche  hasta  otro  dia  que  amanescio,  que 
nos  volvimos  a  la  costa  de  la  tierra  firme  a  buscar  surgi- 
dero para  surgir  en  el  para  no  perder  lo  andado,  y  estan- 
do surtos  arreció  tanto  el  tiempo  e  la  mar  que  nos  fue 
forzado  levantarnos  e  yrnos  a  reparar  a  do  la  primera  vez; 
en  comenzando  a  navegar  para  allá  nos  dio  el  tiempo 


—  201  — 

contrario  y  a  proposyto  de  nuestro  viaje,  con  el  que  nave- 
gamos, e  abiendo  navegado  un  poco  nos  torno  a  dar 
contrario  y  en  estorbo  de  nuestro  viaje,  e  a  proposyto  de 
yrnos  al  reparo,  e  a  cabsa  de  andar  asi  mudándose  los 
tiempos  en  poco  tiempo  de  una  parte  a  otra,  nos  tomo  la 
noche  entre  la  ysla  de  Santiago  e  la  tierra  firme,  la  que 
fue  tan  escura  e  temerosa  de  vientos  e  truenos  e  relámpa- 
gos y  algunos  aguaceros  con  viento,  a  veces  contrario  e 
a  veces  no,  que  pensamos  perdernos;  algunos  quisie- 
ron dezir  que  vieron  a  San  Telmo;  lo  que  fue  yo  lo  vi  en 
el  navio  Trenidad,  que  fue  a  do  se  parescio,  e  fue  una 
cosa  reluciente  en  lo  mas  alto  del  mastel  de  la  galera;  no 
me  afirmo  que  fuese  santo  o  otra  cosa;  sea  lo  que  fuere, 
que  le  debo  tantas  gracias,  e  plugo  a  Nuestro  Señor  que 
desde  a  poco  rato  abonangó  el  tiempo  e  salió  la  luna  e 
hizo  claro  e  nos  venimos  a  reparar  a  la  parte  a  do  pri- 
mero nos  habiamos  reparado;  estuvimos  otro  dia  en  el 
surtos  sin  hazernos  a  la  vela,  descansando  del  trabajo  en 
que  la  noche  antes  habiamos  andado,  e  habiendo  des- 
cansado este  dia  que  arriba  digo,  e  viendo  que  el  tiempo 
hacía  algo  a  proposyto  de  nuestro  viaje,  nos  hezymos  a 
la  vela,  e  con  buen  tiempo,  a  martes,  quatro  dias  del  mes 
de  setiembre,  llegamos  en  dos  dias  a  la  punta  de  la  otra 
costa  del  Sur  de  esta  tierra,  que  hay  cincuenta  leguas  del 
a  do  partimos  a  ella,  y  está  en  altura  de  veinte  e  tres  gra- 
dos largos;  todas  estas  tierras  son  altas  e  verdes,  e  vela- 
rnos de  noche  algunos  fuegos. 

Puestos  en  esta  punta  e  altura  de  veinte  e  tres  grados 
de  donde  habiamos  de  comencar  el  descubrimiento  desta 
costa,  la  comentamos  a  navegar  viernes  a  syete  de  no- 
viembre, e  haziendo  la  via  del  Norte,  entrando  e  saliendo 
en  ella  segund  la  costa  lo  requería,  con  pocos  vientos  e  a 


—  202  - 

vezes  calmas,  navegamos  en  cinco  dias  quinze  leguas;  hi- 
zieronnos  las  calmas  apartarnos  la  una  de  la  otra;  can- 
sáronnos mucha  pena  porque  nos  sobrevino  luego  un 
poco  de  tiempo  fresco  de  viento  e  con  algunos  aguace- 
ros, e  a  cabsa  de  estar  la  otra  nao  apartada  de  la  en  que 
yo  iba,  nos  estuvimos  quedos  en  la  costa  por  ver  si  ve- 
nia, e  porque  a  nuestra  quenta  les  haziamos  atrás  de  nos- 
otros, y  viendo  que  el  dia  se  pasaba  e  no  venia  e  que  lo 
hazia  algo  escuro,  e  tanto  que  por  poco  estuviera  aparta- 
da de  nosotros  no  la  viéramos,  e  salimos  a  la  mar  por  ver 
si  la  víamos,  o  ella  a  nosotros,  e  para  de  noche  hacerle 
faroles  para  que  acudiesen  a  ellos,  e  nosotros  a  ella  sy 
ella  los  hiciese,  la  qual,  ni  la  vimos  aquel  dia,  ni  acudió 
la  noche  a  los  faroles,  e  hallándome  otro  dia  sin  ella  pasé 
muy  gran  pena  porque  aquella  noche  había  hecho  un 
poco  de  viento  recio  e  parecíame  que  a  cabsa  de  el  se 
podría  apartar  de  manera  que  nos  tornásemos  a  juntar,  e 
viéndome  que  crescia  el  dia  y  aclaraba,  e  no  parescia 
por  toda  aquella  costa,  ni  mar,  hize  mi  cuenta  e  hallé 
que  segund  razón  quedaba  atrás,  e  aunque  contra  la  opi- 
nión de  algunos  hombres  de  la  mar  la  volvimos  a  buscar, 
e  plugo  a  Nuestro  Señor  que  andadas  dos  leguas,  la  ha- 
llamos e  nos  tornamos  a  juntar  con  mucho  regocijo  to- 
dos los  de  la  una  nao  e  de  la  otra,  que  no  menos  pena 
trayan  que  teníamos;  surgimos  este  dia  en  la  costa  por 
tener  el  tiempo  contrario;  partimonos  della  otro  dia  vier- 
nes catorce  de  noviembre,  e  yendo  navegando  por  la 
costa  con  pocos  vientos  e  a  vezes  calmas,  nos  dio  el  do- 
mingo adelante  un  temporal  del  Norte  con  el  que  nos 
volvimos  a  reparar  a  la  costa  porque  nos  hacia  algún 
abrigo  de  el,  y  estando  surto  en  ella  abonancó  el  tiempo 
e  lo  comencó  a  hazer  a  proposyto  de  nuestro  viaje,  tor- 


—  203  — 

ñamónos  a  hazer  a  la  vela  y  en  comentando  a  navegar 
nos  dio  otro  temporal  tanbien  del  Norte,  tan  recio  que 
no  nos  dexó  tornar  a  la  tierra  a  nos  reparar,  sino  antes 
nos  metió  a  la  mar  e  nos  tuvo  en  ella  desde  el  lunes  has- 
ta el  miércoles,  con  gran  furia  del  tiempo,  e  otro  dia  jue- 
ves amanescio  el  dia  bonanga,  e  tanto  que  quedó  calma, 
a  cuya  cabsa  nos  estuvimos  este  dia  en  la  parte  que  nos 
dejo  las  naos  apartadas  la  una  de  la  otra,  sin  podernos 
juntar  ni  hacer  ningún  camino,  y  esta  noche  a  media  no- 
che nos  torno  a  dar  otro  temporal  tan  recio  como  los 
pasados;  cabsome  harta  pena  por  no  thener  las  naos  jun- 
tas para  hazer  todos  vna  via,  porque  la  noche  hazia  es- 
cura e  tempestuosa,  e  a  esta  cabsa  nos  hera  forgado  co- 
rrer cada  una  por  todo  el  tiempo  nos  diese  lugar,  y  asi  lo 
ficimos,  e  quando  amanescio  me  torno  a  hallar  sin  la 
otra  nao;  cabso  mucho  mas  pena  que  las  otras  vezes, 
porque  me  parescio  demasiada  fortuna  perderla  tantas 
vezes,  e  también  porque  temia  haberle  sucedido  desas- 
tre de  los  que  en  semejantes  tiempos  suelen  suceder;  an- 
duvimos este  dia  barloventeando  por  la  mar  el  tiempo 
que  el  tiempo  nos  duró,  por  ver  si  la  via,  para  que  ella 
nos  viese,  e  viendo  que  no  la  podiamos  ver  ni  hallar,  nos 
venimos  a  la  costa  para  ver  si  la  hallábamos  en  ella,  la 
qual  no  estaba  ni  acudió  a  ella,  e  viendo  que  no  venia 
ni  parecia  seguimos  nuestro  viaje  por  la  misma  costa, 
sábado,  que  se  contaron  veinte  e  dos  del  dicho  mes, 
para  ir  a  ponernos  en  cierta  altura  a  do  yo  les  habia  di- 
cho que  nos  fuésemos  sy  por  alguna  cabsa  nos  apartáse- 
mos, e  yendo  navegando  con  pocos  tiempos  e  a  vezes 
calmas,  vine,  dende  en  ocho  dias  que  perdi  el  navio,  a 
amanescer  en  una  gran  baya  que  esta  en  altura  de  vein- 
te e  cinco  grados,  que  es  a  do  yo  habia  dicho  a  los  pi- 


—  204  — 

lotos  de  ia  armada  que  nos  fuésemos  a  aguardar  quinze 
dias  unos  a  otros  si  nos  apartásemos,  como  arriba  digo, 
en  la  qual  halle  la  nao,  con  la  qual  recibimos  el  placer 
que  la  falta  que  una  a  la  otra  hazia  lo  requeria;  estuvi- 
mos surtos  en  esta  baya  todo  este  dia  que  nos  hallamos, 
sin  hazer  mas  vela,  e  para  contarnos  por  qué  nos  vimos 
apartados  los  unos  de  los  otros;  no  tuvimos  tiempo  para 
mas;  e  después  de  juntos  nos  dijo  como  habia  cinco  dias 
que  nos  aguardaba,  e  como  a  ella  la  habia  traído  una 
muy  gran  corriente  y  en  muy  breve  tiempo,  sin  poder 
hazer  otra  cosa,  e  como  habia  hallado  una  muy  buena 
agua,  con  lo  que  nos  holgamos  harto  porque  traiamos 
mucha  nescesidad  del  agua,  e  nos  dio  nuevas  de  una  muy 
gxran  laguna  sobre  que  estábamos,  y  de  la  entrada  de  ella, 
la  qual  era  tan  grande  que  tiene  mas  de  veinte  e  veinte 
y  cinco  leguas  de  ojo,  e  la  boca  ancha  e  tan  hondable 
que  pueden  entrar  en  ella  naos  de  cualquier  grandeza  que 
sea,  la  qual  está  poblada  de  gentes,  segund  parescio  e 
adelante  se  dirá. 

E  aviendonos  juntados  unos  con  otros,  como  arriba 
digo,  nos  hezymos  a  la  vela  para  la  parte  a  do  estaba  el 
agua,  el  jueves  que  se  contaron  veinte  e  siete  de  noviem- 
bre, y  en  comentando  a  navegar  nos  dio  un  Norte  tan 
recio  e  tan  furioso  que  no  nos  dexo  tomar  la  tierra  a  do 
estaba  el  aguada,  sino  antes  nos  metió  a  la  mar  tanto 
que  apenas  e  con  mucho  trabajo  pudimos  tomar  la  tie- 
rra adonde  habíamos  hecho  vela,  la  qual  tomamos  este 
mismo  dia  a  media  noche,  poco  antes,  tres  o  quatro  le 
guas  mas  abaxo  de  do  hezimos  vela;  estuvimos  surtos 
aquella  noche  e  todo  otro  dia  e  otro  hasta  medio  dia, 
que  cesó  el  tiempo  e  hizo  para  poder  ir  a  la  aguada,  a 
la  qual  fuimos  sábado  a  veinte  e  siete  del  dicho  mes,  e 


—  205  — 

no  pudimos  llegar  a  ella  este  dia,  e  seguimos  media  le- 
gua de  ella  por  ser  de  noche  e  hallar  poco  fondo,  e  lue- 
go otro  dia  hezimos  vela  a  ver  con  las  barcas  el  agua,  e 
descobrimos  el  camino  por  do  las  naves  habian  de  llegar 
a  ella,  e  andando  en  esto  hicieron  una  ahumada  en  la 
tierra,  de  que  nos  espantamos,  porque  en  todo  el  tiempo 
que  por  aqui  anduvo  la  Trenidad  no  vio  gente,  ni  señal 
de  ella,  e  los  que  andaban  descubriendo  el  camino,  como 
vieron  el  ahumada  se  llegaron  con  las  barcas  a  ella  por 
ver  que  hera,  e  vieron  seys  o  syete  yndios  que  la  hacían, 
los  quales  huyeron  en  viendo  que  se  llegaban  cerca  de 
la  tierra;  e  luego  otro  dia,  que  fué  el  miércoles  primero 
de  diciembre,  nos  llegamos  con  las  naos  a  la  aguada  e 
saltamos  en  tierra  a  tomarla,  e  antes  que  nos  desembarcá- 
semos vimos  en  un  cerro  alto  quatro  o  cinco  indios  que 
estaban  atalayándonos,  e  después  de  haber  desembarca- 
do, andando  poniendo  nosotros  las  nuestras,  vimos  an- 
dar por  algunos  cerros  otros  doze  o  quince,  y  estuvimos 
todo  este  dia  tomando  el  agua;  vinieron  ora  de  visperas 
dos  esquadrones  de  gentes  a  saltearnos,  e  vino  el  uno 
por  una  ladera  abaxo  derecho  a  dar  a  la  aguada,  y  el 
otro  por  lo  alto,  a  tomarnos  en  unas  barrancas  que  esta- 
ban cerca  de  nosotros,  e  vinieron  tan  agazapados  y  es- 
condidos los  unos  e  los  otros,  que  nuestras  atalayas  no 
los  vieron  ni  los  pudieron  ver  hasta  que  estaban  cerca, 
que  apenas  nos  dieron  Jugar  a  subir  a  lo  alto,  aunque  lo 
tomamos  tan  presto  que  ellos  no  llegarían  primero  que 
nosotros;  acometiéronnos  con  tanto  ánimo  e  braveza  que 
fué  cosa  maravillosa,  e  con  tanta  multitud  de  flechas,  va- 
ras e  piedras  que  no  nos  daban  lugar  a  sacar  los  rostros 
debaxo  de  las  rodelas;  plugo  a  Nuestro  Señor  que  les 
resestimos  su  primer  ímpetu  e  les  desbaratamos,  e  nos 


—  206  — 

huyeron,  avnque  a  costa  de  dos  o  tres  de  nosotros  que 
hirieron,  e  a  Becerrillo,  e  después  de  haberlos  desbara- 
tado se  repartieron  en  tres  partes  e  se  pusieron  en  tres 
puntas  del  cerro  cerca  de  nosotros,  de  a  do  nos  podian 
facer  daño,  e  de  allí  nos  tiraban  unas  varas  e  flechas  e 
piedras,  e  los  del  cerro  e  algunos  que  en  el  subieron  to- 
dos se  juntaron  e  comencaron  a  andar  alrededor  cantan- 
do e  bailando  con  sus  arcos  en  las  manos;  no  supimos 
atinar  a  que  proposito  lo  hacían,  e  havia  de  ser  por  mos- 
trar que  nos  tenían  en  poco  e  por  honrar  a  alguno  si  lo 
había  fecho  mejor  que  los  demás,  si  entre  ellos  se  usa,  y 
viendo  que  los  unos  e  los  otros  se  estaban  quedos  e  siem- 
pre procuraban  de  ofendernos,  nos  hezymos  dos  partes, 
e  la  una  aguardaba  que  no  ofendiesen  a  la  gente  que  ha- 
cia el  aguada,  e  la  otra  nos  andamos  peleando  con  los 
que  mas  cerca  nos  llegaban,  desde  la  ora  que  nos  acó 
metieron  hasta  que  la  noche  nos  despartió;  trabajóse  mu- 
cho con  ellos  este  dia,  y  en  lo  que  mas  fué  en  tomar  es- 
tos dos  de  los  cerros  en  que  estaban  las  dos  partes  de  las 
gentes,  de  adonde  nos  ofendían  bien  a  su  salvo  y  a  nues- 
tro daño,,  y  fué  mucha  parte  la  tomada  destos  cerros  para 
nuestro  descanso  e  seguridad,  porque  allende  de  tener 
en  ellos  aparejo  para  ofenderles  e  no  ser  ofendidos,  ellos 
se  desmayaron  e  se  apartaron  de  nosotros,  e  nosotros 
nos  ajuntamos,  en  especial  con  la  postrera  que  hera  mas 
fuerte  e  mejor  e  tenia  piedras  en  abundancia  con  las  qua- 
les  nos  hacían  ellos  la  prencipal  guerra  e  daño,  e  toma- 
da esta  fuerca  postrera  nos  estuvimos  quedos,  e  los  yn- 
dios  que  en  las  otras  estaban  y  en  ella  se  apartaron  a  las 
partes  que  a  ellos  les  parecían,  e  se  juntaron  a  monton- 
cilyos,  que  cada  una  manada  podía  haber  en  cada  uno 
seis  o  siete  hombres,  e  ansi  juntos  se  sientan  e  hazen  sus 


—  207  — 

fuegos  y  se  están  muy  de  reposo;  no  supimos  si  lo  ha- 
syan  por  facernos  creer  que  se  querian  estar  de  asiento, 
o  si  lo  hacían  por  librarse  del  frió,  que  lo  hazya  bueno, 
e  de  esta  manera  se  estuvieron  quedos  hasta  que  comen- 
cé a  anochecer  e  se  comentaron  a  ir,  los  quales  lleva- 
ban cada  uno  de  ellos  un  tizón  ardiendo  en  la  mano,  y 
en  acabándose  todos  de  ir  nos  venimos  a  embarcar,  lo 
qual  no  habíamos  osado  hacer  antes  porque  no  se  pensa- 
sen que  les  huyamos  e  se  animasen  e  nos  hiciesen  daño 
al  embarcar,  lo  qual  pudieran,  porque  hera  la  parte  do 
nos  habíamos  de  embarcar,  aparejada  para  ello;  em- 
barcamos con  trabajo  por  ser  de  noche  y  andar  la  mar 
brava,  e  llegados  a  las  naos  se  sacaron  los  heridos  y  el 
perro,  e  dimos  orden  de  la  manera  que  habíamos  de  to- 
mar el  agua  que  nos  faltaba;  las  gentes  que  este  día  se 
vieron  e  nos  dieron  guerra  son  gentes  desnudas  e  de  me- 
diana despusicion;  algunos,  los  cabellos  largos,  y  otros 
e  todos  los  demás  tresquilados  de  dos  e  tres  dedos  de 
largo;  traían  muchos  de  ellos  unas  conchas  relucyzientes 
de  las  en  que  se  crian  las  perlas,  colgadas  del  pezcuezo; 
trayan  orejeras  de  palo,  tan  gordas  como  dos  dedos;  las 
armas  que  trayan  heran  arcos  de  los  gordos  e  mas  altos 
que  ellos;  las  flechas  de  caña  e  palo,  con  sus  puntas  de 
pedernal,  e  algunas  varas.  Subi  este  día  antes  que  los 
acometiesen  en  un  cerro  muy  alto  que  es  todo  sobre  la 
laguna  que  habían  dicho,  para  verla  e  ver  si  había  otra 
cosa  alguna  en  la  tierra,  e  no  se  vio  otra  cosa  que  la 
grandeza  e  hermosura  de  la  laguna  que  arriba  digo. 

E  luego  otro  siguiente,  dia  martes,  que  se  contaron 
dos  del  dicho  mes,  nos  llegamos  con  la  nao  Trenidad  más 
cerca  del  aguada  de  lo  que  estaba,  para  podernos  favo- 
recer con  el  artillería  si  los  yndios  tornasen  a  volver,  y 


—  208  — 

este  día  no  hezimos  más  que  llegarnos  para  otro  dia  tor- 
nar a  la  aguada,  ni  se  entendió  en  más  que  en  ir  a  ver  la 
laguna  con  una  barca,  y  la  entrada  de  ella  en  la  que  en- 
traron y  hallaron  la  entrada,  clara  e  muy  hondable,  y  la 
laguna  ser  tal  e  tan  grande  como  está  dicho,  en  la  qual 
hallaron  baleas  muy  grandes  y  de  caña  y  mayores  que  la 
barca  en  que  fueron,  segund  dixeron  los  que  a  ella  fue- 
ron, y  hallaron  alguna  gente  en  la  tierra. que  se  la  defen- 
dían las  vezes  que  con  la  barca  se  llegaban  a  ella;  la  en- 
trada de  esta  laguna  es  al  Norte;  está  en  altura  de  veinte 
e  cinco  grados;  tiene  por  señal  una  punta  de  tierra  bien 
señalada  e  conoscida,  que  se  hallaba  mas  a  do  hallamos 
la  Trenidad,  a  cuya  cabsa  le  pusimos  la  Punía  de  la  Tre- 
nidad,  e  a  la  laguna,  laguna  de  Santa  Catalina. 

Luego  otro  dia  siguiente,  miércoles,  que  se  contaron 
tres  del  dicho  mes,  salió  toda  la  gente  que  estaba  para 
poder  salir,  y  lo  mejor  armada  e  apercebida  que  pudo 
ser,  e  con  el  cuidado  que  convenia,  y  en  saltando  en  tie- 
rra tomaron  sus  puestos  e  atalayas  tales  que  pudieran 
ofender  y  no  ser  ofendidos  aunque  viniera  gente,  e  to 
marón  el  agua  nescesaria,  sin  ninguna  recrexta  ni  contra- 
dicion  de  los  naturales,  ni  aun  sin  ver  hombre  de  los 
chicos  ni  grandes,  e  se  vinieron  a  las  naos. 

E  luego  otro  siguiente  dia,  jueves,  que  se  contaron 
quatro  del  dicho  mes,  tomé  la  posesión  por  vuestra  se- 
ñoría y  nos  hezimos  a  la  veía  para  seguir  nuestro  viaje, 
y  haziendo  la  via  del  Nordeste  e  andando  ocho  o  diez 
leguas  por  ella,  venimos  a  dar  a  una  baya  grande  y  her- 
mosa que  tenia  sus  doze  o  quince  leguas  de  ojo  y  una  de 
boca;  está  poblada  de  gente  de  la  misma  suerte  e  calidad 
que  la  pasada  de  la  laguna  de  Santa  Catalina;  no  quise 
detenerme  en  ella,  por  estar  algo  mal  dispuesto  y  por 


—  209  — 

parescerme  que  no  habia  que  ver  más  que  en  lo  pasado, 
y  seguimos  nuestro  viaje;  habiendo  navegado  veinte  o 
veinte  y  cinco  leguas  desta  baya  por  la  costa,  nos  dieron 
los  tiempos  del  todo  contrarios,  de  manera  que  poco  ni 
mucho  pudimos  yr  adelante,  y  por  no  perder  lo  andado 
surgimos  en  la  costa  y  estuvimos  surtos  en  ella  aguar- 
dando tiempo  para  poder  navegar,  tres  dias,  en  los  qua- 
les  vimos  seys  o  syete  leguas  la  tierra  adentro,  muchas 
ahumadas  y  muy  grandes  e  apartadas  las  unas  de  las 
otras,  en  tanta  cantidad  que  tomaba  tres  o  quatro  leguas 
de  largo,  las  quales  duraron  todo  el  tiempo  que  allá  es- 
tuvimos, y  mucho  más  segund  después  paresció,  e  a  cabo 
destos  tres  dias,  un  jueves  a  onze  del  dicho  mes,  a  prima 
noche  nos  arreció  el  tiempo  tanto  que  nos  quebró  los 
cables  sobre  que  estábamos  surtos,  e  nos  fué  foreado  de- 
xar  las  anclas  y  hazernos  a  la  vela  y  salimos  a  la  mar,  lo 
qual  se  hizo  con  harto  trabaxo  porque  nos  hera  el  tiempo 
ansy  travesia,  y  por  la  parte  que  podíamos  salir  teníamos 
una  punta  por  frente;  plugo  a  Dios  Nuestro  Señor  que  la 
doblamos  e  salimos  della  sin  peligro,  aunque  sí  el  traba- 
xo que  arriba  digo,  porque  allende  del  que  tuvimos  en 
doblar  la  punta,  nos  arreció  el  tiempo  e  la  mar  tanto  que 
nos  puso  en  alguna  alversidad,  y  viendo  quel  dia  ama- 
nesció  con  el  mismo  tiempo  que  siempre  arreciaba,  e 
que  tenia  semblante  de  no  cesar  tan  presto,  nos  volvimos 
a  reparar  del  veinte  leguas  atrás  a  una  playeta  de  arena 
que  está  cerca  de  la  punta  de  la  Trenidad,  en  la  qual  es- 
tuvimos aguardando  que  el  tiempo  cesase  e  hiziese  a 
propósito  de  nuestro  viaje,  deste  viernes  que  a  ella  lle- 
gamos, que  se  contaron  doze  del  dicho  mes,  hasta  el  lu- 
nes de  delante,  quinze,  que  viendo  que  los  tiempos  arre- 
ciaban siempre  más,  nos  venimos  a  la  punta  de  la  Treni- 

14 


—  210  — 

dad,  por  estar  mejor  repararados,  e  por  tornar  el  agua 
que  hasta  entonzes  habíamos  bebido,  a  la  qual  llegamos 
este  mismo  dia;  luego  otro  siguiente  dia,  martes,  llega- 
mos la  nao  Trenidad  cerca  del  aguada  con  toas,  porque 
el  tiempo  no  nos  sirvió  para  tomarla  seguramente,  y  fa- 
vorecernos della  si  nescesario  fuese;  yendonos  llegando, 
e  ya  que  estábamos  cerca  del  aguada,  parecieron  encima 
de  un  cerro  quaíro  hombres,  y  desde  aun  poco  vinieron 
por  otros  cerros  mas  altos  otros  pocos  de  yndios,  y  se 
pusieron  cerca  de  a  do  estaban  los  otros  primeros  que 
llegaron  a  la  costa,  e  se  pusieron  sobre  la  aguada,  y  tras 
ellos  los  demás,  salvo  tres  o  quatro  que  quedaron  en 
ciertas  partes  talayando  e  guardando  a  los  demás,  y  es- 
tando ally  se  llegaron  unos  marineros  cerca  dellos  a  echar 
un  ancla  y  los  yndios  les  hablaron  y  dixeron  por  señas 
que  se  les  llegasen  a  la  tierra  e  que  les  darian  una  concha 
relucyente  que  les  mostraron  de  las  que  se  crian  las  per- 
las, de  las  quellas  traen  en  los  pescuezos  colgadas,  y  los 
marineros  le  señalaron  que  no  querian,  y  dos  o  tres  de- 
llos tornaron  y  se  vienen  a  nado  a  una  peña  que  estaba 
algo  metida  en  la  nao,  entre  media  dellos  y  de  los  mari- 
neros, e  puestos  en  la  peña  hincaron  una  flecha  y  en  lo 
alto  de  ella  le  pusieron  la  concha  que  les  daban  e  se  tor- 
naron a  salir,  y  después  que  de  fuera,  les  tornaron  a  se- 
ñalar que  fuesen  por  ella,  los  quales  no  quisieron,  sino 
antes  se  vinieron  a  la  nao,  y  viendo  los  yndios  que  no  la 
habíamos  querido  tomar,  tornándose  a  entrar  a  la  peña 
a  tomar  la  flecha  e  las  conchas  se  vienen  con  ella  a  nado 
e  la  hincan  en  la  boca  que  estaba  sobre  el  ancla  que  los 
marineros  habían  echado,  y  se  volvieron  a  salir,  y  visto 
lo  que  hacían  e  que  segund  paresció  no  se  la  querian 
dar,  fui  allá  y  tómelas  y  llegúeme  a  tierra  a  do  estaban 


—  211  — 

los  yndios  con  ciertas  cosas  de  rescate  para  les  dar,  y 
por  señas  les  hize  llegar  un  poco  mas  cerca  de  lo  que 
estaban,  y  les  señalé  que  les  quería  dar  aquellas  cosas 
que  les  mostraba;  que  viniesen  por  ellas;  los  quales  no 
quisieron,  antes  me  señalaron  que  me  fuese  a  la  peña  a 
do  ellos  habían  venido  primero,  e  que  allí  se  las  pusiese, 
e  ansy  lo  hize,  y  hize  hechar  un  hombre  a  nado  para 
que  las  pusiese  allí,  y  algunas  cosillas,  el  qual  lo  hizo  y 
se  volvió,  y  les  señalé  que  entrasen  por  ellas  y  me  respon- 
dieron que  me  apartase  más  de  lo  que  estaba  e  que  lo 
harían;  yo  lo  hice  ansy,  y  ellos  entraron  e  lo  tomaron  y 
se  salieron  en  tierra,  e  después  de  fuera  se  juntaron  todos 
a  ver  que  eran  aquellas  cosas  que  les  habíamos  dado,  y 
desde  a  un  poco  que  las  obieron  visto  hizieron  con  ellas 
un  mensajero  la  tierra  adentro  y  hacia  la  parte  do  estaba 
la  laguna,  y  nos  señalaron  con  las  manos  que  iban  e  que 
volverían;  creímos  que  decían  que  iban  a  mostrar  aque- 
llas cosas  a  la  demás  gente,  e  a  llamarlos,  segund  lo  que 
después  paresció,  y  hecho  este  mensajero  se  tornan  a 
meter  en  la  peña  que  estaba  en  el  agua  y  nos  tornaron  a 
poner  otra  concha  e  unas  pocas  de  madejuelas  de  corde- 
les de  los  que  trayan  en  las  cabegas  los  yndios  del  puerto 
y  baya  de  Santa  Cruz,  las  quales  torné  a  mandar  tomar 
e  poner  otras  cosas  en  recompensa  dellas,  e  mandé  al 
que  lo  llevó  que  los  llamase,  a  ver  si  podia  acabar  con 
ellos  que  se  allegasen  a  el,  y  ansy  lo  hizo  e  no  quisieron 
conversación,  sino  antes  le  señalaron  que  se  volviese,  e 
a  mi  que  me  apartase  mas  de  lo  que  estaba,  e  que  ver- 
nian  por  lo  que  les  dábamos,  e  ansy  se  hizo,  e  lo  toma- 
ron, e  desde  a  otro  poco  se  tornan  a  entrar  en  la  misma 
peña,  y  en  la  flecha  una  diadema  que  algunos  de  ellos 
traen  en  la  cabeca,  la  qual  hera  de  hilo  texido  y  muy  to- 


—  212  — 

pido,  e  toda  cubierta  de  pluma  colorada  menuda,  e  bien 
atada  e  asentada  de  manera  que  mas  parescia  de  hilo,  y 
por  las  orillas  sus  almenitas  de  otra  pluma  negra;  hera  por 
el  medio  tan  ancha  como  cinco  dedos  e  más,  e  los  cabos 
puntiagudos;  hizela  tomar  y  fuime  a  la  nao  a  comer,  que 
tenia  mas  nescesidad  de  ello  que  de  su  bestialidad  e  con- 
tratación, y  ellos  viéndome  en  la  nao  se  van  todos  juntos 
a  un  cerrillo  a  do  primero  estaban,  y  desde  aun  poco  de 
como  obieron  llegado  se  levantan  todos  e  comiencan  a 
andar  alrededor  cantando  e  bailando  e  haziendo  toda 
manera  de  regocyjo,  e  desde  a  un  poco  que  esto  estuvie- 
ron hecho  se  tornaron  a  levantar  de  donde  estaban  sen- 
tados, e  comienzan  a  grand  priesa  e  mucha  grita  e  rego- 
cyjo a  correr  e  saltar  por  el  cerro  a  una  parte  e  a  otra, 
sin  ningunas  armas,  e  acabado  su  regocyjo,  que  fué  pres- 
to, se  tornaron  a  sentar,  e  de  quando  en  quando  nos  da- 
ban voces  y  llamaban  diziendonos  que  fuésemos  a  la 
contratación  de  antes. 

Después  de  aber  comido  me  meti  solo  en  una  barca 
con  no  mas  gente  de  la  que  hera  menester  para  remarla, 
porque  no  temiesen,  e  con  el  yndio  del  puerto  e  baya  de 
Santa  Cruz,  e  fuimos  a  ellos  por  ver  si  el  yndio  se  enten- 
día con  ellos,  y  en  llegando  les  hizo  señas  que  se  fuesen 
a  la  peña  a  donde  antes  habia  sido  la  contratación,  y 
ellos  dexaron  sus  armas  y  llegaron  a  ella,  y  yo  hize  po- 
nerles como  de  antes  en  la  peña  algunas  cosas  para  que 
llegasen  a  donde  el  yndio  les  pudiera  hablar,  los  quales 
vinieron  y  se  llegaron  con  harto  temor,  aunque  estaban 
bien  a  su  salvo,  y  el  yndio  les  habló  y  hablaba  muchas 
cosas,  a  las  quales  respondieron  por  señas  e  como  gentes 
que  lo  entendian,  e  ansy  estuvieron  gran  rato  sin  poder- 
se entender  ellos  a  el,  ni  el  a  ellos,  de  que  no  poca  pena 


—  213  — 

recibí,  porque  quisiera  mucho  tomar  alguna  razón  de 
ellos,  en  especial  de  las  gentes  que  son,  y  la  razón  que 
tienen,  porque  a  mi  parecer  debe  ser  poca;  estando  en 
esto  llegó  el  mensajero  que  arriba  digo  que  abian  en- 
viado a  la  tierra  adentro  hazia  la  parte  de  la  laguna,  y  en 
llegando  a  los  que  le  abian  enviado  y  en  hablandoles, 
hazen  otro  con  tanta  prisa  como  el  primero,  el  qual  vi 
que  llevaba  algunas  cosas  de  las  que  yo  abia  dado,  entre 
las  quales  fué  un  collarejo  de  cuero  de  tigre,  el  que  yo 
les  abia  dado;  dende  aun  poco  qu'  este  se  abia  partido,  se 
volvió,  e  con  el  un  esquadronzillo  de  gente,  e  de  a  un 
poco  vino  otro  escuadrón,  los  quales  venían  muy  pinta- 
dos de  la  rodilla  para  arriba,  de  prieto  e  blanco,  que  en 
la  verdad,  de  lejos  hera  bien  cosa  de  ver,  en  especial  no 
sabiendo  que  cosa  hera  la  pintura,  y  en  llegando  que  lle- 
gaban a  do  estaban,  dexaban  todos  sus  armas  e  comen- 
caban  todos  a  cantar  e  a  bailar  y  a  señalarme  con  las 
manos,  abaxandolas  e  aleándolas,  mostrando  mucha  ma- 
nera de  regocyjo,  e  algunos  que  se  debían  de  sentir  mas 
sueltos  e  por  mas  que  los  otros,  comentaban  a  saltar  e 
a  ponerse  para  adelante  e  a  hazer  muchas  corbetas  e  otras 
gentilezas. 

Y  después  que  obieron  todos  llegado  y  hecho  todas 
sus  cerimonias  e  gentilezas,  como  arriba  digo,  se  junta- 
ron con  los  que  primero  estaban  y  dexaron  sus  armas  y 
se  llegaron  cerca  de  la  pena  e  comentamos  de  nuevo 
nuestra  contratación  por  la  misma  orden  e  manera  que 
de  antes,  y  entre  estos  que  a  la  postre  vinieron  vino  uno 
muy  pintado,  con  una  diadema  como  la  que  a  mi  prime- 
ro me  habían  dado,  en  la  cabeca,  el  qual  estaba  sentado 
en  unas  piedras  algo  apartado  de  los  otros,  e  a  el  acudían 
y  llevaban  todo  quanto  yo  les  daba;  paresciome  que  de- 


—  214  — 

bia  de  ser  la  prencipal  persona  a  quien  abian  de  aber 
hecho  los  mensajeros  que  abian  hecho,  y  después  de 
aber  estado  un  rato  con  ellos  en  las  contrataciones,  e 
aber  bien  visto  su  manera  e  calidad,  los  dexé  y  me  fui  a 
descansar  e  llamar  a  mis  compañeros  porque  los  viesen 
si  quisiesen  y  se  holgasen  con  ellos,  porque  a  cabsa  de 
no  escandalízanos  no  abia  osado  de  llevar  conmigo  mas 
que  al  veedor;  a  poco  que  llegué  fueron  algunos  de  ellos, 
e  yo  con  ellos  porque  no  se  desmandasen  a  mas  de  lo 
que  convenia,  e  llegados  a  do  estaban,  los  llamamos  e 
volvimos  a  nuestra  contratación  primera,  y  desde  que 
los  vieron  bien  vistos  nos  volvimos  a  nuestra  nao  y  les 
diximos  por  nuestra  seña  que  se  fuesen  y  viniesen  otro 
dia,  y  ansy  lo  hizieron,  y  lo  que  este  dia  de  ellos  obi- 
mos,  muchas  plumas  de  colas  de  buharros,  e  algunas 
conchillas  de  aquellas  en  que  se  crian  perlas,  e  algunas 
madejuelas  de  hilo  de  las  que  traen  en  la  cabeca,  y  un 
pretal  o  cinto ,  que  segund  por  el  parece,  se  deben  de  ce- 
ñir al  cuerpo,  hecho  de  unas  cortejillas  negras,  y  unos 
notillos  de  cañas,  a  los  cabos  de  el  muchas  pezuñas  de 
venado  por  cascabeles,  y  una  diadema  de  la  manera  que 
se  ha  ya  dicho. 

Luego  otro  siguiente  dia,  diez  y  siete  del  dicho  mes  de 
diziembre,  saltamos  en  tierra  antes  que  amánesciese,  a 
tomar  el  agua,  e  por  tomar  ciertos  altos  antes  que  los 
yndios  viniesen  a  tomarlos,  porque  dellos  nos  podían 
hazer  algún  daño,  e  abiendolos  tomado  y  estando  ha- 
ziendo  nuestra  aguada  vino  un  esquadronzillo  de  gente 
por  la  playa  a  ora  de  las  nueve,  de  hacia  la  parte  de  la 
laguna,  y  en  llegando  medio  tiro  de  ballesta  de  nosotros 
se  paró,  e  dexando  todos  sus  armas,  hazensu  señal  de 
paz,  la  qual  fué  alzar  una  banderilla  de  pluma  blanca 


—  215  — 

que  trayan,  y  nosotros  les  aseguramos  por  nuestras  se- 
ñas, y  hecho  esto  se  subieron  en  un  cerro  que  estaba 
cerca  de  nosotros  e  nos  tomaron  a  señalar  que  querían 
tornar  como  el  dia  antes,  e  la  señal  fué  alzar  una  flecha 
y  en  ella  una  concha  de  las  que  nos  daban,  y  dezirnos 
por  señas  que  en  el  querían  llegar  a  ponerla  en  medio  de 
ellos,  e  nosotros  le  dijimos  por  las  nuestras  que  la  pusie- 
sen, y  nos  tornaron  a  dezir  que  nos  apartásemos  mas  de  lo 
que  estábamos,  aunque  estábamos  bien  lejos  dellos  y  en 
medio  una  muy  buena  quebrada,  y  tal  que  hera  menester 
para  subirla  muchas  vezes  traer  tan  poca  ropa  como  ellos, 
e  no  contentos  con  esto  nos  tornaron  a  señalar  que  nos 
sentásemos  e  abaxaxemos  nuestras  armas,  e  que  hiziese- 
mos  hechar  los  perros  que  teníamos,  e  lo  uno  e  lo  otro 
se  hizo  como  ellos  lo  quisieron;  y  hecho,  se  llegan  dos 
dellos  con  harto  temor,  segund  nos  parescia,  y  hincan  sus 
flechas  e  concha  a  donde  nos  habían  señalado  y  se  vuel- 
ven con  harta  priesa  a  un  cerro  arriba  a  do  estaban  los 
demás,  e  después  de  en  lo  alto  nos  señalaron  que  fuése- 
mos por  ella,  y  ansy  fue  a  tomarla  y  les  puso  otra  cosa 
en  recompensa  dello,  al  qual  mandé  los  llamase  y  segu- 
rase por  ver  si  perdían  el  temor  y  se  querían  llegar  a  el 
y  tomar  de  su  mano  lo  que  les  daba,  lo  que  no  quisie- 
ron, sino  antes  tenían  muy  buena  vigilancia  en  mirar  si 
llevaban  alguna  arma;  si  la  llevaban  y  la  veian,  luego  le 
dezian  que  se  la  quitase,  de  manera  que  otra  ninguna 
ofensiva  pudo  llevar  sino  fué  un  puñal  en  las  espaldas,  e 
que  no  miraron,  e  desta  manera  llegó  e  tomó  lo  que 
abian  dexado  en  la  flecha,  en  la  qual  les  puso  lo  que  lle- 
vaba e  se  apartó  un  poco  e  les  comenco  a  hablar  e  lla- 
marlos, e  no  pudo  acabar  con  ninguno  dellos  que  llega- 
sen a  tomar  cosa  de  su  mano,  aunque  desde  a  grande 


—  216  — 

rato  e  averíos  mucho  asegurado,  se  llegaron  a  poner 
quinze  o  veinte  pasos  del,  que  a  nuestro  parescer  no  fué 
poco,  y  ansy  estuvo  con  ellos  hasta  mas  de  medio  dia 
dándoles  de  lo  que  tenia  e  rescibiendo  lo  que  les  daba, 
que  heran  otras  tales  e  tan  buenas  joyas  como  las  del  dia 
antes,  e  abiendo  acabado  de  tomar  nuestra  agua  les  di- 
ximos  por  nuestras  señas  que  se  apartasen  mas  de  lo  que 
estaban,  e  que  nos  quedamos  ir  a  comer,  que  nos  dexa- 
sen  embarcar,  y  ellos  nos  entendieron  e  ansy  lo  hizieron 
y  se  recojieron  todos  a  lo  mas  alto  del  cerro,  y  nosotros 
nos  comentamos  a  embarcar,  y  estando  ya  el  agua  en 
los  navios  y  otros  en  las  barcas,  vio  un  atalaya  de  las 
que  nosotros  temarnos  puesto,  venir  por  encima  de  unos 
cerros  otro  esquadron  de  gente,  todos  con  sus  arcos  e 
flechas  en  las  manos,  del  qual  me  dio  aviso  y  hize  des- 
embarcar a  los  que  estaban  en  las  barcas  y  tornamos  a 
tomar  el  puesto  que  antes  teniamos,  porque  hera  apare- 
jado para  nos  defender;  en  comentándonos  a  concertar  e 
a  poner  a  punto  para  ver  lo  que  los  yndios  querian  ha- 
zer,  nos  comentaron  a  hablar  los  que  primero  estaban,  e 
a  dezirnos  que  no  temiésemos,  que  no  venían  a  hazernos 
daño,  e  los  que  primero  vinieron  se  pusieron  en  un  cerro 
cerca  de  nosotros  e  hizieron  las  mismas  señales  que  los 
primeros,  e  tras  ellos  la  contratación,  e  a  la  una  e  a  la 
otra  le  respondimos  a  su  sabor,  e  la  misma  seguridad  e 
aviso  tenían  en  sus  personas  que  los  primeros,  e  abiendo 
contratado  un  poco  con  ellos  las  cosas  ya  dichas,  y  por 
la  misma  orden  y  manera,  les  deximos  por  nuestras  señas 
que  se  juntasen  con  los  que  estaban  primero,  e  a  los  pri- 
meros que  los  llamasen,  e  los  unos  e  los  otros  nos  enten- 
dieron e  ansy  lo  hizieron,  y  estándose  juntando  se  acer- 
caron unos  pocos  de  los  que  estaban  primero  e  comien- 


—  217  — 

can  a  andar  alrededor  cantando  e  bay lando,  y  todos  con 
aquellas  armas  de  que  natura  les  proveyó,  en  las  manos; 
debe  ser  gente  sucia  e  de  ruines  costumbres,  porque 
allende  desta  mal  andancia  que  hizieron,  hizieron  otras 
muchas  malas  y  sucias  al  que  andaba  contratando  con 
ellos,  e  abiendose  juntado,  estando  nosotros  cansos  e 
con  pesadumbre  de  aber  estado  todo  el  dia  con  ellos  en 
aquellas  contrataciones  y  bestialidades,  dimos  orden  en 
embarcarnos  sin  que  nos  hiciesen  daño,  y  la  orden  fué 
cierta  cabtela  que  con  ellos  tobimos,  los  quales,  viendo 
que  nos  embarcamos  se  vienen  todos  sobre  las  barrancas 
de  la  mar  e  nos  comiencan  a  llamar,  y  nosotros  les  res- 
pondimos que  nos  Íbamos  a  comer  e  que  volveríamos, 
porque  no  pensasen  que  abia  sido  de  miedo  la  manera 
que  en  el  embarcarnos  tubimos,  y  estando  en  la  nao  nos 
llamaron  por  señas  alguna  vez,  a  las  quales  respondimos 
que  en  comiendo  iriamos,  como  arriba  digo,  y  viendo 
que  nos  tardábamos,  acuerdan  de  tirarnos  algunas  fle- 
chas a  la  nao;  no  hezimos  caso  de  ellas  por  no  saber  si 
los  hazian  burlando  o  de  veras,  o  de  contentos;  con  esto 
se  meten  muchos  de  ellos  en  la  mar  hasta  la  costa  a  fle- 
char a  unos  marineros  que  estaban  en  una  barca  alzando 
una  ancla  para  nos  hacer  a  la  vela  y  irnos  a  juntar  con  la 
otra  nao  que  estaba  algo  apartada,  tirándoles  muchas  fle- 
chas e  haziendo  mucho  ruido  con  vozes  e  zumbidos,  y 
viendo  esto  y  el  mal  tratamiento  que  la  primera  vez  que 
aqui  llegamos  de  ellos  recibimos,  y  su  contratación  e 
amistad  abia  sido  a  fin  de  hazernos  alguna  burla  si  pu- 
dieran y  en  nosotros  vieran  aparejo  para  ello,  y  poder 
defender  a  los  de  la  barca,  acordé  de  hazer  en  ellos  al- 
gún castigo  al  que  le  cupiese  en  suerte  por  lo  pasado  y 
lo  presente;  soltamos  unos  pocos  de  versos  desde  la  nao 


—  218  — 

en  ellos,  los  quales  les  hizieron  algún  daño,  y  hizieran 
mas  si  no  pensáramos  se  caya  el  cielo  sobre  ellos:  en 
oyendo  los  tiros  y  viendo  entre  si  caídos  algunos  de  ellos, 
se  ponen  en  huida  de  manera  que  hera  cosa  de  ver  ver- 
los huir,  cada  uno  por  su  parte,  syn  aguardar  uno  a  otro, 
por  la  parte  que  mas  presto  les  parezia  que  se  podian  es- 
capar e  encobrir  de  nosotros,  y  ansi  en  casi  no  nada  se 
encubrieron  todos  en  las  quebradas  de  la  tierra,  sin  que 
mas  vimos  hombre  de  ellos  aqui  ni  en  ninguna  otra  parte 
en  todo  el  tiempo  que  por  alli  anduvimos,  e  después  de 
hecho  esto  nos  venirnos  a  juntar  con  la  otra  nao,  que  es- 
taba en  un  buen  reparo,  en  el  qual  estuvimos  dende  el 
lunes  que  allegué,  que  se  contaron  quinze  del  dicho  mes, 
hasta  domingo  adelante,  que  se  contaron  veinte  e  uno, 
que  nos  hizo  alguna  muestra  de  tiempo  para  seguir  nues- 
tro viaje. 

Partimos  desta  aguada  y  punta  de  la  Trenidad,  para 
tornar  a  seguir  nuestro  viaje,  domingo,  como  arriba  digo; 
yendo  navegando  por  la  misma  costa  y  con  pocos  tiem- 
pos, e  a  vezes  contrarios,  haziendo  la  via  que  está  dicha, 
dende  en  cinco  dias  venimos  en  el  paraje  a  do  perdimos 
las  anclas  quando  arribamos  con  el  mal  tiempo,  en  el 
qual  paraje  vimos  las  mismas  ahumadas  e  de  la  misma 
suerte  e  manera  que  antes,  y  espantamosnos  de  ver  que 
duraba  tanto  tiempo,  en  especial  cayendo  de  noche  tan- 
to rocío  que  bastaba  para  matar  a  todo  el  fuego  del  mun- 
do; pasamos  adelante  y  andadas  sesenta  leguas  destas 
ahumadas  nos  tomó  un  temporal  del  Nordeste,  estando  a 
vista  de  unas  tres  yslas  que  están  cerca  de  la  tierra  firme, 
el  qual  fué  tal  que  nos  apartó  harta  cantidad,  y  tanto  que 
perdimos  de  vista  la  tierra  y  yslas,  e  después  de  abemos 
dexado  y  no  poco  cansados  e  maltratados,  tornamos  a 


—  219  — 

hazer  la  via  por  la  costa,  por  ir  siempre  viendo  lo  que  en 
ella  abia,  y  tardamos  en  tomarla  siete  dias  después  que 
nos  dexó  este  temporal,  la  qual  tomamos  veinte  cinco  le- 
guas adelante  de  do  a  ella  nos  apartamos,  y  en  altura  de 
treinta  grados  largos  vimos  dos  e  tres  noches  antes  que 
la  tomásemos,  en  la  costa,  algunos  fuegos,  e  no  surgimos 
en  ella  porque  estando  para  hazerlo  nos  paresció  que  ha- 
zia  ruin  tiempo  y  recio,  a  cuya  cabsa  no  osamos  hacerlo 
sino  antes  nos  tornamos  a  meter  a  la  mar,  y  en  hazien- 
dolo  arreció  tanto  el  tiempo  que  nos  fué  forcado  volver  a 
buscar  reparo  para  valemos  de  el,  a  estas  tres  yslas  que 
arriba  digo  que  dexamos  atrás,  de  las  quales  estábamos 
veinte  leguas;  no  quesimos  ver  qual  cosa  hera  quando 
por  ellas  pasábamos,  por  parescernos  poca  cosa  e  de  ruin 
despusicion  y  por  no  perder  el  tiempo,  e  allegamos  a 
ellas  y  ^tomamos  la  una  y  mas  prenzipal  un  sábado,  a  nue- 
ve de  enero  año  de  mili  e  quinientos  e  quarenta,  y  en 
acabando  de  surgir  y  repararnos  en  ella  ventó  un  Norte 
tan  frió  e  tan  recio  y  con  tanta  escuridad  e  nublado  y  ne- 
blinas en  el  cielo  y  en  la  tierra,  que  en  el  reparo  a  do  es- 
tábamos y  que  no  hera  malo  para  el,  nos  daba  harto  tra- 
baxo,  e  creo  verdaderamente  que  si  nos  tomara  en  la  mar 
nos  pusieran  en  nescesidad. 

Abiendo  pasado  este  mal  tiempo  y  dadonos  lugar  a 
poder  sacar  las  varas  de  los  navios  y  ir  a  tierra,  fuimos 
a  ella  por  ver  si  abia  alguna  gente,  e  si  hallábamos 
alguna  agua,  e  por  meter  un  poco  de  lastre  en  las  naos, 
de  que  teníamos  necesidad,  en  la  qual  hallamos  res- 
tos de  gentes  chicas  e  grandes,  no  frescos,  sino  añejos 
y  de  tiempos  de  aguas,  de  que  no  poco  nos  espanta- 
mos por  parescernos  que  hera  cosa  imposible  en  tan 
mala  despusicion  de  tierra  aber  cosa  viva,  e  andando  por 


—  220  — 

ella  hallamos  en  algunas  quebradas  algunas  aguas,  no 
tantas  ni  tales  que  en  ellas  pudiésemos  hazer  el  agua  que 
abiamos  menester,  e  abiendo  visto  esta  ruin  despusicion 
de  tierra  y  que  en  ella  no  podiamos  tomar  nuestra  agua, 
tomamos  el  lastre  que  abiamos  menester  y  volvimos  a 
embarcar,  e  a  cabo  de  seis  o  siete  dias  que  en  este  repa- 
ro estuvimos,  abonancó  el  tiempo  y  lo  hizo  algo  a  pro- 
posito de  nuestro  viaje,  con  lo  qual  nos  hezimos  a  la  vela 
e  hezimos  la  via  del  Este,  por  boxar  esta  ysla  por  la  otra 
parte  que  no  abiamos  visto,  e  abiendo  caminado  dos  o 
tres  leguas  con  poco  tiempo,  e  a  vezes  calma,  salieron 
a  nosotros  quatro  yndios  de  los  de  la  ysla,  en  una  balea 
de  palo,  los  quales  se  llegaron  cerca  y  se  volvieron  des- 
pués de  abemos  visto;  no  los  quesimos  tomar  y  hazer 
meter  en  las  naos  por  no  deternos  con  ellos  y  hazerles 
sinsabor,  e  desde  a  poco  rato  descubrimos  la  punta  a  do 
haze  la  vuelta  al  Norte  aquella  ysla,  de  la  qual  salían 
unas  pocas  de  peñas  a  el  mar,  y  en  ellas  estaban  cinco 
o  seis  baleas  de  pescadores,  pescando,  en  que  estaban 
en  ellas  diez  o  doze  hombres,  y  en  derecho  dellos  esta- 
ba un  cerrillo  y  en  el  se  pusieron  una  poca  de  gente  de 
los  que  estaban  en  la  tierra,  por  lo  qual  nos  pareció  que 
abia  de  aber  alli  algún  asiento,  y  por  verlo  y  ver  si  abia 
algunas  aguas  en  el,  y  por  faltarnos  agua,  surgimos  en 
aquel  paraje  antes  de  doblar  la  punta,  y  estando  surtos 
y  parados  se  recojieron  todos  los  que  estaban  en  la  mar 
pescando,  hacia  la  otra  parte  de  las  peñas  hazia  do  pa- 
rescia  que  tenían  su  asiento,  y  desde  la  media  ora  o  vna 
que  obieron  llegado,  que  fue  después  del  sol  puesto,  ya 
para  anochecer,  salieron  del  asiento  para  nosotros  cinco 
hombres  en  una  balea  y  se  llegaron  un  tiro  de  ballesta 
de  las  naos,  y  puestos  en  este  trecho  se  pararon  e  nos 


—  221  — 

comentaron  a  hablar  de  recio  en  altas  vozes,  e  nosotros 
a  ellos  en  lengua  que  si  mal  nos  entendian,  peor  los  en- 
tendíamos, y  después  de  haber  vozeado  un  poco  e  ya 
que  hera  anochecido,  se  vuelven  e  van  a  su  asiento,  e 
lo  mismo  hizieron  los  demás  que  estaban  en  el  cerro,  e 
luego  otro  dia  jueves,  que  se  contaron  quinze  del  mes 
de  enero,  nos  estuvimos  quedos  hasta  mediodía  sin  po- 
der pasar  adelante,  por  falta  de  tiempo,  y  medio  dia  des- 
pués del  sol  salido  salieron  de  la  ysla  y  de  la  parte  a  do 
parescia  que  se  habia  recojido  la  gente  antes,  cinco  bal- 
cas  que  llevaban  a  uno  e  a  dos  e  a  tres  e  a  quatro  e  a 
cinco  hombres  dentro,  y  se  meten  en  la  mar  bien  mas 
dentro  en  ella  que  nosotros  estábamos,  y  se  estuvieron 
pescando  sin  ningún  miedo  y  sobresalto,  segund  por  su 
reposo  parescia,  hasta  las  nueve  o  diez  horas  del  día,  e 
se  recojieron  a  su  asiento,  e  a  la  una  después  de  medio- 
día nos  hizo  a  nosotros  tiempo  para  doblar  la  punta  y  ir 
a  el;  ansy  lo  hezimos,  y  en  descubriendo  la  parte  a  do  se 
recojian,  estaba  el  asiento  dellos,  el  paraje  del  qual  sur- 
gimos, y  en  viéndonos  surtos  toman  los  niños  e  mocha- 
dlos e  mujeres,  toda  quanta  miseria  en  el  tenían,  e  me- 
tense  la  tierra  adentro,  y  los  hombres  se  quedaron,  parte 
dellos  en  el  asiento,  y  parte  en  la  costa,  y  otros  en  un 
cerro;  en  acabando  nosotros  de  surgir  fuimonos  en  tierra 
por  ver  con  brevedad  aquellas  gentes,  e  si  hallábamos 
algún  agua,  por  no  perder  el  tiempo  que  hazia  bueno, 
y  viendo  los  yndios  que  Íbamos  para  allá,  se  llegan  to- 
dos a  la  parte  adonde  habíamos  desembarcado,  e  nos 
comienean  a  hablar  enaltas  vozes  y  soberbia,  e  a  seña- 
larnos que  no  pasásemos  adelante,  a  los  quales  señalá- 
bamos que  estuviesen  quedos,  diciendoles  por  nuestras 
señas  que  no  les  queríamos  hazer  ningún  daño,  ni  otra 


-  222  — 

cosa,  sino  buscar  agua;  quanto  mas  los  asegurábamos, 
tanto  mas  ellos  se  ensoberbecían,  y  viendo  que  ningunas 
señas  ni  buena  razón  aprovechaba  asegurarlos,  saltamos 
en  tierra  contra  su  voluntad,  lo  qual  se  hizo;  viendo  los 
yndios  que  Íbamos  a  tomar  la  tierra  se  aperciben  de  mu- 
chas piedras  e  palos  grandes  de  los  que  ellos  se  aprove- 
chaban a  dos  manos,  y  se  ponen  con  mucho  animo  e  de- 
terminazion  a  defendernos  la  salida,  y  nos  la  defendieron 
un  rato,  de  manera  que  antes  que  saltásemos  en  tierra  nos 
hezieron  harto  daño  con  las  piedras,  e  tanto  que  por  bien 
que  nos  arrodelabamos  nos  dieron  hartas  pedradas,  de 
que  lastimaron  a  algunos  bien  lastimados  y  descalabraron 
a  otros  e  nos  pusieron  en  trabaxo,  de  lo  qual  hizieron  avi- 
so los  marineros,  porque  al  tiempo  de  la  pedrería  se  des- 
mayaron, e  afargaron  de  manera  que  nos  tuvieron  un  rato 
hechos  terrero  de  las  piedras,  pero  no  se  fueron  sin  pago, 
que  la  mayor  parte  les  alcanzaron  dellas;  plugo  a  Nues- 
tro Señor  que  con  asaltear  algunos  saltamos  en  tierra, 
avnque  no  se  apartaron  del  agua  con  todo  el  daño  que 
algunos  recibieron,  sino  antes  con  buen  animo  nos  la 
defendían,  e  con  mejor  se  venían  a  nosotros  al  saltar  de 
la  tierra,  y  tan  determinados  se  metían- en  el  agua  a  re- 
cibirnos con  sus  piedras  e  palos,  con  los  quales  da- 
ban tan  grandes  golpes  que  apenas  daban  a  rodela  que 
no  la  hazian  pedazos,  y  el  que  mas  bien  libraba,  le  que- 
daba el  braco  en  que  tenia  la  rodela,  lastimado  hartos 
dias,  e  ansy  estuvieron  un  rato  y  pie  con  pie  peleando 
con  nosotros,  e  a  cabo  los  desbaratamos  e  nos  huyeron, 
que  llevaron  bien  que  contar,  porque  allende  de  los  he- 
ridos e  asalteados,  que  fueron  algunos,  murió  alli  luego 
uno,  e  abiendolos  desbaratado  e  pasado  con  ellos  lo  que 
arriba  digo  nos  metimos  algún  tanto  la  tierra  adentro  a 


—  223  — 

buscar  agua,  la  qual  no  hallamos,  porque  la  que  ellos 
bebían,  segund  paresció,  trayan  de  lexos  en  buches  de 
lobos  marinos,  e  andándola  buscando  algo  lexos  de  la 
mar,  topamos  entre  unas  quebradas  con  todo  quanto  las 
mujeres  e  muchachos  que  arriba  digo  abian  aleado  del 
asiento,  por  lo  qual  nos  pareció  que  debían  llevar  sobra- 
do temor,  pues  tan  lexos  de  nosotros  dexaban  todo  quan- 
to tenían,  según  paresció  por  el  esparcimimiento  de  las 
cargas,  porque  según  estaban  apartadas,  dexaba  cada 
uno  la  que  llevaba,  a  do  le  tomaba  la  nueva;  mirárnoslas 
por  ver  que  heran  e  que  tenían  aquellas  gentes,  e  de  que 
se  servían,  e  ninguna  otra  cosa  les  hallamos  mas  que  cue- 
ros de  lobos  marinos  en  que  dormían  e  se  abrigaban  del 
frió,  y  buches  dellos  en  que  tenían  su  agua,  e  cordeles 
de  pescar  e  anguelos  de  espinas  de  unos  cardones,  e  al- 
gún pescado  de  lo  que  abian  muerto  para  comer;  vista 
esta  ropa  miserable,  e  que  no  hallábamos  agua,  nos  vol- 
vimos a  ver  el  asiento  a  do  estaban,  el  qual  eran  unas 
cercadillas,  ni  mas  ni  menos  que  las  que  en  las  partes 
pasadas  abiamos  visto;  tenían  cinco  o  seis  balgas  de  que 
se  servían  en  sus  pesquerías,  de  maderos  de  pino  e  de 
cedro,  tan  largas  como  doze  o  quinze  pies,  y  tan  gordas 
que  apenas  se  podían  abarcar  con  un  abraco;  son  ro- 
llizas lo  que  andan  en  el  agua,  e  llanas  a  do  se  ponen  los 
que  andan  dentro,  sin  ninguna  cosa  güeca;  traenlas  a 
cada  lado,  para  que  tengan  sosten,  unos  ganchos  de  pali- 
llos de  cedro,  muchos  y  muy  bien  atados  unos  con  otros, 
e  tan  largos  como  las  mismas  canoas;  remábanlas  con 
unos  palillos  tan  largos  como  dos  o  tres  palmos,  e  tan 
gordos  como  tres  dedos,  e  con  una  palilla  a  cabo  de  cada 
uno  de  ellos  con  tres  picos  y  en  triangolo,  desta  figura  A 
que  teman  de  pico  a  pico  cinco  o  seis  dedos. 


—  224  — 

Y  abiendo  visto  todo  lo  susodicho  nos  embarcamos  e 
seguimos  nuestro  viaje  el  otro  siguiente  dia,  sábado,  que 
se  contaron  diez  y  siete  del  dicho  mes,  y  hezimos  la 
vuelta  de  la  costa  de  la  tierra  firme  de  donde  nos  abia- 
mos  vuelto  con  el  tiempo,  y  yendo  navegando  con  poco 
viento  e  contrario,  e  a  vezes  calmas,  nos  dio  esta  misma 
noche  un  temporal  del  Norueste,  tal  e  tan  rezio  que  nos 
apartó  la  una  nao  de  la  otra,  e  nos  hizo  volver  a  reparar 
a  la  misma  parte  de  do  abiamos  salido,  a  la  qual  llegó 
la  una  nao,  que  fué  Santa  Águeda,  otro  dia  a  medio  dia; 
la  Trenidad,  ya  noche;  no  surgimos,  ni  tuvimos  nescesi- 
dad  de  repararnos  porque  el  tiempo  abonancó  e  quedo 
casi  calma,  con  algunos  virajes  a  proposito  de  nuestro  via- 
je, el  qual  después  de  juntas  las  naos  determinamos  a  se- 
guir, e  yendo  navegando,  otro  siguiente  dia  nos  tomaron 
unas  calmillas  que  nos  duraron  dos  o  tres  dias,  e  a  cabsa 
dellas  e  de  alguna  corriente  que  hubo  nos  tornamos  a 
apartar  e  perder  una  nao  de  otra,  y  viéndonos  ansy  apar- 
tados los  unos  de  los  otros,  dimos  vuelta  para  esta  ysla 
a  tornarnos  a  juntar  en  ella,  porque  ansy  estaba  concer- 
tado; plugo  a  Nuestro  Señor  que  el  mismo  dia  que  dimos 
la  vuelta  para  nos  buscar  nos  tornamos  a  hallar  en  la  cos- 
ta della,  ocho  o  diez  leguas  adelante  de  do  habíamos  par- 
tido; en  la  parte  y  paraje  a  do  nos  juntamos  estaba  otro 
asiento  de  gente,  y  viéndoles,  surgimos  cerca  dellos  por 
verlos  e  poder  buscar  el  agua  que  arriba  digo,  e  viendo- 
nos  ellos  surtos  allende  el  asiento,  cinco  o  seis  hombres 
se  vienen  para  la  nao  Trenidad,  que  estaba  mas  cerca, 
en  tres  baleas,  y  llegáronse  a  ella  sin  ningún  temor  ni  so- 
bresalto, y  los  de  la  nao  les  dieron  cosas  de  rescate,  y  los 
yndios  a  ellos  pescado,  e  los  unos  a  los  otros  se  los  da- 
ban con  sus  propias  manos,  e  ansy  estuvieron  un  ratillo 


—  225  — 

dando  e  tomando  los  unos  con  los  otros;  mostraban  los 
yndios  mucha  manera  de  regozyjo  con  los  de  la  nao,  y 
estando  en  esto  los  llamaron  sus  compañeros  desde   ia 
tierra  e  se  fueron,  e  desde  a  otro  poco  que  hubieron  lle- 
gado tornan  a  salir  las  mismas  tres  baleas  y  se  meten  un 
poco  en  la  mar  a  pescar,  e  abiendo  pescado  un  poco 
pescado  se  vienen  la  una  della  con  tres  hombres  a  la  nao 
Trenidad  e  comiengan  por  sus  señas  a  dezirles  que  les 
diesen  cosas  e  que  les  darían  pescado,  y  los  de  la  nao  les 
señalaron  que  se  llegasen  e  que  lo  harian,  e  ansy  se  lle- 
garon y  lo  hizieron  y  estuvieron  un  rato  rescatando    su 
pescado,  y  se  vuelven  atierra,  e  desde  a  otro  poco  que 
obieron  llegado  salen  otras  dos  baleas,  la  una  con  quatro 
hombres  e  la  otra  con  dos,  y  se  llegan  al  bordo  y  dando- 
nos  un  poco  de  agua  que  trayan  en  un  buche  que  les  ha- 
bíamos señalado  que  trajesen,  dimosles  cuentas  en  re- 
compensa della,  y  en  la  barca  que  venían  los  quatro  hom- 
bres venia  uno  de  mas  edad  que  los  otros,  e  no  remaba, 
sino  antes  les  mandaba  lo  que  abian  de  hazer,  e  nos  ha- 
bló a  nosotros  e  tomaba  lo  que  les  dábamos;  parezionos 
que  debia  ser  mas  cosa  que  los  otros,  e  desde  a  un  poco 
que  alli  estuvieron  se  van;  en  apartándose  un  poco  de 
nosotros  nos  comiencan  a  hablar  a  altas  vozes  y  sober- 
bias, en  especial  los  de  la  balga  grande  a  do  venia  aquel 
hombre  de  mas  edad  que  los  otros,  de  la  qual  nos  tiraron 
dos  o  tres  pedrezillas;  creo  nos  dezian  que  nos  fuésemos, 
porque  ansy  nos  lo  señalaba. 

Luego  otro  día  siguiente,  miércoles,  que  se  contaron 
veinte  e  uno  de  enero,  saltamos  en  tierra  por  ver  si  abia 
agua  en  aquel  asiento  de  los  yndios,  en  amaneziendo, 
por  tomar  la  tierra  antes  que  nos  viesen,  por  no  darles 
aviso  e  aparejo  e  que  se  pusiesen  con  nosotros  en  lo  que 

15 


—  226  — 

se  pusieron  los  otros  primeros  que  quedaban  atrás,  por 
no  hazerles  algún  daño,  e  en  saltando  en  tierra  que  nos 
vieron,  salen  de  su  asiento  cinco  hombres  de  harta  ruin 
despusicion,  los  dos  con  dos  arquillos  que  apenas  mata- 
ran gurriones  con  ellos,  y  el  uno  con  una  varilla  en  la 
mano,  y  los  otros  dos  con  dos  palas  de  poco  mas  que 
media  braca,  y  se  vienen  ansy  a  treinta  hombres  que  es- 
tábamos y  tres  perros  que  teniamos,  con  tanto  animo  e 
braveza  como  si  en  numero  y  en  calidad  ellos  fueran  nos- 
otros, y  nosotros  ellos,  y  nos  comienzan  a  hazer  tantos 
fieros  y  amenazas  con  sus  palabras  e  ademanes,  que  ver- 
daderamente parescia  que  nos  querian  comer  e  que  esta- 
ban en  animo  podello  hazer,  e  quantas  mas  señales  les 
haziamos  para  que  estuviesen  quedos,  tanto  mas  se  enso- 
berbecían, hasta  que  se  vinieron  a  poner  tan  bravos  que 
se  ponen  pie  con  pie  con  nosotros,  tirándonos  muchas 
piedras  e  amagándonos  con  los  palos,  e  apuntándonos 
con  las  flechas,  e  a  cada  cosa  destas  que  hazian  se  pinta- 
ban con  unos  terroncillos  que  trayan  en  las  manos,  de 
tierras  blancas,  las  piernas  e  bragos  e  pecho,  e  quanto 
mas  soberbios  se  ponian  mas  se  pintaban,  e  viendo  que 
no  aprovechaba  con  ellos  ninguna  ragon  ni  señales  de 
paz  que  les  haziamos,  ni  el  sufrimiento  que  con  ellos  to- 
bimos,  que  no  fue  poco,  e  viéndonos  tan  importunados 
quanto  nos  importunaban,  acordamos,  por  apartarlos  de 
nosotros,  de  hecharles  los  perros  para  que  mordiesen  a 
algunos  y  los  espantasen  y  quitárselos  luego  sin  hazerles 
mas  daño,  y  ansy  se  hizo  y  tomaron  los  dos  de  ellos,  e 
uno  de  ellos  fué  el  viejo  que  arriba  digo  que  abia  ido  el 
dia  antes  en  la  balga,  que  abia  parescido  mas  cosa  que 
los  otros,  y  este  estuvo  después  de  tomado,  tan  bravo  y 
emperrado,  que  no  nos  podiamos  valer  con  él,  porque 


—  227  - 

no  bastaba  ningund  buen  tratamiento  a  asegurarle  ni  me- 
terle a  racon,  mas  que  si  fuera  un  bruto  animal,  e  des- 
pués de  tomados  e  algo  maltratados  de  los  perros,  hezi- 
mos  entender  lo  que  antes  no  quisieron,  que  fue  que  no 
íbamos  a  ofenderles,  sino  solamente  a  buscar  agua,  los 
quales  nos  llevaron  a  una  aguezilla  que  estaba  en  una 
quebrada,  de  a  do  ellos  bebían,  e  pareciónos  tan  poca 
que  della  no  podimos  tomar  toda  la  que  abiamos  menes- 
ter, e  abiendonosla  mostrado  e  teniéndolos  bien  seguros, 
les  dimos  ciertas  cosas  de  rescate  e  los  soltamos  e  se  fue- 
ron con  Dios,  e  hecho  esto  nos  venimos  a  ver  el  asiento 
que  tenían,  el  qual  hera  ni  mas  ni  menos  que  el  de  los 
pasados;  hallamos  en  el  y  en  una  cueva  metido  a  la  puer- 
ta y  puesto  al  sol,  cobijado  con  un  cuero  de  lobo  mari- 
no, un  viejo  y  ciego,  y  tan  viejo  que  de  viejo  estaba  todo 
blanco  e  seco,  e  tan  consumido  que  no  podia  mandar 
sus  mienbros;  paresciole  al  reverendo  padre  fray  Ray- 
mundo   que  con  nosotros  iba,   ansy  por  la  simplizi- 
dad  del  viejo,  e  por  la  edad  que  tenia  e  por  estar  sin 
vista  ni  fuerca  ni  aparejo  para  hazer  mal  ni  daño,  que 
hera  bien  baptizarle  y  hazerle  cristiano,  y  ansy  lo  hizo, 
y  hecho  esto  nos  embarcamos  en  nuestras  naos,  y  este 
mismo  dia  nos  abaxamos  media  legua  mas  al  Sur  de  a 
do  estábamos,  a  ver  unas  quebradas  que  nos  parescian 
grandes  e  aparejadas  para  tener  agua,  y  en  la  una  della 
la  hallamos  tal  e  tan  buena  e  tanta  que  bastaba  para 
hazer  toda  el  aguada,  avnque  con  trabaxo,  porque  estaba 
algo  lejos  de  la  mar  e  se  avia  de  traer  acuestas. 

Luego  otro  dia  siguiente,  jueves,  que  se  contaron  bein- 
te  y  tres  del  dicho  mes,  tomamos  el  agua  que  abiamos 
menester,  muy  a  plazer  e  sin  ninguna  contradicción  de 
los  naturales,  y  aun  sin  ver  hombre,  ni  humo,  ni  fuego, 


228 


ni  señal  dellos  por  entonzes,  ni  después  en  todo  el  tiem- 
po que  por  esta  ysla  anduvimos,  que  no  fue  poco,  como 
pareze  por  todo  lo  dicho  e  por  lo  que  adelante  se  dirá, 
y  estandola  tomando,  ya  que  acabábamos,  nos  dio  un 
Noreste  que  nos  fue  forgado  darnos  prisa  y  embarcarnos 
e  hazernos  a  la  vela  e  venirnos  a  reparar  del  a  otro  me- 
jor reparo,  siete  o  ocho  leguas  atrás  de  la  punta  de  la 
ysla  que  esta  al  Sur;  en  haziendonos  a  la  vela  nos  abo- 
nando el  tiempo  y  no  llegamos  al  reparo  a  donde  Íba- 
mos a  repararnos,  sino  antes  seguimos  nuestro  viaje  la 
via  de  la  costa  de  la  tierra  firme  con  poco  tiempo  e  a  ve- 
zes  calma;  desde  a  dos  dias  que  navegamos,  que  podia- 
mos  aber  andado  en  ellos  ocho  o  diez  leguas,  nos  ama- 
nescio  el  otro  dia,  que  fue  domingo  veinte  e  cinco  de 
enero,  el  dia  escuro  con  el  viento  casi  travesía  e  con 
muchos  aguaceros,  con  el  qual  corrimos  hasta  la  tarde 
por  ver  si  hazia  alguna  mudanca,  e  quanto  tarde  tanto 
mas  el  tiempo  arreziaba  y  se  hazia  travesía,  hasta  que 
vino  a  hazerse  tan  rezio  e  alearse  tanto  la  mar  que  nos 
puso  en  trabaxo  e  nos  fue  forcado  volvernos  a  reparar  a 
la  ysla  do  abiamos  salido,  a  la  qual  llegamos  otro  si- 
guiente dia,  lunes,  veinte  y  dos  del  dicho  mes;  estubi- 
mos  en  ella  hasta  treinta  y  uno,  que  nos  hizo  algún  tiem- 
po para  tornar  a  seguir  nuestro  viaje. 

Partimos  de  esta  ysla  e  reparo  a  do  estábamos,  para 
tornar  a  hazer  nuestro  camino,  a  treinta  e  uno  del  mes, 
como  arriba  digo,  que  nos  hizo  algún  tiempo  aparejado 
para  ello,  e  hezimos  la  via  para  el  aguada  do  abiamos 
hecho  la  primera  aguada  que  en  aquella  ysla  hezimos, 
para  en  ella  tornar  a  tomar  el  agua  que  hasta  entonzes 
abiamos  bebido,  y  en  aleando  el  ancla  e  comentando  a 
navegar  nos  torno  a  dar  el  tiempo  contrario,  avnque  no 


—  229  — 

tan  rezio  como  los  pasados,  pero  tal  que  bastó  para  no 
poder  tomar  el  aguada  en  dos  dias  que  por  tomarla 
trabajamos,  e  viendo  que  no  la  podíamos  tomar,  en  espe- 
cial con  la  nao  Santagueda,  metimos  en  la  Trenidad, 
porque  se  metia  mas  al  cabo  e  iba  todo  el  botamen  va- 
zio,  e  toda  la  gente  de  mar  en  tierra  nescesaria  para  to- 
mar el  agua,  la  qual  avnque  con  trabaxo  se  llego  otro 
dia  a  mediodía,  e  antes  a  do  estaba  el  agua,  e  tomó  toda 
la  que  abia  de  tomar  e  se  tornó  este  dia  a  juntar  con  la 
otra  nao  que  andaba  barloventeando  por  la  costa  aguar- 
dándole, e  abiendonos  juntado  seguimos  en  la  misma 
costa  por  pasar  a  la  nao  Santagueda  el  agua  que  la  otra 
letraya,  e  por  tomar  en  ella  alguna  leña,  que  trayamos 
nescesidad  della,  la  qual  tomé  e  estube  aguardando  tiem- 
po para  tornar  a  navegar,  hasta  jueves  cinco  de  hebrero. 

Tornamonos  a  hazer  a  la  vela  desta  parte  a  do  toma- 
mos esta  agua  e  leña,  jueves,  a  cinco  de  hebrero,  que 
nos  hizo  alguna  muestra  de  tiempo,  como  arriba  digo,  y 
haziendo  la  via  que  otras  vezes  hezimos,  en  comentando 
a  navegar  el  mismo  dia  nos  tornó  a  dar  el  viento  contra- 
rio que  otras  vezes  nos  daba,  tal  y  tan  rezio  como  los  pa- 
sados, que  nos  fué  forcado  tornarnos  a  do  abiamos  sali- 
do, e  creo,  segund  fue,  que  si  nos  tomara  lejos  e  aparta- 
dos, que  nos  trataría  mal,  e  surgimos  este  dia  e  tornamos 
a  estar  aguardando  que  el  tiempo  cesase  e  nos  hiciese  a 
proposito  de  nuestro  viaje,  hasta  domingo  a  ocho  de  he- 
brero, que  nos  torno  a  hazer  alguna  muestra  de  tiempo, 
avnque  duró  tan  poco  como  las  pasadas. 

Tornamos  a  hazer  a  la  vela  este  dia  que  arriba  digo, 
para  seguir  la  via  que  tantas  vezes  seguíamos  a  la  tie- 
rra firme;  yendo  navegando  con  poco  tiempo  e  a  vezes 
calma,  llegamos  a  ella  dende  en  tres  dias,  que  fueron  a 


—  230  — 

onze  del  dicho  mes,  e  surgimos  en  la  misma  parte  e  pa- 
raje a  do  tomamos  primera  vez  quando  aquella  ysla  nos 
volvió  el  temporal,  y  estando  surtos  aguardando  tiempo 
para  poder  navegar,  nos  dieron  después  de  media  noche 
unos  aguazeros  muy  grandes  e  con  mucho  viento,  el  qual 
nos  hera  travesia  de  la  costa,  los  quales  nos  pusieron  en 
trabaxo  e  tanto  que  nos  hizieron  doblar  cables  e  anclas; 
plugo  a  Nuestro  Señor  que  no  nos  duraron  mas  que  dos 
o  tres  horas,  que  se  paso  el  tiempo  al  Norueste  y  podi- 
mos  salir  a  la  mar  e  quitarnos  de  la  travesia  en  que  está- 
bamos, e  salidos  a  la  mar  nos  arrezio  tanto  el  tiempo  e 
la  mar,  que  nos  puso  en  trabaxo,  con  el  qual  algunas  ve- 
zes  no  podíamos  tener  reparo  por  ver  si  se  alargaba  para 
poder  navegar,  y  otras  navegábamos  bordeando  a  unas 
partes  e  a  otras,  por  no  dexarnos  de  hacer  lo  que  el  tiem- 
po nos  dezia,  y  estando  al  reparo,  e  ansy  anduvimos  tres 
dias  porfiando  contra  el  tiempo,  aguardando  que  hiziese 
alguna  mudanca,  como  arriba  digo,  el  qual  no  hizo,  y 
visto  que  no  la  hazia  e  que  nos  habia  decaido  cerca  e 
traido  cerca  de  la  ysla  do  abiamos  salido,  nos  volvimos 
a  reparar  a  ella,  a  la  qual  llegamos  sábado  catorze  de  he- 
brero,  y  estuvimos  aguardando  a  que  el  tiempo  abonan- 
gase,  y  tomando  el  agua  y  leña  que  gastábamos,  hasta 
miércoles,  que  se  contaron  tres  de  margo,  que  nos  torno 
a  hazer  la  muestra  de  tiempo  que  otras  vezes. 

Tornamos  a  hazer  a  la  vela  para  seguir  nuestra  via, 
miércoles,  que  se  contaron  tres  de  margo,  y  en  comen- 
gando  a  navegar  nos  calmo  el  tiempo  e  nos  tomo  una  co- 
rriente e  nos  echo  la  nao  Santagueda  junto  a  la  costa,  sin 
podernos  valer  con  ella;  apartárnosla  della  con  las  varas 
y  harto  trabaxo,  e  con  un  poco  de  viento  que  nos  dio, 
que  ayudo  su  parte,  con  el  qual  navegamos  poco  mas 


—  231  — 

que  media  legua,  y  en  descubriendo  la  putita  de  la  ysla 
que  sale  al  Norte  hallamos  el  tiempo  tan  rezio  y  contra- 
rio que  nos  hizo  tornar  a  reparar  a  la  misma  parte,  y  lle- 
gamos a  ella  a  las  nueve  de  la  noche  y  estuvimos  hasta 
ocho  del  dicho  mes,  que  hizo  la  muestra  del  tiempo  que 
otras  vezes  solia  hazer. 

Partimos  de  esta  parte  a  do  estábamos  a  ocho  dias  del 
dicho  mes,  como  arriba  digo,  y  en  comencando  a  nave- 
gar nos  tomo  la  misma  corriente  y  nos  aparto  la  una  nao 
de  la  otra,  la  una  a  la  mar,  que  fue  Santagueda,  y  la  otra 
a  tierra,  y  estando  ansy  apartadas  la  una  de  la  otra  nos 
torno  a  dar  el  viento  contrario  que  otras  vezes  solia  dar, 
y  tan  rezio  que  nos  cabso  trabaxo,  en  espezial  a  la  nao 
Santagueda,  que  como  la  tomó  en  la  mar  y  alcanzo  mas 
parte  del  que  a  la  otra  que  se  quedo  abrigada  con  la  tie- 
rra, e  a  esta  cabsa  y  por  no  volver  de  noche  a  surgir  a 
la  tierra,  porque  hera  mal  aparejada  para  ello,  le  fue  for- 
jado a  la  nao  Santagueda  hazer  el  bordo  de  la  mar  has- 
ta media  noche,  y  desta  ora  para  adelante  el  de  la  tierra 
a  volverse  a  reparar,  y  tornamos  la  una  nao  e  la  otra 
otro  siguiente  dia  a  ora  de  vísperas,  y  en  la  misma  par- 
te e  paraje  de  do  nos  abiamos  levantado,  en  la  qual  es- 
tuvimos hasta  el  viernes  adelante,  que  se  contaron  doze 
del  dicho  mes. 

Partimonos  este  dia  que  arriba  digo  a  tornar  a  porfiar 
nuestra  porfía;  en  comencando  a  navegar,  abiendo  nave- 
gado dos  leguas,  poco  mas,  nos  dio  una  niebla  en  mitad 
del  dia,  tan  espesa  y  escura  que  nos  Íbamos  hablando 
una  nao  con  otra,  y  apenas  nos  víamos,  y  en  dos  dias 
llegamos  a  la  costa  de  la  tierra  firme,  sobre  la  qual  llega- 
mos siete  o  ocho  leguas  mas  al  Sur  de  a  donde  nos  abia- 
mos vuelto  las  dos  vezes  que  arriba  digo,  y  no  surgi- 


—  232  — 

mos  en  ella  por  andar  la  mar  brava  e  el  viento  rezio,  sino 
antes  nos  volvimos  a  la  mar,  y  en  saliendo  a  ella  arre- 
zio  tanto  el  tiempo  que  nos  fue  toreado  volvernos  a  repa- 
rar a  la  ysla  do  abiamos  salido,  a  la  qual  llegamos  do- 
mingo catorze  del  dicho  mes,  a  ora  de  las  ocho  o  de  las 
nueve,  y  surgimos  una  legua  o  legua  y  media  mas  al  Nor- 
te de  donde  nos  habíamos  levantado  quando  de  ella  par- 
timos, e  la  noche  siguiente  del  dia  que  alli  llegamos,  con 
el  tiempo  rezio  que  hazia  y  por  no  estar  surtos  en  suelo 
limpio,  se  le  quebraron  a  la  nao  Trenidad  dos  cables  con 
que  estaba  anclada,  la  qual,  viéndose  desatada,  se  hizo 
a  la  vela  e  se  metió  a  la  mar  para  aderecar  otro  que  le 
quedaba  y  tornar  a  surgir  con  el  e  sacar  las  anclas  que 
abia  dexado,  e  luego  que  amanesció  lo  hizo  ansy  e  sacó 
la  una  de  las  anclas,  la  mejor  e  mas  prenzipal,  e  la  otra 
se  perdió,  e  viendo  que  el  tiempo  no  abonanzaba,  nos 
venimos  a  reparar  mas  al  Sur,  al  reparo  a  donde  siempre 
nos  reparábamos,  al  qual  llegamos  a  diez  y  syete  de  mar- 
go y  estuvimos  hasta  veinte  e  quatro  del  dicho  mes.  Y 
porque  desde  aquel  reparo  acordé  de  enviar  la  nao  San- 
tagueda  con  esta  relazion,  quiero  dar  quenta  a  vues- 
tra señoria  de  la  fertilidad  destas  tres  yslas  que  se  dizen 
Santi  Esteban,  y  de  la  tierra  que  desde  la  punta  de  la 
Trenidad  hasta  aqui  habernos  visto,  la  qual  es  tan  seca 
y  estéril  e  de  tan  ruyn  parescer  como  las  pasadas;  vi- 
mos en  toda  ella  solas  las  ahumadas  que  arriba  digo,  e 
un  fuego  harto  mas  adelante  dellas,  sin  ver  otras  gentes 
ni  señal  della,  mas  de  los  fuegos  que  digo  que  vimos 
en  la  costa  delante  de  aquellas  yslas,  e  los  yndios  de 
aquestas  yslas,  los  quales  son  gentes  desnuda,  tienen 
las  orejas  horadadas;  hallárnosles  en  sus  asientos  algu- 
nos canutos  tan  largos  como  un  palmo,  hechos  de  ba- 


—  233  — 

rro  cocido  y  dentro  en  ellos  cierta  yerba  quemada  que 
deben  de  tomar  por  tabacos;  ay  en  a  quella  ysla  en  lo 
alto  de  los  cerros  algunos  pinos  y  zedros,  a  cuya  cabsa 
le  pusimos  por  nombre  la  ysla  de  los  Zedros,  que  es  la 
mayor  e  mas  prenzipal  destas  tres  yslas  de  Santiesteban, 
qu'  están  en  altura  de  entre  veinte  e  nueve  e  treinta  gra- 
dos. Mucho  quisiera  enviar  a  vuestra  señoría  relazion  de 
las  gentes  que  ay  en  la  tierra  firme  deste  paraje,  pero 
vuestra  señoria  sepa  que  los  tiempos  han  sido  tan  rezios 
y  fortunosos  que  no  nos  han  dado  lugar,  y  no  tenga  vues- 
tra señoría  pena  dello,  que  yo  creo,  e  ansy  lo  tengo  por 
cierto,  que  no  es  de  mas  calidad  que  estotra,  segund  por 
la  aparencia  de  la  tierra,  e  por  estar  tan  cerca  la  una  de 
la  otra,  todo  se  puede  bien  creer,  que  si  mas  calidad 
obiere  en  la  tierra  firme  que  en  la  ysla,  que  la  alcanzara 
parte  della.  Ay  en  la  ysla  conejos  y  venados. 

Estando  en  este  paraje  que  arriba  digo,  hize  ver  los 
bastimentos  que  tenia  y  hálleme  con  el  arinaje  que  vues- 
tra señoria  verá  por  extenso,  y  viendo  que  para  toda  la 
gente  heran  tan  pocos  quantos  vuestra  señoria  verá,  e 
que  con  ellos  toda  la  gente  no  podia  pasar  adelante,  y 
teniendo  por  muy  gran  lastre  haber  gastado  tanto  tiem- 
po e  tan  trabajoso  en  ver  una  cosa  que  tanto  vuestra  se- 
ñoria deseaba  e  tanto  le  ha  costado,  e  acordado  de  en  la 
nao  Trenidad  e  con  estos  pocos  bastimentos  e  gente  ir 
adelante  si  Dios  me  diera  tiempos,  todo  lo  que  pudiere 
y  el  tiempo  me  diere  lugar,  y  enviar  esta  nao  e  gente  a 
la  Nueva  España  con  esta  carta  relazion;  y  para  aderegar 
el  navio  y  llevarle  mas  bien  acondicionado  y  guarnecer- 
le del  todo  de  las  cosas  nescesarias,  nos  venimos  a  bus- 
car parte  aparejada  para  hazerlo,  a  la  punta  que  esta  ysla 
tiene  a  Sur,  y  llegamos  a  ella  miércoles  de  la  santísima 


—  234  — 

semana  santa,  que  se  contaron  veinte  e  quatro  de  marco, 
e  andobimos  buscando  por  toda  ella  parte  para  podello 
hazer  y  hallárnosla  orimero  dia  de  la  santísima  pasqua 
de  resureccion,  el  que  llegamos  alia,  y  estuvimos  adere- 
zando el  navio  y  despachando  el  uno  y  el  otro  hasta  oy 
lunes  cinco  de  abril,  que  todos  nos  partimos  de  esta  ysla 
de  los  Zedros  cada  uno  para  seguir  su  viaje.  Dios  nos  lo 
dé  tal  qual  vuestra  señoría  desea,  al  qual  plega  aumentar 
su  ilustrisima  persona  y  estado  por  muy  largo  tiempo,  be- 
sando las  ilustrisimas  manos  de  vuestra  señoría.  Francis- 
co de  Ulloa. 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico  desta  arma- 
da, doy  fe  y  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores 
que  la  presente  vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honre 
y  guarde  de  mal,  como  en  diez  e  ocho  dias  del  mes  de  se- 
tiembre de  quinientos  e  treinta  e  nueve  años  el  muy  mag- 
nifico señor  Francisco  de  Vlloa,  teniente  de  gobernador 
y  capitán  desta  armada  por  el  ilustrisimo  señor  Marques 
del  Valle  de  Guaxaca,  tomo  posesión  en  el  Puerto  de  los 
Puertos,  en  la  baya  del,  posesión  por  el  dicho  señor  Mar- 
ques y  en  nombre  del  Emperador  nuestro  señor  rey  de 
de  Castilla,  qu'  esta  en  altura  de  veinte  e  nueve  grados 
y  dos  terzios,  atual  y  realmente,  poniendo  mano  en  su 
espada,  diziendo  que  si  abia  alguna  persona  que  se  lo 
contradijese  estaba  presto  para  se  lo  defender,  cortando 
con  ella  arboles,  arrancando  piedras  de  una  parte  a  otra 
y  sacando  agua  de  la  mar  y  echándola  en  la  tierra;  todo 
lo  qual  en  señal  de  la  dicha  posesión.  Testigos  que  fueron 
presentes  a  lo  que  dicho  es,  los  reverendos  padres  del 
señor  San  Franzisco,  el  padre  fray  Remundo  y  el  padre 
fray  Antonio  de  Mena  y  el  padre  fray  Pedro  de  Arache, 
y  Francisco  de  Terracas,  veedor,  y  Goncalo  Hidalgo,  e 


—  235  — 

Diego  de  Haro  y  Martin  de  Espinosa.  Fecho  dia  y  mes  e 
año  susodicho.  E  yo,  Pedro  de  Palenzia,  escribano  pu- 
blico desta  dicha  armada,  lo  escribí  segund  que  ante  mi 
paso,  e  por  ende  fize  aqui  este  mió  signo,  que  es  a  tal,  en 
testimonio  de  verdad.  Pedro  de  Palenzia,  escribano  pu- 
blico.— Martin  de  Espinosa. — Gongalo  Hidalgo. — Frater 
Ramundus  Amielibas. — Frater  Antonias  de  Mena. — Die- 
go de  Haro. — Francisco  de  Terracas. 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico  desta  arma- 
da, doy  fe  y  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores  que 
la  presente  vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honre  y 
guarde  de  mal,  como  en  diez  dias  del  mes  de  setiembre  de 
quinientos  e  treinta  e  nueve  años  el  muy  magnifico  señor 
Francisco  de  Vlloa,  teniente  de  gobernador  y  capitán  des- 
ta armada  por  el  ilustrisimo  señor  Marques  del  Valle  de 
Guaxaca,  llego  sobre  el  rio  de  San  Pedro  e  San  Pablo, 
qu'  esta  en  altura  de  veinte  y  seis  grados  y  medio,  que  es 
en  la  costa  desta  Nueva  España  hazia  el  norte  de  Culia- 
can,  y  pidió  a  mi  el  dicho  escribano  le  diese  por  testimo- 
nio como  empegaba  a  hazer  su  descubrimiento  con  esta 
dicha  armada  desde  el  dicho  cabo  de  San  Pedro  e  San 
Pablo,  por  el  ilustrisimo  señor  Marques  del  Valle  en  nom- 
bre del  Emperador  rey  nuestro  señor  y  rey  de  Castilla. 
Testigos  que  fueron  presentes  a  lo  que  dicho  es,  los  reve- 
rendos padres  de  la  orden  del  señor  San  Francisco,  fray 
Pedro  de  Arache,  y  Francisco  Preciado  y  Pedro  de  Busto 
y  Martin  de  Espinosa,  estantes  en  dicha  armada.  Fecha 
dia  e  mes  e  año  susodicho.  E  yo,  Pedro  de  Palenzia,  es- 
cribano publico  desta  dicha  armada,  la  escribi  segund  que 
ante  mi  pasó  e  por  ende  fize  aqui  este  mió  signo,  que  es  a 
tal,  en  testimonio  de  verdad.  Pedro  de  Palenzia,  escriba- 
no publico. — Martin  de  Espinosa. — Francisco  Preciado. 


—  236  — 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico  desta  arma- 
da, doy  fe  e  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores  que 
la  presente  vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honre  e 
guarde  de  mal,  como  en  veinte  e  ocho  dias  del  mes  de 
setiembre  de  quinientos  e  treinta  e  nueve  años,  el  muy 
magnifico  señor  Francisco  de  Vlloa,  teniente  de  gober- 
nador e  capitán  desta  dicha  armada  por  el  ilustrisimo  se- 
ñor Marques  del  Valle  de  Guaxaca,  tomo  posesión  en  el 
ancón  de  San  Andrés  y  mar  Bermeja,  que  es  en  la  costa 
desta  Nueva  España  hazia  el  Norte,  que  esta  en  altura  de 
treinta  y  tres  grados  y  medio,  por  el  dicho  señor  Mar- 
ques del  Valle  en  nombre  del  Emperador  nuestro  señor 
rey  de  Castilla,  atual  y  realmente,  poniendo  mano  a  su 
espada,  diziendo  que  si  abia  alguna  persona  que  se  lo  con- 
tradijese, que  el  estaba  presto  para  se  lo  defender,  cortan- 
do con  ella  arboles,  arrancando  yerbas,  meneando  pie- 
dras de  una  parte  a  otra  y  de  otra  a  otra,  y  sacando  agua 
de  la  mar  y  echándola  en  la  tierra;  todo  en  señal  de  la 
dicha  posesión.  Testigos  que  fueron  presentes  a  lo  que 
dicho  es,  los  reverendos  padres  del  señor  San  Francisco, 
el  padre  fray  Ramundo,  el  padre  fray  Antonio  de  Mena, 
Francisco  de  Terrazas,  veedor,  Diego  de  Haro,  Gabriel 
Márquez.  Fecho  dia  mes  e  año  susodicho.  E  yo,  Pedro 
de  Palenzia,  escribano  publico  desta  dicha  armada,  la 
escribi  segund  que  ante  mi  paso;  por  ende  fize  aqui  este 
mió  signo,  que  es  a  tal,  en  testimonio  de  verdad.  Pedro 
de  Palenzia,  escribano  publico. — Fraier  Ramandus  Ami- 
liíis. — Frater  Antonias  de  Mena. — Gabriel  Márquez. — 
Diego  de  Haro. — Francisco  de  Terrazas. 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico  desta  armada, 
doy  fe  e  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores  que  la 
presente  vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honre  e  guar- 


—  237  — 

de  de  mal,  como  en  seis  dias  del  mes  de  otubre  de  qui- 
nientos e  treinta  e  nueve  años,  el  muy  magnifico  señor 
Francisco  de  Ulloa,  teniente  de  gobernador  e  capitán 
desta  armada  por  el  ilustrisimo  señor  Marques  del  Valle 
de  Guaxaca,  tomo  posesión  atual,  realmente  por  el  di- 
cho señor  Marques,  y  en  nombre  del  Emperador  nues- 
tro señor  y  rey  de  Castilla,  en  la  baya  de  San  Marcos, 
qu'  esta  al  Sueste  del  ancón  de  San  Andrés,  del  mar  Ber- 
mejo, y  en  altura  de  treinta  grados  y  medio,  poniendo 
mano  a  su  espada,  diziendo  que  si  abia  alguna  persona 
que  se  lo  contradixese,  que  el  estaba  presto  de  se  lo  de- 
fender, cortando  con  ella  arboles,  arrancando  piedras  e 
yerbas,  de  una  parte  a  otra  y  de  otra  a  otra,  sacando  agua 
de  la  mar  y  echándola  en  la  tierra,  todo  en  señal  de  la 
dicha  posesión.  Testigos  que  fueron  presentes  a  lo  que 
dicho  es,  los  reverendos  padres  del  señor  San  Francisco 
y  el  padre  fray  Remundo  y  el  padre  fray  Pedro  de  Aro- 
che  y  Francisco  de  Terrazas,  veedor,  y  Martin  de  Espi- 
nosa y  Pedro  de  Busto  y  Juan  Montano.  Fecha  mes  e 
año  susodicho.  E  yo,  Pedro  de  Palenzia,  escribano  pu- 
blico desta  dicha  armada,  según  que  ante  mi  paso,  por 
ende  fize  aqui  este  mió  signo,  que  es  a  tal,  en  testimo- 
nio de  verdad.  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico. — 
Martin  de  Espinosa. — Pedro  de  Basto. — Juan  Montano. 
— Frater  Ramundus  Amilius. — Francisco  de  Terrazas. 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico  desta  arma- 
da, doy  fee  e  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores 
que  la  presente  vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honre 
y  guarde  de  mal,  como  en  quinze  dias  del  mes  de  otubre 
de  quinientos  y  treinta  y  nueve  años  el  muy  magnifico 
señor  Francisco  de  Ulloa,  teniente  de  gobernador  e  ca- 
pitán general  desta  armada  por  el  ilustrisimo  señor  Mar- 


—  238  — 

ques  de  Valle,  tomo  posesión  atual  e  realmente  por  el 
dicho  señor  Marques  del  Valle,  y  en  nombre  del  Empe- 
rador nuestro  señor  e  rey  de  Castilla,  en  el  rio  del  Carri- 
zal, qu'  esta  en  altura  de  veinte  e  syete  grados  y  medio, 
poniendo  mano  a  su  espada,  diziendo  que  si  abia  alguna 
persona  que  se  lo  contradixese,  que  el  estaba  presto  para 
se  lo  defender,  cortando  con  ella  arboles,  arrancando 
piedras  de  una  parte  a  otra  y  de  otra  a  otra,  sacando 
agua  de  la  mar  y  echándola  en  la  tierra;  todo  en  señal 
de  la  dicha  posesión.  Testigos  que  fueron  presentes  a  lo 
que  dicho  es,  Diego  de  Haro,  e  Goncalo  Hidalgo  y  Fran- 
cisco de  Terrazas,  veedor,  y  Martin  Sanches  y  Juan  Mon- 
tano. Fecho  dicho  dia  mes  e  año  susodicho.  E  yo  Pedro 
de  Palenzia,  escribano  publico  desta  dicha  armada,  la 
escribi  según  que  ante  mi  paso,  e  por  ende  fize  aqui  este 
mió  signo,  que  es  a  tal,  en  testimonio  de  verdad.  Pedro 
de  Palenzia,  escribano  desta  armada. — Diego  de  Haro. 
—  Gongalo  Hidalgo. — Juan  Montano . — Francisco  de  Te- 
rrazas. 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  desta  armada,  doy  fe 
e  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores  que  la  pre- 
sente vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honrre  e  guarde 
de  mal,  como  en  primero  dia  del  mes  de  diziembre  de 
quinientos  e  treinta  e  nueve  años,  el  muy  magnifico  se- 
ñor Francisco  de  Ulloa,  teniente  de  gobernador  e  capitán 
desta  armada  por  el  ilustrisimo  señor  Marques  del  Valle 
de  Guaxaca,  tomo  posesión  actual  e  realmente  por  el  di- 
cho señor  Marques  y  en  nombre  del  Emperador  nuestro 
señor  y  rey  de  Castilla,  en  la  baya  de  Santa  Catalina,  en 
la  punía  de  la  Trenidad,  que  esta  en  altura  de  veinte  e 
cinco  grados,  poniendo  mano  a  su  espada,  cortando  con 
ella  arboles,  meneando  piedras  de  una  paite  a  otra  y  de 


—  239  — 

otra  a  otra,  todo  en  señal  de  la  dicha  posesión.  Testigos 
que  fueron  presente  a  lo  que  dicho  es,  Martin  de  Espi- 
nosa e  Francisco  de  Terrazas,  veedor,  e  Francisco  Pre- 
ciado, e  Diego  de  Haro,  e  Juan  Montano.  Fecha  dia 
mes  e  año  susodicho.  E  yo,  Pedro  de  Palenzia,  escribano 
desta  armada,  lo  escribi  según  que  ante  mi  paso;  por 
ende  fíze  aqui  este  mió  signo,  que  es  a  tal,  en  testimonio 
de  verdad.  Pedro  de  Palenzia,  escribano  desta  arma- 
da.— Juan  Montano. — Martin  de  Espinosa. — Diego  de 
Haro. — Francisco  de  Terrazas. 

Yo  Pedro  de  Palenzia,  escribano  publico  desta  arma- 
da, doy  fe  e  verdadero  testimonio  a  todos  los  señores 
que  la  presente  vieren,  a  quien  Dios  nuestro  Señor  honrre 
e  guarde  de  mal,  como  en  veinte  dias  del  mes  de  enero 
de  quinientos  e  quarenta  años  el  muy  magnifico  señor 
Francisco  de  Ulloa,  teniente  de  gobernador  y  capitán 
desta  armada  por  el  ilustrisimo  señor  Marques  del  Valle 
de  Guaxaca,  tomo  posesión  atual  y  realmente  por  el  di- 
cho señor  Marques,  en  nombre  del  Emperador  nuestro 
señor  y  rey  de  Castilla,  en  la  ysla  de  los  Cedros,  que  esta 
en  altura  de  veinte  y  nueve  grados  y  medio,  poniendo 
mano  a  su  espada,  diziendo  que  si  abia  alguna  persona 
que  se  lo  defendiese,  que  el  estaba  presto  para  se  lo  de- 
fender; cortando  con  ella  arboles,  meneando  piedras  de 
una  parte  a  otra  e  de  otra  a  otra,  sacando  agua  de  la  mar 
y  echándola  en  la  tierra;  todo  en  señal  de  la  dicha  pose- 
sión. Testigos  que  fueron  presentes  a  lo  que  dicho  es,  el 
reverendo  padre  fray  Ramundo,  de  la  Orden  del  señor 
San  Francisco,  e  Francisco  Preciado,  y  Martin  de  Espi- 
nosa, e  Pablo  Blasco,  maestre  del  navio  Trenidad.  Fe- 
cho dia  mes  e  año  susodicho.  E  yo,  Pedro  de  Palenzia, 
escribano  desta  armada,  la  escribi  según  que  ante  mi 


—  240  — 

paso,  e  por  ende  fize  aqui  este  mió  signo,  que  es  a  tal, 
en  testimonio  de  verdad.  Pedro  de  Palenzia,  escribano 
desta  armada. — Fraier  Ramundus  Amielibus  (sic)  (1).  — 
Martin  de  Espinosa. 


(i)     El  apellido   de  este   religioso  aparece  de   distintos  modos  en  el 
manuscrito. 


ÍNDICE 


Págs. 

I. — Pedro  de  Heredia:  Relación  de  sus  primeros  he- 
chos de  armas  en  la  provincia  de  Cartagena  de  In- 
dias    I 

II. — Anónima:  Relación  de  las  campañas  de  Pedro 

de  Heredia  en  Cartagena  de  Indias 9 

III. — Maestre  Juan:  Relación  de  su  naufragio  y  de 
los  trabajos  que  pasó  en  los  ocho  años  que  estuvo 
en  la  isla  de  la  Serrana 16 

IV. — Juan  Sánchez  Portero:  Relación  de  su  entrada 
al  volcán  de  Masaya  (Nicaragua)  y  de  sus  servicios 
en  otras  regiones  de  las  Indias 26 

V. — Fr.  Tomás  de  Toro,  Obispo  de  Cartagena:  Re- 
lación del  estado  en  que  se  hallaban  las  provincias 
de  Cartagena  y  Santa  Marta 37 

VI. — Memoria  de  las  cosas  que  ha  hecho  García  de 
Lerma,  suscrita  por  Juan  de  Cueto  y  algunos  otros 
vecinos  de  Santa  Marta 46 

VIL— Juan  de  San  Martín  y  Alonso  de  Lebrija:  Re- 
lación del  descubrimiento  y  conquista  del  nuevo 
reino  de  Granada,  años  1 536  a  1539 54 

VIII. — Relación  del  descubrimiento  y  población  de 
la  provincia  de  Santa  Marta 76 


P¿gs. 

IX. — El  Licenciado  Cristóbal  Pedraza:  Relación  de 
varios  sucesos  ocurridos  en  Honduras,  y  del  esta- 
do en  que  se  hallaba  esta  provincia 136 

X. — Relación  del  viaje  que  hizo  el  capitán  Francisco 
de  Ulloa,  por  orden  de  Hernán  Cortés,  por  la  cos- 
ta de  Nueva  España,  desde  Acapulco  hasta  la  isla 
de  los  Cedros,  y  las  posesiones  que  tomó  en  nom- 
bre del  mismo  Cortés 181 


SOCIEDAD   DE  BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES 


JUNTA  DE  GOBIERNO 


Vicepresidente.  .  .  . 


Secretario 


PRIMERO , 


I 


Presidente Excmo.  Sr.  D.  Fidel  Fita,  Director 

de  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria. 

Excmo.  Sr.  D.  Vicente  Vignau,  de 
la  Real  Academia  de  la  Historia. 
Fuencarral,  96. 

Excmo.  Sr.  Marqués  de  Laurencín, 
de  la  Real  Academia  de  la  Histo- 
ria. Serrano,  24. 
Secretario  segundo.      Excmo.  Sr.  Barón  de  la  Vega  de 

Hoz,  de  la  Real  Academia  de  la 
Historia.  Recoletos,  12. 

Sr.  D.  Emilio  Cotarelo  y  Mori,  de 
la  Real  Academia  Española. 

Sr.  D.  Manuel  Serrano  y  Sanz,  Ca- 
tedrático de  la  Universidad  de 
Zaragoza.  Coso,  1 18. 

Excmo.  Sr.  Conde  de  Cedillo,  de  la 
Real   Academia   de   la   Historia. 
General  Arrando,  1 5. 
Vocales  .  .  Sr.  D.  Adolfo  Bonilla  y  San  Martín, 

de  la  Real  Academia  de  la  Histo- 
ria. Velázquez,  18. 

Excmo.  Sr.  D.  Juan  Pérez  de  Guz- 
mán,  de  la  Real  Academia  de  la 
Historia.  Libertad,  2  duplicado. 

Excmo.  Sr.  Duque  de  T'Serclaes, 
de  la  Real  Academia  de  la  Histo- 
toria.  Serrano,  12. 


SOCIEDAD 


DE 

BIBLIÓFILOS    ESPAÑOLES 


1.  S.  M.  el  Rey  D.  Alfonso  XIII. 

2.  Excmo.  Sr.  D.  Vicente  Vignau. 

3.  Sr.  D.  Jacinto  Octavio  Picón. 

4.  Sr.  D.  Eugenio  Maffel. 

5.  Biblioteca  Nacional. 

6.  f  Sr.  D.  Fermín  Hernández  Iglesias. 

7.  Biblioteca  del  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia. 

8.  Sr.  D.  Rafael  Vidart  y  Vargas  Machuca. 

9.  Sr.  D.  Mateo  Azpeitia. 

10.  Excmo.  Sr.  D.  Nilo  María  Fabra. 

11.  Excmo.  Sr.  D.  Luis  de  Estrada. 

12.  limo.  Sr.  D.  Julián  Zugasti  y  Sáenz. 

13.  f  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Heredia. 

14.  Excmo.  Sr.  D.  Fermín  Lasala,  Duque  de  Mandas. 

15.  Sr.  D.  Luis  de  Escalante. 

16.  limo.  Sr.  D.  Juan  Uña. 

17.  Ateneo  de  Madrid. 

18.  Biblioteca  del  Senado. 

19.  Sr.  D.  Pablo  de  Garnica. 

20.  Sr.  D.  Salvador  de  Torres  y  Aguilar. 


21.  Biblioteca  de  la  Real  Academia  Española. 

22.  Sr.  D.  Emilio  Ruiz  de  Cañábate. 

23.  Sr.  D.  Enrique  Bailly-Bailliére. 

24.  Real  Academia  de  la  Historia. 

25.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Villasinda. 

26.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Torre-Pando. 
2J.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Torrecilla. 

28.  f  Sr.  D.  Pedro  Miranda  y  de  Carcer. 

29.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Miravel. 

30.  Sr.  D.  José  de  Palacio  y  Viteri. 

31.  Sr.  D.  Juan  Llordachs. 

32.  Sr.  D.  José  Llordachs. 

33.  Sr.  D.  Ramón  Sisear. 

34.  Excmo.  Sr.  D.  Carlos  de  Uhagón  y  Arispe. 

35.  f  Sr.  D.  Pedro  N.  Oseñalde. 

36.  Real  Academia  de  Bellas  Artes  de  San  Fernando. 

37.  Sr.  D.  Eduardo  Corredor. 

38.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Peñaranda  de  Bracamonte. 

39.  f  Sr.  D.  Enrique  García  de  Ángulo. 

40.  Biblioteca  del  Ministerio  de  Marina. 

41.  Librería  Fernando  Fe. 

42.  Sr.  D.  José  Moncerdá. 

43.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Toreno. 

44.  Sr.  D.  José  Canosa  y  Martínez. 

45.  Biblioteca  Imperial  de  Strasburgo. 

46.  Biblioteca  del  Congreso  de  los  Diputados. 

47.  Excmo.  Sr.  D.  Wenceslao  Ramírez  de  Villa-Urrutia. 

48.  Sr.  D.  Nazario  Calonje. 

49.  Sr.  D.  Luis  Tusquets. 

50.  Biblioteca  de  la  Universidad  de  Barcelona. 

51.  Sr.  D.  Juan  Vidal. 

52.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Sallent. 


53-  Excmo.  Sr.  Duque  de  T'Serclaes. 

54.  Sr.  D.  Carlos  Volmóller. 

55-  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  A.  Commelerán. 

56.  Sr.  D.  J.  C.  Cebrián. 

57.  Sr.  D.  León  Medina. 

58.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Laurencín. 

59.  Sra.  D.a  Blanca  de  los  Ríos. 

60.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Cedillo. 

61.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Vilches. 

62.  Sr.  D.  Joaquín  Hazañas  y  la  Rúa. 

63.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Estrada. 

64.  Sr.  D.  Calixto  Oyuela. 

65.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Grigni. 

66.  Excmo.  Sr.  Duque  de  Berwick  y  de  Alba. 

67.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Valdeterrazo. 

68.  Sr.  Johannes  Merck. 

69.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Santillana. 

70.  Sr.  Karl.  W.  Hiersemann.  (Dos  ejemplares.) 

71.  Sr.  D.  José  Manuel  de  Garamendi. 

72.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Comillas. 

73.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  de  P.  Arrillaga. 

74.  Excmo.  Sr.  Conde  de  la  Vinaza. 

75.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  F.  de  Béthencourt. 

76.  Excmo.  Sr.  D.  Anselmo  Rodríguez  de  Rivas. 
7J.  Sr.  D.  José  María  de  Urquijo. 

78.  Sr.  D.  Emilio  Cotarelo  y  Mori. 

79.  Excmo.  Sr.  General  Sanchiz. 

80.  Sr.  D.  Manuel  Serrano  y  Sanz. 

81.  Sr.  Otto  Harrassowitz.  (Cinco  ejemplares.) 

82.  Gran  Peña. 

83.  Sr.  D.  Adrián  Romo. 

84.  Sr.  D.  Fernando  Astier  Balboa. 


f 


85.  Excmo.  Sr.  XX  Alonso  Coello. 

86.  Sr.  D.  Antonio  Rubiños. 

87.  f  Sr.  D.  Juan  Menéndez  Pidal. 

88.  Sr.  D.  Victoriano  Suárez.  (Cuatro  ejemplares.) 

89.  Biblioteca  Universitaria  de  Sevilla. 

90.  Sr.  D.  Carlos  Navarro  Lamarca. 

91.  Sr.  D.  Eloy  García  de  Ouevedo  y  Concellón. 

92.  Sr.  D.  Gabriel  Molina. 

93.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Polentinos. 

94.  Sr.  D.  Martinus  Nijhoff. 

95.  Sr.  D.  Gabino  Páez  Melero. 

96.  Sr.  D.  Juan  M.  Sánchez. 

97.  Sres.  Ruiz  Hermanos. 

98.  University  Library  de  Cambridge. 

99.  Sr.  D.  Alfonso  Bonay. 

100.  Sr.  D.  Antonio  Martínez  Gayo. 

101.  Sr.  D.  Francisco  Rodríguez  Marín. 

102.  Excma.  Sra.  Condesa  de  Valencia  de  Don  Juan. 

103.  Sr.  D.  Pablo  Font  de  Rubinat. 

104.  Excma.  Sra.  Marquesa  viuda  de  Aranda. 

105.  Sr.  D.  Luis  Santos. 

106.  Sr.  D.  José  María  Moreno  y  Giménez  de  Borja. 

107.  Sr.  D.  Alejandro  Lerroux. 

108.  Sr.  D.  Juan  Hurtado  y  Jiménez  de  la  Serna. 

109.  Sr.  D.  Gonzalo  de  la  Torre  de  Trasierra. 

1 10.  Sr.  D.  Eugenio  García  Rico.  (Tres  ejemplares.) 

111.  Excmo.  Sr.  D.  Juan  Pérez  de  Guzmán. 

112.  Sr.  D.  Adolfo  Bonilla  y  San  Martín. 

113.  Sr.  D.  José  Ramón  Peláez. 

114.  Biblioteca  Municipal  de  Santander. 

115-  Excmo.  Sr.  Conde  viudo  de  las  Atalayas. 

116.  Sr.  D.  Manuel  de  Solís  y  Desmaisiéres. 


§' 


117-  Sr.  D.  José  Luis  Serra  y  Pickman. 

1 1 8.  Ateneo  Barcelonés. 

Iig.  Sr.  D.  Juan  Batlle. 

120.  Sr.  D.  Juan  Roldan.  (Tres  ejemplares.) 

121.  Sr.  D.  Juan  Givanel  Mas. 

122.  Sr.  D.  Agustín  G.  de  Amezúa  y  Mayo. 

123.  Sr.  D.  Ramón  Domingo  Viñas. 

124.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Toca. 

125.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Puebla  de  Rocamora. 

126.  Sr.  D.  Valentín  Martínez  y  Pérez. 

127.  Sr.  D.  Ángel  Sabata  Lara. 

128.  Sociedad  Bilbaína. 

129.  Sr.  D.  Jules  Jadot. 

130.  Sr.  D.  Eduardo  Losada. 

131.  Biblioteca  de  la  Facultad  de  Filosotía  y  Letras  de 

Zaragoza. 

132.  Biblioteca  Universitaria  de  Zaragoza. 

133.  Sr.  D.  José  Ramos  y  Loscertales. 

134.  Sr.  D.  Ricardo  Fuente. 

135.  Sr.  D.  Antonio  Graiño. 

136.  Sr.  D.  Melchor  García. 

137.  Sr.  D.  Francisco  Beltrán. 

138.  Excmo.  Sr.  D.  Fidel  Fita. 

139.  Excmo.  Sr.  D.  Mariano  Núñez  Samper. 

140.  Sr.  D.  Leopoldo  Martínez  Ochagavia. 

141.  Excmo.  Sr.  Barón  de  la  Vega  de  Hoz. 

142.  Sr.  D.  Mariano  Rodríguez  Miguel. 

143.  Sr.  D.  Pedro  Vindel. 

144.  Sr.  D.  Gustavo  Gili. 

145.  Sr.  D.  Francisco  A.  de  Icaza. 

146.  Sociedad  de  Bibliófilos  Españoles. 


LIBROS  PUBLICADOS 

POR  LA 

SOCIEDAD  DE  BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES 


I.  Cartas  de  Eugenio  Salazar,  por  D.  Pascual  de  Ga- 
yangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

II.  Poesías  de  D.  Francisco  de  Rioja,  por  D.  Cayetano 
A.  de  la  Barrera.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la 
edición. 

III.  Relaciones  de  algunos  sucesos  de  los  últimos  tiem- 
pos del  reino  de  Granada,  por  D.  Emilio  Lafuente  Alcán- 
tara. Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

IV.  Cinco  cartas  político-literarias  de  D.  Diego  Sar- 
miento de  Acuña,  Conde  de  Gondomar,  por  D.  Pascual  de 
Gayangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

V.  El  libro  de  las  aves  de  caca  del  Canciller  Pedro 
López  de  Ayala,  con  las  glosas  del  Duque  de  Alburquer- 
que.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

VI.  Tragedia  llamada  Josefina,  de  Micael  de  Carva- 
jal, por  D.  Manuel  Cañete.  Tirada  de  300  ejemplares.  Gra- 
tis para  los  socios.  Agotada  la  edición. 

VIL  Libro  de  la  Cámara  Real  del  Príncipe  D.  Juan,  de 
Gonzalo  Fernández  de  Oviedo,  por  D.  José  María  Escude- 
ro de  la  Peña.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 


VIII.  Historia  de  Enrique  fi  de  Oliua,  Rey  de  Iheru- 
salem,  Emperador  de  Constantinopla,  por  D.  Pascual  de 
Gayangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

IX.  El  Crotalón  de  Christóphoro  Gnophoso.  Tirada 
de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

X.  Don  Lazarillo  Vizcardi,  de  D.  Antonio  Eximeno, 
por  D.  Francisco  Asenjo  Barbieri.  Dos  tomos.  Tirada  de 
300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XI.  Relaciones  de  Pedro  de  Gante,  por  D.  Pascual  de 
Gayangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Gratis  para  los  so- 
cios. Agotada  la  edición. 

XII.  Tratado  de  las  batallas  y  ligas  de  los  ejércitos 
del  Emperador  Carlos  V,  desde  1 52 1  hasta  I545>  Por  Don 
Martín  García  Cereceda.  Tomos  I,  II  y  III.  Tirada  de  300 
ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XIII.  Memorias  del  Cautivo  en  la  Goleta  de  Túnez, 
por  D.  Pascual  de  Gayangos,  Tirada  de  300  ejemplares. 
Agotada  la  edición. 

XIV.  Libro  de  la  Jineta  y  descendencia  de  los  caballos 
guzmanes,  por  D.  José  Antonio  de  Balenchana.  Tirada  de 
300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XV.  Viaje  de  Felipe  II  a  Inglaterra,  por  D.  Pascual 
de  Gayangos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edi- 
ción. 

XVI.  Tratado  de  las  epístolas  y  otros  varios,  de  Mo- 
sén  Diego  de  Valera,  por  D.  José  Antonio  de  Balenchana. 
Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XVII.  Dos  obras  didácticas  y  dos  leyendas,  sacadas  de 
manuscritos  de  la  Biblioteca  del  Escorial,  por  D.  Germán 
Knust.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XVIII.  Divina  retribución  sobre  la  caída  de  España  en 
tiempo  del  noble  rey  D.  Juan  el  primero,  del  Bachiller 


Palma,  por  D.  José  María  Escudero  de  la  Peña.  Tirada  de 
300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XIX.  Romancero  de  Pedro  de  Padilla,  por  el  Marqués 
de  la  Fuensanta  del  Valle.  Tirada  de  300  ejemplares.  Ago- 
tada la  edición. 

XX.  Relación  de  la  jornada  de  Pedro  de  Orsüa  a 
Omagua  y  al  Dorado,  por  el  Marqués  de  la  Fuensanta  del 
Valle.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XXI.  Cancionero  General  de  Hernando  del  Castillo, 
por  D.  José  Antonio  de  Balenchana.  Dos  tomos.  Tirada  de 
300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XXII.  Obras  de  Juan  Rodríguez  de  la  Cámara  (o  del 
Padrón),  por  D.  Antonio  Paz  y  Melia.  Tirada  de  300  ejem- 
plares. Agotada  la  edición. 

XXIII.  El  Pelegrino  Curioso,  por  D.  Pascual  de  Ga- 
yangos.  Tomos  I  y  II.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXIV.  Cartas  de  Villalobos,  por  D.  Antonio  María 
Fabié.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXV.  Memorias  de  D.  Félix  Nieto  de  Silva,  Marqués 
de  Tenebrón,  por  el  Excmo.  Sr.  D.  Antonio  Cánovas  del 
Castillo.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXVI.  Historia  del  Maestre  último  que  fué  de  Mon- 
tesa  y  de  su  hermano  D.  Felipe  de  Borja,  por  D.  Francisco 
Guillen  Robles.  Tomo  I.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXVII.  Diálogos  de  la  Montería.  Manuscrito  inédito 
de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  por  el  Excmo.  Sr.  Don 
Francisco  R.  de  Uhagón.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXVIII.  Libro  de  las  virtuosas  e  claras  mujeres,  el 

CUAL  FIZO  E  COMPUSO    EL  CONDESTABLE    D.    AlVARO    DE    LüNA, 

Maestre  de  la  Orden  de  Santiago,  por  el  Excmo.  Señor 
D.  Marcelino  Menéndez  y  Pelayo.  Tirada  de  300  ejem- 
plares. 


XXIX.  Opúsculos  literarios  de  los  siglos  XIV  a  XVI, 
por  D.  Antonio  Paz  y  Melia.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXX.  Nobiliario  de  Conquistadores  de  Indias,  por 
D.  Antonio  Paz  y  Melia.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXXI.  Dos  novelas  de  D.  Alonso  Jerónimo  de  Salas 
Barbadillo,  por  el  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  R.  de  Uhagón. 
Tirada  de  300  ejemplares. 

XXXII.  Relaciones  históricas  de  los  siglos  XVI 
y  XVII,  por  el  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  R.  de  Uhagón. 
Tirada  de  300  ejemplares. 

XXXIII.  Ingeniosa  comparación  entre  lo  antiguo  y  lo 
presente,  del  Bachiller  Cristóbal  de  Villalón,  por  D.  Ma- 
nuel Serrano  y  Sanz.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXXIV.  Historia  de  D.  Juan  de  Austria,  del  Licen- 
ciado Porreño,  por  D.  Antonio  Rodríguez  Villa.  Tirada  de 
300  ejemplares. 

XXXV.  Arcipreste  de  Talavera  (Corvacho  o  repro- 

VACIÓN  DEL  AMOR  MUNDANO),  DEL  BACHILLER  ALFONSO  MaRTÍ- 

nez  de  Toledo,  por  D.  Cristóbal  Pérez  Pastor.  Tirada  de 
230  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

XXXVI.  Comentarios  de  D.  García  de  Silva  y  Figue- 
roa,  de  la  Embajada  que  de  parte  del  Rey  de  España  D.  Fe- 
lipe III  hizo  al  Rey  Xa  Abas  de  Persia,  por  D.  Manuel  Se- 
rrano y  Sanz.  Dos  volúmenes.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXXVII.  Cautiverio  y  trabajos  de  Diego  Galán,  na- 
tural de  Consuegra  y  vecino  de  Toledo,  por  D.  Manuel 
Serrano  y  Sanz.  Tirada  de  300  ejemplares. 

XXXVIII.  El  Passagero,  de  Cristóbal  Suárez  de  Fi- 
güeroa,  por  D.  Roberto  Selden  Rose.  Tirada  de  300  ejem- 
plares. 


DE  ESTAS   RELACIONES  HISTÓRICAS   DE  AMÉRICA 
SE    HAN    HECHO   TRESCIENTOS    EJEMPLARES 
NUMERADOS  EN  LA   "IMPRENTA  IBÉRI- 
CA „  DE  D.  ESTANISLAO  MAESTRE, 
CALLE  DE  LAS  POZAS,  NÚ- 
MERO  12,  MADRID,  EN 
EL  MES  DE  OCTU- 
BRE DEL  AÑO 
MCMXVI 


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